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San Juan Bautista de la Concepción Obras I - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
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CAPITULO 31 - De otras condiciones que debe tener el maestro de novicios. Qué es lo que tienen de él los novicios cuando más aprovechados están, y cómo se les ha de agradecer el bien que de ellos reciben
1. No quisiera haberme metido en esta materia. Y ya que entré, siendo tan falto de palabras y de doctrina, quisiera hablar con los afectos y inprimira en el corazón y [260r] entrañas de cada maestro y padre spiritual un deseo ardiente, una ternura suave, con que en breve y en verdad enseñaran a cada uno de sus discípulos aquello que a cada uno convenía. ¡Oh buen Dios! Abreles tú los ojos para que sepan y entiendan que son unos moldes, sellos, retratos y dibujos, conforme han de salir los que con él tratan y de él aprienden. ¡Oh, si valiera y se pudiera enseñar con sola el alma, con sólo lo interior, como enseñan los ángeles, para que se conociera quién dice y enseña verdad y quién no! Y más que estas verdades interiores, cuando pasan por estos nuestros sentidos, que explican y manifiestan nuestros conceptos, suelen muchas veces malearlos, ora sea porque la lengua y los demás sentidos son más cortos para explicar que el entendimiento para concebir, y el alma más larga y dilatada para desear que las obras para inprimir en los corazones de los que aprienden.
Digo yo queb lo que el alma concibe y desea inmediatamente se habíe de imprimir en el alma que se enseña, sin que el cuerpo, tosco y rudo, metiera su cucharada. Hubiera en esto también otro bien: y es que muchas veces piensan habla su alma, y no hablan sino sus afectos exteriores y engañosos, y persuaden unas ternuras que pudiera ser fueran mejores durezas. Quiero decir (no sé, podrá ser que me engañe, pero, si no hay quien lo haga, porque no lo haya): enseñan un modo de oración sin consideración, sin pensamiento en alguna cosa sancta determinada, estándose ellosc revolcándose en sí propios, en sus propios gustos, como otros narcisos enamorándose de sí propios, de que van bien, caminan acertadamente, con que engendran una vanad y engañosa seguridad con que se enternecen y lloran. Y después, cuando se les antojan, ríen más de lo que es menester, hasta que destemplan su flaco natural y dan consigo en alguna enfermedad corporal o engaño spiritual, que para sacarlos de ahí son menester ochenta palancas.
No digo yo que las ternuras y blandura de corazón sea mala absolutamente, que no es, sino muy buena. [260v] Pero digo que ésta no sea yo el que la engendro estrujándome a mí propio, deleitándome en mí, sino que, si la tuviere, sea causada de un verdadero, cierto, fijo y ardientee amor de Dios, del conocimiento de sus grandezas, del dolor y pena que concibo considerando lo que Cristo padeció por mí; que aquí llore y me deshaga en lágrimas y que, viendo los provechos que me vienenf del inmenso amor que Cristo me tuvo, me ría, me huelgue, me alegre y entretenga con un Dios tan bueno. Eso es boníssimo. Este es un amor que, juntamente con derretir y ablandar, fortalece y pone correa a un alma para que dure en el camino de la perfección.
2. Para que esto consiga un discípulo con veras, quiero dar un consejo (aunque siempre tiemblo, que en esto de consejos meto mi cucharada). Y es que los maestros, atento que son hombres exteriores y pueden ayudar con solas exterioridades, que procuren poner a sus discípulos en este camino que es Cristo, de quien vamos tratando, y se lo den y entrieguen a Dios para que en lo invisible, donde él no alcanza con su mano, Su Majestad ponga la suya, y donde el maestro falta entre Dios, que es el verdadero, procurando el tal maestro servir de valladar y cerca exterior para que el discípulo no se salga del recogimiento interior. A mi parecer, deben ser estos tales padres como los ayos de algunos caballeritos: que los llevan al escuela o al estudio y, en entrándolos en el aula y entregándolos a su maestro, los dejan. Esto deben hacer estos maestros: entregar a sus discípulos a Cristo, que es el que sólo de veras lee y enseña esta cartilla de la perfección religiosa; y, en entregándoselo, dejarlos y no querer ellos, donde su saber no alcanza, estar machacando y aun quizá descompuniendo.
3. La experiencia me ha enseñado que siempre salen mejores novicios, más sanctos y perfectos, unos religiosos desechados de sus maestros, que nadie hace caso de ellos si no es para mandarles, cargarlos de officios y que traigan a cuestas lasg cargas y penas del noviciado, que no se [261r] acuerdan de ellos sino para echarlos de la recreación, para que recen y aguarden la campana mientras los demás meriendan. Y, por el contrario, hallo que los novicios más desmedrados, más flojos, y aun no sé si diga los más relajados, son aquellos que llaman los benjamines de los maestros de novicios, aquellos que se han de hallar a su lado en todas las ocasiones, aquellos que, si tienen un adarme de virtud, tienen siete libras porque su maestro lo dice y los apoya. Lo que yo juzgo de estos tales y de estas ocasiones es que el maestro es amador de sí propio, lo cual lo descubre el perrillo de falda que trai tras sí (digámoslo así), porque aquel religioso que acertó a frisar con él en la condición, en el natural y en el humor, allí inclinó el suyo para lo amar conh desigualdad y singularidad. Pregunto yo: si aquél ama con demasía porque le es más semejante, ¿cuánto será el amor que a sí propio se tendrá, pues nadie es más semejantei aj sí propio que él mismo? Ahí será la desproporción, la demasía y la singularidad. Si no sabe despegarse de un religioso porque frisa con su condición, ¿cómo se despegará de sí propio y desasirá de sí mismo?
Digo, pues, que no tengo por más perfecto el religioso más llegado ni más pegado a su maestro con estas aficiones que acá de fuera se parecen. Si la perfecciónk se hubiera de pegar como las gallinas enpollan los güevos, creyera yo que el fraile y religioso que llaman ellos más de su corazón, ése fuera más perfecto; porque del águila dicen que el güevo que acertó a caer a aquel lado, sale más conforme a la madre. Y también digo que, si les maestros hubieran de ser como Cristo, que es el verdadero e inmediato maestro, fuera lo propio: que el más llegado, el más de pecho y del corazón, ése era el más perfecto y parecido, como decimos de san Juan, que fue el dicípulo del pecho y costado de Cristo1. Que, en fin, la perfección del hombre nace del amor que Dios nos tiene; y a quien más Su Majestad ama, en ése hemos de poner mayor gracia, perol no en quien más ama el padre spiritual y maestro de novicios, que ése es hombre solamente, y amando no da, sino antes quita y priva de algún bien que la criatura tiene, por cuya codicia quiere y ama. Y tampoco es perfección que se comunica con el calor natural, sino con la gracia y calor del Spíritu Sancto. Y ésta se da a quien está [261v] más solo y apartado de las criaturas y sin algún respecto se ha entregado a su Criador.
4. De grande inportancia es saber un religioso que lo bueno que tiene sólo es Dios el que se lo dio, que de Su Majestad tiene todo género de aprovechamiento, ym de su maestro no tiene más que lo que tienen un coro o capillao del acólito o muchachop que apunta al libro de canto con una varilla enseñando la letra, la solpha y el puncto; que, bien visto y pesado, es nada o casi nada lo que hace para que con amor desordenado se le pague el servicio que hizo a las vísperas bien cantadas. Esto propio hace el maestro de novicios y padre spiritual: que apunta el canto y solpha de la vida perfecta en Dios, que es el librillo en quien leemos y cantamos, de suerte que al buen canto que yo hago o debo hacer sólo se le debe al padre spiritual el ser un puntero, un índice o varilla que me fue descubriendo la letra y el punto. Y según esto, mi virtud o perfección, si la alcanzo, sólo es porque la hallé en Dios, por quien me regí, y no porque me dio el maestro la que él tenía. Bien es de agradecérselo y pagárselo, pero paréceme a mí que la mejor paga es cantar bien y salir bien aprovechados, y no querer que se lo paguen con darles y entregarles el amor que a sólo Dios se le debe y con gastar tiempo andándome yo tras él.
Cualquier género de particularidad entre los tales la tengo muchas veces condenada, pareciéndome que eso más es según la carne que según el spíritu. Porque si fuera afición espiritual, por el propio caso que yo le quería bien, lo había de dejar en su recogimiento y soledad a que con mayores veras se diese a Dios. Con esto queda dicho que yo no excluigo el amor particular entre los tales a la mayor virtud. Lo que digo es que este amor, pues es a la virtud, sea amor puro y sin mezcla, deseándole mayor bien y aprovechamiento spiritual al tal discípulo, gozándonos mucho en Dios porque Su Majestad más se ha particularizado con aquél que con otro, pidiéndole con grandes veras la perseverancia y aumento en la virtud y que Su Majestad haga lo propio con los demás; y que, si de parte suya tienen algunos estorbos, los quite y a él le dé luz para que, de veras y en verdad, les pueda enseñar el camino de la perfección.
5. Debe este tal maestro tener grande cuenta y atención conq que Dios r es el principal en esta obra y él un pobre gusanillo; y que si Su Majestad no anda de por medio, todo lo que él puede hacer es nada. Considere si un niño guardase una manada de toros feroces y bravos, y que, siendo tan corta y pequeña [262r] la defensa, no se le entraban en los senbrados ni hacíen mal a nadie: que ésta más era obra de Dios que no del chiquillo que los guardaba. Pues ¿qué si, al cabo del año, salían gordos y lucidos? Eso menos era del niño, sino del buen pasto que Dios habíe dado en los pradoss, enviando buenos temporales. Harto más indómitos son los hombres, más feroces, más indomables y más inclinados a lo malo que las bestias a lo vedado. Y que, con todo eso, un hombre como los demás sea custodia, guarda y maestro que refrene, detenga y estorbe para que semejantes criaturas no hagan mal a nadie, esto es obra de la gracia y de la poderosa mano de Dios. Y que, junto con eso, al cabo del año salgan aprovechados, mejoradost, aumentados y crecidos en el spírituu, parte tiene el maestro que enseña, pero muy pequeña, porque el todo es Dios, que le dio buen pasto y puso mesa espléndida, envió buenos temporales y acudió con su gracia.
6. No es pequeña la paga que al padre spiritual o maestro de los tales novicios le cabe de ver a su ganadillo gordo, fresco, lucido, bueno y que sin falta anda Dios de por medio. ¿Qué mayor dicha se puede imaginar que saber que el tal maestro es peón y jornalero del edificio que hace Dios en las tales almas y que andan sus manos arrivueltas con las manos de Dios? ¿Qué peón hay que sirva a un arbañir, que aunque es officio sin comparación más bajo el del peón, pero con todo eso andan juntos: el uno pide y el otro administra los materiales? Dichosos maestros y padres spirituales en cuya obra es Dios el que edifica y el principal maestro. Que me parece a mív entramos andan a daca y toma y como trabadas las manos para asir y eslabonar los súbditos en una perfecta charidad.
Aquellas cortinasw que estaban delante del arca y propiciatorio estaban asidas con tal orden que, siendo la de encima de jerga y sayal basto y las de adentro de seda y holanda fina, en trabando de la una de arriba, corría la de dentro, y todas estaban como eslabonadas2. Dichosos maestros que, aunque sean cortinas de jerga y sayal tosco y sus obras son muy por de encima, con todo están tan eslabonadas y trabadas con las del mismo Dios, que son las manos que obran adentro y en lo secreto del corazón; que trabando de esto de afuera, allá va Dios tras lo que hace y ordena el maestro, y todos andan como a un compás. Bien poco hace el que suena los fuelles en el órganox en comparación del organista que toca las teclas; peroy de tal manera está ordenado lo uno con lo otro que todo es necesario. Conozca el padre spiritual que todo es poco lo que él hace en la perfección de los súbditos en comparación de lo que Dios pone, pero le es necesario que obre y trabaje con ellos; y que, de ese bien que de su parte pone, lleva por muy buena paga gozar de la acordada mússica que Dios hace en los tales súbditos tocándoles sus corazones, etc. [262v]
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a ms. inprimer b sigue que tach. c sigue res tach. d sigue se tach. e sigue del Dios de tach. f que me vienen al marg. g sigue cosas tach. h sigue su tach. i sigue de tach. j sobre lín. k sigue d tach. 1 Cf. Jn 13,25. l sigue en tach. m sigue que tach. n al marg. o sobre lín. p sigue de coro tach. q sobre lín. r corr. de dioses s sigue con tach. t sigue y tach. u sigue muy tach. v sigue esto tach. w al marg. vide 2 Cf. 2 Crón 3,14. x sigue pero tach. y sigue si tach. |
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