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San Juan Bautista de la Concepción Obras I - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
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CAPITULO 1 - Cuán solo es el camino de la verdad y perfección y cuán trillado el de la maldad. Las dificultades que a un alma sancta se le ofrecen por caminar tan sola; los pocos que halla que le suelten las dificultades que se le ofrecen; los fructos que saca de haberse visto detenida algunas veces, por ignorancia y poco saber
Gloria sea a Dios por siempre.
1. Quien ha hecho dificultoso el camino de la perfección es el ser tan poco trillado y ser tan singulares los que echan por él. Y, por el contrario, el camino de la perdiciónb, por ser como cerrojo de cárcel, no hay niño, por pequeño que sea, que no lo use y se coma lasc manos tras éld, confesando los propios peccadores que son caminos dificultosos y que solos los locos e insensatos son los que pueden seguir tal senda y vereda1. Pero como cada unoe halla compañía a su talle y medida -y no sólo compañía, sino compañías y escuadrones que lo acompañen-, no repara el seguir el humor de los muchos, la senda trillada y el camino florido. Que si ellos entrasen en cuenta con quien ya pasó ese viaje, yo sé que hallaran más de cuatro que deseaban hacer el officio del rico avariento: de venir a desengañar a los que, ciegos de sus pasiones, se arrojan tras la vanidad2. La razón por qué de este camino puede dar cuenta mejor el que le anduvo [es] no sólo por lo que padece al fin de él, sino por lo que conoce de los trabajos y miserias del propio camino.
Dende afuera un zarzal parece florido, cuya hermosura llama y tira tras sí el ánimo del hombre; pero, llegado cerca, para cada flor hallará siete u ocho spinas y conocerá que las flores no son sino para dende afuera mirarlas, porque de cerca se defienden, no güelen ni son de provecho. Eso tienen los gustos, contentos y prosperidades de que gozan en el camino de la perdición los malos: que dende afuera parecen agradables y a los tontos hacen despeñar tras sí, pero, llegado a palpar esos gustos, están tan acensuados y atributados que no hay quien dé alcance al menor de ellos; de suerte que, tiniéndolos en las manos, se salen de ellas, dejándolas pobladas de sus spinas, que, como lanzas y adargas, defienden lo que es de tan poco provecho. Lo cual hace el demonio con particular acuerdo, porque, como él sabe que sus cosas, tratadas y conocidas, han de ser aborrecidas por el poco valor que en sí tienen, pocas veces las quiere dar a prueba y a toque, sino dende afuera, a vistas, porque con esto se contenta: con traer a los suyos perdidos, en circuitu tras la vanidad. Y así, sólo sabrá dar verdadera cuenta y relación [1v] el que pasó su carrera y se metió por entre esas picas y salió, como dicen, las manos en la cabeza, pues al fin nada hallan en sus manos, sino perdición y un sueño pasado.
Son los hombres tan niños que así los llama san Pablo: O insensati galatae, quis vos fascinavit non obedire veritati?3 Niños ahogados y hechizados que se van tras quien los encantó, no habiendo de por medio sino un enbeleco y enredo de un demonio y de algún hombre; o, por mejor decir, son como los muchachos en las fiestas del Corpus: que se andan bandadas de ellos tras un tanboril o tras una tarasca compuesta de cuatro palos y dos paramentos y a la noche vienen molidos y cansados. ¿Sabido con qué? ¡Con que han visto la tarasca! O, si no, digamos que parecen bandadas de tordos: que, porque uno se levantó a volar, sin saber dónde va, se levantan todos, aunque sean millares; o como las ovejas: que por donde salta una, por allí van todas.
Si les preguntásemos a estos que van por el camino de la perdición qué les mueve a echar por allí, yo creo que sólo tienen que responder que por allí van los demás. Y esos que son los primeros pregúntales dónde van: dirán que no saben. De suerte que, todo ello apurado, vendremos a sacar en linpio que éste jura porque jura el que no sabe lo que jura, y éste es loco y vano porque lo es el que no tiene juicio. Y, al fin, se halla debajo de la red del cazador para llevarlos hechos gavillas al infierno. ¡Oh qué desdicha y qué miseria! Abra Dios los ojos cerrados de tantos ignorantes, por su misericordia, para que vean cuán errados van.
2. Digo, pues, que, siendo muchos los que echan por este camino de la perdición, son muy pocos los que con veras siguen a Cristo por el camino de su cruz. La cual, aunque de fuera parece dificultosa, de cerca es árbor hermosísimo cargado de fructos celestiales. La zarza tiene esto: que, cuando está seca, sus spinas punzan, pero, cuando está verde, son tratables y sus cogollos de comer. La cruz de Cristo para el mismo Cristo fue zarza seca que lo espinó y enclavó con sus abrojos y espinas, pero para nosotros es verde, como le canta la Iglesia: Arbor decora et fulgida, ornata regis purpura4. Sembróse este cambrón en la humanidad de Cristo y reverdeció de suerte que de ella y de sus flores hacen guirnaldas los justos y hacecillo y ramillete de flores los bernardos y catherinas. Lo cual si los hombres llegasen a probar y gustar, hallarían que lo que de afuera les daba en rostro de cerca les captiva el alma; y, por no querer llegar a probar, se privan de un summo bien como es Dios y lo dejan solo con su cruz y riquezas siendo, como digo, tan singulares y contados los que le siguen y descubren el camino de la perfección.
3. Pues digo que el haberse este camino vuelto dificultoso es por los [2r] pocos que, habiendo pasado por él, saben dar cuenta de su verdadera suavidad y dulzura. Y adviertan esta palabra que digo, suavidad y dulzura, porque una de las mayores dificultades que tiene este camino es entender que es camino dificultosof, de suerte que los que no han enpezado se acobardan y temen de suerte que no se atreven a enpezar; y los que han enpezado no se atreven a soltar y a perder el miedo para se entregar de veras a lo que Dios les quiere dar.
Dice la sancta madre Theresa de Jesús en las Moradasg que llega el alma en este camino a términos que ha menester particular fortaleza para recebir lo que le quieren [dar] y para dejarse llevar o entrar en las bodegas divinas donde Dios enbriaga a un alma5. ¡Oh Señor, seas tú mill veces bendito, que haya menester el hombre ánimo para recebir! Que aquí se descubre nuestra flaqueza y tu largueza: que sea el hombre tan apocado de suyo que lo mucho lo acobarde y enflaquezca y que tú seas tan largo que, dando, sea necesario des tanbién, Señor, ánimo para recebirlo.
De suerte que una de las dificultades que este camino tiene para los que lo andan es no acabarse de fiar de Dios, dejarse en sus manos. Que siendo Su Majestad el que vence las dificultades, se contenta [con] que nosotros de nuestra parte pongamos el querer ser suyos y darle la mano para que él nos guíe y lleve donde fuere servido. No quiero yo decir que no se examineh el spíritu y que no se tema, sino que, examinado el spíritu y con temor y reverencia de hijos y amigos, nos fiemos de Dios, perdiendo el miedo que nuestra naturaleza cobarde percibe de la novedad de la vida que aguarda. Lo que quiero decir se entenderá por este exemplo: un leño, cuando se le aplica fuego, para irse introduciendo este fuego, se va expeliendo su poco a poco la humedad que tiene el leño, de suerte que lo veremos sudar, llorar y despedir centellas de sí, como quien se defiende. No hay dudar sino que, si este leño tuviera entendimiento, que bastara decirle: no te defiendas, leño, ni lo sientas, que en ti se introduce una forma más noble y levantada; bien es que tú llores y sudes dispuniéndote para ese bien, pero debes consentirlo y holgarte del hecho.
4. Lo propio digo yo a estas almas que ya llegan donde, aplicadas a Dios con particular unión, Su Majestad se quiere communicar con un modo más alto, para la cual communicación o introducción de nueva forma o nuevos grados de perfección es necesario nueva disposicióni enj que la flaqueza humana suda y padece. Lo que se le pide es que, pues tiene entendimiento, que quiera, que consienta, que se deje, que no se defienda ni eche centellas de desvíos y apartamientos. Porque es certíssimo, en llegando aquí, un alma no tiene [2v] más que querer; y con que sólo de su parte pone esto, no sabe cómo está detenido este querer y estorbado, porque, por una parte, le parece que quiere y, por otra parte, se detiene y no se acaba de arrojar y no sabe en qué está este estorbo.
Nadie se le haga esta doctrina dificultosa. Que, prometo, cierto sé yo ha habido almas que han llegado aquí y se han estado aquí detenidas muchos años sin acabar de pasar adelante, y de una arrojarse y echarse a pechosk a beber del agua que con particular raudal corre arrimada a su propia cerca y murallal, que parece no le falta sino inclinar el cuerpo para beber. Y así es que a esta alma, cerca de quien pasa el corriente de tan subidos beneficios, no le falta sino de veras, con gran resignación, inclinar la voluntad a querer beber sin melindre, sino a buzas. Que si las vertientes del agua se la llevaran, no es agua que ahoga, sino agua que mientras más se bebe más y mayor vida da.
¡Oh buen Dios, y qué necesitada se ve esta alma en este estado y lugar de quien le quite este enpacho, quien le ayude y de veras la desengañe! Que aunque es verdad que en ese lugar es Dios que ahí ha de obrar y nosotros consentir, pero veo que muchas veces debe de suceder que Dios, por sus particulares secretos, tiene un alma por muchos años a la vista de estas vertientes y, por otra parte, boquiseca, que no sé qué me juzgue, sino que la quiere Dios con eso tener penada y como en purgatorio donde, sabiendo un alma que la gloria es suya, se la tienen detenida y como en la orilla, en espera y aguardando cuando y como Dios fuere servido6.
5. Digo, pues, que en esta ocasión fuera de grandíssima consideración alguno que hubiera andado este camino así dificultoso y que se llegara a esta alma y le dijera: alma devota que quieres aprovechar y pasar adelante, la dificultad que ahí tienes es pensar que en eso hay dificultad; ninguna tienes, sino que quieras, que ya Dios quiere y te aguarda. Ten ánimo, que lo que te detiene es sólo la grandeza de las cosas que has de recebir. De cuyo barrunto y consideración el alma se estraña y como acobarda de tan grande bien como se le ha de dar sin que ella lo merezca, y de un nuevo estado y tránsito a lugar que ella no supo ni imaginó. ¡Oh, qué gran cosa si esta alma se topara otra que, haciéndole amistad, le dijera cómo ya ella habíe pasado [3r] aquellas fingidas dificultades y se hallaba como deificada -y no hay decir "como", sino de veras-, en otro reino, en otras bodas y en otros abrazos y juntas másm subidas! ¡Ay, Dios mío! ¿Qué digo? Que, como son tan pocos los que andan este camino con esta perfección, no se halla quien hable con el término y lenguaje que ha menester esta alma, antes opuesto y encontrado, pareciéndoles que es ocasión para de nuevo y con nuevos modos mortificar a esta alma contradiciéndole lo que dice; y por vía de prueba (que así lo quiero decir por escusar a los tales maestros) lasn divierten y procuran hacer echen por otro camino, diciendo que es el demonio, con las cuales mortificaciones hacen notable daño.
Y adviertan por charidad que, cuando uno de estos maestros dice a un alma -a quien ya posee algún bien que Dios le ha hecho, ora sea habiéndole dado luz de algunas verdades, o habiéndola unido y juntado consigo- que es el demonio, no inporta ni le hace daño; que, como persona que tiene y posee, no hace caso de lo que en contrario le dicen, antes de todo se ríe. Pero si esta alma estuviese en este estado que arriba digo, donde para subirla Dios a más alto le pidiese su querer y firme determinación, donde la naturaleza descubría su flaqueza y nuevos temores (como decimos dice la sancta madre), no hay dudar sino que le hacían notable daño, y aun quizá le serían ayuda para nueva perdición, o para tornar atrás. Porqueo, cuando el alma quiera, por la parte que flaquea la naturaleza, se holgaría de hallar quien ayudase a su flaqueza para contentarse en el estado que tiene y no pasar adelante, venciendo unos pocos de miedos que se le ofrecen, y no pocos, sino muchos, dispertados de los consejos torcidos de sus confesores o personas spirituales.
Si algo valgo para con estos tales maestros, les pido por la sangre de Jesucristo que, cuando cojan entre manos a una de estas almas, la animen, la fomenten, le quiten el enpacho y la cobardía, diciéndole que son temores de niño los que tiene y que será alguna vergüenza spiritual y natural que conciben de pensar se han de ver a los ojos de los hombres trocados y de otra manera. No sean, padresp, los perros del hortelano; que ya que no comen las berzas, déjenlas comer a quien ya ha llegado y entrado en los jardines de Dios y no le falta sino coger lo que quisiere. [3v] Antes les digan que de veras se entrieguen, y que ensanchen el ánimo y el alma, y que cojan para todos. Que no dudo sino que si un alma aquí se acaba de vencer, que tendrá para sí y para dar y communicar grandes favores para otros.
6. ¡Oh Señor Dios, y si tú acabases de abrasar y quemar a un alma para que, hecha ceniza y humillada, cayese a tus pies, donde de veras gozase de los regalos que gozó la Madalena puesta a los tuyos!7 No dudo, Señor, sino que, antes que alcanzase aquella victoria y posesión queq allí le diste, sino que sintió grandíssimas dificultades. No tuvo necesidad de maestro, porque tú solo lo quisiste ser y que a ti se te diese la alabanza de la presa, y así tú fuiste el que pegaste fuego a aquella torre enpinada donde tantos se defendían y guarecían conservando sus vidas torcidas; pero con este fuego divino ardió y subió hasta alcanzar de ti tan admirable disposición. Y, después de haberla subido, este fuego la arrojó hecha polvos y ceniza a tus pies, donde gozó dulces y sabrosos abrazos. Porque si ella, como otra [Abigaíl], se contenta con sólo lavar los pies a David, David no se contenta sino con que sea querida esposa8. Y si la Madalena se contenta con pies, vos le dais un lugar subido y levantado, pues en vuestra Iglesia la habéis hecho cabeza y guía de peccadores convertidos. Así os pido yo, Señor, y os suplico acabéis ya de una vez de pegar fuego a estas almas detenidas, para que en fuego vuelen y sean ligeras y del fuego queden hechas cenizas y humilladas a vuestros pies; que así inclinadas y tendidas es de la manera que yo digo que se coge el agua que desciende de esta celestial cabeza y se derrama por la barba y vestidura y llega a la fimbria, donde, arrodillados, los justos cogen y [se] enllenan de esas celestiales gracias que vos, Señor, derramáis y communicáis a los humildes.
Aunque había de haber puesto este exemplo de lo dicho, pero no inporta, que no es tarde y todo lo dicho lo abrazará. Cuántas veces sucede una doncella estar enamorada de alguna persona noble y, habiéndose de casar, desea sea aquélla [la] persona con quien se ha de juntar, y se le pasan años y años que no acaba de declararse y de vencer alguna dificultad pequeñuela. Gran cosa sería en esta ocasión [4r] un casamentero, un buen tercero r, o, a grande dicha, que el propio galán se encontrase con ella y, sin otros terceros, le quitase la vergüenza ys dijese que él tanbién quería. Esto es, Señor, lo que yo os pido: que, puestot caso que faltan terceros en esta ocasión para que a esta alma que aquí llega la junten con vos, que vos, Señor, pues sois el novio y el desposado, os hagáis encontradizo con ella y le quitéis la vergüenza, temor y enpacho, y le digáis que para en uno sois con ella.
7. Bien entiendo yo que esta detención de esta alma en esta ocasión que después le será de mucho provecho. Que en la casa de Dios nada se pierde y todo, a los que de veras le aman, se les llega y junta en mayor bien9.
Acuérdome haber hablado con una sierva de Dios que me dijo que, habiéndola Dios hecho grandíssimas mercedes, llegó a una ocasión de que Dios la quería se dispusiese para una imitación muy grande suya y que sintió en sí tanta dificultad, sin saber de dónde le venía el detenerse en cosa que ella tantos años había deseado, que nunca se acababa de vencer y rendir, y que de esta suerte se estuvo acobardada mucho tiempo; y que, después de vencida (aunque, como dicen, a regañadientes), se aprovechaba del enpacho pasado, deu su vergüenza y temor, para se humillar y confundir, y aun para se avergonzar en la posesión de los bienes que poseía. Que no hay dudar sino que le sería grande confusión ver que dudaba o dificultaba tomar lo que tan bien le estaba, lo que sólo se le daba por aquella inmensa misericordia de Dios, que así abre sus senos y reparte sus tesoros a quien no tiene ojos para mirarlos ni conocerlos. Y, si no, miren: si una doncellav pobre hubiese ella sido causa de no ser reina 20 años antes, ora fuese porque tenía vergüenza o enpacho de verse tan subida y levantada, cuando estuviese en la posesión, qué duras y ásperas reprehensiones se daría, diciendo: ¿estaba yo loca, desatinada, que me privé yo tanto tiempo de este bien? ¡Oh válame Dios, cuánta era mi ignorancia, cuánta la piedad y clemencia de este rey y señor que tanto tiempo me aguardó! Y así diría: mill razones tengo, [4v] rey mío, para te querer: una, que me amaste y quisiste y que me admitiste; y otra, que me aguardaste y no diste de mano a quien tanto tiempo vivió sin conocimiento de tanto bien, sino que, durmiendo yo, tú velabas el cómo y el cuándo me habías de dispertar y levantar a un estado tan subido. Tanbién le serviría el detenimiento engañoso pasado de vivir, de allí en adelante, sobre aviso, a ver cuándo y cómo su esposo querría llevarla a otras partes más subidas y dificultosas, cueste lo que costare. Pues ya el nuevo estado la deja tan desengañada, engendraría en ella una promptitud, una osadía sancta y divina porque, como dicen, todo es hasta perder el miedo.
¿Quién le dio a la Magdalena, de quien ahora decíamos, tanta osadía que de noche se vaya a los sepulcros a buscar a Cristo, y entre guardas y hombres armados?10 ¿Quién quitó la primera dificultad, venció el temor en su conversión, entrándose por las puertas del fariseo, sin tener temor de nadie?11 De allí salió enseñada, con ánimo y libertad para se hallar al pie de la cruz12 y para buscar después a Cristo de noche, y entender que no habíe de faltar quien les quitase la piedra del sepulcro, tan sobre las fuerzas de mujeres13. Porque eso tiene un desengaño: que sirve y esw un confortativo para el corazón para otras dificultades que, cuando se les ofrezcan cuan grandes quisieren, dicen: No más burlas, no más pérdidas e ignorancias. Todo lo trillan y atropellan por no verse en otra confusión como la que tienen presente. ¿Quién hizo a la esposa tan osada que salga con un ánimo de gayán a buscar a su sposo de noche y por las calles y entre guardas y gente quex ronda y pasea la ciudad? ¿Quién? El no haber abierto a su esposo cuando llamó a la puerta, el enpacho que tuvo de no se levantar desnuda y poner los pies en el suelo14. Dos melindres tan cortos y pequeños le sirvieron de aguijones y espuelas que después, si era necesario, la entrasen por espinas y zarzales. Y quien en lo fácil es detenida, después, en lo dificultoso, es atrevida; y siy en el remanso está ociosa, después, en el raudal, muele de represa. Que mucha hacienda se hace cuando el desengaño picó el molino y dejó la piedra con dientes de sierra. Que cortará un leño y, si fuere necesario, de él hará cruz y se la echará a cuestas, aunque sea sobre hombros de niña delicada.
8. Lo que hay que sentir mucho es los que en este mundo están ciegos para no vencer [5r] dificultades, estando en mal estado y aguardándoles en él su total ruina y perdición; que un alma que está en gracia y amistad de Dios, yendo por el camino de la perfección, se pare y detenga en la posesión de inmensos bienes que ya tiene y posee y que en ésos [se quede], estándose como los otros que caminaban a la tierra de promisión: como abobados de ver a la entrada de ella tantos y tan ricos pradales y campos acommodados para su vivienda, sin querer pasar adelante. ¡Vaya, que en fin ya tienen algo, y no tan poco que no les enllena el ojo! Y ahí se dan por contentos y pagados; y todo es tierra de promisión, no obstante que sea a la entrada y tan en sus principios15. Y muchas veces le sucede a un hombre, por no estar demasiadamente advertido, entrar a ver la casa del rey y, quedándose como abobado en las primeras salas mirando sus cuadros y pinturas, no pasar adelante y gastar allá la mayor parte del día. Bien veo que mejor le fuera encomendar esto de presto a la imaginación y pasar adelante; y a los otros, no quedarse tan a la orilla de la tierra de promisión. Pero, en fin, quedaron dentro de los límites y términos de la tierra donde Dios los llevaba; y a estotro le cogió la noche en la casa del rey, no obstante que fuese en las primeras salas y primeros encuentros.
Mill veces sucede a los que van por este camino de la perfección enbriagarse con los primeros tragos de vino y, como dicen, subírseles a la cabeza y dejar a un alma para no pasar adelante, donde llegó un Francisco, un Dominico, hombres de tan buenas cabezas que mucho vino que bebieron en las bodegas de Dios no los enbriagó de suerte que se hallasen estorbados para no marchar y caminar más adelante. Pero, en fin, los unos y los otros les cogió la noche (como dicen) en poblado y en buena casa; que si los unos en los principios, y los otros muy más adelante.
9. Pero los que aún noz han entrado en la tierra de promisión, los que aún se viven y están en el desierto, donde lasa víboras pican y matan, donde los contrarios acometen y quitan la vida, donde un alma está enemiga de Dios y aún no ha puesto en los términos de la gracia siquiera un pie, y que esta tal se esté parada y detenida sin pasar adelante, ésta es la lástima, la confusión y perdición, el engaño y miserias de los hombres. Que la esposa no se levante a abrir a su esposo, que gusta de entrar en su alma más adentro en otros retretes más retirados y ascondidos, considérola en la cama de la contemplación; y, elevada con lo que al presente tiene y posee, teme, aunque sea por un breve rato, el soltar lo que tiene para coger y abrazar más16. Pero un peccador [5v] que está echado sobre espinos, cambrones y zarzales que le punzan el alma y le derraman la sangre, y cercado de culebras y basiliscos que le quitan la vida, y que quiera estarse, sólo por el pequeño olor de unas florecillas engañosas que nacen entre esas espinas, ésa es la lástima y la confusión: que ahí le coja la noche y se llegue la muerte y lo coja en estado que dé con él en los infiernos. ¿Y sabido por qué? Por no vencer una dificultad tan pequeña como es privar el gusto de cosa tan corta como es la flor que decimos, y por no rodearse de esotro lado, donde Dios está trabándole de la capa.
Ahora díganme por charidad: si un hombre estuviese en tierra de moros donde fuese esclavo, aherrojado, maltratado en su cuerpo, salud y honra, y que en medio de esta tierra de moros y la de cristianos, la que le es propia suya, de salud, gusto, contento y honra, no hubiese sino una muralla de papel de suerte que, enpezando por el suelo, fuese muy alto, de manera que esta muralla le detuviese la vista para no ver lo que habíe de estotra parte y que no tuviese más grueso del que tiene un pliego de papel; y queb él supiese claramente que allí detrás estaba su tierra con los bienes dichos y otros mayores sin comparación, ¿no sería este hombre ignorante, ciego, tonto y loco, si no probase y hiciese algunas diligencias para saber cuán dificultosa fuese de romper aquella muralla, sino que, asombrado de verla así blanca y tan alta, se dejase morir en aquella esclavonía? Por cierto, si después de muerto conociese que toda su dificultad de las miserias presentes y penas eternas habíe estado en no arrojar un jarro de agua sobre el papel que hacía muralla, para que así se rompiese y cayese, o tomar un cuchillo y romperlo, muy confuso se hallaría y digno de reprehensión de sí propio y causa de nuevas penas.
¡Oh Dios de mi alma, si Vuestra Majestad abriese los ojos a tantosc como en el mundo tiene el demonio aherrojados, captivos, presos, maltratados, sujetos a mill miserias! Y que entre éstos, su vida y la de la gracia y amistad de Dios, donde, por el contrario, gozaríand de bienes inmensos, no hay sino una dificultad tan pequeña que más sirve de asombro y aparencia que de verdad, pues está Cristo de su parte ayudándoles y favoreciéndoles para les hacer muralla de papel la que ellos hicieron de cal y canto con sus pecados; y que, pudiendo desbaratare todas [6r] estas dificultades y romper esta cerca y muralla con unas pocas de lágrimas, como si fuera papel que con el agua se rompe, con un poquito de fortaleza con que se despedace la dificultad presente; y que, con todo eso, no quieran sino estarse en tanto mal y miseria y privadosf de tanto bien, aquí es donde se ha de tener lástima y compasión a quien está tan dejado de la mano de Dios que, por no tener esta mano, no tenga él pies para salir de los barrancos y lodazares presentes donde está.
10. ¡Oh Señor, y quién podrá decir del gusto que un alma recibe cuando se ve fuera de estas troneras, zaquizamíes y camaranchones del mundo! No sabe qué decir ni qué hablar en esta ocasión; confusog queda y asombrado así de ver su poquedad, miseria y flaqueza, por no haber contrastado antes semejante poquedad de dificultades y la inmensa misericordia de Dios, que por victoria de cosas tan fáciles dé premios de cosas tan ricas. Cosas son éstas que no se pueden decir ni imaginar, si no es estado en ellas, porque el pecador nunca lo acaba de percebir como ello es. Pruebe y verá lo que pasa. Sólo pide Dios a estos tales que prueben y gusten: Gustate, et videte17. Notable cosa es que sólo pida Dios no más de que gustemos y veamos, que se nos da a prueba, y que todo el bien de los que ahora íbamos hablando sólo esté en probar y mirar, y que cosas que de suyo son tan fáciles, como es gustar y mirar, aun para eso halle este hombrecillo dificultades.
¡Seas tú, Dios mío, bendito mill veces! ¡Que sea yo tan flaco como la vista de los ojos, que se enturbia y ciega con un poco de polvo que vuela por el aire, y como el gusto, que se estraga con un poquillo de agraz y con esoh le queda dentera para no comer cosas de más consideración! Tan flaca es como esto la naturaleza humana, que, para no ver la bajeza de su estado cuando está en peccado mortal y para no gustar los bienes de la gracia, sólo la ciegue un poco de polvo que vuela por la vanidad del mundo, un pequeñuelo gusto le sirva de dentera y lo enpalague para siquiera no gustar los bienes de Dios, cosas que tan en provecho le han de entrar.
11. A estos tales esles de gran provecho siervos de Dios que les den la mano, los avisen y desengañen, ayuden y den luz. Que es lo que decíamos [6v] del alma justa que estaba detenida sin romper las nuevas dificultades que se le ofrecían.
De grande inportancia es un grito y otro grito; que la leona dicen pare los cachorrillos muertos y a bramidos los dispierta. Aquí en El Pardo, dicen va el rey de ordinario a caza de jabalíes y los cogen cercando el monte con unas telas de lienzo, cogiendo en medio los propios jabalíes, donde los alanceani, corren y cogen con perros y escopetas. Pregunto yo: si estos jabalíes tuvieran juicio y entendimiento y hubiera un hombre que les diera voces y dijera: bestias y animales así acosados, mirad que tenéis fuertes colmillos y la muralla que os cerca no es más que un lienzo, acometedla y seréis libres. ¡Ay, hombres!, pues somos animales racionales y entendemos los gritos y voces de los predicadores, atended los que en el mundo estáis agarrochados, acosados y maltratados de los demonios y sus secuaces, que tenéis de parte de Dios gracia suficiente para romper las flacas telas que el demonio os tiene puestas ante los ojos y con que os tiene cercados, para veros libres de tanto mal. ¡Oh, si no se cansasen los predicadores de dar voces, amonestar y desengañar! Aunque, si el peccador fuese discreto o tantico advertido, bastábale el exemplo de otros peccadores, que, siendo unos flacos como niños y mujeres, otros que han estado bien cargados, sólo por haber acometido a vencer esas dificultades, se han hallado libres de tantas miserias. Eso bastaba para que se animaran y dispusieran para salir de sus miserias y alcanzar lo que Dios promete a los fuertes. Que, cuando yo considero esta facilidad, si el hombre quiere, para dejar su peccado y ser sancto y que, por otra parte, la Scritura los llama a estos tales fuertes18, me asombro y doy mill gracias a Dios, que quiera honrar al hombre con título y nombre tan grande como es decirle fuerte sólo por vencer cosas tan fáciles. ¿Qué diríades de un rey que a un hombre le diese el título de capitán y poderoso sólo porque habíe muerto a un ratón y quitado la vida a una golondrina? Diríamos que este rey tenía gana de hacer mercedes. Verdad es que el que sabía que la victoria había sido de ratón no se tendría por fortaleza, sino por grandeza del rey, que por cosas tan pequeñas hacía mercedes tan grandes. Pero el que no sabiendo que el vencido era ratón, sino león o elefante, este tal no advirtiríe la grandeza [7r] del rey, sino la osadía del que habíe acometido al ratón. Así digo que los que viven en el mundo viven asombrados cuando ven un peccador convertido, un hombre que dejó el mundo y se fue tras Dios, y no reparan en lo que Dios ha hecho con ellos. La razón [es] porque el mundo lo consideran como leonazo, y las ocasiones que en él hay como elefantes; y así considerámoslos como fuertes. Pero ellos propios, que ven que fue todo un ratoncillo el que vencieron y un pajarillo el que mataron, y que eso quiso Dios tomar por ocasión para llamarlos fuertes y para hacerlos capitanes y poderosos, dan mill gracias a un Dios tan magnífico y repartidor. El se nos dé a sí propio. Amén.
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b corr. de perfición c corr. de llas d tras él ms. tras sel 1 Cf. Sab 5,4. e sigue lla tach. 2 Cf. Lc 16,19-31. 3 Gál 3,1. 4 Breviario Romano, himno Vexilla Regis prodeunt, del tiempo de pasión. f sigue so tach. g en las Moradas al marg. 5 Moradas VI, 1, 2. h corr. de ecamine i sigue y tach. j sobre lín. k sigue as tach. l corr. de muchalla 6 Cf. Rom 8,18. m rep. n corr. de les o sigue no ay duda sino que tach. p sobre lín. 7 Cf. Lc 7,36-50. q rep. 8 Cf. 1 Sam 25,39-42. r corr. de tercedo s sigue ella tach. t sigue q tach. 9 Cf. Rom 8,28. u corr. de y v sigue un tach. 10 Cf. Mt 28,1-8; Jn 20,1. 11 Cf. Lc 7,36-50. 12 Cf. Mt 27,56. 13 Cf. Mc 16,1-3. w sigue divino tach. x sigue n tach. 14 Cf. Cant 5,3-7. y sigue después tach. 15 Cf. Núm 13,1-14,45; Deut 1,1ss. z sigue a en tach. a sigue p tach. 16 Cf. Cant 5,3-7. b corr. de quel c ms. tanto d corr. de gozaban e corr. de dessaratar f ms. privado g corr. de confueso 17 Sal 33,9. h sigue q tach. i sigue y tach. 18 Cf. 2 Cor 13,9; 1 Jn 2,14. |
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