Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText |
San Juan Bautista de la Concepción Obras II – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
XVII. BUSCAR A DIOS SIN DESCANSO
¡Ojalá, Señor, tú infundieses en todos nuestros hermanos unos afectos tan grandes que siempre los hallase yo asidos, pegados, unidos en ti, pues sólo en ti se puede hallar todo lo que en esta sagrada Religión se pretende! Miren, mis hermanos, no se espanten que con tantas veras yo pida esto y lo repita sin decir otras delicadezas, porque aquí está nuestro bien y sin esta a presencia no valemos nada.
1. Desentrañarme por los hermanos
Y a este propósito, no puedo dejar de decir lo que ahora he dicho a nuestros hermanos en la amonestación a los b novicios, aunque parezca nos tornamos a volver algo a lo que arriba queda tocado. Y en esto yo no tengo la cuenta que suelen tener los que scriben para imprimir libros, porque como éstos scriben lo que estudian, estudian con concierto y orden lo que viene. Pero yo scribo lo que se me ofrece, movido de los deseos grandíssimos que tengo de nuestro aprovechamiento, deseando ser como la araña, que hace las redes [481v] con que cazar de lo que hila y teje de sus propias entrañas y se sustenta y tiene vida a costa de su propia vida. ¡Ojalá, Dios mío, tú me dieras unas entrañas tan derretidas, tan amorosas, tan deshechas por el bien de mis hermanos, que cazara yo muchos para Dios y que fuera de a cuenta de mi propia vida y que mill veces me deshiciera yo para hacer a los hermanos! Que trabajo fuera en que yo hallara mi sustento y nueva vida, como lo halla el araña en la tela que urdió a costa de sus entrañas. Y, como dicen, del cuero salen las correas y del fructo del officio, haciéndose como se debe, sale con qué sustentarse el official que lo tiene. Y yo he visto, cuando llevan perros a caza de liebres o conejos, en cogiendo alguno, echan pedazos de pan a los perros que los cogieron. No les dan el conejo, aunque cojan muchos, porque se podrían hacer golosos, y eso sólo pertenece para el amo y al amo c pertenece la paga del trabajo del perro que cazó. Así digo yo que, si fuésemos buenos perros y cazásemos muchas almas para el que las crió, que del propio officio y trabajo tomaríe ocasión nuestro buen amo para la paga, no faltando
un pedazo de pan de las migajuelas que cain de su mesa para nuestro sustento. Que si es verdad que las almas son para sólo Dios, lo demás del provecho es para nosotros. Y habiéndole tan grande en este officio, no es encarecimiento decir ser cosa muy acertada que un prelado se desentrañe para que el súbdito tenga aquellas entrañas que debe para con su Dios. Que el pelicano nos dio buen exemplo para con sus hijos, y la leona: el uno los sustenta y cría con su sangre, el otro con los gritos y voces salidas de sus entrañas los resucita. Y con esas propias entrañas querría yo, o por mejor decir, debo querer el bien de mis hermanos. Y así pienso que muchas veces, sin saber lo que me digo d, querría hacer lo que deseo, que es aficionar y entrañar a mis hermanos con el mismo Dios, de suerte que, siquiera por los grandes intereses que en eso están encerrados, lo procurásemos siempre y sin cesar traer delante los ojos.
2. Somos ovejas de Cristo
Digo, pues, que para darnos Cristo a entender cuán para en uno éramos y cuánta necesidad teníamos de él y él cuánto gusto tenía con nosotros, se llamó tantas veces en el evangelio pastor y a nosotros nos llamó ovejas. Que parece de ningún nombre ni officio hizo tanto caso como de éste de pastor, tomando por sobrenombre el bueno 1. Y es la razón para persuadirnos esto que vamos diciendo de la necesidad que tenemos de su presencia y el gusto que él tiene con nuestra compañía. Ningún officio hay que así requiera presencia de la persona como el del pastor. El mercader puede estar él en Madrid y el trato en Sivilla sin [482r] que reciba detrimento. El labrador siembra y se viene a su casa y nacen los sembrados. El que trata en viñas encierra su vino en sus cubas y bodegas, y allí se hace sin que lo uno ni lo otro tenga asistencia del propio amo. Un sastre trabaja entre semana y se pasea las fiestas y paschuas. El cavador acaba su tarea y se echa a dormir. Y nadie hay tan ocupado que un rato no se desocupe para ocuparse en lo que se le antojare y pareciere. Pero el pastor no: ha menester continua asistencia, de noche, de día, domingos, fiestas y disanctos, de suerte que para él no ha de haber noche, tarde ni mañana, en que le sea lícito hacer su antojo, sin que haya de estar sobre su ganado. Y aun quizá por eso dice el evangelista que el ángel que vino a dar la norabuena a los pastores del nacimiento de Cristo dice que los halló velando: Super gregen suum 2; que su vela, su cuidado, sus ojos y trasnochar era sobre su ganado, so pena de que, a vuelta de cabeza, lo hallara trocado, desmedrado, perdido y robado. Y lo propio sería en el punto que Dios se apartase de una comunidad y de un alma. La cual sin su
presencia no nace, como los trigos, ni se hace, como el vino, ni se aumenta el caudal, como el trato y mercancía, sino que ha menester continua asistencia y presencia para que su ganado no se desmedre, pierda o lo hurten.
Y aun por eso se comparó al otro cuidadoso pastor que, echando menos la oveja, dejó las noventa y nueve en el desierto y se fue en su seguimiento y la buscó y, hallada, la trujo sobre sus hombros. Y como quien en la asistencia sobre su ganado tenía puesto su gusto, pidió que todos los pastores se alegrasen y le diesen el parabién y hallazgo 3. Que parece e, en el puncto que la echó menos, diría qué había de hacer aquella oveja sola, sin su pastor, y el pastor sin su oveja. Que parece decía: Tú absente de mí no serás oveja y yo sin ti no seré pastor. Pues el ser pastor es estar sobre su ganado y ovejas. Pues lo propio que he dicho del pastor eso propio digo de la oveja: que no hay animal que tanta necesidad tenga de la presencia del amo f como la oveja.
Las abejas labran g su panar de miel sin que allí esté su amo, los bueyes pacen, los censos corren y todas las cosas parece tienen gran parte de su conservación sin que sea necesario la continua asistencia del amo. Pero no las ovejas, que si sólo un día les faltase el pastor no quedaríe cosa de provecho. Y aun por eso dijo el propheta: Percute pastorem, et dispergentur oves 4; echá mano del pastor, prendedlo, matadlo, y luego no hay que hacer caso de las ovejas.
¡Ay, mis hermanos, y qué verdad es ésta, y cómo un instante ni un momento no nos podemos pasar sin la presencia de este gran Dios, que somos ovejas, ni él quiere que estemos un instante sin él, que es pastor! De suerte que no ha de haber fiesta ni disanto, tarde ni mañana, ivierno ni verano [482v] en que sea lícito estar nosotros sin Dios y Dios sin nosotros. Nosotros tenemos puesto en él nuestro ser, conservación y medra, y él sus contentos con los hijos de los hombres 5: Percute pastorem, et dispergentur oves. Por el peccado mortal, en lo que es de nuestra parte, matamos a Dios. Pues, una vez muerto el pastor, buscad el ganado. ¿De dónde pensáis que proviene el estar todo un hombre desperdiciado, que no tiene pieza con pieza, los ojos tras la vanidad, las orejas tras las lisonjas, la h lengua tras la mentira, y así de los demás sentidos y potencias inferiores? Pues el entendimiento apoya lo falso, la voluntad ama lo engañoso. Esto nace de que el propio hombre mató su pastor y quedó el ganado sin dueño y, de consiguiente, sin vida.
3. Buscar a Dios como la oveja al pastor
En confirmación de esto, digo que las ovejas y corderos a quien Cristo nos compara, son los animales más ignorantes que hay. Tanto
que si perdéis un perro se viene a vuestra casa, et asinus cognovit praesepe domini sui; que el jumento sabe dónde su amo le echa de comer, y el buey, por lerdo y pesado que es 6. Y la oveja no, pues dice David: Erravi sicut ovis quae periit; quaere servum tuum 7; erré como oveja, que así me llamáis vos y me hecistes, Señor. Y quien dice oveja i descarriada, perdida y errada, dice que la busquéis, porque de otra manera no sabrá a vuestra casa, si vos, Señor, no volvéis por mí, me buscáis, me levantáis y lleváis, que para todo eso he menester vuestra presencia y ausilios. Y así veremos que este animal todos sus trabajos y necesidades, sus bienes y males, los significa con solo una letra, que es b. Si el corderillo quiere mamar, dice be; si está contento y salta y brinca con los demás, dice be; si se quedó atrasado, dice be. Todos sus bienes y males los tiene librados en esta letra y con ella se contenta y con ésta llama y busca a su madre y la madre lo conoce y el pastor lo busca.
¡Oh Señor, Dios de mi alma, y si acabásemos de entender que somos corderos del rabaño de Dios y que este gran Dios se contenta con que no sepamos más que dar el balido del corderillo! Pues ¿qué quiere decir el cordero y oveja con esta letra b? Digo que, pronunciando esta letra b, para decir ber no le falta sino una j r. La cual, por ser en fin de parte, no se pronuncia (y no reparo ahora en k si se dice ver o ber, porque tampoco reparo en si la oveja y cordero dice ve con v o be con b). Pues digo que con sola esta letra queda este animal contento y satisfecho. Que es decir: Véame mi pastor, que no quiero más si me falta el pasto o la bebida. Véame mi pastor, que en esto está mi sustento, con tenerle y verle quedan remediadas mis necesidades, en verle y tenerle presente tengo librados [483r] mis contentos. En cualquier estado tengo necesidad de verlo y que me vea, y así no sé decir otra cosa que esta letra b.
Ea, mis hermanos, no hemos menester saber más ni saber otras palabras ni razones, más que desear ver a Dios y que él nos vea en esta vida en la manera que se ve y puede gozar y traer presente. Somos ovejas y corderillos y en sólo eso ha de estar librado el remedio de nuestros trabajos y el alegría de nuestros contentos. Con esta palabra lo llamamos y él nos halla, con ella nos entiende y con ella lo buscamos.
Es notable cosa que con esta sola letra llama el cordero a la madre y con ella propia le responde y en ella está encerrado el preguntar y el responder. Con ella pide el cordero el pecho y con ella lo ofrece la madre. Así digo yo que en ver a Dios y vernos Su Majestad está encerrado todo nuestro bien. En esta presencia están nuestras preguntas y en vernos Su Majestad están nuestras respuestas. Y así, mis hermanos, no hay que aprender en esta sagrada Religión otras bachillerías, otros argumentos ni discursos, sino deseos fervorosos de traer a Dios presente.
Hase de notar que esta letra l b es más significativa de los afectos que no de los discursos. Y en esto se diferencia el entendimiento de la
voluntad: que para mostrar uno su entendimiento ha menester muchas razones, palabras y discursos, pero para mostrar los afectos, con solo una interjección se significan. Con una voz, diciendo: ay, oh, heu, con estas letras medio cortadas que por sí nada significan, enseña la voluntad más que en muchos pliegos de razones pudiera enseñar el entendimiento m. Así, la oveja, cuanto habla, cuanto pide y quiere lo pide con una interjección, con afecto y con entrañas. Y así es justo que con quien con ellas habla, pide y busca, que todo lo halle.
Hermanos, ¿queremos hallar a Dios, a este Señor de que tanta necesidad tenemos de traer presente? Miren que somos ovejas, que lo debemos buscar con entrañas, con voluntad, ansias y deseos amorosos. Para entendernos Dios, remediarnos y buscarnos, basta un be, basta un ay, un suspiro, una letra con que expresemos nuestros deseos. Y si ésa no se pronunciare con la boca, quédese ahogada allá dentro, que eso basta para que nos oiga y esté con nosotros.
4. Buscarlo con entrañas derretidas
Creo podría, en confirmación desto, traer n aquello de los Cantares: ha estado la esposa durmiendo en los regazos de su esposo y su esposo ha conjurado a las hijas de Jerusalén que no la dispierten; y las primeras palabras que ella habla después de dispierta de aquel sueño fueron decir: Vox dilecti mei; ecce iste venit, saliens in montibus, transiliens colles. En dilectus meus loquitur michi 8. Dice que dispertó de aquel sueño tan sabroso y provechoso que, por serlo tanto, fue necesario guardarlo su esposo y tomar juramento de que nadie se atreveríe a dispertarla y que, después de dispierta, [483v] las primeras palabras que habló fue decir: Ecce vox dilecti mei; que oía la voz de su esposo. Dad acá, esposa sancta, ¿qué palabras dice en esa voz que oís? No dice más de que oye la voz de su esposo, que viene saltando los montes, porque la voz no hay que reparar en ella, porque de suyo es tan corta que nada significa, sino descubre los grandes afectos con que mi esposo me busca, saltando montes y valles. Como si acá oyérades balar una oveja, no dijérades: He oído decir a una oveja be, sino: He oído una voz y balido de una oveja. Porque, como estas palabras son significadoras de los afectos, ellas de por sí no hay que decirlas ni significarlas; basta descubrir, como la esposa descubre los afectos, entrañas y veras con que su esposo la viene a buscar.
Pues sepamos ahora, después de haber dispertado, quién a quién llama primero: o el pastor a la oveja o la oveja al pastor, la esposa al esposo o el esposo a la esposa. No lo sabré decir, porque si ella, después de dispierta, oye la voz de su esposo, la primera palabra que de ella
se oye es decir: En dilectus meus loquitur michi. De su esposo dice que oye la voz, sin decir qué voz, dando a entender debiera de ser alguna interjección en que conoció los afectos con que venía a ella. Y la voz que de ella se oye es un En, que es otra interjección. Cuál fuese primero, debiera de ser la de su esposo, porque nadie tenía licencia para la dispertar o, porque todas sus compañeras estaban juramentadas. Y así dice él que no la dispierte donec ipsa velit 9, hasta que, dando licencia su esposo, ella quiera. Que entramas a dos cosas son necesarias para esta junta y trato: la voz del esposo que dispierta, y ella que quiera. Y así, la voz de su esposo debiérala de oír en sueños, como es ordinario a la persona, que se duerme con cuidado de lo que ama, oír en el sueño las voces disimuladas del amado; pero después de dispierta, lo primero que se oye es la voz de la esposa. ¿Y qué voz es ésa? Sola una interjección que dice: En. Como quien se acostó con su esposo al lado, cuando dispierta, lo primero que habla es decir en, como si dijera: ¿dónde está?, etc. Y apenas hubo dicho esta palabra o letra, cuando la responde su esposo, pues dice tras esa interjección: Dilectus meus loquitur michi. Surge, propera, amica mea, columba mea, etc. 10 Que todo esto debiera de estar encerrado en la voz que entre sueños oía cuando dijo: Vox dilecti mei. Porque a eso va enderezado lo que se sigue, cuando dice: Surge, propera, amica mea, columba mea, iam p hiems transiit, etc. 11 Ea, señora, levantaos de ese sueño, que si sois paloma en el arca de Noé guardada, en ese celestial sueño ya ha pasado la borrasca y tempestad del diluvio y ivierno, ya hay flores que podáis llevar en el pico 12 en señal de paz, de que nadie os ofenderá, porque [484r] el tiempo y todas las cosas son en nuestro favor.
Según esto, los balidos y habla de la esposa todos fueron un en. Y q las respuestas y conversación del esposo debiera de ser otro en, pues no dice más que: Dilectus meus loquitur michi, porque las demás palabras fueron explicación de la interjección, en que debieran de estar encerradas todas aquellas que se siguen: Surge, propera, amica mea, columba r mea, etc. Todo esto para nos dar a entender que el modo que el alma ha de tener en buscar a Dios ha de ser con afectos, con entrañas derretidas, que cuando la lengua en el buscar a este buen Señor no diga más de un ¡ay! en el retrete y escondido de su celda, eso basta, porque ahí pueden estar encerradas grandes razones y requiebros. Y lo propio digo de las razones y palabras del esposo: que se contente el alma con entender que le tiene presente cuando no perciba otra cosa más del be que dice la oveja con que busca su corderillo, que con ése sólo le dice y significa que es su madre, que tiene leche que darle. Y con cualquier seña que tengamos de Dios, entenderemos grandes cosas, porque ésta ha de ser junta de voluntades, de afectos, de entrañas, etc.
5. «Cazarlo» como él nos «caza»
Esta es la razón por qué por Oseas dice este buen Señor: In funiculis Adam traham eos, in vinculis charitatis 13; yo te trairé con palabras amorosas y con s redes de charidad. ¡Oh, qué diferencia hay, Dios mío, de la caza que se hace en la tierra a la que tú haces de almas! No se caza cosa que no sea a costa y cuenta de la vida de la cosa que se caza. Vais a caza de liebres. Lo primero que hacen los perros es, en cogiendo [una], matarla, y lo propio el conejo. El t lazo que se pone para la perdiz la ahoga; el anzuelo saca las entrañas al pez. Son ésas redes de justicia y de rigor, pero las de nuestro buen pastor son un silbo suave, amoroso, son redes de entrañas derretidas en caridad, in vinculis u charitatis, redes de charidad, que es por quien tiene vida un alma. Que fue decir: Yo te pescaré y cazaré no dándote la muerte, sino nueva vida. Pues éstas han de ser las propias redes con que el alma ha de pescar a Dios: redes de amor, redes de caridad, con ansias y deseos y afectos derretidos en fuego de amor de Dios. Que sea en esta caza y busca que hace de este Dios, como denantes decíamos de la araña: que para pescar y cazar hace una red de sus propias entrañas y se deshace, que no le queda sino el pellejuelo y no se le da nada, que ya tiene puesta su renta en las redes que puso y en la caza que coge.
Mill veces seas, Dios mío, bendito, que para pescarme a mí no me cazaste con [484v] palabras solas, sino con entrañas derretidas en la cruz, derramando tu sangre, para con ella y tus clavos, azotes y cruz, entretejer una red con que pescarme y cogerme, y no reparaste, Señor, en quedar en ese madero sorbido de la muerte v y quedar sin vida, porque la tenías puesta en la que a nosotros nos dabas w cazados con tu muerte. Esta misma x voz es la que ha de haber de nuestra parte: voz que descubra nuestros afectos, con que pesquemos y cacemos a Dios; redes de amor, que, como la misma araña, nos desentrañemos y nos deshagamos y consumamos a trueco de granjear a Dios, no dándonos pena cuando quedemos, por entretejer esta red, sin fuerzas, salud y y vida. Que, así como la araña en la tela que hace con sus entrañas halla con qué sustentarse, engordar y perpetuar su vida, de esa manera, en las redes que nosotros hiciéremos con nuestros amorosos afectos cogeremos y cazaremos a Dios, que nos será nueva vida, salud y sustento.
No viene fuera de este propósito lo que un grave doctor dice sobre aquel verso de David: Aedificavit sicut unicornium sanctificium suum 14. Dice que Dios edifica su casa como el unicornio. De este animal dicen que su casa la pone siempre en campos y prados frescos, olorosos, floridos y debajo de zarzas y árbores agradables z de olor y vista, que estén convidando a los animalillos a que se vayan a aposentar y recrear a
aquel lugar. Y como ellos se acogen allí, está dentro el unicornio y se los come y sustenta de eso. Admirable modo de pescar y cazar. Desta manera dice David que Dios edifica su casa. ¿Qué es una Religión y convento nuestro, lleno de gustos y contentos que Dios communica a un religioso cuando de veras abraza esta vida, considerándose que ya no tiene necesidad de los cumplimientos del mundo, de buscar la comida, pues ya es mejor servido, sin molestia de criados, que lo era en el siglo? Si allá fue criado, ya se pone a mesa puesta y servido como si fuera amo. Pues ¿qué de los gustos y contentos que interiormente Dios le communica en el rinconcito de su celda? Fuera nunca acabar. Estas son las redes de Dios, éstos sus lazos que pone, rosas, flores, fragrancia celestial con que nos aficiona para que de veras nos entreguemos a él.
Pues veamos con qué nosotros lo hemos de pescar y coger a él. Digo que de la propia manera. El lo dice: Fulcite me floribus, quia amore langueo 15; soy enamorado y me cogerás y pescarás, alma devota, [485r] con un balido tierno a, con unas entrañas amorosas como el corderillo busca a su madre con un be solamente, con redes de flores y rosas. Que si consideramos las esteriores de ayunos y disciplinas, ésas el mismo Dios y quien le desea agradar las tiene por rosas y flores. Si las interiores, que son los afectos y movimientos, lo propio. Por eso la esposa, aunque algunas veces lo consideraba como hacecillo de mirra 16, decía que lo quería guardar en sus pechos: Inter ubera mea commorabitur 17, porque sabe es el aposento donde quiere morar y las sogas b con que lo han de atar y los pasos con que lo han de buscar.
Esa es la razón por qué, en el lugar que arriba decimos de los Cantares, se compararon los pechos de la esposa a dos cabritillos 18 que a ellos estaban asidos, dando a entender dos cosas: la primera, la continuidad con que las almas sanctas están asidas a Dios, de quien les viene, como de fuente y origen, todo lo bueno; lo segundo, que así como aquellos animalillos están siempre chupando c, mamando y sacando aquella leche, la cual, como la van recibiendo, la van entrañando en sus corpecitos d, en cuyo acto están haciendo mill movimientos atractivos con boca, entrañas y cuerpo, hemos nosotros de hacer lo propio, tomando e y recibiendo esta leche, procurando f esta presencia de Dios que se ha de buscar con obras atractivas, como quien con ardientes deseos mama y chupa y entraña en sí este sumo bien que procura.