Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText |
San Juan Bautista de la Concepción Obras II – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO 56 LA CAUSA POR QUÉ EL ALMA NO PROSIGUE CON LA ATENCIÓN QUE HASTA AQUÍ a
Torné a proseguir a cabo de muchos días b.
1. Una situación personal nueva
¡Oh buen Dios, y cuánto debes de estimar el officio del prelado, pues, tiniendo tú, Señor, asido un hombre a este officio, se ponen mill veces en peligro el recogimiento y quietud interior de un alma, no digo
por peligro de culpas, porque éstas nunca tú las quieres —antes, porque c les hurte el cuerpo quien tú amas, acommodarás las cosas bien lejos de nuestro saber—, sino por peligro de penas! Porque, como en ellas el cuerpo desfallece y queda tan sin fuerzas, el alma, que, mediante la disposición del cuerpo, entiende y obra bien o no tal, y aun, mediante esta dispusición del cuerpo y de los sentidos, siente más o menos las inspiraciones de Dios, o tiene más o menos alto el conocimiento que Dios le da de las cosas. De donde a sus siervos, para haberlos de hablar, los sacaba a los campos y los ponía en lugares más acommodados.
Digo esto porque ciertos trabajos corporales, no sé si diga, [369v] bien sobre mis fuerzas me tienen tan despedazado, tan distraído, que echo yo de ver que los trabajos excesivos descompuniéndome el cuerpo, me parece queda el alma más escondida, de suerte que no sé si ha de llegar tiempo que no sepa dónde está. Porque esta descomposición trai consigo un mirar acá fuera, un ser un hombre más de carne, más sensible; un estar más sujeto a la mudanza de estas cosas esteriores; un estar la puerta abierta a melancolía o tristeza, alegría o contento, causado todo de estas cosas de acá fuera. Y así el contento y la tristeza [es] temporal y humana. Bien es verdad que en esta ocasión el hombre más se huelga porque sus pasiones las ejercita naturalmente y más conforme a su ser, pero el alma siente le den las cosas con más trabajo y echa menos el pecho de Dios, donde sin mascar comía y se sustentaba. Verdad es que en esta ocasión, donde por la descomposición del cuerpo el alma ejercita sus potencias, mascando primero las cosas los sentidos, y que ellos llevan su parte, reciben su gusto, pero el alma, que compraba barato y le daban las cosas a pedir de boca, ya se las dan más distiladas, trabajadas, procuradas, discurridas, acordadas. Y así se ve el hombre otro.
Dos cosas parece digo aquí: una, el trueco que este hombre d tiene y la mudanza que ha hecho; lo segundo, la causa de la mudanza. Y aun podríamos tratar lo tercero, si será justa esta mudanza y que el hombre se ponga en este peligro de los trabajos corporales, que así descomponen el reposo y quietud interior de un alma, no obstante que pienso yo tengo tratado eso en otros muchos lugares.
2. Lo que saca al alma afuera de su recogimiento
En lo que toca a la causa que dispierta al alma o la saca acá fuera, que es como el ruido que se hace en la calle, por donde viene a tomar ocasión una persona recogida de salir a la puerta, o por mejor decir, como cuando dan tormento a un hombre que le ha tomado alguna modorra para lo dispertar. Es muy cierto que estas cosas esteriores y los dolores y tormentos que un hombre padece le sirven de trato de
cuerda que lo dispierta y vuelve más en sí, para que más en sí conozca lo que antes conocía fuera de sí.
Cierto que estaba por poner un exemplo, sino que [370r] no querría ser prolijo; y querría dejarme e de introducir ya en esta materia, si pudiese. Pero, como f yo no sé exemplos de otros, habrán de salir los míos rústicos y cortos. Yo salí de la Mancha para Baeza y Granada cual la Majestad de Dios sabe y mis compañeros pueden decir y como adelante creo será fuerza decir: recín levantado de una enfermedad en que había estado a la muerte, sangrado, sin fuerzas, tan nada que ni aun para que me subieran en brazos en el pollino estaba g; un hombre más muerto que vivo, retrato de vivo y vivo retrato de muerto. Pero, como ésa era enfermedad que Dios me daba, en realidad de verdad no me distraía de los deseos interiores, antes, así adelgazado el cuerpo, me parece estaban más puros y en su puncto, deseando agradar a Dios. El contento tanbién de que entraba en nueva provincia y el parecerme era voluntad de Dios aquello se hiciese, y otros pensamientos semejantes a éstos, causábanme un contento que levantaba más el alma y la perdía más el cuerpo de vistas.
Después, como a esta flaqueza se le llegó el trabajo del camino, que me parece en mi vida yo tal he sentido, caminé hasta una legua de Baeza con harto pleito entre el cuerpo y el alma: el alma peleaba y se defendía del cuerpo con sus deseos de hacer aquel nuevo enpleo para Dios; el cuerpo peleaba con sus dolores, trabajos y inquietud y desasosiego, que, por camino tan trabajoso como el de Sierra Morena, traía. Con este pleito, digo que yo me acosté o me eché en el suelo aquella noche que dormí en El Mármol h, una legua de Baeza, harto malo, con calentura, vencida la naturaleza. Estuve así toda la noche. A la mañana fue tan grande el quebrantamiento, que sentí me daban un crujido todos los güesos y que me descendían y bajaban a un ser más amigable del cuerpo, en que yo me vi más de carne, más para las cosas esteriores, más sensible.
Pues digo que el hombre, ocasionado de estos trabajos, viene a ser más hombre, digo más de carne; y está en lo esterior más tratable para las cosas que toma entre manos. Y el que i conocía j en sí al alma como otra persona apartada del cuerpo, ya le parece que es un hombre, causado de la junta y unión de estos dos compañeros, [370v] alma y cuerpo, y que cada uno va a la parte, porque cada uno pone la suya para lo que este hombre quiere hacer o entender.
3. Dos estados en las almas
¡Oh buen Dios, y si yo supiera aquí a esta ocasión poner dos estados en estas almas! Digo, como supiere, que en el estado en que el alma,
por muerte particular a lo divino del cuerpo, obra de por sí, pienso tiene un estado muy particular y perfecto, aunque muy afligido y sensible en el tal trabajo que tiene en apartarse de su cuerpo, que, aunque no amigo por el conocimiento y guerra que con él trai, pero, como compañero a quien está unida y atada, cualquier modo que tenga de separación, en el modo que pudiere y permitiere lo que vamos tratando, muy trabajoso y muy lleno de pena, aunque no sensible, pienso, sino intelectual, que es de verse, en la manera que puede esta doctrina, separada y apartada de su cuerpo.
Pues digo que por este exemplo se conocerán entramos estados y cuál es el más alto. Quiere una señora ir a hacer una visita. Díceles a sus hijos, a quien por amor natural está tan unida y pegada, que se queden en casa. Llano es que esta tal persona va más sola, más quieta y dispuesta para hacer su visita, pero con notable sentimiento porque se dejó en casa a quien ella así naturalmente amaba. Va otra señora a hacer esta visita y lleva consigo a sus hijos, prevenidos de que no le hablen ni molesten en aquella visita, sino que estén quietos y sosegados. Esta tal persona tiene aquella molestia de tener consigo aquel enbarazo y carga, pero gusto o menos trabajo que si se los dejara en casa.
Pues adviertan por charidad (y cierto que no sé si digo algo) que hay almas que se llegan a Dios que parece que de todo puncto se desencuadernaron de los cuerpos y que el alma no sabe dó se quedó el cuerpo ni el cuerpo dónde se fue el alma, sino que parece están apartados: el cuerpo padeciendo tormento en su soledad y el alma haciendo su visita, con el sentimiento de haber dejado el cuerpo, a quien naturalmente quiere y ama. Y esto quedará más bien [371r] declarado por estotro estado, pues hay otras almas que van a hacer su visita adonde Dios las quiere elevar y llevan consigo a sus hijos, van con ellas el cuerpo y los sentidos, pero con este concierto: que no le han de dar pena ni hacer molestia, inpidiéndoles la visita. Esto sucede a unas almas que se arroban y, así elevadas, elevan y levantan consigo los cuerpos, sin que los sentidos les inpidan su visita. Estas almas alcanzan lo que pretenden con menos pena, porque allá llevan sus hijos, pero con carga y molestia del enbarazo que tienen. Y así, digo yo, no sé, que, aunque el primer estado es más trabajoso, pero me parece más noble y más alto por hallarse el alma más sola, más sin carga y molestia, aunque con más pena y más detrimento del cuerpo, porque el cuerpo, mientras más solo, más padece y más peligro tiene.
Pues digo que, quiriendo Dios aliviar estas penas que esta alma así padece haciendo sus visitas tan a solas, suele dar lugar a que excesivos trabajos esteriores y del cuerpo atraigan a sí el alma y los torne a juntar alma y cuerpo, de suerte que las visitas sean de allí en adelante menos trabajosas y penosas.
4. Otro tercer estado
Ahora, pues, puesta el alma en este segundo estado, donde la trujeron sentimientos, dolores y trabajos sensibles, y ya más junta y más unida con su cuerpo, queda más aparejada y más cerca de otro tercer estado, más humano, más de carne, más sensible y discursivo, que es del que yo tuve ahora intento de tratar. Este tercer estado resulta y viene a esta alma porque, siendo tan una con su cuerpo y no estando siempre enajenada y haciendo visitas, es necesario participe de la fructa y cosecha deste medio hombre terrestre. Porque, así como el cuerpo goza de los bienes de el alma cuando es elevada, siéndolo él también, de esa manera, cuando no lo está, es cierto ha de gozar el alma de los bienes y males del cuerpo. Y así, en este tercer estado, hay ratos en que el alma padece tristeza [371v] unas k veces y otras contento, que conoce que es fruta ésta terrestre y muy ratera. Porque, aunque es verdad que, en otro estado, solía estar triste y contenta, eran cosas más subidas; y estando más apartadas esas cosas del cuerpo, estimábalas como divinas. Pero estotras, como más sensibles y cogidas acá abajo, no se estiman en tanto, aunque más entretienen y saborean a un alma porque son más conforme a su natural.
Es más fácil a esta tal alma, en este tercer estado, entristecerse y alegrarse y buscar ocasiones de ello. Como un ave que vuela, fácil es abalanzarse a un arroyo a coger agua, beber o bañarse, pero no le es tan fácil hacer esto con el agua que cai del cielo, porque para eso es necesario que llueva. Y este baño que se hace con el agua del cielo, es más estimable, mejor y de mayor gusto, aunque, por ser más natural a su voluntad, estotro le es de más entretenimiento.
Pues de este tercer estado tuve intento u ocasión de tratar, cuando dije arriba que estima Dios en mucho el officio del prelado, pues con los continuos trabajos que trai consigo, se pone en peligro este recogimiento interior, quietud y sosiego de un alma que viene a tener en el primer estado, cuando, desencuadernándose del cuerpo, va a hacer sus visitas tan a solas; y cesar muchas veces del segundo, atendiendo y acudiendo a coger agua del suelo, que es melancolía, tristeza y contento.
5. Licitud del retorno al tercer estado
Ahora, pues, podríamos decir una palabra: si será lícito ponerse un alma en este peligro l, cuando, abrazando el officio de ser prelado, sujetándose a sus cargas, penas y trabajos, dispierta esta alma del primero y segundo sueño. Plega a Dios que acertemos.
Pienso que le es muy lícito. Pienso que le es voluntario, pero muy debido a la charidad de que está lleno el officio de ser prelado para con los súbditos. Esto pienso que es lo que dijo san Pablo deseando
ser anatema por sus hermanos 1. Deseó ser privado de bienes por sus ovejas. Que era decir: Señor, a trueco de te ganar y granjear [372r] almas, yo gusto de dispertar. Bien es verdad que, cuando me llevaste al tercer cielo 2, levantaste mi alma y la desencuadernaste de tal manera que ni sé si llevó el cuerpo o se lo dejó acá. Pero m, levantado y subido en ese sueño y elevación, mis hermanos padecerán grandes trabajos. Aunque sea, Señor, a costa de lo que yo tengo de gozar, gusto y quiero hacer este enpleo de mi gusto y gozo en el granjeo de las almas.
Así, Pablo, ¿eso pedís? Pues aguardad, que a vos os darán un ángel de satanás que, a porrazos, a golpes y martilladas, como vos decís 3, os dispierte y vuelva con ese trato de cuerda el alma al cuerpo, de suerte que sintáis las cárceles, prisiones, cadenas, enfermedades y tristezas vuestras y de vuestros hermanos. ¿De ellos os encargáis? Pues yo os aseguro que a vos os deseleven, si así se puede decir, para que con el niño seáis niño y con el hombre hombre, con el enfermo enfermo y, con el que se quema, os abraséis 4. Y, si con eso no hay harto porque vuestro sueño es profundo, azoten os tres veces, apedreen os n una, levántense las olas del mar contra vos 5; que de todo esto tiene necesidad quien se encarga de hermanos: que padezca con ellos, coma y beba con ellos.
Bien sabíades vos, glorioso Pablo, esta doctrina, cuando decíades del Hijo de Dios, considerando el sueño y reposo eterno que habíe tenido en el retrete, recogimiento y seno del Padre: que debuit in omnibus assimilari, ut omnes lucrifaceret 6. ¿Ganar queréis almas, Señor? Pues dispertad y salid de vuestra eterna quietud y reposo y asemejaos a los hombres, de suerte que unas veces podáis decir, con ellos en sus ganancias, que vuestro spíritu se regocija 7 y, otras, que triste está vuestra alma hasta la muerte 8; unas veces os canséis y, otras, padezcáis hambre y sed. Que no es bien que vuestros discípulos estén en el navío padeciendo trabajo y vos durmiendo. Y por eso os dispiertan para que mandéis a los vientos y a la mar que se sosieguen 9. Y a Jonás dispiertan los marineros [372v] para que tire la grúa, saque agua y asga del remo, que están padeciendo los pasajeros, sus compañeros, y no es bien que unos tomen reposo y otros estén en peligro de perecer 10.
Por esto digo yo que no es falta ponerse los hombres en peligro de que los trabajos del officio, del primer estado que pusimos, lo llamen y dispierten, de suerte que, vuelto en sí en el segundo estado, se bajen al tercero, dejando su reposo y quietud porque sus hermanos no perezcan, sino que, asemejándose a ellos, todos tomen el remo en las manos y se defiendan de las communes tormentas que en este triste valle de lágrimas se padecen. Que no me parece bien, o debido a la
charidad que debemos tener a nuestros hermanos, que unos duerman, aunque sea sueño de recogimiento, y otros se ahoguen.
Y, si allá el esposo dijo que no dispertasen a la esposa, para aquel sueño puso tiempo limitado, pues dijo donec ipsa velit 11, hasta que quiera; hasta que, mandándoselo la charidad, ella guste y quiera dejar el tal reposo por bien de las almas. Hasta que quiera, porque, aunque es verdad que los trabajos la obligan y fuerzan a que dispierte, muy de voluntad y con particular gusto suyo vuelve en sí para darse toda a sus hermanos, porque su buen esposo, que envió los trabajos, abrió la puerta y dio licencia para que sirviesen de tormento y trato de cuerda.
Lo segundo, digo que este dispertar esta alma mediante estos trabajos debe de ser voluntad y gusto de Dios. Plega a Dios que acierte a decir otro fin y intento que debe de haber en volver al segundo y tercer estado. Y es que, a mi parecer, en el primer estado, cuando el alma anda tan a solas, tan desencuadernada del cuerpo, el cuerpo padece grandíssimos trabajos. Y pienso es milagro de Dios no morir y acabar cada momento, como he visto yo a persona que algo de esto debiera de tocar: decirle todos los que la miraban [373r] que se moría, que traía gesto mortal. Y decían bien, que el pobre cuerpo solo bien acabado andaba 12.
Porque llano es que con esa separación, en el modo que puede, se ha de ir consumiendo el húmido radical o los accidentes mediante los cuales está atada el alma con el cuerpo, y acabar de todo punto y dejar de ser hombre. Porque, a mi parecer, el alma con el cuerpo es como un eslabón y un pedernal o dos cosas que, cutiendo y ludiendo una con otra, sale fuego y se engendra calor. Y así lo tiene el cuerpo cuando el alma lude y frisa con el cuerpo. Y cuando el alma falta, el cuerpo se hiela y enfría. Y aun se ve por experiencia en los siervos de Dios cuando se arroban; digo lo vi en uno que quedaba el cuerpo helado y como diciendo que el alma lo desamparaba.
Luego, según esto, ya el que tuviere o estuviere en este primer estado, tendrá su vida contada, corta y limitada. Pues, si Dios quiere, por lo que a Su Majestad le parece, que esta vida no sea tan corta y limitada, ¡qué remedio!, dispiértenle, vuelva en sí y denle tormentos y trabajos, que le sirvan de trato de cuerda. Que, aunque la vida no sea tan alta, será más larga y provechosa y cual conviene al querer y voluntad de Dios. Y eso basta o, a mi parecer, para que sea justo ponerse en las ocasiones de trabajos; que, siendo Dios la puerta por donde entran, dispierten a un alma y la pongan en el segundo y tercer estado.
6. Tentación de suspender la escritura
Ahora, pues, habiendo causado en mí, me parece, un nuevo ser los trabajos que luego diré que se han padecido, un ser más hombre, más de carne, más sensible, más sujeto a melancolías y tristezas, digo que me he visto estas paschuas de suerte que, no digo yo scribir, pero es harto que no haya rompido los papeles. Porque, como el demonio me ha visto ya tan metido en mi cuerpo, sobre quien él tiene más parte y licencia para combatir p y atormentar, ha dado tras mí estos días, [373v] de suerte que, si mis trabajos los hubiera de contar, no sé si me tuvieran por loco o qué dijeran de mí.
Sólo quiero decir uno, y es que, cuando yo escribía todo lo pasado, yo no sé cómo me lo he escrito, pues, escribiéndolo, sólo digo lo que al correr de la pluma se me ofrece y, en acabándolo de escribir, no lo entiendo aunque lo lea. Digo no lo entiendo, es que la cabeza se me alborota y descompone, de suerte que ni aun a leer no lo acierto. Pues estos días, como así me he visto hombre y me ponía a considerar o veía que todo lo scrito era sobre mi saber, sobre mis fuerzas, o conocía la distancia que había de mi cortedad a cualquier cosa de prudencia y saber, hanme causado y perseguido unas tentaciones. Menores de las que hasta aquí q he padecido, porque las que hasta aquí padecía eran muy espirituales y se entraban hasta lo íntimo y escondido del alma r, pero éstas han sido más esteriores. Pero tan penosas que no sé cómo no he hecho mill desatinos, porque no he sido señor de mí en lo que ahora diré.
Hame cargado esta tentación: que yo he sido s iluso del demonio y engañado; y que, en no procurar remedio para dejar esta vida y buscar otra, es ser pertinaz; y que todos cuantos han sido mis enemigos me han denuciado a la Inquisición; y que, sin falta, cada momento t vienen a prenderme; y que, como hombre engañado, no sólo mis enemigos, sino mis amigos me miraban y andaban conmigo sobre cuenta. No veía hombre que no era familiar del Sancto Officio, ni clérigo que no fuese inquisidor. Finalmente, lo que veía, oía y hacía, todo era para dar conmigo donde mis muchos males merecían. No sabía qué hacerme ni a quién ir a que me desengañara. Sólo, en la confesión, dije dos palabras al hermano ministro Fr. Joseph: que me dijese [374r] si yo andaba engañado del demonio o qué le parecía de mi vida, que, aunque yo veía que deseaba agradar a Dios y hacer su voluntad, pero que no sabía si en las obras o palabras esteriores andaba tan medido y conforme a lo que convenía.
Junto con esto, no he hecho peccado en mi vida que no haya andado en rueda y en retorno: unos pasan por la imaginación y otros vienen. Veía que, por el menor, merecía muchas muertes y afrentas; por otra parte, ¡que ya me prendían! Así todo era tragar muertes, sufrir castigos.
¡Oh Dios eterno, y cuál pones a un alma cuando tú quieres! No quiero decir de esto, sino dejarlo. Sólo digo que quise tomar la pluma para scribir. Y, con pensar de hacer por escrito mill protestaciones de la fee y confesiones, nunca me atreví, sino que yo a mí propio me llamaba loco, desatinado, ¿quién te mete en esto? Quería pensar si sabría scribir algo. Llevando esto adelante, no me parece supiera scribir el avemaría. Y luego decía: Según esto, no era tuyo lo que escribías; pues ahora no lo tienes, ¿quitado te han? Si es Dios, graves son tus peccados, pues a otra u vida te ha abajado. Si es el demonio, burlado te deja. No sabía qué hacerme. Si me iba a holgar con los hermanos, veía que aquel contento de sus pascuas v era más bajo del que yo otras veces conocía; si me metía en la celda, entristecíame y veía que era melancolía de hombres. El alivio de costa era muy humano, que era saborearme con esas cosas bajas y el ejercicio de mis pasiones.
Decía yo: Quiero almorzar o comer. Gustaba de la comida. Y, junto con eso, sentía y padecía, pensando: ¿Qué es esto? Ya todo es comer y beber, ¡buen officio has tomado! Y, junto con eso, veía en mí otra pena, que para mí no es pequeña, y es que hasta aquí me parece no sintiera yo la muerte, porque gran parte tenía andada en aquel [374v] desencuadernamiento que el alma traía del cuerpo; ahora, que se han tornado a juntar, me parece que no ha de ser para mí pequeño trabajo y sentimiento, a la hora de la muerte, este primer desasimiento, que ya estaba pasado y hecho.
Con estos trabajos, tentaciones y aflicciones interiores y esteriores, ya yo había determinado de dejar esto y dícholo al ministro para que viera estos papeles y hiciera según en ellos viera, o quemándolos o guardándolos. Animóme y dijo que no tenía razón, que lo continuase; que entendía ser voluntad de Dios que se supiese lo que cuesta una religión en sus principios. Sirvióme de algún alivio. Y, ya que entonces no pude, esta mañana, a cabo de dos días, ha sido Dios servido darme gana para que haya escrito cerca de tres pliegos, con intento de proseguir y enpezar a tornar a llevar adelante todas las cosas como van sucediendo, puniendo cada cosa en su lugar. Fácil será después, al que lo hubiere de escribir, juntar las cosas que fueren de un jaez y hacerlo capítulos. Yo no puedo hacer eso, porque voy scribiendo las cosas sucesivamente cuando suceden.