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San Juan Bautista de la Concepción Obras I - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
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CAPITULO 28 - En que se prosigue la propia materia y se sugieren algunos remedios
1. Y pues hemos tratado de voces o gestos, paréceme será bien tratar de todas las diferencias de ellas que he visto.
En nuestra sagrada religión hay y ha habido algunos religiosos que, estando durmiendo, dan unos gritos y voces tan descompasadas y tan temerosas que se han obligado muchos a entender en aquella ocasión el demonio los está vecxando y atormentando de suerte que den los tales gritos. Y juzgan esto porque, cuando los dan, salen los frailes de sus celdas y no se atreven a dormir solos. Y a mí me ha sucedido asombrarme de tal suerte que no me atreví a tornar a dormir después de oídos los tales gritos. Suélenlos dar como cuando a un hombre le dan tormento: que como le van apretando los cordeles, van ellos subiendo la voz, y como quien enpieza en ut, re, acaban en la, la.
No dudo sino que esto puede proceder de algún humor melancólico grandíssimo que cargó sobre alguna persona muy temerosa de Dios y, representándosele en sueños cosas de temor y miedo, dan esos gritos. Y el ser así temerosos provienea de que en aquella ocasión, por estar el hombre durmiendo, no está el instrumento templado y suena así desordenadamente como cuando en un órgano quedó alguna tecla levantada y llegaron los muchachos y alzaron los fuelles y fue todo el aire a querer salir por aquella parte, si no desordenadamente, más recio que solía cuando el organista tañía.
2. [252v] Pero, puesto caso que dicen hemos de juzgar es el demonio, por los asombros y miedos que causa, y por parecer que ningún hombre puede entonar la tal voz, aunque más humor melancólico tenga, digo que el demonio, puesto caso que de día no tiene entrada para asombrar las tales personas o para desacreditarlas, procura hacer esa vecxación de noche, de suerte que, como spíritu maligno y como quien es, causa las tales voces, permitiéndolo así el Señor.
Otras veces se causan también de los demonios, habiendo Dios dado licencia por parecerle se resiste mucho aquella tal persona y de veras no se entriega a las cosas de su servicio; y deseándole su bien, en sueños siquiera le representa lo que le podría dar en otro tiempo más pena si en aquél no fuese quien debía. Y en estas ocasiones lo tengo por misericordia grande de Dios que con estos tales se haya Su Majestad como con unos niños a quien sus madres hacen asombrar porque no hagan algunas cosas malas.
3. Digo que hay otros queb están en posesión de siervos de Dios. Danc voces, gritos y hacen gestos en quien proceden no de alguna de las causas dichas, sino de haberse dejado llevar de algún particular engaño. Que si en el principio fue culpable, ya en sus fines están como forzados o suficientemente engañados para dar los tales gritos y voces, como yo vi a un hombre: que se fingía ciego y dio en volver y cruzar los ojos y después ya no los podía tornar a componer. Aunque en estas personas no quiero yo poner tanta malicia, sino que se dejaron llevar de algún gustillo interior desordenadamente y con ese gusto enpezaron a dar voces y, su poco a poco, las fue el demonio engañando o se fueron cegando de suerte que, sin reparar son malas o es mal hecho, suelen dar voces y hacer gestos, lo cual hacen más de ordinario donde hay gente o donde saben que los han de oír. Y en estos tales digo que pueden proceder estos gritos y visajes de que, su poco a poco, los fue el demonio engañando o que ellos, con la perturbación de la mala costumbre, dieron en eso, o lesión del [253r] entendimiento. A quien me parece a mí que para los curar es necesario rogarles no hagan aquello con palabras blandas, amorosas, no riñiéndoles; que por este camino, afirmando ellos que no es más en su mano, porfiarán y darán de cabeza que no pueden más. Sería de grande consideración divertirlos y apartarlos de algunos ejercicios donde acostumbran a dar las tales voces y hacer los tales gestos, hasta que, su poco a poco, con actos contrarios, vengan a desechar aquellos que ni son de edificación ni de provecho.
4. Otros hay que dan en reír con tanto estremo como yo he visto un hermano en esta casa de La Solana, que es en tanto estremo que de ordinario en la oración y en el coro es necesario echarlo fuera. Y es rissa que no es natural, ni como otra que procede de alguna liviandadd y facilidad de sangre o condición, ni procede de causa exterior, sino que, solo y metido a un rincón, se estará riendoe una hora.
Esta es una materia mejor para un médico y para quien esto hubiera praticado que para mí, puesto caso que de esto, como de las demás cosas, yo sé poco. No tengo que responder más que yo soy inclinado a condenar estos extremos exteriores, particularmente en frailes descalzos que tratan tanto de recogimiento y oración y están tan ocasionados a enflaquecer la cabeza, a enfermarla de suerte que con engaño de su imaginación finjan cosas de gusto y contento que los provoquen a aquella rissa desordenada, en que vinieron a dar deslizándose su poco a poco, como unos muchachos llorones que, sin saber de qué, darán mill gritos. Como este hombre y su compostura interior y exteriorf es tan delicada, con pequeña ocasión se descompone y desbarata, como ruedas de relox que, o porque ha días que no anduvieron, o porque están muy usadas, disparan cuando menos se piensan y, por dar la una, dan las once.
Una de las cosas porque yo condeno esto con facilidad es por conocer alguna libertad en los tales actos y no los querer detener ni refrenar, aunque sea con un poco de trabajo, disgusto o desapoyo de quien ya le conoce caminar por allí. Todos estos estremos los tengo por muy viciosos, engañosos y sujetos a ilusión o perturbación de las potencias interiores. Y mayor mal juzgo cuando para los tales actos hay mayor libertad.
5. De donde saco que todos aquellos que hacen algunos estremos no libres, obligados de la fuerza del spíritu extraordinario que tienen, deg ahogos, apreturas o ternuras, no se han de condenar, antes tener por muy buenos respecto de que las tales personas se mortifican grandemente de dar los tales gritos y hacer los tales stremos, los cuales [253v] si no los hiciesen reventarían. Y es tan grande desahogo ése que, siéndoles penoso y mortificación respecto de quien los oye o veh, les sirve de descanso. Y es harto que el alivio de la fuerza interior se lo tenga Dios puesto en cosa de pena, la cual nadie sabe dónde llega, sino los pobres que la padecen. Y en tanto les es mayor esta pena en cuanto es señal la voz o estremo que hacen de mayor virtud y sanctidad, unas veces pensando los han de tener por sanctos, siendo malos en su estimación, y otras veces tiniendo otro pensamiento más flaco, pensando hacen aquello porque los tengan por buenos.
Váyase siempre con esta letura: que al siervo de Dios nada le deja de ser de grande y extraordinaria mortificación para con los hombres, y toda es fructa con cáscara la que el justo en este mundo come; y tiene necesidad de que Dios le dé particular fortaleza para quebrarla y vencer la tal mortificación.
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a sigue q tach. b sigue de tach. c sobre lín. d ms. livianda e ms. riyendo f corr. de esterio g sobre lín. h sigue que tach. |
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