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San Juan Bautista de la Concepción
Obras II – S. Juan B. de la C.

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CAPITULO 17 REFLEXIÓN SOBRE LA ESCRITURA

 

1.         Vuelve a escribir después de un año

 

            Hasta a aquí fue Dios servido scribiese en spacio de cinco días hará presto un año 1. Y confieso que debiera de ser voluntad de Dios que entonces se scribiera lo demás, porque todo lo habían dado junto lo que en discurso de años habíe sucedido. Y esto me parece porque, luego como lo dejé de scribir por lo que diré, quedé como la madre que tiene mucha leche y no tiene hijos que se la mamen, que, sin sentir ni querer, se vierte; o como una tinaja llena que le han destapado


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la pita y no ponen o hacen como se coja, que se vierte. Así, por algunos días como yo dejé de escribir, parece que estaba mi alma tan fecunda de todo lo que había sucedido acerca de la Religión, que se me vertían las palabras, los conceptos y el sentido de cualquier cosa que se me ofrecía, como en sola una cosa que ahora diré se verá. Y ésta la diré, porque podría ser aprovecharse nuestros hermanos de ella. Y yo pienso pedir a los presentes b [73r] encarecidamente lo hagan lo que luego diré.

 

2.            Motivos de la interrupción

 

            Dejé de scribir c. Porque, aunque es verdad que la scritura aprovechaba y con ella habíe ya hecho una obra digna de las manos de Dios —y prueba de que era su voluntad que se scribiese, será Dios servido aquí lo cuente—, pero, con todo eso, tenía algunos scrúpulos y sugestiones para lo dejar, no obstante que nunca llegaban a scurecer la claridad que Dios interiormente había dado para scribirlo. Pero sentíalas mucho y, como siempre, procuraba en esto y en lo demás, por no ser tan vehementemente afligido, rendirme al parecer de otro.

            Estando dos hermanos para se partir a Valdepeñas, díjele a un hermano sacerdote que, en mi absencia, quedaba siempre por presidente 2: —Hermano, yo tengo de ir de aquí a pocos días a ver a nuestro padre; ¿parécele que me vaya ahora con los hermanos, que en fin llevaré compañía y el tiempo es razonable? (Los que se iban, ya habían tomado la bendición y despedidos de mí). Dijo: —Hermano, bien me parece que vaya. Luego, sin otro aparejo más de desayunarme, me fui con ellos.

            La ocasión que tuve de mover este camino, o por mejor decir, el demonio de intentarlo o persuadirme a ello para que esto no pasase adelante viendo que ya enpezaba a hacer provecho, como luego diré, fue que a mí me habían cargado algunos scrúpulos de que los hermanos cogían estos cuadernos y, entendiendo que sólo se leerían las cosas tocantes a la Religión, consentía d que se llevasen a la recreación; y luego, como vi que lo querían leer todo y me topaban a mí entre ello, dábame pena por muchas razones.

            Lo primero, me parecía que me introducía yo aquí por bueno, y viendo y conociendo mis faltas, me habían de tener por enbelecador y que todo era enredo, no discurriendo que Dios antepone el bien común a todo lo que en contrario se puede ofrecer y que, por el bien de una comunidad, puede e, quiere y lo hace sustentar un mal hombre y, si para ello es necesario, hacerle mercedes. [73v] Ahora, pues, si siendo


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tú malo —decía el demonio— aquí scribes bien, lo han de tener por mentira, porque el agua toma el sabor de por do pasa. Será ocasión de dos males: el uno, de ser malo y el otro, de que te tengan por mentiroso. Así será bien que lo dejes para cuando seas mejor y hagas más penitencias, que entonces autorizarás más lo que dijeres.

            Bien se ve esta tentación clara, porque, si yo soy malo y digo bien, más campean las cosas opuestas entre sí. Y se ve la fuerza que hace Dios al malo, que de su cosecha es decir mal, sólo porque Dios quiere aquí diga bien. Lo segundo, bien se vido era soberbia mía, pues quise hurtar el cuerpo a la mortificación de que no me tuviesen por mentiroso, sino por hombre que vida y palabras conformaba. No les parezca, hermanos, decir esto es superfluo para lo que se scribe, que no es sino muy necesario para que se vea las astucias que el demonio tiene para que no se saque y escriban sus principios, sino que, sepultadas las misericordias de Dios que ha usado en el principio con nuestra sagrada Religión, de aquí a pocos años se tenga por invinción de hombres y se desprecie y nadie estime regla y hábito que tales trazas le han costado a Dios sacar del archivo de su sabiduría. Sabe muy bien el demonio que, así como el otro que tiene delante su ejecutoria, hechos y asaltos de sus pasados, tiene un brío y una osadía notable, lo cual no tiene el que conoce sus f ordinarios principios.

            De aquí es que el demonio, al principio de la fundación del glorioso san Francisco, repetía muchas veces cuyo hijo era Francisco, diciéndole el nombre del padre y no el suyo, diciendo: Este hijo de Fulano, este hijo de Fulano (que no me acuerdo el nombre del padre) 3. Como quien dice: Por aquí despreciarán su hábito y religión, mostrándoles a sus frailes los manantiales que tuvo en la tierra. No considerando el desdichado que las obras de san Francisco tenían su principio en el cielo y que los frailes, si hijos de Francisco, [74r] nietos de Jesucristo, porque, si según la carne Fulano engendró a Francisco, según el spíritu fue hijo inmediato del mismo Cristo. Y así pagó Jesucristo al demonio en esta tentación: que, si el demonio les tapaba los principios del cielo que tuvo Francisco descubriendo los de la tierra llamándolo hijo de Fulano, Cristo encubrió los de la tierra descubriendo los del cielo, haciéndolo no hijo de Fulano, sino otro Cristo, para que, mirando a Francisco y viendo en él retratado a Cristo, puedan decirse hijos de Francisco Cristo, pues Francisco no vivía sino Cristo en Francisco. Tú encubres la linpieza y hidalguía que esta Religión tiene del cielo y descubres la de la tierra, que todo es tierra, —dice Cristo—; pues yo estamparé en Francisco mis armas, que fueron mis llagas, para que, viendo en su linaje las armas de Cristo, conozcan y entiendan que son hijos de Cristo, y no


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de Francisco según la carne, y así honrados, hagan los hechos de sus antepasados Francisco y Cristo.

            Ven aquí, hermanos, por qué scribo las tentaciones que hubo para dejar de scribir entonces y los intentos que el demonio tuvo para estorbarlas: Cállense ahora estas maravillas de Dios que tuvo con esta Religión, que, esto escurecido, yo descubriré luego quién fue fray Juan Baptista y su abolorio, etc., porque, afrentados los que trujeren el hábito, lo desprecien y dejen (como, digo, luego se probará); no se escriba que la Sanctíssima Trinidad ha entendido en esto ni la sabiduría de Dios ha sacado de sus tesoros inmediatamente esta Religión, sin que de los hombres haya habido paso que, con nuestras culpas, no hayan sido en contrario, para que los frailes no hagan como hijos de tal padre y para deslumbrar esto.

            Que no sé cómo tengo ánimo para decir esto. Cristo, que en Francisco puso su retrato para que se entendiese que eran obras de Cristo, acá, por mis peccados, ha permitido Dios caiga yo en muchas culpas, para que lo que allá tapan las llagas, acá tapen las culpas, para que, cuando [74v] nuestros hermanos vean mi imposibilidad según mis culpas, digan: Esta obra no es de este hombre, más altos principios tiene. Y quedando yo obscurecido con mis faltas, vayan a buscar su principio, que estoy cierto no hallarán otro sino Dios. Y esto que es en afrenta y mengua mía, es en honra de la Religión, porque, si acullá hubo por fundador Francisco hecho Cristo, acá hay por fundador el mismo Dios, que quiere hacernos a todos sus Cristos, etc. Y así querrá Dios que esto se scriba para que, descubriendo el demonio quién soy yo, esta scritura descubra quién es Dios.

            La segunda tentación que tuve para dejarlo, fue decir: Yo he scrito 36 pliegos en cinco días; no es posible tú te puedas acordar de tanto en tan poco tiempo, sino que debe de ser alguna ilusión del demonio. ¿Para qué te quieres cansar en lo que después se ha de romper y hacer pedazos? Mejor será dejarlo hasta que tú estés satisfecho, con la experiencia que se adquiere en tiempo largo, que dices verdad; y después lo scribirás. Vete ahora a Valdepeñas y communícalo con el padre Fr. Elías 4, y verás cómo ésas son cosas de que no se hace caso.

Lo tercero, decía: Tú estás fatigado de la cabeza y es acabarte; déjalo para cuando estés de reposo y seas súbdito. No considerando que aquella desconpostura de cabeza la debiera Dios de haber desplegado para que más cupiese, que hasta entonces los temores la tenían bien apretada, que no cabía una mínima gota en ella si no era de desconsuelo, causado del que la apretaba, como lo veo en las ocasiones que después acá se me ha desconpuesto. Que, por aquel tiempo que así me quejo, si me preguntasen o me dejasen hablar, seríe, me parece, inposible faltar qué decir, hasta que se tornase a conponer. Y tomábalo el demonio por instrumento para decir era necesario dar vado a la indispusición.

           


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La cuarta tentación: ver que había scrito hasta donde no era posible que nadie supiese y que [75r] había parado do daba pie a otros para que lo pudiesen llevar adelante; y que no era lícito lo que otros sabían que yo lo scribiese; y que todo era soberbia y quererme yo meter en la danza g, como dicen; que no faltaría quien lo scribiese más apurado. Y siendo más sanctos, darían más crédito a ello y estaría más autorizado.

            Todas estas cosas fueron ocasión para que por entonces yo me inquietase tan de repente, aunque, si tuviera algún hermano que me dijera que no fuera, claramente bastara.

 

3.         La lectura de lo escrito salva una vocación

 

            En esto he tocado dos cosas h que prometí decir; y de entramas espero en Dios nuestros hermanos sacarán provecho, porque de la una se prueba ser voluntad de Dios que se scriba y de la otra provecho a nuestras almas y devoción con el sancto nombre de Jesús, puniendo por consideración lo que arriba digo, que, por no coger lo que i en mí ponían, se derramaba.

            A lo primero. En esta nuestra casa de Alcalá, cuando yo enpecé a escribir esto, estaba un religioso j vehementíssimamente tentado en materia de dejar el hábito 5. Decía él, o el demonio en él: ¿Qué religión es ésta?, todo muchachos, todos son niños; tú eres hombre, es vergüenza que tú estés aquí entre ellos. Aunque no te puedes salir por ser profeso, puédeste ir a la Cartuja 6; allí estarás entre hombres, es religión muy perfecta, tendrás grande recogimiento para tu oración. Con esto lo traía inquieto y desasosegado. Y siendo un fraile de continua presencia de Dios y continua oración, se la había trocado en enredarle su alma con mill mentiras que le proponía para hacerle dejar lo comenzado, que ése era su intento y no llevarle a la Cartuja. Porque, si fuera de Dios, en esta casa de communidad se tenía la oración que ya se sabe, y más tenía él, que, siendo hombre apartado, no trataba con nadie. Y, junto con eso, por gozar de los trabajos k y incommodidades de los primeros, estaba obligado a padecer y sufrir con paciencia grandes trabajos. Y los bienes que Dios communica en los principios y a los primeros se deja entender que no se hallan con esa facilidad en las cosas que han corrido y están lejos de sus manantiales. [75v] Todo lo cual era necesario perderlo. Y se echa de ver ser clara tentación, y mayor porque no se


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atrevía ni se la dejaba communicar con prelado ni nadie, por ser tentación en su imaginación, menoscabando la Religión, y que fuertemente le habían de reprehender, aunque fuese así respecto de que nadie hay que l de sus propias cosas y las más pesadas no le parezcan mejor que las ajenas.

            Estando ya este religioso de esta manera agonizando y detenido entre los dientes o ahogándose con un bocado tan sancto como m era el hábito que traía y Religión que había profesado, quiere Dios mostrar que Religión en que Su Majestad habíe de poner y entablar su cruz y mortificación, quiere prestarle y communicarle la virtud de su propia cruz, pues los papeles escritos puestos sobre aquel enfermo, leídos y mirados, lo sanó y resucitó n. Como hizo la cruz de Cristo cuando fue descubierta y conocida por ser la propia en que Dios habíe puesto sus espaldas, que, aplicándola a un muerto, lo resucitó (o enfermo). De esa misma manera quiso Dios mostrar que esta regla y Religión le habían de curar las llagas que en la otra cruz le hicieron con los ayunos y mortificaciones de los hermanos. Como dicen, que un clavo saca a otro clavo. Y si en aquella cruz a nuestro buen Jesús le hicieron llagas, en esta cruz de esta sagrada Religión, se recrea y regocija viendo a tantos ángeles y niños que, por su amor, quieren en ella ser crucificados.

            Pues o digo que, luego como los p enpezó a leerlos, vino a mí llorando, conociendo su peccado y el agravio que a la Religión hacía. Descubrió su culpa, manifestó el fructo de las obras de Dios scritas por un peccador, porque decía: —Hermano, no hay en la Iglesia de Dios otra religión como ésta; no se ha oído cosa semejante; hermano, perdóneme, que éste es sancto hábito, sancta Religión. ¡Ojalá tuviera más méritos!, que me veo corrido: siendo quien soy, traer librea y vestidura [76r] preciosa.

            A este religioso lo conoce el hermano Fr. Joseph de la Sanctíssima Trinidad, y podría hablarle a él para que firme esto y aun añada lo más que el demonio habíe hecho con él y lo que Dios luego puso en su corazón. Todo esto manifiesta lo que moveríe a satanás hacer detener la corriente del agua que con tanta facilidad sanaba q, como la del Jordán a otro Naamán Siro, que así creo se decía en los libros de los Reyes 7.

 

4.            Episodio personal. Reacción frente a los juramentos

 

            Lo otro que arriba ofrecí poner aquí acerca de lo que dije de la abundancia con que Dios en mí había puesto aquello que había de scribir, que, si pudiera ditar a siete u ocho para que todos scribieran, tan lleno me quedara. Y dígolo para que, en lo que ahora dijere, viendo que me falta aquella fecundidad y siendo otro el modo que ahora tendré de scribir, se


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sepa la causa. Y que mis r culpas lo merecieron y fueron causa de que yo no tenga aquella suficiencia que debo para scribir lo que así inporta para que sus charidades tengan claridad de algunas cosas.

            Partíme, pues, a Valdepeñas s con los dos hermanos, así vencido de aquella tentación, que bien lo fue por ver cómo el demonio luego apretó los cordeles con mill desabrimientos y disgustos. Y el que me llevaba a Valdepeñas, ya subía las cosas de puncto para llevarme a otros reinos y aun dejar el hábito. Porque, cualquier cosita que hacía, alguno de los compañeros que llevaba, me daba bofetón con ella, diciendo era yo principio y causa de todo aquello y que, en otra religión, aquél fuera más sancto y perfecto, y que en el infierno había yo de pagar lo que todos hacían.

            Fuéseme arrimando tanto la tentación que, cuando llegué a Socuéllamos, ya me dio una recia calentura y fui con ella, apretándome en La Solana, pueblo para quien de camino llevaba la provisión de su majestad para que en ella se hiciese [76v] monasterio, como en su lugar se tocará. Allí me vi tan perdido que, como enfermedad causada de satanás, rabioso t de tanto bien como después a aquel pueblo les había de venir, apretó los cordeles y arreció el golpe donde se le dispertaba el dolor. Y como enfermedad no humana, yo no le sabía remedio humano. Sólo me contentaba con que me dijesen los evangelios. Fray Francisco de los Angeles, preguntando si había agua bendita —disimulando lo que podía porque no tuviesen miedo los hermanos, que cierto, yo pienso, hubo muchos demonios aquella noche en el aposento— pero, en medio de esos trabajos, digo que eran tantas cosas las que se me ofrecían, que le decía al hermano fray Francisco: —No sé, hermano, qué me tengo, que parece que destapan una cuba llena. Y él, viendo mi tibieza, me decía: —Guarde, hermano, no tapen la pita y se quede sin nada. Y yo decía: —Tapada está, que yo no sé nada, que no sé cómo se es esto, que lo tengo y no lo tengo.

            Finalmente, saliendo del u mesón Carabaña, creo que v se llamaba, está cinco leguas de Alcalá camino de Valdepeñas, a la salida del mesón, enpezaron a jurar unos arrieros. El hermano fray Francisco dijo: —¡Por charidad, hermanos, que no juren! Hase de presuponer —que ya me pesa de hacer tan larga digresión, porque el que lo leyere ya habrá olvidado el intento a que traigo todo esto— que, antes que yo fuese a Roma, aborrecía mucho el ver y oír jurar; y algunos hermanos de los que en nuestra compañía estaban, cuando oían jurar, besaban el suelo. Y yo entonces ofrecíle a este buen Jesús que, siempre que lo oyese jurar, de besar el suelo. Y esto por voto que hice. Sucedió que en el primer viaje después de este voto, llegando una noche a las Ventas del Puerto Lápiche 8, do había muchos arrieros, fueron tantos los juramentos


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que echaban, que era inposible que me dejaran [77r] w cenar, sino que fue necesario quitarme de allí y esconderme donde no lo oyese, porque de otra manera no había de entender en otra cosa sino en besar el suelo x. Yo salí de allí cansado y corrido, por ver que no podía cumplir con lo que había prometido a Dios.

            Procuré luego me commutasen el voto y quitasen obligación tan costosa a la carne. Pero Dios, que de ello no estaba olvidado y no me había a mí movido para sólo cumplir con aquel particular acto de religión, sino que se fuese sentando en las almas y corazones de mis queridos hermanos, a quien, por el mismo Señor, pido encarecidíssimamente lo cumplamos. Que, aunque yo no lo he cumplido hasta hoy, he estado, si es lícito desculparme, tan lleno de penas que no he dado lugar y a cosa de virtud. Y sus charidades pesarán la fuerza que hace la razón con que reprehendieron mi tibieza.

            Ahora, pues, luego como el hermano fray Francisco dijo a los hombres: —¡No juren por charidad!, en un istante, como Dios se sabe, —que quisiera hiciera la fuerza, así escrito y discurrido en tantos ringlones, como en mí hizo toda recogida en un istante o punto—, que, estando yo harto fuera de mí por mis penas, trabajos y tentaciones, me dijeron o entendí dentro de mí —que cierto, siempre que llego a esto, me avergüenzo, porque no querría entendiesen lo cuento por revelación, porque me parece dificultoso que z ese don lo communicase a hombre tan malo—. Ello fue como Dios se sabe. Acordéme todo junto del voto que había hecho y la commutación dél. Diéronme a entender había hecho mal, y el bien que estaba encerrado en aquel acto de religión, con este exemplo: [77v] Ven acá, si tú estuvieses de rodillas adorando el Sanctíssimo Sacramento del altar cuando a lo alza el sacerdote, que es acto de reverencia, y vieses que por descuido o malicia se caía o lo arrojaba en el suelo, ¿tú no te arrojarías tras él, pues es tu Dios y Señor, tiniéndote por dichoso de poner tu boca donde él está? ¿Qué hombre había de haber en el mundo tan de poca fee y amor de Dios que, por respectos del mundo, entonces no estimaríe poner su boca donde Dios estaba? Pues vemos que, viendo los ángeles a Dios niño en un pesebre, parece se avergonzaron ellos de quedarse en su trono b y cielo, sino que luego se descolgaron de c esos cielos, por esos aires, y fueron a las cabañas de los pastores haciendo actos de humildad y charidad 9.

            Ahora, pues, ven acá, frailecillo, cuando el peccador me jura, ¿no me levanta? Sí. Pues es acto de religión jurar con las condiciones debidas, cuando ésas no se guardan y me jura en vano, ¿no me levanta para arrojarme en el suelo y dar con mi sancto nombre en tierra? Pues, si yo estoy arrojado en tierra por las bocas de los malos, ¿será mucho


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que tú te bajes y humilles y pongas tu boca donde yo estoy? El hincarte de rodillas para la besar, es para me adorar cuando me levantan jurando con necesidad. Cuando besas el suelo, arrójaste a él para me levantar con ojos, boca, labios y lengua. ¿Qué hombre habría que, viendo caído a otro hombre honrado en el suelo, porque algún malhechor le hizo algún desacato, que luego no se bajase a lo levantar y meter en su casa? Así lo hizo el otro samaritano con el que bajaba a Jericó y lo halló herido: que, curándole las llagas, lo puso a buen recado 10. Pues, si tú ves que los malos, hiriéndome con su lengua, me derriban en el suelo, ¿por qué no te arrojarás a él y con tus labios y lengua no lamerás mis llagas y las curarás y levantarás y pondrás a buen recado en tu corazón, diciendo: Dios mío, el peccador te arroja, yo te quiero recebir y hospedar en los scondridijos de mi alma; yo quiero, Señor mío, tener cuenta de aquí adelante con honrar y bendecir vuestro sanctíssimo [78r] nombre? Y, pues esto no haces, ¿no conoces que yo soy el que, en semejantes ocasiones, ando ultrajado y arrastrado por el suelo? No me amas ni quieres, pues no guardas las leyes de charidad que el prócximo debe guardar con su hermano, a quien debe favorecer en tiempo de necesidad.

            Con esto quedé yo bien afrentado. Contéselo luego al hermano fray Francisco. Y entonces dijo: —¡Cómo gusto de la consideración, hermano!, guarde no tapen la pita o canilla que tal vino vierte.

            Díganme, hermanos, dos cosas. Lo primero, ¿es mucha razón que esto se haga en nuestra Religión? Yo no digo que fuese dado y ofrecido de Dios, sino sancta consideración que, naturalmente y por vía de discurso, se me ofreciese. Pregunto: si hace fuerza en nuestras almas, razón será que la guardemos; y de hoy en adelante, siempre que el sancto nombre de Dios veamos jurar, hagamos como buenos amigos y cristianos que conocen y ven a su Dios así en el suelo. Que yo pienso por cierto que hacer nosotros aqueso será oficio de comedidos y cortesanos ángeles, que, estando nuestro Dios en el suelo, que es lugar de bestias, no queramos nosotros estar muy enpinados y de dura cerviz tiniendo lugar de graves.

            La razón por qué he contado esto es porque vean, mis hermanos, cómo el demonio procuró, en tiempo que a mí me daban con tanta abundancia, no se cogiese con regocijo el agua que salía de las fuentes del Salvador 11. Sino que fuese como los pozos que, por no usarse, se secan y busca el agua por do irse; y, por no usarse, no es tan dulce y sabrosa. Y tanbién lo he dicho porque d, pues ha un año que he andado divertido o perdido, no se espanten si mis palabras no fueren tan sabrosas como las primeras ni tan abundantes. Porque, en castigo e de mi culpa, podría ser que el tesoro que yo escondía me lo quitase Dios, porque no habíe provecho en él y no tuviese que dar tanta cuenta


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[78v] de lo que yo perdía haciendo hoyo en la tierra y escondiendo el talento que me daban para negociar y granjear almas para Dios 12.

 

5.            Razones para volver a escribir

 

            Que no hay dudar sino que el descubrir las misericordias que Dios obra y hace con esta Religión, han de servir de liga y soberanos reclamos para coger los pajarillos desacordados que andan escarbando en lo vedado el gusarapillo o gusanillo de que se han de sustentar. Pues es verdad que en esta sagrada Religión hallarán descubierto el grano de trigo que es Cristo puesto en la cruz de los trabajos y penitencias de esta Religión. Y lo que el tiempo encubre, tapa y olvida, los scritos lo descubren; y sirven de redoma en que se coge este soberano licor f que ha de oler bien a Dios y a los justos. Pues no es menos lo que se quema en el fuego de las penitencias y mortificaciones que almas de justos. Será también un joyel —aunque, por ser scrito por mi mano, muy de cobre o de azabache— en que se esmalten y pincten cerca las misericordias de Dios, que están lejos a quien no conoce este sancto hábito. Y serán bolsa, aunque de rústico, en que Dios pondrá la moneda scrita con que se compra el cielo, pues es verdad que regla tan áspera como la que Dios quiere que en nuestros tiempos se profese, tiene valor en sus penitencias y es camino derecho que nos lleva do está Dios.

            Esta g es la razón que me ha movido a tornar a esta escritura, a proseguirla, no obstante que nuestro padre visitador me lo mandó y encargó. Y ahora nuestros hermanos lo piden, porque ni lo que pasó en Roma ni lo que sucedió el primer año lo pueden saber, por haber andado la obra de Dios tan por rincones y con tan poco acompañamiento de gente que pueda decir lo que entonces pasó. Y, cuando lo digan, cogerán lo granado, dejando muchas cosas que, por no las considerar, [79r] les parece fueron a caso y faltas de misterio h.

            Dígoles de verdad, hermanos, que, cuando uno está lastimado y lleno de llagas, una mosca que se ponga encima le da pena y pesa. Y que, como el demonio me tenía tan lastimado con tentaciones de que ésta no era obra de Dios, sino invinción de hombres, y ya tan llagado de golpes tan terribles, cualquier cosita que sucedía la consideraba y premeditaba. Como el que se quiere llevar la corriente de algún río, no se contenta con asirse al árbor grande, sino también echa mano de las yerbecitas muy pequeñas. Ha procurado harto el demonio, con el corriente de sus tentaciones, llevarme agua abajo i; y mis temores han sido tales, que no me contentaba con asirme de lo firme, como eran los consejos de mis confesores y hombres doctos; y aunque la carne y


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hombre exterior sentía otra cosa, asíame a lo que interiormente sentía mi alma. Y si, por la vehemencia del dolor, no me dejaba sentimiento, decía: aténgome a lo que ayer pensaba. Y no contento con asirme a estas cosas, y otras —que ellas se dirán—, buscaba las yerbecillas y cosas que parecerán poco a los que las miraren; y, asido j a ellas, les buscaba y escudriñaba los misterios que en sí encerraban, para que con ellas, como con yerbas saludables, descubiertos sus secretos, curase mis desconfianzas. Y así véome necesitado de lo haber de scribir.

 

6.         Nueva protestación de veracidad

 

            Y así torno de nuevo, como hice en el principio, a hacer protestación k y pedir a Dios me dé gracia para que yo me mida con la propia verdad, no añidiendo ni quitando cosa ni diciendo palabra en que se cometa una l mínima inperfección, sino que Dios con su eterna sabiduría él lo ataje y acorte [79v] si en algo tengo de desagradar a sus divinos ojos. Y pido a mis hermanos me perdonen las faltas que yo tuviere en no scribir con palabras más vivas la vida de su sancta Religión m. Buen padre tienen, en cuya vida está la de nuestra Religión, que sabrá muy bien darla a nuestros hermanos para que, con tal vida, hablen y digan lo que yo, por tenerla tan muerta, no digo.

            Dios mío, dame tu gracia. Amete yo, quiérate yo, reverénciete yo. Que no salga un punto de tu querer, que con esto seguro irá el navío por do quiera que corriere la pluma. Que, en fin, va por mar alta, que son sus misericordias communicadas a esta sancta Religión. Y n en eso se diferencia el que navega por río o por mar alta: que el primero va sujeto a mill peligros y sólo ha de echar por una parte, pero el que por la mar, no los tiene de bajíos o padrastros, etc. Temor llevara si scribiera cosas del mundo, que, en fin, por ser bajo, presto diera al traste o en algún bajío, que me pudieran decir que mentía o encarecía. Pero tengo de scribir misericordias de Dios, que son tan grandes que de ella dice David que está llena la tierra 13; y estas misericordias hechas a una Religión que él llama suya. Y aunque los primeros que entienden en ella son peccadores, no son bastantes a apagar y detener aquel fuego y corriente de sus bienes o, dados a quien él quiere. Y así no hay sino: ¡Animo! ¡Ea, mi buen Jesús, tu honra quiero, tu gloria pretendo, el aprovechamiento de nuestros hermanos [80r] y el aficionarlos a tu sancto hábito y obras de tus manos! Vaya satanás, para quien es, vencido y afrentado, pues niños de trece años te dan de palos. Y ven tan claras estas misericordias de Dios que, por mucho que este contrario las encubra, las quieren y abrazan de mejor gana que los dijes y grandezas del mundo p.

 

 




a            al marg. no pertenece esto a la historia de 2m.

 



1         Por indicaciones sucesivas del texto, se puede determinar que ese tiempo fue a mediados de febrero de 1604. Cf. NICOLÁS DE LA ASUNCIÓN, Apuntes críticos al tomo VIII: ActaOSST V/10‑11 (1958) 364‑369.



b            ms. presente



c            al marg. Capítulo 33. Prueba ser Dios el auctor único de nuestra Descalcez; profunda humildad de nuestro V.P. de 2m.



2         Al parecer, Fr. Clemente de Santa María, excalzado.



d            corr. de consentían



e            sigue sa tach.

 



f             sigue buenos tach.

 



3         El demonio al hermano Rufino, aludiendo despreciativamente a Francisco, «hijo de Pedro Bernardone», en Florecillas de san Francisco, c.29. Pero también a Francisco le gustaba, para mayor desprecio suyo, presentarse y que le llamaran «hijo de Pedro Bernardone»: Ibid., c.3; 30. Cf. SAN FRANCISCO DE ASÍS, Escritos..., Madrid, BAC, 1980, 805, 853, 856.



4         Fr. Elías de San Martín, OCD, visitador.



g            ms. dançan



h            sigue la primer tach.



i            que por‑lo que subr.



j            al marg. el sordo de 2m.



5         Se trata del hermano lego Fr. Juan de la Magdalena, apodado «el sordo». Era natural de Illescas (Toledo). Fue uno de los primeros que tomaron el hábito en Alcalá (1601). Murió con fama de santidad en Alcalá el 27‑IX‑1617, dejando tres obras espirituales, aún inéditas. Noticias sobre él en Crónica I, 324‑333; ANTONINO DE LA ASUNCIÓN, Diccionario de escritores trinitarios, Roma 1899, II, 58‑64. Aludirá varias veces a él nuestro autor.



6         El breve de la reforma así lo dice: «...nulli fratrum reformatorum liceat ad aliam, praeterquam Carthusianam, neque etiam Sanctissimae Trinitatis modificatae regulae ordinem absque apostasiae nota transire». Cf. Carisma y misión, 730.



k            sigue de tach.

 



l             sigue por feo se tenga tach.



m           rep.



n            sigue q tach.



o            al marg.Capít. 34. Efectos de la letura de este libro de nuestro V.P. y otros sucessos en los viages de 2m.



p            sigue lo tach.



q            ms. lanaba

 



7         Cf. 2 Re 5,14.



r            sigue cup tach.



s            al marg. nota de 2m.



t            corr.



u            sigue p tach.



v    sigue era co tach.

 



8         Lugar llamado así porque no era más que un conjunto de ventas, corresponde al actual municipio Puerto Lápice (Ciudad Real).



w           marg. superior Jhs M.ª Para el quinto quaderno.



x            sigue Dios q tach.



y            sigue casi tach.



z            rep.



a  sigue los tach.



b            sigue sino tach.



c            corr. de por

 



9         Cf. Lc 2,8‑13.



10        Cf. Lc 10,30‑37.



11          Is12,3: «Haurietis aquas in gaudio de fontibus salvatoris».



d            ms. que



e            corr. de castido

 



12        Cf. Mt 25,18.



f             ms. ligor



g            al marg. Capítulo 35. Prosigue la historia de la fundación de la Descalcez, según la mandó escrivir el P. Visitador Fr. Elías de 2m.



h            corr. de misterios



i            sigue jo tach.

 



j             corr. de asidos



k            corr.



l         sigue mis tach.           



m           sigue p tach.  



n            sigue eso tach.



13        Sal 32,5: «Misericordia Domini plena est terra».



o sigue p tach.



p            sigue en otra lín.Aquí se torna a proseguir lo que dejé en el quarto quaderno

 






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