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San Juan Bautista de la Concepción
Obras II – S. Juan B. de la C.

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CAPITULO 50 LA CASA DE LA BIENPARADA

 

 

 

[342r] a                                                Jhs. M.ª b

 

            La otra casa de que propuse decir, por parecerme se había quedado entre ringlones, siendo de las más antiguas, es la casa que la Religión tiene que se llama Nuestra Señora de la Bienparada, tierra del señor duque de Alba, en la recreación c que su excelencia tiene en La Abadía 1.

 

1.         De los calzados. Conato de reforma

 

            Esta casa es un convento muy antiguo, que por dos veces fue de los padres del Paño de la propia orden y otra de padres descalzos carmelitas, y ahora nuestro. En el tiempo que los padres del Paño le tuvieron, antes que esto se hiciese de veras y hubiese frailes descalzos ni convento, hubo allí muchos ensayos de nuestra descalcez y muchos asomos de que gustaba Dios tratar con nuestros frailes en esta mercaduría de sayal y pies descalzos, haciendo, como el pinctor, rasguños y borradores de aquello que en otro tiempo habíe de gustar. Que, aunque, cuando allí se enpezó y trató, no pasó ni fue adelante, de gran gusto le era a Dios rayar y tiznar d aquellas paredes. ¡A Dios y a ventura!, como solemos decir. Que, siendo grande ventura nuestra en semejante materia, a Dios le era muy fácil no perder ninguna e línea de las que allí se tiraban y pensamientos que allí se forjaban.

            Finalmente, antes que hubiese frailes descalzos ni observancia de regla primitiva en aquel convento, el P. Fr. Alonso de Rieros con otros religiosos del Paño quisieron reformar el hábito, la vida y costumbres. ¿Cuándo fue esto? Yo no lo sé. Pienso que fue el primer año de provincial del P. Guzmán. La reforma que hicieron, tampoco lo sé. Sé cierto no fue más de un poco de más áspero y estrecho el hábito, y algunas constituciones que, al arbitrio de buen varón, se hicieron allí, entre los padres que trataron de reformarse.

            Esto duró muy poco, porque en la primera visita que allí hizo su provincial, visitando la casa y los libros, viendo los libros dicen halló en ellos una cabeza que decía no sé qué de nueva reforma y primeros y nuevos reformados f, porque el padre que los visitaba se amohinó y los hizo tornar a vestir su hábito con sus pliegues y enviarlos a sus conventos. Y g como, cuando las golondrinas o otros pájaros que con su inportuno canto amohínan y las quieren echar de casa, entre otras


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cosas, después de las haber ablentado, [lo] que hacen es quitarles el nido, donde pueden volver a criar. Así lo hicieron h con aquellos primeros reformados, que sólo el nombre amohinaba y cansaba: que no se contentaron con echarlos de allí, sino que deshicieron el nido y asombraron y ablentaron los pájaros [342v] y deshicieron la casa, pareciendo hallaban ya en ella inconvenientes. Que, tiniendo tantos, ningunos habíe descubierto i mientras en ella vivieron con el hábito de paño. Y ya el diablo se hacía médico y zurujano de los pobres frailes que se enpezaban a desnudar, pareciéndole el sitio era enfermo y no tenía el edificio y regalo que era necesario para lo que era vivir allí gente que quisiese tratar de recogimiento; y que el sustento era poco y se habíe de buscar con algún distraimiento.

            Miren, por amor de Dios, ¿quién le enseñó al demonio hacer melindres en cosas semejantes con gente que de veras pretende dejar el mundo? Que no le enfadan al demonio las ordinarias entradas y salidas que allí siempre, tantos años antes, habían tenido los frailes del Paño que allí habían vivido, y ya le dan humanarices que salgan los que tienen pensamiento de reformarse. No puedo entender sino que, como el miserable sabe que una centella suele abrasar un monte, que, habiéndolo tan grande en aquella tierra de ignorancia y de falta de quien enseñe la virtud, que podía temer aquella centelluela que habíe en aquellos poquitos religiosos, que habíe de salir de aquel monte quien el monte que digo quemase. Y así, no se contentó con echar los frailes de allí, sino deshizo el hogar y echóle agua, infamándolo de lugar j enfermo y poco sano. Y de otras cosas, con que se escusó el padre que visitó la viña para decepalla. Que, en fin, el vino que habíe de llevar, aunque gustoso a los labios y paladar de Dios, vino que enbriaga a quien tiene cascos flacos y le ha de hacer dar en tierra sólo su olor.

 

2.         Casa de recoletos

 

            Así, quedó aquella casa por algunos días desamparada. Pero, como Dios tenía aquel sitio para aquello acommodado, no faltaron otros pájaros que lo dispusieron para de nuevo criar allí y alabar a Dios. Así, el señor duque de Alba procuró llevar padres descalzos carmelitas. Y éstos estuvieron allí algunos días, los cuales, mejorando de lugar allí cerca, lo dejaron. Viéndolo los padres k del Paño desamparado, como no lo habían hecho por dejar el sitio ni lugar, sino por quitar los frailes que entonces había, que trataban de reforma, tornáronlo a pedir al señor duque de Alba. Entonces les dijo que, si no era para frailes reformados, no lo había de dar.

            Ya en este tiempo era cuando en la Religión se trataba de veras de la reforma y habíe convento y frailes en Valdepeñas; y cuando ya estaban quebradas las olas del [343r] mar, o por mejor decir, los traía


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o tenía Dios engañados para que, dejándose la puerta abierta, muy sin sentir ellos, se hiciese lo que Dios tanto deseaba.

            Así, con esto no se les hizo muy pesado recebir el convento segunda vez con la pensión que tan sobre sus cuestas habían de llevar por muy pesada de que el convento se recibiese con l cargo y pensión de que en él hubiesen de tener frailes reformados, que viviesen según la regla primitiva. Que, como digo, habiéndolos ya en Valdepeñas, juridición y término del Andalucía, la emulación y deseo de que otra provincia no les llevase la ventaja lo facilitó para los prelados que lo habían de recebir y para los frailes que lo habían de cumplir. Y así, dieron orden de lo recebir y tornar a reedificar con las nuevas plantas y piedras con que se habíe de tornar a vestir y conponer el jardín de Dios.

            Debieran de juntar cosa de doce religiosos que se descalzasen. Y, entre ellos, uno fue el P. Fr. Alonso de Rieros, que arriba digo fue el primero que pretendió hacer aquel rasguño, aunque luego borrado. Estuvieron allí algunos meses. En lo que toca al hábito y observancia de regla, yo pienso que todo era conforme querían y les parecía a los que en la casa estaban, porque a los prelados superiores no les daba pena fuese o no fuese. Así, ellos debieran de tener cada día sus nuevas leyes y ordenanzas, y el hábito a la forma y medida del querer de cada uno. Y en esto yo no me engaño, porque ellos en la Bienparada y yo en Valdepeñas todos teníamos un prelado y comissario. Y a mí me persuadía esto que digo me sospecho de ellos, diciendo que no reparase tanto en nos diferenciar de ellos en el rigor y que me contentase con alguna diferencia de hábito, sin querer diferenciar tanto la vida, que es lo que fue causa de mi ida a Roma. Y pues ellos no fueron, bien se deja entender no se disgustaron con el comissario, sino que condecenderían con él con lo que pedía y gustaba: de que hubiese poca diferencia entre los unos y los otros, alargando o estrechando el hábito y comiendo lo que se hallaban más a mano.

            Pero, en fin, aquella casa en aquella ocasión fue de grande consideración, que, en fin, con el nombre de casa de reforma, hábito y ruido [343v] de regla primitiva, ayudaban a algún estruendo y ruido ya para los seglares, que percibiesen en aquella religión habíe ya nueva reforma, y sería respecto para que no la deshiciesen, ya para los frailes, que algunos se moveríen a lo querer y amar, ya que a otros fuese motivo de burla y escarnio. Y a mí, para mi partida a Roma, también fue de gran consideración considerar que ya allí habíe religiosos, aunque a ninguno había visto, que habían de ser mis hermanos, ayudarme y favorecerme en mis trabajos, los que se me ofreciesen si por desgracia me cogiesen en el camino. Y también m aquella casa hacía bulto para poder decir yo había tres casas de reforma y que, en nombre de todas ellas, pedía la separación y cumplimiento de nuestra regla primitiva. Y también esto era de consideración, porque, cuando las cosas que allí se hacían no fuesen debajo de método n, orden y modo, entre ellos habíe


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algunos que en penitencia se particularizaban deseando más agradar a Dios. Que el hábito, aunque no hace al monje, pero ayuda, recoge y estrecha el interior. Y en verdad que la cama no tal que me ha de dispertar a deshora para más alabar a Dios; y que me ha de avergonzar el nombre de reformado para no hacer obras de perdido y no ganado.

            Sirvió también este convento de que, luego como supieron yo era o ido a Roma, ofrecieron grandes sacrificios y oraciones a Dios para que esto lo llevase adelante. Y aunque en dos o tres años de caminos y trabajos nunca tuve carta de ellos, ni de otros, para alivio, consuelo o ayuda p, tengo certidumbre las enviaban y despachaban al cielo, pidiendo a Dios nuevos socorros. Que no es mala ayuda, cuando a uno envía un rey a una jornada, negociar, tratar y ayudar con el rey para que le envíe dineros y libranzas para sus gastos. Así lo hacían los hermanos que estaban en aquella casa: que, acudiendo a Dios, le pedían favor para el que tan poco llevaba ni tenía. Que yo no dudo sino que las oraciones de estos sanctos religiosos ayudarían grandemente para que, juntas con las demás, viniesen a montar lo que en Roma se negoció.

            Porque, aunque es verdad Dios gustaba de hacer esta obra, bien gusta y desea hacerla en alguna manera obligado de nuestras pobres oraciones; y de que le pidamos y roguemos lo que él gusta y quiere, por el deseo que tiene que nuestro gusto y el suyo vayan ajustados y con voluntad y querer de entramas q partes se ponga la obra en execución. Porque Dios es tan amigo [344r] de nuestro provecho, que gusta pongamos compañía con Su Majestad al tiempo de la simencera, porque después podamos partir y repartir los fructos y nuevas ganancias que de ahí procedieren. Y así, le serían de gusto y consideración las oraciones y disciplinas que allí se ofrecían por la tal obra. Como los efectos después se vido: que algunos de los que allí estuvieron, les cupo parte de los bienes de la reforma, pues de ellos perseveraron y hasta hoy perseveran dos hermanos sacerdotes y un lego de los que entonces allí estaban.

 

3.            Oposición del ministro al breve de la reforma

 

            Este convento se estuvo así mientras yo estuve en Roma y negocié y vine, aunque, como los padres calzados llevaron tan mal la separación, ya tenían prevenido de prelado que, cuando yo viniese, hiciese contradición, estorbase y inpidiese mis pensamientos, o por mejor decir, la obra de Dios. Y así fue: que, luego como se supo que yo era venido de Roma y estaba en Madrid, el ministro que allí estaba, partiéndose a Madrid a hacer contradición y estorbar las letras apostólicas, dejó mandado en el convento que, si yo u otro en nuestro nombre fuese a tomar la posesión de aquella casa o la obediencia, no se la diesen, sino que me encarcelasen.

           


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Este ministro vino a Madrid. Su contradición, junta con la de los demás, que en su lugar queda dicho, no fue de consideración 2. Y así volvióse a su convento. Y sobre pedir a los frailes poder para que, en nombre de todos los reformados, se hiciese instancia en Roma para que Su Sanctidad rebocase el motu propio r, riñeron. Y el ministro encarceló algunos de ellos y los maltrató —dicen— de palabra y con graves disciplinas. Porque entonces era cuando el diablo andaba suelto y se comía las manos pareciéndole se había soltado la presa y no tenía remedio, sino que el agua de la gracia y misericordia de Dios había de correr y regar los nuevos jardines de Dios.

 

4.         Huida de algunos frailes a Valdepeñas

 

            En este tiempo, yo me había ido a Valdepeñas y tomado posesión de la casa, y ya asentado, como dicen, real, conforme Su Sanctidad mandaba, guardando con rigor nuestra regla primitiva debajo de la protección del P. Fr. Elías de san Martín, visitador apostólico que teníamos. Sabiendo esto, los frailes encarcelados que estaban en el monasterio de la Bienparada se descolgaron por una ventana y huyeron para Valdepeñas, donde ya aquel rincón, aunque bien combatido, estaba en seguro. En el camino cogieron algunos de ellos los padres calzados y les dieron ayuda de costa para el camino azotándolos y molestándolos, porque quería Dios que lo que mucho vale, algo siquiera cueste. [344v] Y, como gente que ya de su parte ponía algo en compañía del trato que Dios hacía, enpezóles Dios a dar parte de las ganancias y llevólos, después de estas borrascas, a puerto seguro y en salvamento. Llegaron tres de ellos a Valdepeñas, do yo estaba bien ganoso y deseoso de ver a alguno, porque, como aquello estaba tan apartado, nadie nos veía y ninguno pedía el hábito. Y, así por mi grande soledad como porque se aumentasen los nuevos soldados, que juntos pudiesen hacer mayor resistencia a los golpes que de nuevo forjaba satanás, yo me holgué muy en el alma. Los recebí con las mejores entrañas que yo pude. Y perseveraron estos tres hermanos, entre otros, después de los haber Dios muy bien mortificado con cosas que se les ofrecieron en el discurso del año del noviciado.

            La casa de la Bienparada, viendo el ministro que se le iban los frailes y que ya no tenía resistencia para si acaso yo fuese u otro a tomar la posesión, determinó con su provincial o vicario provincial que entonces tenían de dejar la casa yerta y irse.

 


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5.         Casa de la descalcez

 

            Estando así sola la casa y despoblada, nos escribieron a Valdepeñas hacedores y la parte del señor duque de Alba. Y enviamos religiosos a que la poblasen y tuviesen en pie 3. Y así se ha ido conservando y tiniendo hasta el día de hoy, con religiosos muy siervos de Dios que, con rigor y aspereza, están guardando su regla. Y con muchas incommodidades que la casa y tierra tiene, así por los enfermos y no tener dónde se ir a curar, si no es a los hospitales más propincuos, como por el poco regalo y excesivos calores que allí hace el verano —que, en fin, cuando cain sobre sayal y jerga, es circunstancia que agrava—, con todo esto ha sido Dios servido se conserve y lleve adelante, pagando a aquel sitio y lugar el haber sido cárcel de inocentes y tenido los que estaban llenos de deseos para más agradar a Dios en aqueste sancto hábito.

Y aunque es verdad que este sitio y casa hasta aquí ha sido buena, como lo es una montaña para los soldados en tiempo de guerra, pero no para en tiempo de paz, así esta casa para mientras duraban tantas contradiciones, como casa que estaba en desierto y en montaña, que en sí tenía escondidos a los nuevos soldados, ya que Dios va dando más paz, más sosiego y reposo a la Religión, he juzgado no ser lugar acommodado; y que pienso lo hemos de dejar muy presto 4, quedando señalado como el lugar [345r] que Jacob señaló ungiendo una piedra con aceite para que se llamase lugar y tierra sancta en su absencia 5. Yo fío en Dios que, por la mucha sangre que s allí se ha derramado de siervos de Dios, cuando allí no estén, ha de estar aquel lugar señalado hasta el día del juicio por lugar y tierra sancta, que no pierde una tierra el nombre si tal lo ha adquirido, aunque se truequen los nuevos habitadores por otros que sigan otras leyes y otros fueros.

Y, con esto, queda dicho lo que yo sé de esta casa. La cual, como yo no viví en ella ni le fui a tomar la posesión por mi persona, no lo escribí en su propio lugar, siendo la casa segunda de la Religión 6.

 

 




a            saltado el folio 341



b            sigue esta cassa avía, junto con la de Valdepeñas, quando nuestro P. Fr. Joan Baptista fue a Roma de 2m.



c         corr.



1         Aldea de pocos vecinos, del partido judicial de Granadilla (Cáceres). El convento estaba a un cuarto de legua del lugar.



d         sigue la tach.



e         ms. niguna



f          corr. de reformadores



g            sigue p tach.

 



h            sigue q tach.



i            corr.



j            sigue non tach.



k            sigue de p tach.

 



l             sigue q tach.



m           sigue con tach.



n            sigue y tach.

 



o            corr. de yera



p            sigue de tach.



q            ms. entrabas

 



2         Cf. pp.267‑268.



r            sigue riñe tach.

 



3         A finales de febrero de 1601 (Crónica III, 24) el santo reformador envió a repoblar la casa a los padres Clemente de Santa María, que había sido recoleto allí mismo, y Francisco de Santa Ana, ex‑calzado, futuro 2.º provincial, al hermano Pablo de la Natividad y a algunos estudiantes profesos. Cf. Ramillete, 52‑53, 114r.



4         Fue abandonado en 1608 (Ramillete, 53rv). «No era nuestro el año de seiscientos y nueve, pues en el capítulo provincial de aquel año no se halló ni concurrió ministro de la Bienparada» (JOSÉ DE JESÚS MARÍA, Vida..., 201).



5         Cf. Gén 31,13.



s            sigue ai tach.

 



6         «Consta del libro de Capítulo que en el primero provincial, que se celebró el año de seiscientos y cinco, tuvo segundo lugar el ministro de la Bienparada, después del de Valdepeñas y antes del de Socuéllamos»: JOSÉ DE JESÚS MARÍA, Vida del apostólico varón y ven. P. Fr. Joan Bta. de la Concepción, Madrid 1676, 199.






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