Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText
San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

IntraText CT - Texto

  • ALGUNAS PENAS DEL JUSTO EN EL CAMINO DE LA PERFECCION
      • CAPITULO 21 - En el cual se aplica lo dicho en el capítulo [pasado] al propósito y materia que se va tratando
Anterior - Siguiente

Pulse aquí para activar los vínculos a las concordancias

- 895 -


CAPITULO 21 - En el cual se aplica lo dicho en el capítulo [pasado] al propósitoa y materia que se va tratando

 

            1.         No deseo hacer grandes digresiones del intento principal que llevo, porque no se pierda la atención, y así a nadie se le haga pesado, en medio de otros particulares intentos, tornarme [233v] al principal, refrescando la memoria con una breve aplicación. Y así ahora digo que de lo que hasta aquí hemos dicho, en este capítulo pasado, se colige muy claro nuestro principal intento, que es la grande unión y atadura que un alma tiene con Dios cuando, en el sentido que decimos, se junta con Su Majestad, pues conviniéndole y deseando apartarse por algún rato, en el sentido dicho, ella no puede. Y así se lo ruega a su esposo lo haga Su Majestad y suspenda por algún rato tan grande exceso de gusto que un alma en la tal junta tiene1.

 

            Según esto, los grillos y cadenas que allí tienen a un alma detenida, no son grillos que los puede la propia alma desremachar ni quitar, siendo la llave el gusto y afición ya enajenado y entregado a otro dueño. No digo yo que un alma no pueda peccar llegando allí, que sí puede y libre se está mientras no está confirmada en gracia. Y yo no trato aquí de este apartamiento, en el cual tanbién pudiera decir que, para que un alma viniera de ese estado a ofender a Dios, tanbién era necesario grande desamparo de Dios, viniéndolo así a merecer sus peccados. Aquí no tratamos sino de la poca libertad que un alma tiene para dejar y apartarse de cosas de tanto gusto, lo cual nos lo significa en estas palabras de los Cantares: cuando, no pudiéndose ella desasir ni contentarse de un tan grande y summo bien, le pide a su esposo que la desasga y él se aparte un poco, volviéndole el rostro hacia ella de en


- 896 -


cuando en cuando2, según hemos dicho en el capítulo pasado. Lo propio nos dio a entender Marta cuando dijo a Cristo que mandase a su hermana María se levantase y la ayudase3. La cual no lo pidió a su hermana, porque bien sabía que un alma allí puesta a aquellos sanctos pies y gustando de tales palabras, no es tan libre que se ha de levantar cada y cuando se lo dijeren, sino que es necesario que Dios se lo mande, haga fuerza, suelte, desligue, aparte y abra el calnado4 y quite los grillos en que prendió [234r] y asió los afectos de un alma.

 

            Este celestial y divino amor es como el alcalde del aldea: que prende y no suelta. Y así es necesario que Dios, que es el señor de esta cárcel y juez supremo, dé licencia para que alma que ahí está asida se desenlace por algún rato, para que pueda acudir a las cosas del cuerpo, bien de las almas y obras exteriores, porque de otra manera no es posible.

 

            ¡Oh, amor celestial y divino, qué poco te conocen y saben tu fuerza los que contra ti quierenb que obren en la casa donde te hallas! ¡Oh, si supiesen que donde tú entras te apoderas de la casa donde te hallas! Eres el amo, el dueño y el que avasallas y rindes toda la gente de adentro, sin dar lugar a que nadie tenga la libertad que quisiere, sino la que tú le dieres. ¡Quién pudiera poner exemplo en Cristo, padre, señor y maestro de todos los que de veras aman!

 

            No quiero detenerme en esto. Basta decir que quien lo trujo arrastrado por los pueblos y casas de los pecadores fue el [amor]5; quien lo arrastró por el suelo, debajo de los pies de los discípulos, fue el amor6; quien lo enclavó de pies y manos y lo coronó de spinas, fue el amor7.

 

            2.         Esta propia condición tiene en los justos: que, presos y captivos, hace de ellos alarde y extraordinarias reseñas, como se vido en la Madalena y en otros muchos sanctos. La cual, por las calles buscando a Cristo y en casa del fariseo hallándolo, la ató a los pies de Cristo sin dejarla levantar de allí hasta que con lágrimas los regó, con los cabellos los limpió, besándolos8 y reconociéndolos por los pies celestiales y verdaderos que buscaron la oveja perdida9.

 

            ¿Quién no echa de ver que esta sancta allí puesta no estaba de suerte asida y trabada que habíe de ser fuerte cualquier ocasión para apartarla de allí? Que aunque es verdad que el arpón de hierro y la veleta puesta en el tejado está sujeta a los vientos para dar sus vueltas y revueltas, quitada de allí tiene el peso del hierro, que cuanto aire hay en el mundo no será bastante a menearla. ¡Oh Madalena sancta! Cuando el mundo te tenía entronizada, levantada y subida sobre lo alto de sus edificios, ahí enpinada y sujeta estabas al viento y al aire, dando vueltas y revueltas a los dichos y pareceres de quien contigo gustaban de hablar y tratar. Pero Cristo, redentor nuestro, divino arquitecto que


- 897 -


vino a trastejar este mundo, derribóte del lugar que tenías, dio contigoc a sus pies, donde ya estás tan fija, tan inmóvil, que nada será bastante a te quitar el asientod que tienes: ni la honra del mundo, ni el qué dirán las gentes, [234v] ni las murmuraciones del fariseo, ni el ver que tú lloras y celebras obsequias a tu alma perdida, aunque presto resucitada. Si estás debajo de los pies de Cristo, ¿cómo te has de mover, pues eres basa y asiento de pies que, como dice la esposa, son dos columnas de mármor, cuyas basese y asiento es de oro, que son dos cosas pesadíssimas?10

 

            3.         Cuando hacen un edificio perpetuo que ha de durar por siglos, en laf esquina y parte más principal, donde se asientang las primeras piedras, debajo, en la parte que es menos movible, se suelen echar unas monedas que significan el tiempo en que se hizo la obra y, allí escrito, quién la hizo. ¡Oh Cristo sancto, que vienes a hacer el edificio perpetuo y durable de la Iglesia! Al principio de este edificio arrojas a tus pies a la Madalena peccadora, para que se sepa la moneda que corría cuando tú viniste al mundo y levantaste tu casa. Que sepan todos que la moneda que entonces corría era peccados, abominaciones y deshonestidades. Arrojas, pues, ahí, a tus pies, a esa mujer, parte donde nadie lo será para apartarla, porque tus pies son fijos y estables y pesan más que el cielo y la tierra.

 

            ¡Oh cielo sancto! Y cómo ahí veo cumplido lo que vido después san Juan en el Apocalipsi, en el capítulo 1, donde dice que vido al Hijo de Dios con estraña librea y postura. Y una de las cosas particulares que traía era que sus pies los tenía de latón o azófar, que acá llamamos, y puestos en un brasero o horno de fuego11. Pues ¿quiénh ve a Cristo, a cuyos pies está esta bendita sancta, que no juzgue estar aquí cumplido, pues está hecha aquí un brasero y horno encendido de amor? El compararla a ella al horno, y los pies de Cristo al azófar o latón, es que ninguna cosa hay que así tome el fuego como el horno y ese metal. Si buscamos dónde el amor hizo más fuerza, no hallaremos en quién como en Cristo bendito, pues de él dieron testimonio sus pies descalzos, cansados, peregrinando por el mundo y enclavados en una cruz. Y luego hallaremos que en la Madalena hizo este amor de las suyas, pues la hizo un horno y brasero encendido. Así lo dice Cristo: "que le son perdonados muchos peccados, porque amó mucho"12. Y quien tanto ama y en su casa tiene aposentado persona tan poderosa, dése por rendida a ese amor que prende y no suelta hasta que su amo, que es Dios, pues es amor de Dios, suelte [235r] y desate, dé licencia y deje al captivo entender en algunas otras obras exteriores.

 

            4.         Aquí quiero que notemos que todas las cosas, mientras están más pegadas a su centro y lugar donde tienen su principio y origen,


- 898 -


tienen más fuerza y más vigor. Digo, lo segundo, que mientras una cosa es mayor, tiene mayor la esfera de su actividad. Estas dos cosas son fáciles. El fuego es más fuerte en su esfera allá subido que acá abajo. Lo segundo, más quema mientras es mayor. Pues esto consideremos en el amor divino que se halla en el pecho de un justo: que mientras este justo está más llegado a Dios, el amor será mayor; y, siendo mayor, mayor tendrá la esfera de su actividad. Decimos que el officio del amor es prender, ligar, atar, captivar, rendir a los pies de Dios el alma en quien entra. Luego, mientras más llegado estuviere un justo a Dios, más captivo y más preso lo tiene, y menos libre para estas cosas de afuera.

 

            Quiero que notemos otra cosa, para que de veras entendamos lo que el amor de Dios hace con un justo. Porque decimos que el amor tiene ya, según sus grados, señalada su esfera de su actividad, hémoslo comparado al fuego. El fuego tiene la esfera de su actividad en lo alto, de suerte que si alguna vez ha de bajar acá, baja violentado y forzado, de suerte que, considerándolo en las nubes cuando despiden rayos, si uno baja acá abajo, suben veite hacia arriba. Pues digo que, siendo el amor como el fuego, su operación y actividad será hacia aquella parte donde tiene su principal asiento, que es Dios. Y si hubiere de salir y bajar hacia las criaturas, bajará como forzado y violentado. Quiero decir que este amor su principal efecto es recoger un alma adentro, donde Dios está más perfectamente recogido y metido. Y el sacar esta alma acá fuera, aunque sea a obras de charidad, siente en sí haber menester más fuerza para las tales acciones.

 

            5.         De todo lo dicho se colige cuánto ignoran esta materia, este trato y communicación con Dios, los prelados y padres spirituales que quieren a las almas que ya han gustado de Dios y viven dentro captivas de este amor, las quieren en un momento libres y desasidas y sujetas a sus consejos, [235v] yendo por caminos torcidos a este trato puro con Dios, quiriendo que obren con el mismo gusto las cosas exteriores que las interiores y que, siendo el amor que tienen fuego, quieren que baje con la velocidad que sube. Verdad es que, así como hay fuego elementar y puro, hay fuego misto, que es el que está en la leña y en ascuas. Aquél sólo sube; éste, por estar en materia pesada, baja. Así digo que hay amor de Dios tan puro que no se halla si no es caminando pura y desnudamente al mismo Dios; y no acierta a obrari, hacer ni entender en cosa alguna que no sea pensar, contemplar y unir un alma con Dios. Otras veces este amor lo da Dios mezclado en materia gruesa, puniéndose en el pobre y en otras obras de charidadj, en quien, como en reclamo, lleva tras sí al justo y lo enplea en cosas semejantesk.




a  sigue que se va tach.



1 Cf. Cant 8,14.



2 Cf. Cant 8,14.



3 Cf. Lc 10,38-42.



4 = candado.



b ms. quiquieren



5 Cf. Mt 9,10-13 y par.; Lc 19,1-10.



6 Cf. Jn 13,1-11.



7 Cf. Flp 2,6-11.



8 Cf. Lc 7,36-50.



9 Cf. Mt 18,12-14; Lc 15,4-7.



c  ms. contido



d ms. asiente



e  ms. cuyos vasos



10           Cf. Cant 6,15.



f  sigue esqui tach.



g  corr. de asientas



11           Ap 1,9-16.



h  sigue aí tach.



12           Lc 7,47.



i   ms. obra



j  ms. charida



k al marg. divídase capítulo






Anterior - Siguiente

Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText

IntraText® (V89) Copyright 1996-2007 EuloTech SRL