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San Juan Bautista de la Concepción Obras I - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
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CAPITULO 18 - Cómo por ser Dios quien es debe el alma buscarlo para se unir con él. Cuánto gusta Dios de ello, y cómo el justo ahí unido cobra las susa propiedades. Y cuán dificultosa cosa sea desasir y deshacer esta junta de Dios y el alma que de veras le ama
1. Todos los que tratan de metales dicen que el oro es tan amigo de todos, y todos de él, que de suerte ninguna lo dejan solo, sino que lo buscan y, dondequiera que lo hallan, lo abrazan, se unen y juntan con él de suerte que para desavenirlos y apartarlos es necesario fuego y mill tormentos. Esta verdad la experiencia la muestra, de suerte que no será necesario muchas probaciones, pues dondequiera que se halla oro y otros metales es negocio de milagro hallarlo solo, si no es donde no lo hay, que entonces, y en otras muchas ocasiones, se descubren y hallan otros metales de por sí; pero el oro raríssimas veces. Y según he leído1, en algunos ríos en las Indias se hallan algunos granos de oro sueltos y de por sí, porque allí el agua sirve de estorbo e inpide para que el solb y el calor y fuego, que es la liga y el casamentero, no pueda hacer esta junta. Y aunque es verdad que entre todos los metales se halla esta afición y conformidad entre ellos y el oro, particularmente entre el oroc y el azogue, que parece aquella viveza que tiene se la dio la naturaleza que sirviese de pies para lo ir a buscar; y mientras no lo halla, siempre trai aquella inquietud y desasosiego consigo; y una vez incorporado, lo pierde y adquiere la firmeza y estabilidad del propio oro. Y cuando de allí lo sacan y apartan dándole fuego, es cosa notable que sale hecho humo hasta que, topando en alguna cosa, se vuelve a su ser inquieto. Que parece este metal tiene juicio y entendimiento: lo uno, para ennoblecerse en conpañíad del oro; lo 2º, para buscarlo; lo tercero, para incorporarse con él, que quien ve el oro mezclado no dirá que es oro, sino azogue, porque pierde el color del oro y toma el del azogue; [223v] lo cuarto, para salir de mala gana, pues a puro fuego y humanarices lo han de sacar fuera; lo 5º, que sale de tan mala gana que parece quiere más dejar de ser que no estar sin tal compañía; y así sale hecho humo, que eso es salir deshecho. Y si la cosa en que topa aquel humo no lo juntase y le diese casa y asiento, como quien lo consuela, se iría por esos aires deshecho y desperdiciado. Como lo vemos en las buenas casadas: que están tan juntas, pegadas y trabadas con sus buenos maridos, según Cristo manda2, que sola la muerte los puede desasir; y entonces ellas, viendo lo mucho que han perdido, se deshacen en lágrimas de suerte que, si no hubiese quien las consolase, acabarían y se desharían.
2. Dos cosas vamos probando en estos capítulos: [lo primero], la junta, trabazón, unión, transformación y conformidad que un justo tiene con Diose; lo segundo, el sentimiento que este tal justo tiene cuando de ahí lo apartan. Y entramas a dos cosas parece quedanf, en lo que la naturaleza nos puede poner exemplo, medianamente descubiertas en el que ahora hemos puesto.
La Escritura llama y compara una y muchas veces a Dios al oro fino. Y particularmente la esposa en los Cantares, donde, en el capítulo 5ºg, dice que la cabeza de su esposo era oro fino3. La cabeza de Cristo dice san Pablo que es la divinidad4. Las razones por qué la esposah hizo comparación entre Dios y el oro son muchas: es entre los metales el más subido, el de mayor pesoi, asiento y estabilidad, el que menos desdice, se deshace y apoca con el tiempo; y entre los demás metales, el más tratable, pues vemos que con pocas martilladas lo dilatan y adelgazan de suerte que no hay hojarasca o hardalita de cebolla que tanto se adelgace, pues vemos que, con ser metal que tanto vale, dan un pan de oro por tres maravedís. Y demás de estas propiedades, tiene [224r] la que arriba hemos dicho de ser amigo de los demás, gustar que todos se le junten y a todos hacer compañía, como quien no se halla solo y gusta de honrar y favorecer a los que poco valen.
¿Quién no echa de ver que estas propiedades sólo a Dios con infinita perfección le cuadran, siendo una misma cosa con su ser infinito? Lo primero, si el oro es sobre todos los metales, de Dios dice Davidj: Tu es, Deus, super omnes deos5; Dios sobre todos los que llaman dioses. Y en otro lugar: Tu es, Deus, super omnes gentes6. Y en otro dice: Non est qui similis est tibi7; que no tiene otro semejante. Y si el oro, entre los metales, tiene más asiento y estabilidad, Dios de sí propio dice: Ego Deus, et non mutor8. No se muda Dios; donde estaba ahora ha infinitos años, ahí se está ahora. Y si el tiempo no gasta ni consume el oro, de Dios dice David que mille anni ante oculos tuosk tamquam dies esterna, quae preteriit9; no le hacen a Dios más mill años que el día que pasó ayer. Y si el día de ayer pasado ya es nada, nada es para Dios cuantos siglos pueden pasar.
El oro decimos que es tratable. ¿Quién puede hacer ventaja a nuestro gran Dios, pues se deja tratar de los peccadores, de scribas y phariseos, y aun de una pobrecita mujer de cántaro?10. El se dilata tanto que llega a alcanzar su misericordia a los mayores peccadores que se puedan imaginar, los cuales por el peccado se apartaron y alejaron sin cuenta ni medida del propio Dios. ¡Oh, bondad inmensa! Que siendo un Dios de tanto precio y valor, te das y communicas tan de balde que no hay tres maravedís de tan poco precio como lo que tú pides para te dar y entregar a las criaturas, pues de balde te pregonas y te ofreces: Venite et emite absque argento11; venid y comprad, que se os da por lo que quisiéredes. Y si se os hace caro el buscarlom, éln se estiende como el oro y se dilata para que lo halle aun quien no lo busca, como él propio dice por Esaías: Inventus sum a non querentibus me12. Y por Jeremías dice: Invenerunt qui non quesierunt me, et dicxi: Ecce ego, ecce ego13; [224v] los que no me buscaban me hallaron, y para que, si acaso no me conocían, supiesen que yo era, cuando los topaba decía: Yo soy, yo soy14. Como se vido cumplido en la gentilidad, que era un pueblo tan apartado que de él no se acordaba, y a allá alargó y estendió sus términos y envióo apóstolos y discípulos que les predicasen y descubriesen que él erap el que tantas misericordias les communicabaq15.
3. Veamos ahora la última propiedad del oro, que es la que hace a nuestro propósito y descubre lo que Dios ama al hombre y el hombre se une con Dios y siente desasirse de tal compañía. Lo primero, así como el oro da entrada a todos los metales, junta y quiere pegarse con ellos, ¿qué semejanza ni cosa puede haber que me descubra el amor que Dios tiene a los hombres, la acogida que todos hallan en Su Majestad? ¿Quién hay tan insolente que diga que haya despedido al que de veras lo quiere y busca, aunque sea el metal más vil y bajo y el hombre más peccador que se puede imaginar, quien a sí pega y junta un Mateo cambiador16, un Pablo perseguidor17 y un ahorcado r ladrón18?
¿Qué hay que poder decir en esta materia del que a todos llama y a todos convida y todos quiere que sean salvos? Venite ad me omnes, qui laboratis, et onerati estis19. De quien dice san Pablo: Qui vult omnes homines salvos fieri20. ¡Oh, bendita sea tal misericordia! Que no aguardas tú a que los hombres te busquen, como los metales el oro, sino que tú sin ellos te hallas solo y, estando entre tus ángeles, dices que estás en el desierto, porque no está allá el hombre, y sales en su seguimiento y a buscarlo y te pones en ocasión para que él se junte contigo. Y así como el oro a los otros metales les comunica [225r] su ser, su valor, su estima, su estabilidad, perpetuidad, de esa misma manera, al hombre que a ti, Dios mío, se une y junta, le das tú un ser de inestimable valor y una firmeza tan grande como dice Davids, cuando te traía a su lado: Quoniam a dextris est michi ne commovear21. Y en otro lugar dice que el que contigo estuviere in eternum non commovebitur22; que será firme y estable semper, id est, in eternum. Communícasles tanbién, Dios mío, la blandura, suavidad y dilatación con que desean a todos communicarse. Y como si ellos fueran oro y dioses verdaderos, así se andan dando, entregando y pegando a todos los hombres, para a todos ganarlos.
4. ¿Quién podrá decir del amor y entrañas de un Pablo cuando todo, todo su cuidado lo pone en la conversión de las almas? Como él propio dice ad Colosenses 2, nº 1: Volo vos scire qualem sollicitudinem habeam pro vobis; bien querría que supiésedes los cuidados que por vosotros he puesto. Y en la primera adt Tesalonicenses, capítulo 2, nº 2, dice de los trabajos que le ha costado el entrarles a predicar el Evangelio23. Fuera nunca acabar querer traer los lugaresu en que trata el divino Pablo de la solicitud, cuidado, amor y charidad con que buscaba a sus hermanos, sin ponérsele delante que esa dilatación habíe de ser a puras martilladas, como hacen al oro para estenderlo, y que en él habíen de ser estos golpes cárceles, prisiones, cadenas, azotes, peligros, tormentas. Todo lo lleva bien a trueco de estenderse y communicarse, según el Evangelio de Cristo, a todos los hombres24. Pues si le preguntamos con qué virtud y poder hace eso, pues él de suyo es un hombre y ha sido peccador, como él confiesa25, responderá que en la virtud de Cristo: Secundum virtutem Dei quae operatur in nobis (ad Efesios 3, nº 20); y en otros millares de lugares lo repite26. Porque viendo tales obras no se asombren, pareciéndoles que los hombres no eran poderosos para ellas, quita el glorioso sancto esta sospecha y responde a esta dificultad que todo lo pueden en Dios, que los conforta, y de la junta que tiene aquel metal bajo con el oro fino, que es Dios. Y si Cristo, como oro fino, no recusa la junta, [225v] antes gusta de poner tantas partes de su cuerpo abiertas y el corazón descubierto para que la bajeza del hombre se asga a esos clavos y agujeros, como la hiedra del árbor grande, san Pablo, a su imitación, trai la boca abierta, como él scribe a los Corintios, diciendo: O Corintii, os meum patet ad vos27, para que por allí se entren en sus entrañas y se asgan a las palabras de Cristo que por allí se derraman. Y todo eso lo pueden en Cristov, cuya virtud se les communica.
5. Decimos más: que los otros metales no se hallan sin esta junta del oro, particularmente el azogue, a quien decimos aquel bullir y inquietud le sirve de pies para lo buscar yw brazos para lo asir. ¿Quién, Dios mío, podrá decir el deseo del hombre a quien tú has dado luz y conocimiento de tu grandeza, y particularmentex del justo que ya te conoce, ya te gustó? ¿Qué azogue hay tan inquieto como el alma sancta que así te desea, como dice el sancto Esaías: Anima mea desideravit te in nocte28; mi alma, Dios mío, te deseó en la noche? Pues, sancto propheta, ¿y de día, no le deseáis? Claro se está eso, pues lo deseo de noche. Cuando había de tener un poco de reposo, sosiego y quietud, entonces estoy más inquieto. Y pudiera ser que, si dijera que lo deseaba de día, entendiera alguno que guardaba la noche para descansar. Pues para que sepan que mi descanso es desearlo, por eso digo que dey noche me ocupo en eso, porque soy como el azogue. Y a quien Dios toca lo deja enazogado: que no para ni descansa hasta que se encuentra con quien desea, de suerte que no hay pies tan ligeros de los ligeros ciervos como los que tiene un justo para buscar a Dios.
Pregúntenselo a David, que dice: Sicut desiderat cervus ad fontes aquarum, ita desiderat anima mea ad te, Deus29. El ciervo herido ¡qué inquieto, qué ligero, hasta que topa el agua! Allí para y ahí descansa el justo que con tanta ligereza, inquietud y cuidado buscaba a Dios. Pregúntenselo a la esposa, a quien no detiene la cama, la casa y el recogimiento, lasz guardas, ni dejar su manto en sus manos; de paso va hasta hallar al que su alma desea [226r] y, en hallándolo, a su sombra se sienta a descansar30. Porque, así como el azogue no tiene más que buscar que el oro, así un alma no tiene más que procurar en hallando a Dios. En topándole es como el azogue: que se junta, pega y ase de tal manera que, siendo Dios el que en el justo obra, se tapa y encubre de manera que, así como el oro parece azogue todo junto, de esa misma suerte parece hombre el que obra, siendo Dios y la virtud de Dios en el hombre.
Llegaos a desasir a este justo de esta compañía y junta y veréis será necesario fuegos, tormentos, obediencias, sermones, persuasiones, para desasirlo y desunirlo de estos gustos y contentos que un alma tiene con Dios. Y si, siendo la obediencia tan fuerte como el fuego para apartar el azogue del oro, alguna vez apartan al justo de Dios en este sentido que vamos hablando, quiere más salir deshecho y hecho humo que apartarse de allí, según lo vemos deshacerse en lágrimas y sollozos.
6. De donde entenderemos la causa por qué, escondiéndoseles Dios a los justos, más se humillan y, mientras más se les esconde y torna, ellos más se anichilan y deshacen. Porque, como no consideran su ser sin el ser de Dios y en tanto les parece que son algo en cuanto están juntos y pegados con este gran Dios, cuando se consideran de ahí apartados o que Dios se les escondió, les parece que todos ellos se volvieron humo y se deshicieron de lo que deantes eran. Y quedaron tan nada que no saben qué nombre ponerse: si mínimo entre los mínimos y humildes apóstolos, como san Pablo, cuando decía y se llamaba minimus apostolorum31; o como un Francisco, que con tantas veras buscaba nombres que lo deshiciesen y apocasen; y como un san Francisco de Paula y otros millares de sanctos. Y los que hoy vemos y tratamos tienen por condición esconderse y meterse en los rincones desechados, como si fueran basura. Todo lo cual les nace de los marros y absencias que Dios finge y disimula que hace con ellos, quedando ellos como decimos queda el azogue cuando del oro lo aparta el fuego: [226v] que sale en humo.
7. Decimos más: que los plateros y los que afinan metales, cuando sacan el azogue del oro, para que no se pierda, ponen en qué pare, tope y se pegue aquel humo, donde se vuelve lo que antes era, que es su propia materia. De esa misma suerte, el justo apartado de este trato y conversación que tiene con Dios, con quien tan íntimamente estaba trabado, ha menester varones spirituales, gente que sepa y entienda, que los consuele, entretenga, anime y aliente y torne como a juntar y a pegar, porque, según salen deshechos y sentidos, no seríe mucho perder la vida. Habiéndose con ellos como decíamos arriba que se han los buenos vecinos y parientes con las mujeres que, perdiendoa sus maridos, se hacen lágrimas y lo sienten tanto que lo llevan por el cabo, quiriendo acabar con la vida, pues ya les falta su consuelo. Estas tales personas consuelan con palabras, con razones eficaces; ayudan, si es menester, con su hacienda y presencia.
8. Bien veo yo que al sentimiento que el justo hace de la presencia de Dios absente nada en este mundo puede enllenar, aunque todas las criaturas se junten, los ángeles y los hombres. Como bien lo mostró el pueblo de Dios marchando por el desierto: que quiriéndolos Dios dejar y darles un ángel que se fuese con ellos, dice el sagrado testo que lloró todo el pueblo por el trueco que se hacía tan desigual, de suerte que, castigándolos Dios con tantos castigos y aflicciones como en el desierto les enviaba, más querían a Dios (como dicen acá) con sus tachas buenas y malas, si así se pudieran llamar sus enojos y castigos, que a todos cuantos ángeles habíe en el cielo, pues lo muestran como pueden: derramando grande cantidad de lágrimas32.
Pues digo que, aunque es verdad que la falta que hace la presencia de Dios en un justo no la pueden tapar ni disimular cuantas criaturas hay en la tierra ni en el cielo, con todo eso, no faltándoles a estos tales [227r] justos el mismo Dios por gracia (que es tenerlo, pero tenerlo escondido y habérseles absentado según el trato antiguo), son de mucha consideración los padres spirituales, las sanctas y buenas razones que les dicen, las palabras de consuelo y ratos sanctos de entretenimiento que con ellos tienen. Ahí paran los justos que a ellos vienen deshechos, ahí se alivian y confortan.
Paréceme son estos tales siervos de Dios como el agua-lluvia: que cuando está en el ñublado, está hecha un poco de vapor liviano, sutil y delgado y, cuando la nube la despide, cai desmenuzada, esparcida, hecha pequeñitas gotas, hasta que llega a la tierra. Ahí, aunque no en tan buen lugar ni con tan buenas propiedades, se junta una con otra, y en charcos, lagunas y ríos seb procura conservar.
El justo, cuando está con Dios, está subido, levantado, sutilizado, adelgazado, comoc las nubes, que así los llaman los prophetas, particularmente el propheta Esaías, cuando dice de ellos: Qui sunt isti, qui ut nubes volitant super nos?33 Pero cuando de ahí los despiden y apartan, porque así conviene, Dios lo manda o la obediencia lo ordena para ocuparlos en otra cosa, salen como las gotas del agua-lluvia: deshechos, desperdiciados, vertidos y vueltos en menudas gotas, hasta que topan con algún varón sancto o persona spiritual con quien se consuelan, se entretienen, juntan y procuran conservar. Que aunque no con las calidades y propiedades antiguas que tenían en el lugar alto donde eran nubes, en tierra siquiera es bien juntarse esta agua en charcos, y este justo en sus pensamientos, para que perezca y acabe.
9. Concluyamos este capítulo con resumirlo en dos palabras. Que si el justo con Dios está tan hecho y fuera de allí tan deshecho, que los padres spirituales y la obediencia procure, siempre que hubiere de ser ocasión para apartar a un justo de su trato antiguo con Dios, mirarlo, meditarlo, consultar y no arrojarse, [227v] como yo muchas veces veo, a diestro y a siniestro, no más de porque al prelado se le antoja mortificar a su súbdito y probarlo, hacerle torcer el camino y que se aparte y deje sus ordinarios consuelos y ayudas de costa que en su oración y recogimiento tenía, enpleándolos y ocupándolos en obras y cosas exteriores en que van reventando y dando de ojos.
Una cosa quiero decir a los prelados que así, con esta facilidad, prueban a los súbditos. Y es que la Scritura Sagrada dice que Dios prueba a los justos como se prueba el oro en el crisol y en el fuego34. Luego, para haber de probar un prelado a un súbdito, ha de ser el prelado crisol y fuego, ha de tener una ardiente charidad y una sciencia divina y serd un crisol que por todas partes sea tan sancto, tan docto, que en él el justo pueda ser mirado y probado, porque, si esto le falta, su prueba antes dañará que aprovecharáe.
Acuérdense los que leyeren este capítulo que dijimos al principio de él que el orof tan solamente se hallaba solo y sin mezcla en algunos arroyos y ríos en las Indias, porque el agua allí no daba lugar a que el sol, el fuego y calor hicieseng su operación en juntar y avenir el oro con los demás metales. Luego, según esto, el sol, el fuego y el calor los junta y aviene, y el agua los estorba e inpide. Según esto, si el intento del prelado es que el súbdito sea más sancto, más justo, y esté más unido y conforme conh Dios, ha de ser este tal prelado un sol, un fuego y calor encendido, porque si su vida es fría, tibia, floja y es como el agua, las pruebas que hiciere sólo servirán de apartar, dividir y desviar de Dios a sus súbditos y que, así como el oro se halla solo, se quede Dios solo, sin el trato que tenía con los justos, con quien tenía sus gustos y entretenimientos. Y ahí nos los dé Dios, por quien Su Majestad es. Amén. [228r]
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a sobre lín. 1 Alude en el manuscrito a J. DE ACOSTA, S.I., Historia natural y moral de las Indias (una edición reciente en Madrid 1954, BAE 73). b sigue que es tach. c al marg. en el libro de las Indias del padre Acosta lo leerás d corr. de conbañía 2 Cf. Mt 5,32; 19,3-9. e sigue de suerte que no ay metal ni tach. f sigue su tach. g de 2m. 3 Cant 5,11. 4 Cf. Ef 1,21-23. h sigue compara el oro tach. i sigue y tach. j al marg. vide 5 Sal 94,3: "Quoniam Deus magnus Dominus, et rex magnus super omnes deos". 6 Sal 112,4: "Excelsus super omnes gentes Dominus". 7 Sal 39,6. 8 Mal 3,6. k sigue q tach. 9 Sal 89,4. l ms. mi 10 Cf. Mt 9,10-11; Jn 4,5-28. 11 Is 55,1. m sigue es tach. n sobre lín. 12 Rom 10,20: "Isaias autem audet, et dicit: Inventus sum a non quaerentibus me"; cf. Is 65,1. 13 Is 65,1. 14 Cf. Jn 18,4-8. o corr. de enviaste p el era corr. de tú eras q corr. de communicabas 15 Cf. Mt 28,19-20. 16 Cf. Mt 9,9-13. 17 Cf. He 9,1-30; Gál 1,11-24. r corr. de ahorgado 18 Cf. Lc 23,40-43. 19 Mt 11,28. 20 1 Tim 1,4. s al marg. vide 21 Sal 15,8. 22 Prov 10,30. t sigue co tach. 23 "... loqui ad vos Evangelium Dei in multa sollicitudine". u ms. lugar 24 Cf. 2 Cor 4,8-10; 6,11; etc. 25 Cf. 1 Cor 15,9; 1 Tim 1,13. 26 Cf. 2 Cor 14,4; Ef 1,19; Col 1,29. 27 2 Cor 6,11. v sigue que se tach. w sigue p tach. x corr. de partigucularmente 28 Is 26,9. y corr. de dee 29 Sal 41,2. z corr. de elas 30 Cf. Cant 5,2-7. 31 1 Cor 15,9. a corr. de pierdiendo 32 Cf. Ex 23,24-33; Jue 2,1-5. b sigue torna tach. c al marg. vide 33 Is 60,8: "Qui sunt isti qui ut nubes volant?". 34 Cf. Prov 17,3. d sobre lín. e corr. de aprovechaba f sigue sólo se tach. g ms. hiciese h sigue el sub tach. |
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