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San Juan Bautista de la Concepción Obras I - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
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CAPITULO 10 - Con qué medios viene el justo a alcanzar la humildad, y los bienes que con ella se dana 1. Ea, pues, mis hermanos los que esto leyeren, vayan conmigo y todos de veras consideremos las premissas de que pretendemos sacar las riquezas y poder que un justo tiene para con Dios. Dijimos que elb justo que conoce a Dios, hace la voluntad del mismo Dios y le lleva (como acá solemos decir) su condición, que ése tiene a Dios y de Su Majestad hace lo que el tal justo quiere. Este conocimiento, decimos que lo tiene y da Dios a un corazón humilde. Hemos dicho tanbién que esta humildad no consiste en exterioridades solas, sino en corazones rendidos y desembarazados. Demos ahora otro documento que nos ayude a esta disposición, que de nuestra parte tanto nos importa para este altíssimo conocimiento de Dios, de quien nace la verdadera humildad. Y es que Dios, por nuestra flaqueza, se comunica y da a conocer a un alma en unas tinieblas y obscuridad clara, donde Su divina Majestad, por el modo que él es servido, engendra y produce una noticia en el entendimiento del humilde; que si lo viera con mill luces y soles no quedara tan cierto, satisfecho y enterado de aquello que [28r] Dios fue servido de le dar a conocer. Destas tinieblas y obscuridades claras, donde el humilde halla el conocimiento de grandes cosas de Dios, hay muchos lugares de la Scritura que de ellas hacen mención. David dice que Dios puso en tinieblas sus escondridijos1, y en otro lugar dice que su lumbre es como sus tinieblas: Et nox illuminacio mea in deliciis meis2; que alumbra Dios con sus tinieblas y obscuridad para que en ellas veamos los yerros y faltas que hacemos en medio de nuestra sciencia y sabiduría. Esto presupuesto, si Dios se da a conocer en tinieblas, paréceme a mí que todo lo que nos absentare estas tinieblas y quitare esta obscuridad, que nos quitará este conocimiento. ¿Quién, pregunto yo, puede quitar estas dichosas tinieblas y esta rutilante obscuridad, sino las luces exteriores, las prudencias humanas, la sabiduría deste siglo, las astucias y cuidados de la tierra? Ahí es donde un alma se encandila para no ver lo que tanto le inporta, como conocer a Dios y sus misterios. Este derramarse en cosas exteriores, este perderse de vista en las grandezas de la tierra hace perder la vista, adentro, de las cosas del cielo. 2. Pregunta Holcoth, autor grave de la orden de los predicadores, en el libro que scribió sobre los de la Sabiduría3, que por qué razón el murciélago tiene tan flaca la vista, que no puede ver el día ni el sol dél sin cegarse luego, de suerte quec se obligue a estarse metidod comiendo tierra en los agujeros y aberturas de las paredes. Y responde que la causa es porque el humor cristalino, que dijo el Philósopho4 ser necesario para los ojos, se convirtió en la materia de aquellas alas que tiene tan desproporcionadas al cuerpo, que no son de pluma sino de cuero; así, por las alas, y ésas no buenas, perdieron la vista que les fuera de más importancia. Veis aquí un retrato vivo del soberbio, el cual los ojos, vista y luz, que había de tener para contemplar y meditar los bienes del cielo, echólo en alas con que volar, muy desproporcionadas a su tamaño y cuerpo, pretendiendo officios y dignidades sobre sus fuerzas, y quedóse sin ojos para ver y conocer al mismo Dios; vista y luz que tanto le inportaba trocóla por alas para volar en la noche de estae vida, aguardando a gozar la otra, que para el justo será día, en los escondridijos y despeñaderos del infierno. Esto es lo que adelante dijimos haber afirmado de estos tales [28v] el glorioso san Pablo, Romanorum 1º: Evanuerunt in cogitacionibus suis et obscuratum est insipiens cor eorum5; echaron en pensamientos y en imaginaciones lo que habían de echar en conocimiento de Dios. De ahí les vino tener un corazón lleno de obscuridad y de tinieblas. Lo uno fue causa de lo otro, lo primero de lo segundo y lo segundo de lo primero, que donde hay diversos respectos y consideraciones bien es posible. De la ceguedad y tinieblas les viene a los soberbios sus presumciones, y de su vanidad su ceguera. 3. Pero el justo, desembarazado de todas las cosas de la tierra, recogido allá dentro, echando en vista lo que había de echar en alas, tiénela larga para contemplar y meditar los misterios ocultos y encubiertos de Dios. No hay cosa más delicada y que con más facilidad se estorbe e inpida como la vista: una poquita de tierra, un polvillo de poca consideración la quita o por lo menos la enturbia. Esa es la razón por qué los limpios de corazón, en su testamento Cristo les promete el ver a Dios: Beati mundo corde, quoniam ipsi Deum videbunt6, dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios. Esta es la causa por qué el humilde nada quiere deste mundo, porque todo ello es tierra que ciega y enturbia esta vista; y que todas las grandezas que acá se pueden imaginar son alas que consumen y chupan el cristal de la humildad, con que el justo tiene ojos para ver y contemplar las grandezas de Dios. Más quiere ser gusano y vivir sin alas en la tierra que con alas en el fuego, hecho ceniza. 4. Todas las cosas que dieron en crecer hacia arriba antes que echar raíces hacia abajo, apenas son cuando ya dejan de ser, son hierbas y matas delicadas, cuya flor y fructa no puede ver el sol porque en saliendo la quema y abrasa; como lo vemos en el heno que nació en el tejado, de quien dice [Cristo] que hoy nace y mañana se lleva seco al pajar7. Lo propio tienen todo género de flores, y aun las calabazas que, sin acuerdo y firmeza, quisieron estenderse por las güertas y jardines como si todo el campo fuera suyo; con brevedad pasan su jornada y carrera, a semejanza de los soberbios, de quien dice David que ponen su asiento sobre el cedro más alto del monte Líbano8. Que, en fin, como gente güeca que pretendía dar buena campanada y que sonase bien su nombre, buscó torre y [29r] campanario bien alto; o como centinelas que están oteando la dignidad y officio para le echar mano, se subieron al monte y se levantaron sobre las torres de los cedros. Pero duróles poco su exaltación y subida, pues a vueltas de cabeza no parecieron. Que traza es de satanás subir a uno para hacerlo bajar trompicando y que baje con tantas descalabraduras y heridas como sin saber y orden subió scalones, habiéndose con ellos como el águila con la tortuga, que, subiéndola en alto, la arroja sobre peñas para quebrarle la concha y que le sirva de sustento9. Ténganos Dios de su poderosa mano por quien él es, dénos peso y asiento firme en la tierra para que no nos levante el viento y dé con nosotros donde no valgamos sino para pasto y sustento de la muerte. Ojalá ensanchase Dios y dilatase nuestras raíces por la tierra con un profundo conocimiento de lo que somos, para que fuésemos de dura y nuestra perseverancia y vista aguardase y sufriese la del sol de justicia Cristo; y no fuésemos peores que las florecillas del campo, de quien ahora decíamos que apenas entraron en la tierra cuando ya quisieron salir a gozar de la fresca mañana, enturbiándoles su hermosura el calor del sol, a quien no pudieron sufrir, porque es muy cierto que a quien amanece temprano, temprano ha de anochecer. Así sucede a los soberbios, que por querer gozar de una pequeña alborada que les salió de su corta sciencia y letras y más que si fuera de un triste candil, se quedaron a escuras en breve siéndoles toda la vida noche. A quien más les valiera sufrir y gozar las heladas del invierno, escarchas y ventiscas debajo de la tierra, echando raíces de profunda humildad, que no les había de faltar ni tardarse mucho el abril y mayo de la primavera, que a los justos se da en la otra vida, que para siempre les ha de durar viendo y gozando de aquel hermoso sol de justicia Cristo Jesús. Así lo dice el mismo Cristo a sus scogidos, tratándoles de las señales del juicio, las cuales compara a los árbores en la primavera cuando enpiezan a echar fructo, que regocijan y alegran a los que los miran10. 5. [29v] Gran cosa es vender y tratar al fiado, porque, en fin, no hay plazo que no llegue ni término que no se cumpla. Así, nada quiere el humilde en la tierra, porque la fee le dice que cerca está el reino de los cielos; y que presto se llegará aquel día y hora en que abrirá Dios sus cambios y pagará largamente y con larga mano los plazos corridos con premios que para siempre estarán y permanecerán sin absentárseles y írseles de entre las manos. Quedándose en su presencia los soberbios bien corridos, porque aquellos premios no corrieron por su cuenta, pues ellos fueron una gente que todo se les fue en correr tras la vanidad y locura; y asíf se quedarán para vanos y locos. Así se quedan los sembrados que por ser de regadío crecieron sin tiempo, y las calabazas que en breve quisieron hacer mucho. Por eso es bueno gozar todas las cosas a su tiempo. Y siendo el que en este mundo vivimos tiempo de llorar y trabajar, eso debemos hacer para que en la otra vida no nos quedemos soplando las manos, que eso merece quien aquí duerme y no trabaja; que, cuando dispierte, dispierte vano y vacío. 6. No es vanidad la del humilde por vivir pobre y menesteroso en esta vida. Que si lo es tanto que aun padres no se le conocen por los haber dejado y renuciado por Cristo crucificado, este mismo Señor los recibe en la otra y adopta por hijos haciéndoles herederos de su reino. Así lo dicen los soberbios y de esta verdad nos dan testimonio, que pasa registrada por sus ojos: Nos insensati vitam illorum existimabamus insaniam et vitam illorum sine honore; ecce quomodo computati sunt inter filios Dei, et inter sanctos sors illorum est11. Teníamos, dicen en la otra vida los soberbios, a los humildes por vanos, locos e insensatos, y ahora los vemos entre los hijos de Dios y que su suerte es la dichosa de los bienaventurados; nos insensati, ahora vemos que nosotros somos los locos y los desatinados, pues por gustos, y gustos bien amargos, de un día, hemos querido perder dulcemente eterna presencia de Dios y compañía de los sanctos en la otra. ¡Oh, dichosos humildes y mill veces dichosos!, que si mientras [30r] en este mundo vivís, estáis vacíos por la parte que mira a la tierra, ricos y honrados estáis por la parte que mira al cielo, pues Dios de tan cerca os mira sin speranza por esa parte de eclipsaros. Sois humildes como la luna, que, cuando mengua la parte que mira a la tierra, se va enllenando la parte de arriba que mira al cielo, la cual es imposible eclipsarse, porque el eclipse se hace cuando entre el sol y la luna demedia la tierra. El corazón del soberbio muy de ordinario anda obscurecido y eclipsado, porque, aunque Dios lo mire y alumbre como lo hace con todo hombre que viene al mundo, como dice san Juan12, hácese incapaz de esa luz y claridad, estórbala puniendo tierra en medio, pensamientos de vanidad y tierra; y si dice que como luna se va tras el sol y busca a Dios, siempre deja en medio su interés propio y el cumplimiento de sus deseos y apetitos. Pero el humilde, que por la parte de acá abajo se scurece y entre los hombres parece ignorante y vano, por la parte que mira a Dios camina con luz, claridadg y plenitud de bienes celestiales, los cuales, mientras así fuere humilde, no se le pueden eclipsar, porque entre él y Dios no demedia tierra; todo es cielo, todo claridad, todo bondad y todo Diosh.
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a Capítulo-dan al marg. b sigue cora tach. 1 Sal 17,12: "Et posuit tenebras latibulum suum". 2 Sal 138,11. 3 Robert HOLKOT (Holcot), O.P., † 1349, Praelectiones in Librum Sapientiae (1ª ed. Espira 1483). c rep. d sigue en tach. 4 Cf. ARISTÓTELES, De gener. animalium, V, 1; De sensu et sensibus, c.2. e sigue mundo tach. 5 Rom 1,21. 6 Mt 5,8. 7 Cf. Mt 6,30. 8 Sal 36,35: "Vidi impium superexaltatum, et elevatum sicut cedros Libani". 9 Cf. Fábulas de Esopo, Madrid 1985, n.230, p.141. 10 Cf. Lc 21,29-31. f sigue se que tach. 11 Sab 5,4-5. 12 Cf. Jn 1,9. g ms. clarida h sigue divídese capº 11 |
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