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San Juan Bautista de la Concepción Obras I - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
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CAPITULO 4 - Cómo la humildad no tiene premios en la tierra con quien seguramente se pueda conservar. Y cómo sólo Dios, que tan bien conoce las naturalezas de las cosas, es el que con ella sabe juntar conocimiento de cosas altíssimas, con quien se conserva y crece 1. A la humildad yo no le hallo premio en la tierra. Antes, por el propio caso que lo tenga, deja de ser o por lo menos peligra. Yo no trato de los premios secretos y encubiertos que Dios al spíritu verdaderamente humilde comunica; que, como Dios [es] poderoso que así conoce la naturaleza de las cosas y cuáles son aquellas con quien mejor se conservan unas con otras, le proveea de premios y compañía no sólo con quien no deje de ser humildeb sino con quien crezca y se aumente. Uno de estos premios es el que Cristo dice por san Matheo, dando gracias a su Padre de sus secretos y encubiertos juicios, porque a los humildes les descubre y revela sus misterios, y los sconde de los encumbrados y levantados del mundo1. ¡Quién dijera jamás que ignorancia y soberbia se habían de hallar juntos! Pues eso hace el demonio: que, siendo un hombre de los levantados del mundo tan ignorante en las cosas de Dios que a la más pequeña no le dé alcance, con todo eso se ensoberbece y hincha, de suerte que los llama sabios y prudentes. ¡Quién dijera que Dios había de juntar humildad y tanto y tan alto conocimiento como tienen de sus grandezas los humildes! Pues eso que nosotros no entendemos ni sabemos, eso es lo que hace y junta Dios. 2. Y para que la humildad se conserve y se aumente, en elc alma pone el conocimiento de sus misterios. Debe de ser la causa de conservarse la humildad con este conocimientod porque la sabiduría del cielo no es viento como la de la tierra, que levanta al liviano y lo sube y pone donde a vueltas de cabeza hallaremos que no está ni es lo que era, pues el mismo viento que lo subió sobre los cedros del monte Líbano2, ese propio lo arrojó en un muladar y en un cieno donde trocó su exaltación por bajeza. Pero la sabiduría de Dios, como no sólo trai consigo la información del entendimiento sinoe la afición de la voluntad, y ésta no consiste en puros y meros conceptos abstraídos, sino en el conocimiento [9r] de la cosa que se conoce y en la misma cosa que se da a conocer. No sé, queríaf acertar. 3. Paréceme que la sabiduría que Dios da a los verdaderos humildes se debe de diferenciar de las que se apriendeng en el mundo, en lo que se diferencia de tratar de Roma por relación o por vista, no obstante que los sanctos, que tienen sciencia y sabiduría de Dios, no vean a Dios. Que Su Majestad modos tiene con que producir -de quien él es y de su grandeza, misericordia y justicia- una noticia tan cierta y clara como si le vieran, o que por lo menos quede el alma bien satisfecha acerca de las cosas que de su poder y grandeza Su Majestad le descubre. Que por eso a esta información de sciencia llama Cristo revelación: Quia revelasti ea parvulis3. Y como es revelación, y ésta siendo de mano tan poderosa y larga, bien sabrá Su Majestad hacerla y darla sinh representación de especies ajenas que nos muestren, descubran y representen lo que Dios prentende y quiere: representándolas y dándolas a conocer en sí propias o infundiendo una noticia tan cierta y clara como si, no viendo las cosas que Su Majestad descubre, las viéramos. O, si no, digamos que la sciencia que acá se aprende y la sabiduría que Dios descubre se diferenciani en lo que una noticia abstraída o el conocimiento de una cosa que por algún modo particular se tiene o se goza. Supongamos que yo me estoy comiendo un pastel muy bien aderezado: tengo ciencia cierta de este pastel por la vista, por el sabor y por el olor y por el peso y cuantidad, que parece que todos los sentidos informan de la verdad y bondad de aquel pastel que yo estoy comiendo; o que otro, por lo haber oído decir, dijera y quisiera tratar de la bondad de aquel pastel. 4. En lo que toca al palpar y gozar por visión clara los misterios de Dios, eso se queda para los bienaventurados. Pero digo que, fuera de ese bien, hay otro acá en la tierra de que gozan los humildes, con quien Dios trata con particular amistad, tan subido y tan levantado que lo que saben, dicen, hablan e informan, parece que lo palpan, lo güelen, les sabe y lo ven. Pues digo que, como esta sabiduría viene acompañada de tantas cosas de tanto ser y entidad, es grave y pesa y, como el almaj donde se sujeta es humilde, más la humilla y menos lugar y fuerzas torcidas y naturales le quedan para ensoberbecerse y levantarse. Por eso el Spíritu Sanctok tantas veces en la Scritura la comparó al oro4 y aun a más que el oro, que entre los metales es el más pesado. 5. Exemplo es ordinario que se pone en los árbores. Pues vemos que el olmo y álamo y ciprés, que [9v] no llevan fructa, se enpinan y encumbran por esos aires echando en ocho días cogollos y renuevos que asombra, porque lo que habíen de echar en fructa lo echan en subirse y levantarse. Al contrario, los arbolillos que cargan mucho y de fructa crecida se quedan bajos orilla de la tierra, para que la misma tierra les dé ayuda para sustentar la carga que a su tiempo tuvieren. De esa misma suerte los letrados sin fructo, como son los de la tierra, todo lo echan en crecer y en levantarse en alto, en desvanecerse yl ensoberbecerse. Pero el alma sancta, a quien Dios informa y enllena de sabiduría del cielo, humilde queda y, con ese conocimiento, más se baja y abate para que la tierra y bajeza de que fue formado le ayude a sustentar tanto peso como sobre ella carga cuando Dios le descubre algunos de sus misterios. Los cuales, como train consigo tanta luz y claridad con que Dios los infunde en los entendimientos, esos propios rayos y resplandores les hace bajar los ojos del entendimiento con que los han de percebir. Como el que mira al sol, que no pudiendo coger la luz en el mismo sol se bajan a cogerla y percibirla en los rebatideros y partes donde hiere. ¡Oh, válame Dios! ¡Quién viera o mereciera gozar de este summo bien para saberlo por experiencia! ¡Qué debe de ser de ver cuando Dios llega a un alma y viene cargado de estos dones de que vamos tratando; cómo se avergüenza el alma, cómo se estrecha y encoge no atreviéndose a levantar los ojos para recebir y tomar en el mismo Dios los bienes que se le han de dar, aguardando que Su Majestad por su misericordia los comunique a el alma, quien en sus propios ojos es y se estima en menos que tierram! Entonces es cuando el alma estiende la vista y en sí propia conoce los dones que Dios, porque él sólo quiere, en ella derramó; y en sí, como en rebatidero, conoce grandes maravillas de Dios, las cuales no le dan lugar a levantar los ojos a ensoberbecerse y sublimarse, porque perdería lo que en su bajeza y humildad goza, y porque levantando los ojos quedaría encandilada y oprimida de la gloria de Dios y aun absente de él porque huye, como él dice en los Cantares5, de los ojos que le miran. El sea bendito por tales misericordias como obra con un alma humilde cerrándole las puertas y tapándole los caminos por donde se puede ensoberbecer. 6. No creo es dificultoso esto de entender del alma humilde: que sólo quiere [10r] las cosas así arrojadas, despedazadas y no enteras, porque, como conoce su bajeza y poca capacidad y en Dios todo está tan entero y uno, conténtase con las migajas que cain de la mesa de tan gran Señor. De aquí es que, habiendo en Dios nombres que nos lo dan a conocer como es, entero y de una vez, como son estos nombres infinito, inefable, se contenta esta tal alma de considerarlo unas veces en las criaturas en quien está esta grandeza de Dios repartida y como en pedazos y en migajas. Otras veces considera a Dios no entero sino como dividido y en partes (quien no tiene parte que no sea todo y el que no padece división), como es considerarlo justo, misericordioso, sabio obnipotente. Con estas migajas se contenta y aun se conoce por no merecedora el alma humilde hasta que Dios, por quien él es, obligado de este conocimiento profundo y humildad tan levantada, se da entero como él es servido, rindiendo a tanta grandeza el alma sus armas, su entendimiento y voluntad a que Dios haga de ellas y en ellas lo que fuere servido. 7. Parece confirma esta doctrina la conversación y plática que Cristo tuvo con la cananea, cuando, pidiendo ella abriese los thesoros de su misericordia y sanase su hija, le respondió Cristo que "no era bien el pan de los hijos echarlo a los perros"; y entonces, con la réplica que puso la discreta mujer sobre el argumento que Cristo le propuso, lo concluyó, que ése fue el intento de Cristo: darle palabras y motivo para que, como acá decimos, lo cogiese de manos a boca. Que lo propio hizo con el pie y motivo que le dio el mismo Cristo a la samaritana cuando levantó la plática del agua6. Pues, diciendo Cristo a la cananea que "no era bien echar el pan de los hijos a los perros", respondió ella: "Muy bien decís, Señor, no quiero yo pan que no lo merezco ni tengon stómago y disposición para tan grande comida; yo me contento con la ración que se da a los perros, que son las migajas que se cain de la mesa; con eso tengo yo harto y remedio mis necesidades". Y tiene esto tanta verdad en lo natural que, si a un perro se le echa un pan entero no lo quiere y, si el amo se lo da con la mano, le parece que se burla, hasta que se lo da arrojado y hecho pedazos; entonces lo come. Viendo, pues, Cristo la humildad y sabiduría de la cananea, vuélvese a ella y dícele: "¡Oh, mujer, grande es tu fee, grande tu humildad!; anda, vete [10v] y hágase como tú lo quieres"7. 8. ¡Ay, alma humilde, qué grande es tu fee y cómo obliga a grandes cosas tu humildad, a que todos hagan como tú lo quieres! ¿Qué quiere y puede querer un humilde que no lo haga Dios? ¡Oh, Señor mío bendito, y cómo no quisiera yo esto se quedara en especularlo yo, ni en decirlo y enseñarlo, sino en experimentarlo yo que tú, bien de las almas, lo infundierasp! No hay que decir de esto, que ya todos saben las alabanzas de la humildad. Lo que ignoran, quisiera yo que tú, Señor mío, nos dierasq: que es el hacernos humildes, el contentarnos con mendrugos y las migajas que se cain de tu mesa, considerando que, como perros que aún no han llegado a ser hijos, no merecen el pan entero ni ver, conocer ni gozar a Dios como en sí es. Que les basta y aun sobra, para lo que nosotros merecemos, unas pobres migajuelas, una partecita pequeña, y con ésta vivir muy consolados dejándole a Dios hacer, que ése es su officio: hacer en los deshechos, en los abatidos y despreciados. Y el que hoy se contenta con una migaja, con ésa le abre Dios las ganas de comer para que mañana tenga estómago y anchura en su corazón para recebir un Dios entero, en cuya presencia muy bien se conserva la humildad, porque ésos son premios y pagas que no ensoberbecen ni levantan, sino hacen crecer en mayor humildad.
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a ms. prove b corr. de humildad 1 Mt 11,25. c corr. de ella d de-conocimiento sobre lín. 2 Cf. Sal 36,35-36. e corr. de si la f al marg. pregunta g sigue las ciencias 3 Mt 11,25. h sigue su tach. i ms. diferencia j sigue es tach. k al marg. vide 4 Cf. Sab 7,9. l sigue des tach. m corr. de entierra 5 Cf. Cant 6,5. 6 Cf. Jn 4,7ss. n ms. ténlogo 7 Cf. Mt 15,22-28. o sigue infond tach. p corr. de infuondiéramos q corr. de diéramos |
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