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San Juan Bautista de la Concepción
Obras II – S. Juan B. de la C.

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VI. RESPUESTA A LA SEXTA DIFICULTAD

 

 

 

[276r]                                      Jhs. M.ª

 

            El sesto cargo que se nos pone es que hay ya tantos religiosos que apenas hay quien vaya a la guerra a servir a su rey y señor. ¡Oh, si Dios me diera aquí una sabiduría altíssima cual convenía para responder a este cargo y capítulo! Al cual no se puede responder y satisfacer si no es sabiendo primero quién son los que hacen las guerras y quién alcanza las victorias, quién posee la paz y quién es causa de la discordia.

 

1.            Insignificancia de los trinitarios reformados frente a los desocupados y viciosos del mundo

 

            Bien pudiéramos responder a este capítulo sin ahondar mucho ni andar scudriñando otros secretos de los que descubre la corteza de lo que vemos. Y decir que se hiciera información de los religiosos que tiene nuestra sancta congregación: cuántos son, qué edad tienen; y si es gente acommodada para la guerra; y si, por entrarse religiosos, queda defraudada y menoscabada la corona real para la defensa de su reino. Y según la información que de eso se hallase, dar la sentencia. Y así, pido yo la dé según rectitud y justicia cualquiera que leyere estos cargos, advirtiendo son fieles y verdaderos los descargos que aquí se dieren. Pues en esta información más pretendo hablar con Dios, que con los hombres, a quien nada se le incubre pues es cierto sabidor de lo más secreto y escondido del corazón del hombre.

            Digo no trato ahora ni pretendo satisfacer a los hombres, pues nuestro gran Dios ha sido servido de a hacerse nuestro procurador y alegar de nuestro derecho, más suyo que nuestro, de suerte que ya hay satisfación y sentencia en nuestro favor. El sea bendito mill veces, que si la causa es suya, la sentencia ha de ser nuestra. ¿Quién podrá b contender con él, que es c fuente de sabiduría, y responderle unum pro mille? Y así él ha sido servido tomar el negocio por suyo y que la victoria quede por nuestra. Pero, aunque éste es negocio concluido, es bien se sepan las causas de una tribulación tan grande como ha tenido en esta ocasión nuestra sagrada Religión d, y para que se vea y conozca la malicia [276v] de satanás, cruel adversario destas sanctas congregaciones.

            Digo, pues, que este capítulo quedaba suficientemente respondido con decir que en toda nuestra sagrada Religión e hay cosa de docientos religiosos, ninguno de ellos de edad suficiente para la guerra, ni gente que en ninguna edad eso pueden profesar; entre todos estos religiosos sólo hay uno de setenta años, otro de 50, tres o cuatro de treita, y


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todos los demás son de diez y seis años hasta 25. Que entre todos apenas tiene la Religión hermanos que se puedan ordenar de missa, pues por ser todos tan niños nos tenemos las casas sin sacerdotes. Todos ellos son niños y muchachos a quien sus padres los criaban en las universidades y estudios para ofrecérselos a Dios en el estado de sacerdotes o de religiosos, sin que en ellos se conozca quien tuviese afición a las armas, quien fuese capitán o valeroso soldado, si no fue un capitán novicio con quien debiera de ser Dios servido topase Su Majestad un día viniendo a esta casa de Madrid (que ya se salió) para que con eso pudiese tener el demonio asilla de que le quitábamos a su majestad los soldados y capitanes. Que, cuando fuera así, que ése y otros muchos perseveraran, ¡cuántos son más los que andan por esas calles, plazas y audiencias perdidos por mala paga y peor despacho! f Pluviera a Dios tuviera su majestad algunas religiones donde se quisieran recoger algunos de los muchos que, después de muchos años de trabajo, mueren de hambre; y que les pagaran en eso lo que no alcanzan las fuerzas corporales de los reyes. Que pudiera ser no hubiera tantos perdidos mal pagados y descontentos en el mundo ni tantos que dieran en vicios y perdición suya y ajena. Digo, pues, que, siendo nuestros hermanos tan pocos, tan niños, tan insuficientes, bien se concluye no menoscabamos la gente de la guerra.

            Tengo por evidente cosa este tiro no fue para conservar estos poquitos religiosos para tenerlos de repuesto y como caballeros cuantiosos para lo que se ofreciese en caso de necesidad. Porque si eso fuera, quien cuenta y quiere enpadronar docientos niños religiosos que por el reino están repartidos, mejor fuera que contaran y enpadronaran tantos millares de ellos que andan perdidos por esa corte, número sin cuento, con quien no se pueden valer consejos ni justicias ni es [277r] posible agotarlos con cuantos medios toman para los desterrar de la corte. Miren cuántos habrá en el reino sin officio ni beneficio, viviendo a sus aventuras. ¡Cuántas cuadrillas de ladrones, de amancebados, rufianes, deshonestos, holgazanes y vagabundos hay por esas calles de quien no se hace caso para paz ni para guerra! g ¡Inquietan y perturban las cortes y los consejos trece conventicos de a doce religiosos que, dejando esas locuras y desvaríos, se han recogido a tratar del bien de sus almas y servicio h de Dios!

            ¡Cuánto más valiera, señores procuradores de cortes, que trujeran pleito contra el peccado de la sensualidad!, que es quien quita los soldados y de fuertes guerreros los hace flacos, sin fuerzas, mujeriles y gallinatos. Y no sólo ese vicio consume las fuerzas, pero destruye la salud y acaba las vidas; vayan a esos hospitales donde se curan las bubas y mal francés, y verán cuántos más tiene en aquellas camas este vicio, que en las religiones la virtud. ¿Quién tiene sulcados los cimenterios y llenos los carneros de güesos sino este maldito vicio? Si esto es así, ¿por qué se ha de pleitear contra docientos que encierra la virtud y


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los recoge a buen vivir, y no contra tantos millares que desperdicia y destruye la maldad?

            Si tanta necesidad hay de hacer guerra y juntar soldados que es necesario no haya tantos frailes, ¿por qué se consienten en las repúblicas tantos officios y officiales que más tienen por officio mirar cómo os han de quitar la bolsa y la hacienda, que cumplir con las leyes particulares del officio que compraron? Porque veo que más compran licencia y libertad para vicios que para beneficios; o, como dijo el otro, que i compran j capa para tapar lo que hurtan, y hurtar con licencia y a lo honrado.

            ¡Oh Dios sancto! Y ¡cuál te veo, república, el día de hoy! Y ¡quién te llorara con lágrimas que aprovecharan y movieran a misericordia las entrañas de Dios para que Su Majestad con mano poderosa remediara lo que o no pueden o no quieren los hombres! Que se cuenten ya los religiosos y que enfaden trece conventicos y que parezca que se asuela el mundo y que ya falta la gente y entra el enemigo, se pierde el reino y se acaba el mundo, ¡y que no se cuenten los alguaciles, procuradores, scribanos y officiales sobrados [277v] que andan rodando por esas calles! Estos sí eran buenos para la guerra, para estar puestos en una frontera con su lanza en la mano y arcabuz al hombro; y no vibrando la varita de alguacil en las plazas y calles y echando pendoladas falsas en los scritos y papeles. Esto quisiera yo que se mirara y advirtiera que éstos son los que hacen con sus vicios, peccados, guerra a su rey y a su reino. Estas son varas de justicia de Dios para contra quien tal consiente. Estas son plumas que escriben sentencias y juicio riguroso contra quien tal permite. Estos son los que con sus varas de alguaciles alancean las repúblicas y con sus plumas de scribanos os cruzan la cara y rompen el corazón. Pero veite niños inocentes en un convento ¿qué hacen?, ¿qué estorban?, ¿qué inpiden?

 

2.         Los religiosos combaten guerras espirituales

 

            Dos maneras de guerras acometen un reino: unas temporales y corporales; y otras spirituales de enemigos incorpóreos. Estas segundas son las crueles, las sangrientas, las peligrosas, de quien dijo por vía de asombro san Pablo k: Non est nobis colluctatio adversus carnem et sanguinem, sed adversus l [principes et potestates, adversus mundi rectores tenebrarum harum, contra spiritualia nequitiae, in caelestibus] 1; no traemos guerra contra carne y sangre, sino contra spíritus invisibles, contra quien son menester sabios, prudentes y fuertes guerreros. Para estos enemigos tiene Dios en estos dichosos reinos conventos de niños religiosos que, vestidos de las armas spirituales, estudian y aprienden sus acertados acometimientos. Y como


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el demonio ve que ésta es la guerra acertada, la que él siente y la gente que le hace la guerra, querría divertirla por otra parte y sacarla a la guerra corporal y temporal. No hay quien al demonio haga tanta guerra como un justo en la tierra.

            Más sentía él la vida de Job que tantos millares como él tenía en la guerra. Y por solos cinco daba m Dios suficientemente pertrechadas las ciudades de Sodoma y Gomorra para que no pudiesen ser combatidas ni asoladas 2. Son los fuertes guerreros, las murallas, baluartes que defienden, la gente de a caballo n que desbarata las güestes y legiones de demonios que se juntan a contrastar un reino. Ipse o dabit virtutem et fortitudinem plebi suae 3; dice David que da Dios virtud y fortaleza a su pueblo. Y acaba de decir en el propio verso: [278r] Mirabilis Deus in sanctis suis 4; que es Dios admirable en hacer sanctos. Y ésos los da y los entriega para que sean virtud y fortaleza de su pueblo. Si non Moyses, electus eius, stetisset in confractione eius, disperderet eos 5; si Moisés no se pusiera en las quiebras y portillos que habíe hecho aquel pueblo ingrato con sus peccados e idolatrías, ya lo hubiera Dios asolado y destruido. No hay por dónde mejor y a pie llano se entre la ira de Dios en un pueblo, que por los vicios y peccados, porque ellos son quien desportillan las murallas de la ley y preceptos que Dios les tiene puesto para que por ellos se salven y libren; ellos son quien acobarda a los soldados propios y incita y provoca los ajenos.

            Esta doctrina no creo es necesaria apoyarla más, que doctrina es bien sabida que cada día se nos predica en esos púlpitos. Pues si los justos son los que p hacen las guerras spirituales en un reino y los que son fortaleza y defensa de las temporales, tener un reino religiosos tiene soldados y quien le alcance sus victorias.

 

3.         Las armas de los religiosos

 

            Las cuales victorias querría yo que supiésemos no consisten en muchedumbre de soldados. Pues vemos que, llevando muchos Gedeón, le hicieron tornar tanta muchedumbre de ellos en la seña que le dieron al llegar a beber en el río. Y acometió con muy pocos, y con ésos alcanzó la victoria 6. Y el pueblo de Dios estaba ultrajado del gigante Goliat, tiniendo un tan poderoso ejército como tenía, hasta que solo David le acometió en el nombre del Señor y quitó el oprobio q de su pueblo 7. Y lo propio alcanzó con Judic contra Olofernes 8. No están las victorias en multiplicar las gentes. Pluguiera a Dios una partecita de los que en el ejército dañan y destruyen se quedaran, no digo yo religiosos y sepultados en los conventos, que ése ya era un bien no


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merecido, sino sepultados debajo de la tierra; que yo asegurara y fiara más victorias de las que el día de hoy se alcanzan. No sirve multiplicar la gente y no aumentar el alegría y provecho.

            Notable cosa, que hallo en la sagrada Scritura en muchos lugares que se llama Dios «Dios de los ejércitos», Dominus Deus esercituum 9. Y con tener tantos ejércitos, tantos soldados y haber hecho tantos acometimientos como se leen haber hecho, jamás alcanzó nombre de paz, que es lo que se alcanza con las victorias, hasta que, hecho hombre, [278v] se dio y entregó por los hombres. Y así, muchos siglos antes le tenían profetizado nombre de pacífico: Princeps pacis et pater futuri saeculi 10; padre de otro siglo y príncipe de la paz. Y apenas ha nacido cuando la Iglesia, su esposa, le llama rey pacífico, y los ángeles le cantan: Gloria y paz para los hombres de buena voluntad 11.

            Veamos, Dios mío, ¿con qué alcanzastes tan presto las victorias de guerras tan sangrientas y tan a fuego y a sangre como habíe entre los hombres y vuestro eterno Padre? ¿Con qué apaciguastes y vencistes (si así se puede decir) tanto poder como el que vuestro Padre traía contra los hombres, pues es Dios de ejércitos que cada día por sus sanctos ángeles daba terribles rociadas, ya matando millares en una noche como se vido en el ejército de Senacherib 12, ya pegando fuego a ciudades 13, ya haciendo fosas y abriendo la tierra que se trague hombres 14, ya enviando diluvios 15? Veamos con qué se han alcanzado victorias contra tanto poder, con qué se ha vencido tanta fortaleza, pues no era pequeña la del hombre pues andaba armado contra Dios con pecados y malicias, desacatos y inobediencias. Ni el peccado deja de tener estraña fortaleza, pues se atrevió el pecado en el peccador a formar guerra en el cielo, levantar bandera y hacer gente y acometer contra la silla de Dios; y lo propio hizo en el paraíso en gente tan flaca como fueron nuestros primeros padres, que, acabándolos de formar de tierra, les pareció levantar bando contra Dios 16. Pues veamos, Cristo viene a pelear contra su Padre y a detenerle el brazo fuerte, no lo descargue, y a vencer al hombre porfiado y terco, que en tantos años, con haberle matado tanta gente, no se ha dado por vencido. Veamos con qué ha hecho tan presto Cristo la guerra, con qué ha alcanzado las victorias r, que, en naciendo, le dan título y nombre de pacífico, y como príncipe que ya a su Padre lo tiene apaciguado, ofrece paces a los hombres, y como quien a los hombres ha vencido, le cantan gloria a su Padre. Porque, si bien queremos pensar y escudriñar con qué se alcanzaron estas victorias y se hicieron estas guerras, en el que las acomete no vemos más edad de la que tiene [279r] un niño recién nacido, no más armas que un corpecito flaco que está helado de frío en un pesebre, no más lanzas


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que unas pajas, no más gritos y voces que unos sollozos. Y que, cuando el que acomete está de esta manera, le llamen pacífico y victorioso, y no le llamen ni den ese título a su Padre cuando es Dios de los ejércitos.

            ¡Oh, si Dios abriese los ojos a los príncipes y reyes y les diese a conocer estas verdades que Cristo nos enseña, y cómo no pondrían sus confianzas y aguardarían sus victorias de la muchedumbre de soldados que tienen en el campo! Como dice David s: Non in fortitudine equi neque in tibiis t beneplacitum erit ei 17; que no está en eso el alcanzar paz, vencer los enemigos. Pienso que está en haber en un reino religiosos pobres, que duerman en los suelos u, que derramen lágrimas, hagan penitencias y clamen a Dios. Uno vale por mill. Uno, si es justo y bueno, apacigua y desenoja a Dios y lo trai a que sea de nuestra parte y a que haga nuestras guerras y defienda nuestros partidos. Y si no hay quien represente la persona de Cristo en el pesebre, Dios se estará enojado y los hombres se serán crueles.

            Envía Dios a Jonás a la ciudad de Nínive a predicar y pregonar guerra sangrienta dentro de 40 días: Adhuc quadraginta dies subvertetur Ninive 18; dentro de 40 días vendrá Dios de mano armada contra Nínive a la asolar y destruir. Ya sabemos que estos castigos y venganzas las suele Dios tomar por medio y manos de los hombres. Así fue en la destrucción de Jerusalén que Cristo v les prophetizó cuando, mirándola dende fuera, lloró sobre ella, diciendo: Vienent dies in te: et circundabunt te inimici tui vallo, et ad terram prosternent w te 19. Que esto se vino después a cumplir en el cerco que sobre ella hizo Tito Vespasiano cuando, viniendo con un copioso ejército, le puso cerco y la asoló. Pues es verdad que por manos de hombres es lo ordinario hacer Dios semejantes castigos. Veamos, a la amenaza que les hace Jonás, cómo se pertrechan, cómo se previenen, se fortalecen y guardan y qué son las cosas que buscan para la guerra y pelea; y, a amenaza x tan grande, por qué parte se pueden prometer algún resguardo y esperanza de victoria. Advirtamos lo que dice el testo sagrado: Praedicaverunt jejunium, et vestiti sunt saccis, a majore usque ad minorem. Et pervenit verbum ad regem; et surrexit de solio suo, et abiecit [279v] vestimentum suum a se, et indutus est sacco, et sedit in cinere. Et clamavit, et dixit ex ore regis Ninive et principum eius, dicens: Homines, et jumenta, et boves, et pecora non gustent quidquam, nec pascantur, nec aquam non bibant. Et operiantur saccis homines, et jumenta clament ad Dominum in fortitudine 20. Entra Jonás predicando y publicando la guerra; y luego al punto predican ayunos y se visten de sacos; y en llegando la palabra al rey, él propio se levanta de su silla y predica y pregona guerra contra guerra, guerra que se promete cierta victoria, y es que todos se vistan y armen de sacos y cilicios y y se cubran de ceniza y se quiten la comida y bebida hasta las bestias y jumentos y clamen en fortaleza.

           


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Yo no sé, poderoso rey, qué fortaleza es ésta. Si no han de comer ni beber, ¿qué fortaleza han de tener? ¿Con qué brío y ánimo han de clamar y pelear? ¡Oh!, que sí, que esa fortaleza busco yo, la que da el cilicio y la penitencia, la que da el ayuno y abstinencia. Fortaleza de espíritu, porque los enojos son de Dios y Dios es el que envía las guerras y el que permite la destrucción y asolación por manos de los enemigos. Acúdase a tapar este portillo y a detener la mano fuerte de Dios y aplacarle el pecho airado, contra z quien no hay fortaleza que se pueda resistir. Pero aplacarse ha con sacos y penitencia, con ayunos y ceniza. Estas son las armas: sacos y cilicios. Estos, los baluartes a y fosos: ceniza sobre sus cabezas y los hombres humillados, que ahí metidos y escondidos, son más fuertes y poderosos que subidos y levantados en las sillas reales.

            Parece que este poderoso rey con toda su gente en este caso se hubieron con la sagacidad que cuenta Plinio (libro 8, cap. 25 de su Natural historia) que se ha el ichneumón con el cocodrilo: que siendo entramos enemigos crueles y la grandeza y fortaleza del cocodrilo tan desigual a la de ichneumón, que es inposible viniendo a las manos salir el ichneumón con la victoria, por ser un pescadillo pequeño y de poca consideración y el cocodrilo b tan grande que tiene 18 codos en largo, un cuero fortíssimo que es [280r] imposible romperle el ichneumón por ser del tamaño de un conejuelo; pues para su pelea usa de esta sagacidad: que, saliéndose el cocodrilo fuera del Nilo muchas veces la boca llena de peces a se los comer a la orilla, donde de ordinario se queda dormido la boca abierta, el ichneumón sale mojado del río y revuélcase por la orilla en el lodo o polvo, donde se le pueda poner y pegar una camissa de tierra y barro, y luego sécala al sol; y después dase otro baño de tierra; y cuando está bien disimulado, va su poco a poco y éntrasele por la boca y, cuando está dentro, tiniendo las entrañas blandas y tiernas, se las roe y rompe, y con esto sale con la victoria. Y lo propio, dice el mismo Plinio, hace este propio animalejo con el áspide: que, peleando con él a brazo partido, le recibe los golpes, que el áspide le da con la cola, en las armas y corazas que lleva hechas del lodo seco; y cuando ya el áspide está cansado, se le entra por la boca y hace lo propio 21.

            ¡Oh rey y pueblo de Nínive, y qué prudentes y sagaces anduvistes en esta ocasión! ¿Quién habíe de poder vencer a Dios, cuyo brazo es fuerte sobre toda fortaleza? Pero, junto con eso, es de entrañas blandas, misericordiosas y benignas. Pues ¡alto!, dice el rey, no hay que salir mano a mano, no hay que ponernos en el encuentro, pues con sola una palabra nos puede acabar; usemos de prudencia y industria: vistámonos de sacos y cilicios c, revolquémonos por el polvo y ceniza y con lágrimas hagamos lodo, y parezcamos ante Su Majestad disimulados de


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lo que antes éramos. Entrémonos por sus puertas humillados y apocados, y dentro con clamores royámosle las entrañas; y desta manera alcanzaremos la victoria. Y así, fue victoria tan sonada y celebrada en las divinas letras y tan en la memoria de nuestra madre la Iglesia para la acordar y enseñar a sus hijos los fieles. Yo creo estoy ya entendido; y he tácitamente respondido a los que nos ponen el capítulo de que, habiendo tantos [280v] frailes, no hay gente para la guerra.

            ¡Oh, quién en este mundo pudiera parecer delante de nuestro cristianíssimo rey, y decirle: Gran confianza, poderoso rey, que gran pronóstico tienes de que saldrás con las victorias en todas las guerras que pusieres mano! Pues ha sido Dios servido dar en tu reino nuevos soldados que, vestidos de sacos y cilicios d y cubiertos de ceniza y vestidos de humildad, están clamando a Dios y le están con sus lágrimas ablandando sus entrañas y con oraciones rompiéndolas, que son las que hacen las guerras, las que, enojadas, destruyen los reinos; contra quien no hay fortaleza de soldados ni brío y acometimientos de capitanes, pues antes de llegar a las manos puede Su Majestad mandar a uno de sus criados y alguaciles prendan y encarcelen en el infierno todos los que alevosamente se le atrevieren y desmandaren, como lo hizo la tierra en el diluvio, que abriendo sus fuentes, anegó los vivientes 22, y como muchas veces lo ha hecho por medio de sus ángeles. Sólo para con este Dios valen los ayunos, las penitencias, mortificaciones y rendimiento, un corazón contrito y humillado 23. Y pues esto es así, aumentársele a su majestad los conventos reformados en su reino y los religiosos penitentes, auméntansele los soldados —y no se le disminuyen— y no soldados flacos, aunque vestidos de flaqueza, sino soldados briosos y fuertes.

            Como aquel sancto Jacob, a quien dijo el ángel e, después de haber luchado toda la noche y no lo haber vencido: Dime —dice el ángel— cómo te llamas. Respondió y dijo: Jacob es mi nombre. Respondióle el ángel: Pues de aquí adelante tu nombre será Israel, porque, si has sido fuerte contra Dios y le has resistido, más fuerte serás contra los hombres 24. Notemos dos cosas: la primera, ¿en qué estuvo esta fortaleza? El profeta Oseas la dice f: que praevaluit ad angelum in jejunio et oratione 25; que su fortaleza estuvo en ayuno y oración, y que con ésa venció y alcanzó la victoria. De suerte que con el nombre de Jacob, que es luchador g, peleó y venció [281r] en la lucha a Dios; y, cuando el ángel le dice que ha de prevalecer contra los hombres, le ponen nombre de Israel y le quitan el de Jacob. Que antes parece le habíen de dejar el nombre de Jacob: lo uno, porque con aquel nombre habíe prevalecido contra el ángel y alcanzado la victoria en su pelea; lo segundo, porque, si Jacob quiere decir luchador y ha de prevalecer en las guerras y luchas que tuviere contra los hombres, buen nombre es ése para que


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se quede con él. Con todo eso, dice el ángel: Nequaquam, inquit, Jacob appellabitur nomen tuum, sed Israel 26. Veamos qué misterio tiene el tener nombre para la lucha de Dios de Jacob y, para la que ha de tener contra los hombres, de Israel. Digo, mis hermanos, que lo que ahora se me ofrece: que este nombre de Jacob es nombre singular de persona sola y que, siendo uno solo, peleó con Dios y se lo dio la victoria; y, alcanzada de Dios, le dieron para contra los hombres un nombre común, que es nombre de un pueblo, de un reino y ejército tan grande como fue el pueblo hebreo. Como quien dice: has peleado y sido fuerte para con Dios; de hoy en adelante no serás uno solo, sino un pueblo, un escuadrón y ejército para con los hombres, de suerte que, si acometiste por uno contra Dios, de hoy en adelante, siendo uno, acometerás por muchos; no te llames ya Jacob, sino Israel, un pueblo, un campo, un ejército.

            ¡Oh, Dios de mi alma! Y si esto se considerase como se debe, ¡qué de escuadrones y ejércitos tiene nuestro rey en las religiones! Que son los que luchan con Dios con ayunos y oraciones. Quien, si cada religioso pelea contra Dios por uno solo, para contra los hombres y sus ejércitos uno vale por mill, uno es un pueblo, uno es un reino. Bien puede vuestra majestad prometerse victorias y hacer acometimientos los que quisiere, pues es señor de tantos conventos reformados, donde hay tantos religiosos fuertes que, habiéndose vencido a sí propios y captivado su propia voluntad, han vencido a Dios y lo tienen captivo por el pie, que no se les vaya; y habiendo sido en esta lucha fuertes, más lo serán para con los hombres, contra quien cada uno es un Israel, [281v] un pueblo y reino entero.

            Estos son los que alcanzan las victorias y los que se llevan la palma y consiguen la paz que puede desear un reino. Vean a quién promete Dios en su nacimiento la paz: a los hombres de buena voluntad —Et in terra pax hominibus bonae voluntatis 27—, a los que tienen h una voluntad rendida y sujeta a los preceptos y mandamientos de Dios. No a los de conciencias perdidas y depravadas, no a los que están llenos de vicios y de peccados.

            Va David tratando de los efectos de su peccado y culpa en el psalmo [37], y dice: Non est pax ossibus meis 28. La fortaleza del hombre son los güesos. Así decimos acá: fuerte como un güeso. Pues, en peccando, esos güesos se rebelaron y no i tuvieron paz entre sí; et omnia ossa mea conturbata sunt (psalmo [6] 29). ¿Quién son la fortaleza de los reinos sino los príncipes y reyes? Pues, en habiendo peccados, no hay paz entre los güesos, entre esos fuertes y poderosos; luego andan conturbados. ¿Qué paz ha de haber en un cuerpo lleno de malos humores? Purgarlo, sangrarlo j, hágansele evacuaciones, que el mal humor no sirve sino de hacerle guerra y quitarle las fuerzas. ¡Oh, si los reyes hiciesen evacuaciones en sus reinos, si echasen de ellos los vagabundos, los ladrones, juradores, adúlteros


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y homicidas! ¡Oh, qué paz tendrían en su reino! ¡Oh, qué fortaleza quedaría, qué paz y composición entre los güesos! ¡Oh, qué fortaleza! La cual alcanzan y tienen las communidades sanctas, bien compuestas y ordenadas, porque éstas son las que aplacan a Dios y vencen la fortaleza de los hombres, porque bien vale que quien es fuerte para con Dios lo sea para con los hombres.

 

4.            Poderoso sacrificio el de los reformados

 

            No es nuevo en tiempo de guerra los príncipes y reyes cristianos ofrecer holocaustos y sacrificios a Dios, en quien han puesto su confianza. Y es éste el primer escalón y el más principal que han andado en ese camino y el primer remedio de que han usado. Que fuera largo traer todos los lugares de la sagrada Scritura que tratan y hacen mención de eso. Y aun lo que se lee en las historias humanas de los soberbios sacrificios que la vana gentilidad hacía a sus dioses, pues en tantas partes leemos haber [282r] llegado su locura a sacrificar millares de hombres para los aplacar y salir victoriosos en sus guerras y batallas. Y aun sabemos, como se lee en esa historia de las Indias, de los reyes ingas que sólo movían guerras para tener hombres que sacrificar a sus dioses, porque más iban a captivar hombres que a matarlos, sólo para tenerlos para este menester. Crueldad semejante a la que refiere la sagrada Scriptura k (4 Regum 3 l) 30 del rey de Moab, que sacrificó a su hijo primogénito sobre la muralla de la ciudad a vista del pueblo de Israel, que la tenía cercada; lo cual fue causa de que se levantase el cerco y no quisiesen apretarlos más. Y lo propio refiere la sagrada Scritura (en el libro de la Sabiduría, capítulo 12 y capítulo 14) de m los cananeos y jebuseos. De manera que esto siempre ha estado recebido en todas las naciones: ofrecer sacrificios y holocaustos cada uno a su dios para lo aplacar en el caso presente, en que se veían apretados de guerras y ejércitos contrarios; y tanto cuanto mayor era el sacrificio tanto de mayor estima y obligación al dios a quien lo ofrecían. Pues ofreciéndole de hombres cogidos y ganados en buena guerra, era lo que podían ofrecer; de donde parece vino a tomar el sacrificio el nombre principal que tiene de llamarse hostia y sacrificio, porque en él se ofrecían hombres manu captos, cogidos a mano; hostia, ab hoste captivos 31.

            Esta era locura y desatino, porque eran sacrificios hechos a dioses falsos y hechos de hombres cuyas vidas no se podían quitar sin grande crueldad y peccado. Pero si la sabiduría de Dios y la piedad humana


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llegase a haber hallado modo con que hacer a un Dios verdaderos sacrificios semejantes sin crueldad, sin culpa y peccado, gran bien sería ofrecer y tener qué ofrecer cosa de valor para tiempo de tanta aflicción y necesidad como es el aprieto de una guerra. No tratemos aquí de la grandeza del sacrificio del altar, hostia y oferta [282v] de infinito valor, un Dios que allí se ofrece que, por hacerse hombre y querer ser nuestro captivo y prisionero, gustó de que en el altar lo ofrezcamos a su eterno Padre en tiempo de necesidad y tribulación. No trato de ese sacrificio n, holocausto y hostia de pacificación, sino de otro que, a imitación de ése, ha hallado la sabiduría o más divina que humana y el agradecimiento que los hombres deben a Dios pagando cuando pueden en la propia moneda y en la forma y manera que las fuerzas alcanzan. Esta sabiduría y agradecimiento consiste en captivarse el hombre a sí propio, captivar su entendimiento y voluntad, en quererse hacer esclavo; y así captivo gusta y quiere por amor de Dios ofrecerse en holocausto y sacrificio a la majestad y grandeza [de] Dios en los conventos reformados, donde ofrecen no sus vidas con desesperación y la p crueldad de los bárbaros e infieles, sino sus vidas en mortificación y penitencia. Según aquello de san Pablo: Obsecro vos fratres, etc., ut exhibeatis corpora vestra hostiam viventem, sanctam, Deo placentem, rationabile obsequium 32. Ubi nota illa verba «viventem» et «rationabile», contra los que se matan, que no es hostia viva ni obsequio racional, sino bestial q. En la cual [mortificación y penitencia] de noche y de día están clamando a Dios por paz en las guerras, por amistad en las batallas, por victoria en los acometimientos.

            ¡Oh, qué sacrificio éste! ¡Oh, qué hostia, si es de un corazón limpio, casto y puro! No sacrificio de un día, sino sacrificio continuo mientras dura la vida del hombre, en la cual no sólo le ofrece una vida, sino mill si mill tuviera r Y sí tiene, pues tantos momentos como tiene la vida que vive la está ofreciendo al que se la dio de muy buena gana. Donde no le ofrece el hombre esta vida corporal, que poco vale y presto se acaba, sino un sacrificio de su propia voluntad, de sus potencias y sentidos. ¡Oh, qué ofrendas de tanta consideración! Estas son las que aplacan a nuestro Dios verdadero, las que quiere y estima en más que mil ejércitos y escuadrones de soldados, cuyas vidas van más sacrificadas a satanás que a Dios, en cuyo peligro [283r] están de se las entregar.

            Estas congregaciones son las que deben estimar los reyes, porque éstas son las que les alcanzan las victorias, las que les s conservan y guardan las vidas, las que aplacan a Dios y serenan el cielo. En el psalmo 14 dice David: Domine, quis intrabit in tabernaculo tuo? Aut quis requiescet in monte sancto tuo? Y él propio se responde en nombre de Dios, y dice: Qui ingreditur sine macula, et operatur justitiam; qui loquitur veritatem in corde t suo, etc. 33 Donde va puniendo muchas y particulares virtudes que


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debe tener el que hubiere de entrar en el tabernáculo de Dios y subir a su monte santo y obtenerlo en paz u, que eso es descansar en él. Veamos qué tabernáculo es éste y qué monte. Digo que tabernáculo es tienda de campo, choza o empaladiza que se hace con facilidad para los soldados. Y así traía Moisés dividido al pueblo de Dios cuando salió de Egipto por sus tribus y compañías, dándoles a [todos] su tabernáculo, que era su guarida y defensa del sol, del agua y de las heladas, que desto sirven a los soldados los tabernáculos; y debajo de esta significación se halla en muchos lugares de la Scritura 34. De suerte que el tabernáculo era como el albergue y recogimiento de cada turma de gente. Pues decir David: ¿Quién entrará en tu tabernáculo?, parece quiso decir: ¿Quién será, Señor, y tendrá prendas para sentarse a la guerra y recogerse con los soldados que tú haces para que den las batallas y alcancen las victorias? Y respóndese él diciendo que ha de ser inocente de manos, no como los soldados y perdidos que ahora se usan, en presencia de cuyas manos nada hay seguro. Y han de tener unas manos muy limpias los que en las guerras de Dios hubieren de enpuñar espada; no han de ser torpes, sucios ni deshonestos (que parece tenía delante los ojos la moneda que ahora corre entre los soldados), sino limpios de corazón. No han de ser holgazanes ni paseadores o jugadores, como hombres ociosos; Qui non accepit in vano animam suam. No han de ser perjuros y blasfemos, engañadores de sus prócximos; Nec jurabit in dolo proximo suo 35. Cierto que me da a entender el sancto rey que en aquella palabra «tabernáculo» trata de guerra y de soldados, por ver las condiciones que les va puniendo a los que en ellas hubieren de entrar; [283v] y como parece, les asienta la mano y da en lo vivo a los que a estos tabernáculos y tiendas se hubieren de llegar. Pues hombres que tienen estas condiciones son los que suben al monte y alcanzan el buen puesto contra su enemigo, que no es lo de menos consideración ni lo que poco ayuda a la guerra y batalla.

            Ya tenemos, según esto, que quien debe hacer las guerras de los príncipes cristianos son los hombres de buena conciencia, los de buenas manos, limpio corazón y sana lengua. Pues advirtamos ahora que en el propio lugar también quiso decir el sancto rey que el religioso y el que no entiende sino en ofrecer sacrificios a Dios, ése es el que es para la guerra. Pues es verdad que este propio nombre de «tabernáculo», que significa tienda de campo y guarda de soldados, significa templo, casa y morada de Dios, donde Su Majestad es alabado y glorificado, donde estaba el arca del testamento, donde Dios daba las respuestas y trataba con sus amigos. Y tabernáculos fueron los que pidió san Pedro para Cristo, para Elías y Moisés 36. Pues significar Dios con un mismo vocablo la tienda de los soldados y su templo y casa, fue decir que no habíe mejor soldado que el que vivía en su casa, el que trataba con


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él, el que se ocupaba en meditar y leer las tablas de la ley. Y a ser soldado de esta milicia espiritual no habíe de entrar ninguno que no tuviese las condiciones dichas, de ser limpio y inocente de manos, etc., porque éstos son los que vencen y hacen las guerras de Dios y salen con las victorias. Y aun esto pienso debiera de querer decir el sancto rey David cuando, viéndose apretado por los exércitos v de sus enemigos y cada día a perder mill vidas, decía: Melior est w dies una in atris tuis x super millia 37. ¡Ah, Señor, qué diferentemente se pelea en tu casa! ¡Qué diferente se alcanzan las victorias! Si yo me hallara en los zaguanes de tu tabernáculo, un día me valiera [284r] por mill; o: más hiciera yo echado y arrojado a tus pies en un día, que en mill por estos desiertos saltando peñas como corzo, huyendo de mis enemigos. A la traza y modo que tenía Moisés, que él solo en su tabernáculo hacía más que las güestes y compañías de su pueblo, pues él no vencía hasta que Moisés levantaba las manos a ti 38.

            Y así me parece, Dios mío y señor mío, decir que diligit Dominus portas Sion, super omnia tabernacula Jacob 39. Ya tenemos que son estos tabernáculos y las tiendas de los soldados, sus compañías y escuadrones. Veamos qué son estas puertas de Sión z que dice que son de más consideración que los tabernáculos de Jacob. Teodoreto y lo común de los sanctos dicen que aquí Sión se entiende la celestial Jerusalén, cuyos fundamentos están en montes altos; y por estas puertas entienden la Iglesia militante en las religiones y sanctas congregaciones 40. Y llámanse puertas de Sión porque las religiones son entrada para el cielo, o son puertas por donde salen para ir a esa celestial Jerusalén, como la puerta que está en Madrid se llama puerta de Toledo porque salen de ahí para ir a Toledo. De esa misma suerte se llaman puertas de Sión las religiones porque son puertas por donde se va y se entra en el cielo. Pues decir David que el Señor ama a las puertas de Sión sobre los tabernáculos de Jacob, fue decir que, por mucho que quiera aquellos escuadrones formados y bien compuestos en quien se representaba la lucha y guerra de Jacob, más ama y más quiere las entradas por las puertas de Sión b. Bien ama lo uno, pero lo otro le lleva los ojos y el corazón. Y aunque es verdad que pudiera dar otro nombre a estas santas congregaciones, no quiso sino llamarlas puertas y entradas, para acreditar y apoyar con el amor que Dios tiene c las d cosas que de otros en algún tiempo habíen de ser murmuradas, que es lo que ahora se dice, que entran e muchos f en las religiones. Pues esas entradas ama Dios más que cuantas habitaciones y estancias tienen los soldados, los guerreros y luchadores (que por eso los llama tabernáculos de Jacob) en sus tiendas y tabernáculos.

           


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Es común lenguaje y modo de hablar que acá tenemos: mejor es el puesto y la plaza de fulano que no la de zutano. Ama Dios el puesto de los que entran por las puertas de Sión mucho más sin comparación que el que tienen los soldados en sus tiendas y tabernáculos. Luego, si el estado de la [284v] religión es mejor plaza y mejor puesto (como así se debe conceder g) que el estado del soldado, del que guarda el campo, del que lucha en la guerra, bien debe nuestro cristianíssimo rey agradecer a Dios el darle Su Majestad tantos varones en buenos puestos y mejorados en plazas, porque ellos le defenderán su reino y le serán fuertes murallas y pertrechos contra los perseguidores. Y si h a los que ponen este cargo les parece que no derraman sangre i por su rey y por su reino y que son soldados retirados y que no los ven con espadas, que salen al campo y hacen sus acometimientos, digo que sin comparación son victorias más honrosas y dignas de ser alabadas las que se alcanzan con esas condiciones.

 

5.         Los religiosos preservan del mal al reino

 

            Dos modos tiene el médico de curar enfermedades: unas veces preservando, como hacen los médicos a la mesa de su majestad cuando come, que le están diciendo: Vuestra majestad no coma esto, esto es dañoso para la salud, este manjar es destemplado, el otro melancólico, etc. Otras veces curan las enfermedades cuando ya están dentro de casa, cuando ya se alteraron los humores, se descompuso el hombre, cuando se apoderó el dolor de costado y se mostró el tabardillo, cuando acometen los dolores como soldados a ese pobre castillo de tierra para dar con él en las bóvedas de las iglesias; entonces acuden los médicos, barberos j, zurujanos, boticarios, enfermeros, como ejército de soldados, unos k derramando sangre con sus lancetas, otros fortaleciendo el castillo con comidas y conservas, otros limpiando los fosos y [aljibes], otros tocando a las l velas y, sobre todo, acudiendo a Dios, porque si Su Majestad no ayuda, poco sirve el trabajo de los que edifican y defienden la ciudad 41. Y así como es bueno acudir a Dios en todo tiempo, pero mejor con tiempo y en la salud estar prevenido con la confesión, penitencia y buenas obras, porque es preparación hecha con tiempo, sazón y despacio, de esta misma suerte hallo yo dos maneras de alcanzar las victorias, vencer los soldados y conservar la paz en un reino: unas veces acometiendo los soldados, vertiendo sangre, pegando fuego, asolando villas y lugares, cortando vidas y almas a montones y a manadas. Como ahora se ve en Flandes y en Francia y en otros reinos, donde ya la enfermedad entró, no en el cuerpo [285r] solo sino también en el alma. Como dice David: Sicut aqua in interiora eius, et sicut oleum in ossibus eius 42.


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Donde la victoria es fuerza sea incierta, porque los que resisten son enfermos y güesos enazogados y cuerpos aguados, que eso m quiere decir aqua in interiora, et oleum in ossibus; cuando ya es fuerza derramar sangre, y no se sabe si serán sangrías con más abundancia de las que el enfermo pide y el ejército ha menester para salir con las victorias; cuando no saben si los contrarios darán lugar a que se purgue el enfermo y se limpien los fosos y fortalezcan las murallas; cuando con mucho Dios y ayuda el enfermo queda con la vida, pero flaco, débil, que en muchos meses no tornará en sí, antes con mill temores no le torne la enfermedad; cuando, si vencistes al enemigo y salistes con la victoria, quedó vuestro campo y ejército tan destrozado que en muchos años no se sabrá si vos fuistes el capitán vencido o el vencedor; y cuando quedáis lleno de miedos y temores no se os tornen a entrar los enemigos por vuestras puertas. Estas son victorias, pero victorias remendadas, victorias trabajosas y bien costosas; victorias como las que alcanzan n los patrones y marineros después de una cruel borrasca, con el navío vacío y descargado, porque la furia de las olas les obligó a echar las riquezas y cuanto traían en la mar y darle, como a cruel enemigo que no lo pudieron sujetar como deseaban, que se tragase las riquezas y lo que tenían y estimaban; victoria que, cuando se ven en la bonanza y fuera de la guerra que el mar les hizo, quisieran más que a ellos y todos se los tragara antes que verse pobres, sin hacienda y a pedir por amor de Dios de puerta en puerta. Estas son, cristianíssimo rey, las victorias que el día de hoy alcanzan a buen decir esotros reinos donde sobran los soldados, abundan las pagas y dineros, donde tienen fama y nombre: de gran soldado, el rey, y los vasallos, de diestros capitanes. Con su pan se lo coman y el provecho que quieren les hagan.

            ¡Oh, dichosa España! ¡Oh, glorioso reino y reyes felices y bienaventurados! Donde la paz, la victoria y el vencimiento [285v] se alcanza con preservación, tiniendo todo este reino a su mesa religiosos y siervos de Dios que a gritos en los púlpitos avisan a los hombres qué costumbres descomponen el conpuesto y alteran los reinos, qué vicios abren la puerta a las guerras, de qué manjares se ha de abstener el enfermo y cuáles ha de comer que le hagan provecho y conserven en su fortaleza, que es el cumplimiento de la justicia que manda Dios, apartarse de lo malo y hacer lo bueno. ¡Oh, dichosas victorias que se alcanzan sin salir el soldado al campo, derramar sangre, perder vidas, entregar ciudades y escapar o a buen librar con las manos en la cabeza! Estas son las victorias que se alcanzan en este dichoso reino, con tenerlo nuestros cristianíssimos reyes tan bien fortalecido con castillos, conventos y religiones reformadas; que parece no hay portillo ni provincia por donde al demonio le quede la puerta abierta para acometer él y sus secuaces.

 


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6.         Los religiosos, defensa de la Iglesia y del reino

 

            Ahora se me ofrece, por este decir que en este reino no hay puerta abierta para las guerras, una dificultad que siempre he tenido de aquel lugar de san [Matheo] donde Cristo a los enemigos de la Iglesia llama puertas y a la Iglesia católica llama piedra, cuando dijo a san Pedro: Tu es Petrus, et super hanc petram aedificabo ecclesiam meam 43; que, haciendo mención de los enemigos, sólo hace mención de las puertas del edificio, y haciendo mención de su Iglesia, no hace mención de puertas sino sólo de la piedra del fundamento. Y sin falta pienso quiso por esto Cristo enseñarnos cómo los contrarios de la fee todos son puertas para guerras, discordias y disensiones, puertas por donde se les entren los enemigos. Porque si una puerta en una casa en tiempo de guerra es dificultosa de guardar, ¿cómo se guardarán muchas, que son tantos peccados y vicios de otros reinos, tantas sectas p y herejías? Todas son puertas por donde entran los enemigos a combatir la ciudad; que, cuando fuera torre de fortaleza, dieran presto [286r] abajo con ella; sectas q y herejías que no las pueden guardar si no es cada día a costa de verter sangre y perder vidas. En fin, son puertas.

            Pero, haciendo Cristo mención de la fortaleza de la Iglesia, sólo hizo mención de san Pedro, a quien le llamó piedra sobre quien debía edificar su Iglesia; y no hizo mención de puertas, dando a entender que esta Iglesia aquí las habíe de tener cerradas y tapiadas a cal y canto, y que de eso habían de servir los religiosos y religiones en el reino, de ser cantos y materiales para tapar y tapiar las puertas por donde el enemigo podía combatirla. Y el comparar su fortaleza a sola una piedra fundamental, que era Pedro, fue divina y soberana comparación. Porque, aunque es verdad que lo primero que el enemigo intenta es asestar al fundamento del edificio, pero si este fundamento fuese una sola piedra y en la parte r más baja y escondida, muy dificultosa cosa sería el acertar con ella. Pues en esto, digo, nos dijo Cristo cómo los enemigos de la Iglesia no podrían acertar con sus fundamentos y piedras en que estriba. Porque les hará Dios una soberana treta que ellos no la entiendan, y será que, tirando y asestando ellos sus tiros a la parte baja pensando que allí están los fundamentos de la Iglesia, los pondré yo en la parte de arriba y los esconderé yo en el cielo; que es lo que dijo David: Fundamenta eius in montibus sanctis 44, tiene esta Iglesia sus fundamentos en montes altos. Montes de quien en otro lugar dijo David: Mons Dei, mons pinguis, mons in quo beneplacitum est Deo habitare in eo 45. Los fundamentos son de quien dice san [Pablo]: Non estis hospites, etc., sed domestici Dei; superaedificati super fundamentum apostolorum, ipso summo angulari lapide Christo Jesu 46. Por amor de Dios, que me consideren la fortaleza de la Iglesia los fundamentos, los apóstolos; y éstos escondidos y guardados


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donde dice David: Abscondes eos in abscondito faciei tuae 47, delante del rostro de Dios. [286v] Los fundamentos del edificio, arriba guardados; y lo último del edificio, que es la piedra angular Cristo, acá abajo, porque así es fuerza que, si los cimientos están arriba, lo alto del edificio ha de estar abajo. Pues si los apóstoles y summos pontífices como van sucediendo, que son los fundamentos, están guardados s en el cielo y lo alto del edificio, que es Cristo, Dios y hombre verdadero, está acá abajo en su Iglesia en el sacramento del altar, ¿quién te ha de combatir, Iglesia sancta? Segura quedarás de las puertas del infierno 48, porque, no tiniéndolas tú acá abajo, no hallará el enemigo entrada y todos sus desvelos y diligencias pararán en cercarla y darle vueltas, padecer y esperar sin aguardar victoria. La cual no se puede alcanzar, si no es por hambre, de ciudad bien pertrechada que no tiene por donde le poder entrar; pues tampoco t podrá por ese camino ser combatida, pues de repuesto le dejó Dios aquel pan soberano y divino que da nueva vida al que le come para que con nuevos bríos pelee, pan que por mucho que se coma no se consume (nec sumptus consumitur 49), pan y mantenimiento que le viene de arriba.

            Estraña cosa es que, no pareciéndole a esta Iglesia puerta ni portillo por donde el enemigo la puede acometer, dice san Juan que la vido bajar del cielo y que tenía doce puertas, cuatro a cada parte del mundo 50. Digo dos cosas. Que esa ciudad que vido era la celestial, que está llena de puertas para que entren los que en este mundo no han tenido ninguna para admitir consuelo, para los que en esta vida han estado en esta Iglesia enparedados u y tapiados, para los que han vivido en frontera, como fuertes soldados, guardando sus tenencias y castillos; y que estos tales en el cielo no sólo tendrán una puerta abierta, sino doce; que es lo que [287r] un hombre suele decir: para fulano no hay puerta abierta y para zutano, veinte. Mil gracias te doy, Dios mío, por tan singulares misericordias y mercedes como tú haces a este tu pueblo cristiano: que, cerrando las puertas de tu Iglesia a los herejes porque ellos abrieron tantas a sus locuras y desatinos, abres doce en tu reino celestial a los que en esta strechura te buscan; y que es bien que quien tantas abrió sin orden al peccado, halle una sola, cuando sin tiempo la buscare, cerrada y que le den con las puertas en los ojos, como dijo Cristo a las vírgines locas.

            ¡Oh buen Dios, y cómo eres sancto, inmenso y justo! A las v vírgines locas cierra la puerta y las desconoce 51. Veamos, para que ajustemos el castigo, cuál fue la culpa. La culpa fue ser locas. El loco, a lo del juicio y del entendimiento, es un hombre que todo cuanto quiere entrar en su entendimiento, eso percibe, eso habla; no tiene en el juicio puerta


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cerrada para lo que quiere entrar y salir; no estando el entendimiento bueno, no puede tener gobierno la voluntad, sino que los tales cuanto ven tanto quieren. Pues ¿quién no ve las culpas y peccados de los herejes pinctados en estas vírgines locas? Llámolos vírgines a los herejes por la integridad que pretenden tener en su gobierno y república; llámolos locos porque lo han del juicio y su perdición la tienen w en el entendimiento que no lo quieren rendir y sujetar a la fee. Son locos sueltos y furiosos, y así se matan con eternas guerras y batallas, porque en ellos entran cuantas herejías les proponen y salen cuantos desatinos quieren hablar. Gente que, como tiene perdido el juicio y el gobierno del entendimiento, anda la voluntad suelta y a sus anchuras, sin que haya quien la recoja a buen vivir, sino que se vaya tras sus gustos y contentos y que diga x: cuantos veo, tantos quiero. A estos locos les cierra Dios la puerta y les da con ella en los ojos, a éstos desconoce, pues ellos quisieron conocer y creer sus desvaríos y locuras. Para éstos no hay [287v] siquiera una sola puerta, porque son locos y en el tiempo que la podían buscar no la atinaron con sus desvaríos y desatinos. Para quien no se hicieron los aciertos de los católicos cristianos, que, acertando ellos a entrar en esta Iglesia por su puerta estrecha y angosta, que Dios tiene scondida sólo para los que con veras y gana le buscan, tiene otras doce puertas abiertas en el cielo para que si uno no entrare por apóstol, entre por mártir y, si no, por confesor o por ermitaño o por religioso, según el estado que cada uno profesare y tuviere. Estos y tales sean premiados con puertas en el cielo y entradas en la gloria, pues en la tierra fueron prudentes vírgines, guardaron la integridad en sus conciencias y voluntad amando lo bueno y aborreciendo lo malo, y juntamente fueron discretos y prudentes z gobernando sus potencias y sentidos con la luz que la a fee les daba en sus entendimientos. Esto es lo que significaban las doce puertas que san Juan vido en la celestial Jerusalén.

            Digo lo segundo, que si queremos considerar que esta ciudad que san Juan vido que bajaba del cielo con estas doce puertas era esta Iglesia, viene esto al propósito de lo que arriba decimos, que esta Iglesia no puede ser tomada por hambre y necesidad ni falta de socorro, porque, si por la parte que mira a la tierra no tiene puertas para su mayor fortaleza, por la parte que mira al cielo y baja de allá tiene doce para que por muchas partes le pueda entrar el socorro de todo cuanto tuviere necesidad, así de ángeles como de virtudes, de suerte que nada le falte de lo que tuviere necesidad, sino que por sustento y mantenimiento tenga a Cristo y, por defensa, a Cristo y a sus ángeles; todo lo cual le entra por la puerta que mira al cielo, la cual no ven los herejes b porque statuerunt oculos suos declinare in terram 52.

           


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De algunas ciudades he oído yo alabar sus fortalezas en dos o tres cosas: la primera, en que dicen tiene tanto sitio de las murallas adentro que pueden sembrar suficientemente para sustentarse en tiempo de guerra; lo segundo, que encierra y tiene en sí tanto número de ciudadanos que ellos son suficientes soldados para la defender; lo tercero, que hay tantos oficiales y gente tan bien ocupada que labran y hacen las armas de que tiene necesidad [288r] la ciudad para se defender. Todas estas cosas tiene nuestra sancta Iglesia chatólica. Lo primero, de sus cercas y murallas adentro, términos donde se siembre y nazca trigo, manjar y sustento suficiente para el hombre. Y aquí yo no voy ahora tratando del corporal, que bien pudiera decirlo tenía nuestra Spaña, sino del spiritual, pues vamos defendiendo en la conversación a nuestro reino y Iglesia con lo spiritual. Trato del manjar del alma y sustento del spíritu, que es Cristo debajo de accidentes de pan y vino. La cual fortaleza y provisión quiso el Spíritu Sancto dar a entender cuando, entre los apodos que dio a su esposa, uno fue decirle: Venter tuus acervus tritici vallatus liliis 53; tienes, esposa mía, un vientre que es montón o como montón de trigo. El cual apodo y comparación no puede dejar de causarme admiración. ¿Qué tiene que hacer montón de trigo con el vientre de una niña desposada, que era de quien ahí se hace mención? Digo, hermanos, que aquí nos quiso dar a entender que los senos de la Iglesia, a quien representaba aquella esposa, habían de ser tan grandes que dentro de sí habíe de tener parvas y montones de trigo, pan y mantenimiento suficiente para el tiempo de la tribulación. Que es lo que dijo David: Parasti c in conspectu meo mensam, adversus eos qui tribulant d me 54; que dentro de casa habíamos de tener la mesa puesta y la provisión hecha. Y decir que este montón estaba en el vientre es decir que dentro de los límites de casa habíe de nacer y se habíe de hallar este trigo, sin lo ir a buscar a otro reino e.

            En llamar montón de trigo al vientre de la esposa nos dio a entender la segunda condición de la ciudad fuerte, que dentro de casa tiene ciudadanos que le sirvan de soldados que la guarden. Porque el montón de trigo tiene esto: que, siendo uno, son infinidad los granos que tiene. Por quien son denotados la muchedumbre de religiosos que hay en la Iglesia todos juntos en unidad de fee. Que es lo que confesamos en el credo cuando decimos que creemos en la Iglesia católica romana, la cual es congregación de fieles, como granos de trigo juntos en parva y en unidad y conformidad de las cosas que se tienen y se creen. Estraña fortaleza [288v] la de nuestra Iglesia y la de nuestro reino, la cual tiene dentro de sí mantenimiento y sustento necesario, que es el cuerpo de Cristo, el que sustenta y da fortaleza spiritual contra los que nos persiguen; y junto con eso tiene soldados juntos, unidos y avenidos como granos de trigo en un montón, que son la muchedumbre de religiosos


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y religiosas que en sus conventos están recogidos y guardados como en vientre para con ellos, sin que sean vistos, hacer sus asaltos y acometimientos. Que no es fortaleza de poca consideración la que está encerrada en llamar a los religiosos soldados encubiertos y granos de trigo en vientre, porque traza y ardid suele ser de los buenos capitanes esconder la fortaleza f, que el enemigo no la conozca ni la vea. Pues eso propio hace la Iglesia, que retira y esconde sus soldados detrás de murallas y tras siete paredes g, como granos de trigo metidos en el vientre de la esposa, para que el contrario no la vea ni conozca. Que es lo que dijo el propheta [Abacuc]: Abscondita est h fortitudo eius. Ante faciem eius ibit mors 55. Tiene esta Iglesia escondida su fortaleza de suerte que la muerte huye ante su rostro, que no se atreve a acometer Iglesia y reino que tantos religiosos tiene escondidos y guardados para su tiempo y para con ellos hacer sus batallas.

            Y para que no entendiésemos que éstos eran soldados de lanza, espada y arcabuz, dice que es montón cercado de lirios, rosas y flores; porque habíen de ser soldados cuyas murallas y defensas habían de ser oraciones, clamores, ayunos y disciplinas, obras i significadas por las flores de que se cercaba el montón de trigo y el ejército de los soldados que la Iglesia tiene. Y el llamar lirios a estas flores de que está cercado este montón no carece de misterio; porque el lirio es azul, de color del cielo, que fue decir: el temple que han de tener vuestras oraciones ha de ser azul y de color de cielo, han de ser oraciones celestiales [289r] y armas divinas; éstas han de ser las que os han de defender, y ofender a los contrarios. Y el decir que estas flores y lirios estaban en contorno del montón hechos cerca y corona, fue decir que habíen de ser continuas y perpetuas estas oraciones y que en ellas se habíe de perseverar con instancia. Y el comparar los religiosos y religiones al montón de trigo, y sus oraciones a los lirios, fue descubrir otra condición bien necesaria para estos soldados de Cristo. Porque el montón de trigo en la parva siempre está en el campo y, cuando está en la troje, no se llama por este nombre de parva; y entre las flores que se crían y nacen en los poblados, los lirios son los que nacen en los campos, según aquello que el Spíritu Sancto dice en los Cantares j: Sicut lilium k inter spinas 56; y lirio en los valles, y flor del campo. Todo esto para nos dar a entender que los religiosos no han de ser de los soldados que pasean las calles y viven en los poblados l, sino retirados a la soledad y al campo; y sus oraciones no han de ser como las flores de los jardines ni como las oraciones que se rezan en los strados y almohadas de brocado; han de ser como lirios entre espinas y como los que nacen en las honduras de los valles, que fue decir habían de ser oraciones mezcladas con spinas, con penitencias, cilicios y ayunos; oraciones como lirios de valles, oraciones


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humildes y devotas que salgan de lo secreto y escondido del corazón. Que tales oraciones, hechas con tales condiciones, armas son fuertes que defienden un reino y una república.

            Bien claro nos dio a entender esto propio el Spíritu Sancto en el propio libro de los Cantares, donde el cuello de la esposa lo comparó a la torre de David, diciendo: Collum tuum sicut turris David, quae aedificata est cum propugnaculis; mille clypei pendent m ex ea, omnis armatura fortium 57. Cierto que hallo tantos misterios encerrados en este lugar al propósito que vamos diciendo, que era necesario el propio Spíritu que allí los encerró los descubriera. Tienes, dice, esposa mía, un cuello y garganta como una torre de David, que está edificada con muchos torreones; mill scudos están pendientes y colgados de ella. Veamos por qué hace esta comparación del cuello de la esposa; y qué tiene que hacer una garganta tan delicada [289v] con una torre; y si la garganta es una, qué necesidad tiene de decirnos que tiene muchos n torreones; y si es cuello que, estando lo demás del cuerpo vestido, anda el cuello descubierto. Lo primero que aquí se nos descubre es la fortaleza de la Iglesia. Por donde un cuerpo o humano tiene peligro es por la boca y por la garganta, porque por ahí puede comer y tomar cosa con que peligre y le mate, o que porque comió mucho, o porque fue poco o malo, fue veneno o ponzoña; y así lo que tiene más necesidad de guardarse en un cuerpo humano es la boca y el tragadero; y no sólo al tragar, sino también al vomitar, pues es muy ordinario morir muchos de vómitos continuos, particularmente si son de sangre. Y este peligro lo tienen las ciudades en las puertas, porque, como decíamos denantes, por ahí pueden entrar los enemigos y salirse los amigos. Pues dice el Spíritu Sancto, tratando de los peligros y daños que por esa vía le podían venir a su esposa la Iglesia: Collum tuum sicut turris David; tiene mi esposa una garganta como una torre de David; tiene en esa puerta hecha una torre fortíssima que guarda la entrada y mira los que entran y los que salen; tiene, como si dijera, hecha una torre con gente de guarnición, que le guarden la boca, que miren lo que come, lo que cree y lo que habla, no acierte por esa parte a comer o tragar algún veneno mortífero de los que han dado los luteranos a sus congregaciones y juntas. Y no sólo para que se mire lo que come, sino que, pues sucede p por vómitos morir el enfermo, repare en mucho los soldados que viven en esta torre y esta gente de guarnición, que son los doctores de la Iglesia, que trueca y vuelve del estómago afuera, no vomite esta república cristiana tantas virtudes que venga a vomitar la sangre de Cristo y a quedarse sin fe, que, siendo informada con gracia, da vida. De manera que el comparar el cuello de la esposa a la torre no fue otra cosa que decir que la parte por donde se podía ofrecer algún peligro estaba bien guardado.

           


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Dice que en esta torre habíe muchas almenas o torreones; y de ellos colgados [290r] muchos scudos, más fuertes que todas armas. Por el q cuello y garganta en la Scritura se entienden las oraciones y meditaciones, según aquello que el Spíritu Sancto dice (psalmo 149): Exultationes Dei in gutture eorum 58; y en el psalmo r 113 de los malos dice David que non clamabunt in gutture suo 59, que no son gente que sabe clamar ni rezar y llamar a Dios en el tiempo de la tribulación. Pues decir que este cuello, que es la oración, es torre es decir que no hay fortaleza que se le pueda comparar a la oración. Decir que es torre de quien salen muchas almenas y torreones es decir que la oración, aunque es una en todos los fieles, pero que tiene muchos grados y alturas, pues de ella sale la meditación, contemplación, perfecta unión, éxtasis, gustos, descansos y otros millares de ellos con que topan los que esos caminos andan. Desta torre dice que están colgados mill scudos más fuertes que todas armas, porque entre las armas el más fuerte es el scudo, pues con él no se guardan sólo los brazos, como con los brazales, y las manos, a quien guardan las manoplas, y la cabeza, a quien guarda el casco, ni el pecho, a quien defiende la cota; pero el scudo defiende a todo el cuerpo, de suerte que, si el contrario tira el golpe a la cabeza, allá va el escudo y se levanta y pone en medio; si al pecho, allí se adarga; si a los pies, allí se abaja. De suerte que el scudo no es otra cosa sino un amparo y guarda con que se defiende lo alto y lo bajo del cuerpo. [De] esto pues sirven las oraciones en un reino, de escudos, que son más fuertes que todas armas. Porque los s soldados podrán guardar una frontera por tierra, pero no defender la mar. Las galeras defenderán la mar, pero no podrán amparar t el cuerpo de un reino si por ahí le acomete peste o hambre. Pero las oraciones son escudos fuertes; que, si el enemigo acomete por tierra, las oraciones defienden; si por mar, las oraciones u vuelan; si el golpe acude a la cabeza por enfermedad de los reyes cristianos, ahí suben [290v] las oraciones; si hambre combate a los pequeños, ahí bajan; y en cualquier parte donde hay peligro acuden. Y el decir que son mill escudos, es decir que las oraciones de los siervos de Dios son muchas, en singular, pues todos los fieles rezan, todos oran y con todos habla Cristo cuando dice v: Opportet nos w semper orare 60; porque la oración es quien nos defiende y ampara.

            Según esto, cristianíssimo rey, gran cosa es que vuestra majestad tenga en su reino muchos religiosos, y religiosos pobres y reformados, para que, tiniendo muchos x siervos de Dios, tenga quien le guarde las puertas, no se entre en el reino alguna comida que a los ignorantes atosigue y les sea veneno. Que el mal de la herejía es, como dice san Pablo, lepra y peste, que, entrando por los pequeños e ignorantes, sursum tendens, coinquinat multos y, como cáncer, sube luego a los poderosos y


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doctos 61. Haya muchos religiosos que guarden las gargantas para que los cristianos no vomiten virtudes, y para que les preparen manjar y hagan salva a la comida, para que sean trinchantes y veedores de lo que se come y apetece, no sea contra la salud y vida tan limpia y cristiana como la que se vive en estos reinos.

 

7.            Necesidad de religiosos pobres y reformados

 

            Dije que haya muchos religiosos, y religiosos pobres y reformados. Porque no es de pequeña consideración que quien guarda las ciudades sean desinteresados, que no se dejen sobornar con riquezas y dádivas, que esos tales suelen ser quien deja entrar mercadurías contra las premáticas y que pasen de un reino a otro reino cosas vedadas.

            ¡Oh, qué grande bien para un reino que los eclesiásticos y religiosos no busquen interés ni su propia commodidad, sino sólo a Cristo crucificado! Que, si otra cosa buscan, por salir con el interés del obispado, verán y callarán y consentirán cualquier moneda aunque sea falsa; si pretenden audiencias, plazas, puestos [291r] y buenos lugares, fuerza ha de ser que el otro salga con la muerte y el otro con el hurto. Sea gente desinteresada que, sin molestia de los que trajinan las virtudes, los dejen pasar y traer mercaduría a la ciudad. Porque, si a los pobrecitos les quitan la capa, como hicieron con la sposa los que guardaban la ciudad 62, mal se atreverá a salir otra vez de su casa la esposa y doncella que busca a Jesucristo. Y aun así lo dijo ella propia cuando a su esposo le dijo que con tiempo le avisase dónde lo hallaríe al mediodía, porque no anduviese vagueando por la ciudad y la tornasen a molestar los primeros enemigos 63. ¡Qué verdad tiene esto en la república! ¡Qué de ellos dejan de buscar a Dios y trajinar virtudes por los agravios y murmuraciones que de los malos reciben, no consintiendo pase ninguno sin pagar a sus lenguas alcabala de hacienda, vida o honra que pretenden con sus malditas lenguas cercenarles! El exemplo tenemos en las manos, pues se ha entrado en consulta que no pasen adelante tantas religiones reformadas. Si estos agravios reciben quien de veras pretende tratar de la virtud, quien a la república trai por mercaduría penitencia y mortificación, ¿cómo se han de atrever a venir otros con semejante mercaduría, de que se lleva tanta alcabala y se le quiere echar encima pechos para chicos y grandes, pues de todos son combatidos y murmurados?

            Es de gran consideración que los que guardan z la república y sus puertas sean pobres, que se contenten con los salarios ordinarios que tienen de su rey, no sea causa el apetecer más hacer agravios injustos y querer a registrar por las premáticas de su malicia la virtud, que de


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suyo se está registrada y conocida; que tantos agravios y desafueros le harán que, ya que ella de su natural es ser invencible, por razón de los sujetos flacos en quien está, puede faltar. Que, en fin, la soga quiebra por lo más delgado; y ya hemos visto muchas virtudes desterradas [291v] de muchas provincias porque los perseguidores fueron tantos y las persecuciones tan terribles que, si no ahogaron la virtud, ahogaron y acabaron a los que la tenían, y vino gente nueva con nuevo traje y mercancía; que, a trueco de hacer un concierto y monipodio con b las guardas, el vicio vale por virtud y la injusticia es justicia y la mentira verdad, que no es pequeño engaño y agravio hacer agravios con licencia.

            Todo esto se escusa con que haya religiosos pobres y reformados en la república, que, contentos con sus mendrugos y yerbas, que es la ración que Dios y su regla les da, tengan puestos los ojos en sólo lo que es rectitud y justicia; y que nada se les pase que no se mire y registre, que no haya vicio de que no se dé voces en esos púlpitos ni deshonestidad que no se reprehenda, desorden que no se detenga. Y, si no, díganme, ¿cuántas veces han salido en el reino precmáticas en que quitan las puntas y almidones de los cuellos, seda sobre seda y otras mill cosas y desconciertos que el desconcierto del gusto del hombre ha inventado? Pregunto yo si eso va adelante, si dura. No por cierto. Tanta y más locura veo el día de hoy en el común, tanta y mayor perdición. La causa es porque es mercaduría ésa que pasa con dar al que denucia tantos ducados y otros tantos al juez. Y por una parte o por otra, ha de pasar el quebrantamiento de la ley, séase cuan justa quisiere. Pues vean cuán diferentes guardas son de éstas y de otras premáticas semejantes los religiosos que con veras reforman sus vidas.

            ¿Quién, pregunto yo c, tiene llenas esas redes de monjas y sanctas doncellas, que en el siglo andaban cargadas de brocados sobre brocados? ¿Quién ha desnudado a tantos gentiles hombres no sólo de la seda y del veintidoseno de Segovia, sino del paño vil y bajo al labrador, y todos a una vestídose sacos d, mortajas y pobres remiendos? ¿Quién [292r] se atreve a publicar leyes tan rigurosas y a ponerlas en ejecución en tiempo de tanta libertad y atrevimiento como en el mundo corre sino religiosos reformados? El exemplo de su desnudez, la vista de sus remiendos, los gritos y voces que dan en los púlpitos con celo sancto e son alguaciles y administradores de la justicia de Dios, que no admite soborno, sino que prende de veras y de una vez y los entriega a cárcel perpetua en los monasterios y clausuras, les secuestra f los bienes y los da todos por perdidos, porque quieren ser más pobres de Cristo que poderosos del mundo, por el verdadero desengaño que tuvieron de las guardas; que, en fin, como no se dejaron sobornar, denuciaron con verdad ante el tribunal de Dios; el cual, usando de misericordia, sentencia a entrada en religión, donde hay azotes, cárcel strecha y otras penas de que gusta el delincuente de aceptar por evadirse de las eternas.

           


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Y así como es de gran consideración el nombre de fraile pobre, lo es el de religioso reformado respecto de que con ellos reforma su majestad sus castillos. Y no quiero decir por este término de reformado más de lo que suena cuando a un castillo y fortaleza van soldados nuevos, que entonces decimos que se rehacen, reforman las fortalezas y presidios; y entonces es cuando teme el enemigo, por ver que el contrario está sobre aviso y que no se descuida. ¡Sea Dios mill veces glorificado! porque ha sido servido de que en este reino se reformen las religiones y entre gente nueva; que señal es que no está Dios olvidado de este rinconcito. Pues cuando el enemigo podía tener mayores atrevimientos, por ver los buenos sucesos y victorias que ha tenido en esotros reinos comarcanos, ahora puede temer viendo lo que pasa en éste, que se reforman las religiones, se rehacen las fronteras y acude gente de guarnición.

            Y aun esto es lo que este traidor demonio siente: que se le levantan [292v] nuevos escuadrones y soldados prudentes, fuertes guerreros y luchadores perseverantes —que todo está encerrado en verdadero religioso reformado—, gente que no sólo asegura la tierra propia para no poder ser vencida de los males que a otras han acometido, pero ve este fuerte armado que no se puede prometer paz en la parte que está encastillado, sino que, cuando más seguro, estos soldados de Cristo, que en este mundo por ser verdaderamente pobres no tienen qué perder, han de acometerle y entrarle por parte no vista y dar con él en tierra. Ya yo he visto principio de esta verdad, pues religiosas y monjas descalzas carmelitas han entrado en otros reinos a fundar, donde con pobreza de spíritu y ardiente charidad se les van llegando muchas almas a sentarse debajo de la bandera de Cristo.

            Según esto, el reformarse las religiones, reformarse y rehacerse es el reino. Entrar nuevos religiosos, es entrar nuevas guardas y alguaciles que defiendan por modos exquisitos y extraordinarios premáticas celestiales, que están muy bien al cuerpo y al alma, al cielo y al reino. No es otra cosa la muchedumbre de religiosos nuevos sino nuevos soldados que fuertemente peleen y, si no derramando sangre ajena, como queda dicho, derramando la suya propia, que es acto de mayor fortaleza y, si no con armas enaceradas, con oraciones encendidas en charidad.

 

8.            Indicaciones del libro de los Números

 

            Todo esto que vamos diciendo lo hallo dibujado en los Números, en el capítulo 22, donde dice la sagrada Scritura que, viendo g el rey Balac h las grandes hazañas que el pueblo de Dios habíe hecho contra el amorreo y que le temblaban los moabitas y que no habíe quien le pudiese resistir el ímpeto que traía, dice el sagrado Testo que juntó a los príncipes de Madián y les dijo, incitándolos a remedio y resistencia:


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Ita delebit hic populus omnes, qui in nostris finibus conmorantur, quo modo solet bos herbas usque ad radices carpere. Ipse autem erat eo tempore rex Moab 64; oído he, poderosos príncipes, [293r] que este pueblo asuela la tierra, como el buey cuando pace la yerba en el campo, que no deja sino las raíces que están sepultadas debajo. No deja, como si dijera, hombre a vida, no se le escapan sino los difuntos que están debajo de la tierra. Misit nuntios ad Balam, ut vocarent eum, et dicerent: Ecce egressus est populus ex Aegypto, qui operuit superficiem terrae, sedens contra me. Veni i igitur, et maledic populo huic, quia fortior me est 65. Dice que envió enbajadores al propheta Balán que le dijesen: un pueblo ha salido de Egipto que cubre la superficie de la tierra, el cual está puesto contra mí; ven y maldícelo. Aquí hallo dos cosas notables: la primera, el modo que dice este rey que tiene el pueblo de Dios de asolar la tierra —como el buey cuando pace la yerba—, que parece podía poner otros exemplos que se suelen poner de los soldados que abrasan, queman y consumen la tierra por donde pasan; lo segundo, ya que este rey j temió y juntó príncipes, ¿por qué no los consultó otro modo de darles guerra y defenderse? ¿Por qué no juntó gente, crió capitanes y levantó banderas y hizo otras cosas que los reyes suelen juntar para su defensa en tiempo de guerra?; sino, olvidado de todo, sólo determina de enviar a hacer grandes ofertas y dádivas al propheta Balán para que vaya a maldecir al pueblo de Dios.

            Digo que en esto está encerrado el misterio que voy diciendo de la fortaleza que los religiosos tienen con sus oraciones para defender un pueblo y asolar al enemigo. Dice el rey Moab del pueblo de Dios: este pueblo asuela la tierra y destruye los pueblos y ciudades que encuentra sicut k bos carpere solet herbam usque ad radices; consume la tierra como el buey cuando pace la yerba en el campo. El buey la hoz con que siega la yerba es la lengua; que no la corta con los dientes como los demás animales, sino con la lengua l la siega y la pace. Pues comparar la guerra que aquel pueblo hace al modo con que m el n buey pace o, fue decir: es un pueblo que hace guerra con la lengua, con oraciones y clamores a su Dios. [293v] Eso pasa, con oraciones y con lengua ofende. Pues mal me podré yo defender de ellas con soldados ni aparato de guerra. Contra oraciones no valen fuerzas ni municiones. Todo lo deja y lo pospone, y da orden de enviar mensajeros al propheta Balán, que venga y lo maldiga. Como quien dice: contra oraciones que pelean, resistamos con oraciones y clamores de otro propheta; y contra lengua, lengua; veni igitur, et maledic populo huic, ven y maldice este pueblo.

            ¡Sea Dios glorificado! Y ¡qué bien está aquí dibujado la necesidad que la república tiene de religiosos y de gente que pelee con lengua y con oraciones!, pues son de tanto valor que los reyes temen y son vencidos y contra ellas no hallan resistencia.

           


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Pues veamos en qué paró la guerra de la lengua y maldición de Balán contra el pueblo. El propheta defendióse del rey, que le llamaba, cuanto pudo; y el rey siempre porfió, y porfió tanto que lo obligó a que lo consultase con Dios. Y así, dijo a los enbajadores: Manete hic nocte, et respondebo quidquid dixerit michi Deus 66; aguardad esta noche y tratarlo he con Dios y, lo que me dijere, os responderé. El propheta consúltalo con Dios. Y dícele Dios a Balán: ¿Qué es lo que quiere esta gente? Responde el propheta: Señor, el rey de los moabitas me dice que un pueblo ha salido de Egipto, que cubre la tierra, que vaya a pelear contra él y ablentarlo de su tierra y a maldecirlo. Dícele Dios: Noli ire cum eis, nec maledicas populo, quia benedictus est 67. El propheta, viendo lo que Dios le decía, díjoles a los enbajadores: Idos, porque el Señor me prohíbe la ida. El rey porfió segunda vez, y Dios dícele al propheta: Si estos hombres tornaren, vete con ellos, pero advierte que no salgas un puncto de lo que yo te ordenare. El propheta a la mañana aderezó su asna y subió en ella y fuese con los enbajadores. Y en el camino es donde el ángel se le apareció con la espada desenvainada; y lo puso en aprieto a él y a su asna para le quitar la vida 68. Aquí se ofrecen dos dificultades: la primera, si Dios le habíe dicho que fuese con los enbajadores que le viniesen a llamar y él lo hizo así, ¿por qué se enojó Dios y envió su ángel que con espada [294r] le estorbase el camino, y con tanto enojo que obligase a la asna, para salir con la vida, de hablar? Lo segundo, si Dios p, como él dice, trai aquel pueblo bendito, ¿qué le inporta que el propheta lo maldiga?

            Digo a lo primero que el propheta, según lo que sucedió, no llevaba buena intención, porque, cuando no la llevase de maldecir aquel pueblo, según se colige del capítulo 31 del mismo libro, donde la Scritura dice: Nonne istae sunt, quae deceperunt q filios Israel ad suggestionem Balam? 69, el caso fue que, como el propheta conoció la fortaleza del pueblo y en qué la tenía, que era en la amistad de Dios, persuadió al rey que los incitase y provocase a peccados y que por ahí seríe con facilidad vencido; y que para esto les pusiese orilla del camino mujeres mozas y hermosas que los provocasen a deshonestidad y que no se entregan si no fuese con condición de que primero adorasen sus dioses. Y como este propheta sabía por dónde aquel pueblo podía ser vencido y que podía y tenía intención de descubrir el secreto, como de facto lo descubrió según digo dice el capítulo 31, donde a las moabitas llaman las destruidoras de los hijos de Israel por el mal consejo que dio Balán; donde veremos qué peccados son los que pelean contra un reino, quién lo asuela y destruye; y que, sabiendo ese secreto, el demonio con grandes veras procura peccados y abominaciones en una república para hacer su guerra por esa parte, porque virtudes solas son las que lo defienden; y a propheta que va a pelear contra el pueblo de Dios y por armas lleva persuadir


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a peccar, bien es se enoje Dios con él y que baje ángel con espada desenvainada y hable la pollina y se pongan grandes remedios para que ejército tan fuerte como es consejo para que el pueblo de Dios peque, no pase adelante.

            Lo segundo que dudábamos, qué r le s inportaba a Dios que aquel propheta maldijese a su pueblo, pues Su Majestad dice que está bendito de Dios; si está de Dios bendito, ¿qué inporta que un mal propheta lo maldiga? Digo que, a quien tiene Dios bendito, no quiere que nadie se lo mire con malos ojos, ni aun por piensos [294v] haya quien lo t maldiga; que se afrenta Dios que a su pueblo le tiren u cuchilladas en el aire; ni contra pueblo santificado se disparen lenguas sacrílegas. Defiende Dios a v su pueblo escogido aun de los amagos w. Lenguas que bendicen a Dios no quiere Su Majestad que otra lengua dispare contra ellas palabras no debidas; y que para lenguas sanctas no haya x quien y se atreva a desenvainar la suya y a echar de ella mano. Estraño caso que defienda Dios con iras y enojos, con ángeles y espadas a quien se quiere atrever a poner lengua en pueblo que la trai sanctificada. Todo z para que se vea si los religiosos con sus lenguas ofenden y defienden, pues ellos con las suyas ofenden y asuelan la tierra, como el buey cuando pace, pues ellos con sus oraciones pasan los contrarios a guchillo y las lenguas les sirven de hoces a que degüellan y cortan cabezas; y junto con ofender a quien es alevoso y contra Dios, defienden sus pueblos b, pues Dios y los ángeles son su barbacana, quien estorba y detiene a quien c quiere ofender a los que de noche y de día le están alabando.

            Gusta Dios tanto de ser glorificado en sus siervos y en ellos ser alabado que, porque no haya quien los pervierta y divierta, Su Majestad los guarda y en el entretanto hace sus menesteres y cumple con sus officios. Y si el officio del pueblo y de la república es sustentar guerras y hacer acometimientos contra los atrevidos, Dios es el que eso toma a su cargo, porque su pueblo no deje el officio que tanto le agrada. Dios es el que previene al propheta que no maldiga a su pueblo, que viene bendito: Ne maledicas ei, quia est benedictus 70; no lo maldigas, porque viene bendito. Que es lo propio que si dijera que bendice a Dios, porque los hombres toman nombre del officio que tienen: el platero, de que labra plata, etc.; así este pueblo es pueblo bendito porque bendice a Dios. Pues pueblo que trai tan buen officio, haga Dios los suyos, que es salir a su defensa, avisar al propheta que no maldiga, enojarse [295r] y airarse contra quien tiene intención torcida contra él; y si porfía y es terco, echará mano a la espada para que vuelva las riendas; y, si no prestare, la pollina en que camina hablará y pedirá justicia a Dios,


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que le dan de palos para que pase adelante a ofender pueblo bendito; y que las lenguas de las bestias se vuelvan con la lengua del propheta d y le defienda lenguas divinas y celestiales para e que hagan su officio sin quien las pervierta.

 

9.         La oración de los religiosos

 

            Muchas veces se habrá oído explicar aquel lugar de [Exodo], y aquí lo he yo explicado a este propósito: de cuando Moisés oraba y levantaba las manos al cielo, que su pueblo vencía 71. Y es así, mostrando el valor que la oración tiene con Dios y que, en el ejército que ella entra, lo asuela y destruye, como ahora decíamos: Sicut bos herbam carpere solet usque ad radicem.

            Pues ahora lo explico de otra manera, y digo que no sólo vencían porque Moisés f oraba, sino que Dios les daba victorias porque Moisés orase; y porque no hubiese quien le perturbase en el officio, sino que en él perseverase y pasase adelante, pasaba Dios a guchillo a sus enemigos y perturbadores. Mal pudiera orar Moisés si los suyos fueran vencidos g; menester habíe dejar la oración y ponerse en huida, o dejar la oración y vida en manos de los enemigos. Pues no, dice Dios, cesará, sino que orará y levantará sus manos al cielo; y yo h levantaré las mías contra quien se las quisiere hacer bajar.

            Yo pienso que es lo propio esto que lo que dijo David en medio de sus conflictos y tribulaciones, cuando hablando con Dios le dijo: Salvos nos fac, Domine, et psalmos nostros cantabimus 72; haz, Señor, nuestras batallas, riñe nuestras pendencias, y nosotros te alabaremos; no hallo con qué mejor pagarte y obligarte la defensa que nos dieres venciendo a nuestros enemigos sino bendecirte y alabarte.

            Esta parece fue la defensa que el sposo ponía para que no dispertasen a su esposa, cuando decía (Cantares [8]): Ne suscitetis, neque evigilare faciatis dilectam, donec ipsa velit 73. Este sueño ya se sabe que era divino y espiritual, el que se halla en la oración y contemplación, [295v] del cual gusta Dios tanto que él mismo lo guarda de las personas que lo quieren perturbar y quitar. Setenta fuertes guardan el lecho de Salamón todos con guchillos en las manos 74; y Dios guarda el lecho de su esposa, para que nadie se atreva a la dispertar o inquietar cuando está en el lecho y sueño divino de la contemplación.

            Yo creo queda bien concluido de cuánta consideración sea en estos cristianíssimos reinos haya quien a lo divino duerma i, pues tan buen guardasueño tienen como el mismo Dios, que con obras y palabras avisa y detiene a quien con sus guerras lo quieren perturbar o inquietar;


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que haya religiosos que canten psalmos en los coros y alaben a Dios, para que en el entretanto salve Dios y libre la república; que haya lenguas que, bendiciendo a Dios, sean ellas benditas, y Dios pelee y detenga a quien con la lengua los quisiere maldecir.

            No puedo dejar de decir una cosa que aquí se me representa en la fuerza y virtud de la oración y de los que alaban a Dios, considerando que el mismo Dios los defiende. Represéntaseme la virtud que tienen los saludadores 75 en el resuello, que con él matan y quitan la vida a los que rabian, a los que, mordidos de perro rabioso, ellos quedan inficionados y las entrañas dañadas; de suerte que toda su guerra la hacen con sus dientes y boca. Pues decir que, orando el justo y alabando a Dios, él es su defensa, es decir que el justo en la oración tiene la virtud del saludador con infinitas ventajas, que, cuando en la oración resuella, Dios es su resuello pues Dios es el que por ellos y por su defensa mata. Un religioso en la oración y contemplación ¿qué hace? Allí está ofreciendo a Dios su vida, la cual no es sino un resuello de Dios. Que así lo dice la Scritura en el Génesis: que, para dar Dios spíritu y vida a nuestros primeros padres, les dio un soplo y resuello; y luego al punto fueron vivientes 76. Pues [296r] j pregunto yo: ¿qué es la oración? Resollar, enviar suspiros a Dios k. No es otra cosa sino este aire que nos da vida enderezarle a Dios. Y si queréis saber lo que es, miradlo cuando de rodillas estáis con afecto ante Dios: ¡qué ansias! ¡Qué deseos y apreturas tenéis de vuestro propio resuello que se quiere salir y irse donde está Dios! Pues ese resuello digo yo que, enderezado como debe, es la varita de humo que el esposo dijo que era su esposa 77. Este resuello es el que mata a los que quieren hacer guerra contra el pueblo escogido de Dios y contra quien viene contra nuestra España con rabia y enojo, contra quien trai las entrañas dañadas.

            No me espanto tenga tal virtud este soplo y resuello del justo en la oración, porque es resuello de Dios. Y si Dios es la vida del justo, y la vida es el resuello, y el resuello mata, Dios es el que mata y el que defiende y el que quita vidas, no entre la rabia de los herejes en España.

            Notable cosa es, cristianíssimo rey, que le dé Dios a vuestra majestad soldados que con lenguas alcancen victorias y que con el resuello y anhélito maten, y que le murmuren a vuestra majestad que, habiendo muchos religiosos, se le apocan los soldados.

 

10.       España no necesita soldados, como otros reinos

 

            Yo quiero conceder esta proposición, y decir que es así, que a vuestra majestad se le disminuye la gente de guerra porque se entran


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religiosos. Veamos qué fuerza tenga esto y qué daños traiga consigo, para que según eso se ponga el remedio.

            Ya sabemos que los soldados de Dios son los ángeles, porque con ellos hizo antiguamente Dios sus guerras; ellos tomaban espadas en las manos, quitaban vidas y asolaban ejércitos. Y desta verdad hay innumerables lugares en la Scritura sagrada. Y de estos soldados l y escuadrones era capitán el mismo Dios, que tocaba al arma siempre que habíe descomedimientos y alevosías en el mundo contra su real corona y se atrevían los hombres a peccar y ofenderle. Después sabemos que, cuando Dios se hizo hombre y nació entre los hombres, los ángeles soltaron las armas y tomaron instrumentos músicos y se volvieron cantores; y tomaron los que antes eran soldados officio de frailes descalzos, pues tan descalzamente y sin interés se levantaron a las doce a cantar aquellos admirables maitines que por invitatorio ofrecían gloria para Dios y paz para los hombres; palabras con que incitaban y movían a los pastores a que gozasen [296v] de la fiesta 78; sin que hubiese quien les pusiese por cargo y capítulo a los ángeles que se metían frailes, ni le murmurase a Dios que se le disminuían los soldados. Antes sabemos que estaba lleno de gozo el pecho del Padre eterno por verlos tan bien ocupados y con officio nuevo tan de gusto como el que ellos ejercitaban en aquella ocasión. Digo, pues, que la razón por qué entonces no hubo quien murmurase aquel hecho ni quien se le fuese a quejar a Dios porque sus soldados se volvían cantores, fue porque m, antes que Dios se hiciese hombre, las batallas de Dios estaban a cuenta de los ángeles, a ellos se les cometía el tomar venganza de los hombres, pero después quedaron a cuenta del mismo Dios hecho hombre; y así ellos arrimaron sus espadas y tomaron officio nuevo, que fue cantar entre los hombres gloria para Dios y paz para los hombres.

            Digo, lo segundo, que quien hace guerra, según arriba dejamos probado, son los peccados, que donde no hay peccados no hay guerra. Así lo dice el propheta Jeremías: Cecidit corona capitis nostri; vae nobis, quia peccavimus tibi! n 79 Cayó, dice el propheta, la corona de nuestra cabeza; ¡ay de nosotros, porque peccamos contra Dios! La cabeza o en la república es el rey; la corona es el reino pues con él es coronado. Habíe perdido el rey Sedequías el reino por culpas y peccados; y quejándose el propheta de la pérdida del reino, se queja de p quien fue causa de tal pérdida, de los soldados que le quitaron la corona de la cabeza, que fueron peccados. Pues, si los peccados son causa de guerras, y quien da las batallas y alcanza las victorias y quita las coronas de las cabezas a los reyes, y Cristo tomó a su cuenta los peccados de todo el mundo —como dice Esaías: Posuit Deus in eo iniquitates omnium nostrum 80—, paréceme que las riñas y pendencias allá han de ser con Cristo; con él las ha de haber su Padre; a él le han de acometer los


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soldados y escuadrones. Y así fue, pues en estas propias palabras de Esaías traslada un doctor grave, diciendo: Deus incurrere fecit in eum iniquitates omnium nostrum. Que, así como a una ciudad acomete un ejército de soldados a la asolar, así acometieron a Cristo todos nuestros peccados para que con sus penas a ellos debidas le quitasen la vida y lo pusiesen en un madero. Y, si no, pregunto yo, ¿qué fueron los cinco mill y tantos azotes que sobre Cristo llovieron? ¿No fueron golpes que descargaban en aquel inocente cordero mis peccados y los del mundo, [297r] como crueles soldados rabiosos que se entriegan en su enemigo? Y así fue, que siendo Cristo enemigo del peccado y de las culpas, mis culpas y las de todos le acometieron con sus penas a ellos debidas a tomar venganza de su enemigo; ¿qué fueron las spinas, llagas, heridas, sino golpes, guchilladas y lanzadas que en Cristo daban mis peccados? Pues si la guerra hacen los pecados, y los peccados están a cuenta de Dios hombre, no tienen ya los ángeles guerreros en qué se ocupar; ya están libres del officio antiguo, ya pueden tomar officio de frailes, cantar y decir maitines con gloria in excelsis Deo.

Digo, lo tercero, que antiguamente hizo Dios contra los hombres guerra a fuego y a sangre; y así armaba a sus soldados los ángeles con espadas de fuego, como se vido en el que puso a la puerta del paraíso a que lo guardase del hombre si quisiese entrar en aquel jardín y ciudad vedada q 81; y como también se vido en los ángeles a quien se les cometió el castigo de Sodoma 82 con sus ciudades compañeras; spada de sangre, como se vido en el ángel que vino a tomar venganza del ejército de Senacherit 83 y por la culpa y peccado de David 84. Pero, después de hecho Dios hombre r, las guerras determinó Dios de darlas por amores y acometer a los hombres por dádivas, como se vido en los efectos y obras de la encarnación. Vido Dios que, después de tanta sangre vertida y tantos años pasados de guerra, el hombre se estaba en sus trece y tan duro como de antes. Determinó de curar s la postema no con herida ni lanceta, sino con blanduras y refrigerativos aplicándole su propia sangre. Pues, viendo los ángeles la determinación que Dios traía y que ya las guerras se habían vuelto amores, determinan ellos de meterse frailes t, arrimar las armas y tomar officio y cantar maitines. ¿Quién no ve en estas trazas una altíssima sabiduría de Dios? Grande ahorro de pesadumbres, pues de una vez se hace lo que en más de cinco mill años no habíe hecho con tantas pesadumbres como hubo en el diluvio y en las demás ocasiones que se le ofrecía juntar ejército. Digo de una vez, porque en una vez que Dios se hizo hombre y pagó por los hombres, eso quedó acabado para con Dios, de suerte que por su parte no quebrará; [297v] y si por la del hombre faltare, aquí nos tenemos el mismo Dios hombre, su sangre fresca y su muerte reciente, que


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poder ofrecer por todas las pesadumbres y guerras que se nos ofrecieren.

            Pues, si por estas tres razones y causas en nuestra Spaña los soldados se nos metiesen frailes, ¿no podríamos llamar dichosa y bienaventurada a España? Sí por cierto. Esotros reinos han echado a Dios de su república, de sus templos y casa. Es fuerza quien no tiene a Dios que les haga sus batallas, que las hagan ellos, que tengan soldados y junten ejércitos contra los muchos que Dios envía sobre ellos. Pero nuestra España, que tiene a Dios y en el templo e iglesia es glorificado y alabado y en la república reverenciado, y tiene a su cuenta y cargo nuestras guerras, tomen officio los soldados, que a Dios le va y él peleará y defenderá su república.

            Lo segundo, decíamos que la guerra hacen los peccados. Parece que los deste reino están a cuenta de Dios, pues así los detiene para que no entren desórdenes, herejías y desconciertos. Y no habiendo abominación de peccados, no ha menester haber soldados, sino que se entren frailes.

            Lo tercero, la guerra que en esotros reinos la hace Dios a fuego y a sangre, en este reino la hace con amores, pues u amor es el que de una parte a otra anda haciendo tantas maravillas como en este reino se ven. Y tanto cuanto es más fuerte el amor que la muerte 85, tanto es más cierta la victoria que con él se alcanza. Véase pues: en tantos años como ha que la muerte trai guerra con Flandes, Francia, Ingalaterra y otros reinos, jamás v de estas naciones ha alcanzado Dios victoria, sujetándolos de veras a la fee; y en este reino, que Su Majestad hace la guerra por amor, ¡qué cierta es y qué durable! Y más honrada cuanto lo es la sangre que el amor derrama de la que vierte la espada y la lanza. ¿Por qué piensan que no prevalecen los enemigos contra este rinconcito de España? Porque pelea con amor de Dios; y si la ira y enojo del enemigo vierte sangre y enciende fuego, el amor de Dios la vierte y saca de las venas y la ofrece a Dios por sus peccados y por el enemigo, [298r] y es fuego mucho más fuerte que el del trabajo y tribulación. Pues, como dice san Pablo, aquae multae non potuerunt extinguere charitatem, nec flumina obruent illam 86. Hay charidad y amor de Dios en España; no tiene el hereje que se cansar en venir hecho turbiones, que, cuando traiga más soldados que gotas de agua, no ha de poder matar el fuego que hace nuestras guerras; aunque venga hecho avenida de río, no le servirá, porque el fuego de w la charidad es de la chalidad del alcritán, que con el agua x arde, y como el que tiene la cal, que con el agua se enciende; y a avenidas de agua, avenidas de fuego que todo lo abrase. Pues, si nuestro Dios da guerras de amor a este reino y, ¿qué nos inporta se entren los soldados frailes y que haya muchos?


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¡Háyalos norabuena!, que si la guerra se hace con amor, habiendo más frailes, habrá más amor de Dios y más que defienda la república.

 

11.       En caso de necesidad, los religiosos son los mejores soldados

 

            Concluyo este cargo con decir que, si pareciere he respondido a él spiritualmente y que lo llevo por lo de Dios, que así ha de ser y que por ese camino lo ha de llevar un rey y reino tan cristiano. Y que, no obstante eso, si en alguna ocasión (permitiéndolo Dios así por sus secretos y altos juicios z) nuestro rey tuviera necesidad de soldados, que no sólo a con el spíritu y alma acudan a favorecer sino con sus cuerpos derramando su sangre b y con las lanzas en las manos c, que no sé yo quién haríe esto mejor que los religiosos, que saben lo que deben a su rey y a su reino d, que saben cómo y cuánto deben defender la fee que profesan, gustando, si se les ofreciese ocasión, de morir por la tal defensa, siendo muchas veces mártires, muchas en sus conventos en las penitencias y vida rigurosa, y, últimamente, en la guerra, para que en el cielo sean premiados con muchas coronas.

            De que en estado de necesidad seríen ellos los verdaderos soldados, que con vida y alma acudiríen a lo temporal y corporal, no creo será necesario manifestarlo con muchas razones y probarlo con varios argumentos. Las condiciones que en la Scritura sagrada se pedían a los soldados, entre otras, eran tres: que no fuese recín casado, porque no fuese a la guerra [298v] con solo el cuerpo dejándose el alma y el corazón en casa guardando la desposada que tanto amaba 87; porque ordinariamente quien en aquella ocasión e pelea es el corazón fuerte y el hombre entero y recogido, y no vertido en muchas partes, porque estos tales tienen el medio camino andado para huir al mejor tiempo y volver las espaldas al enemigo f, porque en lo secreto del corazón está sonando la voz de su esposa que cada momento lo llama. Es hombre este tal que teme la muerte, porque quiere gozar g los buenos días que el tiempo promete a los recín casados. Son melindrosos, por estar hechos a los pucheros sabrosos de la novia; gente h que no sabe velar, porque en casa hay quien le guarde el sueño a las once del día. Condiciones bien contrarias a las que se requieren en la guerra, donde ha menester un hombre un corazón de un i toro, un ánimo de un león, un estómago de un avestruz; que no digo yo pucheros y regalos, sino que se sustente y regale con las picas y puntas de lanzas del enemigo; y que, estando rodando la pierna que el enemigo j cortó, esté tirando tajos con las manos y los ojos saltados y a tiento con los dientes procurando mascar


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los suyos al contrario. Gente cuyos dulces clamores no sean los de la novia, sino los del píphano y tambor; cuyo regalo, el duro suelo; cuyo sueño, perpetua vela y centinela; y su amiga y esposa, la escopeta y lanza. Fuera nunca acabar decir las condiciones del buen soldado que encontradas están con las de los recín casados, a quien con tanta sabiduría daba Dios licencia para que, sin acometer al enemigo, se tornasen a su casa.

            Pues pregunto yo, ¿qué vida hay tan conforme a la del soldado como la del verdadero religioso? Que si el buen k soldado se sustenta con puntas de lanzas, el buen religioso con disciplinas y cilicios. Si el soldado duerme en el suelo y vela de noche, el religioso es eso lo que profesa. Si el soldado come bizcocho, el buen religioso pan y agua. Si el buen soldado ha de ser hombre entero, el buen religioso está recogido en sí, donde tiene encerradas y detenidas sus potencias y sentidos para que al tiempo de la necesidad muelan, como dicen, de represa y acometan con fuerza a quien se diere por [299r] enemigo de Dios. Si el soldado con el alma en los dientes pelea, el buen religioso con la mortaja l acomete. Ellos son los de fuerte corazón, los atrevidos, los confiados, los que están enseñados a hacer guerras más fuertes, que son las del spíritu. Y ellos serían los que, si su rey m tuviese necesidad, valdría uno por mill, porque, no dejando su esposa en casa, llevan consigo a su Dios, que es esposo verdadero de su alma, que en su compañía pelea, ayuda, sfuerza y anima.

            La segunda condición que Dios pedía n: que no fuese hombre que hubiese o recín plantado majuelo 88. Hombre, como quien dice, que dejase raíces en su pueblo, que, aguardando gozar del fructo, en la guerra acordándose de él se le hiciese la boca agua; y las raíces tíranse a sí las ramas, que son los brazos del que plantó la tal viña, sus potencias y sentidos. Sino que fuese hombre, como dicen, que no tenga qué perder; hombre pobre que desee ganar; hombre desasido, que pueda con ligereza acometer; hombre desembarazado, que pueda con fortaleza luchar; hombre, finalmente, que aguarde premios; porque el rico no se le da nada de los despojos y así le parece que no le importa la victoria. Pues ¿en quién se hallan estas condiciones sino en el verdadero religioso, no sólo pobre en el cuerpo y en lo temporal, sino pobre de espíritu? Hombres que no tienen p sobre que llueva Dios ni hacienda o bienes que los tiren o llamen, bienes que los estorben y detengan. Gente que, si por ser pobres de spíritu q no aguardan despojos y bienes temporales, aguardan los spirituales y premios eternos que Dios promete a los que varonilmente pelearen por su Iglesia y por su rey.

            La tercera condición del buen soldado es prudencia; que r no sea temerario sino muy prudente, capto, recatado y mirado. La cual condición


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estuvo dibujada y pintada en el modo que Gedeón tuvo de escoger los soldados que llevaba contra los [madianitas]: que escogió solos aquellos que, llegados al río, tomaron el agua con la mano mirando lo que bebían no fuese cieno, agua turbia o con malas sabandijas s; reprobó [299v] los que se echaron a buzas al agua 89, dando a entender que no valíe para la guerra el que no sabe, mira y premedita primero sus obras, las huidas o acometimientos. ¡Cuántos hay y ha habido que desdichadamente han muerto a manos de sus enemigos por un triste hurtillo y despojo! Por descubrir un secreto murió Sansón, fortíssimo capitán y guerrero 90; por soberbio y confiado, Goliat 91; por sensual, Olofermes 92; etc. Y fuera largo contar las desgracias que han tenido hombres imprudentes en negocios de guerra; porque para ese officio son menester hombres sesudos, acordados, gente que medite y premedite si será mejor la huida que el acometimiento, gente que sepa trazar ardides y armar zancadillas al enemigo.

            Pues esta virtud de la prudencia ¿a quién en particular se la hemos de dar sino al verdadero religioso? Pues tan dende niño fue tan prudente que, dejando el mundo, buscó a Dios en la soledad y en los tres votos que prometió; que dejó el mundo y buscó el cielo en la guerra t, quia regnum caelorum vim patitur 93, supo u sólo lo llevaban los que fuertemente pelearen. ¿Quién más prudente que el v que tan bien supo scoger? ¿Quién más prudente que el que en el siglo volaba por los aires siendo honrado, rico y poderoso, se quiso hacer serpiente andando arrastrado por solo Cristo? w ¿Quién más prudente que el que no quiso beber a buzas del corriente del mundo sino se retiró en la religión a tomar con la mano, y moderado, un pedazo de pan x para el cuerpo? ¿Quién más prudente que el que supo huir las pequeñas ocasiones, ne levi saltem macularet vitam, por no manchar su vida con solo un peccado venial? Estos son los prudentes, los que pueden ser soldados, los que en el tiempo de la tribulación, si fuese necesario, sabrían con veras defender a su rey y reino y volver y por su Iglesia.

            ¡Oh buen Dios, y cuántos exemplos pudiera traer de esta verdad, de sanctos religiosos que han salido a la defensa de su Dios y en reinos infieles y han hecho [300r] notables hazañas y peleado hasta dejar la vida! Y, atento que con prudencia y sabiduría del cielo pelearon, merecieron coronas de mártires y hoy están gozando de aquella majestad inmensa de Dios, que tan bien sabe dar z paga doblada, según aquello de [Isaías]: Duplicia possidebunt in terra sua 94, a los que fueron soldados de dos maneras, soldados en el cuerpo y en el spíritu, en el spíritu venciendo su carne y apetitos, en el cuerpo volviendo por su Iglesia y


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reyes cristianos. Y así me parece puede quedar este cargo concluido en favor de los religiosos reformados.

 

12.       Los trinitarios reformados

 

            En particular de nuestra reforma quisiera alegar dos palabras, porque me parece de ella es a en particular el argumento que nos hacen, es decir, que se apocan los soldados y los que han de ir a la guerra. Pregunto yo: si a un hombre honrado le echasen un soldado y le mandasen que enviase a su hijo a servir a su rey, y éste diese en su lugar un soldado viejo, fuerte, cursado en el officio, bien pagaría; si diese dos, mejor. Pues yo quiero presuponer que todos los religiosos que tomaren nuestro sancto hábito han de ir a la guerra y que los tenía Dios y su majestad para ese officio. Si diese yo otros tantos soldados como frailes, y soldados viejos por bisoños, bien pagaría y no debería nada. Pues ahora, si Dios es servido, enpezaremos b a redimir captivos y, por cada fraile, sacaremos dos soldados; y, si no, valdrá por cuatro que, en fin, es gente que viene ofendida del contrario y le sabe los rincones, y le será contra él ladrón de casa, de quien es dificultoso escaparse y defenderse. Y así habremos pagado lo que al rey y reino debemos. En el entretanto que nosotros no rescatamos, tomen y reciban por nuestra cuenta los muchos captivos que sacan nuestros padres c del Paño, pues vemos cuán a menudo hacen redenciones tan copiosas.

            Digo más, que más soldados daremos, pues nuestra regla se estiende a curar pobres y sanar enfermos; y éstos, que antes por sus enfermedades [300v] estaban inposibilitados de servir en guerra y fuera de ella, los dejará la Religión con el favor del cielo fuertes y remediados, para que ellos puedan servir como hombres y soldados valerosos, en lugar de los niños tiernos que en esta sagrada Religión se reciben. Y con esto los reyes quedarán pagados de lo que se les debe; y el cielo, servido de lo que somos obligados; y todos, premiados de nuestro gran Dios, a quien sirve el soldado de la guerra y el frailecito en su convento. Etc. d

 




a            sigue volverse tach.



b            ms. pondrá



c            sigue fiel t tach.



d            sigue y la fuerça que an tenido tach.



e            ms. relión

 



f             por‑despacho subr., al marg. ojo de 2m.



g            sigue y tach.



h            corr. de servicios



i          corr. de an



j            ms. compan



k            de 2m.



l            sigue espacio de unas 6 pal. en blanco

 



1         Ef 6,12.



m           corr. de dabas



2         Cf. Gén 17,32.



n            ms. cavavallo



o            sigue David fortitudi tach.



3         Sal 67,36.



4         Sal 67,36.



5         Sal 105,23.



p            sigue nos tach.



6         Cf. Jue 7,2ss.



q corr.

 



7   Cf. 1 Sam 17,40‑54.



8         Cf. Jdt 13,7‑11.



9         Cf. Is 1,24; 2,15; 6,3; Jer 2,19; etc.



10          Is9,6.



11        Cf. Lc 2,14.



12        Cf. 2 Crón 32,21.



13        Cf. Gén 19,24.



14        Cf. Núm 16,30.



15        Cf. Gén 7,11‑12.



16        Cf. Gén 3,1ss.



r            sigue porque no se le tach.

 



s            al marg. Vide 



t             corr.   



17        Sal 146,10.



u            ms. suelen



18        Jon 3,4.



v         sigue p tach.



w         corr.



19        Lc 19,43‑44.



x         ms. amença



20        Jon 3,5‑8.



y ms. silicios

 



z            corr.



a  ms. baluarte



b            ms. cocodillo



21        Cf. PLINIO SEGUNDO, C., Naturalis Historia, l.VIII, c.36‑37.



c            ms. silicios

 



d            ms. silicios



22        Cf. Gén 7,11‑12.



23        Cf. Sal 50,19.



e            sigue déjame que si tach.



24        Cf. Gén 32,28‑29.



f             al marg.Vide



25        Cf. Os 12,4: «Et invaluit ad angelum, et confortatus est; flevit, et rogavit eum».



g            sigue ven tach.

 



26        Gén 32,28.



27        Lc 2,14.



h            ms. tiene



28        Sal 37,4.



i            sigue trujeron tach.



29        Sal 6,3.



j            corr.

 



k            sigue de tach.



l            ms. 13



30        Cf. 2 Re 3,27.



m           rep.

 



31        «Hostia erat victima, quae immolabatur caesis hostibus. Sacrificabatur autem Laribus, quorum ope victi credebantur hostes»: I. RAVISIUS, Officina, Basilea 1566, 57. «Hostiae dicuntur sacrificia, quae ab his fiunt, qui in hostem pergunt» (Ovidio). «Hostiae dicebantur sacrificia, quae fiebant, antequam ad hostem pergerent» (S. Isidoro). Cf. Thesaurus Linguae Latinae, VI, Lipsia 1936‑42, 3045. Para captivus (= ab hostibus captus), cf. Ibid., III, 371‑372.



n            sigue y tach.



o            sigue divina tach.



p            sobre lín.



32        Rom 12,1.



q            Según‑bestial sobre lín. y al marg.



r    sigue pu tach.



s            ms. le



t            corr.

 



33        Sal 14,1‑2.



u            sigue y des tach.

 



34        Cf. Ex 16,16; 18,7; etc.



35        Sal 23,4.



36        Cf. Mt 17,4.



v            sobre lín., en lín. campos tach.



w           ms. es



x            in atris tuis sobre lín.



37        Sal 83,11.



38        Cf. Ex 17,11‑12.



39        Sal 86,2.



y            sigue que son tach.



z            de Sión sobre lín.



40        Cf. TEODORETO, Interpretatio in Psalmos, 86,2 (MG 80,1562‑1563).



a  sigue más tach.



b            corr.



c            sigue a tach.



d            sigue relig tach.



e         dice, que entran sobre lín., en lín. murmuran los tach.



f          sigue que entran tach.



g            corr.



h            sigue a vuestra majestad tach.



i            sigue y que son tach.



j            sigue y tach.



k sobre lín.



l            ms. la

 



41        Cf. Sal 126,1.



42        Sal 108,18.



m           corr.



n            ms. alcança



o            ms. escabar

 



43        Mt 16,18.



p            ms. setas



q            ms. setas



r            sigue b tach.

 



44        Sal 86,1.



45        Sal 67,16‑17.



46        Ef 2,19‑20.



47        Sal 30,21.



s            ms. guardandos



48        Cf. Mt 16,18.



t            sigue le tach.



49        Misal Romano, Sequentia de la fiesta del Corpus Christi: «Sumit unus, sumunt mille / Quantum isti, tantum ille / Nec sumptus consumitur».



50        Cf. Ap 21,12‑13.



u            ms. enpaderados



v            sigue lo tach.

 



51        Cf. Mt 25,11‑12.



w           sigue en del tach.



x            sigue tan tach.



y            sigue s tach.



z            ms. pruden



a  ms. las



b         ms. hereje

 



52        Sal 16,11.



53        Cant 7,2.



c            sigue i s tach.



d            ms. tribulam



54        Sal 22,5.



e            sigue que tach.

 



f             sigue como tach.



g            sigue p tach.



h            ms. es



55        Hab 3,4‑5.



i            sobre lín.



j            Spíritu‑Cantares sobre lín., en lín. sposo dijo a su esposa tach.



k            sigue convalium tach.



56        Cant 2,2.



l            corr. de soldados

 



m           ms. pendem



57        Cant 4,4.



n            rep.



o            sigue um tach.



p            corr. de suceden

 



q            sigue pescueço tach.  



58        Sal 149,6.



r            corr.   



59        Sal 113b,7.



s            corr.   



t            sigue a un rey tach.    



u            sigue y tach.



v al marg. Vide



w         sigue ora tach.



60        Lc 18,1.



x         sigue oraciones tach.



y            coinquinat multos sobre lín.

 



61        Cf. Heb 12,15: «Contemplantes nequis desit gratiae Dei: nequa radix amaritudinis sursum germinans impediat, et per illam inquinentur multi».



62        Cf. Cant 5,7.



63        Cf. Cant 1,6.



z            sigue sean pobres tach.



a  ms. quer

 



b            corr. de que



c            sigue q tach.



d            sigue y tach.



e            sigue es justicia tach.



f             ms. secresta

 



g            do sobre lín.



h            el rey Balac al marg., sigue do tach.



64        Núm 22,4.



i          sigue et tach.



65        Núm 22,5‑6.



j            sobre lín., en lín. príncipe tach.



k            sigue po tach.



l            sigue la corta tach.



m           modo con que sobre lín., en lín. pasto tach.



n            corr. de del



o            sobre lín.

 



66        Núm 22,8.



67        Núm 22,12.



68        Cf. Núm 22,22‑27.



p            sigue con el tach.



q            ms. deceperos

 



69        Núm 31,16.



r            corr. de porque



s            corr. de in



t            sobre lín.



u            sigue q tach.



v            ms. de



w           sigue y tach.



x            sigue lengua tach.



y            en sobre lín.



z            sobre lín.



a  corr.



b            sus pueblos sobre lín.



c            sigue les tach.

 



70        Núm 22,12.



d            sigue que va contra el pueblo tach.    



e            sobre lín.



71        Cf. Ex 17,11‑12.



f          ms. Moisén



g         ms. Vencido



h sigue las tach.



72          Is38,20: «Domine, salvum me fac! Et psalmos nostros cantabimus». Cf. Sal 105,47.



73        Cant 8,4.



74        Cf. Cant 3,7.



i            corr. de duerpa

 



75        Saludador, embaucador que se dedica a curar la rabia con el aliento, la saliva y ciertas fórmulas.



76        Cf. Gén 2,7.



j             ms. cap. 6 y cargo sin tach.



k            sigue este tach.

 



77 Cf. Cant 3,6.



l             sigue y ap tach.



78        Cf. Lc 2,14‑15.



m           rep.



n            sigue la tach.



79        Lam 5,16.



o            ms. cabeçaça



p            sigue la causa tach.

 



80          Is53,6.



q            corr.



81        Cf. Gén 3,24.



82        Cf. Gén 19,1.



83        Cf. 2 Re 19,35.



84        Cf. 2 Sam 24,16‑17.



r            ms. hombres



s            sobre lín., en lín. ablandar tach.



t            sigue y tomar tach.

 



u            sigue por amor tach.



85        Cf. Cant 8,6.



v            sigue s tach.



86        Cant 8,7.



w           el fuego de sobre lín.



x            el agua sobre lín., en lín. fuego tach.



y            sigue porque tach.

 



z            corr. de alta sabiduría, sigue que tach.



a  sigue que tach.



b            derramando su sangre al marg.



c         en las manos sobre lín.



d         sigue los tach.



87        Cf. Deut 24,5.



e         sigue fuertemente tach.



f          sigue porque tach.



g         corr. de gozarse



h         sigue dormilona tach.



i          sigue len tach.



j          sigue le tach.

 



k            sobre lín.



l            sigue trabaja tach.



m           sigue de ellos tach.



n            al marg.Vide



o            sigue plantado tach.



88        Cf. Deut 20,6.



p            sigue como dicen tach.



q            de spíritu sobre lín.



r            sigue sea tach.

 



s            sigue y tach.



89        Cf. Jue 7,5‑8.



90        Cf. Jue 16,17‑30.



91        Cf. Sam 17,8ss.



92        Cf. Jdt 11‑13.



t            sigue porque supo tach.



93 Mt 11,12.



u            corr.



v            corr. de quel



w           sigue es tach.



x            un pedazo de pan sobre lín., en lín. moderado sustento tach.



y            corr. de volverse



z         corr. de pagar

 



94          Is61,7.



a            ms. son



b            corr. de en enpeçando



c            sigue de p tach.



d            siguen tres folios y medio en blanco

 






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