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San Juan Bautista de la Concepción Obras I - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
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CAPITULO 27 - De muchas diferencias de voces que algunos siervos de Dios suelen dar movidos de la fortaleza del spíritu sobrenatural que tienen. Cuánto se mortifican no pudiéndolas atajar. Cuáles son buenas y cuáles noa
1. Las últimas palabras que en este último capítulo he dicho, me parece dan ocasión para tratar otra dificultad que se ofrece en el camino de la perfección a varones muy justos que ya se alejaron de las cosas de acá abajo y se trasmontaron como a otro mundo y a otra región donde gustan, güelen y gozan muchas cosas extraordinarias.
Suelen varones muy perfectos, alejados de sí propios y de todo lo que es vida ordinaria, dar muchos gritos y voces descompasadas, y aun hacer gestos, visajes, dar saltos y hacer otras cosasb de que cada uno juzga como quiere. Yo sé decir de mí que, si fuese posible, tuviera por mejor que los tales siervos de Dios no tuvieran ni hicieran esos estremos. Pero puesto caso que hay quien lo haga, como yo lo he visto, paréceme cosa muy conveniente tratar de los tales. Y adviértase que no trato de algunas almas que, viéndose apretadas interiormente o de algún gozo sobrenatural sobre sus fuerzas flacas o de alguna mortificación, dan unos grandes suspiros o algunas voces como para desafogar o desaguar el corazón oprimido. Las cuales voces se echa de ver ser muy naturales y que poco o nada es lo que tienen más de lo que tienen las voces que dan ordinarias la gente común. Finalmente, son voces fáciles de juzgar y conocer qué piden o quieren en ellas. Tampoco trato de otras voces, gritos o gestos que pueden dar personas oprimidas del demonio, público o secreto, pues en otroc capítulod [249v] ya yo tengo tratado de los intentos que el demonio puede tener cuando eso hace en alguna persona justa y tenida por sancta, pretendiendo, de secreto, sin tener parte en la misma persona, buscar modos con que desacreditarla y desabonarla. Y esto suele hacer asombrando, atemorizando o perturbando de repente alguna persona. Esto pienso que más debe de ser en los principios de la vida perfecta, como en cierta ocasión yo vi un religioso siervo de Dios que, bajando de tañer a maitines, dio tantos gritos que a todos los que estábamos en aquel convento nos atemorizó, como si fuera indimoniado, no siéndolo, sino que el traidor, invidioso de ver que se aparejaba casa limpia para Dios, quisiera él entrar a ensuciarla y, no pudiendo, por lo menos exteriormente asombra de suerte que haga dar voces ye hacer gestos. No trato de éstos ni de otros en quien, permitiéndolo Dios, este enemigof de las gentes se hubiese apoderado y no se hubiese conocido. Pero, porque muchas veces puede suceder, quierog decir dos palabras siquiera. Quiera Dios darme gracia para que yo acierte.
2. Digo, pues, que muchas veces el demonio, permitiéndolo Dios así, vecxa a algunas personas, unas veces arrimándose, otras apoderándose. Este demonio su intento es estar secreto y no conocido, porque no lo echen de allí. Si a las personas que se arrima o donde está las ve ejercitar obras de piedad, de mortificación, oración y otras que sea fuerza ser muy agradables a Dios, estando las tales personas enteras en su juicio y libertad, penoso el demonio de ver que estando él allí seh hagan aquellas buenas obrasi, quiriendo estorbarlas, por una parte, y, por otra, no ser conocido, a deshora hace dar unos gritos y voces descompasadas, temerosas y asombradizas. Pretendiendo en esto dos cosas: la una, que las personas que le ven ejercitar las tales obras no las tengan porj buenas, sino por sospechosas; lo segundo, porque, dudando el tal siervo de Dios y dificultando si es el demonio el que le hace dar aquellas voces, deje los ejercicios sanctos que hace, como si lo uno y lo otro procediese de un principio tan malo como es el demonio. En tal caso, cuando de veras lo fuese, el que mira de lo bueno debe juzgar bien, y el tal varón perfecto no debe cesar de las tales buenas obras.
3. Diránme: Pues ¿cómo se conocerán ser estas tales voces y gritos del demonio? Paréceme que si estas [250r] voces viésemos que no eran voces naturales y que eran descompasadas y que parecek salían o venían como de más lejos que estaba el que las daba, que asombraban y atemorizaban a quien las oía, paréceme yo juzgaría eran del demonio causadas o que él era -el demonio- ell que las daba, porque Dios, cuando hace alguna merced, no destruye la naturaleza, sino la perficiona. Y si fuera Dios y buen spíritu el que las daba, fueran voces suaves, amorosas, blandas, aunque fueran mayores de lo que naturalmente un hombre puede dar. Que cuando Dios las sacara aquellas voces de su quicio, o la grandeza ym la fuerza del spíritu se las hiciera desencuadernar, fueran voces que edificaran y movieran a quien las oyeran. Así como el aire que pasa por sierras nevadas viene frío, y el que por tierraso calientes viene destemplado, de esa misma suerte aquella voz que es viento y aire o soplo de lo interior, ha de oler y saber a lo que allá dentro hay. Y estando dentro Cristo, olerá a Cristo y no saldrá la tal voz temerosa y asombradiza, sino muy edificativa y amorosa.
En los que ya se conocen y saben ser indimoniados, se ven dar los gritos y voces que yo digo: que parece, aunque los da aquel hombre, salen como de debajo la tierra y, no dejando al hombre con algunos bienes o provechos, lo hace gritar. Lo cual también tengo yo por señal de que es el demonio, porque, si fuera Dios, Dios, que por el grito y voz se revierte, también hiciera su sentimiento en la voluntad y en los afectos y en el entendimiento, dando nueva luz. Pero que aquel inpulso sólo sirva de dar gritos, hacer gestos y dar saltos, es evidente cosa que es el demonio. Y más que no sólo no tiene buenos efectos y fines, sino malos, porque inquieta y perturba a las personas que allí se hallan y lo ven, como me parece tengo alguna sospecha de una persona que he visto que en el coro hace estos aspavientos, con que inquieta y perturba el coro y hace reír en los demás actos de comunidad, siendo y tiniendo yo a la persona que lo hace por persona muy sancta y de vida muy extraordinaria. Y puesto caso que yo ahora no he hecho atención para tratar de esas voces, basten estas cuatro palabras.
4. También digo quep las voces que son de Dios y proceden de buen espíritu, hemos de entender que todas han de ser de una manera: blandas, suaves y amorosas. Con un propio aire y boca tañe uno la tronpeta, una chirimía y un sacabuche; y, con todo eso, cada uno suena de su manera. Con una propia mano tañe uno una vigüela, una cítara y una arpa y vigolón; y cada uno suena de su manera, porque son diferentes instrumentos y diferentemente templados y acordados. Y de esa misma suerte, estando muchas almas llenas de Dios, de quien proceden estas voces, pueden en éste sonar de una manera y, en otro, de otra; y según el órgano y compostura de una persona, pueden sonar los tales gritos.
[250v] La principal dificultad que aquí se trata, para no juzgar mal de las tales voces, es saber de qué se pueden causar y proceder en una persona justa, atendiendo que no sólo trato del metal de la voz, sino de su consonancia y de las palabras que en la tal plenitud y apretura suele tener una persona. Para responder a esto, digo que es necesario notemos que en estas personas en quien se halla este espíritu extraordinario sobrenatural (que menos no hay estas voces), hay ratos que este espíritu sale de madre, redunda y se revierte de tal manera que por aquel rato causa una muerte espiritual y un enajenamiento sobrenatural que llamamos éxtasis o arrobos o elevaciones, en quién más, en quién menos, según la disposición que halla en la parte inferior del cuerpo y organización que el alma tiene en el sujeto.
Ahora, pues llamamos esta elevación muerte sobrenatural o spiritual, comparémosla a la muerte corporal. La muerte corporal vemos que se ejecuta y hace en una persona conforme el sujeto halla. Una doncella flaca y delicada se queda muerta como un pajarillo, por la poca contradición que el alma halló en el cuerpo al tiempo de la salida, que parece estaba ya ella casi suelta o desatada respecto o deq la flaqueza corporal, o por las muchas enfermedades que hayan precedido. Otras personas hay tan enteras que a la muerte preceden mill visajes, gritos o quejidos, meneos, movimientos y palpar de ropa y diferencias de palosismos. Y esto se causa por estar el alma tan asida y atada al cuerpo que, para haberse de quebrar aquellas ataduras o ligaduras, se hace aquel sentimiento y se dan aquellos quejidos. Pues consideren estas dos maneras de muertes en las elevaciones o enajenamientos que los siervos de Dios tienen. Y no piensen que porque r no los vemos arrobados no padecen estos tales enajenamientos, que sí tienen, y muy perfectos, sino que el cuerpo por entonces, o en los tales, no tiene tal dispusición que lo pueda elevar y sacar, como dicen, de sus casillas. Unos enajenamientos son en algunas personas tan flacass que sin voces, movimientos y palosismos se quedan arrobadast, enajenadas o muertas que decimos (llamando muerte a la tal enajenación). Parece que en estas tales el alma está ya casi desatada del todo del cuerpo y que tiene licencia para absentarse cuando quiere, sin estruendo y sin ruido.
Otras personas hay que, estando más asidas a los cuerpos, o porque con la penitencia enflaquecieron poco, o por ser ellos de su dispusición fuertes y recios, o porque el alma no hizo sus ejercicios tan puros spirituales que a la parte inferior no diese gran parte, en estos tales el alma está muy asida y pegada, pues haciendo Dios alguna merced singular a estas tales personasu de que les sobrevenga alguna fuerza de spíritu [251r] en que el alma a solas quiere gozar aquel bien, pretende en aquella ocasión desasirse de quien lo estorba, que es el cuerpo. Y el cuerpo, como es fuerte, defiéndese y detiene el alma para que no se vaya y lo deje solo. Entonces el alma, como se ve estorbada de no gozar aquel bien tan puramente como ella quisiera, da unos gritos y voces sentidas extraordinarias, y el cuerpo y todo le ayuda porque tanbién se ve oprimido. De manera que, siendo la voz y el grito uno en el cuerpo y en el alma, tiene y es muestra de dos cosas diferentes: el alma se queja porque no la dejan ir, y el cuerpo porque lo dejan solo. En lo que toca en estas ocasiones decir que se hacen gestos o visajes, yo digo cierto no quisiera creer en esto de gestos; pero, puesto caso que hay personas que los hacen y dicen hemos de creer en ellos, digamos que son palosismos spirituales que sin acuerdo ni libertad las tales personas spirituales los hacen.
Pongamos una comparación de esto que hemos dicho más manual. Está un niño chicuelo jugando con sus compañeros. Llega su madre o padre y llámalo. Elv muchacho no quiere ir. Defiéndese el padre, cógelo la mano y sácalo del juego. Elw chiquillo, con la afición que tenía a los otros, va llorando y dando gritos, haciendo visajes y aun diciendo palabrillas a su madre del sentimiento que tiene, como decirle: hija de un tal que se vaya noramala. Y bien se deja entender que no ofende con aquellas palabras dichas con el tal sentimiento, porque no las dice para ofender, sino para se defender. De la misma suerte este nuestro hombre, según la parte inferior, está jugando con las cosas naturales de acá abajo, con las criaturas a quien tiene particular afición. El spíritu y fuerza que le sobreviene quiérelo apartar de esas criaturas y él naturalmente se defiende y, a no poder más, muestra su sentimiento con gritos, voces y palabras que algunas veces parece son culpables, y más cuando elx espíritu no salió con la suya, sino que por entonces ely enajenamiento quedó estorbado. En esta ocasión se advierta que las voces y gritos suelen ser muy naturales de la parte inferior, de suerte que es fácil conocer es el hombre muy a solas el que los da.
5. Otras veces, el alma llevada y enajenada, como quien entra en otra región que no sabe, tiniendo alguna libertad para se aprovechar de la organización del cuerpo, da otros gritos no naturales, [251v] sino extraordinarios, sentidos y aun como amedrentados o temerosos. No obstante que otras veces da estas voces encendidas, sonoras, alegres y que causan alegría (aunque parece este nombre, voz y grito, dice algún asombro), en estas tales personas se causan este metal de voces de que ya el alma casi tenía o aferraba lo que buscaba y deseaba. Lo cual por otro exemplo me parece quedará suficientemente declarado.
Siendo mozo en otro hábito, me hallé no sé cuántas veces en caza de conejosz con podencos. Y cuando ela podenco topaba el conejo, luego ladraba y daba voces. Y, de en rato en rato, corriendo tras él, hacía lo propio; y más cuando más cerca le iba. Si se le encerraba en alguna madriguera, entonces daba aullidos y ladridos lastimeros llamando a los cazadores, que se lo echen fuera. Lo propio sucede a un alma aficionada de Dios, tras quien anda a caza; cuando ve que lo topa cerca, ladra y da gritos, y más cuando más cerca.
Estotro día habíe en esta casa de La Solana un religioso que unos pocos días anduvo melancólico. Era de éstos que vamos tratando. Estando en el refectorio, enpezó a dar voces, gritos y saltos desacordados, diciendo: Ya vino, ya vino, ya pareció, ya lo hallé, etc. Estas u otras palabras semejantes. Si acaso buscándolo y topándolo se les esconde, dan voces desacordadas y gritos llenos de lástima y sentimiento, como si con esos gritos llamaran a quien se lo echara fuera para que ellos lo cogieran. Que, a mi parecer, debiera de darlos la Madalena cuando se le escondió Cristo, buscándolo ella en el sepulcro; y aun las palabras sentidas que a Cristo dijo cuando lo halló en figura de hortelano1 mostraban esto que vamos diciendo.
6. Bien pudiéramos, pues tratamos de voces, decir de otras que suelen dar algunas almas ya enpleadas y recostadas en los pechos de Dios, que con poca advertencia dan unos amorosos quejidos y gritillos suaves, como cuando un niño se regala a los pechos de su madre y siente descanso, allí puesto, de alguna calentura o enfermedad que tenga.
Tanbién he visto algunos perros estar royendo algún güeso y estar gruñendo, volviendo los ojos a una y otra parte, y esto procede del temor que tienen no venga algún gato a se lo quitar. Y lo propio sucede a estas almas: unas veces, regalándose a los pechos de Dios y como quien siente descanso de sus penas, [252r] se está amorosamente quejando y dando unos como voces o suspiros, quiriendo, si fuese posible, echar fuera por la boca cualquier género de pena y cuidado que su corazón tenga. Y otras veces, como decimos del perro que royendo su güeso piensa que ha de venir el gato y se lo ha de quitar, y esta alma, hallando a Dios, considerando las muchas ocasiones que hay para lo perder y los muchos demonios que como gatos la cercan, mirando a una y otra parte en la forma que le dan licencia, da gritos, aullidos o gañidos, deseando a solas yb sin perturbación le dejen roer su güeso y gozar del bien que alcanzóc.
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a sigue de tach. b sigue q tach. c sigue libro tach. d de 2m. e sigue ge tach. f corr. de enemigos g sigue si tach. h corr. de seg i sobre lín. j corr. de pia k sigue letra tach. l demonio el sobre lín. m corr. de de n sigue que tach. o sique q tach. p sigue no tach. q sigue su flaq tach. r sigue que tach. s corr. de flacascas t sigue o tach. u sigue no hallando tach. v ms. er w ms. er x sigue al tach. y sigue p tach. z sigue p tach. a sigue coj conejo tach. 1 Cf. Jn 20,11-17. b sigue si tach. c al marg. aquí se puede dividir capítulo |
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