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San Juan Bautista de la Concepción Obras II – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO 16 NUEVA SALIDA HACIA ROMA
Vueltos a, pues, de nuestro viaje del navío quebrado para Valdepeñas, entramos en nuestro convento sin que nadie supiese de cierto de dónde veníamos b. Los días que aquí estuve, que pienso serían cinco o seis, y dende que partí de Alicante para me tornar, me ocupaba en pensar y decir: ¿Qué es esto? ¿Dónde torno? ¿Cómo me vuelvo? ¿Estoy loco, pues dejo la reforma?
Con estos pensamientos míos [71v] y ayuda de costa del buen administrador del marqués y de otro religioso que luego diré, hube de tornar a concertar mi viaje y vuelta con bien pocos dineros.
Salimos de Valdepeñas segunda vez día del glorioso san Francisco año de [1596].
1. Nuevo compañero: Fr. Agustín de Castilla
Llevando en mi compañía a un religioso sacerdote cuyo nombre no pondré ahora 1 porque, aunque es pretendiente de nuestro hábito y ser admitido a la reforma y compañía, pero, atento que el demonio en aquella ocasión procuró con él estorbar harto estos pasos, quedarse ha encubierto hasta que haya pasado su año de noviciado, mostrando con su virtud y perseverancia haber sido aquélla más clara tentación.
Y que lo que diré se le atribuiga, estará bien disculpado por muchas razones. Lo primero, porque piensa que acierta cuando lo hace; y, después de hecho, ver que erró, como ahora lo confiesa haber estado con ello muy inadvertido. Lo 2.º, por parecerle mejor otros medios. Lo 3.º, que tal puede ser la sugestión de satanás y tales sus tinieblas que, viendo lo contrario c justo, los inposibilite en lo exterior a lo ayudar conociendo la verdad en lo interior. Y yo confieso que en Roma fui causa para que se detuviesen los negocios, porque, cuando el demonio
me dejó solo en ellos, no tiniendo quien los contradijese, buscó tales medios que yo propio los estorbaba. Que deseo ya llegar allá porque se vea la rabia de satanás y el poder de Dios, que, después de zabullida y aniquilada del todo, la hace y perficiona.
Y así no será tan grave la culpa de nuestro buen compañero en las cosas que aquí se dijeren. Pues hemos visto que el primero nos lo quitó, sabe Dios si fue el demonio asombrándolo con los letrones que d arriba digo 2; que, por ser letrones gordos, me parece debiera de ser satanás, que, para entenderlo según es de enbaucador es necesario haga letra grande. Que la voz de Dios es suave y escritura delicada, como se ve por el silvo y aire delicado que gozó Eliseo [sic] 3 y por lo que oyó y entendió Elifaz Themanites cuando dice: Audivi verbum, etc., usque per venas susurri, etc. 4. Y así, como quien tenía gana de quitarme el sancto compañero, le leyó los trabajos con letras góticas. Y así no habrá que espantar viendo los modos tan extraordinarios e con que a este segundo [72r] hubiera sido mejor que nos lo hubiera quitado como el primero.
Que f cierto, hermanos míos, si quieren ver las maravillas de Dios obradas acerca de su Religión, tiniendo g atención, verán la gana que tiene Dios de hacerla; y verán la más alta sabiduría que en hechura de religión ha tenido Su Majestad. Y quizá quiere Dios haber puesto en mí tanta codicia en tan breve tiempo como ha que se empezó para que se escriba, para que puedan probar todo lo que aquí dijere, que, aunque sea contra el propio que la dice, se la ha Dios de hacer confesar. Y así hablo y hablaré con atrevimiento las verdades que topare en el encuentro de lo que fuere diciendo. Que más quiero mi Religión y la honra de mi buen Dios que los thesoros del mundo.
2. Con el compañero en contra
Ahora, pues, partímonos nuestro buen segundo compañero y yo. La primera noche, como sus charidades han oído contar de su boca, en Villanueva de los Infantes, do hecimos noche, el diablo nos pretendió asombrar con tan gran ruido, que él sólo lo podía h hacer sin hacer daño en la cosa que lo hacía. Luego, en la segunda jornada, vi a mi compañero tal contra mí que, como él era de los primeros recoletos emprestados y uno de los que se daban por ofendidos de la plática de los capítulos —y que habíe sido necesario quitarle el officio de vicario que en mi compañía tenía, porque me ablentaba los frailes— parecióle que ya allí me tenía fuera de mi convento y a solas y que sería bien volver por sí. El cual lo hizo tan bien y tan cumplidamente, que me
puso cual la Majestad de Dios sabe, sin saber qué hacerme: si me i vuelvo, será mal contado, que es segunda vez; si paso adelante, éste me ha de ahogar, que es colérico y se da por ofendido y no me pide menos que su honra porque le quité el officio; pues honra no se puede pagar sino con la vida, éste me ha de dar un porrazo en un barranco. Y él era tan colérico, que no pensaba largo. Que j eso le debiera el diablo de poner en la imaginación cuando, diciéndole yo: —Padre Fulano, ¿por qué me quiere acabar?, respondió: —Pues ¿qué necesidad tenía yo de acabarlo con darle [72v] pesadumbre quien lo pudiera haber hecho por esos caminos con más facilidad? Y de esto es testigo el padre ministro que entonces era de Génova.
Dende esta segunda jornada fue tal y tan perdido conmigo o, por mejor decir, encontrado con la recoleción, que tal lo debiera de tener el demonio, que nunca más tuvimos dos horas juntas de paz. Y hase de notar que el fraile que, digo, ayudó en Valdepeñas a que yo saliese para hacer este segundo viaje, fue él. Tanto que, diciéndole yo que venía cansado y flaco, que no podría volver, él me persuadió y rogó ofreciendo sus palmas para llevarme en ellas. Y porque el demonio no saliese mentiroso, quiso volver las palmas k en torniscón, para que con más claridad [se viera] esto no lo hacía el fraile, pues aún no había dos días que pasaron las fiestas que me hizo. Y de las cosillas así cortadas que entre él [y yo] pasamos, no diré, porque fuera nunca acabar. Llevándose atención, como digo, verán qué pegada a la obra tiene por unos pocos de maravedises el demonio espía. Que, ya digo otra vuelta, era él bien claro, pues ahora pide el hábito y compañía y a la salida me regalaba.
Llegamos a Alicate.