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San Juan Bautista de la Concepción Obras I - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
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CAPITULO 46 - De cuánto el hombre debe guardar su corazón, que es la principal parte, para alcanzar este recogimiento interior. Y cómo para abrirlo a las criaturas ha de haber grande acuerdo y consulta en todo, en todo el hombre
1. En confirmación de lo que hemos dicho en el capítulo pasado, de cuán solo quiere Dios el corazón del hombre, cuán retirado y apartado de lo que le puede hacer daño, respecto de que, siendo asiento de la vida humanaa, es figura y retrato vivo de que nuestra vida spiritual consiste en nuestro spíritu, silla y asiento del mismo Dios, a quien no es lícito dar conpañía en casa y silla tan pequeña. Y cuando fuera muy grande, razón era tener a Dios el respecto que en la tierra se tiene a los hombres si son tantico de consideración: que la silla en que se sientan, cuando ellos no están en ella la vuelven a la pared, sin consentir que otro ninguno se sienteb; y aun del caballo Acéfalo del que se dice que, enjaezadoc para que el rey subiese en él, no consentía que otro ninguno subiese. Y es bien tengamos con mayor cuidado este respecto a Dios, que de nuestra vida y casa se contenta con nuestro corazón; el cual, para guardarlo para este señor y amo tan solamente, decimos debe estar bien guardadod, retirado y cerrado, porque el día que tenga la puerta abierta será campo concegil donde el mundo con sus ganados se apaciente.
2. Digo, pues, que en confirmación de esta verdad se me ofrece lo que la Scritura dice en el Génesis 29 n.2: que el pozo donde Jacob daba de beber a sus ganados grandi lapide claudebatur, que siempre estaba tapado y cerrado con una piedra muy grande, y tanto que para la haber de levantar era necesario se juntasen los pastores. Aquí se me ofrecen dos dificultades: la una, tocada a otro propósito en los capítulos de arriba, y es que, si en aquella [155v] tierra, como ahora se lee en la descripción de la Tierra Sancta, habíe muchas fuentes muy dulces y caudalosas, ¿qué necesidad tenía Jacob de dar agua de aquel pozo a sus ganados, cosa que tanto trabajo le habíe de costar como era sacarlo a fuerza de brazos? Que fue la dificultad que pusimos de la Samaritana preguntando y dificultando por qué venía por agua tan lejos y tan honda y que le hubiese de costar llevar soga y garrucha para sacarla, y no la tomase y llevase de las fuentes que en el valle orilla del pueblo estaban. Respondimos a esto entre otras razones cómo el demonio da a los suyos lo peor y más caro, y que en eso les pone su mayor gusto y felicidad, como las mujeres locas que comen tierra, barro y sal pudiendo comer buenos manjares. Pero esta razón no corre en Jacob, por qué quisiese dar agua a sus ganados de pozo y no de fuentes. Ni tampoco podían cuadrar otras razones que dimos en los capítulos de arriba acerca de la Samaritana.
Pues veamos ahora por qué Jacob se retira con sus ganados a darles agua del pozo que tanto le habíe de costar. Digoe que el sancto patriarca usó de una prudencia y sabiduría o comedimiento admirable. Y aun hoy las repúblicas se lo hacen tener a quien no quiere, y es que no se dé de beber a los ganados en las fuentes que son y están para servicio de los pueblos, porque el ganado, como otras muchas veces hemos dicho, más daño hace con los pies pisando, enturbiando y enlodando en agua que bebiendo con la boca. Y así, siendo los animales brutos tan inprudentes, el sancto patriarca fue bien considerado de darlesf el agua por mano y sacársela fuera de donde ella está para que beban la que les dieren y no enturbien la que dejaren. Retrato vivo de lo que debemos hacer en el trato y conversación de las criaturas de la tierra, más brutas e inconsideradas que todos los animales, las cuales dentro de nuestro corazón no se contentan con servirse de él e inclinarlo a las cosas perecederas sino que lo estragan de [156r] suerte que no queda de provecho; como la Scritura notó, 3 Regum 11, de Salamón, que, dado a mujeres, depravatum est cor eius, su corazón quedó depravado, et non erat rectum coram Domino, que no le quedó de provecho1. Y así es bien hacer, en las ocasiones que se ofrecieren tratar con estas criaturas exteriores, lo que Jacob, y es que, siendo nuestro corazón pozo hondo, no puedan entrar allá sino que se le saque acá fuera el agua. Que no se permita hacer lo que los hombres locos hacen cuando explican sus desordenadas aficiones, diciendo que a quien bien quieren lo tienen puesto y metido en su corazón; así será y quedará él, siendo, como dicen, pucherillo de muchas bodas u olla de bodegón que para cada uno se cocina. Digo, pues, que no se ha de consentir entren las criaturas adentro por amor, afición y afecto, que ésa es la puerta por donde entran, sino sacarles acá fuera un ordinario querer y trato común, de suerte que a ellas se les dé lo necesario y a nosotros no nos hagan daño.
3. La segunda dificultad que se me ofrecía sobre este pozo de Jacob era acerca de la piedra grande con que se tapaba y guardaba de suerte que para haberla de quitar era necesario junta y consulta de pastores; que parece era mucha guarda para el agua de un pozo que habíeg de beber su ganado. Y aun eso es lo que yo voy diciendo con este capítulo, con que a esta dificultad quedará respondido. Que, si Jacob guardah tanto el pozo donde su ganado bebe que para abrirlo es necesario junta de pastores, como si fuera archivo de concejo, ¿cuál debe ser la guarda de nuestro corazón, donde Diosi tiene sus recreaciones, su bebida y quien le mata aquella ardiente y insaciable sed que significó tener puesto en la cruz cuando dijo que tenía sed2 y cuando en este propio pozo y lugar dijo a la Samaritana que le diese de beber3? Y sabemos que no bebió, porque ya entonces cuando la Samaritana sacaba agua, ya no se leía en el evangelio que tuviese el pozo piedra que le tapase, dando a entender que no es la bebida que Dios busca la que halla en unos corazones descubiertos, destapados y públicos, sino la que está en unos corazones [156v] cerrados y tan cerrados que, para haberlos de abrir y descubrir, aunque sea para el mismo Dios para quien se reserva y tapa, haya consulta y junta dentro del mismo hombre probando el spíritu que pide posada dentro de nuestro corazón si es de Dios; y cuando esté bien examinado y probado, todasj nuestras potencias y sentidos a una carguen con la piedra y quiten la dificultad que hubiere, abriendo las puertas para que de golpe y de rondón entrek nuestro Dios en nuestra alma.
4. Donde noto a este propósito que será bien scusar a la sposa cuando su esposo de madrugada llamó a la puerta y tanto de mañana que dice traía la cabeza llena de rocío; pero ella no le abrió sino se escusó diciendo que se habíe quitadol los zapatos y despojado la túnica4. Parece, esposa sancta, que, habiéndoos de levantar y salirlo a buscar como luego lo hecistes, que fuera bien, pues eras tan discreta, que en breve reparárades en ello y le abriérades la puerta cuando él llama; y no, por deteneros un rato, ser causa de que os cueste tanto trabajo el buscarlo como después os costó.
Respondo, digo, escusando a esta esposa sancta, que pudo ser se le hiciese muy de mañana para abrir su puerta, y con aquella scusa que le dio hizo tiempo para que abriese el día para salir afuera a conocerlo, y aun no fiándose de sus ojos, hiciese junta de sus compañeras para que todas juntas y a una viniesen en su conocimiento por las muchas propiedades que de él descubría su esposa. Lo cual nos da muy bien a entender cuando, preguntando por él a sus compañeras, pidiéndole las señas no se contenta con sólo dar una ni dos sino millares de ellas, diciendo: Mi amado es blanco y colorado, escogido entre millares, su cabeza oro fino5. Bastan esas señas, esposa sancta, que pocos hay que tengan la cabeza de oro fino; y ser la cabeza de oro fino y juntamente ser blanco y colorado, en pocas personas se hallará. No bastan, que son pocas; y en cosa de tanta [157r] consideración, como buscar una mujer a un hombre que es suyo, muchas señas son menester. Que no habíe de ser como las mujeres de estos tiempos: que, porque un hombre se le parece a su primo o a su marido en el cuerpo o en la habla, le da silla y asiento y con eso queda satisfecha para tratar con él y que esté y entre en el lugar del marido propio. Ese engaño no lo ha de haber en la esposa que escogió el Spíritu Sancto, la cual, no contenta con las señas que ha dado, da otras muchas diciendo: tiene los cabellos, dice, mi esposo como las cortezas o camissas de las palmas y negras como el cuervo, sus ojos como de palomam, sus manos torneadas, etc.6 Finalmente, nada deja en su esposo que no significa y da de él señas innumerables de pies a cabeza, que la menor de ellas bastaba por no convenirle a otro ningún hombre; y, con todo eso, es tanto lo que teme ser engañada, que todas las dice.
¡Oh almas, a cuyas puertas llama Dios, y muchas veces, en lugar de Dios, el diablo y el mundo y la carne disimulados! Si, viniendo a deshora en la noche y con tinieblas, cuando clara y distintamente no conocéis que es vuestro verdadero esposo Cristo, os escusásedes y lo despidiésedes, que, cuando fuese Dios no se enojaría sabiendo que vuestro fin es bueno y tenéis deseo de acertar, qué pocos yerros y engaños habría en muchas almas sanctas que, por arrojarse al primer toque y a deshora, abren la puerta de su corazón a cuantos a ella llaman. Poco importa el dilatar este consentimiento y abertura de puerta para cuando haya amanecido y enviado Dios luz a un alma. Y aun entonces se ha de hacer consulta, si fuere necesario, de doctores y gente que sepa, y la persona que informa no se ha de contentar con dar una sola seña, sino millares de ellas para que haya acierto y verdad en que a otro que a Dios no se le dé silla y asiento en nuestro corazón, porque debe estar cerrado y guardado para cuyo es.
5. De aquí saco yo otra respuesta que dar a la duda segunda que arriba propusimos, por qué Jacob tenía este [157v] pozo tan tapado y cubierto, que era bien gozase sólo de él el dueño de la heredad, quien lo habíe trabajado, hecho y comprado, y que no era razón que con sus manos lavadas vinieran los estraños a sopear en él. Dime, alma cristiana, a quien se le hace dificultoso esta guarda y recogimiento, dime, ¿quién te dio vida? ¿Quién te formó y hizo? ¿Quién te fabricó, redimió y compró con su preciosa sangre? ¿No dice el sancto Job: Manus tuae fecerunt me et plasmaverunt me7, que las manos de Dios me formaron y hicieron? ¿No dice la Escritura en el Génesis que con su soplo Dios dio vida al hombre?8 ¿No dicen los sanctos del Nuevo Testamento que no fuiste comprado con oro ni plata sino con la preciosa sangre de Jesucristo?9 Pues ¿por qué se te hace dificultoso que te pidamos tapes este pozo, cierres la puerta de suerte que sólo se abra para su dueño, Cristo? El cual, como Raquel con su presencia dio brío y fuerzas a Jacob para que levantase la piedra deste pozo que vamos diciendo10, te las dará a ti para que quites cuantasn dificultades se te ofrecieren y te ayudará con una gracia abundantíssima para que quieras darle agua y entregarle tu voluntad, que es la puerta de todo tu bien cuando ésta se manifiesta y abre a nuestro gran Dios.
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a ms. huma b sigue en ella tach. c sigue de suerte tach. d sigue y tach. e sigue el tach. f sigue y sacarles tach. 1 1 Re 11,4. g corr. de habíen h sigue el po tach. i sigue bebe tach. 2 Cf. Jn 19,28. 3 Cf. Jn 4,7. j sigue pal. tach. k ms. en l sigue la túnica tach. 4 Cf. Cant 5,2-3. 5 Cf. Cant 5,10-11. m sigue manos co tach. 6 Cf. Cant 5,11-14. 7 Job 10,8; Sal 118,73. 8 Cf. Gén 2,7. 9 Cf. 1 Pe 1,18-19. 10 Cf. Gén 29,10. n ms. cuanta |
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