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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • ALGUNAS PENAS DEL JUSTO EN EL CAMINO DE LA PERFECCION
      • CAPITULO 16 - De las muchas razones y causas que un alma tiene para asirse con Dios y no apartarse de él un puncto
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CAPITULO 16 - De las muchas razones y causas que un alma tiene para asirse con Dios y no apartarse de él un punctoa

 

            1.         Está un chiquillo a los pechos de su madre tomando la teta y, tiniéndola asida con la boca, piensa que se le ha de ir y echa los


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bracillos por encima de su madre, y con ellos la ase y aun menea los piececillosb, deseando fueran brazos y cordeles para con ellos también trabarse. Y si le llegáis a quitar el pecho, dará mill gritos, se revolcará en el suelo y, si sabe, dirá [217v] mill cuitas, y aun atrevimientos, a quien de allí le apartó. Pues ¿qué tiene que hacer este pecho y esta leche con los regazos, pechos y suavidad de que un alma goza cuando Dios la recibe y le communica una leche divina? A quien la esposa, no tiniendo a quien comparar los pechos y leche de su esposo, los comparó al vino: Meliora sunt ubera tua vino1. El vino es para los hombres y para los fuertes. Y porque no entendiesen que la esposa, por tratar de pechos y leche de su esposo, era niña o flaca, advierte que la leche que toma es vino que se da a los grandes y hace fuertes. Y también porque el vino saca de sí a un hombre que lo bebe, particularmente si pone la boca a pita de tinaja, que entonces lo bebe sin tasa y sin medida.

 

            Estas dos cosas nos quiso decir la esposa en decir que los pechos de su esposo son mejores que el vino: lo uno, que, puesta un alma a ellos, queda absorta, trocada, fuera de sí y unida con Dios. Y así como el que bebió y salió de sí no le habéis por entonces de persuadir otra cosa más de aquello en que está, de esa misma suerte, un alma que deste bien goza, no se le ha de tratar de otra cosa, porque para ella no hay otra razón, consideración o pensamiento más de aquel que tiene y posee, porque todo lo demás es sin razón, y por tal lo contradice.

 

            2.         Lo segundo que nos dice en comparar los pechos al vino es decir que, así como el niño al pecho toma la leche sin medida, porque la medida es su boquilla y cuanta quiere chupar esa toma y si apriesa y con grande afecto la recibe, con esa priesa mana, ¡oh buen Dios de mi alma!, cuán sin tasa y medida te das al alma que te busca, te quiere y halla. No trais medida, como los mercaderes, para darle lo que pide, ni vara para varearle el paño, como hace el tendero. Al revés es: que no tiene la medida el que vende, sino el que comprac. El alma justa que a ti va es quien lleva la medida de lo que ha de recebir, y ésta es su boca: Aperi os tuum, et implebo illud2; cuanto abrieres la boca, cuanta priesa te dieres a traer leche y vino de aquellos sacrosanctos pechos, con esa priesa manarán. Y si los [218r] affectos son grandes, grandes serán los manantiales que de allí saldrán. Y dándose este bien sin medida y sin tasa, y siendo como el vino, no hay que espantar que los raptos, éxtasis, arrobos, enajenamientos, sean sin tasa y sin acuerdo para echar por otro camino más de por aquél.

 

            Notemos más, que no dice: tus pechos, esposo mío, son como el vino, sino mejores que el vino. Porque aunque el vino tiene algunas propiedades, tiene otras no tales. Y son que, si se bebe mucho, no pudiéndolo digerir un estómago, lo vomita, porque, aunque él hace


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digerir, es indigesto. Pero es al revés en la gracia y suavidad que de Dios se goza: que mientras más de aquel vino se bebe, más sed y más hambre de él tienen lasd almas a quien Dios hizo esa merced. Por eso dijo David: Sitivite anima mea ad Deum, fontem vivum3. Y en otro lugar dijo: "Como desea el ciervo las fuentes de las aguas, de esa misma suerte te desea, Señor, mi alma"4. Fuente pide David, como quien no piensa hartarse con una ni dos veces que beba. No quiere agua del pozo, porque ésa se acaba, y la de la fuente dura. Y su sed es perpetua, que no se acaba porque beba, antes más se aumenta. Y así, el que bebe aquel vino no le enfada para haberlo de trocar, antes dispierta el apetito y ensancha las entrañas para que, mientras más se bebe, más se desee. Y también porque si el vino material digiere y él es indigesto, acá lo hace todo el vino que Dios da: que hace digerir cualquier cosa pesada que un alma haya comido, y cuando vaya repleta y rellena de todas las cosas de la tierra, tiene este vino tal calor que todo lo hace digerir, como lo vemos en los sanctos: que apenas lof habíen gustado, cuando dejaban cuanto tenían y poseían. Tanbién el propio vino que aquí se bebe es digesto, que no enfada, cansa, pesa, molesta: Venite, et videte quam suavis est Dominus, dice David5; venid, ved y probad cuán suave es el Señor.

 

            3.         Dice más la esposa: que los pechos de su esposo son mejores que el vino. Yo no sé qué propiedad pueden tener los pechos con el vino. Aun si dijera: mejor es la leche de tus pechos, sposo mío, que el vino, aun parece que, en fin, el uno y el otrog es licor. Pero [los] pechos no tienen que ver con el vino; con la vasija en que se echa el vino, sí. Digo que aquí descubrió otro misterio: y es que en losh pechos de [218v] las mujeres sólo la leche que está en ellos es de provecho para el niño, eso mama; que los pechos son carne y allí se quedan. Pero para nos dar a entender la esposa que todo Dios, esposo de nuestras almas, es de provecho, todo es de comer lo que tiene en el pecho y el propio pecho es vino suavísimo lo que tiene, como si dijera: la vasija es vino y la propia vasija es vino, nada hay en Dios que no sea Dios; lo que da y lo que queda, la medida y lo que se mide, es Dios, gracia nos da y con su gracia nos mide. ¡Oh, bendita sea tal bondad, tal misericordia, que no mide con medida de palo ni material! Si uno está en peccado y apartado de Dios, su gracia es la medida para con ella dar y medir otra graciai mayor. Con una gracia previene y con otra sigue y acompaña, y otra es la que después mide; y licor y medida te da. Todas esas gracias te deja en la casa.

 

            Esto me parece que es lo propio que esta misma esposa dijo en el mismo libro de los Cantares cuando, habiéndole dado millares de apodos a su divino esposo, cierra la conversación con decir que todo es deseable:


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Totus desiderabilis6. Como quien dice: no me haya dejado algo por apodar o entienda quien poco sabe que en mi esposo hay algo que se pueda dejar, adviertan, pues, que todo él es de comer, todo y por todas partes que se mire se deja amar y desear.

 

            4.         A este propósito, noto en la sabiduría de esta celestial esposa que, habiendo dado muchos apodos y hecho muchas comparaciones del que tanto amaba, comparándolo a los árbores, de todos ellos escogió el manzano: Sicut malus inter ligna silvarum, sic dilectus meus inter filios, sub umbra illius quem desideraveram sedi7. Ahora, pues, pregunto yo: ¿no habíe otros mejores árbores, más apacibles que el manzano, en las güertas? Si es decir que tuvo intento de compararlo al manzano no entre los árbores de las güertas, sino de las silvas y montañas, digo que tanpoco el manzano nace en las silvas, sino en los cercados y en las güertas; y quien de las güertas sacó este árbor y lo consideró [219r] entre los árbores silvestres, pudiera sacar otro más apacible, como es el almendro, el nogal, el ciruelo, durazno o melocotón, o uno de otros muchos de que se pueblan las güertas. Y si queríe compararlo a los árbores silvestres, allí estaba el ciprés, el laurel, el olmo y otros muchos árbores de gran consideración, de que la Escritura hace mención, que en aquel tiempo y en aquellos campos se cortaban para el templo de Salamón8.

 

            Ahora adviertan por charidad los misterios que aquí nos descubre el Spíritu Sancto. Lo primero, digo que, entre los demás árbores, el manzano lleva fructa que no tiene cáscara ni güeso, y apenas se hallará árbor de su manera ni con las propiedades que yo ahora diré, porque las demás fructas o tienen cáscara, como la avellana, castaña, nuez y otras muchas, o tienen güeso, como el dátil, la aceituna, la ciruela, durazno y melocotón, de suerte que, cuando comemos estas fructas, parte comemos y parte dejamos. Pero en la manzana no, porque toda es de comer, nada tiene que arrojar. Que es lo que vamos diciendo de este celestial esposo: que todo es de provecho, dentro y fuera, ni tiene cáscara ni güeso, todo está lleno de suavidad y de misericordia. Diránme: Hermano, el membrillo está ahí, que no tiene tampoco cáscara, güeso. Digo que aun ése tiene corazón, que muchas veces está vano, que son aquellas pepitas que dentro tiene; pero la manzana toda va de una manera, lo de dentro y lo de fuera. Y más: que el membrillo tiene su fructa tardía, por otubre, y el manzano la primera, para nos dar a entender que el primero que florece y lleva fructa que toda sea de provecho es Dios en tu conversión y aprovechamiento, de suerte que por mucho que tú madrugues ya Dios ha madrugado más a te llamar y dispertar. El membrillo lleva fructa para comer y buenas varas para castigar; pero Dios es muy bueno para perdonar: Multus ad ignoscendum9, pero no tiene buenas varas para castigar, porque castiga de mala gana.

 

            Tiene otra propiedad el manzano: que es un árbor muy bajito, todos alcanzan a coger fructa de él, de suerte [219v] que no ha menester


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horquillas ni escaleras para lo desfructar. No es nuestro Dios como los otros hombres: enpinados, intratables, que para darles un alcance es necesario, como dicen, Dios y ayuda. Chicos y grandes cogen fructa de este árbor. Un tullido paralítico tendido en un carretón, de 38 años de enfermedad, que ni se puede tener en los pies, ni puede levantar las manos y, tiniendo tan poca ayuda de su parte, y aun de la ajena, pues no tenía hombre que lo ayudase o por él hablase, el árbor Cristo baja sus ramas y las llega a la bajeza de este hombre10, y aun a las de un ladrón11 y Madalena12, para que cojan fructa.

 

            5.         Dice más la esposa: que su esposo, entre los hombres, es como el manzano entre los árbores silvestres, dándonos a entender cómo, en comparación de Cristo, los hombres más cargados de riquezas son árbores silvestres sin fructo y sin provecho. Sólo Dios es el que tiene fructa y fructo dignosj de que por ellos se nos perdonen nuestros peccados y se nos dé el cielo.

 

            Concluye la esposa diciendo que debajo de este árbor que su alma habíe deseado se sentó, que fue decir que nada tenía que desechar, ni aun la sombra; que no es como el nogal o la higuera: que si tienen buen fructo, tienen sombra enferma. Pero todo es de tanto provecho en Dios que, siendo en los demás árbores la sombra de menos consideración, en este árbor divino es de tanta que en ella se sienta la esposa, en ella descansa, se huelga y se recrea.

 

            6.         Aquí, en este lugar, noto otro misterio: y es que la esposa no trató de la fructa de este manzano, ni de su gusto y suavidad, hasta que dijo que se habíe sentado a su sombra. Y así dice: Sub umbra illius quem desideraveram sedi, et fructus eius dulcis guturi meo13. Que fue decirnos que el que quisiere gustar de este vino, de esta celestial y divina fructa, que se ha de sentar, que ha de estar de reposo y de asiento. [220r] Que por eso les supo tan bien el pan de cebada que los convidados de Cristo comieron en el desierto: porque se sentaron, que así lo mandó el mismo Cristo: Facite homines discumbere14. Y fue tal el sabor que tuvo aquel pan, más de bestias que de hombres, y más de ángeles que de hombres, por haber estado en las manos de Cristo, que después de lo haber comido les sabía a Dios y a Dios les dejó en los labios. Y las migajas que les quedaron en la boca les hacía dar voces y llamar a Cristo gran propheta y tenerlo por rey, porque tal plato y tal sabor de manjar sólo en las mesas de los grandes reyes se podía hallar15. Y todo esto digo que provino de tomar el manjar con reposo, con afición.

 

            ¡Ay, hombres que de paso y de corrida vais por los misterios de Dios! No sé a quién os comparar, sino a las aves que por tener cortos pies y pequeñas zancas no se atreven a ponerse y descansar en el suelo, porque si una vez se sientan no se atreven a se levantar, y así toman


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su mantenimiento en el aire y al vuelo. De esta manera juzgo los del mundo: que, por faltarles los afectos y afición, no se atreven ni quieren sentarse en Dios, que es la misma firmeza y descanso16. Sólo al vuelo oyen una missa, rezan un rosario. ¿Qué gusto has de tomar, hombre cristiano, que, puesto en pie al resistero del sol de tus concupicienciask, pruebas la oración? ¿Qué has de hacer, sino lo que hace el que toma una cosa para sólo probarla: que, en tomándola en la boca, la arroja y echa? ¡Oh, qué rosario tan arrojado el que tomas y rezas paseándote por la calle, la missa que oyes parlando! Siéntate, alma cristiana, sosiégate, reposa, espera un poco; que si pruebas esa fructa despacio, te será dulce y sabrosa: Dulcis guturi meo17.

 

            7.         Ahora notol otro misterio: que dice que la fructa que tomó a esta sombra que le era dulce a su garganta. Pues pregunto yo: el gusto ¿no está en el paladar? ¿Cómo dice que lo tomó con la garganta [220v] o tragadero, que eso quiere decir gutur? Digo que aquí nos dio otro desengaño y nos descubrió otra excelencia y grandeza de esta fructa. Ahora notad de aquel libro o volumen que comió Eczequiel (Ecze. 3,3m), de quien dice que en la boca le fue dulce, no pudiendo dejar de ser en el vientre y a la digestión amargo, por ir scrito con [gemidos] y lleno de lamentaciones y ayes18. El que comió san Juan en el Apocalipsi, capítulo 10,9, súpole bien otro libro que le mandaron comern y fuele dulce en la boca, pero en el punto que entró allá dentro, enpezóle a amargar. Pues no es de esa manera la fructa que da mi esposo: suave y dulce es en la boca y en el vientre, porque la garganta, que es medio entre el gusto que puede dar en los labios y en lo amargo que puede ser en el estómago, me era dulce; y si en alguna parte hubiera de amargar, allí se echará de ver.

 

            ¡Oh Cristo mío! Si tales propiedades tienen tus pechos, tu fructa, y es de tanto gusto y provecho y tantos bienes train consigo, ¿qué mucho que el alma sancta que a ti se llega asga y aferre en ti de suerte que no te deje, ni un instante se aparte; y si a esto fuerza hicieren, en ti se quede aferrado el corazón, asidos los labios, cercados los brazos y aferrado con los afectos, que son pies del alma?

 

            8.         ¡Ay, hombres y padres spirituales, los que regís y gobernáis las almas! Mirad lo que hacéis cuando tratáis con alguna que haya enpezado a gustar de Dios; idos a la mano en el desasirla, en el llamarla y dispertarla, en le enderezar o, por mejor decir, torcer sus caminos. Sean en estas ocasiones los consejos muy considerados, mirados, advertidos y enderezados a mayor bien suyo, gloria de Dios y provecho de las almas. Pido una y mill veces que se advierta que está sentada a la sombra de un árbor a cuya fructa alcanza con la boca y con las manos, cuya sombra la recrea, cuyo lugar la reposa y descansa. Considérese que


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toma el pecho, y pecho que tiene leche de la condición del vino, que allí la fortifica para hacer piernas contra quien la quiere desasir, y vino que la enbriaga y saca fuera de sí. No se repare en lo que por de fuera hablare y dijere, que si para los hombres parecieren disparates, para Dios son razones concertadas, porque habla la lengua de la abundancia que el corazón tiene de este vinoo celestial. Antes le pidamos que sea buena tercera, para que Dios nos dé entrada a estas divinas bodegas y parte de su gracia, por quien se da la gloria.

[221r]  Jhs. Mªa




a  Capítulo-puncto al marg.



b ms. pececillos



1 Cant 1,1.



c  sigue tiras tach.



2 Sal 80,11: "Dilata os tuum, et implebo illud".



d sigue ho tach.



e  sigue ad te tach.



3 Sal 41,3.



4 Sal 41,2.



f  sobre lín.



5 Sal 33,9: "Gustate, et videte quoniam suavis est Dominus".



g  sigue tiene tach.



h  sigue me tach.



i   sigue te tach.



6 Cant 5,16.



7 Cant 2,3.



8 Cf. 1 Crón 22,4; 2 Crón 2,7-8.15.



9 Is 55,7: "Et ad Deum nostrum, quoniam multus est ad ignoscendum".



10           Cf. Jn 5,5-8.



11           Cf. Lc 23,40-43.



12           Cf. Lc 7,36-50.



j  ms. dinos



13           Cant 2,3.



14           Jn 6,10.



15           Cf. Jn 6,14-15.



16           Cf. Sal 23,2; 34,19.



k sigue pruevas tach.



17           Cant 2,3.



l   ms. notro



m Ecze. 3,3 al marg.



18           Cf. Ez 2,10.10.



n  que le mandaron comer sobre lín.



o sigue y amor que causa tach.



a  al marg. Qno. 12






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