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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
I. VOCACION DE SANTIDAD
Lo primero, todas las monjas que Dios nos diere han de ser sanctas y muy puras y amar mucho a Jesucristo su esposo, y tener por su patrona y abogada a la gloriosa sancta Inés, que es a el día en que se fundó nuestra sagrada Religión 2 y por cuya intercesión tuvo Dios por bien oír las oraciones de aquellos dos sanctos patriarchas san Juan y san Félix, primeros fundadores 3.
1. Por llevar el nombre de la SS. Trinidad
Y, para que yo pida y diga que todas nuestras monjas han de ser sanctas y muy puras, hay muchas cosas que las obligan en particular en esta sagrada Religión. La primerab, el haberse de llamar monjas descalzas de la Sanctíssima Trinidad. Que gocen de un título y nombre tan admirable que sólo tomarlo en la boca enllena, porque es nombre de Dios lleno, un nombre que sólo profesarlo honra y da ser y vida a nuestra España; y los ángeles los regucija y alegra en pensar haya, entre los cristianos, religiosos a quien Dios, por su misericordiac, acepta para que sean vasos escogidos que traigan y encierren en sí este nombre de la Sanctíssima Trinidad. Y si a san Pablo, para que llevase el nombre
de Jesús, lo llevaron a tornear al cielo, pulirlo y hermosearlo 4, ha de ser toda nuestra sagrada Religión, así de frailes como de monjas, un cielo donde con penitencias y mortificaciones se han de desbastar y tornear.
Cierto que, cuando yo llego aquí a considerar el título y nombre que tenemos, que me parece un asombro que bastaba para que cualquiera que profesara debajo de esta regla sagrada fuera en virtud y en sanctidad un asombro. Y en no siendo tales cuales pide el nombre, los reyes y el mundo nos habían de echar de sus reinos, más en particular a nosotros que a otros ningunos, porque, si las armas y blasón de estos dichosos reinos es d la confesión de la Sanctíssima Trinidad, la funda no es razón sea de poco más o menos, sino muy rica de precio y de valor. Porque si, para encerrar aquellas tres cosas que dio Dios a Moisés, que fueron las tablas de la ley, el maná y vara, le manda que haga un arca perpetua de madera incorruptible, [1v] en quien nunca caiga carcoma ni putrefación 5, ¿por qué los que trujeren nuestro sancto hábito no han de ser puros, limpios y sanctos, en quien Dios deposita y encierra este sancto nombre de la Sanctíssima Trinidad, sin ninguna comparación muy más alto que las tablas de la ley, maná y vara? Pues el Padre es el legislador y el que da la ley con que los hombres se han de salvar, pues el propio Padre dice en la transfiguración manifestando a su Hijo: "Este es mi hijo muy amado, oídlo" 6, que él trai a promulgar y publicar la ley que yo doy. Y el Hijo ¿no es a quien representaba el maná? El Spíritu Sancto ¿no es a quien figuraba aquella vara que allí estaba encerrada, con e que Moisés hacía milagros y ejercitaba justicia, sirviendo de entramas f cosas de misericordia y de justicia? De misericordia que libraba a los hebreos, dividía las aguas y remediaba la sed y otros muchos obtentosos milagros 7. Y, junto con eso, era vara de justicia, que ahogaba a los malos y dispertaba en su ayuda infinidad de alguaciles, aunque fuesen mosquitos y ranas 8, etc. Pues ¿quién no ve que todo esto hace el Spíritu Sancto, que es el que remedia necesidades, sana enfermos y distribuye dones, y hace justicia, según lo que Cristo dice: "Cuando viniere el Spíritu Sancto, él argüirá el mundo de justicia y de juicio" 9? Ha de ser alguacil, que ha de ejecutar sentencias de los que no quisieron creer en el Hijo de Dios.
Dios mío, seas bendito, que quieres tú un arca de tan admirable hechura para depositar en ella unas tablas de piedra, un poco de maná que llovían las nubes y una vara, que, aunque misteriosa, era de palo, ¿cuál debe ser el religioso o religiosa que ha de encerrar en sí a toda la Sanctíssima Trinidad, no sólo como los demás religiosos, sino muy en particular y con particulares ventajas? Pues, entre todos los religiosos, nos aventajó Dios a hacernos vasos escogidos para que llevemos por el
mundo este nombre admirable de la Sanctíssima Trinidad, que en sí encierra estas tres personas: el Padre, que escribió con su dedo en la piedra, que es Cristo, la ley que los hombres habían de guardar; el Hijo, que es maná, que no lo llovió nube, sino una nueva y pura Virgen; el Spíritu Sancto, que es vara florida, porque, en el alma que entra, la hace florecer con aquellos siete dones.
[2r] Díganme, mis hermanos y hermanas, ¿tengo razón de pedir que seamos tales cuales conviene para que en nosotros esté un depósito tan admirable como es el de la Sanctíssima Trinidad? Que, por no ser abonados todos los del testamento viejo, o por mejor decir, por no haber bajado el Spíritu de Dios a adornar y componer la casa para el depósito, no les fiaron este sancto y divino nombre de la Sanctíssima Trinidad. Paréceme pide que el religioso o religiosa que aquí profesare sea religioso de a tres, que valga por tres. Que si, como dice el Spíritu Sancto, el hacecillo de tres varas con dificultad g se rompe 10, que nuestros frailes y monjas, siendo de a tres, no haya tentación que los derribe ni cosa que los haga desdecir de lo que son.
Yo he oído decir que antiguamente habíe unos doblones de dos caras, que en ellos el oro era muy subido y que valían mucho. Adviertan por charidad que, para sculpir dos caras de dos enperadores cual Dios sabe serían, o de padre y hijo, hombres como los demás, buscan oro fino y de valor y, por tener dos caras, era doblón de a dos. Digan por charidad: si, por particular previlegio, en nosotros puso Dios el rostro h del Padre i, Hijo y Espíritu Sancto, ¡qué mucho que pida seamos oro acendrado y de valor, y que no seamos doblones de a dos, sino de a tres, pues representamos y traemos sobre nosotros este admirable nombre de la Sanctísima Trinidad!
Segunda razón j. Y en que nosotros seamos sanctos a Dios le va su parte. Pues vemos acá, en el siglo, que los hijos de los criados, porque nacieron en casa del amo, se llevan gran parte del amor del propio amo y gusta por eso sólo dotarlos, hacendarlos y honrarlos. Pues ¿cuánta más parte debe de llevar el hijo, que, demás de haber nacido en casa, se llevó todos los títulos y nombre del padre y de todo el linaje? Lo propio digo yo: si los religiosos de esotras religiones, hijos de los criados de Dios, como fue Domingo, Francisco, Elías, Agustino, se da Dios por obligado a que lleven honra y provecho, porque nacieron de los umbrales k y puertas adentro, que es Cristo y su cruz, ¿qué honra y qué provecho llevarán los que nacen en esta propia casa, hijos que se llevan todo el título y nombre del Padre, del Hijo y del Spíritu Sancto l, que heredásemos el nombre de todo el abolorio, el nombre de la Sanctíssima Trinidad? Y esto déjolo a quien toda la Sanctíssima Trinidad le habrá descubierto qué sea esto.
2. Por vestir el hábito de la SS. Trinidad
Lo segundo que nos obliga a ser sanctos frailes y monjas de este hábito y regla [2v] es el habérnoslo Dios enviado del cielo. Porque, si las dádivas son de estima conforme la persona que las da, ¿de cuánta debe de ser el habernos Dios enviado este sancto hábito cuando, al principio de la Religión, bajó un ángel con él del cielo 11? Acá, cuando el papa envía un capelo a un hombre, en el recibo de un bonete colorado en quien se encierra aquella dignidad, trueca a un hombre y lo hace otro hombre cuerdo, pesado, modesto, recogido, grave, honrado y siervo de Dios. ¿Por qué no nos hemos nosotros de dar por obligados a ser muy otros de todos los que viven en el mundo, pues nos envió Dios del cielo esta toga y vestidura imperial de este sancto hábito, con que mostró ser su gusto nos llamásemos religiosos de la Sanctíssima Trinidad? Si una cruz de Sanctiago en el pecho que dio un rey, que representa limpieza de sangre y diez mil ducados de renta, trueca a un hombre para que haga obras más altas y grandiosas que de antes hacía, díganme por charidad ¿por qué no nos ha de trocar en varones perfectos este sancto hábito, que, si no es de Sanctiago, es de la Santíssima Trinidad, que representa y enseña limpieza de sangre divina y cien mill en la otra vida, que se prometen por el uno que dejamos en ésta? Por la cruz que en los pechos traemos abrazada, no para que por ella nos honren, sino para que en ella seamos participantes de las deshonras del crucificado Cristo.
Si amor con amor se paga, al amor que Dios nos tiene con grande amor le debemos pagar. Muestra un hombre grande amor a un hombre el sacarlo de pila, el ponerle nombre y el darle las primeras mantillas. Y esto hizo Dios con nuestros primeros padres: que, sacándolos de pila, les dio el nombre en quien Cristo manda que bauticen a sus discípulos, diciendo: "Id y bautizad a los hombres en el nombre del Padre y del Hijo y del Spíritu Sancto" 12. Y como Dios m era padrino de nuestros padres fundadores, que los sacaba de pila del no ser al ser religiosos, dioles el nombre que estaba más cerca de la pila, que es de la Sanctíssima Trinidad. San Francisco dio su nombre y con él baptizó a los suyos, y sancto Domingo lo propio, porque era el nombre más cercano que él y los suyos se toparon. Pero Dios dio a nuestros padres el nombre más cercano de Dios, que es el de la Sanctíssima Trinidad. Y, no contento con esto, las primeras mantillas y pañales los envió la
Sanctíssima Trinidad y en ellos engastadas y bordadas las armas de todas tres personas: blanco en el hábito, azul y colorado en la cruz, colores que tan al vivo representan todas tres personas, para que n, atento que han de ir por las [3r] partes apartadas del mundo o rescatando captivos, si se perdieren en lo temporal, en el hábito p y por las armas los hallen a lo divino por hijos de quien son.
Pues, si desta manera nos ama Dios, siendo nuestro padre y padrino -que, aunque de todas las religiones es padre, dioles otros padrinos, y reservó ésta para serle padre y padrino, que, sacándola de pila, le dio su sanctíssimo nombre y abrigó con estos sanctos trapos, que, aunque viejos, son divinos- y es verdad que amor con amor se paga, ¿qué otro retorno más agradable podemos volverle en retorno q mejor que ser muy sanctos y muy puros? Si el que hace un vestido del paño de Segovia, por ser fino, lo estima y mira por su persona por no lo manchar, no es mucho yo pida nos afinemos nosotros, pues vestimos vestido que se afinó en el cielo y fue hábito [que], habiéndolo Dios de enviar, lo vistió y probó a un ángel para que lo trujese a la tierra. Y le vino muy ancho el traer el hábito, según r los deseos s [que] Dios tenía de favorecernos. A nosotros nos había de venir angosto, porque este hábito esterior representaba el ancho hábito de la gracia y gloria que ofrecía y prometía a los que lo vistiesen y trujesen.
Y el traerlo ángel, es decirnos que ángeles puros han de ser los que lo hubieren de vestir, pues ángel es en quien se ajusta y prueba para que nosotros entendamos que, para haberlo de traer, hemos de ser muy justos y probados. Y, con todo eso, hemos de vivir con temor que al ángel se lo dan que lo traiga y se lo quitan, mostrando en esto que aún pide Dios más que ser ángeles para que en este sancto hábito perseveren; y es que, demás de ser justos, sean justos aprobados para este ministerio.
3. Por tener como patrona a santa Inés
Y así, sanctas señoras, las que desean saber la regla que nuestras monjas han de guardar, no se espanten tan con antes de decirles la regla diga y pida que han de ser sanctas, que es hacer la cama para asentar lo que Dios quiere, desea y ama en toda esta sagrada Religión. Y, en particular, a nuestras monjas, porque la primera monja que hubo en el mundo, desposada y querida de Jesucristo con señales particulares adornando toda su persona, fue sancta Inés, la que es patrona y fundadora de nuestras sanctas monjas. Fue la monja más querida, más adornada y honrada de nuestro buen Jesús que ha habido en el mundo. Y así la deben t tener nuestras monjas por guardajoyas, pues en ella depositó Cristo las que nuestras monjas habían de tener y traer. Pues
ella lo dice tantas veces con palabras tan claras que la dio y adornó con inestimables margaritas y piedras preciosas 13, que ni quedó anillo ni collar, arracadas y piezas de inestimable valor que en ella no pusiese. Y siendo nuestra, podrán nuestras sanctas monjas [3v] acudir a ella, que del cielo les despache y envíe adorno suficiente para parecer ante su querido esposo.
4. Otras ayudas y estímulos
Ayuda mucho a esto que yo las pido, de que sean muy sanctas, los felices tiempos en que nuestra sagrada Religión se reforma, favoreciéndola Dios con el cielo y con la tierra, como se ve en lo que hasta ahora ha hecho Dios con ella.
Ayuda mucho el ver que los malos aun ya no quieren ser malos, porque la maldad ha sido Dios servido se u desarreboce y la conozcan por quien es para que hasta los malos la aborrezcan y huigan de ella. Pues, si los malos quieren ser buenos, los buenos ¿por qué no han de querer ser sanctíssimos?
Ayuda a esto que pido los particulares exemplos que en nuestros tiempos gozamos de tantas sanctas monjas y niñas que, quiriendo seguir a Jesucristo, no gustan ya de zapatos ni de paño, sino de preciosos sayales, que, aunque gordos v en lo de acá fuera, delgado hilan adentro sus dueños. Y este exemplo, entre otros, se ve muy claro en la sancta madre Theresa, caudillo y capitán de tantas y tan queridas pastoras como le ha traído a Dios a su casa; que, si trabajadas y cansadas con sus pies descalzos y pobre zurrón, con su querido esposo sestean al mediodía 14, reposando a sus amorosos pies, donde escuchan y oyen su palabra en aquella admirable contemplación que les enseñó. Ahora, pues, díganme, mis w queridas hermanas, las que Dios nos diere, si en todas las cosas hay emulación y en lo divino se nos manda que la tengamos 15, habiendo tantas monjas sanctas, paréceme a mí que las nuestras que ahora enpezaren, habiendo de tener celos y emulación de las demás, que han de ser sanctíssimas.
Hay otra cosa que las ha de ayudar grandíssimamente x, que es la regla, que es la más sancta, la más pura, la más desasida de las cosas de acá que se puede imaginar en el mundo. Es muy humilde, muy pobre, llena de grande charidad, todas cosas cuales las desea su querido esposo traigan las almas que él quiere.
5. Pies descalzos y hábito pobre
Tiene nuestra sagrada regla pies descalzos. Que, caminando por campo de flores y no habiendo zapato que apriete, bien se deja entender que se alargará el paso. Que, en fin, pies que andan siempre descalzos, no se reparará en ensuciarlos cuando el sposo llame a la puerta, como reparó la otra desgraciada pastora: que, por habérselos lavado y no calzarse el botinillo, se le fue su esposo 16.
El vestido es de sayal o jerga basta, [4r] que, siendo de poco valor, si las guardas de la noche la toparen que a deshora busca a su buen enamorado, no la detendrán y, robarán ni quitarán la capa. Como a la otra esposa: que, si en ella no hallaran y vieran valor z esterior, no se acodiciaran a ella para la maltratar por quitarle lo que tenía precio 17. Y yo pienso que a las monjas de las religiones no reformadas el día de hoy una de las cosas que más las detiene y perturba el caminar a Dios, es ser monjas de precio y de valor en el dinero, joyas y hábito; que, como los seglares las güelen, por despojarles la capa que vale, se hacen encontradizos con ellas. Y no me espanto las topen, porque es la gente que la justicia de Dios tiene puesta en la tierra que ronde y pasee. Y, como topan las monjas con cosas vedadas a su officio, róbanlas; y, si no las dejan pasar, dejan prenda, que es la capa que digo que los otros quitaron a la esposa. Alégrense y consuélense nuestras sanctas monjas, las que Cristo nos diere, que han de ser tan pobres que podrán ir cantando a la media noche y con siguridad delante del ladrón, porque esa gente no busca pobres sayales y remiendos; que, si a los ojos de los que en el mundo saltean son pobres, son de los tesoros de la Sanctíssima Trinidad. Y esto es de grandíssima estima: que nos dé Dios hábito que a sus ojos no valga, porque, si traemos moneda y mercaduría de la que el mundo no usa, no querrán nuestro trato, compañía ni conversación.
No han de traer nuestras monjas camissas ni ningún género de lienzo, sino de una vez se han de despojar para nunca jamás tornarlo a traer. Que a la esposa le fue de harto inpedimento el traerlo cuando su esposo llamó, que, como estaba acostada y habiéndose quitado la túnica, por no se arromadizar, no se la tornó a poner para abrir a su esposo 18. Y habiendo de andar nuestras monjas sin lienzo, de una vez arromadizadas, digo de Roma favorecidas con la observancia de nuestra regla, no habrá que temer el romadizo corporal, sino aparejarse para recebir a su Dios celestial.