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San Juan Bautista de la Concepción Obras II – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
IV. HACER LA VOLUNTAD DE DIOS
1. Simples colaboradores de Dios
Y para que todo quede aplicado, esté el siervo de Dios advertido: si alguna vez Su Majestad a lo necesitare en las obras que hace a que acuda por el favor de las criaturas, de tal manera vaya a ellas, no como a dueño principal, sino como a mayordomos y criados del mismo Dios, que están obligados a hacer y acudir a todo lo que su señor manda; y que, por mucho que los hombres hagan, no entendamos que ellos han sido la causa principal de salir con el cumplimiento de la obra, ni a ellos los tengamos por dioses de las tales hechuras, sino que fueron ayudadores del mismo Dios, y así fue su gusto que todas las criaturas lo b tengan en ayudar aquello de que Dios recibe contento, y que es orden suya communicar el ser y ayuda de muchas cosas por medio de otras criaturas, como por alcaduces y mineros [431r] donde Su Majestad derrama su sabiduría. Que es lo que dice san Pablo: Ego plantavi, Apollo rigavit; Deus autem incrementum dedit 1. Plante yo, riegue el hortelano y haga cuanto quisiere, que sólo Dios es el que da los incrementos. Y es lo propio que dijo Cristo: Quis poterit addere ad staturam suam cubitum unum? 2 ¡Qué de diligencias hace el hombre para conservar su vida! Y con todo eso, dice Dios: ¿Habrá algún hombre que se atreva a levantarse un codo más del altura que tiene? Todas estas cosas de acá abajo son instrumentos con que Dios labra y ayuda a sus obras; no son dioses a quien hemos de dar la gloria, que a sólo Dios pertenece, por grande que sea la electión que de ellas hace Dios para que concurran a lo que él fuere servido. Todo esto es para que todos entiendan que por grandes que sean las partes que Dios da de esta su obra y hechura de esta sagrada Religión a los hombres, quien gusta que algunos ratos
ayuden, que de ella no hay más de un Dios, un Señor, un Fundador, y que todos los demás son criados que están dispuestos, aguardando los ocupe en algo el querer de Dios.
Este es un pensamiento con que muchos prelados se librarían de pensamientos de soberbia, ambición y vanagloria en las obras que hacen: pensar que sólo Dios es el que da el ser, crecer y incremento a las cosas, y que ellos no son ni fueron sino unos instrumentos de quien echó mano el soberano artífice: Nunquid gloriabitur securis contra eum, qui secat, etc.? 3 ¿Por ventura, tendrá de qué gloriarse la hacha que estaba al rincón cuando de ella echó mano el artífice para cortar con ella? No, por cierto, porque es un pedazo de hierro muerto que de suyo no tiene sino ociosidad y, si un poquito trabaja, embótase c. De esa misma manera, nada tiene el hombre de su cosecha sino ociosidad y cansancio. Ni aun decir sólo «Jesús» no puede nadie si Dios no echa mano de la criatura para levantarla a esa pronunciación 4.
Siendo esto así, yo me espanto que muchos sanctos unas veces teman los officios d, por verse criaturas tan cansadas y que con facilidad en el trabajo se enbotan y pierden los filos, y que más vale estar con perfección al rincón que sin ella estar labrando madera, como la hacha, y rigiendo y gobernando a otros. Otras veces, estos tales justos no contradicen cuando los ponen en semejantes officios. No los buscan, pero los dejan correr. Que Dios, que es el que guía e el agua a su molino, unas veces la sube y guía por altos, otra por f bajos, y al cabo la lleva do Su Majestad es servido a regar con ella sus sembrados y jardines. Bueno fuera que, cuando el agua baja para después subir [431v] que dijera la tierra y valle por do la fuente y río se zabulle y hunde que no gustaba de acudir al recibo de aquella agua, que lo guiasen por otra parte. Pudiéramos responder a aquel valle o quebrada: ¿Quién os mete a vos en esto?; callá vuestra boca y recebí lo que os dan, porque el fontanero trai ya hechas sus medidas y eso que a vos os parece fuera de camino es el que conviene para conseguir lo que él pretende.
De esta misma manera, muchos justos en todas sus cosas cierran su boca y callan y dejan hacer a Dios. No buscan ellos los officios; pero, si Dios los guía por su casa, los reciben y callan, porque Dios, que tiene echada ya su medida y tomado el peso a todas las cosas in pondere et mensura 5, no se engañará porque el officio vaya bajo por ir en mi persona, que su tiempo vendrá cuando se vea que este bajar es más subir la honra y gloria de Dios, pues él fue servido tomar instrumentos tan bajos. Y si hubiese de juzgar cuál es más perfecto, recusar y contradecir el officio que a uno le dan considerando su poquedad o callar y bajar su cabeza considerando la grandeza de Dios, que todo lo puede, y que nadie se debe atrever a corregirle ni enmendarle sus obras, digo
que todo es sancto y muy bueno: el replicar g considerando mi flaqueza, no sea yo causa de algunos yerros, y obedecer h y callar y dejar hacer a quien echa las suertes.
2. Aceptar el oficio que Dios me da
Digo, lo segundo, que, presupuesto que uno no buscó el officio ni tuvo tales pensamientos, sino que, estando descuidado, Dios, que echa las suertes, echó aquélla en su casa, que no hay dudar ser cosa muy sancta y muy perfecta, a mi parecer sin comparación, callar y aceptar haga Dios lo que fuere servido en mí y de mí, que para eso me crió y me tiene en el mundo, para que acuda a su voluntad y querer. Bueno está que cuando Dios mandó al sol que alumbrase de día y a la luna de noche 6, que dijera el sol: Señor, donde vos estáis, que sois «luz verdadera que alumbra a los hombres» 7 y luz que da luz a la gloria, no es razón que yo me ocupe en eso. Y que lo propio dijera la luna: que do está el sol no tiene ella que meterse en nada. Pudiéramosles responder que quién los metía en replicar a la ordenación de Dios, sino que hiciesen i sus mandados; que si son grandes y de grande consideración, merced es que Dios les hace y bien que les communica; [432r] y el refrán dice: Necio es quien no lo toma, si algo le dan que coma.
Y si no, mirad lo que le dice j Cristo a san Pedro en el lavar los pies. Vido Pedro que aquella agua que Cristo derramaba sobre su lodo baja de muy alto a muy bajo, de manos de Dios a pies de pecador, y dice Pedro: Tu michi lavas pedes? Non lavabis in aeternum! ¿Tú a mí, Señor? ¿No se mirarán estos altibajos que hay en esta obra? No, Señor —dice san Pedro—, no va esta agua bien encañada, echa por otra parte. Respóndele Cristo: Si non lavero te, non habebis partem mecum 8; si no dejárades ir por ahí el agua y que se derrame y vierta por la bajeza de vuestros pies, no gozaréis de la agua de vida ni de la fuente perenne que salta en la vida eterna 9, porque así le ha parecido a vuestro Dios y Señor guiar aquella fuente de que vos habéis de gozar por este valle y por este lavatorio de pies. Y así, cuando le dieron este desengaño a Pedro, dijo: «No sólo los pies, sino manos y cabeza» 10. Y esto responden a Dios los verdaderos obedientes cuando ven que la grandeza de Dios se humilla a darles a ellos parte en sus obras.
Ahora, Señor, si ésa es vuestra voluntad, vos lo entendéis, que yo no debo saber más que obedecer. Veisme aquí, Señor, con manos y pies y cabeza para ocuparme en lo que fuéredes servido. Y esta obra la tengo por de grande mérito con las condiciones ya dichas de que yo no la busque ni la pretenda; y después de venida, que sólo tenga en el exercitarla el buscar la gloria de Dios. Y esté cierto que entonces
puede vivir muy consolado en el officio que Dios le diere y obrarlo absolutamente y sin respectos humanos. Que, si es verdad que la elección fue por orden de Dios, no debe tenerlo a los hombres k —digo respecto que haga torcer la justicia— y para con Dios puede tener mucha libertad y osadía l para pedirle lo que le pareciere, diciéndole: Señor, yo no busqué el officio, él me buscó a mí. Yo no he menester la dignidad, que sin ella vivía muy contento; ella y vos me buscastes, pues yo antes me andaba escondiendo. Supuesto esto, me habéis de tener contento y darme lo que os pidiere para que en el exercicio de esta obra no haya quiebras ni faltas.
3. Si Dios elige, da lo necesario para el oficio
¡Qué bien pinctado está esto en Moisés! A él no le pasaba por la imaginación ser prelado, capitán y cabeza de aquel pueblo que Dios le encomendó. Estábase en el desierto guardando ovejas. Echóle Dios los ojos y vido que era cual convenía. Baja Dios a una zarza a hablar con él y dícele sus intentos 11. El empieza a replicar una y muchas veces, hasta que las réplicas de Dios alcanzaron de cuenta a sus respuestas, y va a hacer [432v] lo que Dios le mandaba. Ahora, pues, como Moisés no había buscado el officio, antes lo había replicado, y Dios se lo había rogado, ¡qué era ver cada día a Moisés con Dios enojado! Unas veces le pide como si fuera fuerza, otras le dice que se tome sus súbditos, que no quiere el officio, otras veces pide perdón para su pueblo y le hace fieros que, si no lo perdona, lo borre del libro de la vida. Otras veces le ruega a Dios que los sufra y los lleve, que son flacos. Y Moisés se hace de rogar y le dice: Numquid ego genui eos, ut dicas michi porta eos in humeros tuos? 12 ¿Soy yo su padre para que me digáis que los lleve a mis cuestas? Otras veces no se atreve Dios m a hacer lo que quiere en el castigo de aquel pueblo sin consultarlo con Moisés; que parece lo andaba contentando y acariciando y regalando y, como dicen, temiendo no le dejase el officio, etc.
No me espancto, que no lo buscó él, que diéronselo. Y pues se lo dan y le ruegan, no es mucho que le den todo lo necesario para conseguir y hacer lo que el officio requiere. Llano es que si yo voy a rogar a uno que vaya a trabajar a mi casa, que lo he menester contentar para que dure y dar todo lo que me pidiere: almuerzos y meriendas, herramienta y instrumentos para el trabajo. Y si vos me venís a rogar, ha de ser el jornal menos y habéis de traer no sólo vuestra persona, sino el aparejo necesario para hacer el officio a que venís. Hay hombres que ruegan les den el officio y los escojan para la dignidad n. Estos
parece que vienen de balde y que no les debe Dios jornal, pues ellos ruegan, lo buscan y lo pretenden. A estos tales es menester pedirles muchas cosas o, mucha sciencia, grande entendimiento, fuerzas, salud, entereza; y, con todo eso, no tendrán contento a Dios ni lleno el officio. Pero si a uno le ruegan que lo reciba, que lo admita, si Dios es el que le ruega, basta un Moisés rústico y tartamudo; que Dios, que le ruega, lo escoge y llama, le dará la ciencia, lengua p y fortaleza, osadía y brío, y, después, grande spíritu cual le habíe menester para que de él recibiese aquel pueblo.
De manera que, considerando que de esta obra es Dios su dueño y él es el que la perficiona, enpieza y acaba 13, será causa para una verdadera resignación de los prelados en la entriega que Su Majestad hace de los officios que en ella se han de ejercitar. Porque llano es que, siendo nosotros ayudantes y que sólo nos han de dejar la carga que buenamente pudiéremos llevar, que no habrá que andarle a Dios regateando ni temiendo, como algunos se inquietan luego de que los sacan de su quietud y sosiego, y les parece que ya no han de poder acudir a lo uno [433r] y a lo otro, antes se han de echar con la carga, como si el que la pusiera sobre nuestros hombros fuera tirano que sólo había de tirar a hacer lo que él pretendía, destruyendo los instrumentos con que lo hacía.
Es un Dios con quien tratamos que en su casa tiene peso y medida para con el peso tantear las fuerzas y con la medida echarles la carga de suerte que todo venga en el fil. Y si alguna vez pareciere lo uno mayor que lo otro, entendamos que sólo es la balumba y el parecer. Como quien se asombrase de ver que a sus cuestas había de llevar dos costales muy llenos y grandes y llegando al peso fuese una poca de paja: no lo rehusaría. Dios es el que da el peso al plomo y la liviandad a la paja, y así hará a lo que echa a nuestras cuestas, porque Dios en sus obras no destruye para edificar, como el carpintero que, adolando con una azuela, la gasta y los demás instrumentos; pero Dios, cuando a algunos los escoge por instrumentos de alguna cosa, antes los hace, los levanta y honra y perficiona. Lo cual no hace acá la naturaleza, que siempre, para la generación de una cosa, precede la corrupción q de otra.
Que es lo que la Iglesia canta de las alabanzas de la Virgen. Tratando de la encarnación de el Hijo de Dios, dice: Tu quae genuisti, natura mirante 14; quedóse la naturaleza asombrada de ver que hizo la Virgen lo que ella no pudo; porque acá la naturaleza, para engendrar r, ella se corrompe y destruye, pero la Virgen engendró y quedó virgen perfectíssima y summamente limpia. El árbor, para dar fructa, pierde la flor, pero la Virgen dio fruta de s Dios hombre y conservó la flor de
su limpieza. Esto es lo que hace Dios en sus obras: que no destruye unas para hacer otras. Y así, aquel a quien Dios escogiere por prelado, viva muy consolado, entendiendo que, si lo escoge para que dé fructo, le conservará, con ese fructo y esos hijos que cría, la flor de sus virtudes, oración y linpieza; que bien sabe Su Majestad poner y plantar lirios entre spinas y que entre los cuidados de la prelacía haya grande oración y amor suyo.
Es gran cosa en todas nuestras obras [andar] en compañía de Dios, que todo lo puede, con cuya potencia mezclada, nuestra flaqueza es poderosa para pasar un monte de una parte a otra con sola una palabra 15. ¿Quién hizo tan liviano lo que de suyo era tan pesado? Dios, que da el peso y la gravedad a las cosas 16, se lo t quita cuando él es servido, particularmente si ve que las fuerzas del que ha de llevar ese monte son tan flacas que es necesario se vuelva de paja.
Están los discípulos de Cristo en su pasión, y están diciéndole que les descubra su pecho, etc., y respóndeles: Non potestis portare modo 17. Como si dijera: Yo tengo tanteado lo que podéis y lo que pesa lo que pedís; y así, ahora no es tiempo. Que es lo que con otras palabras [433v] dijo san Pablo: Non patietur vos tentari ultra id quod potestis 18; a cada uno se le da que lleve lo que puede. Y, siendo Dios fiel amigo, nadie tiene que afligirse de que Dios lo ocupe en cosas grandes; que, si él de su parte fuere poco, poco es lo que Dios ha menester; y, si mucho quisiese, él es el que da el crecer y el menguar 19 y sabrá hacerme grande el que es poderoso.
4. Trabajar como peones de Dios
Pero advierto aquí que, si es verdad que es consuelo para el siervo de Dios el ver que Su Majestad en las tales obras le ayuda y que en ellas tal ayuda levanta nuestras speranzas, no hemos tampoco de querer u en las tales obras para que Dios nos scoge dejarle toda la carga a Dios y echarnos a dormir, sino estar advertidos que Dios, que tomó compañía con esta tal persona, determinó de hacer por este camino la tal obra el que muy a solas la podía hacer. Y si con tal presupuesto vos no obráis y hacéis, es cierto se vendría a perder. Como Dios tiene determinado de dar luz al mundo con el sol. Digamos que el sol fuera agente libre y que dijera: buen compañero tengo que me ayude, yo quiero echarme a dormir y no cansarme en dar tantas vueltas. Fuera llano que el mundo se quedara en tinieblas, porque, siendo Dios «luz verdadera que alumbra a todo hombre que viene al mundo» 20, determinó de alumbrar la tierra y al mismo mundo con ese sol.
Lo propio digo yo a los prelados, a quien Cristo llama soles y luces de el mundo 21: que determinó con estos tales prelados alumbrar tales y tales comunidades, no obstante que él es la luz verdadera de quien todos participamos y con cuya compañía los prelados obran, edifican y levantan sus ciudades; y que es muy cierto que, si Su Majestad no la edifica, en vano trabajan los demás 22. Pero eso no ha de ser ocasión para que nos echemos a dormir y le dejemos la carga y el dar la luz y edificar la ciudad. Verdad es que el maestro de obras es el que edifica y sin él los demás trabajan en vano; pero, si no hubiese peones que administrasen los materiales, la obra se quedaría por hacer. Aunque prelados, escógelos Dios por peones para esta su ciudad, que administran lo necesario, siendo Su Majestad el que en lo secreto compone lo uno y lo otro; pero el día que en esto que se nos encomienda faltásemos, es cierto todo pararía y sería communidad puesta en tinieblas, y no ciudad sobre monte alto, sino edificada en valle donde estuviese a peligro de cualquier avenida que la combatiese.
Bueno fuera que los perros que guardan el ganado se echasen a dormir, descuidándose [434r] con los pastores. No, porque en la compañía de entramos está la guarda y defensa de aquel ganado. De la misma manera, digo yo que está el aprovechamiento espiritual de los súbditos en la compañía que Dios tiene puesto con el tal prelado, sin la cual, con el cuidado que se requiere, es muy cierta la destrucción.
Ayer me contaron a este propósito, tratando con una persona grave de esta materia, un exemplo particular y bien a propósito. En un monasterio de religiosas sanctas, eligieron una priora de grande virtud, oración y recogimiento. Ella, cuando se vido con el officio, afligióse mucho, pareciéndole que ya su particular iba perdido y que, entendiendo en el officio de las demás, el suyo habíe de dar por tierra. Con esta aflicción, puesta en oración en el coro, sintió allá dentro en el corazón una singular inspiración en que le pareció le había Dios hablado y dicho: No tengas pena, que yo tendré cuenta con esta communidad. Ella, cuando oyó esto, dicen que dijo: Pues para esta cruz, Señor, que os lo habéis de ver allá v, y que yo sólo tengo de tener cuenta con mi particular. Y así dicen que lo hizo: que, no cuidando de nada de la communidad, se metió en su celda a tratar de su oración y de lo que antes hacía; y, a pocos días, ya tenía destruida y acabada la communidad.
Es desatino grande querérselo dejar todo a Dios y tener nosotros sólo el nombre. Y esto me parece a mí de tal manera que lo que es oración siendo uno súbdito, después, siendo prelado, se vuelve manifiesta tentación, si por ella se pierde y destruye la communidad. Sabe Dios cuánto quisiera traer aquí otro exemplo, que en nuestra Orden ha pasado, de otro religioso sanctíssimo que, siendo prelado, se dejó llevar de algunos gustos o pensamientos interiores, remitiendo todo el gobierno
de su casa a unas pocas palabras que en los capítulos decía, nacidas de algunos fervores o deseos interiores; y dentro de poco tiempo, por ese camino acabó su convento en lo material y espiritual, hasta hurtarle del convento los bancos de él y todo cuanto había en la casa. Lo cual juzgo por manifiesta tentación, como acá dicen hacen los muchachos: que para coger uno a otro lo que tiene en la mano, le dicen que mire al cielo y, en apartando los ojos de lo que tiene en las manos, se lo arrebatan y quitan. Lo propio me parece hace el demonio con estos tales que, habiéndoles Dios puesto en las manos el tal officio y cuidado de súbditos, les persuade el demonio aparten y quiten los ojos de lo que train entre manos, aunque sea puniéndolos en las strellas, para poder hacer [434v] su presa más al seguro.
Y, si no, díganme qué fue la causa por qué en la muerte de san Antonio hizo tantas fiestas el infierno, como se lee en la vida y muerte de este sancto 23. Pregunto yo: ¿este sancto no se fue al cielo? ¿Su muerte no le fue tránsito de compañía de bestias en los desiertos a compañía de ángeles en el cielo? ¡Sí! Pues ¿por qué se regocija y alegra el infierno? Fue, mis hermanos, porque esta centinela y luz del mundo dormía ya, aunque era sueño dichoso y sueño de descanso, por parecerle ya que el rabaño de los demás monjes quedaba más solo y con menos amparo y que le sería más fácil el acometer al rabaño en absencia de tal pastor.
Ea, mis hermanos, no hay que dormir a los que Dios hubiere dado y puesto en officio y cuidado de almas. Que, aunque sea sueño de descanso, le podría al demonio servir de ganancia por dejar solo su ganado; y donde pensamos que aprovecharíamos a nuestras personas, tendríamos muy cierto nuestras pérdidas y ajenas. De lo cual pudiera llevar adelante el exemplo que ahora puse, porque aquel religioso de quien ahora decía que se dejó llevar de sus pensamientos y gustos, pareciéndole que si con algunos cuidados llegaba al primer cielo, dejándolos llegaría al tercero, y así, persuadido de estas aparencias, hizo tanta fuerza para que le quitase el officio de prelado que me vino a amenazar que, si no lo hacía, lo había él de procurar, aunque fuese dejando el hábito, etc.; y así me obligó a ello. Pues w, después de haber dejado el officio, no sólo no debe de haber subido al tercer cielo, pero creo que ya él habrá experimentado muchas cosas que no quiero decir más de que ya él tomara de buena gana le tornaran la prelacía o lo volvieran siquiera al puesto.
Mis hermanos, acabémonos de persuadir que la perfección sólo consiste y está en hacer la voluntad de Dios, y no la nuestra. ¿Quién dijera que Pedro erraba cuando, gozando de aquella gloria que Cristo le communicó en el Tabor, dijo: «Bueno es, quedémonos aquí, Señor»? Y con todo eso, dice el sagrado evangelio que no sabía lo que se
decía 24; porque, aunque era bueno gozar él de lo que tenía, pero x era a costa de todo el género humano, porque si él estaba en lo seguro del monte Tabor y en compañía de Dios y gozando de gloria en el valle deste mundo, quedaba todo el género humano en tinieblas y contra él el adversario de las gentes que como león rugiente busca a quién tragar 25. [435r] Y así digo que el prelado ha de velar por su parte y, por la que tiene en compañía de Dios, estar muy confiado y alegre que ha de salir con lo que ha enpezado.
Lo segundo, decíamos que esta consideración de ver que Dios es el que ayuda como Dios, y nosotros ayudamos con nuestro cornadillo como hombres, no habrá lugar de ensoberbecernos, pues con tal compañía se ve lo que nosotros de nuestra parte ponemos. Es tan poco que, si Dios no ayudase y saliese a las paradas y dificultades, se quedaríe por hacer. Para mí tengo por cosa cierta que los prelados que con los officios se ensoberbecen y tienen elación, que les viene de no tener presencia de Dios y pensar que ellos a solas trabajan en aquello que train entre manos, y que Dios los hizo dueños y señores absolutos. Estos llámolos yo gente sin Dios, pues, no considerando que él es quien lo principal de aquella obra hace, se la atribuyen a sí y, como gente que les parece sola en el obrar, se quieren llevar la gloria de y la tal hechura.