Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText
San Juan Bautista de la Concepción
Obras II – S. Juan B. de la C.

IntraText CT - Texto
Anterior - Siguiente

Pulse aquí para activar los vínculos a las concordancias

- 600 -


II. APRENDER A CONFIAR EN DIOS

 

            ¡Ojalá supiésemos confiar en nuestro Dios con las veras que debemos! Que, a medida de nuestra confianza, tendremos bien revertido el remedio, si no inmediato por las manos de Dios, por las de los hombres. Que como todas las criaturas le deben servicio y vasallaje, comete Su Majestad, a quien él a es servido, el remedio y amparo de la necesidad que vos tenéis.

 

1.         Sana mortificación

 

            Tuvo muchas veces necesidad [424r] de comer el sancto Elías y vídose muchas veces afligido de hambre y persecuciones de falsos profetas 1 y inicuos reyes 2. Unas veces lo hablaba el mismo Dios y lo consolaba 3, otras veces le mandaba a un junípero y enebro, que tiene propiedad contra la muerte, que lo guardase y recrease a su sombra 4; unas veces le envía de comer con un ángel 5, otra con un cuervo 6, y otra se lo da una pobrecita mujer 7, porque todas las criaturas le son deudoras a Dios y cuando a él le parece toma la paga en el servicio que hacen a sus siervos. Los cuales, por una parte o por otra, quedan remediados. Que así como para contra el malo e insensato sabe Dios armar a todas las criaturas para que le hagan guerra, de esa misma manera, les suele enllenar las manos para el justo, que todas le hagan bien y hospeden en su casa, hagan sombra y anparen.

            Porque, si alguna vez gusta Dios que el justo ande peregrinando y llegue a puertas ajenas a buscar el remedio de su necesidad, no es porque Dios lo ha echado de las suyas, sino porque gusta se entretenga y ejercite y sepa pedir limosna a las criaturas y pase ese pedazo de mortificación. Llano es que la tendría el hijo de padres ricos cuyas arcas están llenas y sobradas, si por alguna vía lo necesitasen sus padres a que fuese a pedir prestado en casa del vecino para remediar su necesidad o se acogiese al hospital entre los pobres a que le diese de sus mendrugos.


- 601 -


De esa misma manera suele Dios mortificar un alma que de ordinario la ha tenido a su mesa, como dicen, a qué quieres boca, a que salga fuera y sepa de todo y peregrine un poco y acuda a la puerta de los hombres y demande limosna y sepa que el que es siervo de Dios a todos ha de ser deudor, como dice san Pablo 8, para que, viendo que a todos debe, cuando vuelva a casa de su padre, donde todas las cosas andan abundantes y sobradas, a todos pague y a todos agradezca el bien que recibió; y si algún día se viere entre los del mundo, necesitado de sus mendrugos, como en hospital, tenga paciencia, que gusto es de Dios que se mortifique.

            Yo prometo cierto que escribo lo que experimento. Que me ha sucedido a mí ir a buscar el favor a casa de los del mundo y estar yo allí aguardando con unos sinsabores, melancolías, descontentos, y allá dentro gruñía yo y pensaba y decía: pues ¿cómo que me tengo yo de ocupar [424v] en una obra así conocida por de Dios y que él la quiere, y por sólo entender que es suya procuro andar en ella y que tengo yo de andar tras los hombres desta manera, rogándoles, pidiéndoles? Y otras veces, mohíno o poco sufrido, decía: ¿qué se me da a mí? Allá se lo haya, no quiero aguardar, sino irme; ¿que tengo yo de andar en esto, pudiendo Dios hacerlo a menos costa?

            ¡Oh buen Dios mío!, y cómo en esto se descubre la poca mortificación interior de quien te sigue y ama, a quien tú quieres tan sufrido que no sólo a ti te aguarden y sufran, sino también a los hombres se le sujeten y rindan y se humillen y sepan de todo, y todos ayuden a mortificar y ejercitar en la paciencia al que por todas partes Dios lo quiere perfecto.

 

2.         Saber esperar en Dios

 

            ¡Cuántas veces sucede el hombre principal y rico enviar a servir a sus hijos a casa del que no es tanto, porque se enseñen y hagan hombres, sujeten y rindan! ¿Qué mucho que Dios a los suyos muchas veces envíe a que se sujeten a los que viven en el mundo? Que, en fin, como hombres escasos, mezquinos en el regalo de los de su casa y largos en el mortificar, saldrán bien aprovechados. Cuán de ordinario sucede a un hijo mal contentadizo remitirle sus almuerzos y meriendas a la criada de casa que sin guardarle respeto le da el cortezón de pan y los mendrugos mohosos. ¡Oh Señor mío!, y cómo aquí también se descubre otro fin de lo que vamos diciendo: que muchas veces, no contento el hombre con lo mucho que de tu larga mano recibe, remites sus consuelos y almuerzos a tus criados que viven en el mundo que, como gente corta y mezquina, da bien contado lo que por tus siervos hacen, para que sepan cuánto han de estimar las sobras que en tu casa suelen tener y que, si para un pobre mendrugo de favor que los hombres


- 602 -


han de dar hacen aguardar, esperar, mortificar y sufrir tanto, que más valdrá aguardar y esperar en Dios.

            Ven aquí otra razón por qué muchas veces envía Dios a los suyos a las puertas de los hombres. Suelen los hombres, mal enseñados y peor sufridos, en aguardando y esperando un día el remedio de sus necesidades y viendo que Dios se tarda, volverle las spaldas. Así dice Dios: Pues aguardad, idos a las puertas de los que viven en el mundo y veréis lo que pasa; veréis lo que esperáis y aun desesperáis, lo que aguardáis y aun renegáis, lo que [425r] sufrís y aun maldecís, lo que os mortificáis y aun morís, y veréis cuánto sois más dichosos por aguardar a las puertas de Dios un día y otro día; que si se tarda, ya viene, y que vale más confiar en este buen Señor y aguardarle un año que no una hora a los que viven en el mundo.

            A mí me ha sucedido muchas veces venir de buscar estos favores tan mohíno y cansado que me vuelvo a mi celda y le digo a Dios: más quiero, Señor, morir de hambre y padecer en tu casa que vivir y andar harto en la del mundo. No puedo dejar de contar a este propósito un dicho que ha algunos días que me dijo un caballero que había doce años que pretendía una cruz, hábito y encomienda. Fui yo a entrar a hablar en Valladolid al señor don Juan Idiáquez, presidente de las Ordenes, y estaba mi pretendiente a la puerta b aguardando para entrar. Luego como yo llegué, vase a mí y, tomando nuestro pobre hábito con las manos, empieza a suspirar y rasársele los ojos de agua y a decir: ¡Oh padre mío y Dios mío! Doce años ha que c ando tras esta cruz y hábito, y al cabo tengo de morir sin él y quizá me costará el infierno; y en dos días que hubiera pretendido éste de la Sanctíssima Trinidad y esta su cruz me la hubieran dado y me hubiera salvado con ella. ¡Oh, engaño de los hombres! Abrenos, señor, tus [sic] ojos. Estas palabras y otras, con que se pudiera componer un sermón, dijo mi hombre. Que es lo que yo voy diciendo: que los hombres nos enseñan a confiar en Dios y que si Su Majestad nos hace aguardar un día, vale más buena esperanza en Dios que ruin posesión en los hombres.

            Pues digo que esta confianza es de tanta consideración para los siervos de Dios que Su Majestad se la enseña y persuade de las muchas maneras que queda dicho: unas veces, mortificándolos con las engañosas speras de los hombres a quien los necesitó fuesen por un rato; otras veces, puniendo d el remedio de su necesidad en manos de las criaturas a quien es su gusto muchas veces acuda, por lo que arriba queda dicho. Y no desconfíe, que al justo nunca le ha de faltar; que si le pareciere están cerradas las puertas del cielo y que ya no llueve, ángeles tiene Dios que le traigan pan como a otro Elías de quien ahora decíamos; y si no ángeles, cuervos; y si no cuervos, mujer pobre que se quite el bocado de la boca y se lo dé a aquel a quien fuere voluntad de e Dios.

 


- 603 -


3.            Sugestiones del demonio

 

            Y así como abre Dios los caminos y enseña a confiar y se agrada tanto de un alma que ensancha f sus senos y nada la ahoga y sólo la entretiene la confianza en Su Majestad, [425v] de esa misma manera procura el demonio cerrar los caminos, hacer inciertas nuestras speras para (como dicen) ahogarnos en poca agua. Sabe él muy bien que la titubeación en la speranza, la dificultad del remedio aprieta; por el contrario, el corazón lo aflige, desconsuela y acobarda de suerte que para nada queda. Así busca mill remedios y caminos por donde a los religiosos les estorbe los muchos bienes que por la confianza pueden alcanzar. Sabe que tiniendo el corazón dispuesto, como de ordinario lo tienen los que han dejado el mundo y están desembarazados para recebir de Dios grandes bienes de los cuales su boca ha de ser medida, pues él propio dice que la abran y se la enllenará g.

            Un odre vacío mucho cabe; pero si se hiela y se pega, poco inporta que esté vacío, que tampoco será capaz de que en él echéis lo que quisiéredes. Que es la aflicción que de sí decía David: Factus sum sicut uter in pruina 9; tengo este corazón pegado y helado; timor et tremor venerunt super me, et contexerunt me tenebrae 10; cayeron sobre mí temor y temblor, miedo y asombro, y eso fue causa de que me cercasen tinieblas. Esto hace la tibieza en la confianza: que estrecha el corazón, lo encoge y pega para que sea incapaz de los bienes que en él Dios quiere depositar. Y caer un religioso en este vicio lo hallo por una grandíssima necedad. Como si un hombre, por venir a servir a un grande y poderoso, dejase su casa, su tierra y su hacienda y todo lo que allá poseía, y después de haber entrado con gusto y gana en el tal servicio perdiese las speranzas del premio y no aguardase nada sin tener indicios de lo contrario, antes señales de grandíssimo consuelo y prendas ciertas de que todo se lo han de pagar sin que falte una jota. De esa manera digo yo que haya dejado un religioso todo lo que hay en el mundo: tierra, casa, hacienda, etc., sólo por servir a Dios, el cual nos tiene prendados con tantas cosas a que confiemos y esperemos, y que viniese el hombre a perder o a titubear en la esperanza; no digo cuando el obiecto de ella es la vida eterna ni el perdón de los peccados, que pocas veces entra por ahí satanás ni hace desconfiar de eso a los que tratan de perfección, sino enpieza por cosas más menudas como son a los novicios la desconfianza en el perseverar, puniéndoles delante sus pocas fuerzas y delicado natural h, agravando la carga de la regla y constituciones de la Religión; el parecerles que es inposible la continuación en los ojos bajos, en el silencio y clausura. A los ya profesos y aprovechados, que siempre desean ir adelante, perficionarse y ser de los provectos en aquello poquito más que les falta, es ver el reventón que allí finge satanás, que [426r]


- 604 -


allí te pone mill imposibilidades, los pocos que allí han llegado, qué contados han sido, y que se contente con ser de los buenos y de los que con alguna certidumbre se salvan.

            ¡Oh Dios mío, cómo no acertaré yo a poner aquí esta ficción de satanás! Aunque a estos tales bien entiendo es ya más por vía de sugestión que no por vía de discursos; que ya él ve que no se los admiten y que otras veces en aquella materia le han cogido en mill ilaciones falsas.

            Por un exemplo se echará esta tentación de ver. Harto me mortifico en poner exemplo en mí. No hallo otro, ¿qué hemos de hacer? Estando yo en Roma, sólo aquella majestad y grandeza de Dios que está en los cielos sabe las diferencias de cosas con que a mí el demonio me imposibilitaba la venida a España. Ultimamente, ya que no le valían discursos, imaginaciones y representaciones, en echándome en la cama y adurmiéndome un poco, veía claramente sobre mí un peso tan terrible que no digo yo una torre ni un mundo podía pesar tanto; y junto con ese peso, me persuadían y daban a entender que era inposible venirme a España, porque ni galera ni navío me podría arrancar del puerto. Considerábame en la galera y que los forzados con sus remos no la podían menear. Y eran tan grandes las tinieblas con que me sembraban esto que muchos ratos lo tenía por cierto y lo dije a un religioso de los que estaban en el convento, persuadiéndole a que me convenía quedar, porque era inposible que nadie me pudiese traer. Y acuérdome ahora tanto de esa sugestión que algunas veces i, por haber sido tan clara tentación, finge el demonio haber sido grande milagro el haber venido y otras cosas, que me inporta no meterme ahora en eso por no levantar nuevas canteras de este adversario.

            Pues digo que de esa manera, a los que ya tienen gran parte andado, a lo último y para lo menos, finge una pesadilla y carga tan diabólica que ha menester el siervo de Dios grande advertencia y luz del cielo para no se dejar llevar de semejante flaqueza. Aunque pienso podré poner otro exemplo que todos lo entiendan y que por todos haya pasado. Está un hombre j durmiendo y sueña que le toma y coge el toro y se siente tan pesado que no puede huir ni se puede esconder. Dispierta, línpiase los ojos y, aunque al principio titubea de su verdad, pero en estando bien dispierto echa de ver que fue ficción del demonio, humor melancólico que se le puso sobre el corazón, que ya ve que puede correr y es hombre ligero. De esta misma suerte, algunas veces finge el demonio tal [426v] pesadilla y altera los humores que en aquel sueño y tinieblas de su tentación le parece al religioso que es inposible huir del toro, correr con los perfectos, ponerse en seguro con los muy sanctos; y si este tal dispertase, se divirtiese de la tal tentación, echaríe de ver que es falso y imaginación la que tiene. Estotro día me sucedió a mí con un novicio k, a quien yo no imaginara que había de perder


- 605 -


los stribos ni desmayar en lo que había comenzado, por ver que se le sentaba bien el hábito, las cosas de la religión, y a todo acudía con particular gusto, y vino a mí con notable vergüenza y temor, diciéndome que, por amor de Dios, con el gusto y gana que le había dado el hábito, se lo quitase y enviase al siglo. Sabiendo los fundamentos de su tentación —no tenían ser ni entidad— deshaciéndoselos, díjome que siquiera le diese licencia para irse al siglo quince días, que él se volveríe luego con mucha gana. Miren por charidad quién es satanás que se atreva en la casa de Dios a persuadir tal enbeleco y engaño y a fingir que un novicio ha menester volverse siquiera por quince días al siglo para desahogarse y llevar la poquilla carga que de su parte lleva. Ahora, pues, viendo el engaño y las tinieblas en que venía, respóndole al novicio que mucho de norabuena, que se vuelva al siglo y que yo le doy licencia para que se vaya con el hábito y que, si tiene algo que vengar o algún negocio que hacer, que yo le daba licencia fuese con el hábito y matase si tenía algún enemigo o se holgase o pasease con el propio hábito. El, que vido que así le daban cuerda para que hiciese lo que quisiese, y el demonio, cuando echó de ver que lo habían entendido, dejólo y él abrió los ojos y empezóse a reír, y debiera de ser de ver su necedad tan clara que se persuada el hombre, aunque no sea sino un breve rato, a semejantes disparates. Los cuales pienso Dios los permite para nos ejercitar en la paciencia y para que conozcamos nuestra flaqueza y advirtamos cómo vela este adversario de las gentes y cuánta diligencia pone para nos inposibilitar en las cosas que nos son tan fáciles y que perdamos la confianza de aquello en que está nuestra perfección.

 

4.         Mirar siempre adelante

 

            Si uno que camina y ha andado muchas leguas y que sólo le faltaba para llegar a tomar posesión de lo que l deseaba subir y pasar una cuestecilla sobre que esté fundada la ciudad de Dios y llegase otro y le dijese que es inposible pasar adelante y que allí se siente y descanse y se contente [427r] con lo andado, díganme: quien esto creyese, ¿no sería loco y desatinado? Sí, por cierto: el que le aconsejaba y el que tomase el consejo. Lo propio digo yo ha caminado un religioso tantas leguas como ha que se absentó del mundo y camina para Dios, pues ya está en su casa, ya viste sayal, come yerbas y duerme en tablas, vela las noches y trabaja los días; que haya ya caminado tanto, pasado tanta tierra y esté tan cerca que no le falte sino un reventoncillo m por pasar, un sacudirse de veras, un animarse con cuidado, un sacar fuerzas de flaqueza n, un certificarse en la esperanza, un consolarse en los premios, un poner los ojos adelante, un volver las espaldas atrás. Que es lo que dice san Pablo: que quae retro sunt obliviscens, ad ea autem o, etc.


- 606 -


Vide 11; no más de que olvidemos lo pasado y sólo p pongamos los ojos en lo porvenir, que todo esto se hace con una poca de advertencia, solamente con un sacudir las tinieblas, con sólo aprovecharnos de la luz que Dios nos da. Y que siendo esto tan poco de suyo y de tanta importancia para lo que pretendemos, tan fácil y tan claro, y que con todo eso se atreva el demonio a dar consejo y persuadir lo contrario, y que el hombre sea tan bobo que se lo crea y se quiera imposibilitar para lo menos, viendo las ayudas de costa que ha tenido de Dios para lo más.

            Mucho ayuda para alcanzar victoria de estos gigantes fingidos, bestias pinctadas y dificultades compuestas de trapos viejos, el no mirar atrás lo que uno ha hecho, lo que se ha alejado de los que viven en el siglo, porque poco le inporta, si no acaba de subir a lo alto del monte do, pasada la última cuesta, está llano y vivirá con más q seguridad; que si no llega de ahí donde está, se le podrían ir los pies de los afectos abajo y rodar, y aun pasar de la raya de do viven los seglares. Que como cogió vuelo con su caída, ni aun ahí no se pudo tener; y así es bien no volver los ojos atrás, que se podrá desvanecer con alguna presunción y dar donde dio Lucifer.

            Ha de mirar a lo que le falta, que es poco con el ayuda de Dios, y que llegado donde está un religioso descalzo, cada paso que da adelante r son muchas leguas más, porque por instantes se acerca donde ha de consumar y acabar su curso y donde le han de poner la corona, y cuando se viere muy apretado de esta tentación y sugestión del demonio, donde parece le ha puesto a cada pie un quintal de plomo y a todo el cuerpo ruedas de molino, dígale: Bien entiendo, [427v] traidor, que si yo caminara con tu ayuda, que eres dragón y serpiente y más pesado que una bada 12, eternamente yo no subiera ni llegara, antes volviera atrás, que es de tu officio; pero pretendo ponerme en las manos de Jesucristo, que llama a los cansados y trabajados para quitarles las cargas propias 13 que por sus imperfecciones han echado sobre sí y las ajenas de que tú con tus ficciones les cargas y finges s, y luego en su coche y carro de su cruz ponerme; que aunque a la carne parezca pesado, trono es de gloria, que el que en él subiere volará sobre alas de querubines y sobre las plumas de los vientos para dar con un afligido en puerto seguro.

 

 

 

           




a            sigue se tach.

 



1         Cf. 1 Re 18,19ss.



2         Cf. 1 Re 19,1ss.



3         Cf. 1 Re 17,2‑4.



4         Cf. 1 Re 19,5.



5         Cf. 1 Re 19,5‑7.



6         Cf. 1 Re 17,6.



7         Cf. 1 Re 17,15.



8         Cf. Rom 1,14.



b            sigue p tach.



c            sigue que tach.



d            sigue p tach.



e            sigue dio tach.

 



f             corr. de ensancta



g            corr. de enllenarán



9         Sal 118,83.



10        Sal 54,6.



h            al marg. ojo de 2m.



i          sigue para en ella tach.



j            sigue huyendo tach.



k            sucedió‑novicio subr., al marg. ojo de 2m.

 



l             sigue se tach.



m           un reventoncillo subr.



n            un sacar‑fflaqueza subr.



o            sigue espacio de dos o tres pal. en blanco

 



11        Flp 3,13: «Quae retro sunt obliviscens, ad ea vero quae sunt priora, extendens meipsum».



p            sigue pon tach.



q            sobre lín.



r            ms. adelant



12        O abada, rinoceronte unicornio indio.



13        Cf. Mt 11,28.



s            corr.

 






Anterior - Siguiente

Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText

IntraText® (V89) Copyright 1996-2007 EuloTech SRL