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San Juan Bautista de la Concepción Obras I - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
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CAPITULO 11 - De un trabajo y mortificación que se le ofrece a un alma cuando ya lleva su vida y ejercicios encaminados y sus prelados y maestros spirituales la quieren torcer por otrob camino. Qué se debe hacer en tal caso de parte de entramos a dosc
1. Otro trabajo y mortificación se le ofrece muchas veces a un alma que camina para Dios. Y de este trabajo no podré yo saber a quién echar la culpa: si a la persona que lo trata y endereza, o a la misma persona que es regida y gobernada. Pienso que la culpa es de entramos. A quién le cabe más o menos parte, ellos lo verán, para que cada uno la quite y aparte el inpedimento que puede haber para detenerse o quebrar el hilo que se lleva en el camino de la perfección.
La mortificación es -yo pienso ya otras veces tocada- que los que rigen almas querrían que todos los spíritus fuesen de tornillo y que con extraordinaria facilidad se trocasen y volviesen por donde a ellos se les antoja a regirlos, por donde ellos la noche antes soñaron que echasen. Y como no todos los espíritus son como ellos piensan o en su imaginación fabrican, no acommodándose con la presteza que ellos quieren a lo que mandan, dicen o enseñan, suelen luego canonizarlos por no buenos spíritus o, por lo menos, no tan perfectos como deben ser, no considerando que si hay algunos spíritus como ellos piensan, de tornillo, hay otros de cuadrado, que donde una vez hacen asiento no los levantarán con veite palancas. Quiero decir que unos se acommodaron a la soledad, otros al poblado; unos caminan por la oración ordinaria, y otros por alta contemplación, y otros por acciones y obras exteriores. Y querer pervertir, mudar o trocar estas cosas, quiriendo al que vive en la soledad traerlo al pueblo, y al que en el pueblo a la soledad, es darle paja al perro y carne al caballo. Ya a cada uno le tiene Dios señalado su manjar con que se sustente. Y así como la naturaleza señala a cada uno su propiedad, de esa misma suerte la gracia señaló a cada varón justo sus condiciones y sanctas inclinaciones. Y cuando éstas se tienen [201v] por algún don sobrenatural, son mucho más dificultosas el trocarlas que no las condiciones de la naturaleza. Porque muchas veces vemos que en las cosas naturales una persona se anima a ir contra ellas y hace lo que puede, aunque no sea sino por un rato. Que, en fin, esas propiedades púsolas Dios en nuestras manos, no para que del todo las apartemos de nosotros, por ser inseparables y andar pegadas con la esencia de la cosa, sino para que sus operaciones las detengamos a ratos, y aun las disimulemos con otras contrarias. Pero no vale esto en los dones sobrenaturales. Que aunque es verdad que están en nosotros, no están a nuestro mandado para estorbarlos, detenerlos, disimularlos o trocarlos por otros, porque el motor y el principal que obra en el ejercicio de estos dones no es la naturaleza, sino el mismo Dios. Y así, el qued tienee este don y el que rige al que lo tiene, han de estar sujetos a la voluntad del mismo Dios, para que Su Majestad guíe por donde fuere servido.
Pondré dos exemplos de esta doctrina.
San Pablo dice que a unos hizo Dios apóstoles, a otros evangelistas, a otros doctores y a otros prophetas1. Pregunto yo: ¿podrían ellos por sí propios y por su bella gracia trocar estos officios? Es imaginación, cuando son dones sobrenaturales concedidos de gracia por sólo quien es Dios, sino que cada uno ha de echar por el camino que Dios lo llevare y ejercitar el officio que Su Majestad le diere, sin entremeterse en los officios ajenos o torcer los suyos.
El otro exemplo es de lo que en Sevilla pasó con un varón sancto a quien le mandaron, pena de descommunión, que no sef arrobase, y de otras muchas personas, a quien Dios ha concedido el don de la abstinencia, que muchos días se pasan sin comer, a quien quieren los que las rigen sujetarlas a su parecer y gobernarlas por sus estómagos y tripas. Y se ha visto a estas tales personas a quien así quieren torcer en estos caminos y grados de perfección, animarse a la obediencia y comer y vomitarlo luego, puniéndose en grande peligro, como sucedió a una sancta llamada Catarina de Génova: que, haciéndola comer por fuerza algunas veces, tenía gravísimas enfermedades2. Y digo que si mucho perseverasen en el regimiento de estas almas por este camino, o que acabaríen con su vida, [202r] o desharíen el spíritu, permitiéndolo Dios así para confusión del que lo rige, no perdiendo nada el que se humilló a la obediencia, pues poderoso es Dios para dar en plata quebrada y espíritu deshecho lo que daba en plata labrada y espíritu hecho.
2. ¡Y si a mí me valiera pedir con lágrimas de sangre a los padres spirituales procuren mirar por dónde Dios gusta de llevar un alma y procuren conformarse con ella y con el tal gusto de Dios! Y si les parece que es necesario probar a la tal persona en la obediencia, adviertan que, si un padre o una madre mandase a un su niño que le trujese alguna cosa grande sobre sus fuerzas o sobre su inclinación, que bastaba que el chiquillo hiciese el ademán y que con esto se debían dar losg tales padres por contentos, sin que el pobre muchacho, reventando y sin poder, saliese con lo que leh mandaban. ¿Qué debe más un enfermo que tomar la purga que le dan en las manos, olerla y enpezarla a beber, si luego da mill arcadas y, tras una poca que tomó, torna lo que tenía en el cuerpo? Eche por otra parte el médico, mire si la purga que le dan en bebida la tomará mejor en píldoras o en bocados, y confórmese con el natural que Dios le dio.
Pues si en lo natural hay obligación de nos conformar con nuestros hermanos, en lo sobrenatural más razón será, contentándonos, cuando a estas tales personas se les mandare algo, que hagan el ademán, lo que pudieren, que enpiecen a tomar la purga. Y cuando se ve que no pueden más, echar por otro caminoi, hasta topar aquél por donde Dios lleva a las tales personas, compadeciéndose del trabajo y mortificación que padecen por ver que no pueden conformar su espíritu con el del maestro que las enseña. Y si no, consideren: si un arbolillo que nació torcido a la mano derecha porfiásemos que volviese la comba o torcido a la izquierda, ¿qué sentiríe este pobre arbolillo cuando viese que forcejeaban con él y aun lo ponían en peligro de quebrarlo y perderlo? Lo propio, y más, como hombre, sentiría el siervo de Dios que ya Su Majestad, como celestial hortelano, lo inclinó a tales y tales obras, si quisiesen que echase por otra parte y aun, por torcerlo, [202v] lo pusiesen en peligro de perder o su salud o sus acostumbradas devociones.
3. Dijimos que muchas veces suele la causa de esta mortificación y trabajo repartirse entre los dos: entre el que enseña y el que es enseñado. Ya hemos dicho, de parte del que enseña, que ese trabajo donde más se experimenta es entre religiosos, donde se mudan cada día los prelados y cada uno quiere hacer cala y cata del spíritu del pobre súbdito.
Veamos ahora cómo el súbdito y varón perfecto suele tanbién ser causa de su mortificación. Y para esto digo que suele haber muchos grados de perfecciónj. Reduzcámoslos a tres: de principiantes, de gente que ya aprovecha y de ya aprovechados y consumados3. Si el religioso y varón que pretende servir y agradar a Dios está en este primer grado y vive en religión, debe acommodarse con el trato, costumbres y cosas que en la tal religión se profesan: si trata de oración, si de acción o predicación; y lo propio en la comida y bebida, acommodándose a la vida y trato de los demás. Que más perfección es no ser singular en la vida, sino seguir el camino de los demás, que no quererse particularizar en todo. Puede él procurar ser singular en ser más sancto, más perfecto, amar más a Dios, ser más rendido y tener más y mayor recogimiento interior; pero no ser singular en que, si los demás comen carne, querer él que le traigan pescado, y cuando los otros barren, decir él que quiere rezar. Que esta singularidad no la tengo yo por buena, y a estos tales dijo la sancta madre Theresa de Jesús que los despidiesen de los conventos y no los aprovechasen4. Y tuvo mucha razón, porque la cera cuando la echan en un vaso y no saca la forma del vaso donde la echan, señal es que no está blanda ni derretida; y quien no toma la forma del vaso donde la echan, mal tomará las labores que en ella se imprimieren. Religioso y novicio que su espíritu no lo conforma con su religión, no trai lak blandura yl suavidad que debe traer. Y quien en lo principal no se conforma, mal se conformará en lo que sus prelados le enseñaren y dijeren. Y así, estos tales es bien que no perseveren donde otros [203r] ya caminan por donde en su religión se profesa. Y si acaso están ya profesos, de la mortificación que vamos diciendo toda la culpa la tienen, pues están tan en sus principios que deben estar no casados con su parecer, sino como tabla rasa o materia informe para que de ella el artífice haga lo que quisiere.
Supongamos que está un leño muy bueno en casa de un entallador y que al maestro le parece hacer de él un san Cristóbal, y que dijera este leño: No quiero yo que me labren para san Cristóbal, sino para un san Jorge, caballero en un caballo, o para un san Antonio en el desierto, o para un san Lázaro en el poblado; no quiero que de mí hagan un san Gregorio doctor, sino un san Sebastián mártir. En verdad que le habíe de decir el maestro y entallador al leño: Mucho saber es ése para leño, y muchos pareceres tiene; calle su boca y sujétese al scoplo, a sierra, azuela y martillo, y tome lo que le dieren, que harta felicidad suya es que, siendo leño, lo hagan sancto, que todos están en el cielo siendo sanctos, sean los que vivieron en poblado o los que habitaron en los desiertos, los que subieron caballos o aprendieron letras.
Esto propio digo yo a un hombre que recibió hábito de religión y Dios, por su misericordia, lo escogió para que de él hiciesen un sancto de entre los demás hombres del mundo: debe estar sujeto a que de él haga Dios y los prelados lo que quisieren y les pareciere convenir; si un san Antonio en el desierto, si sancto en el poblado, si le mandaren que estudie y que sea doctor o predicador, o lo pusieren en ocasión de mártir, todos los sanctos van al cielo y han de gozar de Dios para siempre jamás. Con eso debe estar contento y no andar escogiendo vida ni ejercicios a su antojo, porque toda la mortificación será para el leño que se defendiere de la azuela: que lo que se habíe de hacer con un golpe y cuchillada, se habrá de hacer con cuatro; y lo que en un día, en seis.
4. Si los que son enseñados son de los segundos que propusimos, unos hombres que ya van aprovechando [203v] en la virtud, a quien su natural inclina a tales y tales y tales obras, que ya parece se van aficionando a la oración, a la soledad o a tales penitencias y que, con todo eso, la obediencia obliga a echar por otra senda o camino que le parece más dificultoso, mortifíquese por amor de Dios, llévelo con paciencia, súfralo por amor de Dios, que manda nos sujetemos a nuestros padres spirituales, y esté cierto no perderá lo trabajado hasta allí, ni lo que de allí en adelante trabajare caminando agua arriba contra su natural condición sólo por acudir a la obediencia. Que el aprovechamiento y más mérito no está en el mayor gusto ni en el camino más fácil por ser más conforme a mi voluntad, sino en el verdadero rendimiento ym pronta resignación [a] que de él se haga la voluntad de Dios. Y si para este cumplimiento padeciere más trabajo, mayor será su mérito.
No será razón en estas tales personas, por no querer ellas pasar un poquito de trabajo en torcer su voluntad, su inclinación, o volver un poquito atrás, que hayan de torcer toda una comunidad, o acommodarse muchos con uno. Y si los prelados a estos tales mortificaren para que vengan a la regla y nivel de los demás, no se espantenn, que así lo deben hacer y obligación tienen. Pero si estos varones y religiosos de quien vamos tratando son de los terceros de quien arriba dejamos dicho y comparados a una piedra cuadrada, no hay sino paciencia de parte de los prelados, dejarlos por bueyes mansos y por hombres singulares en la virtud, que así se debe entender es voluntad de Dios caminen por allí, porque todo lo demás me parece que es cansarse los prelados y atormentarlos a ellos.
5. Pero dijimos al principio deste capítulo que habíe sanctos y siervos de Dios que tenían, o parecían tener, spíritu como de tornillo, acommodados a todo. Estos son spíritus raros [204r] [con] dos dones y merced doblada de Dios. La una fue el darles spíritu grande y sobrenatural. Y otro don es darles virtud y fuerzas para se poder acommodar a todas las cosas. Como si una vara fuese derecha, la cual, junto con ser derecha, era tan blanda que de ella hacíamos lo que queríamos: eran dos perfecciones y buenas propiedades. Y para que se eche de ver cómo éste es don y misericordia doblada, noto que, en estas personas que así tienen spíritu singularo y sobrenatural, presuponiendo que Dios les ha dado algún ángel que, en este camino que llevan u obras que hacen, los guíen, ya se sabe que los ángeles tienenp la esfera de su actividad señalada cada uno, de suerte que uno puede como cuatro, y otro como ocho. Así vemos no haber Dios enviado siempre a un ángel sólo cuando en la tierra ha obrado algunas maravillas: uno era el que daba luz a Tobías5, otro el que envió a Eczechielq6, y otro el que enviaba a la defensa de su pueblo7. Digo, pues, que mayor ángel fuera al que le encomendara Dios dos o tres officios de estos señalados de quien hace mención la Sagrada Scritura, y mayor si los hiciera todos.
Lo propio digo yo de estas personas que tienen spíritus singulares y sobrenaturales, provéngales de la compañía de algún ángel bueno, o del mismo Dios, que les está dando y comunicando virtud para las tales obras raras y particulares. Llano es que es ángel más alto, más poderoso, o don más raro y singular, el que tiniendo espíritu sobrenatural no sólo lo tiene inclinado a una cosa, sino que sea común acudiendo a muchos menesteres, como si, junto con acudir con particular don a la predicación, acudiese también al gobierno de una religión y, si acudiendo a la oración, acudiese a la acción. Y digo que estos spíritus son como de tornillo, que a cualquier parte que se tornan y vuelven, tornan y vuelven cara de perfección, obrando con el propio gusto y facilidad [204v] lo uno que lo otro. Por eso, la esposa dijo que su esposo tenía manos torneadas, llenas de jacintos8. El jacinto es de color del cielo. El decir que eran torneadas era decir con la facilidad que a todas partes obraba, y que todas eran obras celestiales y divinas. Lo cual lo podemos ver en Cristo, redentor nuestro, que donde quiera que se hallaba hacía obras de infinito valor, de admiración y de spanto: si está en los desiertos y ora, ora cuarenta días con sus noches, sin comer ni beber9. Si ejercita con el hombre obras de misericordia corporales, sustenta cinco mill hombres, sin niños y mujeres, con cinco panes y dos peces10; si obras spirituales, a un publicano hace apóstol11, y a un perseguidor de su Iglesia, vaso escogido12, y a una mujer peccadora, apostolada13. Si entramas a dos obras juntas, juntamente da salud al cuerpo y al alma, como hizo al paralítico de 38 años14 y a r otros muchos, perdonándoles sus pecados y mandándoles se levanten sanos15. Y así en las demás obras que Su Majestad hizo y obró. Porque si le alababan y querían levantar por rey, huía16; si le quieren crucificar, sale al encuentro17; si se transfigura, muestra ser Dios18; y si muere en un palo, descubre ser redentor19. Esto es tener manos torneadas, esto es habernos dado Dios a su Hijo para que sane todas nuestras enfermedades, que obre y haga a todas manos y a todas partes muestre un rostro divino y celestial20.
Por eso fue figura de este gran Señor aquel capitán llamado Aods, que para defender el pueblo de Dios se lo habíe dado Su Majestad que usase de entramas manos por derechas, de suerte que tan derechas iban las obras o golpes que hacía con la mano derecha, como las que hacía con la izquierda21. Seas tú, Cristo sancto, bendito; que todas las obras que hacías, fuesen de mano derecha, como era perdonar peccados y ofrecer el cielo, o de mano izquierda, como era acudir a los bienes y necesidades del cuerpo, eran tan acertadas que todas tenían un precio y un valor por ser un mismo [205r] Dios y Señor el que las obraba. Y así probaba el valor de las unas obras con el valor de las otras, como cuando le dijeron yt dentro de sus corazones murmuraron los scribas (porque al paralítico de quienu dice san Mateo, capítulo nono, le perdonó sus peccados) diciendo que blasphemaba, entonces dijo Cristo: "Para que sepáis que el Hijo de Dios tiene potestad de perdonar peccados, levanta, hombre, toma tu lecho y vete"22. Ven aquí cómo con las unas obras prueba la verdad de las otras y con el acierto de las unas, el acierto de las otras. Por eso, la esposa, en el lugar que ahora citamos23, no dijo a su esposo que tenía una mano torneada, sino manos, de plural, porque todas sus obras fueron de una manera y no mostraba ni tenía más dificultad para las unas que para las otras. Con la facilidad que daba vista a los ciegos en el cuerpo, con esa propia alumbraba las almas; y si los ciegos le alabanv, le conocen y confiesan por Hijo de Dios24, lo propio hacen los que saca de peccados y a quien da luz spiritual.
6. El spíritu que más se asemejare a éste de Cristo, redentor nuestro, es spíritu más subido y levantado. Pero ¿quién será éste y a boca llena le alabaremos? Del gran Bautista dice Cristo que no nació otro que le llegue entre las mujeres25, porque era para polvo y lodo, para soledad en los desiertos, para ayunar entre las bestias, para predicar entre los hombres26; para penetrar los cielos entre los ángeles y para reprehender pecados entre los reyes27; para humilde entrew los que le alaban y para firme y constante entre los que le vituperan28; en el desierto, luz que derriba los cedros, y en los templos, cuchillo que degüella pecados. Alabado y perseguido, hace obras heroicas. Y no hay decir que fue spíritu singular y particular; por eso se negó diciendo que no era propheta y que no era Elías29, porque el spíritu de los prophetas y el de Elías fueron singulares, como dice san Pablo: que [Dios], a unos, hizo doctores y, a otros, prophetas30. Por eso san Juan tuvo el spíritu de todos, acudiendo a todos y a todas obras, y por eso dijo que era voz31: porque la voz es para chicos y grandes, [205v] ricos y pobres, pues todos tienen orejas para lax oír. Y adviertan que, con ser san Juan san Juan, para que tuviese este spíritu inclinado y fácil a todo, dice el evangelista que, cuando estaba en el desierto, fue necesario que la palabra de Dios fuese hecha sobre él, que le hiciese fuerza y que aquel spíritu celestial, que entre las bestias oraba y se hallaba entre los más encumbrados ángeles, se tornease, se tornase y volviese a tratar entre los hombres; y que el spíritu que en el desierto recebía celestial luz, la diese a los hombres, enseñándoles el camino de la penitencia. Por eso el evangelista lo llama hacha que arde y que alumbra: ardía en el desierto y alumbraba en el poblado32.
7. Pero los hombres acá no saben más de un officio, porque el spíritu se les da con medida y ya tiene su esfera señalada hasta dónde se ha de extender y dilatar. Según esto, nadie se espante si vieren que un spíritu no se puede acommodar a todo, ni ser tan común para todas las obras. No todos pueden ser Franciscos ni Dominicos, que viviendo entre los hombres trataban entre los ángeles; que algunos ha de haber Hilarios y Antonios, solos para a solas, solos para solas penitencias y mortificaciones.
Digo más contray los que tienen spíritus singulares, provénganles de algún don raro o de algún ángel que Dios les haya dado para el fin y consecución de algunas obras particulares, como son raptos, éxtasis y elevaciones: que siempre deben, cueste lo que costare, hacerse fuerza para se sujetar y conformar con la obediencia o con las personas que los rigen, porque la dificultad en aquella conformidad no está de parte de Dios, pues él nos manda obedecer a nuestros mayores33. Y vemos que, diciéndole a la sancta madre Theresa de Jesús diese higas y escupiese a Cristo que se le aparecía, y otras cosas así semejantes, el mismo Cristo la alababa porque ella obedecía y ella lo sentía y padecía, torciendo la verdad de su spíritu y inclinándolo a los yerros y engaños que [206r] le mandaban34.
Luego queda que la contradición y sentimiento está de parte del hombre cuyo natural ya hizo curso, se cebó y gustó echando por aquella parte. Yo digo que padezca cuanto se puede imaginar y que contradiga a la fuerza de un ángel que se le haya dado a que enderece las obras de la tal persona por tal y tal parte. Mayor gracia es tener fortaleza para contradecir la fortaleza de un ángelz por amor de Dios y por la obediencia, que no obrar con ayuda del tal ángel obras heroicas. Que por eso desafiaba san Pablo a los ángeles buenos y a los malos: los malos, para contradecirles lo malo a que inducían; y los buenos, para los resistir por lo mejor y más perfecto35. No parezca esto dificultoso: decir que un siervo de Dios contradiga a un ángel bueno. Que si es verdad que dos ángeles de los que ven y gozan de Dios porfían, como se dice en [Daniel]36, quiriendo el uno detener al pueblo de Dios en el captiverio y el otro sacarlo, cada uno por enderezar las cosas a aquello que está a su cargo, mejor podrá hacerlo un alma sancta, contradiciendo a los propios ángeles por acudir a lo que la obediencia mandare, pues ángeles son los prelados, y así nos lo enseña la Sagrada Scritura37. Y esto cuando tuviésemos certidumbre de que es ángel al que contradecimos. Que si aquel ángel porfía para que un siervo de Dios enderece sus obras a las cosas que están a cargo de aquel ángel, bien puede el prelado por la parte contraria enderezarlas adonde más y mejor le pareciere convenir, no obstante que, como digo, sean en contrario de las que el ángel persuade. Bien veo que es inmenso tormento, trabajo incomportable y mortificación extraordinaria, y aun no sé si martirio conforme al que daban a los sanctos cuando los ataban a dos árbores: que con violencia los cerraban y luego los dejaban abrir, abriendo por medio al sancto que a ellos asían; y lo propio hacían [206v] asiéndolos a los pies de potros y caballos, soltándolos para que cada uno echase por su parte.
No hallo yo a qué poder comparar esta mortificación de que vamos hablando, sino a este martirio. Y juzgo ésta por mayor, por ser división y tormento de spíritu, y la otra de cuerpo; y más fuerte, por ser más poderosas las partes que tiran, cada una por su lado y por su parte: fuerte es la obediencia, fuerte es el conocimiento interior del camino de la perfección, según hemos explicado. ¿Que se puede compadecer contradecirse estos dos ángeles? No hay en este caso qué hacer, sino padecer, callar y bajar la cabeza, que camino es ése indiferente por donde Dios quiere llevar a un alma. Su Majestad, que está a la mira de esta lucha, dará las coronas, pues muchas son las victorias38, deseando en una voluntada por muchas partes cumplir la de Dios, acudiendo a lo interiorb que su ángel le dita, y a lo exterior que su prelado o padre spiritual le aconseja o manda.
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b sigue ca tach. c sigue Tiene mucha doctrina. Adviértase que dende estos capítulos se puede hacer tratado de por sí. d sigue le tach. e sigue y el tach. 1 Ef 4,11. f sigue arob tach. 2 Cf. Fr. HIERONYMUS DE GENUA, Libro de la vita mirabile et dottrina santa de la beata Caterinetta de Genoa, Genova 1551, ff.9r-11r. g sigue p tach. h ms. les i sigue que tach. j sigue un tach. 3 Cf. STO. TOMÁS, Sum. Th., 2-2, q.183, a.4. 4 En Camino de perfección 7,10-11 (códice de Valladolid) ordena a sus religiosas que "echen de sí esta pestilencia" de las que en los monasterios forman "bandillos" o manifiestan "deseo de ser más o puntito de honra". k sobre lín. l corr. de ni m sigue pp tach. n ten sobre lín. o corr. de sinsular p sigue se tach. 5 Cf. Tob 3,25. q corr. 6 Cf. Ez 40,3. 7 Cf. Ex 23,20. 8 Cant 5,14. 9 Cf. Mt 4,2. 10 Cf. Mt 14,15-21. 11 Cf. Mt 9,9. 12 Cf. He 9,1ss.; Gál 1,11-23. 13 Cf. Lc 7,36ss. 14 Cf. Jn 5,1-18. r corr. de al 15 Cf. Mt 9,1-8. 16 Cf. Jn 6,14-15. 17 Cf. Jn 18,4-8. 18 Cf. Mt 17,1-8. 19 Cf. Mt 27,32-54. 20 Cf. Is 61,1-3; Lc 4,17-21. s de 2m. 21 Cf. Jue 3,15. t corr. de e u sigue de quien tach. 22 Mt 9,1-8. 23 Cant 5,14. v sigue y tach. 24 Cf. Mt 9,27-31. 25 Cf. Mt 11,11. 26 Cf. Mt 3,1-23. 27 Cf. Mt 14,3-4. w ms. en 28 Cf. Mc 1,7. 29 Cf. Jn 1,21. 30 Cf. Ef 4,11. 31 Cf. Mt 3,3. x ms. las 32 Cf. Mt 3,10; Lc 3,9. y sigue estos tach. 33 Cf. Ex 20,12; Deut 5,16; Prov 6,20. 34 Cf. Vida 29,5-6; Fundaciones 8,3. z ms. árger 35 Cf. 1 Cor 6,3; 2 Cor 11,14; Gál 1,8. 36 Dan 10,5ss. 37 Cf. Gál 1,8; 4,14; Heb 13,2. 38 Cf. 1 Cor 9,25. a sobre lín. b sigue y exterior tach. |
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