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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
XV. SOBRIEDAD EN EL VINO
§ 10. En el párrapho décimo dice nuestra sancta regla que el vino, que los religiosos hubieren de beber, que de tal manera se temple que se pueda beber con gran sobriedad y templanza 1.
Esta cláusula no tiene necesidad de explicación, pues ella está [30r] tan clara y fácil de entender. Y el fin que en esto pudo tener se podrá tratar en otra cláusula, donde prohíbe el no se poder comprar vino. Que, pienso yo, en lo uno y en lo otro, y en la trabazón y hermandad que lleva esta cláusula con las demás, pretende nuestra sancta regla hacer en cualquier religioso o religiosa nuestra un ángel puríssimo o hombre sanctíssimo. Pretende criar al hombre sin ningún brío de parte de la carne, para que lo pueda cobrar el spíritu. Que cosa es muy cierta que, cuando al uno le faltan las fuerzas, el otro las cobra; y que baje y desmaye el cuerpo para que suba y se levante el alma. Quiere y pretende que todo el hombre interior y esterior esté alerta, dispierto, vivo y atento para las cosas de Dios, que todo esto hace la templanza. Y el vino aduerme a estos sentidos, puertas por do entran al conocimiento los fantasmas de las cosas esteriores. Y si los sentidos, con la comida y vino, están turbios, mal podrán con claridad representar al alma lo representado en las cosas vistas. Como si una vidriera estuviese sucia y llena de polvo, vos que veis por ella, veréis y conoceréis la cosa con las inperfecciones que tienen los medios mediante los cuales es la cosa vista. Y, si no, miren la diferencia que hay de ver y mirar con unos antojos de unos vidriosb toscos, groseros y baladíes, que muestran lo que se ve de la manera que ellos son, bien diferentes de los vidrios claros, delicados, sutiles, cristalinos.
Así me parece a mí están como los primeros vidrios los sentidos de la gente que, viviendo según la carnec, entriegan sus apetitos a las cosas d de que ellos gustan: que en el conocimiento de las cosas ven como quieren y se les antoja, juzgando según su turbación. Y como gente llena de manjares, aun apenas cabe en ellos las cosas sutiles, que representa lo que se les ofrece. Que es como el que hubiese perdido en un muladar una cosa de valor y delicada, que sería como imposible el hallarla. Así los del mundo, repletos, llenos e, hartos y satisfechos, no hay que buscar en ellos el conocimiento y representación de las f cosas en quien tiene Dios puesta y pinctada su sabiduría.
¡Qué es ver un siervo g de Dios levantar conceptos y consideraciones sobre una yerbecita del campo! ¡Seas tú, Dios mío, mill veces bendito! Que, como h el justo tiene sus sentidos cristalinos, delicados, dispiertos i, nada se le pierde de vista al alma por causa de los sentidos, que no hay cosa por pequeña que sea que no la vea, divise, halle y conozca. Si perdéis algo, por delicado que sea, en un aposento linpio, con grande facilidad se halla. Los sentidos del justo siempre están limpios; y así en ellos halla el alma la representación de las cosas, por delicadas que sean.
¿Pueden ser cosas más delicadas que las cosas invisibles, que no se ven? Pues eso que no se ve, lo ve san Pablo y lo halla mediante esos vidrios claros de los sentidos en las cosas de acá. Y así dice: Invisibilia Dei a creatura [30v] mundi, per ea quae facta sunt, intellecta, conspiciuntur 2. Cosas invisibles intelegibles, dice que ve y conoce el glorioso Pablo en las cosas que Dios crió y hizo. Parece es san Pablo como unas alquitaras: que, cogiendo en sí las yerbas, las estrujan y sacan y distilan las quintasesencias, que sirven por delicados remedios de mill enfermedades. Quién ve coger a un justo las cosas más rudas y toscas de acá, cómo las apura, cómo con los sentidos las muele; el entendimiento agente las apura y el posible las distila. Y, con esa quintaesencia que el entendimiento saca de todas las cosas, el alma cura su ceguera, su tibieza y flojedad; y se enciende y abrasa en amor de tal Dios, que en cosas tan bajas puso tal grandeza y sublimidad de quién es Dios.
¡Qué bien dijo esto Cristo a sus discípulos! Lléganle a preguntar y a decir que les declare la parábola del sembrador, cuando sembró en aquellas cuatro partes, etc. Y respóndeles: a vosotros, discípulos míos, es dado el conocimiento del reino de los cielos; a los demás este conocimiento se les encierra y envuelve en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan 3. ¿Qué es j esto, Dios mío? Si ven, ¿cómo no ven?; etc. Es lo que voy diciendo: ven, pero, como tienen los sentidos turbios, turbados, no representan y hacen su oficio con fidelidad; representan las cosas como quieren, y así train ciega el alma. ¿Que oyen y no entienden? Oyen, pero no las voces que todas las cosas dan para que el k hombre levante el conocimiento a su Criador.
Dos voces me parece a mí que hay en cada l cosa: con m la primera se pregona a sí propia, con la segunda a su Hacedor y la alta sabiduría con que Dios le dio el tal ser. Los malos oyen las primeras voces. Y aunque oyen éstas, no entienden lo que predican con las segundas. Y así oyen y no entienden. Ven por de fuera la corteza, y no conocen por de dentro lo que en ellas tiene Dios encerrado. El hombre trilla el trigo y aparta la paja y hace pan para su sustento, pero las bestias todo lo comen n junto. Los justos trillan todo lo visible y, lo que en
ello es paja, lo apartan y apuran el grano, para que con el conocimiento de las cosas sustenten su alma de consideraciones divinas. Pero el malo todo lo atraganta junto, como bestia, todo lo come o, no atendiendo en las cosas p más de esto esterior.
Pues, quiriendo nuestra sancta regla a nuestros religiosos con altíssimo conocimiento de su Dios y que nada pierdan, sino que, como hijos de Dios, de todo se aprovechen, quiere que mediante la sobriedad estén dispiertos, vivos, alertos y tales cual conviene para que, no padeciendo ninguna turbación en los sentidos, el [31r] alma se pueda aprovechar del grano que en sí tienen encerrado todas las cosas. Y que, si el harto y lleno viendo no ve y oyendo no entiende, él sea al revés: que, no viendo lo de fuera de las cosas, vea y conozca lo de dentro, donde hallan encerrado y escondido el que todo lo hizo y lo crió; y que, no oyendo las voces esteriores, con que a sí propias las cosas se están pregonando q, conozcan y entiendan y perciban las segundas que todas las cosas r dan, que, aunque delicadas, en todo el orbe se oye su sonido 4.
Díganme, mis hermanos y hermanas, si esto es verdad y de tanta importancia la libertad de los sentidos para nos servir de ellos a lo divino, ¡de cuánto acierto es no turbarlos ni enturbiarlos con hartura ni destemplanza del vino!