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San Juan Bautista de la Concepción
Obras II – S. Juan B. de la C.

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DIALOGO II Acertada elección. Significado de las penas

 

 

            PEDRO: Loado sea Jesucristo, hermano.

            JUAN: Por siempre, hermano Pedro.

            PEDRO: Aprovechádome he ahora del officio de prelado para granjear tiempo, desocuparme y encomendar el officio a otro, porque quería que, antes que os mudasen de esta casa, dejásedes concluidas algunas dificultades que tengo detenidas y represadas.

            JUAN: Pues no es pequeña dificultad ser donado, prelado y cocinero, porque lo he oído tratar muchas veces y murmurar a frailecitos que quieren llevar las cosas quizá por vanidad, o por lo que han visto en otras religiones: que ya no quieren prelados sino maestros o presentados. Que, como hay pocos y muchas veces han menester hacer de la necesidad virtud, sin tenerla, los suelen poner en officios que para cocineros no valían; y yo los trocara y pusiera al cocinero en el suyo. Que, en fin, más vale un humilde prelado e ignorante que no un soberbio y presumptuoso; y este tal, cuando haga algún yerro en la cocina, poco importa, que el estómago lo paga, pero hacer el yerro en el officio páganlo las almas.

            PEDRO: ¡Oh qué admirable cuestión! Ruégoos, hermano Juan, no la olvidéis, para que la tratemos después de concluidas nuestras cinco dificultades, [145r] que éstas, por ser acerca del todo de la Religión, son como madres y de mayor entidad. Después de éstas concluidas, barreremos a los demás polvillos que quedaren para que no quede duda ninguna; que, no habiéndola, quedará un religioso muy suelto y libre para caminar con más agilidad por el camino de la perfección. Que


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esto de dificultades, a quien desea acertar, son detenimientos y muchas veces tropezones o atolladeros para no pasar adelante; y así b yo determino, aunque ponga otro hermano en el officio de cocinero, ganar tiempo para resolver todo lo que me fuere dudoso c.

            Por vuestra vida, hermano Juan, nos volvamos a nuestra primera pregunta y a donde dejamos, que, aunque nos hemos divertido, siempre se me ha quedado la imaginación en las últimas palabras que dijistes: advirtiendo que la sancta mujer que me habíe dado aquella respuesta a mi pregunta, dijistes, si bien os acordáis, que bien parecía ser respuesta de mujer; que si bien conocía lo natural diciendo que, puesto caso que una mujer no podía ser madre y virgen (no tratamos aquí de la Virgen benditíssima), que más vale ser virgen que madre; de donde mi buena mujer quiso concluir que mejor me fuera a mí tratar de mi integridad y recogimiento que no de ser prelado y tener officio. Dijistes que si el exemplo era bueno, que la aplicación no valía y así no tendría lugar mi pena. Por charidad d, no dejéis esto de la mano hasta que quede concluido.

            JUAN: Digo, hermano, que es muy cierto que es estado muy más alto el de la virginidad que el de la maternidad y, como cosa llana, no hay que traer aquí autoridades, sino que, atento e que una mujer no puede ser virgen y madre, escoja lo mejor, si puede, como Cristo dice: De illis qui se castraverunt propter regnum caelorum. Qui potest capere capiat 1. Pero este exemplo natural no vale en su semejante para lo sobrenatural, porque la generación temporal no se puede tener sin menoscabo de la limpieza e integridad y así, por eligir lo que es menos, pierden lo que es más. Pero en la generación sobrenatural, que es la que los prelados pretenden por la predicación y officio sancto que tienen, no padece ese detrimento y trabajo, [145v] antes, mientras se engendran más hijos de spíritu, queda el spíritu más entero y más crecido por la mucha reciprocación de spíritus que hay en quien engendra, como san Pablo dice, per Evangelium 2.

            Los padres de carne dan a sus hijos de lo que tienen, que son bienes naturales, finitos y limitados, que cuanto les dan sin tanto se quedan; que, como estos bienes naturales son como agua de pozo o de estanque, por mucha que tengan, en ellos se cumple el refrán: que, donde sacan y no echan, cabo le hallan. Y así, dando el padre de carne a sus hijos ser de carne, cuyas fuerzas son contadas, con menos quedan mientras más dan, engendrando más f hijos. Pero la generación spiritual el padre que engendra no da de lo que tiene, sino de lo que Dios le da, cuyo principio no tiene fin; y siendo yo arcaduz por donde pasa este bien, más y mayores bienes vienen. Y así este spíritu que con el Spíritu de Dios engendró, engendrando quedó mayor, más entero y fecundo.

            Como el niño que la madre pone a su pecho enjuto: que con el chupar del chiquillo llama la leche, y la que tenía poca antes que el


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niño mamase, ya rebosa y se le revierte. Es cosa certíssima que hay espíritus que parecen al principio de su officio y predicación secos y estériles, y que en enpezando el exercicio se remojan y fecundan de suerte g que el día que no ganan algunas almas para Dios parece que quieren reventar, porque aquella leche que les viene queda detenida y con grandes deseos de salir a hacer el officio que san Pablo decía tratando de sus hijos spirituales: Lac vobis potum dedi 3; es bebida esta doctrina evangélica h con que se engendra, y está deseando bocas abiertas para enllenarlas. Y como en esta generación la mayor parte tiene Dios, viene a ser i generación spiritual como la de Cristo, sin detrimento de la Madre que engendra, antes con muchos provechos, pues tal generación, dejándola entera, la dejó llena de gracia y de dones.

            Acá los príncipes y reyes, como son pobres, si se sirven de vuestra persona, os gastan vuestra hacienda; pero Dios es al revés: que si se sirve j de vos para que sirváis a los [146r] pobres, él os da hacienda; y si os quiere para que hagáis penitencia, os da fuerzas, y así en lo demás. La naturaleza es pobre y mezquina, y si escoge a una mujer para que sea madre, la ha de dejar pobre y destruida de los mayores bienes naturales que tenía, como es su integridad. Así, la Iglesia, viendo la maravilla en la generación de Cristo y parto de la Virgen, canta: Tu quae genuisti, natura mirante 4. Hase abobado la naturaleza de ver lo que ella no puede en el parto de la Virgen. Pues siendo la generación spiritual semejante a ésta, cuyo artífice es el propio Spíritu Sancto —que cuando escoge a alguna persona para algún officio no ha de ser destruyendo, sino antes mejorando y perficionando, porque todo es a costa y cuenta del que no se puede empobrecer por mucho que gaste—, así digo que es cosa certíssima engendrar el spíritu con integridad. No sólo no tiene en la tal obra menoscabo, pero muchos mejoros; y tantos que, si nuestra sancta mujer que nos puso el exemplo lo supiera, pudiera quedarse abobada porque este officio sobrenatural alcanzaba lo que no podía toda la naturaleza. Y como officio que en sí encerraba lo bueno de la integridad y lo fecundo de la maternidad, debiera decir a su charidad, cuando le puso la dificultad de qué haría, que le tiraban adentro a entereza de spíritu y el officio le sacaba afuera a generación y bien de almas, debiera en esta ocasión decir: acuda norabuena a su officio y tenga muchos hijos, procúrelos, que en ellos le dará Dios entereza y en el officio recogimiento, que ese officio no es como el de las madres que, por ser de carne, en sus generaciones quedan hechas carne, pero éste, que es de spíritu, en su exercicio quedan hechos spíritu.

            Este que yo voy diciendo lo confirma un admirable dicho de la Sabiduría, donde dice: Flores mei fructus honoris et honestatis 5; donde a las flores llama fructos de honra y de honestidad. Donde, si bien se advierte,


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junta en una misma cosa k las dos de que vamos tratando que se hallan en la regeneración spiritual: por la flor se entiende la integridad y por los fructos la maternidad. Y dice que la integridad de su spíritu da fecundidad de fructos; y lo propio muestra en las dos últimas palabras: honoris et honestatis. La honra se debe [146v] a los padres y la honestidad a las doncellas. Y dice la Sabiduría que ella es la que alcanza juntar entramas cosas: flores de l pensamiento, recogimiento, oración y contemplación, y cuidado de almas, honra de padres y de officio de prelados y honestidad de recogidos.

            Y aunque es verdad que lo ordinario que vemos en los árbores es que, para llevar fructa, se les cai la flor, que es lo que yo digo de lo natural; pero, con todo eso, en lo propio natural no nos faltarían exemplos: muchos árbores hay que por fructo llevan flor y otros por flor llevan fructo, de suerte que en ellos flor y fructo es todo uno y sin variar las cosas entramas de flor y fructo se hallan en una misma cosa, como lo vemos en el cedro y en el ciprés. Lo propio digo yo, y con mayores ventajas, se halla en los padres del Evangelio y prelados de las religiones que, estando recogidos interiormente vacando a Dios, acuden al bien de las criaturas. Y dije que con mayores ventajas, que en estos árbores se hallaban las dos cosas porque en ellos se hallaba la flor y fructa en una misma cosa sin variar la flor y mejorarla en fructa, sino que m a la flor n llamamos fructa y a la fructa flor, pero en nuestros sanctos prelados hállase la flor y fructa de suerte que, sin ser la flor fructa, se hallan entramas cosas juntas porque, guardando su recogimiento interior, acuden con admirable modo a la predicación exterior y al gobierno de los súbditos.

            Un exemplo pienso podemos poner en unas fuentes que en lo alto tienen unas pilas grandes, que vemos que el agua que mana hace dos cosas: la primera es enllenar aquel vaso grande que tiene y luego, como siempre está manando, se está revertiendo a otro vaso y pila más baja, de donde cogen los aguadores y enllenan sus cántaros sin detrimento ni menoscabo de la pila de arriba, que aquélla siempre está llena. No tengo, hermano Pedro, con qué mejor poder declarar las dos cosas que he querido juntar en el prelado. Es cierto que el alma de este tal está, como dice Cristo, hecha una fuente que está saltando y borbotando a la vida eterna 6. Esta gracia que [147r] así sube, lo primero enllena los vasos de arriba, que son las potencias del alma: memoria, entendimiento y voluntad; y de la plenitud que estas potencias reciben, sin detrimento ni menoscabo suyo, revierten esta plenitud de bienes que en sí reciben a otras pilas y vasos más bajos, que son los sentidos, de donde cogen los súbditos el bien que desean. Porque de la fecundidad del entendimiento y ardores de la voluntad se derrama a la lengua palabras, con que enseña al ignorante, y exemplos exteriores, con que se mueve el


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tibio y el flojo a esta generación spiritual de que vamos tratando que, como dice Esaías, se hace por el oído y por la palabra: Fides per auditum, auditus autem per o verbum Dei 7. Luego si se concibe por las orejas y se engendra con la palabra, dos cosas son que de suerte ninguna padecen corrupción en su ejercicio, sino que, después de haber oído y hablado, se queda nuestro prelado y súbdito tan enteros como de antes.

            Y con esto pienso que queda bien respondido a el exemplo de nuestra devota mujer, cuyo intento debiera de querer ser acertar. Lo que ahora resta, hermano Pedro, es que me digáis si quedáis en esto satisfecho y quitada vuestra pena.

            PEDRO: Déos Dios, hermano Juan, su divina gracia en todo lo que mano pusiéredes, que cierto me habéis consolado. Y aunque yo no traté de estudios fuera de la Religión ni dentro, porque no lo acostumbran los de mi profesión, pero habéislo puesto en tales términos que, aunque son de filosophía y escuelas, se han dejado entender y yo, por esa parte, quedo muy satisfecho, aunque no del todo quieto acerca de las cosas que en esa pregunta se me ofrecían.

            JUAN: Pues decidme, ¿qué otra cosa hay que dudar acerca de esto? Porque si os habéis persuadido a que esto que digo es verdad, esto tiene: que quieta, sosiega y pacifica el entendimiento.

            PEDRO: Pues ésa es mi duda, y me digáis ¿qué es la causa que, siendo eso la verdad y lo que debiera de ser voluntad de Dios, qué sería la causa por qué permitió Dios que mi buena mujer me dejase con su respuesta [147v] tan lleno de miedos y de penas, que la propia aflicción parece que me decía que iba errado?

            JUAN: Muchas respuestas hay, que algunas p de ellas os acabarán de confirmar en el acierto que habéis tenido en la elección que hecistes de abrazar el officio de prelado y cuidado de almas.

            Lo q primero, digo que entonces os quedó esa pena interior y miedo de no haber conocido la verdad; que, aunque ésta quita penas, quieta y sosiega el alma, pero ha de ser conociendo, porque si no la conocéis, como dice el Spíritu Sancto, «ciencia no vista y thesoro no conocido, ningún provecho trai consigo» 8. Pensastes que la verdad era lo que la buena mujer os aconsejaba, y así quedastes con pena no engendrada de la verdad, pues ésta estaba tapada y encubierta r, sino del consejo no cierto que os daban. Y estad cierto en materia tan grave no os dejará Dios errar, aunque tubiérades cuantos peccados habíe en el mundo y tomara Dios instrumento más bajo que el de s la mujer que tomó, porque cuando por vuestros deméritos obligábades a Dios que os dejara, las muchas almas que por tales medios había Dios de remediar clamaban y obligaban a Dios estando tan presentes sus necesidades para que no


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os dejara llevar de consejos no acertados ni de propios intereses, que eran los que en el recogimiento pretendíades t ahorrar.

            Dije denantes que el quedaros estas penas, miedos y temores de la elección que hecistes tenía muchas causas sin que naciesen de propias culpas, antes podría hacer a Dios autor de ellas. Mirad si siendo Dios autor de ellas os podríades tener por muy dichoso y consolado padeciéndolas. Y no os espantéis diga que podría u hacer a Dios inventor y causador de ellas, pues dice su propheta: Quod non est malum super terram, quod non fecerit Dominus? 9. Entiéndese mal de pena porque éste siempre va enderezado a mayor bien vuestro y es muy cierto que de las penas y miedos que os quedaron con [148r] el officio os vendrán mill bienes. Uno de ellos es que viváis con recelo y entendáis que no está todo hecho ni hay de qué estéis satisfecho, porque, cuando supiérades de la boca de Dios que era su gusto que tubiérades ese officio, habíen de quedar en vos muchos vacíos donde cupiera miedo y temor, pues, como dice David, nadie puede ni tiene de qué estar satisfecho hasta que vea la gloria de Dios 10, y Job, con ir por un camino tan cierto y derecho, no le faltaban estos temores, pues dice que estaba temeroso y avergonzado mirando sus obras y cumplimiento de sus officios 11.

            Venid acá. Si el rey escogiese un hombre para un officio y este tal hombre estuviese cierto del gusto que el rey tenía de que ejercitase el tal officio, ¿no es llano que en las quiebras y yerros que hiciese se consolaría con decir: así me escogieron, pasen con mis tachas, buenas y malas? Lo cual no haría si siempre estuviese en duda si está señalado para el tal officio, porque, a trueco de la certidumbre de su elección, siempre se estaría desvelando en cómo lo había de hacer bien. Que es como el amo que no quiere tener ni recebir al criado sino es a jornal v por poderlo despedir cuando no lo hiciere bien; y que el criado, viéndose alquilado cada día de nuevo, en cada día de nuevo enpiece con nuevos w bríos a trabajar y, sin cansarse, siempre esté deseando dar gusto al amo, de cuya condición y concierto sabe que, el día que no lo hiciere bien, le x ha de decir lo que Cristo a san Pedro a cabo de tantos años de antigüedad, cuando le hizo la réplica sobre que no le había de lavar los pies, que le dijo: Si non lavero te, non habebis partem mecum 12.

            Vos, hermano Pedro, quisiérades, para descansar y dormir en el officio vuestros ratillos, saber que Dios os habíe eligido para ese officio y que la otra buena mujer os dijera que ella había entendido de Dios que su gusto era que os ocupárades en esos sanctos ejercicios, para que os consolárades en vuestros yerros diciendo lo que ahora decíamos del otro criado: así me escogió Dios, así me sufra y así me lleve; [148v] concierto es de por vida, si hoy no puedo mucho, mañana podré más.


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No ha de ser así, sino que habéis de servir a Dios, como decimos, por jornal, y estar con temor y miedo que el día que no lo hiciéredes bien, ese día os echará de su casa y trairá a otro. Y cada día que amanezca habéis de enpezar a trabajar en el officio como si en aquella hora entrárades en casa de tal amo. Que es lo que David dice a cabo de tantos años de servicio: Nunc coepi 13; ahora acabo de comenzar. Pues si siempre empezáis, sancto rey, siempre tendréis nuevos bríos y aceros para trabajar en la casa de Dios. Que es gran cosa trabajar con ese miedo y recelo, que es, como digo, el que dispierta, aviva y tiene a un alma alerta en lo que ha comenzado.

            Digo más, que este temor y miedo con que Dios ha acompañado el officio que tenéis es una parte de la cruz pesada que trai consigo el tener cuidado de almas, porque éste es un officio que no se desfructa acá. Que por eso al prelado lo llamó Cristo pastor 14, el cual en todo el año no ve provecho de sus ovejas hasta que viene la primavera y llega todo junto: la leche, el queso, la lana y el corderillo. Así es el officio del prelado: que en esta vida no tiene que aguardar hasta que en la otra se le dé todo junto. Pero la vida del solo contemplativo aquí enpieza a desfructar y a gozar. No hay dudar sino que, si el pastor pusiese los ojos en el mercader que se pasea en el poblado cada día con nuevas ganancias y regalos, sino que la envidia que le tuviese al tal officio le causaríe una displaciencia del suyo propio que le serviríe de no pequeña pena, y aun miedo, de que le fuera mejor trocar officio, pero si éste considerase que todos los bienes y ganancias propias le han de venir juntos, callaríe y llevaríe sus penas y el invierno con paciencia.

            Lo propio digo yo del prelado: que, como ve al solo contemplativo y en lo exterior vacar [149r] y holgar y gozarse con sus nuevas ganancias, podría ser que, por soltar la cruz y trabajo de las heladas del invierno y soles del verano, y por la golosina del ocio, naciese el descontento, miedo y temor de si acertó en el escoger el tal officio. Pero si este tal prelado considerase que, si el mercader huelga y descansa en su officio, que él, aunque es pastor y tiene officio de trabajo, puede holgar y vacar, pues, mientras las ovejillas las apacienta Dios a su cuenta y costa en los prados ubérrimos de Israel, puede él coger su arrabel y arpa y, como otro David, cantar alabanzas a Dios; y si se sabe entender, no perdiendo el fructo y ganancia del contemplativo, puede granjear, tener y aguardar los fructos colmados que en la otra vida le aguardan por haber sido pastor y cuidado de tantas almas. Y así debéis estar muy contento por vuestra acertada elección y perder y resistir el miedo y temor como grave tentación.

            Puede ser esta pena y miedo que os quedó en el officio también causada de Dios, porque con ella nos desase el corazón de todo lo de acá abajo, quiriendo lo guardemos para sólo él z, el cual es muy amigo


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que en los officios que nos encomendare hagamos el deber y lo que nuestras fuerzas alcanzaren sin pegar el corazón a ellos. Como, pongamos a exemplo en lo que vamos tratando: daos Dios officio de prelado, quiere Su Majestad que pongáis en él grande cuidado y solicitud, pero que el corazón no se lo deis a los súbditos, porque solo éste tiene Dios reservado en vos para sólo él. Aquí digo dos cosas: la primera, que en todo lo que tratáremos y hiciéremos lo hagamos por sólo Dios, en quien ha de estar encerrado nuestro corazón y muy despegado de todo lo criado, porque, como es silla y asiento de Dios, conviene que sea muy puro y muy limpio. Lo cual no tendría si lo tuviésemos pegado a las cosas de acá abajo, porque es como el camaleón: que se vuelve y aparece del color que le ponen. Si le pegamos a la tierra, es tierra [149v] y si a la carne, carne. Y si es verdad que dice Dios en el Génesis que su espíritu no había de permanecer en el hombre porque era carne 15, ¿cuánto menos permanecerá el spíritu de Dios, que es Dios y la misma pureza, en corazón que sea carne ni tierra? Y así conviene sólo pegarlo al cielo para que sea cielo en quien Dios habite.

            Notable es b aquello que dice la Scritura en el Exodo: que Moisés y Arón subieron al templo a ver a Dios y vieron que tenía debajo de los pies un cielo de adobes 16. Dice otra traslación: cielo de cristal. Ahora, ¿cómo es esto? Si adobes, ¿cómo cristal? Y si cristal, ¿cómo adobes? Digo que sí, que todo puede ser a los pies de Dios: los adobes hecho suelo y asiento de los pies de Dios se vuelven cristal. Y así digo yo que corazones de carne, pegados a sólo Dios y hechos asientos de tales pies, siendo de carne serán de cielo. Y así conviene que en todas nuestras obras y officios lo tengamos acá despegado y solo asido con Dios, por quien sólo acude a las acciones y movimientos necesarios en orden al officio que se le ha encargado.

            Aquí parece que movíamos otra cuestión: ¿cómo es posible que en officios tan altos uno haya de obrar sin corazón, y cómo eso se ha de entender? Pero no quiero divertirme c a tantas cosas porque mis respuestas no se vuelvan más entricadas y dificultosas. Y aunque os veo, hermano Pedro, tan afecto a lo que vais oyendo con tanta atención, pero no quiero cansaros demasiado porque deseo percibáis las razones que voy dando, bien necesario saberlas al que es prelado para que, siendo con ellas curados los males propios, podáis después, como zurujano aguchillado, acudir a remediar los ajenos. Pues dije denantes lo segundo: que estas penas y temores con que Dios deja un alma en semejantes ocasiones sirven de despegar el corazón de todo lo de acá para que con mayores veras vaya a Dios.

           


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PEDRO d: Aunque es verdad que en este rato que os he estado escuchando se me han ofrecido muchas e cosas que preguntar, pero no he querido, por no divertiros ni [150r] divertirme yo del intento principal que llevamos. Pero ahora no puedo dejar de pediros me declaréis esto que decís: que esta pena, miedo y temor es el que desase el corazón de todo lo de acá abajo. ¿Cómo se hace este desasimiento con tales medios? Porque, según lo que concluyéredes, así quedaré yo muy consolado y pagado con estas penas que Dios me ha dado. Las cuales, si tal officio hacen, no las podré yo llamar penas, sino bienes y tesoros, pues en sí tienen encerrado un bien que por summo se puede desear f.

            JUAN: Bien sé que me ponéis en gran trabajo para haberos de responder, porque me pedís una cosa que para mí fuera fácil si Dios la hubiera hecho conmigo, porque pudiera decir de la feria como me había ido en ella; pero habré de hablar por especulación y buscar discursos y razones con que satisfacer vuestra pregunta. Y para que bien nos entendamos, es bien que la tornemos a resumir. Vos decís que dos cosas os tiraban el corazón: deseo grande de soledad y recogimiento y, por otra parte, el cumplimiento de vuestro officio, en que muy sin pensar os habíades metido; y que, habiendo hecho elección del officio y cuidado de almas, quedastes con pena y escrúpulo si acertastes o no, o si disgustastes a Dios por quereros a solas y no para otras cosas. Ahora preguntáis cómo puede ser que esta pena la haya Dios dado con fin de que ella en mí labre un corazón puro para sólo él y desasido de las cosas que traemos entre manos.

            Ahora, pues, digo que cuando queremos arrancar un clavo de una pared dámosle golpes con una piedra por dos partes y, dándole muchos golpes, el clavo se viene a menear y a aflojar hasta que con facilidad se arranca y despega de la pared. Esta pena que os quedó de la elección de vuestro officio es una piedra que os está hiriendo y maceando el corazón hacia la parte que os parece dejastes del recogimiento y hacia la obligación del propio officio. Tantos golpes puede dar esta piedra que meneéis el corazón y lo arranquéis de do estaba pegado y lo saquéis y deis a sólo Dios. Porque el corazón es uno y ha de ser de sólo uno, no consiente división. Porque, aunque es verdad que a los amadores del mundo [150v] los llaman perrillos de muchas bodas, sólo una es la verdadera y las otras han de ser fingidas y de cumplimiento. Porque el corazón, que no admite división, siempre que se da, se da entero, y ésta es la razón por qué sus pulsaciones siempre las da a un lado, hiriendo a una parte sola, dando a entender que a una sola parte se puede inclinar con veras y las otras son con burlas, según lo que Cristo dijo: que nadie puede servir a dos señores 17, porque este nuestro corazón no admite división de amor perfecto.

           


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A aquellas dos mujeres que pleiteaban ante Salamón cuyo era aquel niño, viendo su propia madre que mandaba Salamón lo dividiesen, se desasió dél del todo y tan de veras que, viendo que si a su hijo lo dividían no podía vivir, dijo que se lo llevase entero 18. Este nuestro corazón en tanto tiene vida en cuanto está entero, porque en el punto que le hieren o dividen muere. Pues suponed que en vos, hermano Pedro, pleitean por vuestro corazón la afición de la soledad y recogimiento y el cumplimiento de vuestras obligaciones. Entramas a dos cosas son madres justas y verdaderas de vuestra propia vida, la cual os la desean para que la ocupéis en cada una de ellas. Viendo entramas a dos cosas que, si vuestro corazón se divide morís y acabáis a trueco de vuestro bien y que viváis, cada una de ellas renuncia la parte que le cabe de vuestro corazón y no lo quieren, dejándooslo libre, desasido y despegado de cada una de estas dos aficiones. Pues quedando en vos este corazón libre g, entero y así despegado es llano que, como decíamos del clavo de la pared, se ha de salir y arrancar y darse a sólo Dios.

            PEDRO: Pues decidme, Juan, por vuestra vida, ¿por qué se sigue que, despegado el corazón de estas dos cosas, se ha de dar a sólo Dios? Pregunto yo: ¿no podría buscar otra cosa terrena a quien darse?

            [JUAN]: Digo que no, porque este modo de desasir el corazón de las criaturas y de los officios es officio de sola la mano de Dios, y esta mano de Dios, que de ellas despegó vuestro corazón, no lo arrancó y despegó para arrojarlo en la tierra h, sino para guardarlo para sí, que conoce y sabe su valor ser tanto que sin él vuestras obras no valen nada [151r] por ser el que las i endereza j. Es como la aguja del relox: que señala la verdad del tiempo y hora y si ésta falta no vale nada todo lo demás del artificio. Y así, en el hombre el corazón es la mano que descubre la verdad o falsedad de nuestras obras, las cuales, si con­sigo no llevan el corazón que señale por fin y blanco a Dios, no valen nada. Pues siendo este nuestro corazón de tanto valor no lo despegó Dios con la pena que vos tenéis de la afición interior y exterior para arrojarlo en tierra, sino para guardarlo para sí, que lo quiere, desea y pide con grandes veras, diciendo: Diliges Dominum Deum tuum ex toto corde tuo 19. Y si bien advertís, entre vuestro corazón y Dios no pone nada en medio, porque el corazón, que se ha de dar y amar, en nada ha de topar, aunque sea lo que vos tanto deseáis como el recogimiento interior y el cumplimiento de vuestro officio.

            PEDRO: No lo acabo de entender. ¿No me acabáis de decir que las obras que consigo no llevan corazón no valen nada, porque él es el que descubre la verdad o ficción de ellas? ¿Cómo ahora decís que entre Dios y el corazón no ha de haber nada, aunque sea cosa tan justa y lícita como es el cuidado de almas o deseo de soledad y recogimiento?

           


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[JUAN]: Digo que es verdad y entramas cosas ha de haber y será fácil de entender. Digo que entre vuestro corazón y Dios no ha de haber nada ni officio ni deseo de cosa ninguna, sino de sólo Dios, y en estando el k corazón pegado a Dios luego tras él ha de ir el officio y el deseo de la soledad; y veislo aquí todo cumplido: primero Dios, luego el corazón, y luego los officios. Y ésa es la razón por qué el corazón por la parte de arriba está ancho, para que con anchura se pegue a Dios, y con la punta está aleando, como quien llama a lo de l acá abajo que lo siga y se vaya tras él. Esto la razón lo pide, porque, si la vida es Dios y nuestra vida está m en el corazón, para que éste la tenga, siempre ha menester estar siempre pegado al que la es verdadera; y de esta vida que la vida verdadera communica a nuestro corazón, el corazón se la communica a nuestras obras y sirve como de arcaduz, medio entre Dios y las obras que hacemos. Y si pervirtiésemos este orden, [151v] puniendo el corazón en la parte más baja y los officios y aficiones en la parte alta, tengo por cierto que serían obscuras y llenas de tinieblas nuestras obras, las cuales ellas por sí no son capaces de recebir luz, sino que ellas la reciben de la que les communica el corazón alumbrado de Dios. Como el sol alumbra el cielo y las demás partes del cielo no son capaces n por sí de esa luz, de suerte que si pusiéramos primero el cielo y luego el sol dejáramos escuro al cielo y al sol, porque el cielo añublaría al sol. O, si no, pon este exemplo en la tierra a quien el sol la alumbra con la luz que Dios communica al sol. Y si pusiéramos la tierra primero y luego el sol, entramos se quedaran en tinieblas y a obscuras. Así digo de nuestro corazón: que es capaz de vida y luz y a él se la communica Dios cuando está inmediato a Dios y de esta vida que a él le dan, da él y comunica a las obras que hace, pero si entre el corazón y Dios pusiésemos algo de lo criado, aunque fuese tan subido, levantado y de valor como el cielo, quedarse hía el corazón sin esta luz y vida que Dios le está communicando.

            Es nuestro corazón, cuando está inmediato a Dios, un sol que en nuestras obras está engendrando mill tesoros, mill bienes sin quien todas vuestras obras serían muertas, como obras descorazonadas. Y en el mismo sol hallaremos un exemplo que pruebe lo propio que vos preguntáis. ¿Cómo puede ser que las obras que hacéis sean obras de corazón y el corazón sea de sólo Dios? Veis aquí la tierra que tiene sol, y sin ese sol la tierra fuera tinieblas. Y el sol solo está en el cielo o recibiendo su luz de Dios y enviando rayos de luz a la tierra. Lo propio digo yo: que el corazón sólo esté en el cielo, que es donde está nuestro thesoro 20; y lo que la Iglesia canta en el sacrificio de la missa cuando dice: Sursum corda y el acólito responde Habemus p ad Dominum 21, donde dice que levantemos el corazón a Dios y confiesa el acólito que ésta


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es obra de sólo Dios. Pues nuestro corazón, puesto en el cielo, dende allí, como otro sol, está enviando rayos y luz a las cosas que él tiene a su cargo y en ellas está produciendo, [152r] mediante la gracia que de Dios recibe, nueva vida, nuevo ser y perfección.

            Y no nos espantemos de que yo diga que nuestro corazón, pegado con Dios, es sol y que haga tales efectos en las obras y cosas que están a su cargo. Una poca de tierra y lodo q que Cristo tomó en sus manos fue luz y ojos para el ciego, de manera que, cuando aquella tierra estaba debajo de los pies de Cristo, era tierra; y en sus manos, fue sol r que dio s luz, vista y ojos al ciego 22. Este nuestro corazón es carne y es tierra si está a los pies de Dios, digo a los pies pegado a la tierra, que es escabel y paño de pies de Dios, pero puesto en sus manos es sol que da luz y vista a las obras que de suyo están obscuras y ciegas. Y así digo yo que éste es el intento de Dios: de despegar nuestro corazón de lo de acá abajo, desasirlo, no para arrojarlo, sino para guardarlo y ponerlo en sus manos t, para que tiniendo él luz la tenga todo nuestro cuerpo, según lo que Cristo dice: Si oculus tuus simplex u fuerit, totum corpus tuum lucidum erit 23; si tu corazón fuere simple, sencillo, no compuesto de intereses ni de cosas de acá abajo, todas tus obras serán resplandecientes, como el spejo limpio v limpias representa las cosas que se le ponen delante.

            Y de aquí concluimos que las penas que Dios os ha dado, hermano Pedro, son para grande bien vuestro, pues sirven de despegaros el corazón de acá abajo, no sólo de lo que es conocido malo, sino aun de las cosas muy buenas en el sentido que hemos dicho, para que vuele a Dios. Como las aves y pajarillos que se están regodeando y holgando en el campo con el buen tiempo, si viene una lluvia o viento recio, luego se levantan y buscan sus nidos y seguros. De esto sirven las penas: de borrascas que nos hacen levantar de nuestros entretenimientos y gustos y que huigamos a Dios, en quien sólo hay seguro verdadero. ¿Qué seguridad se puede prometer la avecilla sentada en la ramilla del árbor? Ninguna por cierto, porque eso busca el cazador: quietud y sosiego en la caza para que le dé lugar a armar sus redes y hacer su tiro. No conviene en cosas de acá abajo asentar el corazón, que lo buscan el demonio, mundo y carne y, en hallándolo sosegado de suerte que les dé lugar a armarle red o apuntarle tiro, es llano que peligra su vida. Por eso es bien que, cuando os busque alguno de estos enemigos, se le pueda decir que no estáis en casa, que ya voló vuestro corazón y está durmiendo y reposando en sólo Dios.

            [152v] PEDRO: Mucho me ha agradado este bien que su charidad ha dicho que nace de esta pena, miedo y temor interior que a un alma le queda en el officio o estado que ha escogido. Y prometo a su charidad


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que, como mi manjar ordinario con que Dios me entretiene son penas interiores y pan con dolor, que no me hartara de aquí a la noche de estar oyendo decir bienes de males; que, en fin, esto me podría servir de salsa para los abrazar de mejor gana. Y me parece ya con esto que me vais diciendo w me serán de hoy en adelante mis penas y temores píldoras doradas y bocados azucarados. Que hasta aquí los he tenido como x cruz desnuda que sobre hombre flaco se sentaba y, como hombre que tanto gozaba de lo amargo sin tener reparo ni ayuda para de una vez pasar semejante purga, sucedíame muchas veces mascar estas penas y considerarlas, y aun no tragarlas, sino gruñirlas entre los dientes y aun murmurarlas; y, si no fueran penas forzosas, sé decir que muchas veces las hubiera vomitado.

            JUAN: Mucho gusto me habéis dado en ver el que habéis recebido porque os he confitado y azucarado vuestras penas y. Por haberles dado los títulos y nombres que les habéis dado, tomaré yo ocasión para deciros otro z bien que en vos causa esta pena y miedo que os quedó con el officio. Has de saber, hermano Pedro, que el hombre es inclinado a ser, tener y mandar; y no hay pulpo que tanto se asga a las peñas con sus bocas como el hombre se ase con sus afectos a estas cosas de acá abajo, ni niño tan pegado al pezón de la madre como nosotros asidos a aquello que tomamos a nuestro cargo. Pues Dios, que desea que hagamos estos officios con fidelidad y no menoscabándolos tomándolos como nuestros, sino trabajando a en ellos como tareas de Dios, póneles acíbar y penas por de fuera para que, si a ellos llegáremos las manos para los obrar, no peguemos los affectos y boca para nos los comer y gozar.

            Bien suelen las madres decir a sus niños, cuando b quieren que no toquen alguna cosa siendo buena, decirles que es la mala c, y con esto el otro chiquillo está a raya, hace el mandado y lleva el mensaje y presente con siguridad. Ahora decidme por charidad: si el rey mandara a su cocinero que hiciera un guisado que cada bocado habíe de valer dos mill ducados, ¿qué [153r] diera por hallar una traza con que lo tuviera bien seguro, hasta de probarlo del propio que lo guisaba? Pues esto que el hombre no puede hacer Dios muy de ordinario lo hace d: manda a un prelado que le granjee muchas almas —que no hay ninguna que no valga sobre mill mundos—, manjar para sólo Dios: Da michi animas, caetera tolle tibi 24. Estas las quiere Dios a solas, no obstante que a los tales prelados pague su trabajo. Pues, para que en este guisado no le toque ni le pase por la imaginación comer ni querer lo que es para sólo Dios, al pecho del mismo officio le pone Dios tantas penas, tantos miedos y temores, que, obrando, trabajando y guisando lo que


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Dios quiere, el hombre no lo arrostra ni lo gusta, sino que en él trabaja sólo porque se lo manda Dios.

            Yo he visto segadores que, estando cortando algún trigo que tiene gatuñas, spinas y abrojos, los propios segadores que trabajan a jornal, no obstante que tanto les han de dar por algo más o algo menos, se dan grande priesa y no ven la hora de acabar y pasar a otras tareas. Al officio del prelado lo llama Dios y compara al segador. Así lo dice por san Lucas: Messis multa, operarii pauci 25; mucha mies y pocos obreros. Compáralo al segador, entre otras razones, porque es el officio de mayor afán que hay en casa del labrador. Es un officio de grandes ahogos, ansiedades y fatigas, por ejercitarse con tanto resistero de sol, y se ha visto que sucede quedarse muchos ahogados. Y en esto es bien semejante el officio de prelado por las grandes ansiedades, fatigas y ahogos que trai consigo el haber de dar gustos a tantos, y tan pocos que de él se duelan.

            También el officio de segador es el que se hace entre todos los officios bajando más el cuerpo, que andan todo el día la boca y los ojos por el suelo; y así no hay officio como el del prelado que así requiera humildad y llaneza, que por eso la encargó tanto Cristo a sus apóstolos y discípulos, porque humillándose y trayendo los ojos por el suelo vean que no se les quede ni caiga la más pequeña spiga y menor súbdito de cuantos tiene, que todos son preciosos como el trigo y manjar floreado de la mesa de Dios. Entre estos trigos y sembrados permite Dios nazca cizania, como dice el Evangelio 26, que son los malos, y que haya espinas y abrojos para que los tales prelados [153v] y segadores se den buena priesa y con el deseo de acabar no se paren ni detengan, sino que pasen sus ahogos y fatigas hasta la fin de la jornada. Que es el aviso que el mismo Cristo dio a estos soberanos segadores cuando les dijo que no se parasen ni detuviesen a saludar a nadie por el camino 27.

            Sea él mill veces bendito, que bien vido él era este officio ocasionado a resollar, como lo vemos en los segadores: que, aunque muestra ser vicio las vayas que estos tales dan a todos los que pasan por los caminos, pero son nacidas de las apreturas que train en el corazón, andando bajados, llenos de fuego y de calor. Viendo, pues, Cristo que los de estos officios se habían de ocasionar con estas ansiedades, los previene que no hablen ni se detengan con los que toparen. Ves aquí, hermano Pedro, la causa de tus penas, miedos y temores en el ejercicio de tu officio: que en él no te pares ni detengas, que te sirvan de gatuñas, spinas y abrojos para que pases adelante, para que en él no reposes ni resuelles con los que encontrares, que oveja que bala bocado pierde, y el tiempo que te enderezas y levantas en tu officio, aunque sea a saludar a los que caminan para la otra vida, pierdes de cortar otro manojo y de hacer tu gavilla, y detener tu tarea. En cuya confirmación dijo el santo rey David, hablando en persona de los prelados: Imposuisti homines


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super capita nostra. Transivimus per ignem et aquam. Eduxisti nos in refrigerium 28; pusiste hombres sobre nuestras cabezas, sobre nuestros ­officios, pasamos e por fuego y agua y salimos al refrigerio.

            PEDRO: Aunque tenía intento de no hablar tan presto, no puedo dejar de preguntaros una palabrilla, pues son cosas fáciles las que ahora se tratan y vos, hermano Juan, no perderéis el intento, ni yo la atención. Decidme por charidad: ¿por qué dice David que Dios puso hombres sobre las cabezas, que son los prelados? Antes parece que habíe de ser al revés, pues las cabezas están en la parte superior del cuerpo; y siendo la Iglesia [154r] un cuerpo místico cuya cabeza son los prelados, paréceme a mí que los demás hombres, para andar el negocio bien concertado, habían de estar abajo y ser pies, porque si están sobre la cabeza, serán cabeza de cabeza y ellos serán los prelados y los prelados pies.

            JUAN: Digo que me huelgo lo hayas preguntado por qué, porque ni yo me acordaba de esa dificultad ni la tocara, porque no hacía al propósito de lo que yo quería probar con el verso de David. Pues digo que el decir David que Dios puso hombres sobre las cabezas de los prelados fue darles a entender en cuánto estimaba y preciaba esta soberana mies de que acabamos de tratar, cuánto vale y estima un súbdito, y que entienda el prelado que, no por ser él prelado y el súbdito pies, lo ha de traer debajo de ellos, sino sobre su cabeza; no paño de pies, sino toldo f sobre su cabeza, porque ellos han de ser su corona en el cielo. Porque esto significó el ponerse Cristo corona de spinas sobre su cabeza 29.

            ¿Qué cosa hay más baja ni de menos estima que un spino, cambrón g y zarza que, salido de espinas y abrojos con que os llevéis las manos y la cara, no tienen ni llevan h otro fructo? Estos son los peccadores que, sin ser ni tener fructo más que haberle rompido a Dios sus venas y despedazado sus carnes, éstos significados por los cambrones y espinos, los entreteje Cristo y de ellos hace corona y pone sobre su cabeza a trueco de ganarlos y que no se pierdan, que espinas injertas en tan soberano celebro de estima serán, pues se esmaltan con tan preciosa sangre que vale sin precio ni comparación más que docientos mill mundos. Fructa darán allí sembradas esas espinas, pues se plantan en tierra sancta y bendita y se ingieren en árbor de vida, cuyas hojas, como dice san Juan, sunt ad medicinam 30.

            PEDRO: Cierto i que habéis dicho una razón y un bocadito que me huelgo de lo haber oído, porque estando hablando parece que se me iba ofreciendo la prática de esas verdades que decís. Y se vido bien probado y experimentado en la misma pasión de Cristo. ¿Quién entendiera que un hierro y lanza metido en el costado de Cristo diera vista


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al que se lo abría, [154v] y abra los ojos a quien le abre el costado y quiere que vea los thesoros que allí descubrió 31? ¿Quién hiciera esto, sino Cristo, que siembra e ingiere en sí espinas para que den fructo, y no menos que fructo que vale j luz, vista y ojos?

            Veo que los sayones lo acaban de enclavar y desnudar y que se vuelven rompiendo y hiriendo sus corazones 32. Seas tú bendito, Dios mío, mill millares de veces. Y cómo tiene tanta verdad lo que el hermano Juan va diciendo, pues por clavos das corazones y a quien te desnuda vistes de conocimiento. Bien muestras lo que estimas las spinas, que, aunque no son en sí de provecho, sino antes de perdición, puestas sobre tu cabeza, ingeridas en tu sanctíssimo cuerpo, no valen ni dan menos fructo que luz, vista y ojos, valen corazones rompidos y humillados.

            JUAN: Mucho me huelgo estéis k, hermano Pedro, tan en la conversación que, diciendo yo lo speculativo, vos tengáis puestos los ojos en lo prático y aplicación de ello; y si yo tuviese entera satisfación de esta vuestra atención con tanta puntualidad, me escusaría el poner exemplo en muchas cosas.

            PEDRO: En otras no sé yo lo que me sucedería, pero en ésta luego entendí la grandeza de la verdad en lo que íbades diciendo. Y aun en el punto que dijistes que esas espinas de la corona de Cristo injertas en su sacrosancta cabeza y celebro significaban los peccadores, entendí dos cosas: la primera, por qué la redención de todo el mundo y el consummatum 33 del bien de los peccadores lo dejó Cristo para aquella hora, cuando ya no le habíe quedado gota de sangre en su cuerpo. Y es que, estando yo en Valladolid, en nuestro convento, me dijeron que habían ingerido todos los árbores de la güerta y preguntando el cómo, entre otras cosas, dijeron que se ingerían en medio del verano al medio día, cuando arde más el sol, y que entonces se hacen ciertas roturas en los árbores y que con aquel calor sudan y con el l sudor se pegan y unen [155r] las púas que les pegan para que, siendo una propia cosa con el árbor, gocen de su virtud. Y así debiera de ser en la muerte de Cristo: que, para pegar a sí a los peccadores y hacerlos una propia cosa consigo y que gozasen de su virtud, aguardó que estuviese aquella charidad tan encendida como dice san Juan: que, «como amase a los suyos, los amó hasta la fin» 34. Que, según yo he leído, quiso decir: los amó con tanto fuego de amor y charidad que llegó hasta derramar y sudar su propia sangre por tantas roturas como en su cuerpo hubo, para que este sudor y sangre que derramaba pegase a sí a los peccadores y los hiciese una propia cosa para que gozasen de su virtud.

            Y no menos debiera de querer esto significar el estar el sol tan subido y levantado cuando se ingerían estas spinas y moría Cristo en la cruz, pues fue a la hora de nona m 35, para que se entienda todo fue


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amor y charidad del mismo Dios, pues de parte del hombre no hubo sino peccados. Y esto también me parece que significa aquello que dice el mismo Cristo por san Juan: «Cuando yo fuere levantado en alto, trairé todas las cosas a mí» 36. Que fue decir: cuando yo estuviere en un madero, uniré y pegaré los peccadores a mí; que es el propio tiempo de ingerir. Cuando a mí me levantaren (que levantar es exaltación y honra) entonces trairé a mí al peccador para lo levantar y honrar, que eso es poner n Cristo, que es cabeza de la Iglesia, hombres sobre su cabeza, honrarlos y estimarlos.

            JUAN: Cierto, hermano Pedro, que has dicho cosas que a mí me has espantado y que no sé si te finges donado o ignorante, o quieres tentarme con tus preguntas, o que no te entiendo; y que me parece a quien tanto sabe no hay que decirle ni que responderle a cosa que pregunte, sino decirle que lo estudie él.

            PEDRO: Por vuestra vida, hermano Juan, os ruego no entendáis de mí otra cosa más de lo que hasta aquí, porque soy el hombre más ignorante que tiene el mundo. Y si he dicho esas dos palabras os diré la causa: y es que yo me crié con un maestro de novicios 37 que a los hermanos donados 38 siempre les persuadía [155v] que pensasen en la pasión de Cristo y que no saliesen ni se apartasen de ella ni se metiesen en otras sutilezas, delicadezas ni dibujos, pues cuando de esto quisiese gustar un entendimiento en esta pasión sanctíssima hallaría hartos dibujos con que quedó bien hermoseada aquella sanctíssima humanidad en los ojos de sus devotos. Díjonos también que jamás perdiésemos de nuestra presencia y vista interior a Cristo crucificado y azotado y coronado de espinas. Así o, como éste es nuestro trato, conversación y pensamiento, ofrécensenos algunas cosas y levantamos algunas dificultades que no las podemos apear p ni rastrear. Y estoy cierto que, si de esto fuera nuestra conversación, yo cayera en muchas de las dificultades que se me han ofrecido, porque, como vos dijistes arriba si no me he olvidado, escarbando la gallina halla lo que busca. Y como vos, hermano Juan, desenvolvéis tan bien las cosas, por pequeñas que sean las que a mí se me ofrecieren, las veré y cairé en ellas, como ahora he caído, de lo que habéis dicho, en otra dificultad que se me había ofrecido pensando en las palabras que Cristo dijo en la cruz. Habíame maravillado que, estando la Virgen tan pegada a la cruz, el buen ladrón q, san Juan, su espíritu tan una propia cosa con el mismo Cristo, a quien primero consoló y por quien primero habló fue por los peccadores, diciéndole a su Padre: «Perdónalos, Padre, que no saben lo que se hacen» 39.

            Razón era que un hombre tan ignorante como yo dudara por qué acude primero r al remedio de los peccadores que al consuelo de su madre y al


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dicípulo afligido y al ladrón atormentado y a su cuerpo sediento y al spíritu desamparado. Y, como vos me acabáis de decir que las espinas las puso Dios sobre su cabeza y las ingirió en su celebro y de ellas hizo corona, vengo a entender mi dificultad: que es, según lo que acabáis [156r] de decir, que ama, quiere y estima a los peccadores hasta ponerlos sobre su cabeza y darles el mejor lugar y asiento en su persona, para los buscar el remedio que han menester. A este propósito, oí el otro día a un predicador, sobre aquellas palabras: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me s desamparaste?» 40, que decía que el Padre desamparó al Hijo en la cruz por amparar t a los peccadores con su muerte y sangre derramada; y por poner a los peccadores sobre su cabeza, pone a su Hijo a los pies de los sayones. Y esto me parece que es lo propio que vos vais diciendo que deben hacer los prelados: estimar los súbditos y ponerlos sobre la cabeza y hacerlos una propia cosa consigo, dándoles su propia sangre, con que les communiquen su virtud, charidad y sanctidad.

            Y para que otra vez, hermano Juan, no me tengáis por bachiller ni entendáis que en mis preguntas tengo algún género de malicia, quiéroos prevenir con otra cosa, para si alguna vez tornare a hablar. Y es que el propio maestro de novicios de quien decía denantes, demás del documento que dije que nos daba para nos ocupar entre día en pensar en la pasión de Cristo, nos daba otro para cuando nos sintiésemos algo tibios, secos y flojos: y fue que siempre trujésemos en el seno unos libritos que tratasen de la pasión de Cristo, en los cuales leyésemos a ratos cuando nos viésemos no bien dispuestos para la oración. Que, en fin, hermanos ocupados en cosas esteriores no siempre pueden traer aquel recogimiento que la perfecta oración pide; pero, por divertido que un hermano esté entre las ollas y fregados, es muy cierto podrá leer un rato. Y como hay tantos libritos de devoción, tan curiosos, tan devotos y buenos, y los leemos tantas veces, quédansenos algunos discursos u en la memoria que contándolos parecemos más maestros y bachilleres que donados y discípulos v. Y aunque es verdad que también nos enseñó a callar y que no recitásemos ni parlásemos lo que leyésemos w, porque podría ser, como ignorantes, no entenderlo y decir alguna necedad, pero como vos, hermano Juan, no obstante que estudiastes algo en el siglo, sois compañero, amigo y de la profesión, heme atrevido [156v] a decir y recitar estas cuatro palabras.

            Y también no hay que espantar, pues, siendo donado ignorante, la obediencia x me ha mandado tenga cuidado unos pocos de días con mis hermanos; y el officio me puede haber dado algún atrevimiento para hablar, no obstante que de aquí adelante propongo de seguir en todo la profesión y condición de y donado, que es callar mi boca. Porque si lo que hablo es recitar lo que oí, o aplicar lo que su charidad dice,


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no es hablar. Y no piense que tengo poca pena por lo que he hablado, que, aunque es verdad que todo ha sido en mi provecho y ocasionado para tener hoy oración por ser de la pasión de Cristo, pero, como esto se halla en los libros, pudiera dejarlo para buscarlo en ellos y pretender ahora resolución de mis principales dificultades, que echo de ver se me pasa el tiempo y a su charidad se le cumple su licencia, y sabe Dios cuándo nos tornaremos a ver.

            JUAN: Pues somos amigos, yo quiero deciros una palabrilla, y es que habéis vuelto bien por vuestra honrilla y no queréis que os tengan por bachiller ni letrado, y hacéis bien, porque, aunque es verdad que dije sabíades mucho, no lo dije tanto por vos como por unos hermanos legos que hay en las religiones que, como gente desocupada en el coro y en el salir fuera, son ya más bachilleres que los predicadores, leen libros, estudian conceptos, juntan frailes y parlan sermones. Que doy a Dios de lo que sirve todo, sino de mostrar alguna altivez que tienen allá dentro y que, habiendo buscado capillas en sus vocaciones, buscaran coronas ahora, si pudieran. A ellos y a mí nos haga Dios sanctos. Quédese aquí la plática, que es noche. Será Dios servido darnos tiempo para volver a ella en la mañana. Adiós, a recoger.

 




a            corr. de pareremos

 



b            sigue y así tach.



c            sigue Pedro sin tach.



d            corr.



e            corr. de atengo



1         Mt 19,12.



2         1 Cor 4,15.



f             sobre lín.

 



g            ms. suer



3         1 Cor 3,2.



h            corr. de evangélicas



i            sigue como esta tach.



j            corr. de sirven

 



4         Breviario, de la antífona mariana de completas Alma Redemptoris Mater.



5    Eclo 24,23.



k            ms. cosas



l            sigue por la tach.



m           sigue letra tach.



n            sigue p tach.

 



6         Cf. Jn 4,14.



o            sigue ber tach.



7         Rom 10,17.



p            sigue os sin tach.



q            ms. la



8         Eclo 20,30.



r            sigue sino tach.



s            sigue una tach.

 



t             corr. de pretendías



u            sigue Dios tach.



9         Am 3, 6: «Si erit malum in civitate, quod Dominus non fecerit?».



10        Cf. Sal 16,15.



11        Cf. Job 9,27‑29.



v            sigue por tach.



w           sigue p tach.



x            corr. de les

 



12        Jn 13,8.



13        Sal 76,11.



14        Cf. Jn 21,15‑17.



y            sigue el tach.



z            sobre lín., en lín. Dios tach.

 



a            corr. de supongamos



15        Gén 6,3: «Non permanebit spiritus meus in homine in aeternum, quia caro est».



b            sobre lín.



16 Cf. Ex 24,10: «... et sub pedibus eius quasi opus lapidis [lateris, según los LXX] saphirini et quasi caelum, cum serenum est».



c            sigue t tach.

 



d            al marg.V



e            sigue que tach.



f             sigue Pedro tach.

 



17        Cf. Mt 6,24.



18        Cf. 1 Re 3,16‑27.



g            sigue y tach.



h            en la tierra sobre lín.



i            sobre lín.



j            sigue vuestras obras que tach.

 



19        Deut 6,5.



k            sigue g tach.



l            sigue aq tach.



m           sigue pegad tach.



n            sigue de tach.



o            sigue en b tach.



20        Cf. Mt 6,21.



p            sigue in tach.

 



21        Diálogo introductorio al prefacio.



q            y lodo sobre lín.



r            corr.



s            corr. de dios



22        Cf. Jn 9,6‑7.



t            sigue para tach.



u            tuus simplex sobre lín., en lín. tuus um tach.



23        Mt 6,22.



v            sigue y tach.

 



w           sigue y tach.



x            sigue d tach.



y            sigue que ay tach.



z            corr. de otros



a  ms. trabajado



b            do sobre lín.



c            sigue cosa tach.



d            lo hace sobre lín.

 



24        Gén 14,21.



25        Lc 10,2.



26        Cf. Mt 13,25.



27        Cf. Lc 10,4.



28        Sal 65,12.



e            corr. de pasaste



f          sobre lín.



29        Cf. Jn 19,5.



g         ms. camprón



h         sigue otro tach.



30        Ez 47,12: «et erunt fructus eius in cibum, et folia eius ad medicinam».



i          al marg. ojo tach.

 



31        Cf. Jn 19,34‑37.



j             sigue ojos tach.



32        Cf. Mt 27,54.



k            sigue tan tach.



33        «... dixit: Consummatum est. Et inclinato capite tradidit spiritum» (Jn 19,30).



l            sigue su tach.



34        Jn 13,1.



m           fue‑nona sobre lín.

 



35        Lc 23,44: «Erat autem fere hora sexta, et tenebrae factae sunt in universam terram usque in horam nonam».



36        Jn 12,32.



n            corr. de ponerlos



37        P. Fr. Alonso de Rieros, maestro de novicios de san Juan Bautista de la Concepción en Toledo (1580‑1581). Cf. Carisma y misión, 45‑47.



38        Término convencional, en razón del contexto inmediato.



o         sigue p tach.



p         sigue ni rastre tach.



q         corr.



39        Lc 23,34.



r         sigue a los tach.

 



s            sigue as tach.



40        Mt 27,46.



t            corr.



u            sigue que con tach.



v            sigue pero tach.



w           corr. de leíamos



x            sigue y tach.



y            sigue donado tach.

 






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