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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • ERRORES EN EL GOBIERNO Y EN LA DIRECCION DE ALMAS
      • CAPITULO 4 - En qué casos el padre spiritual ha de mortificar la inclinación que el discípulo tiene en el obrar, aun en las cosas de virtud. La obligación que el tal padre spiritual tiene de se conformar con el natural del discípulo y de lo ayudar para que siempre crezca en la virtud y sanctidad
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CAPITULO 4a - En qué casos el padre spiritual ha de mortificar la inclinación que el discípulo tiene en el obrar, aun en las cosas de virtud. La obligación que el tal padre spiritual tiene de se conformar con el natural del discípulo y de lo ayudar para que siempre crezca en la virtud y sanctidad

 

            1.         Hame dicho un religioso que en algunas religiones reformadas se pratica el mortificar los novicios no sólo en las inclinaciones torcidas y en las que son indiferentes, pero aun también en las que son buenas o, como arriba las llamamos, sobrenaturales (por ser obras que se entienden proceden de la gracia que a los tales Dios les tiene dado). Y porque esto lo dejemos absuelto según lo que alcanzáramos, digo que si las inclinaciones que el novicio trai, aunque sean buenas cuanto quisieren, son contra lo que se prophesa en la religión, o echa por otro camino de contra la comunidad, que es bien hecho, y aun quitarle el hábito y echarlo fuera, porque siempre ha de ser antepuesta la comunidad a los particulares. Y si Dios le dio gracia al tal novicio o religioso cuando era persona secular y sin respectob a comunidad para hacer tales y tales obras singulares, bien sabrá Dios dar otra graciac pidiéndosela con voluntad y deseo de acertar para que se conforme con los demás.

 

            2.         Digo más, que hay personas que entran en religión que en el siglo adquirieron virtudes a su modo, como son beatas y beatos que no entran en casa, que es bien deshacer estos naturales e inclinaciones, aunqued por mill partes parezcan y tengan color de bien.

 

            3.         Digo lo 3º, que la obra buena que llamo sobrenatural, [sea] hecha con particular inclinacióne. Podríamosf a algún [88r] amor propiog, tapado y encubierto, inclinaciónh o apetito, llamarlo o tenerlo por inclinacióni sobrenatural y, en tal caso, es bien mirarlo y, si es eso, mortificarlo.


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            4.         Digo lo 4ºj, que éste no sea del todo amor propio, sino una inclinación adquirida con muchosk hábitos de la tal virtud que obramos y que, aunque es verdad quel este apetito mira por una parte a sólo Dios, pero por la otra podría mirar gustos y intereses particulares. Y, en tal caso, tanbién es bien mortificar este apetito por esta parte, para que del todo pase desnudo y descalzo a sus operaciones por sólo Dios, según aquello que el Spíritu Sancto dice: Transite ad me, qui concupicitis me1; esa concupiciencia, deseo y apetito que tenéis de mí, pasadlom adelante, no se quede en vosotros, en vuestro gusto e interés, sino puramente por mi bondad y por quien yo soy. En san Pedro podríamos poner exemplo: que, aficionado ya de Cristo, de sus palabras y obras, en él la divina gracia habíe hecho tal operación que le habíe hecho dejar las redes; y por la parte que miraba a sí aún no estaba el apetito del todo mortificado, pues quería premios y decía: Ecce nos reliquimus omnia, quid ergo erit nobis?2; ya hemos dejado todas las cosas, ¿qué nos habéis, Señor, de dar?

 

            5.         Yo no hallo otros casos en que haber de mortificar el apetito e inclinación en las cosas de virtud. Y si de ahí pasase el padre spiritual o maestro, diría yo que quería enmendar las obras de la gracian y lo que Dios obra y hace en un alma puniendo en cada una las gracias y dones que él es servido, según a cada uno le dio su inclinación y naturaleza acommodada para las tales cosas, como arriba hemos dicho. Y créanme, mis hermanos, que hemos visto muchas virtudes marchitarse, o por lo menos apocarse y desdecir de lo que debían, por ponerse en personas en quien nada ayuda el natural e inclinación; y, por el contrario, ser perpetuas las virtudes que hallaron alguna trabazón y semejanza con quien casarse.

 

            Vemoso en los injertos cada día esto propio: que prevalecen cuando la púa que se ingiere es de su mismo género o specie. Que es la regla general que dan los hortelanos: que pepita con pepita y güeso con güeso. Y si un durazno o melocotón lo ingieren en un manzano o camueso, no prevalece; y si un peral en un albaricoque, tampoco. Pues si esto vemos hizo el autor de la naturaleza en los árbores, ¿por qué hemos nosotros de querer en hombres, cuyos naturales e inclinaciones contradicen tales y tales obras, ingerirlas y que en ellos produzcan y lleven fructo como si fueran [88v] aquellas a que ellos estaban inclinados?

 

            Yo pienso esta doctrina es fácil y clara, y que, si en los principios en las religiones cuando reciben un novicio le buscan de natural acommodado, que después su maestro no ha de querer destruir la bondad e inclinación que primero buscaba, salvo perficionarla en las tales obras a que el tal novicio tiene inclinación.

 

            6.         Siempre que los padres spirituales pudieren ayudar a un alma para que en la virtud y perfeción crezca, lo deben hacer y usar de


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cualesquier medios, por dificultosos que sean. Como lo vemos hace el buen hortelano con sus arbolillos, que no todo el crecer está en la virtud interior del árbor. Está ahí y lo principal y sin ésa poco servirían los medios exteriores. Pero vemos la grande ayuda que tienen los tales árbores con el riego, con abrirles la tierra y otras veces llegársela; unas veces que les dé el sol y otras quitárselo. Hasta el aire tiene su lugar y tiempo necesario para el aumento y provecho de los tales árbores. ¿Qué otra cosa es el hombre sino, como dice Aristóteles3, árboresp puestos al revésq, siendo las raíces los cabellos y la cabeza donde están los pensamientos? Las cuales raíces las puso Dios en la parte superior porque r la virtud principal le viene a este árbor, para que crezca y dé fructa, de arriba, de lo que en él influye el cielo. Pero hemos de advertir que este árbor tiene necesidad de muchas cosas exteriores que le pueden ayudar, como son los riegoss, acudiéndole a sus necesidades, unas veces arrimándole tierra, que es su propio interés, otra quitándose y desnudándolo del todo de suerte que sólo Dios sea su blanco y fin de lo que obrare y hiciere; unas veces el calor y abrigo de sus padres spirituales y amigos con quienes siente favor. No hay que decir más de que hasta el aire muchas veces ayuda, pues virtus laudata crescit, que es necesario alabar la virtud para que en ella y en su dificultad no desmaye ni descaezca el que la busca. Y si estas cosas son necesariast para que la virtud se aumente, ¿qué mucho que digamos sea bien necesario el natural e inclinación particular que se tiene a las tales obras?

[f.89r]




a  ms. 28



b sigue ap tach.



c  sobre lín.



d un sobre lín.



e  sigue puede tach.



f  corr. de bodríamos



g  amor propio al marg.



h  sigue amor tach.



i   llamarlo-inclinación sobre lín.



j  corr.



k sigue ábitos tach.



l   rep.



1 Eclo 24,26.



m ms. pasaldo



2 Mt 19,27.



n  sigue limarlas tach.



o sigue que tach.



3 Cf. De anima, II, 4; De partibus animalium, X.



p ms. arbos



q corr.



r  sigue que tach.



s  sigue exteriores tach.



t  corr.






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