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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • TRATADO DE LA HUMILDAD
      • CAPITULO 12 - En que se satisface de las digresiones que se hacen en este tratado. Y cómo al humilde todo le viene a pelo en materia de bien, honrándolo Dios, y en materia de mal por lo mucho que él desea padecer por el mismo Dios
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CAPITULO 12 - En que se satisface de las digresiones que se hacen en este tratado. Y cómo al humilde todo le viene a pelo en materia de bien, honrándolo Dios, y en materia de mal por lo mucho que él desea padecer por el mismo Dios

1.         El hacer tantas digresiones y el tener deseo de proseguir un intento siempre, o que por lo menos las cosas a que me divierto sean hijos legítimos del principal intento, me hace fuerza a repetir muchas veces lo que en el principio de algunos capítulos pasados he propuesto, particularmente cuando no se ha enllenado con todo lo que pide o se pretende decir. Confieso que, cuando las cosas están desencuadernadas y fuera de su lugar, por buenas que sean parece que nos obligan y convidan a que les ayudemos a llorar el haberlas traído arrastrando y de los cabellos. Y es muy ordinario cosas graves y de peso, con la fuerza que se las hizo sacándolas de su propia casa y dándoles la ajena fuera de propósito, traerlas desmelenadas y descompuestas, parecer y postura que afea harto a la dama más hermosa. Denos Dios su gracia y piedras labradas con su mano para que este edificio que fabricamos y casa que componemos a la humildad, salga tal que todos gusten y quierana vivir en ella.

2.         Una cosa les sé decir: que aunque los humildes son pequeños, les fabrica Dios [34r] una casa tan grande que ninguna cosa buena y de premio les puede venir a pospelo ni fuera de propósito. Como en las fábricas de los grandes palacios, que ningunos materiales se desechanb, que lo que no vale para la antepuerta valdrá para los sobrados o trascorrales. Y es cierto para el humilde, según son grandes los deseos y afición que Dios le tiene, nada parece que le sobra, sino que todo el mismo Dios ha menester ser quien es para ser premio y paga de los que de veras se humillan.

Y aunque sea de paso, quiero notar lo que san Pablo dice de Cristo tratando de su humildad y de la paga que de parte de su Padre correspondió a aquella humillación. Dice pues en la epístola [a los filipenses]: Humiliavit semetipsum dominus Iesus obediens usque ad mortem, mortem auten crucis. Propter quod et Deus exaltavit illum, et donavit illi nomem, quod est super omne nomen1. Donde quiriéndonos dar a entender la paga tan sin término y sin medida que da Dios al humilde, dice que Cristo se humilló obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz, pero a la exaltación no le pone fin ni término. Como si dijera: aunque es verdad que las obras de Cristo fueron infinitas y de infinito valor, en cuanto a la execución, obra y ejercicios, su término tuvieron y se acabaron, fueron obras puntuales; y aunque es verdad que los méritos de su vida y muerte duran y durarán para siempre sin fin en su efecto, pero Cristo


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jam non moritur2, ya murió y no muere. Digo yo que esa muerte que entonces fue puntual nos la dio dilatada y tirada en el sacramento del altar, para que siempre la tuviésemos fresca delante de los ojos. De suerte que aquellas obras que Cristo hizo entre nosotros, tuvieron su ejercicio mientrasc vivió, y llegaron hasta la muerte. Así dice san Pablo que Cristo se humilló hasta la muerte y muerte de cruz. Allí tuvo su remate y fin su abyección, su desechod y desprecio; y por eso su Padre lo levantó y le dio nombre sobre todo nombre. ¿Hasta dónde lo levantó? ¿Y hasta dónde llegó ese nombre, glorioso Pablo? No tiene hasta dónde, eso no tiene fin, paradero ni remate. Levantólo; considerad vos todo cuanto quisiéredes y pudiéredes, más lo levantó; y más que cuantos nombres hay, puede haber y se pueden imaginar, más sube su nombre y más alto vuela [34v] y más sube, sin hallar el apóstol, con tener tales ojos, dónde llega su exaltación.

Todo esto para nos dar a entender que el humilde, en su humillación, tiene fin, y que ya se sabe dónde puede llegar su desprecio y abatimiento así de parte de la grandeza de la obra como de parte de la duración del tiempo, pues no puede pasar de la muerte ni puede ser mayor que despreciar y dar la vida, y mill que mill tuviera, por su Dios. Pero el premio y paga que da Dios a los humildes, ése no se sabe dónde llega, no hay ojos, por de lince que sean, quee denf alcance a su fin y paradero. Finalmente, nada le sobra de lo que se le da y de lo que dél dijéremos, y nada en materia de bien le viene a pospelo ni fuera de propósito ni deja de venir bien.

 

            3.         Podría tanbién ser la causa que, como el humilde es pobre de todas las cosas, todas le cuadran y vienen bien; como si a un pobre desnudo le diesen un vestido, sea del tamaño y color que fuese, no puede dejar de venirle bien y ser aquélla la color que buscaba y había menester; y fuera yerro preguntarle al pobre si tomaría un sayo chico o si fuese grande, grande o blanco o colorado, o de frisa o paño, seda o brocado. Todo le cuadra y viene bien al cuerpo desnudo, que es lo que por otro refrán decimos: que a buena hambre no hay pan malo. Está el humilde tan desnudo de su interés que, si lo visten de injurias y afrentas, ésas le cuadran y vienen bien; si lo maltratan y desprecian, parece que esos malos tratamientos le vienen nacidos y que para él se hicieron según los lleva con paciencia y sufrimiento; si lo alaban y honran, ése es el vestido que Diosg le corta y mide a su talle y proporción, contentándose con lo que Dios en él obra. Finalmente, es un divino camaleón, que se vuelve del color que Dios es servido de tratarle, sin que haya color para que en él no se halle buen color y gana para lo recebir.

4.         Según esto, si en los intentos principales que llevamos nos divirtiéramosh algo y el que lo leyere, [si] leyere algunas digresiones, no


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las tenga por fuera de propósito [35r], pues al humilde todo le cuadra y viene bien, sea sayo chico o sea grande, sea bien o mal guisado, que en él hay hambre y vacío para todo sin que nada le parezca pan malo en materia de humildad. Como Cristo en el aprenderla nos remitía a sí sin nos querer dar otro maestro3, en él hallamos y hallaremos exemplos de todo lo que quisiéremos, siendo el más humilde de todos los humildes. Llama manjar, comida y pan floreado a sus trabajos y penas, azotes y muerte de cruz. El propio lo dice por san Juan, cuando sus apóstoles y discípulos fueron a Samaría a comprar de comer; cuando lo trujeron y le pidieron que comiesei, respondej (Joan. 4k): Ego cibum habeo manducare quem vos nescitis, yo tengo otro manjar que vosotros no sabéis. Dudaban los apóstoles si alguien le hubiese traído de comer, entonces les declaró Cristo el misterio diciendo: Meus cibus est ut faciam voluntatem eius, qui missit me, ut perficiam opus eius4, mi comida es hacer la voluntad de mi Padre y el perficionar la obra para que me envió. Esta no se perficionó y acabó hasta que, dando su spíritu a su Padre en la cruz, dijo: Consumatum est5. De manera que, según esto, sobre la comida y pan que los discípulos train de Samaría, es pan floreado el padecer por el hombre, pues, entre los dos platos, aquél desecha y éste escoge.

Tanbién llama clara al corriente y caudall tan turbio de tantas injurias y afrentas como en la cruz le decían6, puesm, habiendo caído sobre él tanta lluvia, dice que tiene sed7 y quiere más y más padecer por el hombre. ¡Oh, sancto Dios!, que tus fiestas, tus paschuas, banquetes y comidas los libras y pones en afrentas y trabajos de que no te ves harto, como si vinieran muy bien guisados, por ser el deseo tan grande que tienes de padecer por el hombre que nada te satisface ni enllena las medidas de ese amor encendidíssimo que arde en tu pecho. ¿Cómo, Señor mío, con tal exemplo ha de haber pan malo para el humilde y para el que de veras te quiere y desea imitar? ¿Cómo ha de haber ropa o vestido que no le cuadre, color que no le diga?

 

            5.         Pues en satisfacer a nuestras digresiones nos hemos detenido en este capítulo, cerrémosle con pedir a todos nuestros hermanos, que pretenden alcanzar esta humildad: que, si la quieren tener y encontrar con ella, ensanchen el corazón [35v] y alarguen el paso para retratar en sus personas un Cristo crucificado, hambriento por padecer, sediento por sufrir. De suerte que, por mucho que los desprecie el prelado, riña o reprehenda, sea tan grande su sed y deseo de padecer que nada llegue ni satisfaga. Sean sus vacíos tan profundos que en ellos todo se hunda, y nada parezca para decir o contar por injuria o trabajo que les haya sobrevenido. Siempre pidan más padecer, más sufrir, y estén ciertos que, por mucho que pidieren y les viniere,


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nada llega ni llegará [a] aquellos premios eternos, como dice el glorioso Pablo: que non sunt condignae pasiones huius temporis ad futuram gloriamn8. Alégrense que, si a golpes y ao martilladas los engrandecen y ensanchan, como el platero la plancha de oro, grande es el sayo y vestido que Dios les tiene aparejado, pues, acabándose en este mundo y en esta vida sus abyecciones, sus premios durarán por los siglos de los siglos. Amén.




a  sigue de tach.



b ms. deshechan



1 Flp 2,8-9.



2 Rom 6,9.



c  sigue murió tach.



d ms. deshecho



e  sigue le tach.



f  ms. de



g  sigue corta tach.



h  ms. divirtiérimos



3 Cf. Mt 11,29.



i   al marg. vide tach.



j  sigue que tach.



k Joan. 4 al marg.



4 Jn 4,32-34.



5 Jn 19,30.



l   ms. audal



6 Cf. Mt 27,39-44.



m sigue des tach.



7 Cf. Jn 19,28.



n  ms. gloria



8 Rom 8,18.



o sigue po tach.






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