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San Juan Bautista de la Concepción Obras I - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
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CAPITULO 49 - Tres grados de recogimiento representados en tres estados de gentes que hay en la Iglesia. Grandeza y conservación del recogimiento del alma
1. Verdad es que aquí en estos capítulos hemos ido tratando de mayor y más estrecha clausura que ésta, que es de la interior y secreta que Dios pone en un alma cuando la recoge dentro de sí, atándola y ligándola con ataduras de amor y charidad estrecha, metiéndose Su Majestad primero allá dentro en lo más profundo y centro de nuestro spíritu. Allí, como pastor amoroso, da un silbo suave con que llama a la esposa y su querida el alma para que, desembarazada de todas las cosas de la tierra, vaya a recogerse y recostarse en sus amorosos regazos.
2. Verdad es que esto no es para todos, ni con todos habla esta plática, pero hase de advertir que, así como en las casas de los reyes hay salas y aposentos más retirados y secretos de los cuales gozan los privados y amigos de los reyes, de esa misma suerte en esta Iglesia militante el príncipe de la gloria, Cristo, redentor nuestro, tiene diferentes aposentos y retretes donde pone a cada uno según su condición y privanza. Lo cual podríamos considerar en los tres estados de gentes que hay en la Iglesia: el primero esa de los casados, los cualesb están en el zaguán y primer recebimiento. Estos están recogidos y guardados con los diez mandamientosc. Y, por estar tan acá fuera, tratan y gozan menos de la [163r] vista o conversación del señor de la casa, sólod cuando entra y sale, como dicen. El otro estado es el de los continentes. Estos están en otro más adentro, los cuales guardando con grande puntualidad la ley de Dios, guardan muchos de sus consejos, por cuyas obras se acercan más y les es dada mayor gracia.
3. El tercer estado es el de los religiosos, los cuales desembarazados de todas las cosas de la tierra, procuraron con grandes veras llegarse a Dios con particular gracia, don y unióne sobrenatural de su spíritu al de Dios. Este recogimiento le ponemos en el alma. Que, aunque es verdad que en lo material lo podríamos poner en la clausura de los conventos y obediencia de los prelados, pero pretendiendo y deseando que un alma pase adelante no ponemos esta clausura y recogimiento en tapias ni cercas de cal y canto sino en ataduras y ligaduras de amor, con que, obligada un alma a buscar a su Dios, se determina de buscarlo dentro de sí en lo más secreto y escondido de su propia alma. Así como el que buscara el fuego en su centro habíe de subir más y más por esos aires hasta que perdiéndose de vista llegara donde se convirtiera en el mismo fuego, de esa misma suerte, aunque es verdad que el alma halla y puede hallar a Dios por presencia, esencia y potencia y aun por gracia en algunas obras exteriores suyas, pero como lo desea en su centro y tenerlo con una unión estrechíssima, así como el que busca el fuego más sube, de esa misma suerte el que busca a Dios en su alma más baja con pensamientos humildes en la profundidad de su spírituf y no para hasta que le da un alcance; y lo halla con tal fuerza (como el fuego en su elemento) y convierte el tal espíritu que de este spíritu [163v] anda en su busca y hallado lo convierte en sí, digo el Spíritu divino al de nuestra alma, de suerte que por todas partes se desparece lo que somos y se descubre solamente lo que es Diosg.
4. Aquí he deseado entrar un alma, que haga aquí morada y asiento, donde le prometoh grandes seguridades, grandes tesoros y que, si una vez entra, no ha de querer tornar más a salir y, si saliere, ella saldrá de suerte que toda su mira se quede adentro, donde con presteza pretenda tornar. Que bien dijo el cumplimiento de todo esto el sancto rey David en el psalmo 124: Qui confidunt in Domino, sicut mons Sion, non commovebituri in eternum, qui habitat in Gerusalem1. Son unas palabras misteriosas, las cuales procuraré declarar según la lección de muchos sanctos con la mayor brevedad que pudiere, no alargándome a citaciones ni traslaciones, puesto caso que yo no escribo aquí para predicadores sino para gente devota que pretende ser aprovechada y aficionada a lo que es más perfecto y mayor bien de su alma.
Dice, pues, David, según loj entiende san Agustínk2: el que confía en el Señor, será como el monte de Sión, que no se moverá para siempre jamásl. ¿Quién son esos que se fían de Dios? ¿Quién? Los que habitan en Jerusalén. San Theodoreto3 las aplica de esta manera: los que se fían en Dios serán como el monte de Sión; que así como aquel monte es tan fuerte, tan incontrastable y seguro que todo el mundo que contra él se levante no le moverá de su asiento, así serán los justos incontrastables aunque contra ellos se levante todo el mundo. Y ¿qué más? El que en la Iglesia vive no será para siempre movido. Pues pregunto yo: ¿no vemos mill mudanzas cada día en los justos y aun en los predestinados, caer hoy y levantarse mañana y tornar esotro día a dar de ojos y después levantarse a la perfección en que antes estaban? Sí. Pues ¿cómo dice que [164r] no se moverá para siempre jamás, non commovebitur in eternum? Rabí Salamón4 declaró esto diciendo: In eternum, id est, no siempre. Como si dijera David: no durará su mudanza para siempre. Bien pueden caer, ser acosados, perseguidos y andar a sombra de texados, pero esto no será eterno.
Otro grave autor dice: los que confían en el Señor serán como el monte de Sión. Las últimas palabras san Agustín las entiende de los bienaventurados que en la celestial Jerusalén habitan, los cuales no se mudan ni son contrastables. Y, según esto, David compara a los justos que confían en el Señor a dos cosas: al monte de Sión, firmíssimo; y pareciéndole habíe dicho poco, los compara también a los que están en el cielo. Y así querrá decir: no penséis que un justo que se fía de Dios es poco fuerte, que no sólo es como un monte, que ése en fin no es tan fuerte, que, en finm, cuñas y martillo lo deshacen; no sólo es como un peñasco duro, pues ése se puede deshacer, ni como un pedernal, que de ése el eslabón le hace dar centellas; más es que todos ésos: es como los que, puestos en posesión, gozan la corona y de la bienaventuranza; que es decirnos que, si por ti no falta, jamás ten faltará el ayuda de Dioso sino que será eterna.
5. ¡Ay, Dios mío! ¿Quién esto oye que de ti, sancto Dios, no se fía? ¿Quién no pierde el miedo y cobra el brío? ¿Quién no se desnuda de su flaqueza y se viste de tal fortaleza como la que Dios está ofreciendo? Y sip parece, dice David, que heq dicho poco, oíd lo que ahora añado: Montes in circuitu eius, et Dominus in circuitu populi sui ex hoc nunc r et usque in seculum5. Como si dijera: cerquen a los bienaventurados montes, que son esos cielos incorruptibles, firmes, incontrastabless y macizos, y nosotros sin cerca ni defensa ni seguro; ellos cercados de montes, cielos, estrellas, planetast, et Dominus in circuitu populi sui, que el Señor cerca al justo y lo defiende, de suerte que, si por él no falta, no faltará por Dios para siempre jamás; y por esa parte tienen [164v] el seguro que tienen los que tienen el cielo y los que dél gozan.
6. Si este seguro, este bien y esta gloria tiene el alma que en sí tiene a Dios, bien digo que nadie querrá dejarlo ni apartarse de él si tiene juiciou y no es loco; y si, a necesidad, acudiendo a las cosas exteriores algún ratillo se divirtiere, el corazón dejará donde tiene tal thesoro, procurando enderezar todas sus acciones a ese blanco, habiéndose como los que entraban en el labirinto de Creta, que tiniendo tantas calles, entradas y salidas y todo él siendo una confusión, a la entrada fijaban un clavo y de él asían un cordel y hilo, y atado al dedo jamás lo perdían, porque ése era el camino, senda y calle por donde se habían de volver al primer puesto; y si éste perdían, no sabían tornar, antes perecían dentro siendo sustento y mantenimiento de una bestia que decían estaba dentro, a quien llamaban minotauro. Y aún hoy se usa en Roma, y yo lo he hecho, entrando a las cuevas donde vivían los sanctos y hoy están sepultados, que llaman grutas o cementerios6, que por estar tan obscuros y tener tantas calles o bocas, es necesario llevar una cuerda, como digo, para acertar a salirv cuando quieran tornar. Digo, pues, que el alma sancta que jamás quiere perder este recogimiento, en las veces que se le ofrezca salir acá fuera a este mal mundo, que fuerza le será muchas veces tratar con las criaturas de la tierra, debew asirx una cuerda o hilo de su espíritu al de Dios, que es el clavo fijo y por quien decimos jamás faltará; y este hilo ha de ser la presencia que siempre debe traer dey este gran Dios, esta mira y continuo respecto que debe haber de su alma al Spíritu divino, de suerte que por mucho que le parezca que se aparta jamás la ha de dejar ni quebrar el hilo de sus devociones, lección, oración y contemplación, la cual [165r] la hallará en cualquier cosa que tratare si todas sus obras las dirige y endereza a Dios. Porque, si esta presencia y oración pierde, tarde, mal o nunca acertará a tornarse a su primer retrete y recogimiento, porque ni hay grutas, cuevas o sepulcros de muertos, ni labirintos que tengan tantas entradas y salidas como tiene este mal mundo donde cada día vemos perecer tantas almas y personas perfectas que en él entraron dejando su recogimiento primero y perdiendoz la oración y presencia de Dios que, decimos, había de servir de hilo, y como gente que perdió el hilo que llevaba de sus devociones, penitencias y mortificaciones, vinieron a dar en la boca y dientes de la gran bestia que en este mundo vive, donde perecieron para siempre jamás.
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a corr. b sobre lín. c sigue estos tach. d sobre lín. e sigue des tach. f sobre lín., en lín. alma tach. g sigue aquí tach. h sobre lín., en lín. aseguro tach. i corr. de combobebitur 1 Sal 124,1. j corr. de los k según-Agustín al marg. 2 Enarr. in Psalmos, Sal 124,2-3 (CCL 40,1837): "Qui confidunt in Domino, sicut mons Sion, non commovebuntur in aeternum. Qui sunt isti? Qui inhabitant Ierusalem: ipsi non commovebuntur in aeternum, qui inhabitant in Ierusalem". l sigue el que abita en Gerusalén tach. 3 "Qui confidunt in Domino, sicut mons Sion. Qui divina spe munitus est, sicut mons Sion, firmus inconcussusque manebit, conspicuus et illustris" (Com. in Ps. 124,1: MG 80,1886). 4 Cf. Scripturae Sacrae cursus completus, ed. Migne, t.16, Parisiis 1861, col.433: "Propter negationem non, R. Selomo hanc locutionem aliter solet accipere: Non semper commovebitur...". m en fin sobre lín. n sobre lín. o de Dios sobre lín. p sigue síl. tach. q sobre lín. r sigue et nunc tach. 5 Sal 124,2. s corr. t sigue y nosotros sin eso tach. u sigue sino tach. 6 Catacumbas. v corr. de salirse w sigue fijar tach. x ms. asi y rep. z ms. perdien |
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