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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
XXX. LOS SENTIDOS PURIFICADOS POR LOS AYUNOS
Pues en verdad que, si estos sentidos están ociosos, que se han de venir a enjugar y apaciguar de suerte que con alguna más abstinencia se espiritualicen, de suerte que, siendo sentidos esteriores, se vuelvan interiores.
1. Necesidad de esa purificación
¡Oh Dios de mi alma!, cómo esto no se puede scribir ni dar a entender de qué manera un hombre recogido, abstinente y que de nada de acá gusta, o que, ya que guste, por mortificación vino a poner su gusto en no gustar de lo de acá, cómo, sin pensar y sin sentir, perdiendo de vista esto que acá es mortal, caduco y perecedero, van descubriendo otra vida, otros bienes, otras representaciones, otros entenderes, otros gustos, otros olores. Que, porque no saben en qué vienen envueltos, no saben lo que saben; y si gustan, no saben a darlo a gustar, porque no saben cómo se lo guisan, porque a los señores cocineros que son los sentidos les han quitado el officio yb huelgan mientras el alma goza
del banquete, manjar y comida interior, que, para que del todo sea y esté bien sazonada, no tiene necesidad de los morteros, ollas, hogares y fuegos de acá. Que, como lo amasan las manos de Dios, ellas lo sazonan y lo dejan con la propiedad del maná, que caía de noche sin ver cómo, se cogía a la mañana y sabía a lo que uno quería 1.
No tienes, mi hermano, si quieres disponerte para esta celestial boda que a solas celebra Dios con el almac, más d que desnudarte de lo de acá, que ésa es la vestidura de boda de allá: desnudez de acá, cerrar los ojos y privar a los sentidos de sus entretenimientos; que, cuando por ellos menos luz entre y más escuro esté, entonces llueve Dios sus gustos y los manjares que el alma ha menester para más engordar; que comiéndolo sabe a qué sabe, que sabe a todas las cosas, y dice que no sabe lo que es.
¡Oh Jesús sancto, y qué engañados vivimos los hombres! Y si acabásemos de entender la oposición y contradición que nos hace nuestro mal natural a este bien que voy diciendo: que, estándolo gozando, este nuestro mal [66v] natural está gruñendo, amohinándonos e, deseándose volver, como el pez al agua, a las cosas de la tierra, que son menos estables f que ella cuando corre. ¡Oh si entonces hubiese quien le dijese: Sosiégate, alma, que deseas en el reposo gozar de ese amoroso silbo de tu esposo 2, que no se percibe con los sentidos de carne! ¡Oh si hubiese quien a esta tal persona le dijese razones amigables que a ello le persuadiesen! Y, si no quisiese, si hubiese quien, movido de caridad, le quitase de delante los ojos los aparentes motivos que tiene para salir acá fuera, ¡oh qué buena obra se le haría!
2. Pugna para salir fuera
No pienso yo tiene culpa el alma que de lo interior sale a lo esterior, porque es cosa natural mientras vivimos tratar con cosas que tengan cuerpo. Y cuando estamos gozando de lo que es meramente espiritual, están colgados estos nuestros sentidos, como los instrumentos músicos de los israelitas 3; y como cosa pesada, están deseando descolgarse y caer en tierra, que, como es su madre, en ella tienen fuerza. Como el otro Anteón 4: que, siendo vencido de su contrario, vencía, porque, si lo derribaba en tierra en la lucha, como era hijo de la tierra, en ella cobraba nuevas fuerzas y se levantaba con brío para vencer. Lo propio digo yo en esta lucha espiritual: el alma, para vencer los sentidos, los levanta de su madre la tierra y los cuelga del aire, donde pierden el brío, porque no tañen por ser instrumentos colgados; no tañendo y no haciendo ruido, el alma tiene mayor atención a las cosas de adentro.
Pero estos sentidos, este hombre hecho de tierra y así colgado del aire esle cosa natural desear descolgarse, caerse en tierra, porque en ella reverdece, vive según su ser natural con que Dios lo crió; en ella, como cobra nuevo brío, tiene más fuerza para sus luchas. Por eso digo yo que, como ésta es inclinación natural, no tiene culpa, pero que se le haríe una obra maravillosa en que hubiese quien le dijese que se sufriese, que se aguardase; que, aunque está con pena, es pena que es más ala que trabajo.
¡Oh qué poquitas ayudas de costa hay para estos tales! Porque, como ellos no dicen nada, sino se lo callan -que así les inporta-, no hay quien lo conozca para darles ese remedio puesto en su dichosa espera, porque esperando reciben y, recibiendo cosas de acá, carecen. Dígatelo Dios, enséñetelo Dios. Y tú, alma, me parece a mí, pues entonces [67r] estás con alas plateadas entre los dos fines de cielo y tierra 5, dile a Dios: Señor, no quiero nada, haz tú de mí lo que quisieres y fuere tu voluntad. Y aun por eso pienso yo que le debieran de dar alas de plata, y no de pluma que se las lleva el aire, porque, cuando Dios la llevare y pusiere en aquel punto -que pocos de acá se lo ganarán, porque ninguno le llega de cuantos hay en la baraja de todo lo criado-, pues, viéndose en aquella ocasión en medio de esos dos fines, que es tabique g en medio de do vive Dios con sus sanctos, y bien alejado de los medios de la tierra, pues tiene alas de plata, que son pesadas, mire que no se las dan para que se mueva a todos aires, sino para que se esté queda, que le inporta entonces la quietud y reposo. Porque llano es que, si por su propio gusto quiere volar a lo alto, ella no sabe. Necesariamente, volando con alas pesadas, ha de volar abajo y volverse a las cosas de acá.
3. La desgracia de la salida
Un día debiera de estar la esposa, como ahora digo yo de esta alma, apartada de lo de acá, cercana a lo de allá. Diole gana de irse un poco a pasear y gozar de su esposo do sesteaba a mediodía. Pues miren y noten por charidad lo que le responde su sposo discreto: Si ignoras te, o pulcherrima inter mulieres, egredere, et abi post vestigia gregum tuorum, et pasce haedos tuos juxta tabernacula pastorum 6. Otras veces tengo explicado este lugar, creo a otros propósitos. Ruego ahora se note, pues dícele su esposo: si ignoras te, alma dichosa, el dichoso estado en que ahora estás, que ese estado te tiene hecha hermosíssima entre todas las mujeres, egredere, sal de ese reposo, cama y quietud que tienes donde tu esposo se te está comunicando por vías estraordinarias, con un poco de trabajo de esos sentidos, que así los tienes suspensos y colgados. Si este bien
que así te hermosea no lo conoces, egredere, sal acá fuera; sal de ese recogimiento interior, vete tras las pisadas de esos sentidos, que son más inquietos que cabritos, y verás qué súbita mudanza conoces y ves en ti. Que te digo de verdad tendrás harto en que entender en apacentarlos cerca de los tabernáculos de los pastores; tendrás harto que dar de comer y acudir a sus inportunas [67v] peticiones en tierra que nada huelga, porque toda está llena de tabernáculos de pastores.
¡Oh qué pena en castigo de tal culpa! Alma que Dios la apartó de riñas y contiendas del mundo, donde todos los hombres no entienden sino en reñir sobre sus prados y abrevaderos, y allí apartada goza de lo que ella no sabe -que, si de veras lo supiera, mill vidas perdiera porque no le quitaran el pezón de la boca-; donde tan poco trabajo le cuesta gozar de aquella dulce leche que Dios da cuando da su pecho en la soledad. Que, si este pecho deja, en verdad que ha de comer pan con corteza y aun muchas veces arrevuelto con pan de cebada. Por eso digo yo que busque acuerdos esta tal alma con que se acuerde en semejante ocasión, que no es bien perderla, que no se halla esta dulce leche entre las criaturas de acá, que ésas antes dan pesadumbre y malos tratos.
4. La ventaja de las monjas
Nadie tiene tanta ocasión para gozar de este bien como las sanctas monjas, que más están alejadas de los entretenimientos de acá, escondidas de todo lo que las puede divertir, apartadas destos estruendos y ruidos. ¡Dichosos tornos, dichosas redes, dichosos scondridijos, absencia gloriosa, traspuesta sancta! Que si h volvéis, mis queridas hermanas, las spaldas a las cosas de acá, el rostro volvéis a Dios para le mirar cara a cara. En lugar estáis donde a boca llena podréis decir: "Mi amado para mí y yo para él" 7.
No me espanto de que estén con contento así estrañadas de las cosas de la tierra. Sino, como el contento no las estraña de la vida, ¿cómo una y mill veces arrojadas en tierra, pues tanto aman y las ama su esposo, no tienen mill sanctos atrevimientos con él? ¿Cómo no le riñen por el sufrimiento que tiene su corazón, en que detenga el que tanto ama envuelto en carne? Que, en fin, como el amor no es otra cosa sino una trabazón y liga de dos corazones, viendo la esposa que el de su esposo está en la cruz descubierto y rompido el costado, y que ya de aquella parte no hay estorbo para que se haga la liga i, trabazón y junta, y que sólo queda por tener la esposa el suyo tapado y cubierto en carne, me espanto cómo tiene paciencia y sufrimiento y cómo no le pide mill veces que, pues la criatura rompió el lado del
criador para que se descubriese aquel amoroso corazón, que el criador rompa el pecho de la criatura [68r] para que se junte, enlace, pegue y trabe.
Díganme, mis hermanos, si unas j personas se amasen muchíssimo y la dama supiese que su galán estuviese ya en el puesto aguardando asomado a su ventana y la dama, sabiendo esto, estuviese estorbada y detenida, o que le hubiesen cerrado la puerta o tapado la ventana, ¡qué sentimiento seríe el suyo! Yo no me espantaría de cualquier estremo, antes me espantaría que no rompiese la pared o diese aviso a su querido hiciese agujero o ventana por do se viesen y communicasen. Esto es lo que digo yo del alma sancta: que sepa que ya su amado y querido está en una cruz asomado por la ventana de su costado, aguardándola para hacer aquella dichosa junta en que entramos son para en uno, y que, por otra parte, esté ella estorbada, detenida, tapada, sin poderse poner en puesto acommodado para lo que desea; espántome, alma sancta, cómo no hacéis mill desatinos a los ojos k de los hombres, o cómo no riñes a tu esposo y le formas muchas amorosas quejas pidiéndole que, pues él es poderoso, rompa tus entrañas y saque ese corazón que ahí está encerrado y lo junte con el suyo, o si no, que tú quieres vivir sin él porque él se lo lleve; y que, si dificultad tiene en el salir, le arranque y haga pedazos, que bien es se despedace y rompa de dolor el que está fuera de su asiento y centro.