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San Juan Bautista de la Concepción Obras I - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
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CAPITULO 2a - De cuánta obligación tenga el prelado y padre spiritual de conformarse con el natural y condición del súbdito. Y cuán grande pena y mortificación sea para el pobre súbdito destruirle las fuerzas naturales según Dios se las ha dado para que obre por aquel camino
1. Bien quisiera yo ahora descubrir otro inconveniente que se suele hallar en este camino de la perfección. Será Dios servido. Para ello quiero que notemos que lo sobrenatural tiene grandíssima conveniencia y trabazón con lo natural, de suerte que parece me atrevería a decir suele ser de ordinario molde a cuya forma y sabor sale lo sobrenatural. Y no parezca esto encarecimiento, pareciéndoles que lo sobrenatural está tan distante de lo natural como el cielo de la tierra. Que bien puede uno ser molde [83v] de palo y servir para en él hacer una pieza de oro riquísima o un vestido de brocado. De esa misma suerte, puede ser un natural cuan bajo quisiere y en esa bajeza sacar Dios amoldadas y que sepan y tengan el color de la propia naturaleza, para lo cual hay hartos exemplos. Es uno humilde de condición y en esa abyección suele Dios cargar un conocimiento grandíssimo y una humildad muy profunda. Es esto lo propio que de ordinario decimos tratando de la gracia, que no destruye la naturaleza, sino la perficiona1. Como cuando echan un licor muy oloroso en una redoma: no destruye la redoma, sino la deja mejorada, pues es la propia vasija con buen olor. Es lo propio que decimos de la Madalena, que tenía natural amoroso que sirvió de fundamento y molde de la gracia para que entrando en ella hiciese operaciones de amor a lo divino2. Tiene otro un natural temeroso, entra en él la gracia, la cual, aprovechándose de ese natural y temor, hace celestiales operaciones.
2. Esto presupuesto, cuando un padre spiritual guía a un alma por este camino, ha de estar advertido que la gracia que Dios da es lab que perficiona el natural y quien no lo destruye, porque sabe Su Majestad dónde llegan las fuerzas y la grandeza o poquedad de la tal condición y naturaleza. Pero el hombre que no tiene esta sabiduría ha menester pedirc a Dios grande prudencia cuando quiere echar por este camino, para no dar en el suelo con el tal natural.
Pongamos exemplo. Yo digo que las cosas que se echan en un molde salen a su traza y tamaño, pero bien podría ser el molde pequeño y la materia que yo echase ser tanta que rompiese el molde y no sólo no hiciese, sino que destruyese. Supongamos que uno tomó el hábito de nuestra sagrada Religión, que era de gente humilde o pobre. Bien es que me aproveche yo, si soy su prelado, para que este tal religioso se humille de esa abyección y pobreza, pero tanto y tantas veces le podría dar en la cara con su pobreza que lo echase todo a perder y que lo que le habíe de servir para aprovecharlo le sirva para afrentarlo e inquietarlo. [84r] Lo propio digo en los que son temerosos: que en oliéndoles los tales naturales los prelados, deseosos de tenerlos bien rendidos, les aprietan por ahí tanto los cordeles que les hacen dar en desconfiados.
Puesto caso que sólo Dios y su gracia son los que así saben tomar el pulso y dar peso igual, según las fuerzas y naturaleza pidend, deben los tales prelados proceder con grande tiento en esto y antes templar la naturaleza con cosas contrarias para la fortificar: al temeroso con cosas de confianza y consuelo, al melancólico con cosas de alegría, y al alegre con cosas de tristeza, y al pobre animarlo y decirle la merced que Dios le ha hecho en haberlo puesto de un color y traje con los más ricos y que debe corresponder según reglas de agradecimiento, como si hubiera sido muy rico y próspero.
3. Confieso que un día me sucedió a mí, entendiendo que hacía provecho a un religioso y que tenía virtud para ello, decirle por materia de mortificación las pocas razones que tenía para engreírse y ensoberbecerse; y siendo él algo humilde en el siglo, sentirse de tal manera que fue menester gastar muchos días para reparar lo que en un breve rato había echado a perder. De suerte que, pues tanto hemos menester la naturaleza y tanta trabazón tiene con lo sobrenatural, habiendo menester la gracia a lo natural para que le ayude a obrar, es bien que los prelados y padres espirituales no la destruyan ni apoquen cargándola sobre sus fuerzas aun en aquello a que la ven inclinada; antes, siendo ella de suyo flaca y sintiendo cualquier carga, aunque sea en bien y provecho suyo, se la hemos de ayudar a llevar, aguándole los tales humores y templándoselos con cosas contrarias, para que se fortifiquen y tengan más fuerza para acudir a las cosas de Dios.
4. Esta es doctrina tan clara que no será necesario gastar tiempo ni traer otras confirmaciones. Que bien se sabe que al estómago no le hemos de dar toda la comida que el apetito pide, porque puede faltar en la digestión, aun en las cosas de que recibe el tal apetitoe gusto. Y a un jumento no lo hemos de querer cargar como a una mula o caballo, que aunque es verdad es animal humilde y a nada dice que no ni se defiende, aunque le echen carga sobre sus fuerzas, podría caer en el camino y dejarle la carga al amo [84v] para que se la lleve él a cuestas.
Y ésta es falta en todas las religiones: que, en sintiendo un religioso humilde y que a todo se acommoda con su natural, lo cargan de tal suerte de todos los officios que no paran hasta que el pobre religioso dandof con todo en el suelo, enfermando o perdiendo la vida. Los prelados, si considerasen que todo lo que hay en el hombre es finito y limitado y que ya tiene su término de donde no puede pasar, ellos tendrían peso y medida para todas las cosas que mandan y ordenan para que cada uno llevase según su tamaño. Es el otro pinctor inclinado a eso y el otro platero y, con todo, desean el día de la fiesta y, si se tarda, ellos la hacen para desafogarse y cobrar un poco de resuello y para tornar con más brío.
5. ¡Oh, válame Dios, y si considerásemos que no todos han de ser sanctos de una manera ni en un grado y que a cada uno se le ha de acudir no sólo según el natural, sino también según los grados de gracia que cada uno tiene! Bueno fuera que porque en la Religión, por ser de frailes descalzos, donde se pretende que todos sean sanctos, tengo de querer que todos sean de un tamaño y que en lo interior y exterior cada uno acuda no según la gracia sino según aprehende el prelado en su imaginación. Si esto fuera así, no dijera san Pablo que "se hacía todas las cosas para todos y para ganarlos a todos"3: niño para el niño y grandeg para el grande. No quiso aquí decir que san Pablo se aniñaba o apocaba su condición, sino que en el repartimiento que hacía tenía diferentes medidas: unas chicas para el pequeño, satisfaciéndose y contentándose con lo poco que hacía el pequeño, y otra medida grande para que el grande obrase y hiciese cosas grandes y de consideración. Factus sum omnia omnibus4; que le daba Dios un admirable conocimiento de las fuerzas naturales y sobrenaturales que cada uno tenía para según esa grandeza acommodarse con ellos, dándose muy por contento y satisfecho con lo que cada uno obraba y hacía según Dios le había repartido el talento.
6. ¡Oh, qué grande trabajo es cuando los prelados no se saben así hacer todas las cosas para todos, sino que no tienen más de un molde, y quiera Dios ése no sea de palo para medirlos a todos con una misma vara! No tienen más que unas palabras y ésas han de salir siempre de una manera, con causa chica o causa grande. De una misma suerte gruñen lo poco que lo mucho, y aun podría ser lo bueno y lo malo, y de una suerte quieren mandar al colérico y al flemático. Esto es entenderh al revés lo que san Pablo dice: que quieren los tales prelados que sus súbditos se hagan todas las cosas para [85r] tenerlos contentos; y para que ellos estén templados como instrumento músico, las pobres cuerdas que son los frailes se han de subir, aunque se quiebren, hasta llegar donde ellos desean, y otros se han de abajar hasta el estiércol para que ellos pisen.
Y aunque es verdad que el súbdito debe andar siempre al gusto del prelado y muy conforme a lo que él ordena, pero hase de advertir que eso ha de ser en lo sobrenatural, acudiendo con grandes veras a todo lo que el tal prelado, siendo sancto y siervo de Dios y, aunque sea malo, siendo bueno lo que manda. Que en las condiciones naturales más obligación tiene el prelado de acudir a la flaqueza poco o mucho del súbdito, para no los traer arrastrados ni por caminos diferentes de lo que Dios y la naturaleza en ellos ordena, que más fácil es conformarse el prelado en el mandar que no el súbdito en el obrar con la condición y humor deli prelado. Que en fin, loqui facile, prestare dificile; y más fácil es que uno se haga, finja o disimule camaleón para acudir a una communidad, como decía san Pablo, que no todos se hagan jilgueritos pinctados desvelándose en cuál será el gusto y condición del prelado para cantar a ese son. Pues si por nuestros peccados los prelados fueran de los que comen perdices y otros exquisitos regalos, que seríe necesario volveros de color de pavo, de capón y perdiz, y aun quiera Dios no sea de color de oro y de plata, quiriendo dádivas para por ese camino ser unos no para sanarse, sino para perderse.
7. Con menos cosas se contentan los súbditos en lo natural y mejor les puede acudir el prelado que no el súbdito al prelado; más señor es el prelado que el súbdito y más libre en la condición respecto del officio. Procure, por amor de Dios, si el súbdito fuere temeroso, de mandarle también con temor; si audaz y atrevido, de mandarle con el propio atrevimiento; y si fuere flaco y enfermo, de medirle conforme sus fuerzas y capacidad. Quis infirmatur, et ego non infirmor? Quis scandalizatur, et ego non uror?5 Si mi súbdito y discípulo es enfermo, yo también me hago enfermo para irme a su paso.
8. Mandaba Dios que no arasen con buey y jumento6, porque, como el buey es fuerte, era fuerza traer al jumento vencido y arrastrado. ¡Oh, qué buena ley para el prelado, que con cada uno de sus súbditos se debe uncir en una camella para ayudarles a llevar la carga!: que si el súbdito fuere flaco y enfermo, se ha él de vestir de su flaqueza para ir a su paso ayudándole, que lo demás no fuera sino destruirlo; y si el súbdito es jumento de pocas [85v] fuerzas, no quiera el prelado, en cuanto el súbdito camina a su paso, ser león o águila. Que aunque es verdad que aquellos cuatro animales que vido Eczechiel iban uncidos en una camella, siendo ellos tan diferentes como era águila, buey, león y hombre, pero dice el sancto que estaban llenos de ojos por delante y por detrás, y que todos a una, a la voz que oían en el firmamento, abatían y bajaban las alas7. Aquí hallo yo dos misterios entre la infinidad que de estos misteriosos animales están escritos. El uno es que, no obstante que el águila pudiese volar más que el buey, a una cesaban y a una volaban, sin decir el águila que aguijoneen el buey y el hombre para que vaya a su paso, sino que ella moderaba el vuelo y se conformaba con sus compañeros para no los llevar arrastrando. Que otras ocasiones puede tener el águila en que muestre a solas su ligereza, pero ahora que va con compañía, para que el buey no desgaje, bien es que el spíritu que rige estos animales sea uno y que, cuando avise que pare el buey pesado, pare el águila ligera.
El otro misterio era que estaban llenos de ojos por delante y por detrás, todos los cuales juzgo por necesarios para que en estos cuatro animales hubiese grande conformidad, que por ser cada uno de su especie, cada uno había menester tener muchos ojos para contemplar y mirar las calidades, condiciones y naturales de sus compañeros y conformarse con ellos y que no quisiese cada uno echar por su cabo. El tener también ojos detrás era para mirar no se quedase alguno atrasado, para lo aguardar y ayudar.
9. ¡Oh buen Dios! Y qué buena doctrina para los prelados y para que la comunidad que rigen vaya a una y muy conforme: que tenga muchos ojos el prelado para mirar y considerar las condiciones de sus súbditos y no querer que, porque él sea águila (que tal debe ser en muchas cosas el prelado), ha de querer que todos tengan esa condición; y el súbdito ha de tener muchos ojos para conformarse con su prelado, y todos muchos ojos para que ninguno se quede atrasado, sino que los unos se ayuden a los otros y se aguarden en las cosas comunes, que ocasiones habrá particulares en que el águila se pueda adelantar y el buey llevar mayor carga y a cada uno dar Dios gracia y gloria conforme dispuso los vasos. [86r]
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a ms. 26 1 Cf. STO. TOMÁS, Sum. Th., 1, q.1 a.8 ad 2m: "Gratia non tollit naturam, sed perficit". 2 Cf. Lc 7,47. b corr. c ms. perdir d ms. pide e ms. atetito f por dé 3 1 Cor 9,22. g sigue no tach. 4 Ibid. h corr. i ms. der 5 2 Cor 11,29. 6 Deut 22,10. 7 Cf. Ez 1,5ss. |
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