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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • ERRORES EN EL GOBIERNO Y EN LA DIRECCION DE ALMAS
      • CAPITULO 5 - Cómo las porfías y diferencias entre padres spirituales siempre resultan en mortificación de la persona que enseñan. Y cuán perseguido es el justo de los que en el mundo se quieren hacer jueces y calificadores de su virtud; y cuán poca muestran tener ellos en cualesquiera ocasiones livianas que se les ofrecen
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CAPITULOa 5b - Cómo las porfías y diferencias entrec padres spirituales siempre resultan en mortificación de la persona que enseñan. Y cuán perseguido es el justo de los que en el mundo se quieren hacer jueces y calificadores de su virtud; y cuán pocad muestran tener ellos en cualesquiera ocasiones livianas que se les ofrecen

 

            1.         Ya me temo que en algunas mortificaciones que voy scribiendo las tengo tratadas. Sino que, ofreciéndoseme de nuevo algunas ocasiones de cosas que oigo o veo, me parece no dejo dicho tanto como el tal caso requiere.

 

            2.         Ayer oí decir de un religioso, gran siervo de Dios que estaba entre los padres del Paño, que por muchos añose ha tenido algunos éxtasis y arrobos, y yo vístolo y tratado y tenido por un angelito y una


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paloma simple y sencilla; y entiendo yo acompañada esa simplicidad con la prudencia necesaria. Este religioso dicen ya no se arroba. Y pareciéndoles sólo está la virtud y excelencia de su sanctidad en el arrobarse, decían así: "¿Quién no entendiera que el spíritu de aquel religioso no habíe de ser estable y permaneciente, y que no habíen de ir adelante aquellos arrobos? Ahora está hecho un frailecillo de quien no hacen caso; y el que antes se sustentaba con unas pocas de pasas y almendras, ahora no se ve harto de pan". Estas y otras cosas semejantes oí, pero ninguna, por la bondad de Dios, que fuese culpa del tal religioso.

 

            3.         Querría Dios me diese gracia para scribir en este capítulo el engaño que tienen estos padres que así juzgan, y la mortificación que los tales siervos de Dios padecen en estos tales casos. Y para esto quiero que notemos una confusión grandíssima que veo en el mundo, causada de tantas y tan diferentes opiniones acerca del opinar cosas de virtud, regir o gobernar almas. Que me temo por mis peccados que al religioso que muchos maestros lo cogen entre manos, en lugar de edificarlo y hacerlo, le sucede lo que a losf obreros de la torre de Babilonia: que por no tener todos una lengua, sino confusión de ellas, cesó la obra y torre que habíe de llegar al cielo si en todos hubiera de haber conformidad1. Después se quedó enpezadag para habitación de grajos.

 

            4.         Terrible cosa es que se sujete un siervo de Dios a un padre spiritual que lo lleve por un camino y apruebe una virtud y espíritu y después, por alguna ocasión, mudando otro padre, por el propio caso que él aprobó lo pasado, él lo desaprueba. Y es lástima y compasión que pocas veces, [89v] aun entre varones spirituales, hay unos que lleven adelante la obra que los otros enpezaron, sino que todo se les va en hacer y deshacer, tejer y destexer. Y yo pienso que el yerro está en que no siempre deben de tener puestos los ojos en los fines que se pretende con la edificación de los tales súbditos o discípulos, sino sólo en los medios de que ellos se quieren hacer maestros, quiriendo hacer desandar lo andado para que a los fines se acerquen por los caminos que ellos saben; como el sacristán del aldea, que no sabe cantar sino por el libro de su iglesia. ¡Bueno será! Si yo estoy harto de andar para llegar a un pueblo y estoy ya cerca, ¿por qué no llevaré aquel camino adelante, aunque no sea tan general o tan trillado, pues el fin que se pretende es llegar al tal pueblo? ¡Oh, válame Dios!, y si siempre pusiésemos los ojos en amar a sólo Dios y despreciar todas las cosas, ¡de cuánta inportancia nos sería que éste fuese nuestro blanco y desinio y que dondequiera que esto yo hallare, es camino bueno y acertado, séase el que se quisiere!

 

            5.         Ahora pues, si entre padres spirituales y sanctos suele haber esta confusión, celos o encuentros, este hacer y deshacer, ¿qué habrá entre


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sanctos y no sanctos, entre gente que sabe y no sabe, entre buenos y malos? Parecerme han como los que juegan a la pelota: que siempre están en porfía cada uno de los contrarios dándole golpes porque la pelota no quede en su rancho; y, mientras la porfía dura, la pobre pelota no la dejan caer en el suelo, sino que ande golpeada siempre en el aire. Bien pueden los siervos de Dios, que viven con rendimiento y sujetos a otros, tener paciencia, que a ellos los han de traer como duendes por el aire, sin dejarlos poner los pies en el suelo: diciendo unos que van bien, otros que van mal, unos que son sanctos y otros que son indimoniados, unos que son enbusteros y otros que son ángeles. Y aun en estas ocasiones los males y bienes van partidos, que del mal no tanto. Pero ¿qué será cuando todos parece se hacen a una y dan tras el pobre siervo de Dios? Como los que juegan a los bolos: que, por mucha priesa que se da a poner el que sirve, más priesa se dan a derribar, porque es uno el que pone y dos los que juegan y entramos contra los pobres bolos inhiestos, tiniéndose por mejor jugador el que más derriba.

 

            6.         ¡Oh buen Dios, y cuánta verdad es ésta! Y no digo yo son dos los que a un siervo de Dios le acometen, sino un mundo entero [90r] y todos juntos a derribar bolos: a perseguir, murmurar, mortificar y derribar, de suerte que, como es uno sólo el que endereza los bolos y muchos los que procuran derribar, no se dará manos el pobre siervo de Dios a tener paciencia, a hacer actos de humilldad y de sufrimiento; y si alguna vez en alguna palabra lo alcanzaren algo de cuenta, ése se tiene por mejor jugador, mayor maestro y hombre que más y mejor sabe y conoce de spíritu. ¿Sabido por qué? Porque apurando al tal siervo de Dios con mortificaciones y penas quizáh sobre sus fuerzas, una vez que otra no le dieron lugar, como decimos, a poner bolos y hacer actos de humildad tantos cuantos pedían las muchas boladas que él tiraba y muchas veces que quería birlar.

 

            Quisiera yo que a estos tales, que así se quieren hacer maestros y quieren que siempre estén aparejados para les recebir los golpes, que les dieran a ellos un solo papirote o los hirieran con una chinita, aunque fuera tan pequeña como la quei fue cortada sin manos del monte y hirió la estatua de Nabucodonosor de quien habla Daniel en el capítulo [2]2, y viéramos cómo todo su magisterio se volvía humo, polvo y una poca de arista, como así le sucedió a la grandeza de la estatua que allí vido Nabucodonosor.

 

            7.         Donde quiero que notemos dos cosas porque de camino se lleven esta pequeña licioncilla. Que aquella estatua tenía cabeza de oro y en el pecho, vientre y muslos tenía metales más bajos, como era bronce y hierro, y en los pies tenía barro, causa por qué bastó una pedrecilla para desbaratarlo todo hiriendo en los pies flacos. Yo considero muchos


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maestros en el mundo que tienen la cabeza de oro: hombres de grandes entendimientos, discreción y letras; y, en bajando más abajo, hallarán en la voluntad y en los afectos metales más bajos, como son bronce y hierro, de que hacen campanas con que ellos suenan y tañen a que todos los miren que saben y entienden. Es este metal fuerte de que se hacen los tiros de bronce; y así ellos hieren con sus palabras como si fueran pelotas de arcabuz, sin piedad y sin amor y charidad, [no] considerando que la persona a quien hieren, mortifican, prueban o persiguen, que, por sancta que sea, en fin es hombre y de carne, y que no está confirmado en gracia y que no hay que espanctar, pues es tierra, que algo se desmorone.

 

            8.         Estos tales maestros [90v] que así los comparo a esta estatua, para toda su grandeza en pies de barro, porque faltando la charidad y amor de Dios a tanta grandeza, todo es nada, como dice san Pablo: que el que tuviere lenguas de hombres y de ángeles y otras muchas y buenas propiedades, si no tuviere charidad, no soy más que una campana que sólo tiene y aprovecha con su sonido3. Y así estos tales no tienen otro provecho: no tienen firmeza ni stabilidad en sus grandezas porque tienen pies de barro, a quien si los herís con una liviana palabra uj ocasión, daréis con todo en tierra, dek suerte que ni hallaréis letras ni discreción para el tal sufrimiento, sino que todo va echado a trece. Siendo como en los que juegan a los bolos (porque nos ayude este exemplo): que dando ellos mill boladas a los bolos, porque a ellos les topó un bolo en la espinilla o en el pie, darán mill saltos y echarán mill juramentos y darán al diablo el bolo y aun a quien lo hizo. Pues ven acá, hermano: ¿Cuántos golpes sin piedad has tú dado hoy a esos bolos? ¿Qué mucho que uno te salte a ti y te dé en el pie, particularmente habiendo tú sido la ocasión? Que si no los hirieras tan recio, ése que saltó no saltara. No tienes otra disculpa sino decir que el bolo es de madera y tú eres de carne y güeso. Yo te lo consiento y concedo en ese juego de los bolos que hay esa disparración, pero no la hay cuando tú mortificas o persigues al justo a quien una vez y otra dices palabras y hacesl injurias sin piedad y das golpes que, otros que bolos de palo, no te los sufrirán. Si una vez u otra alguno falta, habla o dice algo, por pequeñam cosa que sea, ya estás tomando el cielo con las manos, ya echas maldiciones, ya te desbaptizas y das mill veces al diablo a quien te hirió. No, dirás aquí que tú eres de carne, sangre y güeso. Y tu hermano ¿es de madera? No, que todos son de carne, sino que tú eres más delicado que la carne y más sensible que el güeso, pues tus pies son de barro y tierra, sobre quien cargan tus grandezas. Esto debías advertir cuando a tu hermano mortificas y cuando en él ves alguna inperfección.


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            9.         Lo segundo que noto en aquella estatua es saber el misterio que tuvo el venir aquella piedra que la hirió y hizo polvos, cortada sin manos. Y, entre [91r] otras razones, digo que fue necesario aquel golpe se hiciese de persona que tirando la piedra scondiese la mano; porque como la statua era grande y poderosa, aunque con el golpe deshecha y vuelta en tamo, eso bastaba para buscar venganza de la persona que la tiró. Y no sabiendo quién fue, sino que ella se desgarró del monte, no tenía contra quien enojarse la statua deshecha, ni los herederos de su polvo y humo. De esta misma suerte hay hombres en el mundo que muestran grandeza en sus personas, cabeza de oro en sus entendimientos y otras cosas de grandeza que, si las herís o tocáisn y saben de dónde vino la piedra o quién la tiró, estarán muertos y deshechos, vueltos en polvo y en humo, y se han de procurar vengar; y si ellos no, los herederos del humo de la statua lo harán. Esto querría yo que ellos considerasen en sus personas cuando se precian de descubridores de spíritus, de grandes mortificadores y de gente que sabe muy bien encarecer la palabrita que el otro pobre religioso habló, quizá con el sentimiento grande del dolor o pena interior con que permite o quiere Dios sea su spíritu afligido.

 

            10.       Dos maneras hallo yo que hay de herir a otro: o con instrumento, como con un palo, spada, piedra y otras cosas desta manera, o sin instrumento, como herirle con una puñada, con un bofetón o darle una calabazada con vuestra cabeza. Cuando hiere un hombre a otroo de la primera manera, no puede saber cuánto lo hirió, porque él no lo pudo sentir; de donde sucede dejar un hombre muerto a otro y pensar que no ha hecho nada, como cada día se experimenta. Pero si lo herís con vuestra mano, por el golpe, dolor o lesión de vuestra mano o cabeza, sabéis el mal que al otro le hecistes, cuánto le dolerá su cabeza por el dolor que en la vuestra os queda.

 

            De aquí es que el sancto Job a todos sus trabajos los llamó toque de la mano de Dios4, porque de tal manera hiere Dios a un justo comop que primero se hiere él a sí propio en la mano con que castiga o mortifica. Esto es lo que yo pido a los padres spirituales y a cualesquier personas que en el siglo se quieren hacer jueces de spíritus persiguiendo, afligiendo y mortificando: que esas mortificaciones y pruebas las prueben en sí primero y las consideren como si a sí las hicieran. [91v] Y por su dolor y pena echarán de ver la que el justo recibe en los tales casos. Pero si mortifican sin consideración, sin advertencia, sino a tontas y a locas, pegue donde pegare, hiera donde hiriere, esto es como quien hiere con spada y instrumento: que piensan que no hacen nada y atraviesan el alma del justo, lo afligen y desconsuelan algunas veces, de suerte que lo ponen en peligro o de lo corporal o spiritual.


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            11.       Diránme: Para esto son los sanctos y siervos de Dios, para sufrir y callar. A quien esto dice, le respondo yo que, si la mar anda alta y borrascosa y el viento sopla recio, que poco le sirve a la nave ser fuerte y llevar buenos marineros para no padecer borrasca y verse en peligro. Y si la nave no tiene esas dos condiciones, de ser fuerte y llevar gente que entienda para regirla, que se perderá, causa muy suficiente para que esta tal nave no entre en mar inquieta. Lo propio digo yo: que sea sancto el siervo de Dios, si la persecución es grande, no puede dejar de correr borrasca y verse en algún peligro; si el perseguido no es tan sancto, ésa es razón para que no lo persigas y mortifiques sobre sus fuerzas.

 

            Dénos Dios en materia tan grave aquella prudencia y sabiduría que conviene para edificar y no destruir.




a  al marg. Dende aquí se puede hacer tratado de por sí, por ser materia algo diferente. Tratado 5.



b ms. 29



c  sigue siervos d tach.



d sigue tien tach.



e  sigue se a arrobado tach.



f  sigue he tach.



1 Cf. Gén 11,1-9.



g  ms. enpecçada



h  corr. de quien



i   sigue cortada tach.



2 Cf. Dan 2,31-36.



3 Cf. 1 Cor 13,1.



j  corr. de o



k rep.



l   sigue inju tach.



m sigue que s tach.



n  corr. de tocasiscais



o ms. otra



4 Cf. Job 19,21: "Miseremini mei, miseremini mei, saltem vos, amici mei, quia manus Domini tetigit me".



p al marg.






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