Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText |
San Juan Bautista de la Concepción Obras I - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
|
|
CAPITULO 3 - Del peligro que tiene la virtud de la humildad acá fuera, y cuánto se engañan los que al justo le piden dé muestras de humildad. Y cómo sólo tiene su seguro en lo secreto del corazón 1. Metido nos hemos nuestro poco a poco en tratar de la humildad. No es mi intento hacer de ella tratado principal ni tomar este asumpto de propósito. Sólo me fue ocasión a tratar de ella el segundo dichoa que prometí decir en este capítulo pasado, de que dije haber sido testigo, y fue que un religioso, viendo que otro con algún celo de más agradar a Dios se había entremetido en algunas cosas de gobierno, le scribió: "Su charidad, hermano, tiene necesidad de dar grandes muestras de humildad, porque lo que ha hablado y dicho descubre mala hilaza y grande soberbia". Lo cual sabiéndolo yo, me puse a considerar cómo era posible que un hombre diese muestras de humilde y que eso fuese humildad, porque por el propio caso que quisiese mostrar humildad y sacarla afuera que la viesen los hombres satisfaciendo que era humilde, ahí hallaba yo la soberbia bien descubierta y la humildad bien deshecha o, por mejor decir, hecha humo que, dándole por donde salga, va y no vuelve; y, si algún rato se detieneb y para, queda hecha hipocresía, vicio diabólico y mortal. 2. ¡Oh, si Dios nos diese de veras esta virtud y junto con ella un verdadero conocimiento de que, por mucho que conozcamos, no la hemos de conocer, porque en el puncto que conociéramos que somos humildes, somos soberbios! Pues, si aquel en cuyo corazón se asienta y posa la humildad ni es sentida ni conocida, di, hombre corto de juicio y más de entendimiento, ¿cómo quieres y pides que te den muestras de humildad? ¿No sabes que esta virtud es como el dinero encantado, que en el punto que se conoce el encanto, se [6r] desparece el dinero? ¿No sabes que, si las demás virtudes, como queda dicho, hacen el sujeto donde están, esta virtud lo deshace y apoca? ¿Cómo quieres túc ver y conocer lo deshecho, lo que no es, lo que no parece? Si el hombre mira en la cara y conoce en lo de afuera, la humildad busca lo más escondido y secreto del alma y allí, hecha un gusanillo, roe, como la carcoma al madero y el gorgojo al trigo, hasta que deja un corazón molido, deshecho y trillado. Y, si no, adviértelo y pon los ojos de veras en millares de lugares donde la Scritura Sagrada trata de la humildad; que antes le pone por adjetivo este participio: contrito yd deshecho1, dando a entender que la humildad es un sustantivo que, donde se halla, carga y pesa tanto que muele, deshace y derriba el corazón en que se sustenta. 3. ¡Oh, qué loco es el fraile descalzo que piensa que porque traiga los pies por el suelo, porque no viste lienzo ni se adorna con paño fino y aunque añada más remiendos que train cuantos peregrinos vienen de Jerusalén y Sanctiago, con todo eso piensa que da muestras de humildad! Muy engañado vive, porque puede entender que la soberbia sabe hacer a todas manos y que, la que viste en casa de los príncipes brocados, ésa sabe muy bien matar piojos al sol y donde la vean; y quien no se contenta si no es con estrado de brocado en casa del rico, sabe muy bien fregar platos en las cocinas de los frailes; y la que quiere que le besen las manos por las calles, ésa también se arroja y abate a besar pies debajo de las mesas de los frailes. 4. La soberbia tiene las propiedades de las aves de rapiña, que no se les va la caza por alta que vuele, ni la presa por baja que la vean; cazan al vuelo y cogen zabulléndose en el agua. Muy bien sabe la soberbia zabullirse y meterse entre cenizas, como el ave fénix, y aun de allí salire hecha ave sola que no consiente otra en el mundo. Pluviera a Dios en esto yo no acertara tanto, pero pienso que no sabré decir, por nuestros peccados, cuántos son los que así se apocan, se deshacen y hacen ceniza para de ahí salir con vuelo ligero, y tanto que quieren ser solos en el mundo y no tener quien los iguale. Ojalá supiesen que, después de haber alcanzado el ser solos y el ser fénix, han de parar en lo que para esta ave, en ceniza y en polvo y en quedar deshecha; que quizá esto les serviría de remedio para no juntar tantas cosas que les levanten su grandeza que les sirva de leña que después la torne a deshacer. [6v] Y si me quieren decir que conf aquellas cenizas se renueva, diré que es verdad que se renueva la specie, pero no el individuo, porque otra ave fénix es la que resucita y sale y no la que antes era.
De esa misma suerte sucede al soberbio: que su hacienda y sus grandezas lo abrasan y queman, deshacen y aniquilan y de sus cenizas no torna él a resucitar y vivir; que ahí se acabó; otro soberbio se resucita de esas cenizas, de esos despojos, y que con esos bienes que él dejó se levanta. 5. Puesto caso que ni los pies descalzos ni los remiendos ni ojos bajos no son señales ciertas del corazón humilde, mal dice el que pide muestras de humildad, pues cada día vemos juegos tan al trocado y muestras tan falsas y fingidas que, pensando son como de taberna que vende buen vino, es buen vinagre. Y, si no, díganme por charidad. Quien desto no supiera y viera lo sucedido en la predicación de los apóstoles, quien los viera abrazar un mundo tan grande y tan lleno de grandes y quien toma la impresa para lo convertir a todo él, son unos pobres pescadores y que no se contentan con menos de desapoyar y destruir la adoración de los dioses falsos y introducir la adoración de un crucificado, ¿qué? ¿No los tuviera por locos, soberbios, presumptuosos? Pues pregunto yo: ¿hubo mayor humildad que la que tuvieron los apóstoles de Cristo convirtiendo al mundo, apoderándose de él y no sacando en su provecho de todos sus haberes un arfirel, sino que, como dice san Pablo, trabajang con sus manos2 para comer por no hacer agravio a la palabra de Dios, que no es interesada, y al cabo al cabo mueren enh cárceles, en cadenas, en cruces, unos apedreados, otros degollados, otros desollados? ¡Oh, sanctos benditos!, pues habéis convertido tantos grandes, favoreceos de sus personas, regalaos con sus haciendas. ¡Que no buscamos eso! Que el corazón humilde todo lo desprecia, sólo estima el cumplimiento de la voluntad de Dios en el provecho de las almas. No busca sus apoyos, sino hacer a sus hermanos deshaciéndose a sí. 6. ¿Qué diré de un pobre Francisco? ¿Quién le vido con sus viles remiendos apoderarse de los corazones del papa y cardenales y de tantos poderosos como en el tiempo que él vivió había en Roma, trayendo a su religión a millaradas las almas convertidas, que mirando las cosas de afuera que no [7r] juzgaran con ojos de carne que allí andaba envuelta grande soberbia y altivez, ver un hombre pobre tan subido y levantado? Y vemos que el cielo y la tierra, bien desengañada, nos lo introduce por verdadero pobre y humilde, tan pobre que le llama la verdadera pobreza, tan humilde y desembarazado que el cielo le descubre sus secretos. Y, si no, después de tantas ganancias como en el mundo tuvo y de tantos provechos y títulos como pudo alcanzar, abramos los ojosi, oigamos el testamento que hace a su muerte, y hallaremosj que la más rica joya que manda es un breviario y una cruz, contentándose con morir hecho Francisco siervo y humilde como la Iglesia le llama: Franciscus servus et humilis3, antes que tomar ni tener algo de lo que el mundok y de él pudiera tener y tomar si tuviera spíritu de soberbia y ambición. Así digo que los que juzgan a los siervos de Dios y les quieren calificar sus spíritus por sus imaginaciones y antojos, nunca jamás han de mirar más que los fines, de quien bien y suficientemente se pueden tomar indicios y fundamentos para conocer el spíritu que uno tiene en los medios. Digámoslo más claro. Si veo a un siervo de Dios que trata con reyes y príncipes y despuésl de ese trato se torna a su casa tan lleno de piojos como se entró, sale tan fraile descalzo como lo llamaron, no habrán sido mis juicios acertados en lo haber llamado soberbio. Si pudiendo querer no quiso, si pudiendo tomar no tomó, y al cabo de la jornada salen sus pies sacudidos del polvo y sus manos lavadas y no manchadas con sangre como dice Dios por su propheta4, ese tal pase mucho de norabuena por los officios y por las dignidades, pase por las riquezas y grandeza de los poderosos, que, si las quiere, quiérelas para las desfructar y para que sirvan con lo que valen a Dios y para las pisar luego, no para las dar asiento en el corazón, que bien saben que para eso no valen. Y el corazón humilde, como se estrechó y abrevió y apocó, todo cuanto él es le parece que es breve y angosto para Dios y quisiera fuera tan grande como un cielo grande para que Dios en él entrara y se entretuviera; y no sólo está lejos de ocuparlo con otras cosas de la tierra, pero, si las tuviera propias y bien habidas, las dejara y despreciara para de veras desembarazarlo y dárselo sólo a solas a su Dios. 7. ¡Oh, qué poco sabe de humildad quien piensa que en las manos del justo peligran las cosas que a ellas vienen y que se las ha de usurpar y menoscabar! La soberbia es la que en mí causa tal temor que me persuade que ha de faltar agua en la mar [7v] para que mate la sed de mi soberbia y ambición. Que el justo tan lejos está de alzarse con estas cosas de acá como lo está un arcaduz, que está hecho conduto por do pasa el agua a la fuente, que sólo sirve de recebirla para darla y enviarla. Y no hay camino más cierto para entender que el soberbio alcanzará lo que pretende que verlo en las manos del humilde, pues sólo toma y recibe en sí esas cosas para dejarlas. Como son verdaderos cristianos, que quiere decir ungidos5, y tienen el corazón untado con una celestial gracia, por todas esas cosas rueda y pasa sin que se le pegue cosa, ni aun en ningún tiempo es posible se le mezcle, como no lo es que el aceite se una y encorpora con el agua. Y así torno a decir que sabe poco de humildad y del conocimiento de la bajeza de estas cosas de acá el que juzga que entramas cosas, juntas, se han de unir y pegar, y la una ha de menoscabar a la otra. Bien veo yo, como decíamos denantes, que, no tiniendo la humildad parecer ni muestra, viendo yo a un hombre que gusta de los officios o que no disgusta del trato de los grandes, da que sospechar y que dudar mientras no se ven los fines que son los que descubren los principios y medios. Con todo eso digo que es mal hecho juzgar antes de tiempo porque, si el fin es el que lo descubre, mal hecho sería el que no conoce un árbor si no es por su fructa, juzgarlo en el invierno cuando no tiene hoja, flor o fructa y adelantarse tan con antes a echar a la mala parte lo que el tiempo lo descubre presto a la buena. 8. Concluyamos este capítulo y respondamos al que pide que le den muestras de humildad, y digámosle que por mucho que las busque en el más sancto, por el camino que él las busca no las hallará ni habrá quien se las dé; y que si algunas hay son cuando el justo es despreciado, aniquilado, deshecho, tenido por soberbio y presumptuoso, y él lo lleva con paciencia y entiende todos dél juzgan con verdad y dicen bien los que lo llaman soberbio y recibe estos golpes con igualdad de corazón. Entonces es cuando entre esas injurias y afrentas enpieza a revivir la humildad, porque es como el gusanillo y escarabajo, que el uno se engendra de las carnes podridas y el otro del stiércol de las bestias. Cuando los mundanos pisan y desprecian al justo y lo tienen [8r] por estiércol, entonces es cuando la humildad se engendra y como gusanillo revive y se esconde, tapa, guarda y conserva entre esas injurias y vituperios. Que cuando a este gusano le nacen alas y vuela y se quiere apacentar entre flores, ése ya no es gusano ni humildad, sino mariposa que, no tiniendo derechos sus caminos, vuela por los tejados y es llevada por los vientos hasta que ellos propios dan con ella en un cieno o en un fuego haciéndola matacandiles. 9. Lo que yo pido y ruego a mis charíssimos hermanos por las entrañas de Jesucristo, si en algún tiempo leyeren estos papeles: que en sus obras sólo miren a Cristo crucificado y no reparen en los dichos y juicios de los hombres; dejen para locos a los que piden muestras de humildad, que es traza de satanás para amilanar el corazón que pretende obrar según honra y gloria de Dios. Y créanme que la mayor soberbia de todas es no querer los tengan por soberbios, y que es grandíssima humildad no reparar que por sólo Cristo los tengan por soberbios. Pongan los ojos en nuestro buen Maestro, dechadom verdadero de humildad, el que en sus palabras y obras sólo pretendía y buscaba nuestro provecho y la honra y gloria de su Padre. ¡Qué de veces le dijeron que quién se hacía, que buscaba su gloria!6, y en nada reparaba ni eso lo tomaba o tenía por estorbo para pasar adelante con lo que pretendía. ¡Oh, mis hermanos, y qué astuto es el demonio y qué de caminos busca para amilanar el corazón generoso, gustando más de que el siervo de Dios friegue platos, pintándole la humildad en el barrer y servir, antes que acuda a hacer obras de que por otra parte se hayan de sacar grandes provechosn! Pregunto yo: si nuestro cristianíssimo rey7 fuera ahora a conquistar a Berbería ¿fuera bien que dijéramos que le movía soberbia y que sólo lo hacía por ser rey del mundo? Tuviera yo por loco y demonio al que eso dijera echando los muchos provechos y bienes que le seguían a toda la cristiandad, a tanto granjeo de almas y a tanto aumento de la gloria de Dios, a sólo un mal que él imaginaba, incierto, dudoso y no creíble en una persona tan cristiana. Pongan en el propio lugar y grado al que juzga al siervo de Dios por soberbio cuando su divina Majestad le da gracia y fuerzas para acudir a cosas grandes. Cierren los ojos y venzan esa tentación, [8v] que no quedará el demonio poco corrido y Dios poco glorificado de que su siervo no repare en que lo tengan por soberbio a trueco de acudir a hacer su voluntad.
|
a sigue pal. tach. b sigue se tach. c sigue hacer tach. d rep.; sigue humi tach. 1 Sal 50,19: "Cor contritum et humiliatum". e sigue sola tach. f sobre lín., en lín. de tach. g ms. trabaja 2 Cf. 1 Cor 4,12. h sigue unas tach. i sigue miremos tach. j al marg. vide 3 Cf. Breviario Romano, oración propia de la fiesta de san Francisco. No se lee en el testamento, ni en otros escritos del Santo, lo referido. k corr. de mucho l ms. desdespués 4 Cf. Is 59,3. 5 De nnnnnn = ungido, que ha recibido la unción. Cf. 2 Cor 1,21; 1 Jn 2,20.27. m sigue de tach. 6 Cf. Mc 11,28 y par. n sigue pre tach. 7 Felipe III. |
Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText |
IntraText® (V89) Copyright 1996-2007 EuloTech SRL |