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San Juan Bautista de la Concepción
Obras II – S. Juan B. de la C.

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XI. SENTIMIENTOS DE LA PRESENCIA DE DIOS

 

            Desta presencia de Dios se suelen tener diferentes sentimientos según diferentes dispusiciones de la persona que los tiene y según Dios gusta y quiere communicarse.

 

1.         Según diversos modos de comunicarse Dios

 

            Que por un exemplo lo uno y lo otro creo quedará declarado. Cura un médico un enfermo, y habiéndolo de curar con medicinas fuertes, a uno se las da más preparadas que a otro a, según la diferencia de dispusiciones que en las tales personas halla. Y en eso pongamos también exemplo. Hanlo de curar con agua del palo, aciertan a uno echar en dos azumbres de agua media libra del palo, y esta media libra para otro la echan en cuatro azumbres. Llano es que la primera tuvo menos mezcla que la segunda. Pongamos otro en el zumo del romero, que esto yo lo he visto: que a unos lo dan cocido en una escudilla de agua, a otros b les dan la quintaesencia del romero, de suerte que tomará más uno en lo que lleva una cabeza de alfilel cuando lo toma desta manera que en una escudilla tomándolo de la otra. Y así, con menos materia, toma más formalidad o sustancia de lo que allí se pretende, y con ella obra más que el que tomó más y mayor cantidad.

            Ahora, pues, digo que, estando nuestras almas en estos cuerpos [463r] no pueden gozar de Dios a solas y puramente, como lo gozan los bienaventurados. Es necesario se les dé preparado y mezclado, pues como esta preparación y mezcla es con cosas de que, gustándolas el


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cuerpo, hace sus sentimientos, hacerlos ha según lo más o menos en que Dios se mezclare y juntare para darse a conocer y a sentir a la tal alma. Quiero decir que puede Dios darse tan spiritualmente a un alma que, sin género de sentimiento del cuerpo, le goce y sienta el alma, como decíamos de la quintaesencia del romero, que llevando poco de material llevó mucho de su sustancia y de lo formal del propio romero. Y podría otro, con grandes sentimientos y demostraciones corporales, llevar poco de esto formal. Y así digo que no hay que juzgar por más o menos muestras exteriores y sentimientos lo más o menos de spíritu.

            Pongo un exemplo. Vemos a unas personas que gozan deste bien interior con sentimientos, que no lo pueden tapar ni incubrir, ya gimen, ya lloran, ya suspiran, ya se les encogen las carnes, todo esto es sensible en ellos, y en eso va Dios mezclado y como preparado. Hay otra persona tan dispuesta que ya las cosas se las dan más simples, más spiritualizadas, más remotas c y apartadas de cualquier sentimiento. Bueno fuera que porque a esta persona no la veo yo llorar, que juzgue que no tiene ni goza de esta presencia. No, porque se le da Dios y communica sin esos sentimientos y dando menos parte a la parte inferior del hombre.

            Aquí parece que los efectos de esta presencia los hago causa, digo estos sentimientos y este llorar, que son efectos de la presencia de Dios, parece que los hago causa diciendo que en ellos d, como en cosas sensibles, viene Dios preparado. Digo que en realidad de verdad son efectos, sino que los tomé por su causa, por no acertar a decir en qué cosas hace Dios esta mezcla con que se communica a este hombre, de suerte que cada parte del hombre, id est, cuerpo y alma e, lleve su parte de este bien que el hombre recibe.

 

2.         Un caso particular

 

            Preguntábame una persona qué sería la causa que muchas f veces le sucedía, estando lleno de mill negocios, cuidados y ocupaciones (que tenía hartos por ser persona grave y constituido en dignidad cuando esto se le ofrecía), en medio de ellas, levantando el corazón a Dios, tenía particulares sentimientos que en su persona causaban particulares efectos o, por mejor decir, ellos lo eran, como son gustos, sabores, deseos de Dios y de buscar recogimiento, etc.; y que le sucedía, pareciéndole que a quien aquello le daban en medio de sus negocios y ocupaciones, más le darían si se desocupase; y haberse desocupado y recogido, y después hallarse y verse muy seco. Yo pienso que entre otras cosas podríamos a esta tal persona responder [463v] lo que dice san Gregorio tratando y preguntando la causa por qué en el nacimiento de Cristo se aparece ángel a los pastores para darles la nueva del


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nacimiento de Cristo 1, y a los reyes y gentiles se les aparece estrella 2. Y responde el sancto que [a] los judíos, como gente que usa de razón, les envía ángel y a los gentiles, como gente que carece de ella, les envía estrella porque, metidos en sus errores, estaban como animales irracionales y como a tales fue necesario hablarles por señas 3. Lo propio digo yo de los dos estados que tenía esta persona que preguntó. Que, cuando metido en sus negocios y cuidados, los propios cuidados lo volvían como no hombre ni libre para usar de razón. Y así era necesario Dios lo hablase por señas y sentimientos y cosas que en su persona echase de ver ser sensibles. Pero cuando se apartaba de estas cosas, como libre para poder raciocinar y discurrir lo que a su persona le convenía, ya no le daba Dios esos sentimientos porque, lo que obraban los sentimientos en medio de sus negocios g, debían obrar los discursos y pensamientos sanctos que Dios le daba cuando de ellos vacaba.

            Digo lo segundo: que o estos sentimientos de esta persona, en medio de sus negocios y cuidados, o son interiores o tienen mucho de esterior. Si tienen mucho de sensibilidad, digo que es amor que tiene Dios a la tal persona que en medio de tantos cuidados le da acuerdos para que no lo olvide, sino que siempre lo procure traer delante y tenga acuerdo h en medio de esos cuidados de i levantar el corazón a Dios y entienda que hay otro plus ultra de aquello en que se ocupa. De lo cual no tuvo después necesidad cuando de ellos vacó, porque por otro camino lo puede Dios enseñar. Si estos sentimientos son muy spirituales y tiniendo mucho de interior tienen poco de sentimiento esterior, sino que del conocimiento interior le nacen algunos efectos sensibles, me parece debe de ser que, como esta merced la hace Dios a personas cuyos sentidos están muy amortiguados y como absortos o muertos, puede ser que los negocios exteriores traigan esta persona tan cansada y los sentidos tan alcanzados de cuenta que, habiendo de ser causa de su mortificación la penitencia voluntaria, siéndola las ocupaciones justas y precisas, lo viniesen a poner en tal disposición que los propios sentidos no le fuesen estorbo para el conocimiento o sentimiento interior que Dios le daba a la tal persona.

            He visto yo personas que vienen de grandes fiestas tan cansados de ver y oír y entretenerse que, recogiéndose [464r] el alma adentro por la mortificación de los sentidos causada del demasiado ejercicio que habían tenido, que no faltaba sino dar gritos o arrobarse en deseo de otro mayor bien. No sé si a este propósito podríamos declarar lo que dice el sabio: que extrema gaudii luctus occupat 4, que los fines del contento es


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tristeza. Y es que como los hombres, en las cosas de gusto, nos entregamos demasiadamente, cánsanse los sentidos que de esos gustos gozan y ansí cansados dejan más libre el alma para que piense y vea cómo en ellos no está su bien y felicidad. Y como las potencias menos estorbadas de las cosas de acá abajo, respecto de que los sentidos quedaron así cansados, perciben mejor las tales potencias las inspiraciones de Dios y de ellas le vienen a la tal persona los tales sentimientos.

            Podríamos responder también que, como estos cuidados cansan y enfadan, si duran mucho, ellos propios a quien tiene uso de razón le sirven de un verdadero desengaño y de que en medio de ellos vaya a buscar otros ciertos y verdaderos. Y, en fin, oposita circa se posita magis elucescunt 5. En medio de tanto amargo como los cuidados y negocios de la tierra train consigo, una sola gota de dulce que Dios dé suele hacer estraños y maravillosos sentimientos. Y cuando de esos cuidados vaca, como actualmente no tiene lo amargo en el paladar, no advierte tanto lo dulce que así le causaba esos sentimientos.

 

3.            Cuando los sentimientos nacen del amor propio

 

            También digo que estos sentimientos que muchas personas suelen tener, suelen provenir de estar muy en sí, que el que de veras está transformado en Dios siente en Dios y no en sí. Y yo pienso que estos tales no se han acabado de dejar y apartar de sí. Los cuales, tiniéndose todavía un pedazo de amor propio, y como quien se vive en su casa, buscándolo Dios y hallándolo en ella, no repara Su Majestad de comunicarse a esos tales a su modo, que es con algún afecto y sentimiento sensible de que ellos gusten. Y esto lo hace con particular traza y para otro mayor y más alto fin, que es dispertarle a una consideración, desengaño y desasimiento verdadero de sí propio, considerando que si aquel gusto les da Dios en sí propios, ¿cuál será el que tendrán en el mismo Dios cuando de veras enajenados totalmente de su querer y voluntad se transformen en el mismo Dios? La razón de ello es porque lo que se recibe se recibe a la medida del que lo recibe, y así, siendo gustos en mí, será conforme caben en mí, y si es en Dios, serán gustos dilatados como en Dios. Que es lo que dijo la esposa: «Mi amado para mí y yo para él» 6. Primero dijo él para mí, porque viniendo él a mi casa y engolosinándome en su amor [464v] eché de ver que yo era para él y cuántas ventajas serían las que yo tendría si de veras saliese de mí y entrase en Dios. Muchas veces digo, o por mejor decir, hablo j de experiencia: yo he visto más de un hermano que parece que no sólo ellos gustan de los gustos que padecen y sienten, según dan las demostraciones, sino que los dan a sentir a otros, según en ellos se


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andan relamiendo. Y por otra parte, los veo tan sensibles a las cosas que se les ofrecen que estoy por decir que o son gustos del demonio o causados de su propia imaginación o sentimientos. Que, si de Dios, son tan en ellos y tan ordenados a sí, ordenándolos Dios para sacarlos de ellos, que no sé qué me diga, sino que deseo un religioso ya tan spiritual y tan insensible que todo cuanto bien recibiere de Dios vaya ordenado a mayor elevación y precisión de todas las cosas que tocan a su propio interés. A lo cual podría traer aquellas palabras que dice Salamón: Transite ad me, qui concupiscitis me 7; pasad a mí, los que me amáis. Que es decir: los que en el amor enpezáis en vosotros propios, pasad adelante, salid de vosotros y llegad a mí. Sea todo por agradarme y servirme.

            ¡Oh, que éste es un amor muy puro, muy descalzo de propio interés! Porque si el hombre abriese los ojos, ¿qué otro mayor quiere que estar transformado en Dios, absorto y enbebido en Dios y tener todos sus k bienes en Dios, donde puede estar con seguridad que su depósito no padecerá ni tendrá peligro ni le cairá gorgojo l, carcoma ni polilla? Que si queremos el recibo de los bienes de Dios en nosotros propios, tendrá millares de peligros m. Y si no, díganme, cuántas veces sucede, para tener un hombre un buen día y gozar de una recreación, irse al campo a gozarla y a la casa ajena, que por estar en tal parte y lugar con anchura y contento se podrá recrear y entretener, porque en su casa no es señor de gozar cosa, ya por los muchos que le buscan, ya por los criados y hijos que le inportunan. ¿Es posible que esto no se ve claramente n, que gozar gustos y sentimientos en nosotros tiene mill peligros y es vino bueno que se puede hacer vinagre y enborracharnos, como el otro dijo: que bien podía uno enborracharse del vino de su cuba y errar en el desorden de beberlo y, lo que le permitían para que con esa bebida fortaleciese y cobrase brío y fuerzas o, hacer disparates y muchos yerros?

            Este es el intento de Dios en el dar los gustos y sentimientos a una persona, lo que dice David: «prevenirlo con bendiciones de dulcedumbre» 8 para que con ellas se fortifique y procure fortalecerse más en el amor de Dios. Pero si después de [465r] haber alcanzado estos gustos y prevención en esas dulzuras usa de ellas con desorden, con ellas propias se podría enbriagar. Y no sé si diga he sospechado de alguna persona que, habiendo gozado de ellas, ya le parecía que estaba en el tercer cielo y que, haciéndole Dios aquellas mercedes, no era posible sino que le haríe otras mayores. Y así, cualquier cosa que le sucedía, le parecía que era cosa estraordinaria que con él sólo le sucedía. Y en este estado p están muy propincos o a estar locos o ser ilusos o dar en errores diciendo que ven a nuestra Señora y que con ellos hablan los sanctos. Y cualquier cosa en contrario que les sucede, dicen que los


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persigue el demonio y que q nace del aborrecimiento que les tiene por el conocimiento que tiene de ser la tal persona que Dios la ama. Ven aquí esos tales borrachos y enbriagados del vino de su propia cuba, porque como lo tuvieron a mano y eran golosos amadores de su propio interés, dieron en beber sin orden ni concierto hasta que cayeron en tierra.

            Por esto digo yo que debemos traer siempre delante estas palabras que dice el Spíritu Sancto: Transite ad me, qui concupiscitis me 9, que salgamos de nosotros y recibamos r los bienes en el mismo Dios, que salgamos de nuestra tierra y casa, que somos nosotros propios, donde millares de cuidados nos buscan e inquietan y nuestros propios sentidos nos perturban, y vamos a Dios donde todas las cosas se tienen y poseen con gran seguridad, porque en él sólo entran y son de su jurisdición nuestras potencias interiores, el entendimiento con su elevación y la voluntad con su transformación. Que los sentidos en casa se quedan donde no sois señor de gozar un buen rato que cada uno no quiera su pedazo y parte (plegue a Dios no digamos necedades. Si lo fueren, sirvan de entretenimiento). ¿Quieren ver cómo? Aunque ya casi queda dicho. Estos que en sí propios se entriegan en estos gustos y sentimientos, como bien que en sus personas gozan, luego quieren cada uno de sus sentidos su parte, luego inclinan la oreja pareciéndoles que no es posible sino que les habla Dios. Cuando van a comulgar, prestan el gusto a ver si hay allí algún más alto sabor que el que el paladar percibe de s las especies de pan y güelen a ver si hay otro olor. Y cualquier cosita que se les antoja les parece cosa del otro mundo. ¿Qué es esto? Que los sentidos golosos quisieron participar del bien que el alma interiormente enpezó a sentir.

            Y por esto digo yo que es gran cosa estos bienes tenerlos y gozarlos en Dios y fuera de nuestra propia casa, donde por haberse alejado [465v] el alma de sus propios sentidos le serán menos estorbo. Y esos bienes que se gozan, gozándose en Dios, serán bienes más spiritualizados, ya por serlo la parte donde se reciben y gozan, ya porque el alma, apartándose de sí, quedó más spiritual y así le dieron la bebida más pura, sin detrimento de que la bebida, por bueno que fuese t el vino, le haría daño, porque la persona que la bebe es persona fuerte, pues ya salió y se apartó de su propia flaqueza, ya porque donde se bebe son las bodegas de Dios, donde las cosas se dan y reciben bien ordenadas, como dice la esposa: Introduxit me in cellam vinariam u; et ordinavit in me caritatem 10. Y aun por eso tantas veces deseaba David salir de sí, volar y absentarse y dar consigo en la soledad 11. Y la esposa le dice a su esposo: Trahe me, post te curremus in odorem unguentorum tuorum 12. Trahe me, muy pegada estoy, Señor, a mí; muchas diligencias habéis menester


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hacer para sacarme fuera, que en mí estoy tan pegada que aun dar paso no puedo, pero en alejándome algo de mí, luego, como me sienta liviana y algo apartada de esta carga del amor propio mío, estoy cierta que luego correremos v en pos de vos.

 

4.         Los sentimientos que da Dios

 

            Estos sentimientos de que hemos tratado sirven de olor para seguir a Dios por ser efectos de esta divina presencia de que hemos tratado. Y pues tratamos denantes de los efectos w de esta presencia de Dios x, en orden a la luz y conocimiento que un alma tenía de la verdad, digo que estos sentimientos y gustos van enderezados a eso, como también decíamos, pues con ellos nos dispierta Dios y nos enseña la diferencia que hay de las cosas de acá abajo y trato de tierra al trato verdadero de Dios.

            Ya he dicho que estos sentimientos no es lo mejor y más alto que se busca y pretende en la vida de perfección, pues digo que es ordinario darlos Dios como por golosina para nos dispertar y apartar de las cosas de acá abajo y como por bocadillos para nuestros desmayos, para que de esos sentimientos pasemos adelante a sentir de Dios en simplicidad y bondad. Y sírvennos de lo que sirvieron los trapos viejos que atravesaban en la soga y que le echaron a Jeremías para sacarlo del pozo: que, asido a ellos, aferraba las manos para no se escurrir 13. Y esto propio hace la bondad de Dios a los hombres que aún no han levantado los pensamientos del suelo, sino que están como metidos en un pozo, según viven en tinieblas, faltos de la alteza del conocimiento de Dios que, para sacarlos de ahí, para que las manos, que son las obras, no se escurran y al mejor tiempo [466r] dejen a Dios y den, como dicen, de mano a lo que una vez han enpezado, que les da y pone unos sentimientos, gusto y dulcedumbre tan sensible que por insensibles que estén sentirán los deseos que Dios tiene de que se vayan tras él.

            Y también es la causa z de dar Dios estos sentimientos así sensibles el conformarse Dios con la persona con quien trata, de suerte que, si la persona es puro spíritu, todo es espiritual lo que le comunica. Pero como el hombre tiene esta parte inferior tan animal y bestial, que no sabe percebir las cosas que son de Dios, mézclaselas Su divina Majestad, como denantes decíamos, de suerte que a sintiendo el hombre exterior conozca y entienda el hombre interior y se sepa levantar de lo sensible a lo invisible. Y entendamos que hay algunos hombres, aun en los que tratan de Dios, tan flacos que si en todo lo que hacen no sienten su interés, están a peligro de volver las espaldas; y esto suele ser muy ordinario en gente de no tan buenos entendimientos. Los cuales, tiniéndolo,


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se contentan con trabajar siempre al fiado, tiniendo ciertas y firmes esperanzas de la paga toda junta. Y estos sentimientos, si son en demasía b, suelen consumir y acabar las fuerzas naturales grandemente y aun dar con un hombre en una cama y aun quitarle la vida, porque vienen a resolver de tal manera los espíritus vitales que pueden dar con un hombre en la sepultura. Y suele Dios darlos para adelgazar el natural que no le sirva de estorbo al hombre interior c a su camino y jornada que pretende hacer en la transformación del mismo Dios.

            Pongamos un exemplo. Un médico da unas píldoras a un enfermo para que, siempre que están en el estómago detenidas, dende allí hacen su operación, purgan y adelgazan el sujeto, hasta que lo dejan limpio y sano. Pero llano es que, si estas píldoras nunca se deshicieran, sino que siempre estuvieran en el estómago obrando, llano es que resolvieran el sujeto y lo adelgazaran de suerte que viniera a acabar la vida. Lo propio digo yo: los sentimientos y gustos sensibles dalos Dios, como hemos dicho, para que un hombre purgue y se limpie de los gustos, contentos y cuidados de acá abajo d para que así quede con más salud y fuerzas spirituales, que según esto sirven de píldoras. Pero si esos gustos sensibles se estuviesen siempre en un hombre, tanto se podría estrujar con ellos que, sin alcanzar la salud y fuerzas spirituales que se pretenden, acabasen con el propio hombre y diesen con él en la sepultura. [466v] Y dije denantes que eso no es lo más perfecto. Y es llano, pues son medios con que Dios pretende la perfección de las criaturas, que [se unan] con Su divina Majestad. Y mucho menos es quedarse en los medios que no llegar a los fines, aunque, siendo estos gustos de Dios y viniendo Su Majestad mezclado en ellos habrá algo de medios y algo de fines. Pero esto es cierto: si después de haber Dios purgado a un alma y quedando sin esos sentimientos, quedase tan spiritual que perpetuamente trujese a Dios delante, que es señal que con ellos alcanzó Dios lo que pretendía de la tal alma, habiendo ella alcanzado altíssimo grado de unión con el mismo Dios y estado tan spiritual que ya no hace caso Dios de la parte sensitiva del hombre e; y que debe de estar bien muerta, pues se llegó el tiempo en que le privó Dios de los gustos sensibles y los libró todos al alma, dándoselos intelectuales solamente y espirituales con que el entendimiento le conoce y la voluntad le ama.

            Yo he puesto muchas veces exemplo en la finbria o cimbria f de un arco, que sólo sirve para mientras se arma y, después de hecho, se quita. Pero si el arco no está bien hecho y armado y tiene peligro de caerse g, quitando la cimbria, déjanla estar, como yo muchas veces he visto. Así suele dar los gustos Su divina Majestad para sobre ellos armar un arco celestial y todo espiritual, y luego quitarlos. Pero si en las tales personas no queda esta vida espiritual tan sentada como conviene, déjale Dios la cimbria y déjale los gustos para que ayude lo sensible a tener lo insensible e invisible.

 

 

 

           




a            corr. de otros



b            ms. otro

 



c            ms. semotas



d            sigue no tach.



e            id‑alma sobre lín.



f             sigue perso tach.

 



1         Cf. Lc 2,8‑15.



2         Cf. Mt 2,9‑10.



3         S. GREGORIO MAGNO, Homiliae in Evangelia, l.1, hom. 10 (ML 76,1110): «Sed quaerendum nobis est quidnam sit quod, Redemptore nato, pastoribus in Judaea angelus apparuit, atque ad adorandum hunc ab Oriente magos non angelus, sed stella perduxit? Quia videlicet Judaeis, tanquam ratione utentibus, rationale animal, id est angelus, praedicare debuit; gentiles vero, quia uti ratione nesciebant, ad cognoscendum Dominum non per vocem, sed per signa perducuntur».



g            ms. negocion



h            sobre lín., en lín. cuidado tach.



i            sobre lín.

 



4         Prov 14,13.



5         Cf. ARISTÓTELES, Elenchorum I,16; De Caelo II,40.



6         Cant 2,16.



j             corr.

 



7         Eclo 24,26.



k            ms. su



l            sigue ni tach.



m           de peligros sobre lín.



n            ms. claramento



o            sigue di tach.



8         Sal 20,4: «Praevenisti eum in benedictionibus dulcedinis».



p            corr. de estando

 



q            sigue nad tach.



9         Eclo 24,26.



r            ms. recebibamos



s            sigue p tach.



t            sigue el tach.



u            ms. cela vinaria

 



10        Cant 2,4.



11        Cf. Sal 54,7‑8.



12        Cant 1,3.



v            rre sobre lín.



w           ms. effectos



x            de Dios sobre lín.



y            ms. sogan



13        Cf. Jer 38,11‑13.



z            sigue por con tach.



a  sigue percibien tach.

 



b            corr. de demasiada



c         sigue para tach.



d         corr. de abajos



e         sigue pues tach.



f          ms. ciembria



g            ms. carse

 






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