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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • TRATADO DE LA HUMILDAD
      • CAPITULO 15 - Del grande bien que tiene el alma que tiene humildad. Y cómo Cristo reservó y guardó para sí el ser maestro de ella
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CAPITULO 15 - Del grande bien que tiene el alma que tiene humildad. Y cómo Cristo reservó y guardó para sí el ser maestro de ella

 

            1.         Puesto caso que mi intento no haya sido hablar de propósito de la humildad, no sé yo qué pueda ser la causa que no acierto a desasirme de tratar de ella, siquiera por palabras, las cuales es fuerza queden tan inperfectas como lo es tratar de la cosa que no se tiene, se sabe o se conoce qué sea, siendo ella una virtud a quien no es posible los ojos del hombre le den un alcance, de suerte que, mientras más bajan a buscarla, más se baja ella a esconderse. Y si con alguien se topa, buscándola a ella que nos risponda, estemos ciertos que no es la humildad, porque donde ella está no puede haber presumción de que hay humildad.

Es un pozo hondo y es un mar sin suelo, en quien el quea nada, siempre es nada y jamás halla suelo firme sobre quien pueda fabricar cosa alguna. Y siendo la humildad un ser el hombre nada, es ella una virtud tan grande que todo lo puede, todo lo alcanza y posee, según en los capítulos arriba queda dicho. Sobre esa nada del hombre y grandeza de esta virtud es sobre quien se asientan y toman firme fundamento todas las demás virtudes1; y donde ella no vive, las demás no habitan, y donde ella se deshace las demás se destruyen. Acá solemos decir que el humo es el que echa al hombre de su casa; y al soldado más fuerte con humo se rinde. Vuelta esta virtud en presumción y soberbia, deshecha y vuelta humo, las demás virtudes se salen de casa


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y el mismo hombre por fuerte que sea se rinde y sujeta a los vicios más viles y apocados de cuantos hay en el mundo.

2.         Humo, soberbia y presumción echó los ángeles del cielo y, si ellos no salieran, Dios les dijera el lugar, quia non abitabit in medio domus meae qui facit superbiam2. No puede sufrir David tal humanarices, y dice que, por quien él es, que en su casa no tenga vivienda el que hace soberbia, el que enciende fuego y hace lumbre, el que tiene necesidad de grande chimenea para que se desahogue la casa. Donde se note que, para llamar a uno carnal, le llaman deshonesto, al que mata, homicida y al soberbio no le llama aquí David soberbio, sino "el que hace soberbia".

Pues pregunto yo: ¿soberbia cómo se fabrica y se hace? Digo que entre todos los vicios éste se hace y jamás se acaba; que el deshonesto y el homicida, cumplida su voluntad y en alcanzando lo que desean y pretenden, ya acabó su officio; pero jamás acaba el del soberbio. En empezando a entrar la soberbia en un corazón altivo, siempre está martillando y fabricando: Superbia eorum qui te oderunt, ascendit semper3. Siempre el altivo sube y se levanta sin hallar término ni fin a sus pretensiones. En ellas es como el pinctor que, como cada día se va más perficionando en su arte y aprendiendo más, [41v] jamás pone en la imagen que pincta: Fulano me fecit, sino Fulano faciebat; no ponen los pinctores en la tabla que pinctaron: Fulano me hizo, sino Fulano la hacía, que fue decir: aunque os parezca bien esa imagen, mejor la hará el dueño si tornárades a le encomendar otra semejante. Así es el soberbio, que jamás en su arte llega con la obra adonde pasan sus pensamientos y deseos. Así siempre hacen y siempre trabajan, piensan y fabrican en ese officio; de suerte que si os espantare ver la solicitud, cuidado, enredos y enbustes con que alcanzaron una dignidad, advertid que, como gente que en su arte se va cada día más perficionando, mañana, si se les ofrece otra ocasión semejante a esa, harán mayores tramas, urdimbresb, engaños y enbelecos. Y eso es decir David que el que hace soberbia y el que habla cosas inicuas no había de vivir en su casa.

3.         Y adviértase lo segundo: que a la soberbia le arrimó el hablar iniquidades, porque, así como al humilde le atribuimos el silencio y la cortedad de palabras, de esa misma suerte al soberbio se le atribuye la locuacidad y la iniquidad y quintaesencia de la maldad en sus palabras. Lo cual bien al vivo se vido en Lucifer y sus secuaces: que, en el punto que entró este vicio y se apoderó de ellos, al instante dieron en hablar blasfemias y palabras contra Dios4. Estos son los que Dios no consiente estén en su casa, sino que su propia presumción y humo los eche de ella. Yc ésta fue la que destruyó y deshizo las demás virtudes, dones y gracias sobrenaturales que Dios había puesto en ellos, y aun quien


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cercenó y cortó las alas a los dones y gracias naturales, y quien de ángeles de luz hizo demonios de tinieblas, y quien de cielo hizo infierno perpetuo; quien del primer parto parió demonios y para tales hijos y tal madre se le acommodó para su regalo cama de fuego para siempre, y de segundo parto de que se enpreñó en el paraíso parió y formó monstruos tan desproporcionados que quiso juntar un terrón de tierra con la sabiduría de Dios y saber lo bueno y lo malo. Produjo esta mala hierba spinas, abrojos, necesidades, hambre, cansancio, etc. Es quien descompuso y desordenó el mundo y quien al hombre lo desencuadernó, de suerte que, como dice David, no se hallará paz hasta entre los propios güesos del hombre5. Pues así como la soberbia es principio y origen de todo peccado, principio y origen de toda miseria y pena, de esa misma suerte la humildad es el cimiento, el fundamento, la casa y estabilidad de las otras virtudes, y ella propia tiene su fundamento en el mismo Dios, de cuyo conocimiento le nace al hombre el echar de ver cuán nada sea.

Ahora pues, si la humildad tiene su fundamento, casa y morada en la [42r] presencia del mismo Dios, ¿quién irá a buscar esta virtud en tal fundamento y en tal casa, que una y mill veces no se pierda a sí de vista y se divierta de lo que va a buscar, hallando en la grandeza de ese Dios infinidad de atributos y perfecciones, que la menor de ellasd no requiera otro entendimiento y conocimiento mucho más alto que el suyo para descubrir un algo de lo mucho que allí está encerrado?

4.         ¡Oh, qué gran cosa si de esta manera nos perdiésemos en Dios!: que perdiéndonos a nosotros mismos de vista, a nuestras virtudes, cosas, hallásemos a Dios; o si yo buscando palabras para descubrir la humildad, me topase con Dios y en él hiciese mi asiento, y quiriendo enseñar quién es la humildad para que la buscásemos, enseñasee cómo hemos de hallar a Dios, que ése es el atajo y el camino cierto y derecho para hallar humildad. Y el que pensare ha de topar con ella sin encontrarse con Dios es muy ignorante, porque como Su Majestad sea un abismo de perfecciones y un depósito de todo lo bueno, aquí hemos de acudir a que Su Majestad nos comunique lo que tanto inporta.

Esto es en tal manera que, habiéndonos Dios dado para otras virtudes maestros diferentes, para ser humildes no, no nos quiso remitir a nadie, sino que su propio Hijo quiso fuese nuestro maestro6. Y así dice él propio por san [Mateo]: Discite a me, quia mitis sum et humilis corde7; deprended de mí, que soy manso y humilde de corazón. A su eterno Padre puso por exemplo del amor de los enemigos (Mat. 5f): Ut sitis filii Patris vestri, qui in celis est8. A Abrahán por dechado de buenas obras (Joan. 8g): Si filii Abrahe estis, opera Abrahe facite9. De la confianza en


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Dios, puso a las aves del cielo para que nos la enseñasen, diciendo que sin sembrar ni coger ni sperar a los tiempos ni al agua, Dios las apacienta y sustenta, y ninguna de ellas muere de hambre (Math. 6): Videte volatilia celi, quae neque serunt neque metunt neque congregant in horrea, et Dominus pascit illa10. Del día del juicio y sus señales, puso a la higuera: Ab arbore fici discite parabolam (Math. 1411 [sic]), y [a] Salamón12. De la prudencia, a la hormiga, que en el verano con tanta solicitud puebla y enllena sus trojes para el invierno (Proverbios 6): Vade, piger, ad formicam13. Pero en caso de humildad no nos remite a nadie, sino que lo reserva para sí: Yo sólo por mí quiero ser vuestro maestro de humildad y que me tengáis por vuestro dechado, que importa mucho que salgáis buenos discípulos de esta virtud.

No importa poco el remitirnos a sí para aprender y saber algo de esta virtud. Ver aquella majestad y grandezah de Dios, en cuya comparación no hay monte, por enpinado que sea, que no se humille, no hay cedro tan alto, que dé con sus ramas en el cielo, que no se abaje, no hay gigante que no sea hormiga y quede desecho. Aun acá lo vemos: que una mujer hermosa a otra que no es tanto la hace fea, y un hombre grande a otro menor lo hace pequeño. Pues ¿qué será el hombre junto, pegado y cotejado con Dios? [42v] ¿Lo que es tan nada por tantas partes como el hombre, con quien es un Dios tan infinito por cualquier parte que el hombre lo considere? Todas las cosas de la tierra, dice el propheta [Isaías], conparadas con Dios, [son] como si no fuesen14. Pues ¿qué será un hombre solo y tan solo como es el que de su cosecha nada tiene que de consideración sea?

5.         ¡Oh, Dios inmenso e infinito, y qué bien dices que vayan los hombres a aprender así humildad y a conocer y ver cuán pequeños y nada son! Esi Dios una medida tan sin medida de nuestra pequeñez que jamás el hombre acaba de entender lo poco que sea, si no es cuando con una consideración entra en este abismo de ser, y en este mar y piélago profundo de infinitas perfecciones. ¡Oh, qué lejos anda de este tanteo y cercanía quien piensa que es algo! ¿Por qué el rústico se estima y piensa que es rico y rey en su aldea? Porque no salió de ella ni entró en la corte; que si fuera do está el rey con sus grandes, procurárase esconder debajo de los poyos y bancos do esa gente se arrima y ahí estaría temeroso si los alabarderos y gente de guarda lo habían de echar a palos. No considera el soberbio quién es Dios, no le pasa por la imaginación entrar por esos cielos con el pensamiento donde como en corte habita Dios con sus grandes, y así piensa que es o que sabe algo siendo nada y sabiendo menos que nada pues no conoce a Dios.

Entre los demonios, decimos que Lucifer es grande y el mayor; y entre los malos y peccadores el soberbio es a quien llamamos el supremo,


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pero entre los buenos es nada, es escoria, es risa y, por mejor decir, demonio.

Entra Cristo en el barco de Pedro; y de verle obrar y hacer una maravilla en la mar, da voces y dice que se vaya de entre un tan grande peccador15. Que se afrenta el justo y no sabe dónde entrarse cuando se ve o considera en presencia de tal Dios y de tan grande Majestad. Que fue el asombro que en el lavatorio de los pies tuvo el mismo Pedro cuando dijo: "¿Tú, Señor, me lavas a mí los pies?"16. ¡Oh, qué humildad apriende Pedro, viendo susj pies pobres junto a manos tan ricas, pies tan llenos de polvo con manos tan llenas de cielos! Acerquémonos a Dios y estemos ciertos que de esa cercanía hemos de aprender grande y profunda humildad, como el mismo Cristo nos convida diciendo: Discite a me17.

6.         Digo lo segundo, que es de grande importancia el considerar esta virtud en el mismo Cristo, para que nosotros la aprendamos. Cuando [43r] entramos en una güerta y vemos que la fructa no está muy madura, echamos mano de aquella que picó el pájaro porque la tenemos por más sazonada. Esta virtud en el hombre nunca jamás acaba de madurar, de suerte que, si por una parte lo miramos y nos parece humilde, por otras muchas lo hallaremos hombre. Sólo en Cristo esta virtud llegó donde había de llegar. Allí la hemos de coger, y de él debemos aprender como de verdadero maestro; que las cosas que tomó a su cargo y entre manos las perficionó y acabó, de suerte que de allí no pudieron pasar. Que él propio en muchos lugares dice, donde, haciendo mención de las obras que su Padre le había encomendado, al hacer llama perficionar, acabar y consumar18.

Ahora pues, si fuésemos a la plaza a comprar alguna cosa, llano es que entraríamos en la tienda del mayor mercader y tratante en aquello que habíamos de comprar, en casa del mejor maestro y official de lo que buscamos, porque no nos engañen, como se dice, por nuestros dineros. Siéndonos pues tan necesaria la humildad que sin vestirnos de ella no entraremos en el reino de los cielos, como Cristo dijo cuando, puniendo un niño en medio de sus apóstoles y discípulos, les dijo que si no fuesen como aquel niño no entrarían en el reino de los cielosk19. Aunque en esta virtud han tratado y tratan los sanctos, pero no tan grandes maestros que su humildad no haya tenido algunas quiebras y roturas, como vimos en los apóstoles que, siendo ellos tan humildes y bajos, trataron de mayorías y dignidades20; sólo en Cristo está esta virtud en su puncto y en sus cabales, el que la supo sazonar y llegar donde debía, el que, siendo Dios verdadero tan grande y tan rico de bienes, semetipsum exinanivit, formam servi accipiens21, se vació quedándose Dios entero y se humilló hasta llegar a tomar forma de peccador. Y


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así convino que se humillase, puesto caso que él sólo quiso ser nuestro maestro en esta virtud, que en ella fuese un marl profundo sin suelo, para que el más humilde que aquí llegase a aprender no hallase cabo de lo que pretendía y deseaba.

Seas tú, Dios mío, bendito, que acá en las scuelas y universidades se pelean por oír de buen maestro y aprender de hombre docto; y siendo tú, Dios verdadero, la sabiduría del eterno Padre, el que enseñas esta virtud, no veo, en el aula y estudio donde se lee, oyente que de consideración sea; y si hay quien oiga, no hay quien aprienda, obre o repita una lición de tantas como en esta materia leíste en el discurso de tu vida.

7.         Sólo hallo por discípula verdadera a tu benditíssima Madre, la cual ve tus obras y oye tus palabras, todas ellas las apriende y guarda [43v] en su corazón, como dice san Lucas22: que asentaba aquello que en Cristo veía como piedras fundamentales en su corazón, sin dejar perder nada, para ella fabricar otra casa de humildad a la traza que en su hijo veía; y no sólo las guardaba sino las confería: Conferens in corde suo23. Conferir, entre estudiantes, quiere decir pasar lo que han oído, repetirlo, cotejarlo y hacer comparación. Pues, habiendo nacido el Hijo de Dios en un pesebre desnudo, helado, llorando y sujeto por querer y por nuestro exemplo a las leyes de los peccadores, viendo pues la Virgen tales obras, dice que todo lo guardaba en su corazón y lo confería. Y como dice el divino Crisóstomo, Homilia de Nativitate Domini ex Luca, thomo 2: porque era sancta y había leído las sanctas Scrituras y entendía los prophetas, cuando en ellos hallasse scritas extraordinarias grandezas de su hijo y por otra parte lo viese tan pobre y humilde, estaría confiriendo y haciendo comparación, cotejando y adjetivando lo que había oído de la boca del ángel y lo que había leído en los prophetas con lo que delante los ojos veía y tenía24. Si el ángel dijo: Quod nascetur ex te sanctum, vocabitur filius Dei25, sancto y Hijo de Dios y circuncidarse; grande que no cabe en los cielos y estrechado en un pesebre; cercado de millares de ejércitos de ángeles y spíritus divinos, y aquí acompañado de animales; cercado de gloria que [en] su casa no cabe y aquí envuelto en pañales; allí grande, inmenso, infinito, inmortal y aquí niño chiquito, pasible, mortal.

¡Oh, qué lición la que aquí lee Dios tan grande y tan dificultosa! Esta es la que en su corazón pasa y confiere la Virgen, no porque la dude ni dificulte porque bien sabía que todo le era a Dios posible26, pero pásala y confiérela dentro de su corazón por el asombro y admiración


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que le causa ver un sustantivo como su hijo, que todas las cosas sustenta y encierra en sí, ver que en la lición de humildad que lee se declina en compañía de cosas tan bajas. De suerte que, conviniéndole los casos de la declinación muy diferentemente que en el capítulo pasado decíamos que los declinaba el hombre, todos le convienen: el nominativo por tener ya nombre de niño pequeño el que es tan inmenso y grande; el genitivo por ser ya nuestro y de los peccadores el que era señor de cielos y tierra, se ha hecho nuestro siervo; y siendo él para quien son las alabanzas de cielo y tierra, ya para Su Majestad se guardan las injurias y afrentas, gustando él de padecer y morir por los propios que le crucifican, que son los dos casos [44r] y de dativo y acusativo; y siendo el mismo Dios, haciéndose hombre, se quiso hacer nuestro abogado e intercesor rogando a su Padre por los hombres27, que es el vocativo; naciendo y muriendo tan pobre que para el nacimiento tiene un pesebre y para la muerte una cruz, que es el ablativo. Esto era lo que confería la soberanam Virgen y la lición que pasaba. Estas declinaciones consideraba cómo bajaban por tales casos, cómo a su hijo sucedían y habían de suceder.

8.         Esta es la lición que ha de aprender y pasar el que de veras desea ser humilde para que, asombrado de tales declinaciones y casos, no se maraville ni asombre de lo que Dios le pidiere a él; ni por grande que sea y sustancia que tenga, no disprecie el trato, junta y conversación con el pobre. Decline y baje porn diferentes casos y acontecimientos de humildad, hasta dar consigo en una nada que de sí debe considerar. Considere que Dios se hizo hombre para juntarse con el hombre, porque antes en nada convenían. Y tampoco ahora convendrán, si Dios se abaja y el hombre se sube y se levanta, que mal dice nuestra soberbia con tanta humildad de Cristo, tanto disprecio de Dios hombre en un pesebre con tanta codicia del hombre que se quiere hacer Dios, tanta limpieza con tanta deshonestidad. Es necesario, para que apriendas y aproveches, que concordes tu vida con la de Cristo.

 

            ¡Oh, sancto Dios, y quién podrá decir de tu grandeza abreviada y de la poquedad y miseria del hombre extendida! ¡Oh, qué hallará el hombre de cosas que enmendar en sí y que cercenar! Cuando no consideráramos más de lo visible en Cristo y lo que a los ojos de los hombres obraba, no sé yo quién tendrá cara para parecer con sus sobradas pretensiones y dilatados pensamientos en presencia de un Dios tan abreviado. ¡Cristo en un pesebre y el hombre en ricas camas! Coteja, hermano, y junta: el establo de Cristo con tus palacios; sus mantillas pobres con tus brocados; su desecho con tu estimación; sus pies descalzos por el suelo con tu calzado y caballos; sus caminos, solicitud y cuidado con tu descuido y tibieza; su pan de cebada con tus comidas regaladas. Pues ¿qué, si llegáramos a la humiliación y abatimiento de cruz, con tu soberbia y presumción?


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9.         No sé qué hombre mira esto y halla su vida tan distante y apartada de la de Cristo, y vive descuidado guardando cielo y premio que sólo se da a los humildes verdaderos, como dijo san Agustín In Joanem tractatu 45: Humilis est janua Christus; qui intrat per hanc januam oportet humiliet se, ut sano capite posit intrare. Humilis est via. Humiliter per eam, neque superbis equis neque elatis, iter faciendum est corribus28. ¿Bueno es que sea [44v] la puerta angosta y humilde, y que quiera el hombre entrar por ella erecta cervice, levantada la cerviz y enhiesta la cabeza, sin descalabrarse? ¿Que entre Cristo en su reino inclinando la cabeza en un madero, y que quiera el gusanillo del hombre entrar levantándola en sus imaginaciones? ¿Que sea Cristo el camino del cielo, y camino humilde, y que quiera la scoria del mundo caminar por él con soberbia y elación usando coches y caballos?

Junta, hermano, tu vida con la de Cristo, aviene la una con la otra, coteja tus costumbres con sus obras, et fac tibi secundum exemplar quod tibi in monte monstratum est29. Di, ¿cómo te enseñan? Obra como allí hacen. Y cuando te veas tan desconforme y tan sin aparencia a la misma verdad, avergüénzate, confúndete. Y el confundirte sea de aquella manera que dice Dios, Génesis 11, cuando los de Babilonia quisieron levantar torre que llegase al cielo: Descendamus et confundamus linguam eorum30, descendamos y confundámosles sus lenguas. Lo cual fue trocándoles el lenguaje, palabras y razones antiguas; y con esto no pasó más adelante su pretensión.

Abramos, mis hermanos, los ojos y advirtamos cómo Dios, viendo nuestro orgullo y desmesurados pensamientos en nuestras pretensiones, para sólo confundirnos bajó de su cielo a un pesebre y a morir por el hombre, y muerte de cruz. De esta venida ha de sacar el hombre confusión y trueco en sus razones y palabras, de suerte que a la pobreza ya la llame riqueza y, al contrario, a las riquezas, pobreza; a las afrentas, injurias y oprobrios, que por Cristo se llevan, se han de llamar honras; a la cruz, gloria; a la muerte, vida; y a la cárcel, libertad. Esta es la lengua nueva que Cristo enseña viniendo al mundo. Y como dice el divino Agustino: Omnis hujus nativitatis, schola humilitatis est officina31. Nada hay en el nacimiento temporal de Cristo que no sea cátreda, scuela y officina donde se enseña humildad y se confunde nuestra soberbia, para que el hombre aprienda vida nueva, lición nueva, olvidando lo viejo que del viejo Adán habíe aprendido, desnudándose de lo antiguo para vestirse del hombre nuevo que es Cristo32. El nos dé su gracia para que, como debemos, nos aprovechemos de tal maestro y de tales liciones. Etc.


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[45r]    Jhs. Mª




a  sigue se echa tach.



1 Cf. S. AGUSTÍN, Sermo 69, c.1 (ML 38,441): "Cogitas magnam fabricam construere celsitudinis, de fundamento prius cogita humilitatis". S. BERNARDO, De Consideratione, l.V,c.14 (ML 182,806): "Virtutum siquidem bonum quoddam ac stabile fundamentum, humilitas".



2 Sal 100,7.



3 Sal 73,23.



b ms. urdiembres



4 Cf. 2 Pe 2,10; STO. TOMÁS, Sum. Th., 1, q.63; Summa contra Gentiles, 3, c.109.



c  sigue tien tach.



5 Cf. Sal 37,4.



d ms. ella



e  corr. de enseñásemos



6 Según S. Agustín, Cristo es "magister quippe humilitatis et verbo et exemplo": Sermo 62 (De verbis Evangelii Matthaei, 8,8-12), c.1 (ML 38,415).



7 Mt 11,29.



f  Mat. 5 al marg.



8 Mt 5,45.



g  Joan. 8 al marg.



9 Jn 8,39.



10           Mt 6,26.



11           Mt 24,32.



12           Cf. Mt 12,42.



13           Prov 6,6.



h  sigue tan humillada y abatida tach.



14           Cf. Is 40,17.



i   sigue mismo tach.



15           Cf. Lc 5,6-8.



16           Lc 13,6.



j  ms. su



17           Mt 11,29.



18           Cf. Jn 4,34; 5,36; 10,37.



k ms. cielo



19           Cf. Mt 18,2-3.



20           Cf. Mc 9,34.



21           Flp 2,7.



l   sigue fondo y tach.



22           Lc 2,19.51.



23           Lc 2,19.



24           "Maria autem conservabat omnia verba haec conferens in corde suo. Quid vult hoc, quod dicit, conferens? [...] Quoniam sancta erat, et sanctas Scripturas legebat, et sciebat prophetas, recordabatur quod angelus Gabriel sibi dixerat illa, quae dicta sunt in prophetis. Cum his videbat conferens in corde suo, si staret: Spiritus superveniet in te..." (S. JUAN CRISÓSTOMO, De Nativitate Domini homilia, en Opera, II, Basileae 1539, 846).



25           Lc 1,35.



26           Cf. Lc 1,37: "...quia non erit impossibile apud Deum omne verbum".



27           Cf. Heb 7,25.



m ms. berana



n  rep.



28           "Humilis est enim ianua Christus Dominus: qui intrat per hanc ianuam, oportet humiliet se, ut sano capite possit intrare. Qui autem se non humiliat, sed extollit, per maceriam vult adscendere; qui autem per maceriam adscendit, ideo exaltatur ut cadat" (S. AGUSTÍN, In Ioannis Evan. Tractatu, 45, 5: CCL 36,390.



29           Ex 25,40.



30           Gén 11,7.



31           No hemos hallado la frase, pero la idea la expresa Agustín a menudo, por ejemplo, en algunos Sermones De Nativitate Domini. Cf. ML 38,1004,1009; etc.



32           Cf. Ef 4,22-24; Col 3,9-10; Gál 3,27.






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