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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • EL RECOGIMIENTO INTERIOR
      • CAPITULO 50 - En que se pondera el peligro que tiene el alma de perder su recogimiento cuando trata con las criaturas
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CAPITULO 50 - En que se pondera el peligro que tiene el alma de perder su recogimiento cuando trata con las criaturas

 

            1.         ¡Oh Señor mío y bien mío!a Dame tú, Señor, una gracia grande, muy eficaz y poderosa, para que siempre acierte a nuestra primera majada y retrete. No tenga yo, Señor, necesidad de andar perdido entre las criaturas buscando y preguntando por quien mi alma ama y quiere; que aunque es verdad todas te conocen y alaban, muy roncas son sus voces y yo muy ignorante. Podrá ser que no nos entendamos y, cuando


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yo atienda y entienda lo que me dicen, saben poco y pocas son las señas que de ti, Dios mío, me pueden dar, siendo tú un Dios infinito y yo tan ciego e ignorante; que no es bien me arroje a creer todo lo que me dice quien poco de ti sabe; que podría ser, o por el poco saber de las criaturas o por mi poco entender, ser alguna vez engañado y yo ser obligado a no creer (como Cristo dice) a todos los que dicen: aquí está Cristo1.

 

            2.         No sea yo, Señor, más ignoranteb que los que caminan por la mar, que sin tener camino señalado, y tan dificultoso el viaje, como dice Salamón cuando ése cuenta entre las cuatro cosas más dificultosas de la tierra2, y con todo eso, aciertan los navegantes y marineros adónde van a cabo de muchos días que en ella andan engolfadosc. Tu misericordia no los deja desamparados ni que anden [165v] errados o perdidos, sino que, no tiniendo tierra que los guíe y enseñe el fin que desean, les dasd en el cielo un norte y estrella fija por quien se rijan y gobiernen; y si de día con la claridad del sol se tapa y encubre ese norte, otro tiene inpreso en la tierra con esa firmeza y propiedad, que es la aguja tocada con la piedra imán, la cual siempre, como hija del norte, le está mirando sin perderle de vistae; cuando los ojos más claros de los marineros lo pierden, ella lo vef.

 

            ¡Oh, válame Dios, mill veces Señor mío! No hay menores peligros en este mundo sino muchos mayores y mayores dificultades para ir un alma a buscarte a ti, Señor, fin deseado, dentro de nosotros propios, en nuestro secreto recogimiento. No son menores las pérdidas del que aquí se perdiese y no acertase, sino mayoresg. El que en la mar se pierde, el cuerpo en él se ahoga, pero el que en el mundo queda perdido, el alma queda ahogada. No será bien, Señor, que yo viva a ciegas, en obscuridad y tinieblas. Bien será que yo tenga otra estrella que, cuando de mí saliere, dentro de mí me torne y dónde vos estáis, Señor, aguardándome me enseñe. Qué estrella haya de ser ésta, sea esta gracia grande y eficaz que he dicho, sea una luz interior fija y permaneciente, sea lo que tú quisieres. Y si alguna vez, Señor, mis ojos se encandilaren con las cosas de la tierra para que no vea ni conozca este summo bien, toca tú, Señor mío, con tu gracia este mi corazón, que sirva de aguja que me enderece y encamine donde está el bien que busco y deseo.

 

            3.         ¿Es posible, Señor, que habíe yo de ser menos que los más viles animalillos de la tierra? Vemos que el corderillo apenas ha nacido cuandoh entre millares de ovejas conoce quién lo pariói y, después de haber [166r] hecho sus fiestas y regocijos en los prados verdes, cuando quiere corre a su madre, acierta con ella y se cuelga de sus pechosj y


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toma su leche y sustento. Pues ¿cómo, Señor, habíe de ser el hombre más ignorante, el cual, apartado por las acciones y obras exteriores de tu divina presencia, no habíe de acertar a su primer puesto, a su madrek propia, a los pechos antiguos donde por contemplación gozaba de la leche y sustento del que gozan los ángeles?

 

            Pudo ser que este don y gracia que Dios da a estas almas devotas, cuya presencia no pierden para acertar a este divino puesto, la comparase el Spíritu Sancto [a] aquellos cabritillos de quien dice en los Cantares, en el capítulo 4º, que los pechos de su esposa son como dos cabritillos cuando pacen entre los lirios, rosas y flores. ¿Cuáles son estos pechosm de la esposa sino sus afectos y amores? Los cuales, dice, son como los cabritillos cuando pacen en los prados verdes, que, no obstante que ahí están apartados de sus madres, cuando les viene la gana corren a ellas y, entre las demás, conocen las propias sin errar y toman el sustento que han menester. Pues de esta manera son los amores de mi sposa, sus afectos y deseos, sus propiedades y inclinaciones, que si alguna vez se aparta del pecho de su madre la Iglesia, que es Cristo, dejando la contemplaciónn para se apacentar entre los lirios, que son en las obras exteriores de charidad y de bien del prócximo, cuando le parece tornarse se vuelve y acierta a su antiguo pecho sin errar, entre todas las criaturas cuál es su criador, señor y Dios eterno conoce.

 

            4.         La razón, Señor, pide que esto lo hagáis con larga mano, porque yo asómbrome cuando veo un ratoncillo acertar a su agujero, un lagarto a su agujeroo, una sabandija a la quebradura de la paredp, una abejuela al corchoq y un pequeño pajarillo que puso su nido r entre matas y ramas, que el hombre más prudente de mill veces que a él lo lleven acertaría [166v] una si fuese solo. Pues ¿por qué habíe de ser de menos estima el hombre para cosa de tanta importancia como es recogerse el hombre dentro de sí propio, tornarse a la posada cuando de ella sale, donde está Dios por güésped y señor de ella? Es certíssimo está Dios muy aparejado para dar ciertas señas y prendas con que el hombre acierte este camino que tan dificultoso le parece. Y si el hombre no acierta, no tiene Dios la culpa, sino el mismo hombre, que metido en este mundo, perdió el gobernalle del navío, perdió esta celestial y divina gracia, cortó el hilo y rompió la cuerda que le habíe de servir de nivel, que era la ley de Dios y sus celestiales consejos, que son los que nos enseñan a negar las cosas y tornar a nosotros propioss.




a  al marg. aquí se divida otro capítulo



1 Cf. Mt 24,23.



b ms. gnorante



2 Cf. Prov 30,18-19.



c  sigue porque tach.



d corr. de dan



e  sigue aun tach.



f  ella lo ve sobre lín.



g  sigue pues tach.



h  sigue quando tach.



i   quién lo parió sobre lín., en lín. a su madre tach.



j  pechos sobre lín., en lín. tetas tach.



k sigue antigua tach.



l   sobre lín.



m corr. de bechos



n  dejando la contemplación sobre lín.



o a su agujero sobre lín.



p a-pared al marg.



q al corcho sobre lín.



r  sigue donde el hombre no tach.



s  al marg. aquí se divida otro capítulo






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