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San Juan Bautista de la Concepción Obras II – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
XVI. GUSTOS QUE NACEN DE LA PRESENCIA DE DIOS
Parece he tratado de gustos y sentimientos sin hacer distinción, siendo verdad que son en muchas maneras. Pero, como mi intento no fue tratar de estos gustos sino en cuanto nacían de la presencia de Dios, que de ordinario con ellos enseña a Dios muchas cosas, como arriba queda dicho, tratando de éstos, parece mi poco a poco me vine a deslizar y a dar en gustos que muchas veces son antojos del que los tiene o imaginaciones.
1. Cuando los gustos se desligan de Dios
Y adviértase que, siendo ciertos y verdaderos en sus principios, suelen muchas veces volverse gustos vanos. Así como la fructa, cuando está asida a su árbor, se conserva sana b, buena y de provecho; pero si de ahí se cai en el suelo y se desase del árbor que le daba vida, se pudre, como la manzana y camuesa, y vuelve vana, como la nuez. De esa manera, cuando los gustos y sentimientos que el siervo de Dios tiene están asidos a la presencia de Dios, que de continuo trai, como fructa que recibe el olor, sabor y vida del árbor de vida, la tienen ellos para communicarla a los que los tales sentimientos y gustos gozan. Pero si, siendo como somos hombres, queremos sólo nuestro propio gusto, apartándonos de esta divina presencia, es llano que serán gustos podridos y vanos.
Y así, habiendo tratado de los primeros, parece que nos deslizamos a tratar de los segundos, de quien algunos, que más caminan por interés que por sólo Dios, apenas se saben desasir. Y siendo gustos desasidos de Dios, a mi parecer, antes les harán daño que provecho, pues es verdad que quien está sin su presencia más debe estar con tristeza y lágrimas que con gustos.
Parece viene bien a este propósito algo de lo que denantes decíamos de los pechos de la esposa: que eran dos cabritillos, dando a entender, como queda dicho, que estos pechos siempre estaban en las bocas de quien los había de mamar, y los cabritos siempre estaban a ellos asidos, tomando a ellos y de ellos su sustento c. Cierto, mis hermanos, que cuando así veo en la Scritura con tanta claridad dibujado lo que se enseña para nuestro provecho, me causa grandíssima admiración. Es tan delicada la leche de la mujer que, si el niño que la ha de tomar no la toma en el propio pecho, no le hará provecho, porque al momento, en otra vasija, se aceda y corrompe. Y tomar un niño leche aceda y corrompida, no le puede hacer provecho. [478v] Y así el Spíritu Sancto en aquellas palabras alabó los pechos d y alabó los cabritos que tomaban e su sustento donde lo habían de tomar para que les hiciese provecho.
Lo propio digo yo de los gustos y sentimientos spirituales: que si éstos se toman y reciben de los pechos de Dios, de su presencia, oración,
contemplación y de la junta y unión que nuestro corazón tiene con el de Dios, son muy provechosos para el alma que los recibe, porque le f sirven de un sustento spiritual y ayuda y fortificación de nuestra flaqueza. Pero si estos gustos y leche se toman y reciben fuera de ahí, son tan delicados que luego se corrompen y acedan, y al que busca gustos sin Dios y sin su presencia, no le pueden hacer provecho, antes daño. Y así, según esto, no habrá que espantar haya tratado y divertídome de los unos a los otros, pues en su primer principio todos fueron unos, sino que se viciaron de parte de el sujeto donde se habían recebido.
También lo podría comparar a las riquezas: que son buenas y de provecho al que las tiene, cuando goza de ellas como cosa que Dios por su bondad y misericordia le ha dado y communicado —y siempre le está dando gracias por el nuevo recibo que de ellas tiene—, pero si éstas las tiene y posee absolutamente, sin otra consideración más de la absoluta posesión que de ellas tiene, es llano que le sirven de materia para ensoberbecerse, que es lo que dice [san Pablo]: Si accepisti, quid gloriaris quasi non acceperis? 1 De manera que, según esto, el que tiene una cosa y no considera que la recibió, se gloría, jacta y ensoberbece, pero el que sabe que es ajena y que de fuera le ha venido, no tiene de qué gloriarse, sino antes humillarse por verse necesitado de este bien ajeno de que él carecía.
Este efecto hacen los gustos recebidos con consideración de que se los da Dios y se los está por su bondad y misericordia communicando: que humillan a la tal persona que los está recibiendo, considerando su flaqueza, que tenga Dios necesidad de fortalecerle su flaqueza con tal riqueza y con tal bien de que él de su cosecha carecía. Pero, cuando estos gustos los recibe como absolutos y sin considerar la dependencia que tienen de su dador, su fuente y origen, es materia con que los tales se suelen gloriar y ensoberbecer como gente que no considera que los reciben.
2. Gustos envueltos en cruz
Así, mis hermanos, no queramos gustos sino en Dios, que éstos, cuando Su Majestad los da, los da tan envueltos en cruz y tan g mezclados [479r] con trabajos que no train peligro consigo. Yo no sé cómo los junta y los ingiere Dios, que si, por una parte, parecen gustos, por otra parecen cruz, y todos juntos paren gustos y cruz y rosas entre espinas o, por mejor decir, spinas hechas rosas. No quiero en cosa tan alta tener parecer. Pongo el de un hermano que habrá dos días que me decía: Hermano, no sé qué me tengo, que padezco h grandíssimos trabajos y cruz spiritual, y con todo eso estoy contento y me parece
que si estos trabajos me quitasen me quitarían el contento. Nadie hay en el mundo que sepa hacer esta mezcla y junta si no es el que a su muerte llama paschua 2, hora 3 y baptismo 4. Y así, cuando queramos saber si los gustos y sentimientos son de Dios, atendamos a ellos si vienen sin mezcla de alguna cruz interior y si, por venir sin preparar, nos enbriagan y enborrachan y sacan de nosotros a hablar, decir o hacer alguna cosa no debida a nuestro estado y persona.
Otro efecto me parece causan, diferente de los contentos fingidos o disimulados. Y es que, como estos gustos y sentimientos que Dios da train esta mezcla de cruz interior, causan un recelo y sancto miedo en las almas, que jamás se aseguran. Por la parte que padecen, temen. Por la parte del gusto y contento, aman. Lo uno les pone miedo y lo otro confianza. Y así como las causas andan mezcladas, lo son los efectos que en las tales personas causan. Pero, como esotros gustos y contentos que el demonio causa o la tal persona finge o imagina vienen solos y sin mezcla, causan un solo efecto, que es una engañosa confianza de parecerles que ya son sanctos y que ya están aprovechados, que ya pueden ser maestros y que no son como los otros hombres, como decía el phariseo 5.
Pero hase de notar que, ya que no los mezcla esos contentos fingidos, que no le vienen lejos los descontentos, pues dice el Spíritu Sancto de ellos que extrema gaudii luctus occupat 6, porque como no tuvo tanta sciencia que pudiese y supiese entretexer cruz, azotes, trabajos, etc., con gustos y contentos, diolos cada cosa de por sí: los gustos acá y los trabajos allá. Pero nuestro Dios, que por camino de cruz determina de llevar a un alma al cielo, ésta se la mezcla con particular gozo y contento para que con esa ayuda de costa pase su trabajo, y para después le guarda los contentos limpios de polvo y paja, de suerte que viene a ser contento que nadie le pueda quitar.
Y aun de los contentos que los justos en este mundo tienen, lo dijo Cristo a sus discípulos, diciendo por san Juan: Iterum veniam et videbo vos, et gaudebit cor vestrum; et gaudium vestrum nemo tollet a vobis 7.
De donde podríamos poner otra diferencia de gustos a gustos: que los de Dios [479v] nadie los puede quitar, y los del mundo o los fingidos, sí. La razón, entre otras, podríamos dar, porque la propia cruz con que van mezclados los aseguran y afierran en el alma, donde están, para que no se los lleve viento ni borrasca, sirviendo los trabajos interiores a los tales que padecen esos gustos de áncoras y asideros que los afierran y aseguran. Afiérranlos en la propia persona, porque, viéndolos así aguados dentro de sí, no le dan lugar a echarlos fuera con presunción, soberbia o vanagloria. Asegúranlos de parte del demonio, envidioso de todo nuestro bien, porque cuando se pone a mirar un justo, viéndolo con cruz i, penas y contento, no sabe cómo juzgar y qué hacer, porque
ve un retrato de Cristo en su nacimiento y vida, pues en el nacimiento, llorando él, los ángeles cantan. Pues ¿a quién no deslumbrará llorar y cantar? Porque, si mira el llorar y derramar lágrimas, parecerle ha que es y son por pecados. Si mira la canción y contento, entenderá que es por ser justo. Y así no sabrá si lo ha de perseguir como j a justo o acariciallo como malo.
Y así, la esposa, considerando este bien encerrado en esta soberana mezcla, se preciaba de ella diciendo: Miscui vinum cum lacte meo 8. No hay cosa en el mundo que menos mezcla consienta que la leche por ser cosa tan delicada que, si coméis o bebéis tras ella, os descompondrá y k mezclada con el vino se corrompe. Pero la sabiduría de Dios pudo hacer esa junta en su sposa: que pudiese mezclar la leche con el vino. En lo cual hemos de entender algún misterio encerrado, pues éstas son palabras parabólicas. Y es que por la leche se entiende el contento, porque la madre cuando la da lo tiene y el niño cuando la recibe. Por el vino que sale de las uvas estrujadas y pisadas, se entienden los trabajos. No hay cosa en el mundo más delicada que el alegría y contento, pues tantos azares tienen y con el menor del mundo se aceda y corrompe, como se ve claro sin tener necesidad de exemplos. Pero Dios a los de su casa dales tal virtud y sciencia que puedan mezclar la leche con el vino, el contento con el trabajo y cruz, sin que el contento se deshaga l ni corrompa o menoscabe, de suerte que se le pueda decir que nadie se lo pueda quitar. Pero los contentos que no son de Dios y en Dios y por Dios, son más delicados que la propia leche, que si la ponéis a la lumbre y la meneáis tantico, se vuelve suero y hace agua.
¡Qué de contentos destos segundos vemos con facilidad deshechos y anichilados por livianas ocasiones! De suerte que si los meneáis tantico, cuando más contentos estamos se nos enturbian, cortan, deshacen y vuelven [480r] agua entre manos. Y qué de ellos he visto yo que tratan de Dios y de spíritu que parece que de contento quieren reventar, que si os llegáis a ellos y les decís una palabra o les dais una reprehensión áspera, ya mudan el color y mascan como si fuera bocado duro que no lo pudieran tragar. Qué de señoras que tratan de oración metidas en sus rincones, sorben contento y parece que se tragan el alegría de todos los ángeles, que, en saliendo de allí, porque la criada le quebró un vidrio o búcaro en que ella bebía o porque no tuvo cuidado de dar de merendar a la perrilla de falda, ya no hay quien quepa en casa, quiriendo tomar el cielo con las manos. Y quiera Dios no sea necesario derramar muchas lágrimas para desafogar el corazón de la tristeza recebida por la pieza quebrada o la perrilla perdida.
Yo no sé por cierto de qué jaez era el contento, los gustos y los sentimientos que estas tales personas tienen, pues con tanta facilidad se
pierden y tan poca mezcla admiten. Deben de ser del jaez del vidrio que le quebraron, pues quebrándose el vaso se perdieron los gustos y sentimientos, como si en él estuvieran encerrados; o de la propiedad de la perrilla, que con un tus, tus la sacaron fuera de casa y la hurtaron, pues con tan poquita m ocasión perdió la tal persona la paz de su alma y le desterraron, quitaron y hurtaron el contento con un tus, tus que le dijeron para sacarla de su casa y llevarla a que fuese a ver el sarao, a oír la buena música y a dar una vuelta por las calles y plazas.
Debe de ser de la propiedad y delicadeza de la mar cuando está en leche, pues tantico de viento que sopla la altera y hace que dé con las olas sobre los navíos y galeras que por ella caminan. Y aun muchas veces la he visto n yo, sin parecer ocasión por de fuera, estar ella enojada, que parece le deben cuanto encima de ella hay para se lo tragar. Y aun por la delicadeza que en sí tiene la leche, según hemos dicho o, deben de decir, cuando la mar está serena, que está en leche, porque muy de ordinario, sin ocasión ninguna, estando ella en un vaso sin que le hayáis hecho nada, ya la hallaréis corrompida y aceda. ¡Oh buen Dios, y cuánta verdad tiene esto de los que poseen y tienen paz, quietud, sosiego y contento del mundo, cualquiera que sea, que no tenga su nacimiento en Dios y la mezcla que del divino hemos dicho! Que tantico de viento que se le entró en los cascos, con que deseó acudir al cumplimiento y vanagloria, eso basta para que pierdan su paz y, sin ver cosa por de fuera, veréis la mar alterada y la tal persona con tanto enojo que nadie cabe en casa, sino que todos huyen a se esconder y reparar en algún puerto seguro, porque temen que su amo o ama no se los trague. Porque, aunque es verdad que los tales tienen buena condición y de ordinario viven contentos, [480v] es mar en leche, que no hay que fiar de ella, que si con su bonanza un rato os alegran, con su alteración y mudanza os harán echar las tripas y que vomitéis y troquéis en un momento cuanto contento os dieron en todo el año.
Pluviera a nuestro Dios leyeran p esto muchas personas que experimentan estas verdades en el siglo para que procuraran contentos y sentimientos fijos y verdaderos, que son los que tiene Dios envueltos y mezclados en su cruz, como de ello dio testimonio el mismo Cristo en el Tabor cuando, estándolos gozando, estaba con Moisés y Elías tratando de su muerte y pasión. Y con este desengaño debiera de decir Pedro: «Quedémonos aquí». Como si dijera: Transfiguración de gloria, con trato de cruz, muerte y pasión, es lo que hace al caso, en ésta quiero yo estar y permanecer (no obstante que en el sentido de la letra, como el evangelista dice, no sabía qué se decía), y siendo éstos así verdaderos, éstos se habían de buscar, tener y poseer 9.
También pienso debe de haber otras razones de su perpetuidad de estos gustos mezclados que da Dios, a diferencia de estotros. Y es que,
como la cruz con que se mezclan va haciendo camino y asiento donde entran, entran a lugar seguro donde el demonio no llega. Pero los del mundo quédanse por de fuera, por no traer quien los aposente y dé lugar cierto y verdadero en el corazón del hombre. La plata y el oro no se derriten ni pueden labrar sin mezcla o liga de azogue. Y así digo yo que los contentos y el gusto con la liga de la cruz y de los trabajos se derriten, de suerte que, como licor q, penetran el alma hasta lo ascondido de ella. Y así ablandados, se labran al talle r, medida y gusto del mismo Dios y salen gustos ajustados al gusto de Dios. Pero, como estotros gustos s no llevan esta mezcla y liga, quédanse enteros en la superficie de afuera, no labrados a nuestro talle, sino al que los da, y así con facilidad se pierden o los hurtan, quedándose tan por de fuera sujetos a cualquier desmán que les sucede.
3. Gustos de Dios
Ahora, pues, estos que buscan a Dios en los gustos y no quieren aprender su sabiduría de Dios en su cruz, tarde, mal y nunca se saben desasir de ellos, porque en ellos tienen puesta su rentilla y sustento y hacen cuenta que el día que les falte son perdidos, como es así. Pero estotros no les da pena perderlos, porque tan contentos están con la cruz de Cristo como con todos los sentimientos y gustos que se pueden imaginar. Estos primeros gustos que decimos que son durables por estar hipotecados a ellos la cruz de Cristo, son claros y manifiestos efectos de la presencia de Dios. Los segundos son efectos del amor propio. Los unos los labra Cristo en su cruz, [481r] los otros los pincta nuestra imaginación. Estos están en el entendimiento t y estotros están en la voluntad. Cada uno es como hijo de quien es. Y siendo estos gustos de nuestro antojo, serán hijos antojados y sólo buenos para mirados. Estotros, hijos de Dios y buenos para amados, porque sin duda nos sirven de dispertadores, de salsas, aguzaderas y alivio de los trabajos que Dios nos envía; sirven de ciertas prendas y señales de los bienes eternos y de los gozos que los bienaventurados tienen y poseen; sirven de báculo u, tenedor y arrimo para los desmayados y, en medio de nuestras tinieblas, de unas vislumbres de que Dios no nos tiene olvidados. Son v estos gustos como unas gafas o horquillas que echa la parra para asirse y arrimarse a w quien más valga. Y con estos sentimientos así nacidos de esta soberana presencia, se ase el alma a su Dios, porque conoce la necesidad que tiene del tal arrimo. Sírvenle de olor y fragancia para irse tras Dios; sírvenle de una admirable mirra distilada de los labios de Dios con que cura su flaqueza; sirven de alivio, entretenimiento y suspensión de las afliciones interiores. Son la cuna que aduerme al alma devota para que no todo sea traer el azadón en las manos; son
la voz y silbo suave de que viene su esposo quitando dificultades. Finalmente, son gustos de Dios que saben todo lo que el alma quiere y ha menester.
¡Oh Dios sancto y amoroso! ¿Quién de veras no te busca, aunque más te escondas entre espinas y zarzas, si tu presencia tal licuor distila que al entendimiento le sirve de agua de colirio que lo aclara y da luz para que te conozca y a la voluntad la dispierta para que te ame?