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San Juan Bautista de la Concepción
Obras II – S. Juan B. de la C.

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CAPITULO 1 INSTITUCIÓN DE LA RECOLECCIÓN EN ESPAÑA

 

           

           

           

1.            Decreto de 1594

           

            Año de mill y quinientos y noventa y cuatro se celebró capítulo general de la orden de la Sanctíssima Trinidad de los padres calzados de todas las provincias de España en la ciudad de Valladolid 1, donde juntos los religiosos más graves de la dicha orden, hicieron un capítulo muy solemne 2, en el cual presidió el padre maestro De Guzmán, religioso de la misma orden, hombre grave. Y quedó admitido y recibido por breve del señor nucio en las tres provincias, conviene a saber, Castilla, Aragón y Andalucía, con mucha paz y conformidad de todos. Era religioso profeso de la provincia de Castilla 3.

            En aquel capítulo se determinaron y hicieron muchas leyes y constituciones, actas y ordenaciones muy acertadas y religiosas, así pertenecientes al aumento de la Religión como costumbres y recogimiento de


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los frailes, buen gobierno y fidelidad acerca de la limosna de los captivos 4. Lean todos los libros que hay en la orden y no hallarán haberse hecho en muchos siglos capítulo tan acertado, tan inportante, tan lleno de paz y sanctidad como aquél. Y bien se entiende que, pretendiendo el Spíritu Sancto tomar aquel capítulo a para dar principio y el primer paso en nuestra sagrada Religión, que de golpe o de resultida habíe b de obrar y hacer en aquella junta cosas de grande consideración. Y entre las demás que arriba digo, haberse también tratado se hiciesen continuas rogativas y plegarias por el aumento de nuestra sancta fee, salud y vida de nuestro buen rey Philipo segundo 5. Todo lo cual se tuvo por tan acertado, que se mandó se diese cuenta c de un capítulo tan acertado a un tan cristianíssimo rey, de que no se dudaba le habíe de ser de particular gusto y contento. Y habíe de ser causa para que su majestad de allí en adelante tomase muy a su cargo las cosas de la Religión, como luego a poco se vido por las cartas que escribió a las provincias de España de la dicha orden, pidiendo con grandes veras continuasen el encomendar a Dios las cosas de la cristiandad d, prósperos sucesos de su reino y salud de su casa.

            [2r] En este capítulo, donde el Spíritu Sancto tan de atrás y mano ante enpezó a hacer tales cosas, bien se dejaba entender disponía para alguna obra grande y que aquéllas eran centellas del fuego que traía escondido en un decreto que se hizo en aquel capítulo. Y fue que e, de parecer de todos los provinciales f, procuradores y capitulares que se hallaron presentes, se hizo una acta que dice así g:

            En h todas las provincias de esta sagrada Religión haya dos o tres conventos de religiosos recoletos, donde traigan hábito muy áspero y guarden la regla primitiva al pie de la letra; donde se podrán pasar algunos religiosos que, con celo de Dios y de sus conciencias deseando vida más áspera, quisieren por algunos años hacer más penitencia.

            Y porque al pie de la letra no scribo el tenor de aquella acta y lo demás que acerca desta determinación se hizo, dejaré blanco para que se scriba y se vea dónde el Spíritu Sancto sepultó y puso la primera piedra; porque, considerando lo que en aquel capítulo se hizo y de la manera que el demonio después volvió la hoja, más relucirá y se mostrará la obra de Dios estando juntas las cosas opuestas. Y advierto, por si yo no enllenare este corral, que se hallará este libro en la casa de Valladolid en el archivo que tienen de las actas y decretos de los capítulos; y podría ser hallarse en la casa de Madrid y Toledo. Y cuando no se halle, sé muy cierto (y como quien ha cargado tantas cosas sobre aquel decreto) ser el propio i.

           


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[ACTA DE VALLADOLID]

               

                               Iten, en cada provincia se señalen dos o tres casas, en las cuales los religiosos que quisieren hacer vida más áspera de la ordinaria se puedan recoger con licencia de los padres provinciales y, no pudiendo pasar adelante con la aspereza comenzada, tornarse a otros conventos, dando lugar a que entren otros a hacer lo mismo 6.

           

            [2v] Las constituciones y leyes que hicieron para los tales religiosos no podré decir si se hicieron en aquel capítulo. Tengo por cierto se remitieron al P. Guzmán, como consta de unas que están firmadas del padre maestro Fr. Martín de Virués, en el arca de depósito de Valdepeñas, provincial que fue del Andalucía 7.

           

           

2.         Olvido y despertar

           

            Dije j denantes que esta acta y decreto fue como una funda y cortina donde el Spíritu Sancto escondió el fuego que después había de abrasar tantas almas y corazones y ser piedra sepultada y escondida de un edificio que enpieza a llegar al cielo tan dende sus principios. Porque, apenas lo hubieron hecho, cuando le echaron tierra y sepultaron en el olvido perpetuo. Pero, como el autor de la obra era aquel soberano Spíritu y estaba a su cargo el vivificarla y, cuando muy muerta, darle más vida; y siendo fuego, por muy escondido que esté, él se hace manifestar cuando es servido, como el mismo Spíritu celestial dice: Quis poterit abscondere ignem in sinu suo, ita ut vestimenta eius non ardeant k8

            Por más de dos años estuvo esta acta soberana olvidada. Que podíamos decir que el Spíritu de Dios ferebatur super aquas, et tenebrae erant super faciem abyssi 9. No hubo otra luz ni otra claridad ni otro principio más que aquella acta así sepultada. Como el fuego que sepultaron los hebreos cuando los llevaron captivos, que a la vuelta lo hallaron hecho un pozo de agua crasa l: non invenerunt, etc. Pero, sacándolo del pozo en que estaba y saliendo el sol de una nube en que acertó a estar encubierto, según dice el testo sagrado (Macha. lib.2, cap.1.º) m, hiriéndolo con sus rayos enpezó a arder. Así fue este decreto, que, enpozado y metido en el olvido, salió aquel soberano Sol de Justicia manifestando su querer y voluntad. Enpezó a herir con los rayos de su misericordia esta obra, que por muchos días parece estaban y los tenían faltas, culpas y deméritos nuestros scondidos; enpieza a humear y a echar centellas y llamas de sí, enpiézase a divulgar la acta que habíen hecho por los conventos, a tratar y parlar de ella los frailecitos más desechados por los rincones y escondridijos de las casas. Para que se entienda y cumpla


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que, en las cosas grandes y que han de ser honra y gloria de Dios, si hi tacuerint, lapides clamabunt 10 n; que, cuando es necesario, perficiona Dios sus obras ex ore infantium o et lactentium 11 p [3r] para confundir a los que en la tal obra se le muestran enemigos, mostrando no tener ni hacer él obras inperfectas ni mancas, aunque para el cumplimiento de las tales obras tenga necesidad de hacer de piedras hijos de Abrán 12.

            Así en ésta lo hizo Su Majestad arrojando en los corazones de algunos religiosos unos deseos de naturaleza de azogue y unos corazones q como tocados con aquella r soberana piedra Cristo. Porque, sin cesar ni parar, en los conventos de los padres calzados, ya en público ya en secreto, se trataba y decía diciéndose unos a otros: ¿Qué os parece? ¿Qué decís a esto? ¿Vos seríades de buena gana descalzo recoleto? Otros encarecían de cuánta importancia sería el servir a Dios. Otros encarecían la molestia de los cuidados del mundo que tenían en la Religión, y s los gastos de los hábitos, cuidado de libros, olvido de Dios, conciencias no seguras y otras tantas cosas que, para decirlas, era necesario hacer un libro. Basta decir decían t millares de proposiciones cortadas, de las cuales necesariamente se infería y sacaban otras tantas consecuencias de los bienes que estaban encerrados en la sancta reforma. Habiéndose en esto como aquellos sanctos animales que vido Eccechiel uncidos en aquel carro: buey, águila, león y hombre, que batían las alas y se tocaban alter ad alterum u con ellas, como incitándose, provocándose y llamándose al ligero vuelo y al levantar el carro en alto; lo cual no hallo fuera posible si, como dice el testo sagrado, no estuviera manus hominis sub pennis eorum v, que la mano de Dios andaba debajo del vuelo batiendo las alas 13. Con esto respondido queda a la dificultad que me podían poner: ¿Cómo vuela el buey y cómo lleva peso el águila y cómo va seguro uncido el hombre con el león? Porque iba allí la mano de Dios. Desta manera aquellos sanctos y devotos religiosos se juntaban flacos con fuertes, ligeros con pesados y, meneando esta poderosa mano de Dios sus lenguas como si fueran alas, se tocaban unos a otros y se incitaban a esta obra sancta, no temiendo a su flaqueza para el peso, como el águila, ni temiendo el pesado la ligereza, como el buey, ni el manso y modesto, como el hombre, la fiereza del león —que con ella ya habíe procurado deshacer y olvidar la acta y decreto ya hecho—, sino fiando y confiando en nuestro buen Dios los había de juntar y todos a un tiro y vuelo habíen de dar con el carro desta sancta reforma en lo alto del firmamento. Sirviéndoles como otro carro de fuego a Elías, que lo traspuso y escondió [3v] de los ojos de los hombres 14; y que de otro tanto tenían ellos necesidad, pues no eran otro Elías pero que deseaban, como otro Elías, ofrecer sacrificio a solo Dios, porque


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ya les traía cansados el andar tras el mundo, tras honras y cosas de su gusto, pues en eso no se hallaba sino confusión y peccado.

           

           

3.         Dos contradicciones suscitadas por el demonio

           

            Viendo w que ya esto así se trataba y decía, el enemigo de las gentes, que sabe la fuerza que tiene la palabra de Dios, aunque x sea en hombrecillos escondidos y desechados, y que con fee verdadera un justo puede pasar un monte de una parte a otra 15, enpezóse a temer y a levantar dos maneras de persecuciones, como quien sabía muy bien que, aunque esta obra no tenía ser ni por donde se pareciese puerta que se pudiese abrir para que entrase, pero temiéndose lo que dice san Pablo en [la epístola a los Romanos 16], que vocat ea quae non sunt, tanquam ea quae sunt y, no sea esta voz de Dios aunque disimulada; y aunque no es la obra z, podría ser porque todo eso puede. Y así levantó dos maneras de persecuciones: la una en los prelados que la habían hecho y decretado; y la otra, derramada y estendida en todos los conventos que de eso se trataba.

            Los prelados que hicieron el acta, publicando que no fue su intento que aquello se hiciese, sino para cumplir con el mundo y con su majestad el rey a, que entendiesen trataban de reforma y aspereza. Como en otras cosas, se probó esto ser verdad, pues, habiendo en aquel capítulo decretado y determinado que no se comiese carne los martes en reverencia del nacimiento de la soberana Virgen María y que los sábados b no se comiese grosura y que se ayunase 17, luego a cabo de pocos días cesó esto, cuando alcanzaron el fin que c decían habían pretendido: acudir al celo de su majestad, que era devotíssimo de que en las religiones se tratase de más rigor y penitencia.

            Ello no puedo dejar de sentir y mortificarme muy bien, porque, habiéndose en todo de decir verdad, necesariamente se ha de decir todo. Podrá ponerlo después el que lo escribiere: en las cosas que viere que se carga alguna persona, taparlo o disimularlo con algunas palabras, aunque esto no lo tengo por bueno porque se tapa en algo la verdad y no parece tan clara la falsedad y mentira de satanás d.

            Anduvo tan necio el demonio, o por mejor decir, tan inadvertidos estos prelados, que hacían y decían contra sí, diciendo aquello había sido cumplimiento, por hacer las partes de satanás. Pero [4r] no hay que espantar, que cuando este adversario pretende con veras estorbar la cosa más clara que el sol, siembra tinieblas, como padre de ellas, y


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obscuridad e y confusión, de suerte que a los ojos más claros los hará palpitar, dudar y palpar en medio del día. Y así, cuando les hizo decir esto, debiera en medio de sus tinieblas haber sembrado algunas aparentes razones por donde les hacía parecer no ser cosa justa lo que habían decretado.

            La segunda f contradición que por los conventos derramó satanás fue que los frailes, a quien esto no parecía bien, daban crueles vayas a los que de esto trataban, llamándolos beatos, recoletos, sancturrones, diciendo: en tal casa hay tantos churrones, serán otros tantos recoletos; en tal casa hay tantos hipócritas —que así llamaban a los apartados de sus tratos y conversaciones—, serán otros tantos recoletos. En viendo que uno bajaba los ojos o mostraba modestia o decía missa con devoción, servía aquel día de platillo para g la junta después de comer. Cuando topaban a uno destos conpuesto, le hacían gestos, le remedaban y representaban. Todo esto vi hacer en cierta casa. Que pido perdón si fuere culpa decirlo, que, si por tal la tuviera, no lo dijera, sino que, por descubrir tan de sus principios las contradiciones así descubiertas del demonio, me atrevo a decirlo.

            Con estas y semejantes contradiciones, quedó este soberano fuego y palabra de Dios no apagado pero enterrado y tornado a tapar, de suerte que ya nadie se atrevía a ser incitador del cumplimiento desta obra ni aun atreverse a tratarla o decirla de suerte que alguien h la oyese. Confieso que, siempre que lo pensaba o decía, a mí se me salía el alma; y por no ver por do se podía hacer ni venir a tener efecto, dentro de mí desmayaba. Y como el caballo brioso que, mostrándole la carrera y no dejándosela correr, se resfría o, por tenerle mucho tiempo en la caballeriza atado sin pasearse ni correr, se manca, así parece tenía mi alma resfriada y como manca por i no ver por dónde ni cuándo ni aun ser posible pasar tan sancta carrera, sino, como caballo en caballeriza, que el demonio me tenía atado con mill sogas —como, espero en Dios, si esto prosigo, diré—, me tenía manco y resfriado en lo que era de servicio de Dios. Y con tener estos deseos que digo, aunque por tantos respectos imposibilitados, aun una palabra nunca me atreví a hablar ni decir, sino ellos y yo, los que lo deseaban, [4v] se volvían como aquellos libros de Eccechiel, que en ellos no parecía otra cosa scrito sino j carmen, lamentationes, vae k 18. Así estaban todos los pechos de los que lo deseaban, llenos de lástimas y lamentaciones; y cuando algo se pronunciaba, era un ¡ay!, un suspiro, sin que nadie entendiese qué era lo que daba pena.

           


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El tiempo que esto estuvo así callado, no me acuerdo. Fácil sería hacer memoria de ello, si después con más spacio volviese a hacer memoria. Porque ahora, con el cuidado que voy de tratar lo más principal l, no me atrevo a detenerme en cosas que no inportan. Lo que más siento es, si traigo algún lugar de la Scritura, no traerlo con su propio latín y lugar que se dice, pero ya pongo esta palabra en el que bien no me acordare: vide.

 

 




1         Se reunió el 8‑V‑1594.



2 Se reunieron el 8 de mayo de 1594 los provinciales y procuradores de las tres provincias españolas, a saber: fray Antonio de Castañeda y fray Marcos de Salazar por Castilla, fray Melchor Carreras y fray Jerónimo Box por Aragón, fray Martín de Virués (en sustitución del provincial, fray Hernando de Zafra) y fray Diego de Avila por Andalucía.



3         Diego de Guzmán, natural de Salamanca y miembro de la provincia de Castilla, convocó y presidió el capítulo de Valladolid en calidad de vicario general de las tres provincias españolas (1593‑1598).



4         Estatutos de la congregación general de España celebrada en Valladolid en 1594: ActaOSST VIII/5 (1974) 97‑103.



a            sigue por principio tach.



b            rep.



5         Se mandaba mucho cuidado «en pedir a nuestro Señor en todos los sacrificios y oraciones guarde y dé salud a su Santidad, a su Magestad y Alteza, y assista en sus consejos, según y como la Christiandad lo ha menester»: Estatutos, 1.



c            ms. quanto



d            sigue su tach.



e            ms.QUE



f       sigue y ni tach.



g            sigue en tach.



h            ms. EN



i            sigue espacio de 12 líneas en blanco.

 



6         Estatutos, 31.



7         Fue provincial durante el trienio 1596‑1599. No se conoce el ejemplar de las constituciones firmado por el P. Virués, ni tampoco copia alguna del texto editado. Cf. Carisma y misión, 97‑109 y 717‑722 (Documentos IV).



j             al marg.Capítulo II. Olvídase la recolección en el orden de la Sma. Trinidad y cómo resucita de 2m.



k            Quis‑ardeant? subr.



8         Prov 6,27.



9         Gén 1,2.



l            al marg. vide locum



m           Macha. lib.2, cap.1.º al marg.

 



10        Lc 19,40.



n            si‑clamabunt subr.



o            ms. infanciunt    



11        Mt 21,16.



p            ex‑lactentium subr.



12        Cf. Mt 3,9.



q            sigue to tach.



r   ms. alla



s            sigue a tach.



t            sigue de tach.



u            alter ad alterum subr.



v            manus‑eorum subr.

 



13        Cf. Ez 1,4‑12.



14        Cf. 2 Re 2,11.



w           al marg. Capítulo III. Declaran los prelados fue política no más decretar la recolección y sólo por dar gusto al rey católico de 2m.



x            sobre lín.



15        Cf. Mt 17,19.



16        Rom 4,17.



y            vocat‑sunt subr.



z            la obra sobre lín.



a  el rey sobre lín.



b            sigue se ayunase y tach.



17        «Iten que en toda la orden se ayune los sábados como los viernes, en reverencia de la Madre de Dios, y los martes no se coma carne»: Estatutos, 11.



c            sigue pretendi tach.



d aunque‑satanás subr.

 



e            corr.



f             al marg.Capítulo IV. Daban vaya los frailes a los que pensaban o hablaban en ser recoletos. N.V.P., lleno de dolor por ver imposibilitada la recolección de 2m.



g         sigue des tach.



h            ms. alguie



i            sigue ver nos tach.



j            sigue estas palabras ve tach.



k         sigue (vide)

 



18        Cf. Ez 2,9.



l             sigue sobre lín. es sin tach.

 






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