Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText
San Juan Bautista de la Concepción
Obras II – S. Juan B. de la C.

IntraText CT - Texto
Anterior - Siguiente

Pulse aquí para activar los vínculos a las concordancias

- 580 -


V. FRUTOS DE LA MORTIFICACION INTERIOR

 

            Ya hemos dicho un fructo que consigo traía aquella mortificación verdadera que a nuestros hermanos se les ofreció y la que yo sentí: cómo fue un toque que procuraba descubrir si todo era oro lo que relucía y moneda de valor, no sólo para los hombres cumpliendo con lo de afuera, sino valiendo para con Dios estando del mismo color el corazón, que es lo que Dios mira y a quien atiende 1. Y aunque es verdad que empecé a tratar de los fructos de esta segunda mortificación, ya que he ido [415v] puniendo exemplo en ésta particular que a nuestros hermanos se les ha ofrecido, quiero seguir el exemplo, sacando de él los fructos y aprovechamientos que entendiere, que fácil será a quien lo leyere de esto singular sacar doctrina universal y aprovecharse de esta doctrina. Que aunque yo voy hablando en particular con mis hermanos, pienso serán estos documentos de mucha consideración para quien tratare de este rendimiento interior y mortificación de sus potencias: saber los desaguaderos que pueden tener por donde el alma se derrama y deshace a, para evitarlos y taparlos, para que estando más unida y recogida en sí sepa con mayores veras y más desembarazada buscar a su buen esposo, el cual quiere a un alma libre, sola b y desnuda.

 

1.         La lección de los Cantares

 

            Lo cual, si bien entendiera la esposa cuando su esposo llamó a la puerta para que le abriera, no dijera: Lavi pedes meos, exui me tunica mea 2. ¡Qué yerro tan grande! Estála llamando Dios y quiérese entrar con ella y da por escusa para no abrir aquello que su buen esposo amaba en ella y quería. Heme lavado, dice, los pies y quitádoles el polvo de las calles y estoy desnuda hasta en carnes, como dicen. ¡Oh esposa!, y si a vos se os ofreciera cómo este buen esposo busca almas desembarazadas y sin polvo de las cosas de acá y sin adorno ni vestido de cumplimientos, y cómo vos le abriérades y os pareciera admirable ocasión y que vuestro esposo la habíe buscado cual le convenía para el cumplimiento de c sus deseos. Pero representáis en esta ocasión a unas almas que buscan a Dios con las aparencias exteriores y mortificaciones de cumplimiento y así d sentís las veras y el trabajo de la desnudez y ternura de pies descalzos, y por eso no queréis abrir la puerta. Y si queréis esta verdad verla probada en vuestra persona, miradlo e cuando caístes en la cuenta y os pareció mal haberle dejado de abrir: os vestistes y adornastes y tomastes vuestro manto para lo buscar; y como no habíades dado en la cuenta de la condición de este buen esposo, él, movido de compasión


- 581 -


de vuestro trabajo y cansancio que traíades buscándolo, ocasionó los medios para que lo hallásedes y fueron que vos topásedes con las guardas de la ciudad que os despojasen y quitasen el manto y rebozo 3 porque no vais bien puesta para toparos con él, que vais muy vestida y enmantada, y ésas son apariencias con que cumplís con los hombres. Y así será bien que os dejéis en sus manos ese manto y vestidura exterior y paséis vuestro camino desnuda, que es como él quiere y desea las almas para que más enteramente le f busquen [416r] y hallado le g gocen. Que, en fin, esto de manto y capa por de fuera mucho dissimula h los cuidados de buscarlo, y vestiros de ello mucho desagua. Y el agrado que con eso esterior se da a los hombres mucho engaña. Y podría ser que viéndolos a ellos contentos con esa vuestra hermosura y adorno exterior entendáis que yo tengo de ser de esa condición, siendo muy al revés: que el hombre se contenta con lo que ve, que es sólo esto de acá fuera; pero como mis ojos no son de carne, sólo se sustentan y agradan con el espíritu. Y así estábades cual convenía cuando en vuestro rincón estábades tan desnuda, sin túnica y pies descalzos; y cuando me buscáis por las calles con esos rebozos y atavíos, no me halláis hasta que os han topado las guardas y despojádoos. Que justa cosa es quien de grado no quiere buscar a su Dios desnudo, le busque Dios y traiga a ocasión donde otros lo desnuden y pongan como mejor convenga para buscar a su Dios.

            Parece en esto poco he resumido lo que arriba dejo dicho. Lo primero, que aunque es principio de buscar a Dios la mortificación exterior, pero que si anda sola no le hallaremos con ella porque usamos de ella como de manto, adorno y cubertura, y en fin es cosa que se queda en manos de los hombres y en orden a ellos se hace y en ellos se queda. Y que lo que a Dios agrada y Su Majestad busca es un alma desnuda y desembarazada de cualquier género de cumplimiento: un alma rendida, mortificada, sin polvo de cosas de acá en los afectos, que son pies lavados, y sin género de cumplimientos exteriores, que es manto, en quien hay los peligros que arriba digo de poder dissimular con lo exterior el no andar cual conviene el interior y parecerle que, cumpliendo con los hombres, tiene ya cumplido con Dios. Y adviértase que de esto voy tratando cuando con sólo especie de hipocresía procuramos el adorno de nuestras personas en cosas de virtud lavando nuestras caras y ungiendo nuestras cabezas, como Cristo dice 4.

            El otro bien que digo aquí estaba resumido es ver la certidumbre con que se halla Dios habiendo quitado los estorbos esteriores, porque, si lo suelen ser muchas veces a quien no anda muy sobre aviso la capa exterior de la virtud, vistiéndonos de ella y quiriendo con su aparencia dissimular otras faltas, ¿cuánto más lo estorbarán los cuidados y presumciones de cosas de la tierra? Pues como nuestros religiosos y frailes


- 582 -


están tan a cuenta de Dios, cuando no están cual conviene, desnudos y ahorrados de todo lo de acá, los procura poner en ocasiones donde salgan ladrones y despojen del manto y vestido con que se cubrían esteriormente, porque los quiere muy desnudos, muy solos y muy enteros, sin mezcla de cosa [416v] que los pueda detener, como se verá en este segundo fructo que obró y hizo esta mortificación verdadera que Dios les envió en Baeza. Y querría por amor de Dios se notase y advirtiese, porque pienso su fructo es de grandíssima consideración, y pluviese a Dios todo el mundo se aprovechase de él, que camino es por donde más presto toparían a su buen esposo. Y para que mejor se vea, téngolo de poner en propios términos.

 

2.         Los favores de los grandes. Autocrítica

 

            Es el caso que, como yo muchas veces he escrito y dicho tratando de los favores de la tierra, los que nosotros teníamos de su majestad y de nuestro duque de Lerma, yo hacía grandíssimo caso de estos favores; y en ello me parecía no hacía mal, porque echaba de ver se rendían a las obras de Dios los poderosos y grandes y se daban por pecheros los reyes, viéndose obligados a favorecer y ayudar las obras de Dios; y que cuando van más tapadas y cubiertas y por debajo de tierra, no pareciéndose en ellas sino unos pobres frailecitos, les da Dios sentimiento del ser y excelencia de la obra a los más levantados del mundo, descubriéndoles con nueva luz el nuevo valor que Su Majestad da a las nuevas reformas. Vestíame yo de este favor y hacía caso de él, lo publicaba y decía, considerando que, cuando viese el hombre ordinario un exemplo de virtud y perfección tal como es éste en los grandes, habíe de quedar reprehendida su poca devoción, tibieza y flojedad para recebir en su pueblo y casa a los que los reyes tenían recebidos en su corazón y alma.

            Parecíame este camino más fácil para guiar obras tan dificultosas como era estender una nueva reforma. Que como los hombres se han menester unos a otros, parecíame los enlazaba y juntaba con vínculo de amistad, haciéndolos conviniesen como en un tercero en la ayuda de esta obra; y, con la golosina del favor de los que más pueden, los que menos pueden gustan de echar mano de lo que así claramente ayuda el poderoso y grande. Hacíame vestir de estos favores y publicarlos el parecerme con ellos fortificaba mi flaqueza y la ayudaba a sustentar; y parece cobraba como hombre y flaco un poco de más ánimo. También me parece servía de acobardar a los que me pretendiesen hacer contradición, viendo el reparo que la Religión tenía por todas partes. Acortaba con esto dificultades, abreviaba tiempo en lo que pretendía, mostrando el gusto y voluntad que de esto tenían los que eran señores de la tierra.

            Junto con estas razones se me juntaba otra para no entender hacía mal en publicar este amparo que la Religión tenía: [417r] el ver otra


- 583 -


religión de quien yo he procurado aprender y mirar muchas cosas de perfección que en ella hay 5; que siempre que iba allá, luego me trataban del favor que tenían con los grandes y crédito con los reyes, las limosnas que les daban, las visitas que les hacían, los conventos que les fundaban, y otras muchas cosas que fuera largo el contarlo. Todas estas razones a mí me movieron, cuando salí al Andalucía a que se empezasen a fundar nuestros conventos, donde el hábito no lo conocían, para vestirme de la librea que tengo dicho, publicando la merced que de los reyes recebía nuestra sagrada Religión, el amparo y favor que teníamos con el señor duque y de la manera que en esta corte estaba recebida nuestra sagrada Religión. Y así, cuando proponía en los ayuntamientos, delante iban estos favores de los reyes como alabarderos, defensa y gente de guarda de la entrada que hacía la orden de la Sanctíssima Trinidad en nueva provincia. Cuando trataba o hablaba a algún obispo, veinte y cuatro o persona de valor, la primera muestra que hacía era descubrir esto humano, para que me sirviera de escalera para lo que pretendía en lo divino i.

            Pero como los pensamientos de Dios no son como los de los hombres 6, en los suyos luego salieron reprobados los míos, hallando de ver ser condenado tal apoyo, tal favor, tal crédito, tal vestido y apariencia esterior para lo que el mismo Dios pretendía hacer y llevarse muy a solas la honra y gloria de lo que Su Majestad en tanto estimaba. Y que sepa yo y los demás que le buscamos en esta j sancta reforma que no se contenta con solos pies descalzos y cuerpo desnudo, sino que han de ir los pies del alma, que son los afectos, lavados y sacudidos del polvo de la tierra y el alma desnuda de todos los favores de acá. Y si por bien el alma no busca a Dios en este estado, deparará guardas de la ciudad y la ocasionará de suerte que haya quien la desnude y despoje; y entienda que la gloria de la hija del rey ha de ser de adentro y no ha de querer disimularse, adornarse y darse por pagada con el agrado que los hombres muestran en verla por de fuera bien vestida con favores humanos. Los cuales muchas veces suelen ser sospechosos y encubrir y escurecer la justicia. Y pues Dios tiene tanta para estender su Religión por todo el mundo y entrarla en los pueblos, encúbrase esa estrella favorable que se nos ha [417v] descubierto del favor humano, encúbrase a la entrada de esta nueva provincia donde está el sacerdote Cristo siendo guía de esta sagrada Religión, que ese taparse y encubrirse por tiempo limitado será; que ahí se quedan esas estrellas y esos favores, para cuando Dios quiera y guste tapar la luz del día para dar parte o lugar a que las strellas hagan su officio y sirvan en la noche.

 


- 584 -


3.            Confiar sólo en Dios

 

            Pues, volviendo a nuestro propósito, digo que uno de los efectos que tuvo aquella mortificación para mis hermanos que estaban en Baeza y para mí que estaba acá, fue mostrar que poco vale todo lo de acá cuando Dios no gusta, pues en esta pequeña tribulación parece todo huyó y sólo Dios quedó a quien podemos volver los ojos y llamar. Y esto ha sido de suerte que yo podré decir he quedado bien corrido, porque habiendo hecho tantas pláticas de nuestros favores, dilatándosenos la licencia para fundar allí, para decir missa, y habiéndoles el señor obispo quitado la que tenían para confesar y predicar, parece que me dan vaya en las cartas que me escriben, diciéndome: ¿Dónde están tus dioses? 7, ¿dónde tus favores?, ¿dónde tus reyes?, ¿dónde tus duques y amparo del nuncio? Porque quiriendo echar mano de estos favores en esta ocasión, a nadie hallaba, sólo las puertas cerradas. Debe de ser que la prueba que he dicho hacen allá, hacen también acá. O con esta verdad o fingimiento de disfavor me muestra Dios que en él sólo tengo de poner mi speranza y confianza y que en cosas de tanto valor nada valen los hombres cuando Dios no les da lugar; que sólo Dios es el que dura en la bonanza y en la tribulación.

            Represéntaseme lo de san Pedro ahora en el monte Thabor 8. De quien dicen muchos que lo que le movió a decir a Pedro en aquella ocasión: «Bueno es que nos quedemos aquí», fue el temor; porque como oyó hablar de la pasión que el Hijo de Dios habíe de padecer en Jerusalén y de las afrentas que sobre él habíen de llover, verlo en aquella ocasión acompañado con Elías y Moisés, el uno propheta tan determinado que corta tantas cabezas de profetas falsos y hace bajar fuego del cielo 9, el otro tan osado que se pone a brazo partido con el poder de Faraón 10, parecióle buena ocasión y buenos soldados para poner en ellos su confianza de que los defenderían a todos en aquel monte y que con su compañía viviríen seguros de aquel exceso de [418r] pasión que decía que Cristo habíe de padecer. Y así, pasada aquella gloria, caídos sobre sus rostros, cuando se levantaron no vieron a nadie sino sólo a Jesús, como quien tácitamente lo reprehende diciendo: Ahora, Pedro, no veis a nadie, solo quedáis, sólo Cristo es el que gozáis en la trasfiguración y el que queda a vuestro lado. Después de ella pasada k, vos ¿no decíades que era bueno estar aquí, confiando en un Moisés que hace llover granizo y pedrisco contra reyes poderosos, y en un Elías que manda a las nubes? ¿Qué es de ésos en quien poníades vuestra confianza? ¿No veis, Pedro, que son criaturas, et omnes sicut vestimentum veterascent et mutabuntur 11, y que sólo Dios es el que queda y permanece: Tu autem idem ipse es l, et anni tui non deficient 12; que Dios no


- 585 -


se muda ni se envejece y él es el que se queda y del que gozan en la transfiguración y el que, después de ella, os levanta y endereza?

            ¡Oh buen Dios mío, y quién acabase ya de entender esto y que ha de buscar a sólo Cristo y en él poner su confianza y no en los hombres! Porque si por bien un hombre no lo hiciere, pondrálo Dios en m ocasión en que, cuando más trate de ellos y más piense que en ellos tiene puesta su bienaventuranza, no vean a nadie, porque todo se envejece acá abajo, todo se muda, todo se trueca y sólo Dios es el que queda y el que permanece para el tiempo de la tribulación y del trabajo.

            Esto nos enseñó Dios en esta pequeña mortificación que envió a nuestros hermanos y a mí. Que, ora sea que los hombres, como digo, nos quisieron probar, ora sea que se hicieron de la condición de Dios a una para que a él sólo acudiésemos, ora sea porque a solas quiso Dios su obra o que más descalzamente tratásemos las cosas de nuestra Religión, todo parece se nos había cerrado. Los hermanos allá no sintieron ni hallaron favor en nadie; todos acudieron a mí. Yo busqué aquellos en quien tenía puesta mi confianza y hallé que ya todo habíe pasado n, todo parece se habíe desaparecido, sólo a Cristo hallaba puesto en una cruz para levantar al caído y dar la mano al humillado porque él sólo es el que da y pone sus auxilios en la tribulación: Beatum dixerunt [populum] cui haec sunt o; beatus populus cuius Dominus Deus eius 13; llamaron los del siglo bienaventurado al bien afortunado en las cosas de acá, pero yo dije p (dice David) que bienaventurado el pueblo que no conoce más que a un señor y éste es su Dios. Yo no pretendo aquí predicar; que si sólo consideraciones hubiéramos aquí de buscar, hartas [418v] hubiera que nos necesitan y obligan que en sólo Dios pongamos nuestro corazón; y el engaño de todas las criaturas y poco ser nos están dispertando a que miremos en quién hacemos el depósito de nuestros cuidados.

            Sólo pido yo encarecidíssimamente a nuestros hermanos que todas sus obras, pensamientos y confianza vayan enderezados a sólo Dios, que es cierto, fiel y verdadero amigo, amigo que dura. Y si alguna vez tratáremos con los hombres o les diéremos parte de nuestros cuidados o quisiéremos su ayuda, sea esto en cuanto ellos y por ellos por aquella vez gusta Dios de encaminar sus cosas como agua que nace de la fuente de su poder y es su gusto encaminarla por esos condutos. El sol es el que alumbra y da luz al mundo; escóndese de noche y queda en su lugar la luna y las estrellas. Que es lo que dice Moisés: Duo luminaria fecit Dominus: luminare q maius, ut luceret diei; luminare r minus, ut luceret nocti 14; el sol para que alumbrase de día y la luna para que alumbrase de noche, cuando el sol se esconde y deja la tierra en tinieblas s. Pero hase


- 586 -


de advertir que toda se puede llamar una luz, salvo que la del día es inmediata del sol y la de noche, aunque es de la luna, communícasela el sol. De esa misma manera hemos de usar y gozar del favor de los hombres, que son los que alumbran menos: en cuanto Dios, que es nuestro sol, les comunica su t luz y les da poder y fuerzas para que nos ayuden. Y si de su favor hacemos caso y en él estribamos, sea en cuanto entendemos son strellas de este firmamento a quien Dios les da aquella grandeza y poder para que lo ejerciten, ayuden y favorezcan a los justos, cuando por algunos secretos o altos fines vinieren tinieblas, obscuridad y noche y pareciere haberse Dios absentado, ayudando inmediatamente la tal obra que los justos pretenden. Que entonces, aunque de los hombres tomamos el tal socorro, de Dios es, el que no es suyo, pues él es el que es padre de lumbres y comunica la que tienen los hombres en la tierra, a quien el mismo Dios quiso comunicar ese bien para los ennoblecer y para que lo exercitasen. Sabe Su divina Majestad esconderse y absentarse por un rato y, cuando es su gusto y voluntad, salir y manifestarse, como sol escurecerlo todo. Como en esta obra se vieron estas dos cosas bien experimentadas: la una, que siendo [419r] los hermanos de Baeza así afligidos y desconsolados, no quiso que alumbrasen estas estrellas de quien vamos tratando. Que aunque era noche obscura y tenebrosa por su aflicción, bien sabe Su Majestad hacer cuando quiere de la noche día, como dice David: Et nox sicut dies illuminabitur; bien sabe (dice) Su Majestad hacer que alumbre la noche como el día. Et tenebrae eius, sicut lumen eius 15. Las tinieblas de la casa de Dios son como luz, porque en estas tinieblas sabe Su Majestad manifestar su voluntad y descubrirse al alma que quiere y ama para que vaya su camino derecho. No me inporta a mí caminar de noche si me lleva quien sabe y ve el camino; y si uno va asido a Dios y pegado a él, bien cierto debe estar que no errará. Y así se vido en esta obra: que con sólo confiar en Dios, en medio de estos trabajos no se hizo yerro ni por eso se torció.

 

4.         Apoyo decisivo del duque de Lerma

 

            Pero este buen Dios que tanto así nos ama, no quiso tan a solas dar este favor a su Religión, sino dar parte a sus siervos y que la luna y las estrellas salgan y hagan su officio en medio de la noche. Que no hay que tener sospecha de estos favores, pues es verdad que es luz y poder comunicada de este soberano sol. Y así fue, porque estando u yo bien afligido de ver esta obra tan sola y aquella fundación de Baeza así combatida y que no sabía por dónde viniese el socorro, me envió el señor duque de Lerma una carta del señor obispo de Jaén que v le


- 587 -


había enviado pidiéndole licencia para echarnos de Baeza, y las razones y conveniencias que había para que nuestros frailes no estuviesen allí. Y, entre otras, dice la esterilidad de los años, la necesidad de la tierra y lo alcanzado que están los conventos. Dice que ha salido a tres partidos con nosotros: el primero, que llevemos renta; el segundo, que él nos quiere llevar a su casa a un cuarto que tiene, que él les dará de comer; el tercero, que se vayan con los padres calzados a su casa. Dice que al primero le han respondido que no pueden tener renta; al segundo, que no pueden ir a casa de seglares; al tercero, que en los padres calzados no pueden guardar su regla; y que él no halla otro partido sino que se vayan y que a aquello tiene obligación en conciencia. Esta carta me envió el señor duque. Que para mí no fue de pequeña pena ver tanto trabajo sembrado y que a cabo de tantos días cogíamos espinas y abrojos y que, si aquí [419v] no lo remediaba Dios en poner en el corazón del señor duque en esta ocasión, pues Dios ya le dejaba tan a solas este favor, diese luz y amparo, nuestro pobre colegio dábamos con él en tierra, y no sin pequeño detrimento de la Religión, por ser el primero que se hacía en aquella provincia. El ser colegio y seminario donde se habíen de recebir sujetos para poblar la Religión, el haber w entrado con tanto apoyo y crédito de los seglares, el haber hecho aquella obstentación con la mortificación, todo habíe de ser causa de que la caída fuese mayor mientras en mayor y mejor posesión los hubiesen tenido. El ver que el llamarnos mentirosos y engañadores se habíe de verificar con esta victoria que alcanzaban contra nuestra fundación, por haber yo dicho era gusto de Su Majestad y del x señor duque entrásemos allí. El ver quedábamos acobardados para no proseguir adelante en nuestras fundaciones en aquella provincia. El ser de allí en adelante respuesta en la mano de los demás obispos: que pues el de Jaén no quiso, que tampoco él quería y que no quería buscar otras razones, para ver que no convenía nuestra fundación en cualquier pueblo, que las que el otro obispo había tenido.

            Todas estas cosas le hizo al demonio apretar la mano y dar nuevas varas de alguaciles a quien nos contradijese y persiguiese. Que si era con color de bien por ser tenidos por buenos los opositores, los males eran muchos los que resultaban. Y tengo por llano que es una de las mayores y mejores tretas que esta sagrada Religión ha hecho a este traidor maldito.

            Pues habiendo yo visto la carta, fui a verme con el señor duque. Declaréle el pesar de satanás en aquella fundación y los medios que para salir con su intento había tomado. Díjele en pocas palabras que el favor que Dios nos había dado en su excelencia no había sido para que nos regalásemos y comiésemos, pues le constaba comíamos unas yerbas, ni para pretender dignidades para nosotros ni para tercera persona, pues sabía estaba por le hablar la primera palabra, que sólo sentía era para que amparase esta obra tan de Dios y que saliese [420r] a


- 588 -


la defensa de nuestros trabajos y contradiciones, pues le constaba en la Religión era yo tan solo y fuera [de] ella y no tenía otro padre y amparo sino su excelencia. Fue Dios servido que con estas palabras que yo dije de ellas, y de ellas envié a decir con su secretario Tristán de Ciriza, fue Dios servido que se le asentaron tan bien que se enterneció y se le vinieron a arrasar los ojos de agua y a decir: Pues ¿qué quiere, padre z provincial, que hagamos? Yo dije que nuestros frailes habían ido allí debajo de la confianza de Dios, que no los había de desamparar, y que yo ayudaría con lo que pudiese de esotros conventos.

            ¡Seas tú, Señor, bendito mill veces! Que bien se echa de ver, cuando tú das un officio, qué bien lo enllena y ejercita aquel a quien tú lo has dado. Luego respondió: ¡Alto! Scríbase al obispo que yo gusto que estén y que de suerte ninguna no salgan; y si el año es malo, yo los quiero dar de comer hasta que venga un bueno; y llévenles para ayuda luego cien ducados. Que para los pobrecitos, que están durmiendo en el suelo, sin tener una tabla, es muy buena limosna, a buen tiempo y en admirable a ocasión, cuando no habíe hombre que se atreviese a mirarlos a la cara por no disgustar al obispo. Esta carta y recado ha ido al señor obispo. Estoy con esperanzas de que tendrá el fin que suelen tener las obras de Dios: que, si a ratos perseguidas y al parecer dejadas, en breve amparadas y favorecidas 16.

 

 




1         Cf. Heb 4,12.



a            corr. de desase



b         sigue desembarazada tach.



2         Cant 5,3.



c         sigue vuestros de tach.



d         corr. de



e      sigue que tach.

 



3         Cf. Cant 5,7.



f             corr. de me



g            corr. de me



h            sigue y esos tach.



4         Cf. Mt 6,16‑17.



5         Los carmelitas descalzos.



i          en lo divino sobre lín.



6         Cf. Is 55,8.



j            sigue re tach.

 



7         Cf. Is 36,19; Jer 2,28.



8         Cf. Mt 17,1‑8.



9         Cf. 2 Re 1,10.



10        Cf. Ex 5ss.



k            corr.



11   Sal 101,27.



l            ms. est

 



12        Sal 101,28.



m           sobre lín. corr.



n            Yo‑pasado subr.



o            sigue p tach.



13        Sal 143,15.



p            sigue que tach.



q            ms. illuminare



r            ms. illuminare



14        Gén 1,16: «Fecitque Deus duo luminaria magna: luminaria maius, ut praeesset diei, et luminaria minus, ut praeesset nocti».



s            sigue Dios es nuestro tach.

 



t             corr. de sus



15        Sal 138,12.



u            porque estando subr., al marg. ojo de 2m.



v            sigue dice así en sustancia tach.

 



w           sigue n tach.



x            sigue señor tach.

 



y            sobre lín.



z            sigue que tach.



a  ad sobre lín.



16        No se produjo la temida expulsión, pero el pleito tardó en resolverse. Las partes interesadas (obispo, convento, duque de Lerma) apelaron a la Santa Sede. El cabildo municipal dio su aprobación en marzo de 1614. Mons. Dávila dio, por fin, su licencia el 26‑IV‑1615, en vísperas de trasladarse a Sigüenza. El Santísimo fue entronizado el 1‑V‑1615, en acto presidido por el antiguo adversario D. Martín Cerón, prior de Jaén y vicario de Baeza. Cf. la documentación citada en Carisma y misión, 338 nota 210.

 

 






Anterior - Siguiente

Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText

IntraText® (V89) Copyright 1996-2007 EuloTech SRL