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San Juan Bautista de la Concepción Obras II – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO 54 LA CONVENIENCIA DE PROSEGUIR LA HISTORIA
1. Titubeos antes de retomar la pluma
[362r] Jhs. M.ª
Muchas razones me habían obligado a no proseguir las fundaciones que se iban haciendo, porque, como ya el río caudaloso, que iba por estrecho y parece que uno con ayuda del cielo podía ponerse contra su raudal, ya va dividido en muchos arroyos y él sparcido, de suerte que uno ni muchos no basten siquiera para estar a la mira de sus vertientes.
Al principio del mundo un solo libro scribió Moisés de su criación y de lo que en él pasaba. Y también fue fácil decirnos la entrada y salida a de Noé en el arca, porque fue solamente acompañado b de sus hijos y nueras, pero no después de sparcidos c por el mundo y por provincias y multiplicados en reinos. Ni lo seríe fácil escribir todas las cosas que ahora suceden en el mundo. De donde vengo yo a escusar lo que algún día condenaba yo por descuido de las demás religiones: que, habiendo sido curiosos y cuidadosos los primeros en sus religiones, scribiendo la vida de los sanctos y varones perfectos y particulares sucesos y acontecimientos, los que después suceden parece que aflojan y se descuidan. Y no hacen, sino que los primeros nada pierden de ojo, tienen todas las cosas como en el puño, miran las cosas con ojos de piedad y tierno amor que se tienen. Como en casa de un padre, que, estando los siete u ocho hijos a un hogar, cualquier palabra que dice cualquiera de los hijuelos se soleniza, se estima y tiene por gracia, todo se advierte y escribe en la memoria. Pero, después, de grandes, que cada uno scogió su hogar d y el amor descreció y la afición se perdió y cada uno mira más a las cosas propias que no ajenas, ya no se advierte tanto, todo corre y pasa sin hallar en quien tope para lo detener en la memoria.
Así digo yo que sucede al principio de las religiones: que, como las cosas están más abreviadas y recogidas, hechas manjar más dispuesto de nuestro entendimiento, y el amor más en su puncto por mirar las cosas de nuestros hermanos con los ojos que las propias, todo se nota, se advierte, se escribe y procura encomendar a la memoria.
Por la bondad de Dios, no creo me ha faltado ni disminuido el amor que tengo a mis charíssimos hermanos. Pudo ser que, por haberse multiplicado y repartido entre más cada día, desfalleciese y, como criatura humana, en quien las cosas están con limitación, no tuviese la fuerza este amor repartido en muchos que en pocos. Que, en fin, como dice Aristóteles, la virtud unida y recogida es mayor que la propia dividida y repartida 1. Y si en mí esto era ocasión para dejar de scribir
lo que ahora pasaba, pudo ser la ocasión, lo segundo, el ver que la Religión ya se iba dividiendo [362v] en ríos y arroyos y en brazos; y era razón también se multiplicasen los que habían de scribir las fundaciones que se iban haciendo y la virtud que se adquiría y los frailes que se multiplicaban. Y así me parecía razón, pues los cuidados se repartían, se partiesen también estos trabajos y cada prelado en su convento tuviese cuenta de las cosas e más particulares que hiciesen a bien de la Religión y, diputando un religioso, ése las pudiese juntar y hacer historia, pues el disponerme yo a lo hecho sólo fue el entender no habíe quien hubiese visto ni palpado lo que yo dejo escrito.
Pero, advirtiendo que, aunque es verdad que el agua va dividida y estendida, veo que todos los hermanos, con los poquitos cuidados que se les van dando, están tan llenos que parece están ya como ahogados y agonizando; y que de ellos podríamos decir lo que Job de los gigantes: que gemunt sub aquis 2, que están gimiendo debajo de las aguas; y que cualquier cosa que se les añada, parece que sería para dar con la carga en tierra f. Y aun creo sería acertado, en esta edad, caminasen g con simplicidad, sin notar y advertir las cosas, pareciéndoles, por grandes que fuesen, son tan pequeñas que en ellas no hay que buscar misterio y aun que son tan nada que en sí no tienen qué reparar.
Y así me ha parecido tornar a tomar otro poquillo de cuidado, siquiera a escribir la otra fundación h o dos que se han hecho después del capítulo, que será Dios servido dar fuerzas y lugar para tornar a aprehender los trabajos pasados, no obstante que ya yo tuviese determinado de aflojar un poco la naturaleza y dar algún vado a tantas apreturas como hasta aquí por mí han pasado.
2. Menos aprehensión respecto a los trabajos
¡Sea Dios mill veces glorificado y bendito!, que, por lo que Su Majestad es servido, ya los golpes no me dan tan en lleno ni los siento tanto. Y faltando en mí alguna parte de sentimiento, faltarlo ha para decir la gravedad de las cosas según en sí la tienen encerrada i. Que llano es que, si un hombre tiene el puño lleno de spinas y lo aprieta, que el sentimiento de las punzadas le ha de hacer dar voces y encarecer el dolor y puntas agudas que le punzan, lo cual no haría si aflojase y abriese la mano. Bien veo debe de ser flojedad mía el dar vado a cosas, el buscar desavahos. Y Dios también, que conoce mi flaqueza, querrá, tras los seis j días de trabajo, que se llegue el sétimo, en que la naturaleza tan flaca descanse k, pare y cese de trabajar por aquel camino, que bien sabe Dios guisar la cruz de otra manera, que, por no ser la cotidiana, sea algo más sabrosa y llevadera.
Ahora, pues, no apretando Dios tanto el corazón, no punzan con tantas veras las spinas de los trabajos y golpes. Y, no doliendo, no se puede decir con tantas veras y sentimiento lo que esas cosas pesan. [363r] Procuraré scribirlas con la mayor llaneza y simplicidad que pudiere. Podrán los hermanos que las leyeren pesarlas con el peso y gravedad que su entendimiento viere que merecen, atribuyendo las victorias al que todo lo que quiere puede y al que jamás enpieza obras que no acaba, porque al raudal l y corriente de su poder no hay quien se le atreviese. Que, en fin, él es el que viene a hacer sus obras, como dice la esposa, saliens in montibus 3, etc., saltando montes y dificultades; y él es el que maldijo a la m higuera porque no tenía fructa n, no obstante, como notan los sanctos, sin ser tiempo de higos 4, porque basta querer Dios para que, cuando él gustare, sea primavera y otoño y aceleren el paso en el dar su fructo, aunque sea en medio de las heladas del invierno.
Así digo yo que, cuando algún hermano viere o quitadas p algunas grandes dificultades, sin ver quién es el que vence acá en la tierra, lo atribuiga a Dios, que le es fácil poder hacer de los veranos inviernos y de los inviernos veranos; y le es fácil detener el sol para mientras el cansado Josué alcanza las victorias de sus contrarios 5. ¡Seas tú, Señor, mill veces bendito!, que, si ya los hombres te acabasen de conocer, ¡qué de veras fiarían de ti y qué pocas dificultades se les ofrecerían sobre que dificultasen y qué de ellas con gusto abrazarían, prometiéndose, en quien todo lo puede, las victorias y felices sucesos, deseando nuevas ocasiones antes que las primeras se acabasen!
Como decía el otro: conociendo la ventura, no hay sino seguilla. Porque seríe de ignorantes y cobardes topar la veta de la mina rica y, al mejor tiempo, dalle de mano, dándose por harto rico con las primeras migajuelas que sacó envueltas en las primeras spuertas de tierra. Como los del tribu de Gat: que, porque vieron buenos prados para sus ganados antes de pasar el río Jordán, no quisieron pasar adelante 6. Bien fuera que consideraran que, si allí habíe buenos pradales para sus ovejas, adelante habíe leche y miel para sus personas y otras cosas de mucha consideración. ¡Oh buen Dios, y qué de pobreza causa la flojedad y tibieza! Que, según razón, para la quitar, bastaba ver las grandes ganancias que el hombre halla y descubre en los primeros trabajos, para que no disgustara vinieran eslabonados y asidos; y que duraran hasta la muerte, que allí venía bien la paga de todos ellos. Y no querer parar y descansar y gozar y cobrar los réditos de lo ganado. Que en esta vida no es buen tiempo para eso, porque sería tesoro echado en saco roto, como lo es esta vida, que, por tantas partes, tiene desaguaderos y a quien le son más ciertas las pérdidas de lo que se le entriega, si
es de valor y estima, que no las ganancias. Y así mejor es dejarlo para la otra vida, [363v] donde no hay ladrones ni las cosas se menoscaban 7. Por eso digo yo que siempre habíemos de tener los brazos abiertos para recebir los trabajos, pues ellos son los que nos labran la corona y Dios es el que de ellos nos saca victorioso, como en todo lo que ahora diremos se verá q.
3. Consideración útil para superar las pruebas
Yo pienso que lo scrito llega hasta haber hecho nuestro capítulo. El que juntare estos papeles con los otros los podrá avenir.
Bien sé que de los trabajos que allí se ofrecieron pudiera scribir otros muchos pliegos, pero quédense. Que, aunque por una parte a los que estuviesen a la mira pareciesen fáciles, a los que andaban al coso y corriesen el toro bien dificultosos serían. Por este exemplo se entenderá, para lo dicho y para lo que ahora hemos de decir, que tengo por muy necesario notar esto.
Yo he echado muchas veces y muy de ordinario juicios de que, en muchos trabajos que con los hombres me suceden y han sucedido, no lo hacen de veras, sino que, como siervos de Dios y yo malo, en quien tienen sospechas o poca seguridad, me quieren probar. Por la parte que entiendo que me prueban, me animo, consuelo y aliento a la perseverancia. Y yo entiendo que esto ha sido grande misericordia de Dios en mí. Y, con esta incertidumbre o sospecha, curaba mi flaqueza. Como si yo iba a un señor obispo a pedir licencia para una fundación y me decía de no, decía yo: no lo dice de veras; probar quiere si en mí es ésta tentación o si es obra de Dios r; que, si es de Dios, él perseverará y no será bastante el responderle yo mal y con desabrimiento. Si alguien me trataba mal de palabra, decía lo propio: éste me prueba a ver si soy sufrido, porque, si no lo es, entenderemos que esto que entiende es invinción suya y no obra de Dios. Y así, con estas sospechas que interiormente pienso que Dios me daba, en lo uno me hacíe ser sufrido y en lo otro perseverante.
Pero, porque no me faltase mi cruz, en ello tenía tantas dudas s e incertidumbre que si, aprovechándome de esos pensamientos lo necesario para perseverar y tener paciencia, me quedaba por la parte contraria t lo suficiente para [364r] me atormentar. Y así lo que un rato me servía de consuelo, otro me servía de cruz, pensando que, por ser yo mal hombre, me trataban de aquella manera y que todo cuanto hacía era enbeleco e invinción mía y que aquellos prelados, como siervos de Dios, les daba Su Majestad luz para que me entendiesen y conociesen y tratasen de aquella manera. Y, permitiendo Dios me dejase llevar muchas
veces de aquella aflicción, volvía las spaldas a las cosas comenzadas y las dejaba y me iba aburrido. En dejándolo, no me faltaba sino volverme loco de la batería de pensamientos contrarios.
4. La severidad del obispo de Jaén
Quiero poner un exemplo que traigo ahora entre manos. Yo fui ahora a Jaén a pedir licencia u al señor obispo 8 para tomar en Baeza una casa alquilada y poner en ella algunos estudiantes 9, y le hablé con la mansedumbre y encarecimiento que pude para persuadirle a esto, no pasándome por la imaginación por entonces otra cosa más de lo que por la boca echaba. Respondióme que yo lo engañaba y que, con color de entrar cuatro o cinco estudiantes, quería entrar a fundar convento y colegio sin su licencia; y que eso no tenía remedio. Insistí cuanto pude, por mí y por terceras personas. No tuvo remedio. Dio Dios lugar a la cruz y a la mortificación por entonces y enpecéme a afligir y a hablar conmigo: ¿Quién me mete más en esto? Bastaban diez conventos; los religiosos que hay tendrán cuenta de llevarlo adelante. Tú quieres acabar sin recogimiento, sin oración, sin descanso, siempre afrentado y perseguido. ¡Oh buen Dios, y si yo pudiera decir hasta dónde entraron las aguas de los pensamientos y fatigas! Junto con esto, desfalleciendo la naturaleza del demasiado cansancio que había traído. Dejo esto, que en su lugar se tocará.
Yo me vi vencido, aunque no convencido. Y vuelvo las espaldas y por entonces déjolo y voyme. A las dos leguas, que hice noche, yo no pude pegar los ojos. Interiormente me v reprehendían ásperamente. Que, si todo se hubiera de contar, fuera menester otra noche para lo scribir. ¡Oh buen Dios, [364v] y cómo, cuando quieres, en todo lo que quieres mortificas!
Y, aunque podré decir que ad vesperam demorabitur fletus w, et ad matutinum laetitia x 10, pero era contento de conocimiento de verdades. Con reprehensión de poca fee que yo tenía allí, fui bien atormentado y reprehendido de hombre que sólo en mí cabía echar juicios de que un hombre tan sancto, como era el señor obispo, habíe de hablar de veras palabras tan ásperas y pesadas; y que yo afrentaba a Dios y a sus obras, pues quería todo se me fuese en comienzos solos, no considerando que las obras de Dios son perfectas y acabadas 11 y que bastaba aquel volver las espaldas para que me tuviesen por hombre liviano. Y otras
mill cosas semejantes a éstas, de suerte que yo me di bien por convencido y determinado a me tornar.
Díjelo una y muchas veces a dos compañeros que llevaba en mi compañía. Parecióles no se perdía nada en que lo dejase por algunos días, después de me haber llegado a Granada, etc.
Ahora volvamos a nuestro propósito. Llano es que, por la parte que en estos pensamientos doy lugar a entender que me tratan como yo merezco y que me niegan aquello en que así tengo puesta mi vida y que no vivo con otra cosa sino que mi spíritu es entender que ésta es obra de Dios, llano es que, me tienten y que no me tienten, que no hay quien a aquella cruz le quite su peso y carga; y el así tentado o probado esté bien afligido, no obstante que el que le prueba se esté regodeando y holgando. Que si dende z luego con certidumbre uno conociese que el que le maltrata, le prueba o tienta considerando que aquel trabajo no va de veras, no le sería molestoso el sufrirlo y llevarlo.
Pongamos un exemplo en la Scritura. Dios quiso tentar y probar a Abrahán y pidióle su hijo que se lo sacrificase 12. Llano es que, si Dios le revelara a Abrahán el fin que habíe de tener aquel sacrificio, que Abrahán no padeciera ningún trabajo y que aquello no fuera más de una comedia o juego al descubierto. Así, para que la prueba fuese meritoria y de veras, no obstante que el intento de Dios no era [365r] que el niño muriese, convino que el sancto viejo no le entendiese y conociese a Dios su juego.
Cierto que una de las mayores tentaciones que ahora yo padezco y trabajos que siento, es ver, [en] las cosas que por mí pasan en estos negocios, si me tientan o no me tientan; o deseo de saber y entender cuál es voluntad de Dios para proseguirla o dejarla. Y es manifiesta tentación, porque, si un hombre conociese claramente lo que es voluntad de Dios y mayor honra y gloria suya, paréceme a mí que allí no habría dificultad en abrazar dificultades, en el perseverar y sufrir. Así es bien, para que Dios esta nuestra voluntad indómita la acabe de madurar a pulgaradas, que no le descubra nada, sino que camine en fe y en tinieblas y, con ellas, procure sacrificar su voluntad a Dios y que muera, que en ese propio sacrificio o muerte está la vida del alma y el alcanzar lo que queremos.
Ahora, pues, digo, según esto, que en nuestro sancto capítulo a sucedieron muchas cosas que pudiera scribir, no obstante que, por la mayor parte, yo estoy persuadido a que fueron pruebas, porque, aunque lo fuesen, en fin se sentían como si fueran veras, como se sintieron otras que después se pasaron en los principios de la fundación de Salamanca.