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San Juan Bautista de la Concepción
Obras II – S. Juan B. de la C.

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CAPITULO 40 PERSECUCIONES DEL DEMONIO a

 

            Ahora, pues, caminando nuestra pobre casita de Alcalá viento en popa y sirviendo de casa de refugio para muchos, piedras cogía el que las cogió para el mismo Cristo y procuró tirarlas b de dos maneras; y una de ellas bien extraordinaria, que casi estaba por no scribirla, pero más vale que se descubran las misericordias de Dios y modos que satanás busca para perseguir las obras con que Dios c ha de ser glorificado.

 

1.            Semiposesión de algunos

 

            Procuró afrentar nuestro sancto hábito. Que, puesto caso que esto no se leerá tan presto, poco inporta, y basta apuntarlo. Tengo por cosa certíssima pretendieron hacer mal con malos medios a algunos que eran ángeles en la Religión. Y aunque el demonio no se apoderaba de ellos, a lo menos sentíanse extraordinarios efectos en ellos, bien lejos de sus interiores, de su virtud y sanctidad, [263r] permitiéndolo así el Señor para más humillar interiores tan puros y para que para lo porvenir sirviese de lastre para que la nave caminase más al seguro d y no se banbolease y llevase algún viento de vanagloria e.

           


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Arrimábase el demonio a algunos, de suerte que se sentía y conocía, al pasar por junto a algunos, que habíe allí otro spíritu del particular del propio religioso. Y esto fue de suerte que, tratándolo con personas graves, me aconsejaron tuviese a los tales recogidos hasta que la Majestad de Dios fuese servida de estorbar aquel mal. Que lo peor que en esto había, no era más de conocer unos asomos o polvaredas de satanás, ora fuese que inmediatamente el mismo demonio lo hubiese así hecho, o por medios de malas personas.

            Llegó esto a sacar de noche, durmiendo, los frailes de sus celdas y llevarlos a partes indebidas; y cuando dispertaban y volvían a su celda, ni hallaban ropa ni cosa en ella.

 

2.         La aspersión con agua bendita

 

            Esto era de tal manera que era necesario particular oración para que cesase y Su Majestad aquietase la noche de los asombros, demonios o fantasmas.

            Para lo cual abrió Dios camino a cierto religioso: que, habiéndose acostado con grandes deseos de ver aquello remediado, vido en sueños, divinos u humanos, el calderillo de agua bendita que estaba en el coro, colgado de un clavo en su celda, lleno de ascuas encendidas que echaban de sí grandíssimo resplandor. Cuando lo vido, dijo: «Válame Dios, ¿qué es esto? Sé que yo no duermo en el coro, sino en mi celda». Tornó y por tres o cuatro veces vido el calderillo de aquella manera; no que él viese las ascuas que en sí tenía, sino vido que salía resplandor de él, como si estuviera lleno de aschuas.

            A la mañana, viendo una cosa tan particular como aquélla, yo di orden cómo en todos nuestros conventos, cuando los frailes se recogen y apagan los candiles, fuese un evangelistero con el caldero [263v] de agua bendita y la fuese echando por todas las celdas, tránsitos y lugares comunes, por do los religiosos pasaban o estaban, diciendo Te lucis ante terminum 1, y todo lo que dende allí hay hasta acabadas completas; y si no llegase a todo, lo supliese con el salmo de Miserere f mei y la oración Exaudi, Domine sancte, Pater 2.

            Lo que sé decir es que cesó luego y fue Dios servido que dende entonces todo quedó muy quieto y pacífico. En esto pudiera decir mucho más, pero basta apuntar que, si el demonio pudiera despedazarnos, no lo dejara.

 


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3.            Contradicción y estorbo para poner el Santísimo Sacramento g

 

            La segunda persecución y trabajo fue que, en este tiempo que se daban todos estos hábitos y andaba la furia del recebir novicios, no teníamos puesto el Sanctíssimo Sacramento, porque se era casa alquilada. Viendo que era notable desconsuelo y que los amores de Dios no llevaban dejar estar solos sus siervos, favoreciónos con darnos con que comprásemos la casa, para que así pudiésemos pedir licencia al cardenal de Toledo 3.

            Enpezáronse a hacer diligencias, ir y venir a Toledo, que sabe nuestro Señor los caminos, las molestias y los trabajos que en eso se pasaron. Que, en fin, aunque nuestra casita era castillo y baluarte de soldados de Cristo contra el demonio, bien habíe de considerar el demonio que, entrando y estando h de asiento el Sanctíssimo Sacramento, quedaba muy bien pertrechada y fortalecida, según lo que dice David: salvator ponetur in ea murus et antemurale 4; que él habíe de servir de muro y antemural, torreón y barbacana para contra el demonio. Así, hizo él cuanto pudo por estorbarlo y, a más no poder, por detenerlo. Que en esto no quiero gastar tiempo, sólo decir una o dos cosas.

            Cuando el cardenal tenía voluntad i, su consejo se la quitaba. Cuando el consejo quería, decía el cardenal que no se le antojaba. Si daba memorial diciendo la dispusición que tenía la casa y que sólo nos faltaba el [264r] Sanctíssimo Sacramento, decía que los engañaba y trataba con doblez: que primero pedía licencia para oratorio y, cuando tenía aquélla, pedía otro poquito hasta poner el Sanctíssimo Sacramento, y de esta manera entraba haciendo convento, sin nombre de convento. Que pidiera llanamente licencia para fundar, y me quitara de rebozos y disimulos. Quiriendo enmendarme y dando petición para hacer convento y fundación en Alcalá, decían que si me contentase con sólo poner el Sanctíssimo Sacramento, porque, en siendo fundación, ponen campana y tendrán propios y no pagarán diezmos.

            Cierto que me ponían tal que entendí muchas veces me probaban o se regodeaban conmigo. Entro un día a hablar a uno destos señores de este consejo, harto cansado y afligido por ver los caminos que me hacían hacer y tan sin fructo. Y díceme muy despacio: —Padre, dígame algo de oración, por charidad, porque yo soy muy devoto de libros sanctos, en que me ocupo muchos ratos de día. Yo le dije: —Señor, ahora yo no sé otra oración sino procurar tener paciencia para las idas y venidas, oír y llevar una respuesta y dos horas de aguardar, y otras cosas concernientes a éstas; si éstas son oración, yo diré recado.

           


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Ahora, pues, trayendo esto ya al cabo, porque éste fue el postrer camino para despacharlo en el consejo, yo iba dende Alcalá a Toledo por el camino de Lueches 5. Y llevaba mi compañero. Pero, como no llevábamos más de una cabalgadura, yo adelantéme un poco. Y salen a mí dos perras paridas furiosas, una de un lado y otra j de otro. Que, a no hacer la mula lo que hacía, ni pensar o afligirme a mí con el pensamiento que yo pensaba, entendiera eran perras. La mulilla se ponía en dos pies y daba grandíssimo bufido. A mí no me faltaba sino reventar, diciéndome interiormente que allí había de acabar, porque yo les había quitado sus hijos. Decía yo, respondiendo a esto: Yo ¿cuándo? ¿Yo que soy enemigo de perros? Pues ¿qué es esto? [264v] Ahora, yo no me pude tener de los brincos y saltos que daba la mula, y dio conmigo en el suelo. Las perras, cuando me vieron en el suelo, no me hicieron mal, sino se fueron.

            Yo quedé algo atormentado de la caída. Y aunque fui importunado a que me sangrase de mi compañero, que dende fuera veía lo que pasaba, fue Dios servido de sanarme sin nada de eso. Quedóme por muchos días una aprehensión, en que me decían que yo les quitaba sus perros o sus hijos a las perras; y una respuesta de que yo era muy enemigo de perros, que no había hecho tal. Y este miedo era de tal manera el que me quedó que, dificultando el cardenal la licencia, después de despachada y expedida en su consejo, quise decirle en secreto o a voces que me la diese antes que tornasen a salir a mí las perras, que me matarían sin sacar la licencia.

            Esto me duró muchos días, aunque, entre las penas que traía en mi pensamiento de la rabia de las perras y miedos que les tenía, parece que allá dentro tenía el conocimiento de lo que era: que eran demonios que con particular rabia salían a mí, porque en mi Religión les quitábamos sus k cachorros y perrillos. Ser esto obra y cosa del demonio confírmolo, que, en el puncto que el arzobispo lo dificultó, nos pensó el demonio acabar a mí y a mi compañero. Hasta que nos echó de Toledo, mi compañero por las calles todo era decir que no sabía qué se tenía, que se moría y que parece se le acababa la vida. A mí no me dejaba resollar ni dar un paso adelante, hasta que, yéndome a aconsejar con un padre de la Compañía, me consoló y aconsejó lo que había de hacer.

            Y después, a cabo de algunos días, llevando la licencia 6, no me atreví a volver por aquel camino. Fui por Madrid. Pidiéndome la señora condesa del Castellar que fuese a ver un sitio suyo a Ribas l 7 y una casa que allí tenía, tornando después el camino por abajo al río de Guadiana m, salieron de hacia la misma parte las dos perras y me


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siguieron más de media legua. Fue Dios servido [265r] no me hicieron mal, porque yo me apeé de la cabalgadura temiendo otra caída como la pasada. Y ellas me siguieron hasta que se cansaron. Y yo me defendí con sanctos, psalmos y otras devociones.

 

4.         Se pone el Santísimo Sacramento en Alcalá n

 

            Fue Dios servido pusimos el Sanctíssimo Sacramento. Y honró Dios nuestra casa y apoyóla, de suerte que su devoción fue creciendo, y manifestándose en lo que es más, que es en el entriego que Dios hacía de tantas almas como a la Religión enviaba. Yendo hasta hoy la porfía y lid que el demonio se atrevía a traer contra las obras que el mismo Dios habíe tomado por tan suyas, pues mostraba su fuerza en vencerlo con niños, que con particular osadía se arrojaban a un mar tempestuoso de tantas penitencias y rigores, como en estos principios se hacían. Y donde para mí más se mostró este alto saber y desencandiló a los que podían dudar, fue que, yendo un día con dieciséis, los trece novicios, que íbamos a Valdepeñas, nuestra casa de noviciado 8, pasando por Aranjuez y yendo todos juntos, pasando por en medio de todos un niño que traía mantillas o —que a mi parecer era imposible, según su edad, juntar proposiciones ni razones, cuando mucho saber algunos vocablos p, como: padre, madre, pan, etc., u otros así semejantes—, pues, pasando el niño por entre todos, se fue a mí derecho y me dijo: —Padre, déme el hábito de su orden. Yo, asombrado, dije: —¿Qué dices, niño? —Padre, que quiero ser fraile. Yo, de que vi que él no debiera de hablar, enpecélo [a] examinar como si fuera muy grande. Díjele: —Vení acá, hijo, ¿cuánto tiempo ha que lo deseáis? —Padre, ya ha días. —Pues ¿atreveréisos a dejar vuestros padres? —Sí, padre. —¿Y el rigor de la religión? —Sí, padre, con el ayuda de Dios. Yo, como encantado, dije: —Vete, niño, déjame y vente a comer con nosotros, y di a tu madre que críe.

            Contando esto a algunas personas, me han reprehendido porque [265v] no me lo llevé o tomé relación de quién era. Desto es testigo don Antonio Ponce de León, que al presente está en esta universidad q.

 

5.            Contradicción del cuarto voto r

 

            También en niños quiso el demonio hacer su ensayo.

           


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En la Religión deseo s de que todos seamos muy humildes. Diose orden de que [se] hiciese cuarto voto de no poder pretender para sí ni para tercera persona, por sí ni por tercera persona. Habiendo hecho todos este cuarto voto, porque se enpezó a hacer algunos ya profesos t, llegó a hacerle un niño, destos que arriba digo así se recebían con particular u vocación 9. Estando, pues, para hacerle de rodillas delante del convento, el demonio se le arrimó y hizo de las suyas.

            Y diciéndole: —Diga, hermano,

            respondió: —Yo no tengo de hacer cuarto voto.

            —¿Por qué?

            —Porque no hay para qué, que este cuarto voto no es otra cosa sino humildad; y si es humildad, no hay para qué meterme en eso, que eso no es otra cosa sino darme traspié y ponerme tropezones; y pues es humildad, no lo tengo de hacer v. Mascando esta palabra «humildad» siempre y refiriéndola muchas veces.

            Yo, asombrado de ver una cosa como aquélla en un angelito como aquél, que sé cierto era inocente, hícele muchas preguntas: De quién se lo había dicho o hablado o inpuesto en ello. Y siempre respondía que nadie w, sino que no habíe para qué hacer cuarto voto de humildad. Yo, mohíno, díjele que lo llevasen a un cepo. Y nosotros nos fuimos a hacer colación, que era en tiempo del curso. Vanme a decir luego que aquel hermano está muy pesaroso y que no sabe lo que se ha dicho, que él quiere hacer 20 votos. Hágolo traer. Y, hincado de rodillas en medio del convento, dígole: —¿Qué dice, hermano fray Jerónimo? —Lo que digo —respondió—, que no hay que hacer cuarto voto, pues es humildad y no hay para qué esta humildad. [266r] Y da en decir otros tantos disparates sobre la humildad, como habíe dicho en el coro. Cuando vi esto, díjele: —Levántese y haga colación; y todos le encomienden a Dios y pidan que se aparte de él este demonio.

            De esto fue testigo entramas veces el convento. Y todo él conoció que fue el demonio, tan enemigo de la humildad y de no pretender, que, como el miserable cayó por pretender dignidades y levantarse donde no debiera, no quisiera él que los religiosos de este sancto hábito las alcanzaran por aborrecerlas.

            Otro día estaba otro hermano para haber de hacer profesión, todo el convento junto en el coro. Y el novicio, con sus hábitos en las manos, enpezó a decir: —No quiero hacer profesión ni ir al coro. Llamáronme,


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y díjele: —¿Qué dice, hermano? —Que no quiero hacer profesión. —Pues ¡alto, váyase! Respondió: —No quiero irme. —Pues ¿qué quiere? —Nada. —Mire, hermano, que le engaña el demonio. Respondió: —No hay aquí engaños; yo no quiero hacer profesión. —Pues ¡alto, vengan sus vestidos, vaya de casa! Respondió: —De casa no me tengo de ir. —Pues ¿qué quiere? Dice ahora: —Pues diláteme la profesión por quince días. Yo confieso que, cuando vi que pedía partidos, vi claro era demonio, y dije: ¡Ah, traidor, ahí estáis, partidos me pedís x, no hago yo partido con criatura tan baja! ¡Váyase, hermano, —le dije delante del Sanctíssimo Sacramento— y pídale a Dios que le quite este demonio!

            En el entretanto yo me fui a mi celda, algo triste por ver cómo nos perseguía el demonio. Con esta tristeza abro un libro de Vega y sobre los siete psalmos penitenciales 10, y leo sobre este verso: Tu est refugium meum a tribulatione quae circumdedit me; exultatio mea, [266v] erue me a circumdantibus me 11. Entre otras cosas bien a propósito de lo que nos pasaba, dice una el autor sobre el verso: «El que se entra religioso es como el que, huyendo de la justicia, se entra a retraer en sagrado. La justicia no tiene que ver con él, pero pónele guardas, las cuales entran y salen y acechan si pone el pie fuera, para cogerlo y dar con él en la cárcel y que pague lo pasado. Lo propio es el religioso: que, huyendo de la justicia de Dios, por los peccados y culpas que ha cometido, se entra en la religión; donde la justicia lo deja, pero pónele guardas, que son demonios que acechan y miran y procuran que salga de sagrado para le echar mano y poner do pague lo pasado y haga otros peccados. Considerándose así cercado, el sancto rey David decía a Dios: “Tú, Señor, eres mi refugio en mi tribulación; líbrame, Señor, de los que me cercan y rodean para me asir”».

            Apenas había acabado de leer esto, cuando entra el z novicio diciendo: —Ea, hermano, ya estoy bueno, ya me ha dejado el demonio; perdóneme, hermano, por amor de Dios, y déme la profesión; ya Dios me ha librado. Viéndole así, conocida a su culpa, que él no la tenía, pues se vido que allí hablaban dos, uno que no quería profesión, otro que no quería irse, hice juntar a todo el convento y que a todos pidiese perdón y que de nuevo pidiese su profesión, y de nuevo lo tornasen a recebir. Y así, profesó. Y tengo yo confianza que Dios lo ha de hacer muy siervo suyo.

 

6.         Otra peligrosa persecución b

 

            A otro siervo de Dios, que con veras acudía a la oración y cosas de la comunidad, dio en mezclarse visiones y revelaciones, haciéndose


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ángel de luz 12 [267r] y mostrándose con espada desenvainada, amenazándome a mí porque guiaba la Religión por el camino que iba 13.

            Yo confieso que temí la revelación, porque, como mis peccados son grandes, vi que eso y más merecía. Pero, cuando vi el fin que tenía, que era publicar, deshonrar y agraviar y descomponer aquella communidad —que, aunque por mis peccados merecía yo mill infiernos, por quien Dios es y por su misericordia, la tenía Dios hecha un pedazo de paraíso—, entonces me consolé y vi que el demonio me quería inquietar y al convento también.

            Destas cosas ha habido millares de ellas, que, por evitar prolixidad, no las pongo.

 

 




a            título orig. al marg.



b            corr.



c            sigue as tach.



d            corr.



e            sigue apoderóse como tach.

 



1         Breviario romano, himno de completas.



f             sigue mei tach.

 



2         «Exaudi nos, Domine sancte, Pater omnipotens, æterne Deus: et mittere digneris sanctum Angelum tuum in cælis; qui custodiat, foveat, protegat, visitet atque defendat omnes habitantes in hoc habitaculo»: oración conclusiva del rito de aspersión, que se hacía en comunidad todas las noches al final de completas; también los domingos antes de la misa conventual (en los de pasión y de palmas, se recitaba también el salmo Miserere). Cf. Rituale Fratrum Discalceatorum O. SS. T., Romae 1955, 37, 44‑45.



g            orig. al marg.



3         Don Bernardo de Rojas y Sandoval, tío del duque de Lerma, arzobispo de Toledo (1599‑1618). Había sucedido en la sede primacial a García de Loaysa († 22‑II‑1599). Cf. LAÍNEZ ALCALÁ, R., Bernardo de Sandoval y Rojas, protector de Cervantes, Salamanca 1958.



h            ms. estado



4 Is 26,1.



i            sigue el tach.

 



5            itinerario probable: Loeches, Arganda del Rey, Aranjuez, Villamejor, Toledo.



j             ms. otro



k            sigue cach tach.



6         El prelado dio su licencia con data del 1‑X‑1602: Crónica I, 58.



l            de 2m.



7         Pequeño poblado al sureste de Madrid, donde más tarde la condesa, al no aceptar el reformador trinitario la fundación, la concedió a los mercedarios descalzos.



m           ms.Guadiano

 



n            orig. al marg.



8         Poco después del 16 de marzo de 1603, fecha en que dio el hábito al futuro P. Martín de la Asunción (Crónica II, 369). Por los mismos días iniciaron el noviciado otros doce estudiantes universitarios (ibid., 4, declaración del mencionado P. Martín de la Asunción). Aparte los novicios, llevaba dos profesos: Fr. Crisóstomo, corista, y Fr. Bartolomé, donado.



o         al marg. nota de 2m.



p            sigue j tach.



q            Desto‑universidad al marg.



r         orig. al marg.

 



s            ms. deseos



t            sigue o tach., al marg. ojo de 2m.



u            sigue co tach.



9         Se trata del hermano lego Fr. Jerónimo de San Miguel, natural de Meco, pintor de oficio, quien, en su deposición jurada en el proceso informativo de Torrejón de Velasco para la beatificación de san Juan Bta. de la Concepción (17‑VI‑1646), confirmó el episodio aquí referido: PAT, 541r. Como, según dice, llevaba 44 años de hábito, el hecho narrado hay que situarlo en 1602. En el vol. IX inédito (ASC, ms. 298, 35r‑37v), se conserva la plática pronunciada por el Santo en la ceremonia de profesión. Cf. NICOLÁS DE LA ASUNCIÓN, Apuntes críticos al tomo VI de nuestro Beato Padre: Acta OSST VI/4‑5‑6 (1955) 217‑218.



v            sigue bo tach.



w        ms. nadia

 



x            corr.



y            de Vega sobre lín.



10        PEDRO DE LA VEGA, OSA, Declaración de los siete Salmos Penitenciales, I, Madrid 1602.



11 Sal 31,7.



z            sigue profeso tach.



a  ms. conocido



b            ms. al marg. persecución

 



12        Cf. 2 Cor 11,14.



13        Se refiere a Fr. Juan de la Magdalena, lego.






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