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San Juan Bautista de la Concepción Obras II – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
V PREGUNTA Sedas y brocados en las iglesias
[287r] Jhs. M.ª
La quinta pregunta que se habíe hecho era si los religiosos de la Sanctíssima Trinidad seríe justo, según el rigor y estrechura con que enpezaban, usasen de sedas y brocados en sus iglesias y altares.
Por la parte contraria se habíen hecho dos o tres argumentos, si bien me acuerdo. El primero, la distración necesaria en frailes pobres para buscar ornamentos costosos y de valor para el culto divino. Puédese confirmar este argumento con decir que religiosos que han menester
buscar de comer y todas las demás cosas necesarias para su casa, podrían con tantas cosas cansar a sus bienhechores y serles molestosos, no alcanzando la charidad a tanto. El otro argumento era que los padres franciscos descalzos no a usan esos ornamentos de sedas ni de brocados y con eso edifican mucho al pueblo. También me acaban de decir ahora que las sanctas monjas carmelitas descalzas que viven en esta ciudad de Sevilla son tan curiosas en los altares que, tiniendo su iglesia un pedazo de cielo y hecha un paraíso adornada con muy ricas cosas, pensando la gente del pueblo que, como en aquellas cosas que ellos ven son ricas, también lo son en las demás cosas de adentro, siendo la verdad el ser pobres, sin tener lo necesario para su sustento, descuidándose de les acudir con sus limosnas por sus juicios engañosos. Otro argumento me han puesto ahora, que es de poca consideración, diciendo que los religiosos descalzos no han menester estas cosas exteriores para levantar el corazón a Dios, puesto caso que la verdadera contemplación ha de ser desenbarazándose b de todo género de imágines y cerrar los ojos a todo lo criado y buscar tinieblas y obscuridad, donde se halla Dios como summo bien inmenso.
En esta cuestión no será necesario detenernos mucho, respecto de que ha de ser fuerza dejar esto en opinión acerca del común, pues [287v] cualquiera de las dos opiniones la tienen sanctos y siervos de Dios, cada uno juzgando por mejor aquello a que su spíritu le inclina y lo que más le ayuda para el fin y las virtudes que principalmente pretende. Y como sólo busca Dios nuestras almas y mejoros, aquellos los tiene Dios por suyos en que el hombre sale mejorado. De suerte que si el hombre vestido de holandas, brocados, diamantes y perlas preciosas camina bien para Dios y ésas le sirven de levantarle el corazón, ésas le agradan a Dios; y si, por el contrario, lo distraen y lo pierden, Dios las aborrece y abomina, y si la pobreza es la que de veras al hombre desnuda de todo lo de acá abajo, con esa misma pobreza gusta Dios de que le sirvamos y alabemos. De suerte que, pretendiendo Dios en todas nuestras obras sólo granjear nuestros corazones para que con todas nuestras fuerzas le alabemos, aquellos serán medios más gustosos para Dios con c que nuestro corazón mejor se guisare y deshiciere en amor suyo. Y pues es verdad que no todos los spíritus los lleva Dios por un camino ni por unos medios, nadie debe sentenciar por su parecer cuáles sean los mejores, sino dejar al Spíritu Sancto que en cada uno de sus siervos escoja lo que quisiere; y estemos ciertos que después de haber eligido nos dará, si las pidiéramos, tantas razones de su acertada elección que pienso habíe de ser fuerza darnos por concluidos.
Todos los días de mi vida he alabado muchísimo la sancta pobreza de los padres franciscos descalzos, no sólo en sus personas, sino en el pobre y curioso ornato de los altares, trayéndome a la memoria aquellos remenditos y pobres pañales con que la benditíssima Virgen vistió a su sancto niño y no sólo cuando niño, sino cuando hombre, pues tanta
fue la pobreza de los casados a quien Jesús estaba sujeto. Sé decir que, si sólo hubiera de mirar d lo que un alma perfecta busca, que es a sólo Dios —porque si Su Majestad sólo busca al hombre el hombre quiere Dios que sólo busque a Su Majestad y entre entramos nada quiere que demedie para que la unión sea más perfecta—, según esto, contento Su Majestad con sólo el alma y el alma contenta con sólo Dios, no habíe que cansarnos en buscar cimbrias, scaleras [288r] y pasadizos de cedro oloroso o de satín preciado que nos sirvan de medios, que, en fin, como medios se han de quedar detrás de las espaldas en e alcanzando el fin deseado.
Ojalá hubiera el día de hoy el spíritu que habíe en la primitiva Iglesia, cuando las cuevas hechas iglesias y las manos desolladas de trabajar de los sacerdotes agradaba a Dios tanto que en medio de aquella pobreza, de aquellos trabajos, de aquellos remiendos y casas terrizas, tenía Dios sus jardines y gustosos entretenimientos. Lo cual lo mostró Dios como en figura cuando se apareció f a Moisés en el desierto en la zarza espinosa, cubierto de llamas de fuego 1, trono bien diferente del que en su cielo tiene Su Majestad, tapicería y adorno bien opuesto al que vido Esaías que enllenaba su casa, pues no era fuego, sino gloria 2. Todo esto para dar Dios a entender a Moisés que Dios se muestra y anda al paso y color del hombre y que, no obstante que él tiene en su cielo semejantes riquezas, siendo el hombre tan pobre como él le veía en Egipto, con pobreza se contentaba en las cosas de su servicio y que, mandándole saliese de Egipto y fuese al desierto a le sacrificar, no le detuviese y acobardase la pobreza grande que tenía entre aquellos bárbaros, que de buen contento era, pues se daba por pagado de una zarza por cielo de fuego y llamas por adorno. Y si su pobreza llegare a tanto que no tenga qué sacrificarle, el mismo Dios, a quien se ha de hacer el sacrificio, será g el sacrificado y el que se echará en el fuego y en las llamas, que a todo eso le obliga el amor que al hombre tiene y deseo de tenerlo en su casa.
Y esta doctrina que enseñó Dios a Moisés al principio del éxodo, después la mostró puesta ya en execución cuando, subiendo un día Moisés y Arón al templo a ver a Dios, vieron que tenía debajo de los pies un cielo hecho de adobes: Caelum quasi laterum 3; como quien dice: no me desagrada h vuestra pobreza ni los adobes que hecistes en Egipto; guardados los tengo para las fiestas grandes y para cuando yo vengo a verme con mis amigos. Seas tú bendito, Señor, mill veces, que a quien te busca, te quiere y ama, más le inflamas y abrasas el corazón, cuando siendo tú, Dios mío, rico en todas las cosas, [288v] te vistes de nuestro traje y librea pobre y de bajo precio. Cual hace i el discreto enamorado que, para que no desmaye la dama que él mucho ama y quiere, viendo
su poquedad y miseria, se finge pobre, llano y menesteroso, hasta que ella con sus favores va cobrando un poco de brío y se llega tiempo que su esposo le pueda decir que fue todo disimulo, que rico es y próspero y sólo pretendió su persona, que la estima en más que todas j sus riquezas.
¿Quién, Dios mío, no desmayara si tú te descubrieras a un alma pobre según la majestad y grandeza que tienes y con que vives en esos cielos? ¿Quién no se acobardara de hacerte sus desvalidos presentes, ni aun parecer delante de ti tan desnuda? Antes cuando tú, Señor mío, la llamaras, huyera como otro Adán sin dar más razón de su huida que verse pobre y desnuda 4. Lo cual considerando nuestro gran Dios, no se fingió desnudo y pobre, sino, haciéndose hombre verdadero, fue pobre y desnudo en una cruz de verdad y en verdad, para que su desnudez y vergüenza con que allí estaba puesto quitase nuestra vergüenza y diese osadía; y que si él nos dijese k: Vide, quod nuda sis, et ubi nunc l prostrata sis 5, le pueda decir el alma devota: También vos, Dios mío, estáis desnudo m y postrado en esa cruz, aunque diferente desnudez de la mía, porque la mía es falta de gracia y desnudez y caída de culpa y la vuestra es de amor y misericordia. Y si es verdad que con aquella desnudez y bajeza de trono n pone ánimo y osadía a quien está desnudo y caído en peccados, ¿por qué no ha de poner ánimo a los religiosos pobres que no tienen con qué servirle y o reverenciarle, sino con unos pobrecitos paños y ornamentos p de bajo precio y valor?
De suerte que, si el deseo apretare a querer servirte, Dios mío, con brocados y telas ricas, y no las tuviese, que responda mi propio deseo y diga, si estoy pobre y desnudo en los aderezos de altares y sacristía: más pobre y desnudo estuviste, Dios mío, en esa cruz, pues tu vestidura te la quitaron y sortearon 6. No buscas estas cosas de acá abajo, sino a mí. Así lo dice tu propheta: [289r] His q omnibus, velut vestimento vestieris 7; tu vestidura, Señor, son los sanctos. Recibe tú, Señor mío, este mi corazón y, si está flojo y destejido y es de bajo valor, dale tú, Señor, una gracia muy subida y entretéjelo con tus dones para que él te sirva de fino brocado de tres altos, adornado con las tres virtudes: fee, speranza y charidad.
No obstante esto, no queda desobligado el que tiene y puede servir a Dios con lo mejor y más preciado, según sus fuerzas alcanzan, porque en estos servicios descubre un hombre exteriormente el amor y deseo que tiene de darle su corazón, vida y alma, porque, si de las cosas de acá fuera le dio lo que pudo, bien mostró que si más pudiera más le diera y que, no pudiendo más de cosas temporales, habrá de hacer el desquite en los bienes spirituales, dándole lo que está dentro de sí, que es su vida y alma.
¿Quién descubrió el puro y sencillo corazón de Abel y el depravado, codicioso y envidioso de Caín, sino la diferencia de las cosas que ofrecían, dando uno lo más florido de r su ganado y el otro las spigas más vanas y vacías de la tierra? Causa por qué Dios pusiese los ojos en Abel y en su sacrificio y reprobase el de Caín 8. Bien se deja entender que lo que hubo de estima en el un sacrificio y de desprecio en el otro no fueron los corderos gordos ni las spigas vacías, sino el corazón puro, entero y rendido que Abel ofrecía. Por eso dice el sagrado testo que miró Dios a Abel y a su sacrificio, puniendo en primer lugar la persona y en el segundo el sacrificio, dando a entender que el sacrificio tomaba el valor de la sana y pura intención con que se ofrecía. Y lo propio dice cuando trata de la reprobación del sacrificio de Caín, que pone primero la persona, dando a entender que quien hizo vanas y vacías aquellas spigas y de poco valor su sacrificio fue la mala intención y voluntad vacía con que lo ofrecía. De suerte que ofrecer un hombre lo mejor que tiene y posee para Dios y su culto divino es una señal que de cierto descubre una grande voluntad y deseo que tiene de darle y ofrecerle más; y en lugar de este más que él no tiene en bienes exteriores, ofrece su corazón y vida. Y el que ofrece y da lo peor, mal podrá sanear la verdad de estos deseos [289v] y voluntad con que desea servirle y agradarle.
Dios, que se contentaba con espinas, zarza, fuego y llamas cuando su pueblo es pobre y de los adobes que hacen sus cansadas manos hace cielo, este mismo Dios, si con atención leemos los libros de Moisés, hallaremos que, cuando su pueblo enriquecía y s cuando hubiese de entrar en la tierra de promisión, no pide lo peor, sino lo mejor de los ganados y las partes más principales en los sacrificios: del tiempo, el día del sábado 9, que es cuando Dios cesó de las obras de sus manos; de la tierra, el diezmo 10, que es y significa lo más perfecto; de los animales, los primogénitos 11, y cosa que no fuese perfecta y acabada no la quiere; de las mujeres, los spejos 12, que son su adorno y hermosura. Quiere nuestro gran Dios hacerse nuestro depositario y que en él pongamos lo mejor que tuviéremos, para que buscando lo que amamos t y aquello en que tenemos puesto nuestro corazón, estando en Dios, hallemos al mismo Dios, a quien debemos amar, según aquello que Cristo dice: «Do está tu thesoro, allí está tu corazón» 13. Nuestro tesoro son los hijos que más amamos, lo mejor de nuestra hacienda y el tesoro de las mujeres son sus spejos y hermosura. Pues poned todo eso y dadlo a Dios para que en Dios tengáis puesto vuestro corazón. Seas tú, Señor mío, bendito mill veces, que te me quieres hacer mi guardajoyas para con mis propias cosas granjearme a mí. Cómo u te diste, Señor mío, por afrentado cuando las mujeres dieron todas sus joyas y oros para
de ellas hacer un becerro a quien adorar 14, en quien mostraste la diferencia que habíe de depósito a depósito, pues mandaste quemar el becerro y v hacerlo polvos y darlo a beber en cenizas 15, como quien dice: Veis ahí en ceniza, que es la cosa más baja que hay en el mundo, lo que distes en joyas y en oro. ¿Queréis saber qué provecho os puede hacer lo que dais y ofrecéis a vuestro ídolo y dios falso? Mirad el provecho que os hacen esas cenizas bebidas y metidas en vuestras entrañas. Rara cosa que se lo mandan beber. La ceniza es cosa fortíssima, hácese con ella lejía, abrasa las entrañas. Pues advertid, mundanos, los que ofrecéis [290r] y dais al demonio lo mejor que tenéis gastando con el mundo y con vuestra vanidad vuestros oros, riquezas y joyas, mirad no os engañéis, que os lo volverá hecho polvos y cenizas. Las cuales, comidas y bebidas como fructos de vuestras vanidades, no os pueden hacer otro provecho que el que hace la ceniza: alejiaros y abrasaros las entrañas.
Que quien con atención mira el color y valor que tienen los del mundo, conocerán esta verdad, pues siempre los verán macilentos, flacos, experidos, enfermos y como sepultados, que así ha de andar quien come ceniza. Bien por el contrario del que ofrece a Dios lo mejor y lo hace su mayordomo, poseedor de sus bienes y depositario de sus mejoros: que volviéndoselo mejorado, los trai ricos, alegres, gordos y vistosos. ¡Oh buen Dios, y qué fácil nos es probar esta verdad! Dispúsose un hombre a hacer un convento de religiosos, dioles los veite mill ducados para los edificios, los diez mill para ornamentos, dioles lo mejor que tenía en su casa para los altares y vestir las paredes de la iglesia. La gana de ver su hacienda bien empleada lo saca cada día de su casa y lo entra por las puertas del monasterio, donde ve su hacienda mejorada cuanto va de lo que es servirse de ella un hombre peccador y de carne a servirse de ella un Señor w celestial y divino. Ve su hacienda no quemada, como las hebreas vieron sus joyas, no hechas cenizas ni comidas en materia tan vil y baja, antes las ve ww de un precio y valor inmenso x realzadas y levantadas con las bendiciones y consagración que se echa a los ornamentos del culto divino. Y si por la culpa que los hebreos cometieron en ofrecer lo mejor a tan mal dios y demonio falso comen cenizas, porque tú heciste ese servicio a Dios del cielo no te da cenizas que comas, sino su sanctíssimo cuerpo, con que una y mill veces te convida; y en señal de que allí tienes tu tesoro, una y mill veces dices: vamos a ver mis frailes, mi convento y mi hacienda.
¡Oh, qué compra [290v] tan dichosa y barata, pues con hacienda (cuando sea lo mejor de ella es cosa harto vil y baja) compras siervos de Dios que por ti y en tu nombre le estén siempre alabando! Compras cielo y al mismo Dios, que tan barato se te está dando porque sólo lo quieras. Si tu hacienda pide, a ti quiere, que suya es la redondez de
la tierra y todo lo que en ella hay sin género de contradición. Agua pide a la samaritana y no la bebe para darse en retorno del y agua pedida y no bebida 16. Mira qué te dará a ti si de veras le dieres lo que tú más estimas. ¡Oh, qué tácita reprehensión para los príncipes y poderosos, que cubren sus salas y aposentos con ricas telas, enjaezan sus caballos con brocados de valor! ¿Qué digo, que me canso? En muchos pliegos de papel no podrá caber el almoneda y valor de los aparadores, mesas, recámaras, camarines. Pues ¿quién pondrá en aprecio las joyas, cadenas, perlas z, bordados, basquiñas, tocas, volantes que las mujeres tienen, que apenas hay días en el año para poder salir cada uno de su librea? Decidme por el crucificado Jesucristo, hombres poderosos, cuántas iglesias tenéis en vuestros pueblos en las cuales tomara Dios los manteles que ponéis en las mesas de vuestros pajes para poner en sus altares, y no vivir más afrentado que el hombre honrado que entra a comer en el bodegón, con haber ahí a más limpieza y curiosidad; tomara siquiera los pañizuelos de narices que desechan vuestros criados para purificadores, las basquiñas que se arrojan y mal logran para casullas. No digo que deis eso, que lo tengo por notable irreverencia, pero encarezco con esta pobreza y necesidad la que Dios tiene en vuestras iglesias.
¡Oh buen Dios mío! Que tengan siete mayordomos y secretarios para desollar sus vasallos y quitarles las pestañas de los ojos, sólo para que su casa esté sobrada, ¡y que no tengan un sacerdote que visite sus iglesias y que vean qué es lo que ha Dios menester! Confieso, poderosos y cristianos míos, que he llegado a decir missa a pueblos de señorío que me he avergonzado de decir missa en los altares de vuestra iglesia y que, pareciéndome trataba a Dios con irreverencia viendo en los altares que se celebraba y con los ornamentos b y recado con que se decía missa, que [291r] me parecía mejor crianza no decirla y mostrarme más comedido con Dios.
¡Oh buen Señor y amoroso Padre! Y qué disimulas cuando ves las sobras y cosas despreciadas en las casas, que quizá no merecían sus culpas las hojas de higuera que vistieron al inobediente Adán 17, y tu casa con tantas faltas que apenas se conoce si es templo, si son altares e imágines las que en ella hay. Decidme, cristianos: cuando enllenáis vuestras salas y aposentos de retratos de mujeres y hijos que aun no sabéis si fueron al purgatorio, porque profesaron la propia vida que vosotros tenéis (que quizá, si un poco pensáis en ella, seréis jueces vuestros, sentenciándoos a mill infiernos), ¿por qué, cuando entráis en vuestras iglesias, ermitas y templos, no levantáis los ojos a mirar los retratos que allí tenéis de Cristo y de su madre, y de los demás sanctos del cielo? ¿Es posible que habéis de tener curiosidad para buscar pinctores primos y acabados en su arte para que os pincte una mesa de
un bodegón con una francesa destripando gallinas y que no habéis de tener ánima para ofrecer a vuestra iglesia una imagen de Cristo o de su madre, ante quien recen y oren vuestros vasallos?
Admírome yo cuando en los sermones del rico avariento veo yo llorar los ricos cuando oyen decir que él vestía púrpura y comía cada día espléndidamente y tenía al pobre y mendigo Lázaro a su puerta desnudo sin darle limosna. Todos dan por muy justa la sentencia que Cristo dice se dio contra tan mal rico, que fuese sentenciado al infierno y allí desnudo en llamas ardiese, pidiese un dedo mojado al pobre Lázaro, que los ángeles lo llevaron y sepultaron en el seno de Abrahán 18. Esta sentencia todos dicen es muy justa, todos se enternecen con este exemplo. Dime, ¿cuál es mayor delito: el que hizo aquel rico cuando no quiso dar limosna al desnudo Lázaro, estando él vestido de ricas holandas y su mesa abastecida de sobrados manjares, o el que tú cometes cuando vistes tus paredes de telas, tus caballos de brocados, tus camarines de extraordinarias c [291v] piezas d de oro y de plata, y Dios en tus iglesias desnudo, pobre y quizá con un cáliz de plomo para decir missa, que si tu criado sacara de beber delante de ti a un labrador con tan ruin pieza le dieras de palos? Senténciate, hombre que oyes y haces esto, por más desaventurado que el rico avariento, pues tus codicias e, desperdicios y profanidades no sólo son con tu persona, sino con tus amigos y amigas; tus poquedades, miserias y cortedades no son con Lázaro, sino con Dios. ¡Oh hermano, y cómo debes temer que en la otra vida no haya para ti jarra de agua ni dedo mojado! En estas tales ocasiones, ¿cómo tengo yo de decir que será bien que las cosas del culto divino que sean pobres? Ojalá lo fueran, como fueran limpias y decentes. ¿Cómo tengo yo de alabar en estas ocasiones esa pobreza y disimular, o con esa pobreza abonar los gastos superfluos que en sus casas los señores tienen? Lo que yo hiciera, si pudiera, fuera que echara de sus casas a los grandes y en ellas hiciera templos, capillas y oratorios, y los echara a las casas e iglesias que tienen edificadas para Dios, que trocaran a ver veamos si con la experiencia echaban de ver el mal partido que habían hecho con Dios.
Y si en los poderosos del mundo esto no se disimula, sino que es digno de vituperio, y no los escusa el no ser de su profesión el trato de la iglesia y culto divino, ¿cómo se escusarán los sacerdotes, curas, beneficiados, canónigos, dignidades, prevendados y obispos, que llevan sus rentas y tiran sus gajes de las iglesias y con ellas triunfan, gastan, edifican casas y hacen mayorazgos, y no quería decir dejan las iglesias hechas caballerizas, que es feo vocablo para tomarlo en la boca; no importa, que más feo es el hacerlo y no se avergüenzan? Estraña cosa que quiera uno destos sacerdotes no tener escrúpulo de vestir [a] cuenta de los diezmos que dan a Dios el paño venticuatrenosino, la lanilla
delgada y las f diferencias de sedas disimudas, que yo no sé cómo se llaman, y que por otra parte tenga corazón y ánimo para ver decir missa en la iglesia que él desfruta con trapo viejo. No sé, padres míos, a quién compararos en el ruin trato que tenéis con [292r] Dios: a los que alquilan mulas y arriendan heredades que, tratándolas como cosas ajenas, no miran sino su provecho y commodidad, abriéndole los ijares a la pobre cabalgadura, desherrada y muerta, para que llegue presto, y a la viña que dé el fructo doblado, aunque el año que viene se decepe y haga erial. Compároos a los malos pastores que desentrañan el ganado por quitarle la leche y desnudarle antes de tiempo de la lana.
¡Oh buen Dios! Y cuánta es tu paciencia, que consientes desfructen los eclesiásticos tus iglesias, acceleren y hagan venir sus rentas antes de tiempo y a más que de paso, y que te dejen en esos altares desnudo, por andar ellos a lo pródigo vestidos. Cierto, Dios mío, que te iba a comparar a aquel buen hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó que cayó en manos de ladrones g. Los cuales, habiéndole despojado de todo lo que llevaba, dejándolo desnudo quedó arrojado en aquel suelo medio muerto. Cuyo trabajo no lo h remedió el levita ni el sacerdote, gente que por ser dedicada a Dios se debían antes mover a misericordia, viendo un tan grande mal y famoso ladronicio como con el triste hombre habíen usado ladrones famosos, que así lo debieran de ser quien en camino tan real se atrevían i a hacer semejantes hurtos. Sólo el pobrecito samaritano fue el que, movido de misericordia, la hizo con aquel su hermano, subiéndole sobre su pollino, atándole las heridas, habiéndoselas lavado con vino y aceite y llevándolo al mesón donde tuviesen cuidado con él 19. Pues digo, Señor, que verte en tu Iglesia y celestial Jerusalén desnudo y arrojado por tierra (que yo no trato ahora de las heridas que en ti hacen las culpas de los sacerdotes en cuanto es de su parte), que no sé yo quién puede hacer cosa semejante sino ladrones famosos, que así lo son quien en la iglesia y de las rentas de las iglesias hurta, que hurto es y sacrilegio que se dejen los curas, prevendados y obispos comer de ratones los frontales y ornamentos de las iglesias y ellos tengan tres o cuatro pontificales que no tengan precio y vestidos sin aprecio. Y ¿quién remedia este mal y miseria que hoy vemos? No el levita ni el sacerdote (que bien pudieran remediarlo restituyendo lo hurtado o malganado), sino el pobrecito labrador a quien de sus cosechas [292v] pobres le sacan la faneguita de trigo para comprar el sagrario, hacer el frontal y dorar el retablo. Los pobres y oficiales son los que ya el día de hoy remedian las necesidades de Dios y los sacerdotes son los que le ponen en ellas.
A este propósito, no puedo dejar de decir lo que me pasó en Toledo, sacando licencia para una fundación. Contradecíamela uno de aquellos
señores oidores y dio por razón que las iglesias de los frailes estaban ricas y adornadas y las perrochias pobres y desnudas, dando a entender que se iban allá las limosnas, o qué sé yo. A quien yo respondí: Señor, ésa es eficacíssima razón para darnos licencia, porque en nuestras iglesias tratemos a Dios con reverencia, porque los señores clérigos las rentas que tienen las han menester para comer, beber, vestir criados y mula; que si ellos ahorraran eso y profesaran la vida pobre y desnuda del fraile descalzo, es certíssimo tuvieran sus iglesias muy bien adornadas, particularmente el día de hoy, que nunca tanto precio y valer tuvieron sus rentas, beneficios y capellanías. Veo por mis peccados que, si sus rentas suben, sus gastos y profanidades corren y por ricos que estén no les alcanza la sal al agua. ¿Cómo han de vestir los altares y proveer sus sacristías? Y si por ahí anda Dios menoscabado, haya conventos de frailes que tienen puesto sus gustos y recreaciones en el adorno de sus iglesias; en ellas, en los altares y en el Sanctíssimo Sacramento, tienen puesto su descanso, sus cuidados y pensamientos; y cuando esto no está como desean y quieren, están inquietos y perturbados.
Yo no entiendo esto que ahora diré: que haya un monasterio de frailes con quinientos ducados de renta y se sustenten veinte o treinta religiosos y tengan su iglesia hecha un paraíso y retrato del cielo, y que tenga un cura mill ducados de renta y él muera de hambre y su iglesia esté hecha pajar o como choza de viñadero en viña vendimiada. No sé qué decir a esto j, sino aquello k que comúnmente dicen a los sacerdotes que malgastan los bienes eclesiásticos: que siendo bienes y haciendas ofrecidos por peccados y delitos que los hombres hicieron y cometieron, son como los retraídos: que en tanto están seguros en cuanto no salen de sagrado, porque en saliendo de ahí la justicia [293r] les echa mano y los prende. Así son los bienes, haciendas y rentas de los eclesiásticos: que en tanto están libres y seguros en cuanto se gastan en las iglesias y servicio del culto divino; y en saliendo fuera, haciendo sus enpleos en juegos, recreaciones, comidas, vestidos, mayorazgos o ventoleras, el viento se lo lleva todo y la justicia de Dios le echa mano y lo enbarga para que no lo goce quien con tanta libertad y poco miramiento gasta los bienes de los difuntos, que ellos con lágrimas y dolor ofrecieron en sus muertes para aplacar a Dios por las ofensas que hicieron. Vean qué sentirán estas tales almas cuando vean las haciendas que ellas ganaron con trabajo y afán y con gusto las ofrecieron para el servicio de las iglesias y altares, cuando las vean enplear en caballo y galgo para ir a caza, en diferencias de vestidos y juegos sirviendo a la vanidad.
Cierto que no me espantara cuando estas almas, puestas a los pies de Dios, le pidieran licencia y vinieran una noche y a el tal sacerdote o mayordomo de la iglesia de Dios le quitaran la hacienda, y aun la vida, que ni lo uno ni lo otro no lo habíe menester l quien tan mal lo enpleaba. Qué de ríos vemos en el mundo de que a la república no
se le sigue provecho alguno: unos porque m apenas nacen cuando ya se hunden y meten por debajo de la tierra sin saber qué se hicieron, otros porque corren por entre peñas, salitrales y tierras infructíferas, otros porque su madre la tienen tan honda que no hay sacarles una gota de agua con siete azudas; cuando mucho, estos ríos tendrán n allá escondido con qué moleros un poco de trigo si lo lleváis. ¡Válame Dios!, qué diferente es el agua del cielo de ésta, que cuatro gotas que caigan las reparte Dios o de suerte que haya para todos, para el chico y el grande, el pobre y el rico; con ella riega el cielo la haza que está subida en el cerro y el trigo que está sembrado en el valle, crecen las fuentes y suben los pozos; todo queda remediado y bien logrado.
¡Oh buen Dios de mi vida, y qué verdad tiene al propósito que vamos hablando! Díganme, señores sacerdotes y todas las dignidades que gozan y tienen rentas eclesiásticas: pues son tantas, ¿qué se hacen que apenas veremos una bien lograda y enpleada? ¿Qué se hacen los 70.000 ducados de renta del obispo, los 3.000 del cura y los 7.000 de la dignidad? Ellos no se enplean [293v] en las iglesias que están a su cargo porque, si bien se mira, hallarse han algunas iglesias en estos obispados que ha cien años no vale cien ducados todo lo que tienen en servicio del culto divino, ni tampoco el cura lo enplea en su perrochia, porque si la fábrica de la iglesia no tiene para corporales y para comprar dos vinajeras, que cuestan dos cuartos, aunque no diga missa él no lo comprará. Ahora ya vemos que estas rentas y el corriente de estos ríos no riegan las iglesias ni con ellas acuden a sus obligaciones ni sustentan pobres, que ya saben los del pueblo que no han de acudir a casa del cura, porque dice que hartos sobrinos y sobrinas tiene que sustentar. Pues ¿qué se hace esta agua? ¿Por dónde corre? No hay que preguntar, que el exemplo respondido nos tiene: húndese, como el agua del río que do nace se esconde, y apenas ha caído la renta cuando acudió el otro por ella con cédula secreta para que no se sepan los desórdenes en que se gastan; y si esa hacienda la vemos correr, no la vemos gastar, porque por mineros secretos se despeña y hunde en los infiernos.
Otras haciendas hay que corren por términos y lugares infructíferos, salitrales y se gastan en cosas que ni aprovechan a Dios ni al mundo. Otras hay que ya tienen hecho su corriente y madre por do corran, de suerte que con siete bonbas no sacaréis una blanca. Ya ellos tienen determinado: esto para mi plato, esto para mis criados, esto para mis parientes. Y hecha la cuenta dicen que apenas alcanza, para que sepa el pobre y el que viniere a valerse de estos tales que, si viniere a beber de esta agua, se guarde que el río va hondo y que le podría suceder algún peligro y llevárselo el corriente, o quitarle la capa para remendar lo que al señor cura dice que le falta y a lo que no llegan sus rentas. Ríos que, cuando mucho, sirven de moler y moler las entrañas a sus parrochianos y renteros para cobrar antes de tiempo. Si esto es verdad,
¿qué nos hemos de espantar que sus p iglesias estén entapizadas de telas de arañas, habitadas de ratones y hechas hozaderos de lechones, porque la sepultura [294r] que se abre jamás se enladrilla?
Pero si los cuatrocientos ducados que tiene el convento pobre son como el agua que cai del cielo derramada y esparcida, ¿qué mucho que riegue y adorne la iglesia y sus altares q, que sustente a sus frailes y se den copiosas limosnas en las porterías? A todo alcanza, que es agua del cielo y Dios es el que lo reparte y derrama de suerte que a todos alcance: a los sembrados de Dios, aunque estén subidos sobre los altares y montes altos de su iglesia, a los religiosos humildes y a los pobres menesterosos. Es esta hacienda como el agua r que sacaba Rebeca del pozo, a quien llegándose Eleacer con necesidad de beber le rogó que le diese para beber y ella, movida de piedad, le dijo: No sólo te daré a ti agua, sino también a tus camellos 20. Respuesta digna de la que habíe de ser madre del gran Jacob, el perseguido, el pobre, el luchador y contemplativo por quien es significado el estado de los religiosos, a quien deben imitar en el repartimiento de los bienes y hacienda que Dios les diere s, que sea para todo hombre sediento y necesitado. A ti, dice Rebeca, y a tus camellos daré agua, sin reparar que la fealdad del camello significaba al peccador, porque sabía que Dios llovía sobre buenos y malos 21, para fervorizar a los unos y obligar a los otros. Y esto propio han de hacer los prelados a cuyo cargo están las rentas y bienes de los conventos: que sean largos y repartidos con todos, al bueno para que sea más bueno y al malo para que se enmiende.
Otro pozo hallo en la sagrada Scritura que me holgara yo no hallar a quien compararlo, que es el de la samaritana 22, adonde llega Dios cansado, sediento y necesitado de un refresco, y pídele a la samaritana de beber. Y dícele que cómo t se atreve a hablar con ella, siendo judío de nación; que no sólo le niega el agua, sino aun la habla, diciendo que no es bien hable con ella. Dícele que no tiene soga ni caldero con que sacar agua: Neque in quo haurias habes 23. Que, según cortesía, cuando Cristo le dijo que tenía otra agua que darle de más consideración, puesto caso que la samaritana habíe entendido del agua de aquel pozo, no le habíe de decir que no tenía soga ni caldero con que sacarla, sino prestarle el recado que ella traía y decir: Pues, Señor, [294v] vos me convidáis a beber a un agua que me ha de hacer tanto provecho como decís, pues yo entiendo que es el agua de este pozo, veis aquí mi soga y caldero, sacadla norabuena, que yo me holgaré. ¡Oh mundo, y qué malo eres! ¡Oh haciendas y rentas mal empleadas! Que si llega Jesucristo a pedir agua en el pobre o a pedir vistan su desnudez en sus iglesias y altares, porque, porque el señor cura y beneficiados tienen soga y caldero con que sacar aguas, no se ha de atrever nadie a hablar con
ellos, aunque sea Jesucristo, pareciéndoles que basta ser pobre para que no se deba llegar a tratar con ellos; y que muera de sed quien no tiene soga y caldero para sacar bienes temporales de las entrañas de la tierra.
Rueguen a Dios, señores ricos y eclesiásticos poderosos, no se les quiebre su soga o se les caiga el cántaro en el pozo; que, como dicen allá, cantarillo que muchas veces va a la fuente, o deja el asa o la frente. Braceen bien, corra el tornillo, bajen y suban los cubos, no le falte al pozo el agua, que en verdad que la soga y vida del hombre que es tan delgada que con un trago de agua de la que sacan es bastante para podrir la soga u, acabar la vida y dar con ella y con el cántaro en los infiernos; y que en cierra ojo y abre ya se hallarán sin nada en las manos.
Válame Dios, si la samaritana, cuando habló a Cristo con aquel desdén y despego, considerara las propias palabras que ella dice al mismo Cristo: Numquid tu major es v patre nostro Jacob, qui dedit nobis puteum istum, et ipse ex eo bibit, et filii eius, et pecora eius? 24 Por ventura, dice la samaritana, ¿eres tú mayor que Jacob, que nos dio este pozo del cual bebía él, sus hijos y ganados? Ahora, pues, mujer escasa, si tú confiesas que Jacob bebía de ese pozo, sus hijos, bestias y ganados, ¿por qué con tal exemplo no quieres tú dar una jarra de agua a Cristo? ¿Es posible que tal exemplo no te mueve para que siquiera lo estimes en lugar de las bestias y ganados [295r] a quien Jacob dio de beber? Y si no le has de dar, disimula tal exemplo, que te afrenta.
¡Oh padres míos sacerdotes, si cuando a los pobres niegan la limosna y cuando entran por sus iglesias y en ellas les pide Dios agua, considerasen que esas haciendas y rentas que tienen son pozos de Jacob, son dignidades y posesiones que las instituyeron y hicieron sanctos, no sólo para gozar y beber ellos de esa agua, sino para que sus ganados, perrochianos y feligreses gozasen de ella w, cómo se afrentaríen siempre que se muestran escasos en tales obras! Porque tales exemplos como los sanctos hicieron cuando a costa de su sudor hacían esos pozos y situaban esas rentas, corazones duros de diamantes habíen de deshacer para que no sólo la hacienda, sino el mismo corazón se diese deshecho y repartido a todos los que en nombre de Cristo lo pidiesen.
Parece nos hemos detenido algo en este discurso. Bien es para que los sacerdotes y eclesiásticos ricos, si en algún tiempo vieren a los religiosos pobres que con pobreza tratan y acuden a las cosas del culto divino, no entiendan que en eso han de correr a las parejas; que esta cuestión que aquí se trata no es de estas dignidades, que principio es claro y manifiesto que según sus rentas deben acudir obispos y todo género de eclesiásticos a que las cosas del culto divino se traten con
curiosidad y con la grandeza que sus fuerzas alcanzaren. Esto quedará más claro de lo que adelante dijéremos.
Pongo por principio claro que el oro, la plata, brocados y sedas sólo se deben enplear en el servicio de las iglesias y adorno de los altares, o por lo menos principal y propiamente. Y si los hubieren de vestir los hombres, es sólo por permisión, disimulación o, como veremos, por estar las cosas pervertidas y desordenadas, sacadas de sus quicios y fuera de sus lugares. Que en fin, como este mundo es una tragedia y representación donde en secreto se truecan los vestidos el rey y el villano para hacer fiesta y representar un rato, aquello no es propio, ni los vestidos son [295v] de quien los viste, sino de quien los desnudó para que se representase la tragedia y se burlase un rato de los que miran y piensan que el villano es rey y el rey villano.
Es cierto, como luego veremos, sólo las riquezas de la tierra son para que con ellas sirvamos a Dios y lo tratemos con la reverencia y respecto que somos obligados, contentándonos nosotros con alimentos y con qué cubrir nuestras carnes. Y que el andar estas cosas trocadas, Dios desnudo y los hombres vestidos de brocados, es tragedia, entremés y permisión, burla y engaño que se hace a los que no saben que el oro, la plata y el brocado no es de quien lo viste, sino de las iglesias y altares que están desnudos y x que Dios lo consiente y permite por el rato que dura esta tragedia y fiesta en que los hombres están abobados creyendo y tiniendo lo que es por lo que no es y, al contrario, lo que no es por lo que es.
Probemos cómo todas las cosas preciosas y de valor que Dios tiene criadas en este mundo fueron hechas para sólo el servicio del mismo Dios. Lugar es muy sabido de la Scritura en [Proverbios], donde dice el Spíritu Santo que omnia propter ipsum operatus est Dominus 25; que todas las cosas las fabricó y hizo la Sabiduría por el mismo Dios. De suerte que todas las veces que las cosas criadas no se enderezan al servicio de este gran Dios quedan fuera de sus quicios, asientos y lugares. Sabía el Padre eterno que su Hijo se habíe de hacer hombre y el hombre, de su parte, nada habíe de merecer; puso en el mundo riquezas y grandezas con que pudiese el mundo hacerle algunos servicios a su Hijo que, hecho hombre, habíe de ser pobre, para con su pobreza enriquecernos 26. Y así, antes que este Dios se enbarcase en las entrañas virginales y se apease en el pesebre, ya tenía al mundo enriquecido y enviado adelante su recámara con que lo recibiese y regalase; ya tenía escondido en las entrañas de la tierra oro, plata y ricos metales para que le ofreciesen; ya habíe criado gusanos de seda que hilasen delgado [296r] con que vestir su desnudez; ya habíe dado virtud a la tierra para que produjese sus hierbas según el género de cada semilla para que lo sustentasen. Y para que el hombre no pretendiese ignorancia y
entendiese que eso era para él, cuando al hombre lo cría, lo forma de un terrón de tierra 27, tierra que no dice bien vestirla de oro ni envolverla en sedas.
Lo cual bien lo entendió nuestro primer padre Adán, cuando después del peccado se cubrió con hojas de higuera, pareciéndole que eso bastaba para tan baja desnudez 28. Como cuando acá cogéis un banastillo de fructa, tapáisla y cubrísla con hojas del mismo árbor: si son uvas, con las hojas de parras, si brevas, con hojas de higueras, y si manzanas de su manzano. Adán fue formado de tierra y, como fructo de tierra, cubriólo con las hojas que producían los árbores de la tierra. Y si no, digamos que aquella desnudez que Adán tenía fue fructa de árbor y aun, como dicen algunos, de la higuera donde cogió los higos o fructa vedada. Y así, para tapar la fructa que habíe dado aquel árbor, coge del mismo árbor hojas, contentándose con eso y aun pareciéndole le estaba mejor a esa fructa aquella cubierta que otra de brocado. Y aun pudo ser que por entonces ésa le sobrase, pues hay quien diga que la causa por qué Cristo maldijo la higuera, cuando en ella no halló higos, sino hojas, no siendo tiempo de que los tuviese 29, que se le representó cómo habíe tapado con sus hojas la desnudez de Adán, de un y hombre inobediente que estuviera mejor curtiendo sus carnes a las inclemencias del cielo y haciendo penitencia.
De este lugar del Génesis y deste propio capítulo se me ofrecen dos dificultades. La primera: si Adán, después del peccado, se vido desnudo y dice el sagrado Testo que consuerunt sibi folia ficus, et fecerunt sibi perizomata 30, que cosieron hojas de higueras y hicieron saltambarcas o capisayos con que se vistieron, ¿por qué cuando Dios los llama se escusan con que están desnudos y que eso les hace esconderse? 31 Si ya estaban vestidos de hojas de higueras, [296v] ¿cómo dice que están desnudos? La segunda dificultad es: pues se tienen por desnudos, ¿por qué aguardan a que Dios les haga túnicas de pieles de animales? 32 ¿Por qué Adán, pues todas las cosas las habíe Dios puesto debajo de sus pies 33, no las hizo como las hizo de hojas de higueras?
Digo a lo primero que la malicia, que ya iba envuelta con el peccado, no se daba por contenta con tan ruin y bajo vestido como eran hojas de higueras. Ya se les habríe ofrecido a la memoria las lanas del ganado z, las felpas de los animales y las sedas y hilaza de los gusanos, y quisiera él, cuando se escondió, que le dieran lugar para hacer tela, cortar vestido y parecer de fiesta delante de Dios, que es propiedad de peccadores disimular con oro y brocados de fuera los muladares hediondos que están por de dentro. Y si no hizo Adán luego las túnicas de las pieles de los animales, pudo ser que le pareciese que para pocos días y de enprestado aquellas a hojas bastaban; que, no acordándose de
la visita b y residencia que Dios le vino a tomar con tanta brevedad, le parecería que de su espacio haríe el vestido al uso y talle de la malicia que habíe entrado en el mundo c. La cual soberbia la refrenaríe Dios con hacerles túnicas de pieles de animales, dándoles a entender que su mejoro de hojas de higuera sólo pasase a pieles de animales, que quien por el peccado se hizo bestia cúbrase con pieles de bestias y la fructa, como queda dicho, cúbrase con la hoja del propio árbor. Y quien estando en honra no entendió y fue comparado a los jumentos y bestias del campo, den esas propias bestias telas y túnicas con que se cubra ese fructo y esa ignorancia. Y si no, digamos que el no hacer Adán dende luego sus túnicas de pieles de animales fue que si, por una parte, les parecían poco las hojas de higueras, porque su vanidad d, que ya estaba dentro de casa, se alargaba a más, por otra parte, la conciencia, que enpezaba a remorder y ya batallaba contra la sensualidad, lo acobardaba para que no vistiese [297r] lo que no merecía ni se atreviese a poner mano en animales, que si primero, en el estado de la gracia, le estaban sujetos, ya en el estado del peccado todo se le habíe rebelado, y que si el hombre dentro de sí tenía quien le hiciese guerra, mejor tendría fuera quien se le atreviese y se defendiese del mal que le quisiesen hacer.
Otra dificultad me queda para dejar concluido a qué se puede alargar la pompa y vestido del hombre. Pregunto yo: cuando Dios le dijo a Adán que de su sudor habíe de comer su pan 34, ¿por qué no le dijo que del sudor y fructo de la tierra se habíe de sustentar, pues era así que todo lo que trabajase habíe de ser fructo de la tierra? Digo más: pues le dice que de su sudor ha de comer, ¿por qué no le dice también que de su sudor ha de vestir, pues ésta es una de las partes más principales y mayores necesidades que por el peccado se contrajeron, pues después del peccado aun más mención se hace del vestido y desnudez que de la comida?
Respondo a lo primero que el decirle Dios a Adán que habíe de comer de su sudor, y no del sudor y fructo de la tierra, fue para borrarle del casco la vanidad que podía tener a andar buscando tesoros, perlas y piedras preciosas, que son cosas que la tierra las suda y fructos que da sin que el hombre trabaje. Que en fin, comiendo de su sudor y de lo que mucho le cuesta, irse ha a la mano en sus comidas y glotonerías. ¿Por qué pensáis que los grandes y poderosos son tan desperdiciados y sobrados en sus comidas y glotonerías? Porque comen de sudor ajeno y no del propio, del fructo de la tierra y no de su trabajo; pero el pobre, que gana el real con el azadón en la mano, a la mano se va en mirar lo que gasta y lo que come.
A lo segundo que decíamos —¿por qué no le dijo que vestiríe de su sudor, como le dijo que habíe de comer dél?—, digo que pudo ser
que, habiéndole dado modelo y regla de la comida en esas palabras: In sudore vultus tui vesceris pane tuo 35, en el sudor de tu rostro comerás tu pan, diese por modelo del vestido las túnicas de pieles [297v] que les habíe hecho, como quien dice: comida de sudor y vestidura de pieles de animales. Digo lo segundo, que si les dijera que comieran y vistieran e del sudor de su rostro f, siendo el hombre tan loco y profano como es en los vestidos, muriera de hambre a trueco de echarlo todo en vestido y trajes. Como el día de hoy lo vemos: que no hay official ni cabador que a costa de la hambre que en su casa se pasa ha de andar su mujer con la basquiña de seda y él el vestido de veiteicuatreno. Y para atajar Dios tal locura y vanidad y que el hombre no le quite a su estómago g lo que trabajando mereció, les dice que el sudor sea para comer, enseñándoles en las vestiduras que les hacía que bastaban pieles de animales para cubrir su desnudez.
Según esto, bien claro queda que el oro, la plata, el brocado y las telas, con los demás damascos y sedas, no son para los hombres para se vestir y adornar, pues el hombre es tierra y basta tapar la tierra h con un trapo viejo y la desnudez con hojas de higuera, como fructa cogida del mismo árbor, o a lo más largo, con pieles de animales, que son a quien por el peccado nos asemejamos. Luego si el oro y plata y los demás thesoros no son para el hombre, síguese que son para el mismo Dios, por quien el Padre eterno crió todas las cosas, según decimos atestigua el Spíritu Santo en el lugar alegado, donde dice que omnia propter semetipsum operatus est Dominus 36. Si esto es así, dime, hombre: cuando te vistes de brocados, te adornas con ricas telas y ves a Dios en sus iglesias desnudo, ¿cómo no te avergüenzas hurtando al rey su vestido rico, siendo tú un villano a quien hojas de higueras sobran, pues quien en el alma anda tan desnudo i de la gracia bien pudiera andar por de fuera al mismo temple y talle? Cuando un hombre [298r] hurta alguna cosa, procura esconderse, cuando usa de ella, de la persona a quien la hurtó, porque hurtar yo una capa a Pedro y salir yo con ella a la plaza donde Pedro sale en cuerpo fuera atrevimiento y desvergüenza. No sé, hombres, mujeres, cómo os atrevéis a entrar en las iglesias vestidas con tanta pompa y majestad y os atrevéis a aparecer delante del mismo Dios y Señor a quien le hurtáis esos oros y riquezas que traéis a cuestas y delante del dueño propio desnudo estáis vestidos.
De esto se quejaba Dios por el propheta Amós, capítulo 6: ¡Ay, dice, de vosotros, que estáis abundantes en Sión y entráis ponposos en la casa de Israel! 37 Que parece sube la queja de puncto por decir parecen con sus profanidades delante del Dios de Israel. Y en el mismo capítulo, dice: Ve vobis, qui dormitis in lectis eburneis, et lascivitis in stratis vestris 38. Bibentes vinum in phialis, et optimo unguento delibuti 39; ¡ay de vosotros,
que dormís en camas de marfil j y os deleitáis en vuestros estrados, comiendo, bebiendo en vasos preciosos, enbetunados y untados con ricos ungüentos!
Es llano que si esto se hiciera para el hombre, que no amenazara Dios tantas veces en la Scritura a los que usan de esas cosas, ni tantas veces murmurara el sagrado Testo de los ricos prósperos y cargados de oro. Entra Cristo en Jerusalén manso y humilde, como de él tiene prophetizado Esaías 40; sálele todo el pueblo a recebir y una de las fiestas más acertadas que le hacen es quitarse sus ropas y ricos vestidos y arrojarlos por los suelos sobre que pasase la asna en que Cristo redentor nuestro iba 41. Veamos qué ceremonia es k ésta que jamás se vido hacerse a príncipe. ¿Saben, mis hermanos l, qué es? Que como en aquella ocasión les abrió los ojos el Spíritu Sancto a chicos y a grandes m, hicieron las obras más acertadas que se pudieron imaginar: los grandes arrojan las vestiduras en los suelos, y los niños cantan: Hosanna in excelsis; benedictus qui venit in nomine Domini 42. Los grandes, con esta luz del cielo, ven cuán mal parece el siervo y el sclavo vestido a lo grave delante de su Señor desnudo y humilde; ven que aquellas [298v] [vestiduras] y oros no son suyas ni Dios las puso y crió en el mundo para el que le ofende, sino que todo lo habíe obrado y hecho la Sabiduría por sí mismo, pues, en viendo el dueño que lo vieron y conocieron, soltaron las capas y vestidos para quien eran.
Cuántas veces sucede ir la justicia n tras quien hizo un hurto y para escaparse de ella soltarle la capa, o lo que habíe hurtado, en las manos, pareciéndole con eso le dejará ir libre. Y aun las bestias fieras tienen eso, como el lobo y otros animales, que a los gritos y voces de los pastores y ladridos de los perros sueltan la presa que llevan porque los dejen de perseguir. Aunque Cristo, redentor nuestro, entró manso y humilde y ofreciendo la paz para el que de bien a buenas la quisiese, como él propio dice en esta misma entrada, cuando viniendo a Jerusalén lloró sobre ella, diciendo: Si conocieses tú las cosas que hoy, ciudad o, se te ofrecen para la paz, etc. 43. Pero, junto con eso, entró hecho justicia rigurosa, como tan bien lo mostró en esta entrada cuando, llegando al templo, cogió un azote y con rigor echó de él los que compraban y vendían 44. Mostrando en esto que los que le salieron a recebir al camino quisieron paz y misericordia, y así, soltando los vestidos y ponpas, las renucian y restituyen al mismo Dios, por quien se criaron y hicieron, pero los que no quisieron esta paz gozan de la guerra y a azotes, como a infames, los compelen a salir huyendo y dejar sus compras y ventas; y así, los unos y los otros en esta entrada dejaron los ricos vestidos y cosas de precio y valor p en manos de cuyos eran: los unos por bien en el camino, y los otros por mal en el templo.
¡Oh buen Dios! Y si el día de hoy viniera rigurosa justicia contra los que se visten de ajeno y contra quien gasta de lo no suyo, ¡qué de ellos quedaran desnudos y las espaldas acommodadas para el verdugo! ¡Qué de ellos salieran q huyendo [299r] de los templos y aun dejaran con qué vestir los altares, porque delante de la justicia no se atrevieran a andar hechos pregoneros cargados de ropa de difuntos, de que debían hacer almoneda por no ser suya! Y pues para el asombro de estos tales no hay justicia ni ellos la tienen por tal, a la voz y gritos del predicador canten los niños y digan: Hosanna in excelsis! Hágante, Señor mío, fiestas en tus alturas, vístante allá de gloria, majestad y grandeza, tiendan los cherubines y seraphines sus alas por tus caminos para que de ellos hagas carros, según r lo que dice David s: Qui ascendis super cherubim, et ambulas super pennas ventorum 45; que acá, Señor, en la tierra desnudo y pobre te veo y menesteroso en tus templos e iglesias, sin que haya quien siquiera suelte y arroje la capa y vestido desechado.
De aquí entenderemos por qué los sanctos y reyes poderosos, cuando les traían alguna mala nueva desastrada de que tenían sospechas era pena de peccados, luego, entre otras ceremonias que hacían, era romper las vestiduras 46, como quien acudía a deshacer o hundir el hurto o mal de que se podían temer hubiese causado semejante castigo. Como quien dice: mejor hubiera yo andado desnudo aplacando a Dios que no vestido de bienes ajenos, siendo causa de sus enojos; yo ronperé quien este mal hace, Señor, que cuando yo sea rey no deben de ser los reyes de acá abajo para quien se hizo tanta majestad y grandeza.
Si con atención percebimos, mis hermanos, este discurso, hallaremos que nadie es más obligado a tratar las cosas sagradas, iglesias, altares y cosas del culto divino con mayor curiosidad, limpieza y grandeza (si buenamente se puede) que religiosos y frailes descalzos. Para eso nos desnudamos: para mejor vestir a Dios. Para eso salimos del mundo, paraíso terrenal, vestidos de hojas de higueras 47 y pobres sayales: para dar las sedas [299v] a cuyas son. Para eso soltamos los ricos vestidos: para que los pise Dios en sus sacerdotes por los suelos de las iglesias. Para eso nos dio Su Majestad conocimiento de cuyas son estas cosas: para que las restituigamos a su dueño. Para eso ahorramos las costosas comidas: para que podamos ofrecer algo a Dios acá en la tierra.
Si de esto tú, Dios mío, no gustaras, no hicieran tanta fiesta entramas iglesias, militante y triunfante, al oro, incienso y mirra que ofrecieron los reyes que de lejos vinieron al pesebre 48, significando, como los sanctos dicen, a Cristo de tres maneras: en cuanto Dios, y así le ofrecen oro; en cuanto hombre, mirra por los trabajos; y [en] cuanto mortal,
y así le ofrecen incienso 49. Como quien dice: estos fructos ricos de la tierra tuyos son, Señor, ora te consideremos como Dios, allá subido y remontado, o como hombre entre los hombres, o muerto y sepultado como ahora te tratamos en las iglesias.
¡Oh, qué reprehensión clara para quien es escaso con este Señor, pareciéndole que, pues Dios se hizo pobre, que baste que le tratemos con pobreza y que, pues murió desnudo en una cruz, que bastan adornos muy moderados en sus iglesias! Quien oye decir a algunos: Señor, no fue mucho que Abrahán recibiese a Dios en figura de tres ángeles y regalase en su casa según sus fuerzas. Y pregunto yo que menos razón hay para servirle, sino mucho mayor cuando se hizo hombre pobre entre los hombres. Dicen otros: ¡Oh, qué dichosa fue Marta, que hospedó a Cristo en su casa y lo regaló!; lo propio me hiciera yo y sacara para su servicio todo lo bueno que tuviera. Y pregunto yo: ¿por qué ahora no lo recibes? ¿por qué no lo sirves? ¿por qué no lo hospedas y honras con lo bueno que tienes en tu casa? ¿Oblígate menos muerto y sepultado y puesto debajo de esos accidentes de pan que cuando andaba vivo entre los hombres? Estas riquezas, hermanos míos, suyas son en cuanto Dios y en cuanto [300r] hombre, vivo y muerto, que eso significa la ofrenda de los reyes de oro, incienso y mirra, y eso significa la estima que hace la Iglesia de sus ofrendas.
Y no digo yo del oro y cosas de valor que ofrecieron estos reyes, sino del cornadillo de la vieja, de los mendrugos de pan y jarra de agua que dais al pobre. Así lo dice Cristo: Venite benedicti, etc. «Venid, benditos de mi Padre, a poseer el reino que os está aparejado dende el principio del mundo». ¿Por qué, Señor, tanto premio? Estaba desnudo y vestístesme t, tuve hambre y dístesme de comer, tuve sed y dístesme de beber 50. Pues si tanto caso haces tú, Dios mío, de los mendrugos de pan que se dan al pobre y de la jarra de agua que se dio al sediento, ¿en cuánto estimarás los servicios que se hicieren en tu propia persona, haciéndote y edificándote templos, adornando tus altares, compuniendo tus sagrarios y ofreciéndote vasos de oro y plata en que se consagre tu cuerpo y sangre?
Y a estas ofrendas nadie tiene más obligación que los religiosos u, y religiosos descalzos, por el mayor conocimiento que Dios les ha dado, como a otros reyes magos, de quién es Dios y de lo que debe la criatura a tal Dios que por su amor se quiso v hacer pobre para con su pobreza enriquecernos, como queda dicho, según dice san Pablo 51. Poca necesidad tenía Dios de nuestros oros y platas, pues estas cosas, en comparación de w aquellas con que se sirve en el cielo, son escoria x o, por mejor decir, no son; pero ya hecho hombre y viviendo entre
nosotros, de nuestra pobreza se necesitó, para que dándole yo lo que amo y quiero, reciba de su mano en retorno lo que deseo y he menester.
Una cosa he notado en la razón que dan los reyes para hacer sus ofrendas a Cristo, y es aquello que dijeron cuando vieron la strella: Hoc signum magni Regis est, eamus, et oferamus ei aurum, thus et myrrham 52; esta señal es de grande rey, vamos y ofrezcámosle oro, incienso y mirra. Antes parece habíen de decir: ésta es señal de grande rey, no será necesario ofrecerle oro, incienso y mirra, porque, si gran rey, no tendrá [300v] necesidad de nuestro oro porque es grande, ni de incienso amargo porque la grandeza de los reyes hace huir el cuerpo a los trabajos, significados por la mirra amarga; y siendo rey poderoso, él se guardará de la muerte, significada por el incienso.
A esto queda respondido con el título y nombre que la Iglesia les da de sabios. Y que, si fueron reyes, estos tres sanctos estuvieron llenos de sabiduría celestial, en que conocieron [y] echaron de ver que su reino no era deste mundo 53, y así, como rey que anda en destierro, será bien ayudarle y favorecerle para que nos ayude en el suyo. Conocieron que sus riquezas no las traía en bienes temporales, sino y en spirituales, y que para comprar lo uno era necesario ofrecerle lo otro, según lo que el mismo Cristo dice: Date, et z dabitur vobis, mensuram bonam, etc. 54; dad, hombres, de vuestros andrajos y daros ha Dios una medida buena que será daros gracia y bienes eternos por temporales. Estuvo también la sabiduría de estos reyes en ofrecerle estos dones conociendo que era rey grande, porque, si es rey grande y mayor que nosotros a, a conquistar viene; pues, antes que llegue su justicia y rigor, mejor será rendirnos, buscarle y pagarle tributos de nuestros bienes. Esta es la sciencia y sabiduría que el religioso y siervo de Dios debe tener, considerando las obras y grandeza de Dios. Que, si es Dios grande, allá es su grandeza donde se sirve con tantos millares de spíritus divinos y donde viste su casa de gloria, pero acá b rey es pobre, causa que nos debe mover a que le sirvamos para que en su reino y de sus bienes nos enriquezca. Y si todas nuestras cosas son suyas, bien es que en ellas le reconozcamos por rey y señor nuestro, a quien debemos pagar tributo de bien a buenas y en tiempo que Su Majestad lo pide con amorosas palabras y cuando lo ha menester, antes que con rigor y justicia nos lo quite.
Este conocimiento, aunque en todos debe estar c, particularmente en los religiosos, que cada momento reconocen este dominio y señorío que tiene Dios sobre nosotros, así por la creación como por la redención y justificación, a cuya causa, como buenos siervos y esclavos, en la profesión nos desnudamos de todas las cosas que poseíamos y se las ofrecimos;
y quedando pobres y desnudos hemos de hacer, en lo que nos queda de la [301r] vida, lo que los buenos siervos: que sirven y ganan para su señor, sólo por verlo siempre mejorado en las d cosas que desean. Este ha de ser nuestro hipo, éstas nuestras ansias, después que por Cristo nos hecimos pobres: cómo será mejor servido, reverenciado y alabado, de suerte que nuestras ganancias, cortas, pequeñas o grandes en lo temporal y espiritual, todas sean para e con ellas descubrir su mayor grandeza y hermosura. Que aunque es verdad que Dios tiene en sí riquezas y bienes que con grande suficiencia nos descubran la grandeza de Dios, pero el hombre de suyo es tan ignorante que, si hay cuatro que conozcan a Dios en Dios por algún particular favor que les haya hecho elevándoles el entendimiento a este summo bien, todo el restante del mundo tiene necesidad de escalones, espejos y medios que le descubran y muestren quién es este Dios grande. Y puesto caso que las criaturas son las que a este fin nos llevan y las que sirven de caminos para este summo bien, llano es que, mientras las criaturas que se emplearen en servicio de este Señor fueren más subidas y más levantadas, más nos aficionarán y levantarán el conocimiento a que con mayor presteza lo busquemos.
De aquí es que, aunque es verdad que la tierra y lo que hay criado en ella da voces y me descubre a Dios, según aquello del [sabio]: Et hoc quod continet omnia, scientiam habet vocis 55, pero los cielos y lo que en ellos hay con mayores ventajas nos descubren la gloria de Dios, según lo que David dice: Caeli enarrant gloriam Dei 56. Por esto digo yo que, aunque es verdad que las cosas pobres nos descubran a Dios, descubriéndole con mayores ventajas las riquezas y oros que empleáremos en su servicio, hemos de procurar siempre el mayor adorno y compostura que nuestras fuerzas alcanzaren, buscando lo más precioso de las criaturas para que, ofrecidas a sus pies f, descubran su gloria a hombres tan ignorantes como nosotros que, no sabiendo buscar g sin caminos ni medios tan grande bien, como hombres flacos tengamos caminos de oro y plata que con [301v] su resplandor nos descubra su grandeza.
Una de las cosas que con mayor ahínco y veras pide Dios al hombre por el propheta [Isaías] es decirle que se convierta a el mismo Dios por los propios caminos que se habíe perdido: Convertimini ad me, sicut in profundum recesseratis 57, porque no era razón que Dios fuera de más baja condición que el demonio y el mundo a quien servimos con nuestros oros, platas, brocados, telas, sedas y demás ornato y compostura de que los hombres usan en el mundo. Según esto, si el hombre se apartó de Dios por riquezas, las propias riquezas ha de tomar para con ellas volverse a Dios y que quien fue medio para su perdición sea medio para su salvación.
Reseña hizo de esta verdad la Madalena cuando en el principio de su conversión tomó un vaso de ungüentos, que ella tenía en summo precio, y los derramó a los pies de Cristo 58; y después, hospedándolo en su casa, lo sirvió según sus fuerzas, le aparejó cena grande y sobre su cabeza derramó un vaso de ungüentos h de tanto precio que lo quisiera Judas empleado en cosa que de su valor le cupiera parte 59, y últimamente, ella junta con las demás Marías compran cien libras de incienso para enplear en la sepultura de Cristo i, sin reparar en tanto precio y valor 60. Porque en ella eso obraba la gracia, la cual, a la medida que en ella el mundo se habíe mostrado desperdiciado, a esa medida da revertidos a su Dios los bienes temporales que le habíen quedado.
Bueno fuera que sirva la mujer y el hombre al mundo sin tasa y medida en sus gastos y, para servir a Dios después de convertido, habíe de estar reparando en si el frontal ha de ser de paño o de seda. No ha de ser de esa manera, sino que estas sedas, que se hicieron banderas y libreas de las tragedias del mundo, arrástrense por esos suelos en servicio de Dios del cielo, mostrando que no es eso lo que Su Majestad estima, sino nuestras almas. El cual, para tenerlas y poseerlas más al seguro, quiere quitarnos nuestros bienes. Y para que no los vamos a buscar al mundo si los quisiéremos, gusta de tenerlos en su casa y templo, para que, cuando en él entres j, te los dé para que [302r] los pises, y si ésos te agradan, los mires y desprecies en comparación del que los crió de lo más vil y bajo de la tierra, como vemos que cría el oro en su k centro y entrañas l y la seda de las babas de los gusanos. Y si en cosas tan bajas encierra cosas que así te aficionan, arrójalo en servicio de este Señor y aguarda de su mano otras mayores riquezas que él tiene guardadas y encubiertas detrás de esas cortinas de los cielos y que, como perlas y diamantes, las tiene entre conchas tapadas para cuando tú, desembarazado de lo de acá, quieras, siquiera con la consideración, subirte con tu Dios allá.
Yo pienso que el valor y precio de las cosas de acá abajo más está en la aceptación y elección que de ellas se hace que en lo que en sí encierran. Que ya hemos visto cosas en sí de muy pequeñito valor que se estiman en grande precio y summa de dineros, de donde sabemos que hay reinos donde los azabaches y vidrios que nosotros despreciamos los estiman en más que el oro, pues leemos que los indios lo daban al principio que se conquistaron y ganaron las Indias por juguetes despreciados que los soldados llevaban de España. Y así dicen los que escriben esa historia que tenían cántaros y tinajas de oro y plata, no para obstentación, como hacen los grandes de España, sino para su servicio.
Otros reinos hay donde hay tanta seda y poca lana que tienen por mayor grandeza vestirse de paño fino que de ricas sedas. Y si los hombres hacen acá tanto caso del oro y de la plata es porque lo han aceptado y recebido por la cosa de más valor para hacer sus contratos, ventas y compras; que si la aceptación que hizo del oro hiciera del alquimia, estaño o alcohol, es certíssimo que eso valiera y no el oro m, pues vemos que porque el otro estima un caballo o un pajarillo y la señora un melindre o juguete, no hacen caso de cuanto dinero les dan por aquello en que tienen puesto los ojos.
Según esto, el oro en tanto tendrá valor y las demás cosas de sedas y brocados en cuanto de ellas se hiciere estima y elección para cosa más alta. Por tanto, digo yo que el oro que sirve al mundo no es oro y el n brocado que sirve a la vanidad y locura no es brocado, por haberse hecho de esas cosas elección para las cosas más bajas [302v] que se pueden imaginar. El oro no fuera oro de estima si con ello enpedráramos las calles, hiciéramos las sartenes y asadores. ¿Qué estima ha de tener el oro ni qué valor, pues vemos que andan mujeres vanas más llenas de oros y perlas que hazas de estiércol para que den fructo, y ellas lo den de vanidad y locura? ¿Qué estima ha de tener la seda con que cubrimos y tapamos paredes viejas y envolvemos cuerpos que mañana se los han de comer gusanos? ¿Qué digo? Vosotros, los que vivís en el mundo, me enseñáis el poco valor que estas cosas tienen enpleadas en nuestro servicio y puestas en nuestras manos, pues cada día sacáis vuestros caballos cargados y enjaezados de lo que decís se estima en el mundo, y aun a vuestros criados adornados con mill diferencias de libreas de brocados y bordados; y si os ponéis a jugar, no reparáis en hacer el envite de los mill ducados, ¿qué digo?, de 20 mill y más. Pues ¿qué estima tengo yo de hacer, me digan por charidad, de aquello con que se viste un caballo, se adorna vuestro truhán y se cubre vuestra manceba y de aquello que con dos naipes lo arrojáis?
Esto no lo hallo yo que es de estima y valor, sino digno de ser despreciado. ¿Por qué? Porque de ello se hizo elección para cosas viles y bajas. Según esto, sólo será oro y plata, brocado y seda que vos eligís y escogéis para ofrecerlo y dárselo a Dios, porque la aceptación es grande, y tan grande que en esa ocasión o en que ofrecéis el oro, la plata y seda al culto divino, la eligistes para con ella comprar el cielo. Si el oro vale porque con él compráis cosas ricas, ¿qué cosa de mayor valor que el cielo, pues con ese oro lo compráis cuando lo ofrecéis a Dios y lo dais para su servicio?
Un lugar hay en el propheta Jeremías, en lo último del capítulo 6 de su prophecía, que nos enseña esta verdad. Va allí tratando en aquel capítulo de los peccados de su pueblo y la terquedad y porfía que han tenido en ofenderle, los castigos que sobre él han de venir, las penas y captiverios que se le ofrecerán, y concluye todos estos males con una comparación estraña, diciendo: Argentum reprobum vocate eos, quia Dominus
proiecit illos 61; llámalos p plata desechada, reprobada y arrojada, porque el Señor los ha echado ya de sí. Pregunto yo, Dios mío, y en vuestro lugar a vuestro propheta: ¿hay plata [303r] u oro desechado, reprobado, arrojado? ¿Por ventura non omnes student avaritiae 62 y todos se van tras el oro, tanto que al que no va tras él lo llama el Spíritu Sancto bienaventurado: Beatus vir, qui post aurum non abiit 63? q Sí. Aquello que no se enplea para lo que Dios lo crió y hizo, aquello que se enplea en servicio del mundo, demonio y carne, ése es oro y plata reprobado. Y así lo seréis vosotros, dice el propheta, que seréis entregados en manos de aquellos para quien no fuistes formados y hechos. Así, como el oro reprobado, os arrojará el Señor. Así como el oro está arrojado y desperdiciado en adorno de las mujeres y hombres vanos r, de esa misma suerte os arrojaré yo y os desperdiciaré yo por el mundo y os entregaré en poder y manos de hombres infieles, locos y vanos.
San Pedro, en la primera canónica, capítulo 1, usa de otra metáfora a este modo: quiere decirnos s el valor de la sangre de Cristo con que fuimos redimidos y dice: Non corruptibilibus auro et argento redempti estis 64; no fuistes redimidos con cosas corruptibles, como el oro y la plata. Notable cosa, que si san Pedro quiso descubrirnos el valor perpetuo y eterno de la sangre de Cristo y decir que no era sangre que se corrompía t o perdía su precio, ¿es posible que no habíe en el mundo otras cosas más corruptibles que el oro y la plata con quien poder hacer la disparación y diferencia? Antes me parece al revés, de suerte que, entre todas cuantas Dios tiene criadas, no sé yo cuál sea más incorruptible que el oro y la plata, porque son perpetuos y eternos más que otros ningunos metales u otras cualesquier cosas de acá abajo. Pues ¿por qué, quiriendo hacer mención el propheta de cosas corruptibles con quien no tenía ninguna semejanza la sangre de Cristo, hizo mención del oro y plata? La propia dificultad hallo en otro exemplo que puso Jeremías en sus Trenos, capítulo 4. Cuando quiso tratar del trueco y mudanza de la gloria de su pueblo en tristeza y melancolía, dice: Quomodo obscuratum est aurum, et mutatus est color optimus u! 65 ¿Cómo se ha escurecido el oro? Pues pregunto yo: ¿no hay otras cosas que más presto se enpañen y escurezcan que el oro? Antes, por el contrario, no hay cosa que más reluzca y, mientras más lo martillan y echan en el fuego, más resplandor da. Pues ¿por qué, quiriendo tratar de esta súbita mudanza de alegría y gloria de su pueblo en aflición y tristeza, hace mención de ella con la mudanza que hace el oro cuando se escurece?
Respondo, mis hermanos, al propósito que vamos hablando, que no hay cosa en el mundo que tan [303v] presto se corrompa como el oro y la plata, el cual queda destruido, corrompido y perdido su valor siempre que se usa mal de esos metales. Y como son tantas las veces
que los hombres usan mal dél y le tuercen sus caminos, como dice la Scritura en el Génesis de la carne, que echó por los que no debía v y quedó corrompida w: Omnis caro corruperat viam suam 66, de esa misma suerte, por no echar el oro y la plata por el camino que debía x, se escureció y perdió el color y. San Pedro, quiriendo hacer mención de cosas corruptibles, le parece que ningunas tanto como el oro y la plata, pues haciendo unas veces de esas cosas vasos para Dios, de esos oros haces estiércol para tu carne y, como decimos, cuberturas para tus caballos. Y aunque parece que no hay cosa que más tarde se escurezca que el oro z, no hay cosa que más presto se añuble, porque el oro sólo da su resplandor cuando está enpleado en servicio de Dios y queda escurecido cuando queda mal enpleado. Como cuando acá una doncella noble y hermosa se casó con un hombre vil a, bajo y de baja condición y suerte, decimos que escurece su linaje. De esa misma suerte, cuando estas riquezas de que vamos tratando las enplea el hombre en servicio del mundo b, demonio o carne, quedan escurecidas, deshechas c, apocadas y corrompidas d.
El oro, la plata, sedas y brocados de noche no dan ningún resplandor; sólo en el peso o ruido que hacen los podemos conocer por lo que son, pero no en el resplandor, que ése queda añublado y escurecido hasta que sale el sol y viene el día. De suerte que estas cosas, enpleadas en las criaturas de acá abajo, sólo de ellas gozamos el peso del oro y el ruido de las sedas, porque el resplandor sólo se queda para cuando se enplean en Dios y él con sus rayos y en su casa les da luz y resplandor. Según esto ¿quién a estas cosas les quiere quitar su valor, de su incorruptibilidad, aprobación y resplandor? Lo cual sólo lo tienen en el servicio de Dios. Y, cuando de ahí las sacamos, las corrompemos, reprobamos y escurecemos: Argentum reprobum vocate eos, quia Dominus proiecit illos 67; vosotros, pueblo escogido, os formé y crié para que fuésedes mi pueblo escogido, habéisme dejado y apartádoos de mí [304r] y vuéltoos a las criaturas. No sé a quién mejor os pueda comparar que al oro y la plata reprobada: que, habiéndose hecho para que con ella me sirváis, no queréis sino servir a las criaturas y a vuestra vanidad. Así vosotros seréis entregados a hombres vanos y gente perdida que os enplee en cosas de servidumbre bajas, de suerte que los que eran para sólo Dios, siendo de él reprobados, queden sólo enpleados en la bajeza y servidumbre de las criaturas.
Concluyamos ya, mis hermanos, esta cuestión y digamos que, así como la esposa compara la cabeza de su esposo al oro bueno, diciendo: Caput tuum aurum optimum 68, de esa misma suerte aquél es oro bueno, plata escogida y seda fina la que se emplea en servicio de este gran
Señor. Digo más, que los religiosos, que son pobres y no tienen más que pobreza con que servir a este buen Dios, esa pobreza la estima y tiene como si fuera oro fino, porque Dios no es cruel ni tirano, ni pide higos de los cambrones ni oro de los pobres. Esa era la causa porque en [el Exodo] 69 se conformaba con la posibilidad de cada uno de los hombres, al tiempo de la redención de los hijos que a los cuarenta días le ofrecían, pidiendo a cada uno según e su posible; y al que más no podía, se contentaba con un par de tórtolas o palominos. Si nosotros somos frailes descalzos y pobres, con pobrecitos frontales y aderezo de iglesia se contentará y eso estimará Dios sobre todas las grandezas de los príncipes, si se le da y ofrece con sana intención y puro corazón. Si Dios no fuera de tan buen contento y eso [no] estimara, ¿quién más pobre que la benditíssima Virgen, pues lo pare en un establillo y pobre pesebre, donde los pañales no seríen de las ricas telas que se gastan en casa de los poderosos del mundo, sino de los andrajitos y tocas ordinarias que la Virgen trairía?
Digo más, que si nuestros religiosos tuviesen oro y plata y otras riquezas y no las gastasen en servicio de nuestro Señor, que no sentiría bien de ello, porque no era razón enplear en nosotros y en nuestro servicio lo precioso, lo que es de estima y valor, y darle a Dios lo desechado y aquello que no estimamos en nada.
Digo más, que si las cosas de precio y valor que hemos de [304v] ofrecer a Dios nos ha de costar trabajo, inquietud y desasosiego, más quiere Su Majestad pobreza y nuestra quietud, porque a nosotros busca con esos medios; y si con ellos nos hubiese de perder, antes le serían de pena y los aborrecería. Tampoco es lícito que, para tener esos adornos ricos, andemos cansando y moliendo a los seglares y bienhechores, porque libres y voluntarias quiere Dios las ofrendas, y no forzadas y de mala gana.
Digo más, que cuando nosotros tuviésemos muchas riquezas las hemos de dar y ofrecer a Dios de suerte que estas ofrendas descubran nuestra devoción, y no nuestra vanidad.
Llana cosa es que, siendo frailes pobres descalzos, no sería acertado, porque hubiese quien nos diese un gran patronazgo, hacer una iglesia catredal, mangas, cruces, capas como se hacen en las tales iglesias. Sino que, siendo aquello que hacemos para servicio de Dios de valor, sea tan curioso y tan limpio que en esa curiosidad descubra el deseo secreto que tenemos de servirle y agradarle, y juntamente convide a devoción a los que en nuestras iglesias entraren. No me parece para nosotros sería cosa acertada tener en nuestras sacristías aderezos de diez mill ducados, y más tiniendo por otra parte obligación de acudir a los captivos y a otras obras de piedad. Que, aunque es verdad que stimara Dios en mucho, como queda dicho, lo que en sus altares ofreciéremos, pero tanbién quiere que miremos nuestras obligaciones y que, acudiendo
con lo más a lo que es mayor, hagamos prudentes y f discretos repartimientos g. Las obras de piedad y de misericordia en tanto las estima Dios que él propio dice que, si vamos a ofrecer sacrificio al altar y nuestro hermano tiene sobre nosotros algún derecho, que dejemos el sacrificio y vamos a cumplir con él 70. Estando, pues, a nuestra cuenta los captivos, bien es que, en las ofrendas que hiciéremos a Dios, miremos nuestras obligaciones, lo que ésta en particular nos pide. Y él propio dice que el bien que hiciéremos a uno de sus pequeñuelos, lo hacemos al mismo Dios [305r] y por tal lo recibe, como si fuera hecho en su propia persona 71.
Digo más, que en la Iglesia primitiva habíe grandíssima pobreza y en ésa era Dios glorificado. Se daba muy por contento cuando en las cuevas y cavernas de la tierra le servían los hombres con unos pobrecitos andrajuelos y paños bastos, pero entonces era lo mejor aquello de todo cuanto los cristianos tenían y poseían, dejando para sí y para su regalo el duro suelo, las steras rotas, el pan y bizcocho podrido y el cuerpo desnudo, porque a más no alcanzaba el trabajo de sus días y vigilias. Pero, después que crecieron los amigos de Dios en número y en riquezas, quiere que partamos con él partición de amigos, en que mostremos el amor que le tenemos y cómo le amamos sobre todas las cosas pues se las damos, por preciosas que sean, por estimar más su amistad que a las propias cosas.
Al principio, la Iglesia sancta era más perseguida y afligida. Cada momento salía con los suyos al campo, formaba escuadrones y hacía acometimientos y a millares quitaban la vida a sus hijos y soldados. Y andaba desenbarazada h para cuando fuese necesario ponerse en huida y no tener cosa de las de acá abajo [que] detuviese a sus hijos los fieles, sino que, llevando la fee en el corazón y un librito con que celebraban sus missas, en eso sólo fuese resumido todo su carruaje y repuesto, de suerte que pudiese vivir, si fuese necesario, en una cueva o cisterna baja y estrecha.
Pero después, que ya tiene más paz, más quietud y sosiego, y vemos que por tantos siglos y tiempos permanece en un lugar, bien es que celebre sus fiestas y paces con el adorno posible. Que diferente ha de ser el traje del que camina o del que está en poblado; de una niña a cuando ya es doncella y grande: que a la niña con un vestidito pobre y pequeñito se contenta, pero, después que creció, ha menester ricas basquiñas con mucho adorno de plata y oro, criados y escuderos que la acompañen.
¡Ay, Iglesia sancta, y i con qué poco te contentabas cuando marchabas y caminabas por los despoblados, cuando en tus principios eras niña contenta y satisfecha con cosas pocas y de poco valor! Ya llegaste a los poblados, a las populosas cortes y ciudades, ya creciste y sales a vista de príncipes y
reyes, a unos que ya tienes por hijos y a otros que los pretendes aficionar con dos glorias, con la que de fuera muestras, demás de la secreta que en ti está [305v] encerrada y encubierta. La cual no la descubres si no es a los que ya se hicieron hijos por fee y baptismo. Así, pides y quieres adorno de desposada, como quien cada día pretende nuevos desposorios de principiantes: que, por no estar aún como deben enseñados de la fee, se dejan primero mover y llevar de estas cosas exteriores, las cuales j, obrando por de fuera, es sólo Dios el que obra por de dentro y aficiona las almas a que él sólo sea amado por quien es.
Digo que los estraños han menester esta gloria exterior hasta que de veras le conozcan. Lo cual hizo Dios con los reyes que trujo de fuera, cuando y como a estraños les envió una estrella resplandeciente para que los enseñase do estaba Dios. Lo cual no hizo con los scribas y phariseos, porque ésos bien le conocían por scritos y prophecías y no tenían necesidad de estas señales y luces exteriores, pues se les habíe dado tan con antes la luz interior que era la de la prophecía 72. De donde noto yo lo que el evangelista dice de cuando los reyes entraron a adorar a Cristo: que dice que lo hallaron en los brazos de la Virgen 73 y, cuando fueron los pastores, dice que lo hallaron en el pesebre 74.
A lo primero dice el glorioso Agustino 75 que ésa fue la fiesta k que hizo Dios a los reyes: que los quiso recebir en los brazos de la Virgen, que era en su hermosura y adorno. Que gustó y quiso ponerse en su trono resplandeciente, según lo que dice David: que in sole posuit tarbernaculum suum 76. Era el sol el trono, y riquezas de Jesús la Virgen. Y también la Virgen se quiso adornar y componer para recebir tan grandes güéspedes con tomar en los brazos a Jesús, que era su riqueza, majestad y adorno. Pero, cuando vinieron los pastores en nombre de la sinagoga, que eran como gente de casa, en el pesebre los recibe, en trono pobre y humilde, y la Virgen desembarazada y de por sí.
De donde saco yo que, cuando nuestra madre la Iglesia trata con varones más spirituales, más propios y más llegados, usa de menos cumplimientos y adornos esteriores. Y así, para el que de veras es varón contemplativo, no hay que reparar mucho en más o menos riquezas con que se tratan las iglesias, porque este tal [306r] ya está informado de la gloria interior 77, ya la fee le enseña quién es esta esposa. Pero, para los de fuera, para los que no saben tanto ni la han tratado y conocido como ella es, bien es que haya algo de cumplimiento, bien es que para recebir esa gente se ponga adornos, descubra luces y resplandores de oro, de plata y de brocados, que de todo ha menester quien ha de tener hijos sicut vitis abundans in lateribus domus tuae, et sicut novellae olivarum in circuitu mensae tuae 78.
Cuando el racimo de uvas está colgado de la vid, ha menester hojas con que cubrirse, pero, cortado de ahí y llevado a la bodega del señor en vino suave, no ha menester esas hojas; antes le impediríen, porque en aquel lugar el vino solo ha de estar puro, sin ninguna mezcla ni compostura. Y los que se llegan a comer con buena gana no han menester salsa, pero, si están enfermos y desganados, han menester sainetes. El tiempo, Iglesia sancta, que tienes a tus hijos asidos a ti y colgados de tu cepa y asidos con fe como racimos de tus pezones, necesario es uses de riquezas, grandezas, favores, que, si son hojas, hojas son que hacen sombra y conservan. Pero, cuando en la muerte se apartan de esta Iglesia militante y son entregados a la triunphante, dejando la fee y trocándose en visión clara, ya no son menester riquezas, oros ni plata, porque allá no suben ni hay bienes temporales. De la misma suerte, mientras aquí vivimos y comemos a esta mesa, como gente enferma y desganada, nos hace salsas y sainetes para cada día abrirnos las ganas. Estas salsas son los adornos, riquezas y grandezas exteriores que tiene y muestra a sus hijos los fieles. Será Dios servido llevarnos a la gloria, donde no serán necesarias cosas exteriores, porque en ese lugar todos los que allá fueren beberán un vino rico que los saque de sí y una con Dios con un modo tan admirable que jamás lo pierdan por todos los siglos de los siglos.
A los argumentos que pusimos a principio, queda respondido en el cuerpo de la cuestión. De suerte que, leyendo l eso con atención, pienso que quedará satisfecho de esas dudas. Demás que al primero decimos que, cuando, para hacer ese servicio al Sanctíssimo Sacramento de tratar los altares con alguna curiosidad, fuere necesario alguna inquietud, no es mala, [306v] sino muy meritoria, pues son servicios que un alma hace a Dios y trabajos que toma por Dios. Que es lo que san Agustín dijo de m la vida de Marta, de su trabajo y perturbación sirviendo a Cristo: Non dico mala, non iniqua, non nefaria, etc., non impia, sed laboriosa et aerumnis plena, timoribus castigata, tentationibus sollicita: hanc ipsam innocentem vitam dico, qualem decebat habere Martham 79.
Si algo en este ejercicio nos cansáremos y perturbáremos, haec est vita, qualem decebat habere servus Dei, a cuyo cargo están las cosas de Dios. Cuánto más que n, puesto caso que Dios es de tan buen contento, como dice a Marta cuando la ve solícita: Porrum unum est necessarium 80, que una cosa basta, conténtense los siervos de Dios con un aderezo moderado, curioso y limpio cual conviene a la vida perfecta y religiosa que profesamos.
A la confirmación, respondo que, puesto caso que nuestras comidas y gastos sean de pobres y los aderezos de los altares moderados, no será necesario ser importunos a los bienhechores; antes, partiendo lo
que nos dieren para nuestro sustento, habremos cumplido con lo uno y con lo otro. Y pues en nuestras comidas ahorramos lo que habíamos de gastar en nuestro regalo, con eso cumpliremos con lo que pretendemos con Dios.
El segundo argumento o que nos pusieron hace por nuestra parte, pues aquellas sanctas monjas descalzas carmelitas gustan tanto de tratar con curiosidad las cosas de los altares que no reparan en que sean causa, a los ojos de los ignorantes, de privarles de las limosnas ordinarias, y gustan más padecer trabajo y necesidad en sus cuerpos que dejar de tener [en] sus altares e iglesias el adorno y compostura que es razón.
Al último argumento respondo que, si los verdaderos contemplativos no han menester estas cosas exteriores para pegar su corazón a Dios, éstos son entre ciento uno, que los demás bien tienen necesidad de estas cosas para levantar su entendimiento y aficionar su voluntad al amor de Dios. Y cuando todos fueran varones contemplativos, también eran estas cosas de adorno y compostura de las iglesias bien necesarias. Cuando los cielos y su hermosura no fuera necesario para la contemplación, no por eso habíe Dios de dejar de criarlos con tanta perfección como los crió, que ellos por sí tienen su fin particular, que es descubrir la gloria de Dios, pregonarla y publicarla 81. Y muchas cosas p tiene Dios hechas y criadas en este mundo grande que el hombre no las sabe ni conoce, y no por eso las dejó Dios de criar para su hermosura y perfección y tenerlas de repuesto para cuando y como Su Majestad fuere servido. El lo sea de llevarnos a su gloria. Amén.