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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • EL RECOGIMIENTO INTERIOR
      • CAPITULO 43 - De la singular merced que Dios hace a un alma librándole dentro de sí tantos bienes y tan de balde
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CAPITULO 43 - De la singular merced que Dios hace a un alma librándole dentro de sí tantos bienes y tan de balde

 

            1.         ¡Oh buen Dios de mi alma, alábente sin fin todas las criaturas! ¿Con qué pudiera yo agradecerte semejante merced y beneficio como tú haces al alma del [148r] justo y al que de veras te desea y ama?


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No le libras el cumplimiento de sus deseos ni el premio de sus trabajos en cédulas para otros reinos, de suerte que sea necesario ir a buscar mi consuelo donde primero se acaben mis fuerzas y no lleguen mis pasosa o se me acaben las fuerzasb [antes] que alcance el fin que pretendo. Mi alma, Dios y Señor mío, heciste depósito de tus maravillas, troje y granero de aquella copiosa cosecha que heciste en la cruz. Sin salir de mí, sin cansarme ni divertirme, sin andar vagueandoc o preguntando, hallará un hombre dentro de sí propiod todo lo que puede desear. No tiene más que abrir los ojos y extender la mano, que las de Dios hallará llenas dentro de síe: Omnis gloria eius ab intus, in fimbriis aureis, circumamicta varietatibus1; toda cuanta gloria quisieres o hubieres menester dentro de tu alma te la está derramando el cielo.

 

            2.         El sol, aunque está en el cielo, él tiene cuidado de entrarse en nuestros aposentos y retretes más escondidos. Si hubiéramos de ir a la plaza o a la tienda o feria de otro pueblo a comprar sol y luz para todo el año, no me espantara quef muchos se quedaran en tinieblas: unos, porque no tenían dineros para comprar, otros porque no tenían fuerzas para andar y ir por ella. Pero no cuesta más de que vos os levantéis de la cama, abráis la ventana, que por mucho que madruguéis más madruga el cielo a traeros el sol a la posta que hiera vuestro rostro y dé en vuestras manos y alumbre vuestros ojos, de suerte que parece os está dando Dios con él en la cara para que lo gocéis y aun obligándoos a que os aprovechéis de su claridad. Como se ve en el que al sol cierra los ojos, que el propio sol parece le está compeliendo a que los abra y está metiendo allá dentro unos como rayos dissimulados y luz encubierta con que dice que allí está para el que lo quiere. Esto es verdad, pero muy mayor es la que de tus misericordias, Dios mío, experimentamos. Eres sol de justicia que madrugas antes que el hombre se levante y salga de la cama de la niñez y llegue a tener uso de razón. A la puerta lo aguardas, según aquello de san Pablo: Qui vocavit me de utero matris meae2; dende el vientre de mi madre me rondaba la puerta y aguardaba a los umblares de mi casa a que, tiniendo libre albedrío, [148v] dijese que quería gozar de ese bien, el cual es tan grande y dado de tan buena gana que no hay jarra de agua arrojadag del enfermero sobre el rostro del enfermo dormido como esta gracia y favor que Dios envía sobre todos los mortales. Esta está tan sobre mí que me está como rogando, obligando y como compeliendo a que la entre en casa. Y esto lo hace con unos rayos y vislumbres secretas y disimuladas con que un alma siente que Dios está a la puerta, que Dios llama y quiere entrar a cenar con ella.


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            3.         Esto es que mi gloria está ab intus, adentro. Que parece que este gran Dios me tiene cogidos todos los puertos para que por parte ninguna pueda huir sin dar en sus dichosas manos. Porque, si huigo adentro de mí, ahí hallaré su gloria y a él que en mí se metió y escondió para salirme al encuentro por ese camino. Si salgo afuera, ahí tiene unos vestidos cercados y rodeados con variedad de hermosura que rebateh y para en mi alma.

 

            Qué bien nos mostró esto el mismo Dios por el propheta Jeremías, capítulo 3: Invenerunt (dice) qui non quesierunt me, et dicxi: ecce ego, ecce ego, adi gentem quae nesciebat me3. Notemos por charidad estas palabras: halláronme los que no me buscaban y dije yo: veisme aquí, veisme aquí, yo soy, yo soy, al pueblo que no me conocía. Ahora, para mejor echar de ver estas misericordias, consideremos un hombre rico principal y con unas entrañas llenas de charidad que desea toparse con personas a quien hacer bien, y que sale de noche por una calle a ejercitar su officio y que se topa un hombre que no le conoce; y que el hombre principal, pasando junto a él, habla y dice: ¿Quién va? ¿Quién va?; y por ahí lo echa de ver y conoce que es quien le puede hacer bien y sacar el pie del lodo. Pues lo propio le pasa a nuestro gran Dios con los hombres, los cuales, por andar fuera de sí y en la noche de la ignorancia o de la culpa, no conocen a Dios aunque den hombro con hombro. Pero Dios, que tiene gana de hacer mercedes, cuando topa a éstos sin que ellos lo conozcan, él propio habla y dice: ¿Quién va? ¿Quién va? Ecce ego, ecce ego, yo soy, yo soy. ¡Oh Dios mío, y qué verdad ésta tan experimentada, cuando veo que por cualquier camino que eche, aunque [149r] no te conozca, tú hablas dondequiera que me topas! Si fuera de mí y en las criaturas, en ellas estás diciendo: Ecce ego, ecce ego, yo soy el que las formé y hicej: Omnia per ipsum facta sunt4. Si entro dentro de mí en lo más escondido de mi alma donde todo es obscuro y secreto, allí lo hallo antemano que en ese puesto me está aguardando con una gloria inmensa que desea y quiere que dentro de mí goce sin temor ni sobresalto de quien me la mal logre.

 

            4.         Dime, alma, ¿qué dices: que quieres y buscas a Dios? ¿Con qué te podrás escusar si no lo tuvieres? No te escusará tu pobreza, que de balde se da: Venite et emite absque argento et absque ulla commutacione5; sin precio ni trueco se está dando. No parezca encarecimiento ésta del propheta pareciéndole que es compra hecha con la voluntadk que le entregamos, de quien dice el poeta que non bene pro toto libertas venditur auro6; que vale másl la voluntad que todo el oro del mundo. Ni parezca


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que es trueco dando nuestra alma por el mismo Dios. No se pudo decir que Benjamín compró el trigo y sus hermanos en Egipto, aunque dieron y entregaron el dinero que llevaban a quien el trigo vendía, porque se lo mandaron echar entre el trigo en los propios sacos; y no inporta que ellos no lo supiesen así luego, que la verdad era que se lo tornaban, y en su casa lo echaron de ver cuando tornaron a Mesopotamia7.

 

            Verdad es que, cuando Dios nos da su gracia, le entregamos nuestra voluntad y, dándonos a sí propio, nos damos en trueco a nosotros mismos. Pero no es compra, porque junto con el premio nos torna lo que lem damos mejorado: si le damos y entregamos nuestra voluntad torcida, nos la torna derecha y bien inclinada, y si nuestra alma desnuda, nos la torna vestida con su gracia. Y si mientras vivimos nos parece que no hacemos nuestra voluntad sino la de Dios, vendrá el tiempo en que lleguemos a nuestra dichosa y deseada patria, cuando se desenvuelvan estos líos y desenfardelemos estos envoltoriosn de nuestros cuerpos. Entonces echaremos de ver cómo haciendo la voluntad de Dios juntamente hemos hecho la nuestra, pues todo se queda por nuestro, [149v] lo que dimos y nos dieron, porque de nuestras cosas no tiene Dios necesidad sino para tornárnoslas enmendadas y reparadas de los yerros que hubiésemos hecho.

 

            5.         Hase Dios con nosotros como aquel ollero que vido Jeremías: que, bajándose al suelo por un pedazo de barro que de las manos se le habíe caído, de que estaba haciendo un vasoo, lo torneó; y subió de punto aquel pedazo de lodo, que en el suelo era nada, que no ha ser y valer, en las manos del tal ollero para ser puesto entre los aparadores reales y que de él se hiciese estima y precio para ponerlo entre los vasos de oro8. Esto es lo que le damos a Dios. Cuando más le damos, nos alargamos un pedazo de lodo informe, desbaratado, sin valor ni precio, que todo esto tiene el hombre de su cosecha cuando todo él se ha entregado. Pero, tomándolo este soberano artífice, que tan barato vende su cielo para que el hombre goce de él, lop coge en sus manos y como de nuevo lo tornea; en ellas tornea, digo lo torna a hacer en un ser divino y celestial, el cual ser de tal manera realza y levanta lo que de suyo era nada, que ya lo reputa el mismo Dios por digno de ser puesto en sus aparadores reales y entre los vasos de oro que son sus ángeles.

 

            6.         Según estoq, no podrá el hombre decir que no compra este bien que se vende en esta feria que dentro del hombre se hace, porque no tiene precio con que lo comprar pues r en ella se da Dios de balde, y son remiendos los que Dios echa en nuestra alma tomando y cortando del paño de su gracia, cosiendo y zurciendo con el hilo de sus méritos


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y sangre. Tampoco podrá decir que no tiene pies para lo buscar, pues tan cerca lo tiene, en su propia alma, aguardándole en ella para de cerca hacerle bien; en cuya representación quiso Cristo que lo pusiesen en una cruz enclavado, para que veas cómos aguarda a que llegues con tu lento y corto paso, y que por despacio que camines no huye ni anda, parado está aguardándote, queda donde él no se irá.

 

            7.         Esto propio nos dio a entender el sancto patriarchat Jacob cuando salió huyendo de casa de su padre, pues dice de él: Socius fuit itineris mei9; mi compañero fue [150r] en mi peregrinación. Aquel llamamos compañero que anda siempre a nuestro lado, que lo hallamos cuando lo buscamos y lo tenemos cuando lo queremos, yu nos aguarda aunque sea más ligero para ir en nuestra compañía. Según esto, si es nuestro compañero, no estará lejos, que a nuestro lado le tendremos: Prope est Dominus timentibus se10. Y, si no, preguntemos: ¿cuándo el hombre le ha habido menester que no le haya hallado? ¿Cuándo le ha querido que se le haya escondido? Y por ligero vuelo que tiene sobre alas de cherubines y sobre los ligeros vientos, ¿cuándo no le ha esperado y aguardado para ser nuestro compañero? Y no entendamos que, por haberlo sido del patriarca Jacob, no lo será nuestro, pareciéndole que el patriarca caminaba a la posta, que él propio dice iba tan a spacio yv como suelen caminar los pobres cuando por posta llevan un pobre báculo en que arrimarse, pues dice tratando del propio viaje: In baculo meo transivi Jordanem11; que con su báculo en la mano caminaba, y él le servía de barco y puente para pasar los ríos, como pasó con él el río Jordán.

 

            8.         No te espantes ni asombres, alma sancta, desta inmensa misericordia de Dios, con que Su Majestad justifica su causa para la estrecha cuenta de los que allí se hallaren vacíos y sin este favor de tener a Dios consigo. Oigamos lo que dice el evangelista san Lucas: que erat subditus illis12; que Cristo estaba súbdito a un padre carpintero. Si súbdito, bien se deja entender que lo tendría a su mandado para que siempre estuviese a su lado. Y no hay que desmayar, pareciéndonos que esto sólo se hizo con Joseph. Miremos lo que dice la Scritura en el libro de Josué: Obediente Domino voci hominis13; que está Dios obediente a la voz del hombre. Que el que es señor de cielos y tierra, de ángeles y hombres, ése está obediente a la voz del hombre, no de un ángel ni de un seraphín, ni dice de un sancto, sino a la voz del hombre, por quien es entendido la miseria y flaqueza del mundo.

 

            Mill veces seas, Dios mío, glorificado, que no quieres le quede escusa al peccador de decir que no te halla, que no te alcanza, que no pudo contigo; que tú dices que le obedeces, [150v] que le estarás rendido y sujeto a su mandado y harás lo que quisiere. Y porque no desmayew


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viendo tanta grandeza de este señor que obedece y la bajeza del que manda, dice que está sujeto a la voz del hombre; que, como el pecador lo quierax, no tiene más de mandarle que venga, que se aguarde, que espere, que lo reciba, que lo ampare y tenga por hijo.

 

            De la grandeza de esta misericordia, Dios mío, es de quien yo quisiera tener fuerzas y caudal para te la poder agradecer. Pero pienso, Señor, que será un modo particular de que tú gustarás que, entrando dentro de mí propio, ahí te busque y hallándote te tenga y tiniéndote te goce. Tú, Señor, puedes dar la seguridad y perpetuidad de este bien por los siglos de los siglos.




a  sigue que tach.



b o-fuerzas al marg.



c  corr.



d sigue lo q tach.



e  sigue propio tach.



1 Sal 44,14-15: "Omnis gloria eius filiae regis ab intus, in fimbriis aureis, circumamicta varietatibus".



f  rep.



2 Gál 1,15: "Cum autem placuit ei, qui me segregavit ex utero matris meae, et vocavit per gratiam suam...".



g  sigue al tach.



h  ms. rebaten



i   la letra d sobre lín.



3 Is 65,1: "Invenerunt qui non quaesierunt me. Dixi: Ecce ego, ecce ego, ad gentem quae non invocabat nomen meum".



j  sigue si entro tach.



4 Jn 1,3.



5 Is 55,1.



k sigue que u tach.



6 Fabulae Aesopicae, lib.III, fab.14 ("El perro y el lobo"). Cita el mismo verso Cervantes en el prólogo a la Iª parte de Don Quijote de la Mancha. También DE BITERRIS, R., Liber Kalilae et Dimnae, c.7: "Non bene pro toto libertas venditur aureo; hoc caeleste bonum praeterit orbis opes".



l   sigue que to tach.



7 Cf. Gén 43,1ss.



m corr.



n  corr. de envortorios



o sigue síl. tach.



8 Cf. Jer 18,3-4.



p sigue que tach.



q sigue no tach.



r  sigue son tach.



s  sigue te tach.



t  corr. de patriartriarcha



9 Gén 35,3.



u  sigue si tach.



10           Sal 144,18: "Prope est Dominus omnibus invocantibus eum...".



v  sigue pobre tach.



11           Gén 32,10.



12           Lc 2,51.



13           Jos 10,14.



w ms. desmayo



x  sigue que tach.






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