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San Juan Bautista de la Concepción
Obras II – S. Juan B. de la C.

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CAPITULO 29 NUEVA SITUACIÓN. MÁS DIFÍCIL ESCRIBIR

 

 

[213r] a                                    Jhs. M.ª

 

            Yo confieso que tornar a proseguir esta materia me es de harta mortificación. Y una de las cosas por qué lo siento es porque, como soy soberbio y amigo de que las cosas salgan o mis hermanos las vean sin dudas, perplecxidades b ni faltas, lo cual en el estado que me hallo no ha de ser posible por las cosas que por mí y trueco de estado de la Religión y mío han pasado. Que, puesto caso que en su lugar se ha de hacer mención de todo, no hay para qué referirlo ahora.

 

1.         El ajetreo de los últimos meses

 

            Sólo digo debe de haber siete u ocho meses scribí unos pocos de pliegos y después acá no he tenido un solo día de celda, quietud ni reposo, de suerte que ni sé dó está mi alma ni dó posa la sabiduría. Hanse hecho dos casas 1 y otras dos han salido vanas 2, aunque por ellas dado el trabajo que por las que son, andado muchas leguas con harta inquietud y trabajo y poca commodidad. Y aunque es verdad que oro es lo que oro vale, y es plata quebrada (siendo Dios servido de lo aceptar por su amor), pero no todo lo que oro vale, vale para que la


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dama se lo eche al cuello y pula con ello; ni en el vaso de plata quebrada, aunque vale, vale para echar licuor en él y para beber.

            Yo confieso que esta inquietud de caminos debe de valer para con Dios, pero no vale para traer recogimiento, que es lo necesario para scribir y tratar esto. Y mi vida así quebrada ya me parece no está para dar a beber a mis hermanos las mercedes y misericordias que Dios ha hecho a esta sagrada Religión c. Y si el agente procura hacer lo que hace semejante a sí, paréceme que lo que de ahora en adelante dijere, irá quebrado, cortado conforme mejor pudiere hacer discurso y memoria de ello. Podrá el hermano que lo leyere afinarlo, purificarlo, tomar la sustancia y dejar la cáscara que no vale. Porque ya para mí no valen las palabras ni sabiduría, porque todo me parece me falta. Y la razón, entre otras, debe de ser porque, con la seguridad que va d tomando y tiniendo la Religión, me va e faltando el temor, miedos o aflicciones interiores, las cuales, como vecxaban el entendimiento, daban f sciencia.

 

2.            Reflexión sobre el temor y la sabiduría

 

            De donde se me ofrece por qué el principio de la sabiduría se da al temor del Señor 3. Que me parece se había de atribuir al amor, pues, siéndolo [213v] el Spíritu Sancto, es a quien la Iglesia le atribuye el hablar por las bocas de los profetas: Qui locutus est per prophetas 4, dice del Spíritu Sancto. Y en una jerarchía están cherubines y serafines, que a los unos se les atribuye el fuego y amor y, a los otros, la sabiduría 5. Digo (y quiero que se advierta que como a mí ahora, me parece, esta sabiduría me falta, tengo necesidad de nuevo de sujetarme y poner lo que dijere a los pies de cualquier persona que sepa y sea siervo de Dios). Y así digo que me parece que el que ama, sabe más que el que teme, pero dice menos el que ama que el que tiene temor. Como por experiencia se ve de un corazón enamorado: que, aunque tiene sabiduría para hacer muchas invinciones, no lengua para hablar muchas razones; y, al revés, el temeroso y afligido parlará y dirá, que quebrará mil corazones.

            De esto debe de ser la razón por qué el amor ablanda y derrite. Y cualquier cosa que se echa en otra blanda o derretida, se pega y une consigo de tal manera que, abrazándola, no la deja salir de sí ni la despide; y allá se queda con ella, para hacer de ella y de sí una propia cosa. Así el que tiene el corazón derretido en amor, cualquier cosa que Dios quiere poner en el tal corazón, se queda pegado, unido g, asido, encarnado y encorporado con él. Que es lo que dijo la esposa h, cuando oyó que hablaba su esposo,


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dice que se derritió su alma 6. Y, así derretida y su esposo con ella, dice: Dilectus meus michi et ego illi 7. ¿Qué decís, sposa sancta? Vuestro esposo ¿no es la sabiduría del Padre? Pues tenéis tal Dios y tal sabiduría, ¿por qué no la dais, la manifestáis, la publicáis, parláis y enseñáis? Verdad es que es sabiduría, pero es sabiduría en alma derretida, que se queda en ella y para ella. Es sabiduría encorporada con ella, que sólo tiene por officio más levantar, derretir y amar, descubrir las propiedades deste buen esposo para más le amar y querer.

            Pero el que teme, por el contrario, su corazón queda apretado: Confige timore carnes meas 8. Y así el corazón, desta manera apretado con el temor, echa de sí lo suyo y lo ajeno. Como el que bota i con una pelota en una masa blanda o en una piedra, de esa manera salta, sacude, despide el alma temerosa cualquier cosa que en sí tiene y alcanza o Dios le communica.

            ¡Oh qué linda prueba se me ofrece! Aquella esposa: que, cuando a su esposo [214r] tiene, dice que es para ella y ella para él 9; cuando trai el corazón afligido, desconsolado, temeroso y lleno de miedos, porque lo anda a buscar y no sabe dó lo ha de hallar, ¡qué es oírla parlar, hablar, preguntar y responder a las otras pastoras!, que se hace lenguas y, con admirable sabiduría, dice lo blanco y colorado de su Sposo, le da apodos, descubre virtudes 10. ¡Ay!, que no hay que espantar, que el temor le ha apretado las carnes y el miedo le ha afligido el corazón.

            ¡Oh qué sabiduría despide de sí aquella alma amorosa de Cristo ante diem j festum Paschae 11, un día antes de la cruz! Caterina 12 confunde los sabios en los tormentos, cuando las fuelles soplan, echan chispas y centellas los carbones. Cuando al hierro encendido lo martillan, despide fuego y centellas. Lo propio digo yo de un alma llena y cargada de miedos, nacidos del deseo de acertar las cosas de Dios: que, siendo en aquel espacio combatida y amartillada con trabajos, sospechas, asombros, despide sabiduría de Dios, centellas, con que alumbra, enciende y descubre la hermosura de aquel que teme no se le pierda. Y desea k, como a los otros juzga por mejores, lo hallen, para que de él le digan o lo tengan, para que, de charidad siquiera, le den algo o le enseñen el camino.

            Verdad es, mis hermanos, que mejor es amar que temer, porque «la perfecta charidad echa de sí el temor» 13, dice san Pablo [sic]. Pero hallo esta diferencia en el alma que enpieza a servir a Dios por el temor y acaba en el amor. Que se ha como un leño cuando se enpieza a quemar: que primero arde, alumbra l, echa centellas y hace ruido; pasó eso, cuando el fuego lo va convirtiendo en sí, abrasando, quemando, que sólo queda hecho un aschua encendida, ya no alumbra, ya no echa centellas, sólo es fuego que su poco a poco va consumiendo hasta que


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se queda hecha una poquita de ceniza. ¡Oh Dios de mi alma, y quién acertará a decir estos estados de un alma! Al principio, que se vuelve a Dios y enpieza a abrasar, ¡qué hace de officios!: ella parla, habla, enseña, echa llamaradas, que parece quiere y desea que todo el mundo se abrase y se convierta en un punto; apenas ha llegado a hablar o tratar con alguien, cuando ya pega con él. Propiedad de principiantes que se enpiezan a quemar. Dejadlos que el fuego los coja y abrase del todo, que llegue la charidad a ser perfecta, que eche de sí y expela el temor, [214v] y veréis unas m brasas encendidas que en sí se abrasan y queman, dentro de sí se consumen. Que es lo que dice la esposa: Amore langueo 14; hasta que la tal persona queda hecha unas poquitas de cenizas n, una criatura humilde y a sus ojos desechada, aunque mirada y remirada de aquel que la encendió y convirtió en fuego para que, así hecha fuego y amor, se vaya a su esfera y a su centro, donde el tal fuego se conserva, sin tener necesidad de buscar conbustibles para se conservar.

            Mientras acá o estamos, este amor es necesario cebarlo con obras de piedad para que no se acabe, pero, en subiéndose a su centro y esfera, subiéndose donde los cherubines se están abrasando delante y en presencia de un tan alto Dios, no será necesario eso porque allí, como el amor está en su fuente y propio lugar, nunca se desminuye, siempre está en un ser encendido y abrasado. Y cuando este amor acá se ha apoderado con perfección de un alma, con esto se contenta: con que el leño sea para el fuego y el fuego para el leño, el esposo para la esposa et e contra. Antes que se hagan las fiestas todo es ruido, ordenaciones, juntas, parlar, disponer, pero en el punto que las fiestas se enpiezan, se suena una trompeta en que se pide silencio y luego todos callan. Antes que venga Dios a un alma, digo, cuando un alma le aguarda por algún modo particular, todo se le va en prevenciones, confesiones, lecciones, disposiciones p y preparaciones, pero, cuando se quieren enpezar las fiestas y se oye un silbo o ruido amoroso, suave, todo es silencio, gozar, atención, ver y mirar.

            ¡Oh buen Dios!, y cómo esto propio se verá el día del juicio, si en él podemos poner exemplo de lo que vamos diciendo. ¡Qué de ruido habrá de la mar q, del temblor de la tierra, bramidos de los animales, maldiciones de los condenados! Cuando Dios pida silencio, sólo habrá un entriego de los buenos a los gozos eternos, etc. No nos metamos en esto, que creo me voy divirtiendo mucho.

 

3.            Aplicación al caso personal

 

            Sólo he dicho esto por ver que, como la Religión va alcanzando seguridad y estabilidad y ser, me va faltando el temor y miedo que de mi poca


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confianza había nacido; y me parece me van faltando las palabras y la aprehensión de las cosas que a esta sagrada Religión han sucedido.

            [215r] Hase trocado la Religión y hanme hecho prelado de ella. Y ya parece enpieza Dios por señas a enseñarme las palabras se han de convertir en obras, por ser los exemplos más eficaces que las palabras, y que la verdadera historia no es ni está en el decir, sino en el haber qué decir. Quia si hi tacuerint, lapides clamabunt 15; y cuando no se escriba ahora, bien sabe Dios resucitar y sacar de piedras y dar palabras a güesos y hacer que oiga el altar de Dios.

            Con estas y otras muchas cosas r, suficientemente me parece quedo desculpado si no procediere lo que enpecé dando el ser y vida que en sí tiene encerrado todo lo que en los principios de esta sagrada Religión ha s sucedido.

            También advierto que los otros cuadernos están lejos de aquí. Y pienso dejé la escritura al tiempo que el propio motu se sacaba en Roma. Y cuando quiera Dios vaya do están aquellos cuadernos, lo llegaré hasta que se junten con éstos. Si fuere Dios servido, se dirá ahora algo enpezando dende que me partí de Roma.

 

 




a            El ms. salta al f.213r. Los ff.205r‑212v han sido arrancados, tal vez por el autor.



b         ms. perpecxidades

 



1         Las de Valladolid y Salamanca, junio y diciembre de 1605.



2         Las de Buenache de Alarcón (Cuenca) y Toledo, intentadas a primeros y mediados de 1605 respectivamente (cf. más adelante, pp.456‑460).



c            sigue y así tach.



d            sobre lín.



e            me va corr. de vame



f             ms. daba



3         Prov 1,7: «Timor Domini principium sapientiae».



4         Credo niceno‑constantinopolitano.



5         Al revés, la sabiduría o la plenitudo scientiae corresponde a los querubines y el ardor caritatis a los serafines. Son dos órdenes de la primera jerarquía celeste. Cf. PS. AREOPAGITA, De cael. hier., c.6 y 7; STO. TOMÁS, Sum. Th. 1 q.63 a.7; q.108 a.5.



g            sigue encarnado tach.



h            sigue di tach.



6         «Anima mea liquefacta est»: Cant 5,6.



7         Cant 2,16.



8         Sal 118,120.



i          sigue p tach.



9         Cf. Cant 2,16.



10        Cf. Cant 5,10ss.



j            ante diem subr.



11        Jn 13,1.



12        Santa Catalina de Alejandría.



k            sigue que tach.



13 1 Jn 4,18.



l            sigue echa cen tach.

 



m           sigue pr tach.



14        Cant 2,5.



n            ms. cenidas



o            corr.



p            corr.



q            sigue del tach.

 



15        Lc 19,40.



r            rep.



s            ms. an

 






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