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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • ALGUNAS PENAS DEL JUSTO EN EL CAMINO DE LA PERFECCION
      • CAPITULO 26 - Cómo en muchas ocasiones muy justas los siervos de Dios no deben ser mortificados, por no tener la disposición que se requiere, corporal o spiritual, para acudir a las tales mortificaciones; antes en tal ocasión con ellas les hacen mal e inpiden otros mayores bienes
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CAPITULO 26 - Cómo en muchas ocasiones muy justas los siervos de Dios no deben ser mortificados, por no tener la disposición que se requiere, corporal o spiritual, para acudir a las tales mortificaciones; antes en tal ocasión con ellas les hacen mal e inpiden otros mayores bienes

 

            1.         No es posible guardar orden en estos capítulos acerca de las mortificaciones y trabajos que se le ofrecen a un alma en el camino de la perfección, sino que las cosas se han de decir cuando Dios las diere y la ocasión se ofreciere. Y así no se pondrá por culpa tratar en este libro algunas cosas que parecían pertenecer más para el principio que no para el fin de la materia.

 

            Tratado hemos de los provechos que a un alma le acarrean las mortificaciones y trabajos, séanse interiores, séanse exteriores, vengan por donde vinieren; que, como quiera que sea, ellos ablandan, purifican y linpian un alma. Como fuego la derriten, como con dedos la maznan, como con jabóna la jabonan y, como si fueran postas o caballos, de sí propia la alejan y la entran por la casa de Dios. Son nubes que llueven, sol que alumbra y da luz a los ojos ciegos y dormidos, strellas que la hermosean, y planetas favorables que ordenan las cosas como más nos convienen. Son estos trabajos y mortificaciones arcaduces que sacan agua de lágrimas de lo más abscondido del alma, azadab que cava la haza para que dé buen fructo, podadera que corta lo inperfecto de la vidc para que más crezca y doble la cosecha. Fuera nunca acabar


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querer acabar de traer exemplos y propiedades de cosas a que se comparan. Basta, pues ya hemos dicho harto por ahora, decir que, si aprietan a un alma, la ensanchan; si desconsuelan, alegran; si afligen, entretienen y tienen en sí encerrados millares de bienes.

 

            2.         Pero quiero ahora decir que, cuando los trabajos y mortificaciones se administran por manos de siervos de Dios, que los dan y los preparan cuando quieren, como el médico y boticario la purga, que adviertan que si el spíritu con quien tratan es spíritu quieto, tranquilo, sosegado y que ya ha enpezado a gozar algo de lo que Dios, en lo escondido de su bodega, da al alma [en] que éld entró, que no siempre están estas tales para las [246v] mortificar y trabajar. No porque no tengan ellas obligación siempre de estar aparejadas a sufrirlos y llevarlos con paciencia, sino porque, en lugar de aprovecharle su espíritu, podrían desaprovecharlo y hacerle perder tiempo, y aun podría ser volver atrás.

 

            Esto no se puede declarar si no es con exemplos. Tiene un hombre un vaso de vino en la mano lleno que lo va a beber. Llanoe es que, si le menean la mano o lo alborotan, se le verterá y no beberá cuanto habíe de beber. Almas quietas, que gozan de Dios y beben del vino de su gracia en lo quieto y escondido de su corazón, turbarlas y perturbarlas, aunque las mortificaciones y trabajos sean cuan buenos ellos quisieren, no es buenof.

 

            Digo que hay muchas almas para quien eso no es acertado en muchas ocasiones. Que eso tiene el agua quieta y sosegada: que se enturbia con facilidad y por gran rato no está para beber, si no es que convenga enturbiar el agua de algún pozo para mondarlo, que por el beneficiog que después recibe puede pasar esa poca de molestia de tener el agua turbia por un rato. Y así puede un alma pasar los trabajos que Dios le enviare por el beneficio que con ellos recibe cuando Dios, de los propios trabajos, hace garabatos y calderos con que la limpia de millares de inperfecciones. Pero cuando no hay esa necesidad y el agua está clara y los manantiales limpios, es imperfección alborotar ni enturbiar la piscina.

 

            Diránme: Hermano, si está limpia y pura, la tal alma no se enturbiará. No vale nada esa réplica, porque no siempre son culpas las que enturbian un alma. Que el natural, la complesión, los humores y la flaqueza y pocas fuerzas de la persona en el padecer, suele enturbiarla y perturbarla, sin que en ello haya culpa más de la que tiene el desorden natural de nuestras pasiones o humores. Tanbién hemos de advertir que tenemos estas nuestras almas en vasos de barro1. Y si el suelo es de barro, el barro con poca ocasión se alborota e inquieta; y el polvo sentado con poco aire se levanta.

 

            3.         Digo más: que esta nuestra alma, para sus discursos y meditaciones, aprovéchase mucho de [247r] los sentidos y de la imaginación.


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Toda es gente delicada que con facilidad se arromadiza y se les tapan las vías ordinarias por donde entra el manjar al entendimiento posible.

 

            Del topacio dice una cosa maravillosa Plinio. Y es que, si lo labran o quieren alisar y pulir, lo escurecen y le hacen perder el lustre y resplandor natural que tiene2. ¿Qué más divino símbolo del stado del spíritu que vamos hablando? Porque, en llegando a este estado en que goza con aquella paz, quietud y sosiego de Dios, no hay topacio, piedra preciosa ni esmeralda de tal valor, ni que dé tal resplandor de sí. Pues este espíritu, que ya es más sobrenatural, si quiere el prelado o padre spiritual alisarlo, pulirlo o labrarlo con artificio, con escoda y martillo, es certíssimo, mientras más lo labrare y con sus imprudentes mortificaciones más lo alisare, más lo escurecerá y lo enturbiará para que no dé su fructo y tenga su acostumbrada contemplación.

 

            Los ojos del alma en algo me parecen a los ojos del cuerpo, los cuales nada admiten para guardar y conservar su luz. Un poquito de polvo y una pequeña mota los priva de cosa tan admirable como es la vista, a cuya causa les dio Dios esas fundas que tienen para que de noche y de día los guardasen y defendiesen de cualquier cosa que les pudiese impedir el bien que tenían. De esta misma suerte son los ojos del alma: que son tan claros y resplandecientes que, puestos en su quietud, cualquier cosa los enturbia y escurece, aunque no sea sino una pequeña y liviana mortificación que inquiete aquel reposo interior de que goza allá en lo secreto del corazón. Por eso debiera de decir Cristo que, si nuestro ojo fuere simple, todo nuestro cuerpo será resplandeciente3. Aquí pareceh que llama ojo simple al del entendimiento, con que se contemplan los misterios de Dios, porque no admiten ninguna composición, que todo debe ser simple y llano. Y por eso a los que han de ver a Dios les piden limpieza de corazón4. Y aun a los quei entranj en el cielo les limpian las lágrimas y quitan los trabajos5, porque aunque [247v] es verdad que los trabajos y mortificaciones de suyo son buenos, no para aquel stado en que se goza de Dios en la bienaventuranza. Pues digo que aun en esta vida hay almas que se asemejan grandemente a ésas y, en su modo que pueden, contemplan a Dios. Y es necesario, aun en ese estado, quitarles los impedimentos y cosas que les pueden perturbar ese bien. Y digo que pueden ser trabajos y mortificaciones no acertadas, o indiscretas, o trabajos desordenados.

 

            El agua buena es para que nazca el trigo, y el hielo para que arraigue. Pero si el agua o hielo viniese por san Juan no sería bueno, porque ya por entonces quita vino y no dak pan. Como entonces grana, más ha menester tiempo sereno que otra cosa. De esa misma suerte, mortificaciones y trabajosl que en un tiempo hacen crecer las virtudes,


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tiempo hay, cuando ya esas virtudes granan y reciben su fructo en la contemplación, quem los trabajos y mortificacionesn haríen daño a esta tal alma. Porque, así como el daño del granar el trigo con el agua proviene de que, enllenándose aquellos vasillos de agua, no deja el aumento del grano crecer, de esa misma suerte el alma, cuando en la oración recibe estas creces y aumentos del cielo, si en ella se ponen trabajos o algunas cosas que la perturben, ocúpanla y inpiden lo que en aquella ocasión es más propio suyo, quitándole, como denantes decíamos del topacio, el resplandor que natural tieneo con las nuevas labores que en él quiso hacer el platero usando de buril y martillo.

 

            Parece que se me ofrece ahora la explicación de un verso del psalmo 118 a este propósito, donde parece que usó David de la propiedad que hemos dicho del topacio: Tempus faciendi, Domine; disipaverunt legem tuam. Ideo dilecxi mandata tua super aurum et topazion6; que fue decir: Cuando tú, Señor, gastabas el tiempo en hacer bien a los hombres, ellos se ocupaban en deshacer y desbaratar tu ley, en despreciarla, romperla y desbaratarla. Que eso parece quiere decir aquella palabra: disipaverunt. Por tanto, Señor, yo amé tus preceptos y mandamientos sobre el oro y el topacio; cumplí tu ley y guardé lo que tú me ordenabas sobre el oro y el topacio.

 

            Pues veamos por qué, entre todos los metales, escogió el oro y, entre las perlas y piedras preciosas, el topacio. Digo que, entre los metales, el oro es el más subido; entrep las perlas y piedras [248r] preciosas, el topacio es el que, labrándoleq, amartillándole o alisándole, pierde el resplandor. Y como los malos habíen disipado los preceptos y mandamientos de Dios, los habíen despreciado, desestimado y rompido, los habíen desportillado r de suerte que, como si no fueran más que el oro, sino estiércol, así los echaban por tierra y, como a celestiales topacios, les quitaban su resplandor cons los commentos que les daban, labrándolos y entendiéndolos a su modo. Eso, Señor, hacen los malos, y ése es el pago que te dan cuando tú actualmente les estás haciendo bien. Pero yo, Señor, estimo tu ley más que el oro, póngola en ejecución sin le tocar, como al topacio, sino entendiéndola como suena y esplicándola como las palabras dicen, dejándola en su fuerza y vigor. De esa manera la cumplo.

 

            De donde queda suficientemente probado y entendido que, así como el topacio no quiere ser labrado ni alisado, de esa misma suerte el alma, cuando Dios la ha hecho tan singular merced de haberla hecho un topacio y perla preciosa quet goce y guste de aquella luz sobrenatural y contemplación admirable, no la deben inquietar ni perturbaru conv algún género de prueba o mortificación que le cause algún desasosiego espiritual.


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            No parezca esto imperfección en un alma que está en aquel estado. Que los que de esto poco saben luego piensan que, pues se inquietan con aquella facilidad, que hay poco que fiar de las tales almas y que no deben de tener buen espíritu o que van erradas, por parecerles que Dios da quietud y fortaleza para todo. A los tales quería yo que entendiesen que a Dios le llaman losw sanctos delicadox, y a sus fiestas delicadas: Sabbatum delicatumy7. Y Dios es tan delicado que con cualquier cosita, por pequeña que sea, se ofende; y aun a la fiesta ofendían con unas pocas de serojas que cogían el día del sábado8.

 

            Si un hombre delicado se arromadiza y destempla con un poquito de aire que le da, y el sábado se quebrantaba y ofendía con dar unos pocos de pasos, ¿qué mucho que en aquel estadoz que tiene un alma, según hemos dicho, sea tan delicada que la perturben cosas muy pequeñas? Es muy lindo que está el otro en oración vocal rezando el rosario, o en otra oración ordinaria, y se inquieta y perturba de un gato que hizo un poco de ruido, y no quieren que se perturbe un alma pacífica y quieta que goza de particulares favores de Dios, cuando llega cada uno a tentar y catar con sus pruebas y mortificacionesa.

 

            4.         Ya yo tengo dicho que los trabajos y mortificaciones disponen para la vida perfecta, pero después estoy cierto que la perturban. Que ya sabemos cuando Dios se le mostró a Eliseob a la puerta de la cueva, que se le mostró y vino en un silbo amoroso de una marea delicada. Porque, aunque es verdad que primero habíe pasado un torbellino y ventisca que sacaba las piedras de cuajo y las desencajaba del monte y arrancaba los árbores, non in turbine Deus, no venía allí Dios9. El exemplo está claro en lo que acá vemos cuando llueve: que primero hace vientos y luego, al echarse y sosegarse, viene el agua, según el refrán del labrador que dicec: lloverá, pero primero venteará. Los trabajos sacan el agua y disponen los ñublados; pero, para que el alma [248v] goce de esta quietud interior, es necesario se echen esos vientos y sosieguen esos trabajos.

 

            5.         Otra razón natural hallo yo. Y es que, en esta ocasión y estado que el alma tiene, para nada los tales trabajos le pueden ser de provecho. Lo cual constará de un exemplo natural: los médicos prohíben las sangrías y cualesquier evacuaciones en los enfermos cuando tienen desmayos, crecimientos, sudores, y en otras ocasiones semejantes a éstas. Lo uno, porque la naturaleza tiene harto en que entender en acudir a aquel trabajo que se le ha ofrecido, sin que tenga fuerzas para acudir a dos trabajos juntos; y podría [la] naturaleza salir con victoria de uno, y ser vencida en dos. Lo otro, porque al cuerpo flaco no se le ha de


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dar más de lo que puede llevar, y entonces puede muy poco, cuando padece alguna de estas enfermedades que hemos dicho.

 

            El alma, en el estado que vamos hablando, es certíssimo padece desmayos interiores, como los padecía la esposa cuando decía: Amore langueo10. Y entonces el cuerpo son muy pocas las fuerzas que tiene para resistir o vencer cualquier trabajo que se le ofrezca. Y ésa es ocasión antes de regalar y favorecer que de sangrard. En este estado pedía la esposa flores y manzanas con que la cercasene, antes que trabajos y mortificaciones, diciendo: Fulcite me floribus, quia amore langueo11. En esta ocasión todo sea bonanza, porque el cuerpo desmaya y desfallece en un estado tan levantado como éste.

 

            Yo vi lo que diréf: cierto religioso padecía algunas elevaciones; y, estando enfermo, mandólo sangrar el médico. Y al tiempo de salir la sangre se hubiera quedado muerto, porque, como el cuerpo estaba desmayado y sin fuerzas en aquella ocasión y el alma ocupada en otras cosas, fue favor de Dios que no acabase allí. Donde se echará de ver cuán poca disposición tiene entonces un hombre para que le inquieten, perturben o envíen y inpongan trabajos sobre él.

 

            6.         Muchos hay que, en estos estados que estas tales almas tienen, mortifican porque dicen quieren probar a los tales. No me parece justa cosa que se hagan pruebas con detrimento de los tales varones espirituales, porque, si tienen por buena prueba que los tales no sientan las mortificaciones en la tal ocasión, después de pasada podrían sentirla con algún daño suyo.

 

            Y adviértase que ahora yo hablo de mortificaciones más corporales que espirituales. Pondré un exemplo. Oí decir que el sancto fray Nicolás Fator un día quedóse arrobado en su güerta. Llegó a él un fraile y, quiriendo probar si eran verdaderos arrobos, metióle por un muslo un alfiler muy largo. El sancto no lo sintió; pero volviendo después en sí, el siervo de Dios sintióse herido y vertiendo sangre; y en parte le pudiera dar o herir que lo dejaran cojo12.

 

            Si vos queréis probar un pollino a ver si es de carga y lo veis flaco, no lo probáis entonces, sino lo engordáis y dejáis tomar fuerzas. Lo propio digo yo [249r] en los que mortifican: que, si las mortificaciones son corporales, tanteen primero las fuerzas del cuerpo; si son spirituales y el alma está atenta y ocupada en otra cosa, será bien dejarla, que podría ser con el desabrimiento que siente de que la dispiertan y hacen atender a otras cosas de menos gusto, que responda algunas palabras que, no siendo en ellas culpable, la tengan por atrevida o no tan modesta como debía, juzgandog esto de ella quien de este trato y materia no sabe.




a  corr. de jabonan



b corr.



c  ms. vidad



d sigue adentro tach.



e  corr. de yano



f  no es bueno sobre lín.



g  corr. de feneficio



1 Cf. 2 Cor 4,7.



2 Cf. C. PLINIO SEGUNDO, C., o.c., XXXVII, 32.



3 Cf. Mt 6,22-23; Lc 11,34-35.



h  corr. de compara



4 Cf. Mt 5,8.



i   sigue ya están tach.



j  sobre lín.



5 Cf. Mt 5,11-12; Lc 6,22-23.



k sigue porque tach.



l   sigue en tach.



m sigue q tach.



n  sigue le tach.



o sigue su tach.



6 Sal 118,126-127.



p ms. en



q sigue o tach.



r  ms. desportilado



s  sigue su tach.



t  corr. de goç



u  sigue que en tach.



v  sobre lín.



w corr.



x  al marg. vide un lugar de Esaías



y  sigue (vide locum) sin tach.



7 Is 58,13.



8 Cf. Ex 20,8-11; Deut 5,12-15.



z  sigue sobre lín. que emos dicho tach.



a  con-mortificaciones sobre lín.



b al marg. vide



9 1 Re 19,9-14: "Non in spiritu Dominus" (v.11).



c  sigue venteará p tach.



10           Cant 2,5.



d sigue a cuya raçón tach.



e  sigue que tach.



11           Ibid.



f  sigue so tach.



12           Cf. C. MORENO, Vita e fatti meravigliosi del beato servo di Dio Fr. Pietro Nicolò Fattore, Roma 1590, pp.117ss. (ed. original española, Valencia 1586).



g  corr. de jusgando






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