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San Juan Bautista de la Concepción
Obras II – S. Juan B. de la C.

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DIALOGO I El engaño de ciertos consejos

 

            HERMANO JUAN: Parece que se me ofrecen tantas dificultades sobre las cinco preguntas que me parece era necesario mucho tiempo y escribir cinco libros, porque cualquiera de ellas tocan cosas muy altas y que requieren mucha luz del cielo, ya porque las preguntas encierran en sí grande dificultad, ya porque las respuestas que dieron son admirables, ya por decirme, hermano Pedro, que has escogido lo contrario de lo que te han aconsejado. Lo cuarto, por decirme que has quedado temeroso y con algunos miedos no hayas errado en la elección, por lo menos escogiendo lo menos perfecto, porque, como dicen, pocas veces el corazón engaña, particularmente en los que tratan de perfección, que, por tenerlo más rendido y sujeto, les es más leal. Lo quinto, decirme que éstos fueron consejos y respuestas de personas sanctas y siervas de Dios, de quien tienes particular satisfación, por ser gente experimentada. Lo k 6.º, lo que en algunas de tus dudas presupones: que tus preguntas no son antojos, sueños o ilusiones, porque te pudiera consolar, cuando hubieras escogido lo contrario de lo que te aconsejaban, que quizá se te antojó la parte que deseabas y tenías por mejor. Que parece en estas seis l cosas me has quitado seis m respuestas con que te pudiera consolar. Abónasme tu pregunta, califícasme la respuesta y temes la elección hecha. Proceso es que, para haber yo de informar en derecho, tenía necesidad el cielo de enderezar a sí mi entendimiento y darle para que yo dijera algo con que quitara las dudas y miedos con que has quedado en las cosas que has elegido.

            Y, lo primero, quiero que adviertas que yo he visto muchas n causas conclusas, procesos cerrados y las partes condenadas, y descubrir Dios agujeros y resquicios por donde, sin daño de partes contrarias, da o por libre la parte caída y haberle servido sus miedos y temores de unas ensanchas en el corazón para que después quepa mayor gozo [137v] viendo que sus caminos fueron acertados, pues tuvieron por fin y paradero entrar en la casa del regocijo de Dios, que es premio de los que sólo desean hacer p su q voluntad r, así como el temor se causa del deseo que tiene uno de no desagradarle.

            Para que procedamos con más distinción, vamos ponderando cada cosa de por sí. Que suele suceder haber contado una partida de dineros una y muchas veces y, tornándola s a repasar, se suele hallar la cuenta errada; y tanto mayor será el yerro cuanto es mayor la partida, pues en un solo cero, siendo grande, puede ir de engaño un cuento. No es pequeña la partida que su charidad ha puesto en mis manos, pues entiendo son las cosas más altas que encierra en sí la theulugía mística y vida de perfección, y por bien que hayan mirado las personas de


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quien tienes t tanta satisfación, más ven cuatro ojos que dos; y podrían haber errado algún cero que tornándolo a repasar sacásemos algún desengaño en algunas de u tus preguntas con que, ya que no en todo, en parte quitásemos el temor y miedo que tenéis de si errastes o no acertastes, sacando en limpio lo que tanto deseáis.

            Exemplo tenemos de nuestros tiempos en aquel gran varón fray Luis de Granada, hombre de tan alto spíritu que, habiendo mirado y escuchado aquella monja de Portugal, y por su consejo o consentimiento permaneciendo en sus engaños y vida fingida, vemos que hubiera acertado mejor si a aquella diabólica monja le hubiera aconsejado que estuviera en la cocina fregando y cocinando, barriendo y hilando, que no enpinándose en sus chapines para parecer elevada a los hombres 3.

            HERMANO PEDRO: Por eso digo yo: «presupuesto que mis preguntas no son antojo ni engaño».

            JUAN: Ahí es donde lo puede haber mayor, porque el que lo ve y lo sabe, una vez que otra trueca vida y deja lo falso y busca lo verdadero. Pero el que entiende no padecer engaño es el que está a peligro de estarlo más tiempo, aunque su culpa sería ninguna si la ignorancia fuese invincible. Y así, por la una y otra parte, habría bien que deslindar así de la verdad del que pregunta como de la certidumbre del que responde.

            Pongamos exemplo en la primera pregunta. ¡Qué de engaños puede haber encerrados en el deseo de vacar, de estar solos, quietos, y dejarse llevar de lo que a ellos les parece ser presencia [138r] de Dios! Acuérdome que en mi tierra 4 andaba apareada una manada de beatas que no salían del monasterio de los padres carmelitas descalzos, ocupando los confisionarios v y quizá inquietando los confesores. Decían que eran de las que escogían la mejor parte. Acertóse a hallar allí un sancto fraile, hombre de gran pecho. Este, informado de que tenían padres pobres y por callijear ellas morían de hambre, y por andarse en visitas y entre comadres recitando los capítulos que de noche habían leído en sus libros de devoción, habíe en sus casas hartas cosas de pesadumbres. Estas tales, como es ordinario en los púlpitos alabar la vida contemplativa, como si ellas fueran de quien dice el Evangelio, no hay quien las enoje, sino que, en tiniendo saya parda, llevaba pasaporte por cualquier parte que fuese, quedando libre y horra hasta de lo que la ley natural y divina le obliga, que es la honra y servicio de sus padres 5. Ahora, pues, mi buen fraile, informado de la vida de estas hermanas, júntalas un día en su iglesia y dice que les quiere hacer una plática spiritual a solas w las hermanas beatas. Cuando las tuvo como él deseaba, fueron tan admirables las cosas que les dijo que, acabándosele las palabras,


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quiso sacar un garrote y darles de palos, enviándolas a servir sus padres, casas y hermanos, que hilasen y trabajasen, que era de lo que Dios se servía. De manera que, sin tener oposición la vida solitaria de estas hermanas con cosa tan alta como su charidad me dice tiene su recogimiento, el consejo que se les dio fue muy sancto y muy bueno, y bien confirmado con lo que Cristo dice en su Evangelio: que si estamos ofreciendo sacrificio en el altar y mi hermano tiene algo contra mí, que lo deje y vaya a cumplir con mi prócximo 6, que gusta Dios lo contente antemano y [ante] todas cosas, que él gusta de aguardarlo en el puesto después de haber acabado las tareas a que nos obliga el amor de nuestros hermanos.

            Pues si esto es así, ¿cuánto más obligará la honra y servicio que se debe a nuestros padres, y cuánto más gustará Dios cumplamos con ellos ante todas cosas? Que eso significaba la reprehensión que dio Cristo a los fariseos: que engañaban a sus perrochianos haciéndoles que antepusiesen el cumplimiento de sus tradiciones a la honra que a sus padres debían 7. [138v] No quiere Dios el sacrificio de los becerros y vacas gordas de Saúl porque, habiéndole Dios mandado las pasase todas a guchillo, las habíe hurtado para aquel menester 8. ¿Cuánto mayor hurto hace la persona, que debe el tiempo gastarlo en las obligaciones precisas de su officio y estado, en decir que se quiere recoger y irse a la soledad a traer presencia de Dios? Que quizá podría ser querer hurtar el cuerpo al trabajo y el hombro a la cruz, que por lo exterior se halla. Los cuales, si considerasen que esta oración, contemplación y presencia de Dios se halla después de grandes penitencias, mortificaciones y trabajos, podría ser que lo que dicen les traba a recogimiento interior aflojase la cuerda y diese lugar a escoger otra vida.

            Habrá quince días vino un caballero beato a pedir nuestro hábito. Saboreábase tratando cosas de Dios. Decía algunas sentencias que realmente espantaba: decía que venía huyendo del mundo, buscando un rincón donde sólo se ocupase en oración y contemplación. Convirtió a nuestros hermanos, danle una celda como los demás religiosos tenían, come una escudilla de coles y hácenle pruebe lo que los demás religiosos hacen. Dentro de dos días dice que se llega a hablar [a] un hombre; hasta ahora no ha llegado, pues no ha vuelto. El debiera de entender que la contemplación y perfección que él deseaba era melcocha; y, cuando lo fuera, se hace con fuego, labores y retorcijones. Debiera de entender que el primer día se había de arrobar para no sentir la tabla ni la escudilla de hojas de rábanos de las sobras de la noche antes.

            ¡Oh buen Dios mío! Qué de siervos de Dios hay en las religiones que nunca acaban de recebir una sola gota de la suavidad que tú tienes para tus escogidos, con que se quieten y sosieguen en su dura tabla, sino que tanto sienten hoy su dureza como el primer día, y tantas vueltas les hacen dar los pocos o muchos piojos, como si no fuera fruta ordinaria, y quiere el otro, en lavándose las manos (como dicen), chapeta


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en los bolos. Estos tales claro es que, si escogiesen trabajos y cruz, que su propia sensualidad, encubierta en celo de mayor bien, les causara mill miedos y temores de si acertó o no acertó.

            Y en materia semejante, hermano Pedro, por vuestra vida que no toméis consejo con mujeres, porque os echarán [139r] a perder y os volverán loco. Porque, como ellas son amigas de holgar y enemigas del trabajo, aprovéchase el demonio de su natural para llevarlas a una holganza interior y esterior, a quien ellas llaman vida contemplativa, sin saber lo que es ni haber llegado al más mínimo desasimiento de su gusto, interés y voluntad, que es lo primero que un alma ha menester para levantar los ojos a esa divina contemplación. Y también, como ellas son fáciles, elévanse presto, sin ser llamadas más que del propio gusto que ellas fingen en su consideración. No me pasa por la imaginación tratar de todas, pues es verdad que gran número de ellas tiene poblado el cielo y honrada la vida contemplativa, sino de unas mujeres de quien decía el otro hermano olían siempre a Magnificat y se hincaban de rodillas sobre estrados de pluma, que les ayudaba a volar por el aire; que, a no ser Dios tan fiel x que con los calores del sol derrite las y alas y plumas de Icaro 9 y del Mago z, hubiera más engaños en el mundo. Y también a pudiera ser que, si no hubiera tantas personas que les escucharan hablar y enseñar vida de perfección, que ellas dejaran la que muestran tener; y si no hubiera en casa tantas barahúndas cuando su merced ha de comulgar, que quizá se contentara con recebir a Dios dos veces cada semana; y si éstas caminaran por pensamientos de humildad, pudiera ser estuvieran más cerca de Dios, y en sus casas sus criados más lejos de contiendas y riñas. Caminan por elevación, dicen que se esconden en la soledad y se absentan del ruido de afuera; y plegue a Dios no sea algún enbeleco o sueño como el de las brujas, cuyos cuerpos quedan bien absortos y almas bien escondidas. Por eso digo yo que en materia tan grave nunca se ha de ir a tomar consejo con las mujeres, pues dice san Pablo: Mulierem docere non b permitto 10.

            PEDRO: Cierto, hermano Juan, que en lo uno habéis acertado y con lo otro me habéis consolado. Habéis acertado porque fue mujer la que me dio el consejo, y me habéis consolado en irme dando luz de los engaños que puede haber de hurtar el cuerpo a los trabajos exteriores y dejándose llevar de otras cosas interiores. Que bien suelen decir que más vale pájaro en mano que veinte c volando; y del perro que llevaba una tajada de carne en la d boca por un río e fingen que, como la sombra que hacía era mayor, [139v] soltó la carne por coger la sombra y quedóse sin nada, porque la carne se fue a lo hondo y la sombra


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era sombra, con que quedó asombrado y desengañado para contentarse con lo menos, aguardando que dé lo que es más el amo y dueño de casa 11. Así veo yo que sucede a muchos: que la obediencia los tiene ocupados en un officio humilde, como cocinero y portero, y, pareciéndoles que es más y mejor (como es así) la vida contemplativa, sueltan el officio que tienen entre manos y quieren echar mano de lo que no está en su mano, sino en la de Dios, que es el amo y dueño de casa; y suélense quedar sin lo uno y sin lo otro, porque bien sabe el Padre eterno a quién se ha de agradar [y] escoger para que tenga la mejor parte.

            JUAN: Otras dos cosas tengo que deciros sobre estas poquitas palabras que habéis dicho. Lo uno, lo que decía denantes: que no se pierde nada por dar nuevas manos al dinero ya contado, pues habiendo vuestra charidad pagado por la respuesta y cuenta de la sancta y buena mujer, ya halláis algún yerro de cuenta, pues vais cayendo en ella. Que es bien que cada uno se contente con el officio para que Dios le tiene scogido y no quiera officio ajeno, pues en lo temporal vemos el mundo perdido porque el oficial quiere ser caballero y el caballero quiere ser conde, etc.; y en lo espiritual, el portero y cocinero quiere ser contemplativo y que bajen los ángeles a cocer las ollas y haga Dios milagros por quien no merece estar en los zaguanes y puertas de la casa de Dios.

            Por esto es bueno, hermano Pedro, communicar vuestras dudas, manifestar vuestras penas, descubrir vuestras melancolías. Que, muchas veces, la gallina, por escarbar el muladar y estiércol, suele hallar el granillo de trigo que buscaba; y soplando f la criada las cenizas frías, descubre el rescoldo con que enciende lumbre. Así digo yo que es bien communicar los temores, miedos y melancolías, que suele debajo de ellas tener Dios encubierto grande bien para el alma que las padece, como después diremos, si Dios es servido. Basta saber ahora que estos temores y miedos, si acertastes o no, son buenos, pues nacen de deseo de agradar a Dios. Y así como las cenizas, cuando no tengan encerrado en sí [140r] fuego, por lo menos es señal que lo hubo; y cuando un hombre temeroso de Dios no conozca en sí amor de Dios, es señal, por lo menos, que lo hubo y desea lo haya. Porque, así como la buena criada que quiere encender lumbre pone primero ceniza sobre que se conserve y asiente, así dice el Spíritu Sancto es principio de la sabiduría el temor de Dios 12; y éste, como aflige, aprieta, encoje y enclava las carnes, como clavo que se hinca y duele, hace a uno quejarse y buscar quien le quite el dolor. Esto propio ha hecho vuestra charidad, hermano Pedro, pues, deseoso de que os sacasen g el espina y amortiguasen el dolor, habéis venido a mí y no sólo mostráis vais descansando con mis palabras, pero aun en las vuestras halláis medicina, pues, enpezándoos a descubrir el camino, vos corréis por él. Eso tiene la verdad: que es amable; y, en descubriéndola,


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al que la desea se le va la vida y el alma tras ella, como el galgo tras la liebre: que, en descubriéndosela el amo, él h tiene cuidado de cogerla. Así, hermano Pedro, sospéchome que la deseábades con vuestro temor, pues, aunque con ese mismo la abrazábades y i teníades, ahora la gozáis con contento porque la conocéis y echáis de ver que más vale por voluntad de Dios lo que es menos, como es acudir al officio y cargo de otros, que no, por el vuestro propio, escoger lo que es más, como j es dejarse llevar de k gustos interiores.

            Lo segundo que se me ofrecía acerca l de lo que me respondistes: que gustábades del principio con que se os enpezaba a soltar la primera dificultad; y lo segundo: que era verdad que fue consejo y respuesta de mujer. Pues digo yo ahora lo segundo: que juráralo yo que era respuesta de mujer porque en el exemplo que puso, diciendo que era mejor ser virgen que madre, porque la una dice integridad y la otra corrupción, el exemplo en sí es cierto y verdadero, pero no vale ni tiene la aplicación de él; y si esa señora supiera philosophía, no respondiera con ese exemplo cuando os quisiera persuadir a que dejárades los officios y cargos sanctos que exteriormente [140v] teníades vacando y descansando de lo exterior y dejándoos llevar de lo interior.

            PEDRO: Sea Dios mill veces bendito, que si vos, hermano Juan, me declarásedes esa respuesta que me dio esta sancta mujer de suerte que no concluía en mi disfavor, puesto caso que yo no tomé su consejo, me dejaríades grandemente consolado, porque hasta el día de hoy he tenido una notable falta: que tiniendo a todas las personas con quien trataba por sanctas, cuando les preguntaba algo y me decían que lo encomendarían a Dios, cuando volvía por la respuesta y me la daban, ya pensaba que Dios se lo habíe revelado y descubierto lo que me habían de decir y, sintiendo en mí alguna fuerza o inclinación para hacer lo contrario, si no obedecía al consejo, ya me parecía había cometido peccado contra el Spíritu Sancto; y esto me traía inquieto y perturbado, no tanto m la elección que hice como el no haber obedecido el consejo y parecer que me daban.

            JUAN: Por cierto, hermano Pedro, que me espantáis cupiese en vos una ignorancia tan grande. Y no puedo entender sino que vuestros grandes miedos y temores os debieran de traer tan ciego que no viérades lo que es más claro que la luz. Decidme por charidad: esas personas con quien tomáis consejo ¿tienen asalariado a Dios para que las revele y responda cuando quieren a sus dificultades y preguntas? Por el propio caso que eso quieren, quieren mal, tientan a Dios. Y, como quien le busca con ojos de curiosidad se remonta y huye según lo que el sposo dice a la esposa: que sus ojos le hicieron huir 13, pues, absente Dios del alma que lo busca con presunción y vana curiosidad, huye y deja


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la tal alma sola. Luego se enpieza a vestir de sus antojos e imaginaciones u de las que el demonio le pone y, como va con gana de que le revelen, piensa que son revelaciones; y cuando dan la respuesta, buscan una parábola o semejanza en quien juntamente esté encubierta la verdad y la mentira para jugar y tirar a dos hitos y traer la persona con quien tratan loca, perturbada, porque, como la respuesta suele tener dos haces, cualquiera que elijan los suele traer medrosos, temerosos y sin quietud ni sosiego. Porque ése fue el fin que el demonio tuvo; porque, como él bien sabe que un corazón indeterminable y que quiere [141r] echar por dos caminos a ningún fin llega, procura tenerlo en un fil con que no va a una parte ni a otra. Y así digo yo que hay mucho que notar y considerar la persona con quien os aconsejáis: que sea sancta, prudente y conozca de espíritu y el suyo lo tenga bien despegado de todo lo de acá. Y yo os aconsejaría, si quisiésedes acertar, que de aquí adelante, si vuestras dudas fuesen de consideración, buscásedes un doctor de la Iglesia, un hombre docto y de buena conciencia, los cuales para cualquier cosa que hayan de responder se arriman a la verdad evangélica y doctrina de sanctos, sin andar buscando respuestas interiores tan llenas de engaños. Como suelen decir: del que buey es, a menos, que todos se le tornan cencerros; y así, cualquier cosita que allá dentro les pase, ya les parece oyen campanas y les dan silbos amorosos que les sirve de hallazgo de lo que buscan. También digo que antes habéis de ir a tomar consejo de estos doctores que de unos hombres tenidos por sanctos, pero de gordas letras. Saben ellos muy bien ayunar, azotarse y rezar, pero si os aconsejáis con ellos en una cosa delicada, saben decir dos necedades.

            PEDRO: Antes que paséis adelante, quisiera deciros dos cosas, pues me habéis dado pie para ellas. Que espero en Dios que de la conversación hemos de apurar muchas cosas que sean de provecho para mí y para mis hermanos los donados, los cuales, como somos ignorantes, siempre andamos preguntando. Y es bien que sepamos a quién hemos de preguntar, porque yo he visto donado que, aunque no leído, saca sus preguntas y propone sus dificultades que algunas veces da en qué entender a medios letrados.

Pues digo, acerca del acertado consejo que me dais, que para mis preguntas no busqué de propósito quien me dé respuestas interiores ni hombres ignorantes, aunque por otra parte sanctos. Que de lo primero me han sucedido a mí tantas cosas que pudiera scribir un libro de desengaño para las personas que, todo lo que les dicen las personas de quien tienen satisfación, piensan que Dios se lo dice y les habla. Y, entre otras, una en que por parte ninguna yo no tuve culpa, sino que, según lo que va sucediendo, el diablo quiso acabar conmigo, o a lo menos con el officio que la obediencia me tenía encomendado. Y para que no concibáis duda en lo que digo y hemos de tratar, quiero responderos a una tácita [141v] obiección y declararos mi estado.

           


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Sabed que en esta mi Religión se pretende n profesar grande humildad e igualdad entre todos los que trujeren nuestro sancto hábito y, por enpezar a poner esto en execución, nuestro prelado, sin reparar que yo soy donado sin letras y de tan corto entendimiento como el que más, me ha encomendado las fundaciones de una provincia, de donde se pueden aguardar, no habiendo yerro en la elección de mi persona, grandes bienes y acrecentamientos, así para la Religión, que, en fin, se estiende y ha de estender por todo el mundo, como para las muchas almas que en ella se han de salvar. Ahora, pues, como el officio es grande, el estado mío bajo y pequeño, necesariamente se me han de ofrecer muchas razones de dudar, por donde a mí más que a otro me conviene saber lo que pregunto y a quién lo pregunto, de donde nació el haber hecho la primera pregunta sobre que vamos dificultando. Pues digo, para en confirmación de lo que me aconsejáis —que con mis dudas no acuda a beatas ni a mujeres frías de molleras o encendidas de cerebro, que lo uno y lo otro causa perturbación y poca disposición para descubrir las verdades—, me han sucedido muchas cosas que, si no os enfadáis y Dios nos da tiempo, os tengo de descubrir algunas para que siquiera os compadezcáis de mis trabajos y con vuestras respuestas yo quede consolado y los que lo oyeren enseñados o.

            Habéis de saber, hermano Juan —no sé yo si lo causan mis pocos méritos y grandes peccados o grande envidia del demonio, que se barrunta en pequeños principios de nuestra Religión grandes aprovechamientos y ganancias para el cielo—, que ha dado tras mí para hacerme retroceder de lo enpezado con tantas cosas que eran menester muchos libros, muchos scribientes y el Spíritu Sancto que ditara, para que al mundo le constara la envidia y rabia que este malvado tiene contra esta pequeña planta; pero, porque no nos divirtamos de nuestro intento, sólo diré lo que me ha sucedido acerca del acertado consejo que me dais.

            Habéis de saber que, como esta obra es grande y mis fuerzas pequeñas, usó Dios de una maña para que no desmayase en mis trabajos y principios, cuando de todo no se veía más que mi nada: que me cegó Dios de tal manera que trabajaba y hacía lo que podía y mis fuerzas alcanzaban con el auxilio [142r] divino y, como no me daban lugar a levantar los ojos a ver tarea tan grande y descompasada de todo el poder y saber humano, yo nunca desmayaba, sino, como si no p hubiera de dar más de la azadonada para que alzaba las manos, de esa manera trabajaba sin perder los bríos ni gana; antes siempre me hallaba con unos propios sabores q, como si entonces se comenzara la jornada, porque, como lo hecho y pasado no veía, nunca estaba satisfecho; como no me constaba lo que faltaba, nunca desmayaba. Y así, siempre r favorecido con esta buena ayuda de costa s que Dios me daba en no ver lo pasado y por venir, en lo que era de mi parte no hubiera yo padecido t.

           


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Pero las personas que estaban a la mira, como levantaban los ojos de la consideración para que Dios les daba lugar, y veían de mi parte un donadillo y de parte de la obra un encumbrado edificio de una celestial Jerusalén, sin advirtir que u qui habitat in ea, ipse fundavit eam Altissimus 14, acudían a mí y unos me llamaban loco, soberbio, presuntuoso; y acertaban, porque de mi parte todo eso había, pero erraban por no conocer que de esta sagrada Religión se dice v lo que w de la celestial: que en ella no entienden ni entendieron manos de hombres, porque sólo su artífice es Dios 15. Estos dichos, cuando yo no fuera loco, me lo habían de traer. Pero, no enpeciendo estos dichos, apretáronme los cordeles con los consejos que vamos reprehendiendo, interpretándome contra mí y mi Religión sueños de beatas, ofreciéndome en la vida contraria grandes cosas y torres de viento de que no quiero tratar; que sí hiciera, si mi lengua fuera imprenta, que de una vez estampara muchas cosas juntas.

            Pero digo que, entre otras, fue una respuesta y dicho de una persona que en su oración debiera de buscar cinco x pies al gato y, en fin, pudo ser. No sé los fines y yo soy tan malo que todo se puede entender, pero, en cuanto se ven los provechos de la Religión, bien se mostró ser gato el que buscaba y el que en su oración se le mostró. Dice que vido, estando en oración, un ángel con una espada desenvainada sobre mi cabeza porque iba errada la Religión en la disposición que llevaba 16. Que si él dijera que por mis peccados la tenía levantada sobre mi cabeza, entendiera yo [142v] que la suya estaba más católica, pero entonces dio Dios lugar para que con este dicho me afligiese de manera que fue harto vivir, y no digo yo dejar lo que trataba, pero hacer algunos disparates de más consideración. Otra y vez, andando ya para concluir y hacer nuestra provincia, tiempo en que me daba el agua a la garganta, vino a mí un religioso sordo y lego 17 —que poco importa que se conozca, pues en esto de parte suya pudo no haber culpa—. Díjome que habíe algunos días que en sus orejas oía algunas palabras en que le decían dejase lo que trataba, que Dios no me quería para eso sino para mi recogimiento; que si en la ocasión que me lo dijo, entre ciento y cincuenta frailes que estábamos, hubiera uno sólo que entendiera en ello, entendiera yo del todo ser así y lo hiciera.

           


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Ahora, pues, dígame su charidad, hermano Juan: estas cosas a quien es tan flaco y conoce su nada, ¿qué debieran causar en mí? ¿Qué dudas, qué perplecxidades y penas?

            JUAN: Paréceme, hermano Pedro, lo que yo os voy diciendo: que, sin preguntar, el diablo envía quien os aconseja y os diga revelaciones; que debe de traer gana que vos las preguntéis, porque él tiene gana de vender su mercaduría y, si nos tardamos de ir a su plaza, él viene por las calles pregonando sus frutas y llamando a las puertas hasta que oigan los sordos sus consejos y vean los ciegos sus espadas con que pretende hacer guerra y batalla al que procura y desea las victorias de Dios.

            PEDRO: Bien viene eso con un dicho que yo oí en Roma a un rústico labrador, gran siervo de Dios. Preguntáronle si tenía revelaciones. Respondió: Todo el día me andan hablando y yo me ando sacudiendo, como el asno z orejeando las moscas que se le arriman. ¿Qué necesidad tengo de oír a más de lo que Dios ha hablado y habla por su Iglesia católica? Ojalá yo tuviese algo de lo que ya me han dicho, sin meterme en buscar cosas nuevas.

            JUAN: Cierto que parece que ése más labraba cielo que no tierra, porque así es: que semel locutus est nobis in Filio, dice [san Pablo] 18; una vez nos habló el Padre eterno en su Hijo y dijo que lo oyésemos y obedeciésemos 19, sin andar buscando [143r] a quien escuchar de nuevo.

            PEDRO: Dejadme, Juan, por vuestra vida, acabar de decir los dos exemplos que había experimentado en confirmación de la reprobación que habéis hecho de las dos maneras de gentes, para no os aconsejar con ellas. Ya queda dicho el uno. El segundo exemplo acerca de que es bien no tomar consejo en cosa grave con personas de poco saber, aunque estén en posesión de personas sanctas, digo que en una de estas fundaciones yo tenía un religioso b sacerdote y muy escrupuloso, de suerte que sus escrúpulos ya lo traían tan alcanzado de cuenta que sin querer debía de hacer disparates, según él mostraba su aflicción y pena interior. Estaba también en este convento un religioso, buen hombre, de estos que vamos diciendo: sancto y de poco saber. Pidióme se lo diese por maestro. Yo, por no desconsolarlo, hícelo así. La primera vez que mi buen scrupuloso propuso sus dudas y dificultades, manifestándole con llaneza su corazón, le respondió que no tenía remedio, que ya él estaba perdido. Esta respuesta yo no la supe, porque yo lo ganara a él y le enseñara, con mi rudo y corto saber, los muchos caminos que Dios tiene para remediar nuestras necesidades, por grandes que sean.

            JUAN c: Es muy cierto que estos hombres de corto saber, que dan en penitencias estremadas, tienen muy corto estómago y que quien en ellos hace labor es el temor; y éste aprieta y encoje d de suerte que


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muchas veces se les debe de antojar que la justicia de Dios siempre se está entera y haciendo valladares para que no entre en su casa sino quien camina como ellos y por su modo.

            [PEDRO]: La segunda vez que nuestro scrupuloso llegó a pedirle consejo, no alcanzándosele, fuese a este lego sordo a consultarlo, porque, aunque sordo, leía libros y leía algunas veces a escusa de su prelado cátreda de oración. Yo, de que vi las cosas de mi buen sacerdote e, que habían entrado hasta por las puertas cerradas de mi buen sordo, procuré reñirlo y remediarlo.

            JUAN: Pues hombre que tal ha visto y esperimentado y viene a mí afligido a que le suelte y quite la pena que ha concebido de haber echado por diferente camino [143v] del que le aconsejó la otra buena mujer, cierto, hermano Pedro, que, si yo fuera su prelado, que yo le diera una muy buena penitencia para que ésta le abriera los ojos a quien los tiene tan cerrados que no hayan sido poderosos a se los abrir tan eficaces exemplos. Yo disparates he oído, pero éstos bien merecen que les den borla y capirote por ser tan calificados. Y, por cierto, si fueron súbditos vuestros los intérpretes de semejantes dislates, lo habéis errado mucho en no darles la borla y el grado en las spaldas; y a quien tanta gana tiene de dar consejos sin se los pedir y enseñar sin ser maestro, que yo lo escondiera en una cárcel y metiera en un cepo para que perdiera el brío y altivez f, madre de todo lo que me habéis contado, y de allí lo sacara a una cocina y, si segundara con semejantes revelaciones, lo pusiera en la casa del nuncio, donde yo vi a un fraile de otra Religión porque, estando loco, mató un fraile tirándole un asador y atravesándole las entrañas. Mayor locura fue querer estotro con la espada del demonio atravesar no vuestro cuerpo, sino g vuestra alma, y con ella detener tantas como Dios traía a esta sancta Religión y casa de refugio.

            ¡Oh, hermano Pedro!, y qué materia habíades levantado para tratar grandes cosas y bien necesarias de saber para una comunidad donde, como hay muchos y con deseo de acertar, en viendo una persona que se señala en virtud, todos acuden a preguntar y a se informar, y el otro pobre, cuya virtud quizá es no atreverse a levantar los ojos al cielo, lo sacan de sus casillas y dan ocasión para que los levante y busque qué responderles.

            PEDRO: Cierto, hermano Juan, que parece que vuestras palabras no son más que una vela encendida que me alumbra y descubre todo lo que por mí ha pasado, y que, si no fuera ya tiempo de acudir a nuestros officios, que yo contara cierta cosa que en una communidad donde yo estaba sucedió; pero, porque en otra ocasión la he contado 20, sólo diré aquí dos palabras.

           


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Teníamos en cierto convento nuestro un novicio que dio tales muestras de virtud con su estremada penitencia, que no se tenía por fraile quien no le trataba y era su amigo, de suerte que se hizo señor [144r] de todos los corazones de los frailes. Hechas ya estas mangas, o el que era demonio o embelecador, o Dios que lo permitió, o qué sé yo, un día dice a todos sus amigos, que eran todos los del convento, que, para más agradar a Dios, que dejen el hábito y se pongan de seglares —que eran todos novicios por ser en el primer año de nuestra reforma— y se vayan a vivir al desierto. Y esto llegó a punto crudo que, a no descubrirlo Dios, él nos daba con el mazo del apretar y acababa con la Religión, que estaba resumida h y abreviada en aquel convento.

JUAN: Cierto, hermano Pedro, que me descubrís cosas en que parece entregaba Dios esta Religión y vuestro officio a prueba de arcabuz para que se vea cuán bien enacerada la tiene Dios, pues un contraste semejante en ocasión tan diabólica no la derribó, porque el golpe, por haber sido en novicios, fue grande, porque se están tiernos y aún i no han perdido el sabor del siglo, y volverlos a él con color de mayor perfección no sé yo qué más se pueda decir para ser una tentación fuerte. Y así es bien que los prelados velen, que por eso los figura Dios en los animales de Eczequiel 21 y que vido san Juan en su Apocalipsi 22 llenos de ojos. Y éstos han de ser como los de Dios, de quien dice j el Spíritu Santo k que l sunt multo plus m lucidiores super solem 23; mucho más resplandecientes que el sol, porque el sol sólo ve lo de afuera y el prelado ha de ver lo de adentro, lo que tiene escondido un religioso allá dentro en el alma; y el sol tampoco ve lo que se hace de noche y el prelado lo ha de ver todo, a quien no le ha de haber rincón encubierto, aunque sea en lo más escondido del corazón. Y pues me decís que en vuestra Religión se profesa dar officios de prelacía a los hermanos donados, no os hará mal saber algo acerca de esta obligación que el prelado tiene de saber y conocer todos los de su casa, lo cual no podré decir ahora, porque es mucho divertirnos. Cuando veáis ocasión, acordádmelo, que a todos nos hará provecho refrescar la n memoria con la luz que tanto inporta tener los que tratan de gobierno y bien de almas.

            PEDRO: Yo me huelgo se quede eso para otra ocasión, para que, tratando de profeso de esos muchos ojos que el prelado debe tener, con ellos tornaremos a descubrir estos que, sin ser discípulos, se nos hacen maestros, porque gran parte de mi consuelo [144v] en mis penas y aflicciones sobredichas está en que murmuremos de gente que da consejos con sonsonete y sentimiento, como si sintieran estaba Dios encerrado y descubierto en lo que ellos decían y hablaban. Y éstas son dos cosas que, según veo a su charidad, hermano Juan, fácil en el decir,


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que podría ser descuidarse algunas dos o tres horas, y para eso hemos menester valga el tiempo más barato que ahora, cuando a mí me ha de ser fuerza ir a dar una vuelta a la cocina a atizar la lumbre por amor del puchero de los enfermos. Que el cuidado de la comida de los sanos poco me estorba, porque tenemos un prelado que dice que, ya que no come el convento más que coles, que las deje un poco duras, que tenga que mascar el pobre fraile y alguna vez piense que come pescado, porque, dice, si van muy cocidas, peligrarán los dientes por no tener en qué exercitarse o.

            JUAN: Bien viene, hermano Pedro, que os vais porque yo me vaya un rato delante del Sanctíssimo Sacramento y a las demás cosas pertenecientes a mi officio de portero.

            PEDRO: Adiós, mi hermano Juan, rezá por todos.

            JUAN: Adiós, mi hermano Pedro, ofrecé algunos de vuestros trabajos por los amigos.

 




k            sigue quinto tach.



l             sobre lín., en lín. cinco tach.



m           sobre lín., en lín. cinco tach.



n sigue d tach.



o            sigue Dios tach.



p            sigue sobre lín. su tach.



q            corr. de la



r            sigue de Dios tach.



s            ms. tornándolas

 



t             sobre lín., en lín. tenéis tach.



u         sigue nuestras tach.



3         Alude al caso de sor María de la Visitación, priora del convento de la Anunciada de Lisboa, a cuyos fingidos fenómenos místicos dio crédito fray Luis de Granada. Caso ya mencionado en El conocimiento interior sobrenatural, 14, 7. Cf. las presentes Obras completas, I, 312 nota 4.



4         Almodóvar del Campo.



v         corr. de conficionarios



5         Cf. Ex 20,12; Deut 5,16; Mt 15,4; 19,19; etc.



w         corr.

 



6         Cf. Mt 5,23‑24.



7         Cf. Mc 7,10‑13.



8         Cf. 1 Sam 15,14‑23.



x            corr. de piel



y         sigue p tach.



9         Desoyendo el consejo de su padre, Dédalo, cuando, huyendo del Laberinto, volaba con dos alas pegadas al cuerpo con cera, se acercó tanto al sol, que, derretida la cera, perdió las alas y cayó al mar. Leyenda que nuestro autor pudo leer en la obra, por él conocida, de I. RAVISIUS, Officina, Basilea 1567, 1176.



z         sigue tu tach.



a sobre lín.



b         corr. de nom



10        1 Tim 2,12.



c ms. bueitre



d            sigue po tach.



e            un río sobre lín., en lín. la mar tach.

 



11        Es una de las Fábulas de Esopo (Madrid, Ed. Gredos, 1993, n.133), aducida también más adelante (f.225v).



f             corr. de soblando



12        Cf. Prov 9,10.



g            corr.

 



h            sigue galgo tach.



i            sigue avi tach.



j            al marg. V



k            sigue sobre lín. recogimiento tach.



l            sigue acerca tach.



m           sobre lín.

 



13        Cf. Cant 6,5.



n            ms. prepretende



o            al marg.V



p            sobre lín.



q            sigue y tach.



r            si sobre lín., sigue en lo que era de mi parte tach.



s            sigue no ubiera yo perdido tach.



t            que Dios‑padecido al marg.

 



u            sigue ipse tach.



14        Sal 86,5: «Numquid Sion dicet: Homo et homo natus est in ea, et ipse fundavit eam Altissimus?».



v            sigue to tach.



w           sigue David tach.



15        La convicción de una especial intervención divina en la fundación de la orden trinitaria (1198) viene ya patentizada en varias bulas de Inocencio III, con expresiones como éstas: «... proposituum tuum, quod ex inspiratione divina creditur processisse»; «... fa­cieno scum eis Domium». Pam in bonindicaciones ss hallan en otras bulas pontificias, hasta llegar a la afirmación de Urbano IV (15 de mayo, 1213): «... dictus Ordo fuit institutus a Domino». La tradición de la Orden ha transmitido esta creencia, traducida en estos versos: «Hic est Ordo approbatus, non a sanctis fabricatus sed a solo summo Deo».



x            sobre lín., en lín. tres tach.



16        Fr. Juan de la Magdalena, hermano lego.



y   corr. de otras

 



17        Fr. Juan de la Magdalena, el mismo religioso al que acaba de aludir anteriormente. Cf. en el presente vol. pp.333, 365, 459.



z            sigue a quien tach.



a  sigue p tach.



18 Heb 1,2.



19        Cf. Mt 17,5.



b            sigue muy tach.



c            al marg.; sigue y tach.



d corr. de encojen

 



e            sigue por lo tach.



f             sigue de tach.



g            sigue la de sin tach.

 



20        Se refiere al comportamiento de un tal fray Juan de la Magdalena en el convento de Valdepeñas, adonde llegó de Madrid siendo ya sacerdote. Cf. en el presente vol. pp.274‑276.



h            al marg. V



i            sobre lín.



21        Cf. Ez 1,5ss.



22        Cf. Ap 4,6‑8.



j            sigue David tach.



k            Spíritu Santo al marg.



l            sigue sunt so loco tach.



m           sigue p tach.



23        Eclo 23,28.



n            corr. de las

 



o            al marg.V

 






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