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San Juan Bautista de la Concepción Obras I - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
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CAPITULO 10a - Cuánto siente un justo el acudir a las necesidades del cuerpo. Y la poca razón que el malo tiene de le murmurar
1. De manera que, según concluimos del capítulo pasado, es fuerza que un siervo de Dios coma; y comiendo, siguiendo el malo su natural y poca sciencia, es como fuerza que murmure. Es fuerza que coma porque aún no es ángel; y cuando por gracia lo sea, siendo el sustento del alma el mismo Dios, del cuerpo es la comida y, si un hombre quisiera echar por otro camino fuera del ordinario sin particular favor del cielo para eso conocido, era querer milagros y tentar a Dios, y aun ponerse a peligros de ilusiones y engaños de satanás. Y el comer unas veces más que otras, o lo pedirá la disposición, flaqueza o necesidad o deseo de acudir con más fuerza a cosas de trabajo y de servicio de nuestro Señor. Como vemos que muchas veces un hombre almuerza y come más de lo que acostumbra por aguardarle alguna tarea o camino largo; y otras veces, por el trabajo y cansancio después de hecho, es necesario pagarle al cuerpo su jornal en la moneda que gasta. Que, cuando sea también compañero del alma y esté tan rendido y sujeto a sus costumbres, no se puede él pagar siempre con segundas intenciones; que, si un rato se olvida y suspende con los gozos queb del alma se revierten, al cabo pide y ejecuta por lo que es suyo. Harto trabajo tiene el siervo de Dios, como queda dicho, verse obligado a tal carga como es buscar, procurar o pedir que comer y comerlo.
2. De esto hemos dicho que tiene costumbre el malo o el que no sabe cuál sea este camino que el justo lleva: de murmurar y decir si come o no come. Donde se me ofrece una razón de su murmuración que podría ser le aprovechase para que no murmurase o para que él quisiese acompañar al justo en este camino. Digo, pues, que por lo que estas tales personas murmuran echo de ver cuánto el demonio les tiene encarecido y dificultado el reino de los cielos y el estado de la vida perfecta, pues el que se les pone en la cabeza que camina para allá o desea ser perfecto se escandalizan de que come [100r] o bebe o de que hace alguna pequeña o mínima inperfección. Y como en sus personas el demonio con engaño los tiene inposibilitados para este camino y perfeción, pésale al demonio que en los siervos de Dios se les descubra este camino tan fácil, como es pensar que por él se camina comiendo y bebiendo y desahogando al cuerpo, dándole lo necesario para que viva, pues de su salud y vida tiene necesidad el alma para que le haga buena compañía. Y como el demonio les tiene puesto en el casco, para subir de puncto esta dificultad, que todo ha de ser ayunar, no comerc y andar hechos spíritus o duendes para ser sanctos, cuando alguno va contra eso que ellos tienen imaginado, ni los quieren tener por sanctos ni aun por buenos.
3. ¡Ojalá ellos acabasen de entender la suavidad y dulzura que Dios tiene puesto en servirle y cómo no quiere sclavos ni siervos forzados, sino hijos y amigos1! No es la Iglesia galera, sino nave en quien va gente buena y camina al cielo con viento del Spíritu Sancto. Verdad es que, como este nuestro cuerpo es enemigo revoltoso y acostumbrado a malas mañas, es necesario traerle siempre puesto el pie sobre el pescuezo y vivir con él alerta y con cuenta y hacerle que haga penitencia así por los defectos hechos y pasados como porque no haga otros. Pero, junto con eso, dársele tiene lo necesario, que no es Dios melindroso que ha de estar reparandod en si come o no come, antes reparará en que no se le dé, como hemos dicho, lo que se le debe, pues Su Majestad lo crió de esa calidad. Y si Dios quisiera que no comiéramos, poco le costara criarnos como a los ángeles en el cielo, como a los camaleones en la tierra. Antes digo que, después del pecado que Adán hizo comiendo de lo vedado, le dio por penitencia Dios, a él y a sus descendientes, que comiese de su sudor2. Pues ya sabemos que cualquier cumplimiento de penitencia es meritorio; luego comer un hombre de su trabajo lo será, porque en eso se cumple su penitencia. Y no entendamos por "comer de su trabajo" que por fuerza ha de ser trabajo como el de labrador que ara, cava y siembra, porque según eso el religioso no habíe de comer. Lo que allí quiere decir [es] que el hombre ha de comer de su sudor, que lo ha de haber merecido y trabajado primero. Y puesto caso, como san Pablo dice, que cada uno ha de comer de do trabaja3, el religioso que reza o canta, de su rezado y canto ha de comer, y en ese trabajo les tiene Dios puesto su ración y en eso lo fundan.
4. El que vive en el mundo y huelga y se pasea o hurta y roba para comer, ése no come de su sudor, sino del ajeno; ése no cumple [100v] la penitencia que Dios le dio, antes comete otro grave peccado semejante al de Adán, que comió de lo vedado y de lo que no era suyo4. David sí cumple el precepto cuando dice: Et cinerem tamquam panem manducabam, et potum meum cum flectu miscebam5. Y a Elías le trai el ángel un pan subcinericio para que coma y cobre brío para caminar y subir al monte de Dios Oreb, significando por la ceniza en que fue cocido el trabajo que el sancto traía y cuán hecho polvos y ceniza venía de la persecución de la reina Jezabel6.
5. Comer de su sudor y con dolor, es ésa una parte necesaria para que el cumplimiento de una penitencia seae meritoria y satisfactoria, porque ya se sabe que en la pena se representa la culpa; y si fue pena del peccado el comer, comiendo un hombre se ha de estar doliendo de que en el comer hubiese habido ofensa de Dios, y el dolorf y consideración de esa culpa en esa ocasión le ha de estar haciendo trasudar.
Comer con sudor se entiende como un enfermo que tiene quitadas las ganas de comer. Diciéndole que infaliblemente se morirá si no come, anímase y, para tragar el bocado y acudir a aquella necesidad, trasuda y parece que agoniza y revienta. De todas estas maneras el justo, cuando come, suda, doliéndose de que la naturaleza quedase por el peccado tan desportillada que fuese necesario terraplenarla por de dentro con comida y repararla por de fuera cong vestido y abrigo. Y como hombre que ya eso lo tiene olvidado, por estar más en el otro mundo que en éste, sólo acordarse que tiene necesidad de comer le hace trasudar y como morir.
6. Y decir David que comía ceniza como si fuera pan, es decir que tras cada bocado se tragaba la muerte, figurada en la ceniza, ora fuese tiniendo delante los ojos la que nuestro primer padre se habíe tragado con aquel bocadoh que comió, ora fuese la suya que tan delante los ojos traía por verse cada hora necesitado a defenderse de ella reparándose con comida. Ora fuese que, temeroso de la muerte de la culpa que tantas veces el demonio la pone en las mesas de los reyes en el glotonear, comer y beber con gustos y apetitos desordenados, tenía necesidad, para huir de esa muerte, hacer su mesa mesa de frailes descalzos, con plato de ceniza y calavera para que un clavo sacase otro clavo y la memoria de la muerte corporal, que para el hombre es tan amarga, desterrasei la muerte de la culpa, que para los malos en su principio es tan gustosaj.
7. [101r] Podría ser que el mezclar David su comida con ceniza fuese otra consideración: que al justo le hace trasudar cuando considera que sustenta y da de comer a un cuerpo que mañana se lo han de comer gusanos y volverse en ceniza. Que no sería pequeñak mortificación para un hombre gastar tiempo y dineros en hacer una casa que, por otra parte, supiese que dentro de 30 años a lo más se le habíe de pegar fuego y volverse ceniza. Lo propio le ha de suceder al mayor monarca del mundo: que dentro de poco tiempo aquella casa que con tanto cuidado edifica, adorna, trasteja y repara con buenos manjares, será habitada de animales tan asquerosos como gusanos y vuelta en polvo, tierra tan desaprovechada como cenizal.
La ceniza en la Scritura, siempre que de ella usaban los príncipes y reyes echándola sobre sus cabezas, servía de luto, tristeza y dolor por alguna desgracia que les hubiese sucedido; y desto hay muchos lugares en la sagrada Scritura. Y siempre que David comía, como quien era tan grande amigo de Dios y tesorero de sus secretos, tenía delante los ojos los desastres y males que habíen venido al mundo y habían de venir por el comer; y así quería él enlutar su comidam yn, en lugar de gusto, en aquella ocasión poner disgustos y tristezas, pues es verdad que una representación o consideración eficaz hace trocar los sabores en sinsabores. Podría ser la razón de esta mezcla de comida y ceniza el saber este sancto rey cuán ordinario es en los banquetes y comidas escalentarse la lengua y levantarse de la mesa hecha lengua de escorpión que vierte ponzoña y veneno sobre cuantas honras hay, y aun se vuelve navaja aguda de barbero y tijeras cortadoras de sastre que no dejan brazo que no rompeo y derrama sangre, ni brocado de tres altos, aunque sea la honra del religioso más retirado, que no cercena y corta. ¿Esto pasa? Dice David: venga el pan y comida envuelta en ceniza para que sepa la lengua que, después de muy bien comido el hombre, le valdrá más quedar hecha polvos y ceniza abrasada y quemada del todo que no escalentada, como si fuera horno de pastelero que tuestap y abrasa vida y honras ajenas.
8. Dígame ahora el que murmura de la comida del justo, del pan que no se ve harto, quien, cuando come, come con todas estas consideraciones, serleq ha más penitencia y mortificación comer que no comer, paréceme podrán mejor decir que murmuran de que el justo hace penitencia, de que se mortifica y de que por todas partes anda cargado de penas. También podrían considerar estos propios que murmuran la diferencia que hay de sus comidas a las comidas del [101v] varón justo y penitente en la cuantidad y cualidad, que pocas veces reparan en lo más o menos, en lo bueno o malo, sino que parecen sus estómagos como bolsa de trapo viejo, que si le echan poca o mucha moneda, falsa o verdadera, la reciben y callan. De esta misma suerte, cuando al justo le dan de comer poco, queda tan contento como con lo mucho, y si malo, halla tan buena acogida como lo bueno. En esta ocasión pudiéramos decir al murmurador que piensa el ladrón que todos son de su condición, y como él en su comer y beber tiene puestos fines tan depravados y que no come bocado de quien no se hace bestia y vasallo, dejándose llevar de aquel pobre gustillo como si fuera su dios7 y no hubiera otro bien ni gloria sino comer y beber; piensa que los demás van tanbién por aquel camino y que no tienen otro fin más alto que el suyo.
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