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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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XXXIII. LA CARNE RECIBIDA DE LIMOSNA

 

  Lo segundo que aquí se ofrece es saber por qué quiere nuestra regla que, ya que hemos de dar este pequeño regalo al cuerpo, venga de fuera: carnibus datis ab hiis, qui foris sunt, vel de propriis nutrituris 1.

 

 

1.  Para considerarla contingente y secundaria

 

  En lo que es que venga de fuera, es querer mostrar cuán acaso permite ese pequeño a regalo para el cuerpo. Como quien dice: No lo quiero, no lo mando, pero, si acaso os lo dieren, el domingo comedlo. Así han de ser y nos hemos de haber con las cosas de acá y todo lo temporal que pertenece a los cuerpos: muy acaso y de paso y de emprestado; si lo hubiere, si lo tuviéremos y Dios lo enviare, mucho de norabuena, y si no, muy contentos, que no está [76r] en eso la salvación. Pero, en las cosas del alma y en lo que al alma ayuda, en eso hemos de reparar y eso hemos de pretender y ha de ser lo perpetuo.

  Hémonos de haber en esto como el que va a la carnecería: que, dándole el peso principal de una parte buena, no reparan en darle la añedidura que hace el peso en fil: un güeso o cosa de poca consideración. Así el peso principal que se ha de hacer para el alma han de ser de cosas estables y permanecientes de penitencia, mortificación y abstinencia. Las cosas de acá, que Dios las da por añedidura, poco inportan, que apenas son de provecho; y así, aunque sean güeso o se dejenb o arrojen, no hemos de reparar en ello.

  Para los que vivían en Egipto, dice la Sagrada Scritura que tenía Joseph mucho trigo 2, y que, para los que estaban apartados, echaba el


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río Nilo abajo mucha paja. Verdad es que aquello era una muestra y un llamarlos con aquella paja a que viniesen y subiesen a Egipto por trigo. Lo propio digo yo que el alma, que está y ha de estar más pegada a Dios, ha de gozar del grano de las cosas de más consideración; y el cuerpo, que está apartado, a ése bástale lo basto, lo tosco, las cosas de menos valor y entidad, aunque, si él es discreto, por esas pajas y cosas de poco valor que Dios le da y con que lo regala, echará de verc, si sabe marchar y caminar agua arriba, que es contra su gusto e inclinación, los bienes que le tiene guardados para su tiempo. Y así, cuando goce de alguna cosa de gusto un domingo, según la permisión de su regla, acuérdese que todo eso de que el cuerpo gusta es paja y cosas sin valor, en comparación de lo que gustará y gozará cuando se le puedan entregar esos bienes sin temor ni detrimento de que usará mal de ello.

 

 

2.  Para enseñarnos a confiar sólo en Dios

 

  Puédese entender que el permitir nuestra sancta regla comamos carne dándolo los de afuera y no pudiéndola comprar con propios dineros, lo hizo para nos enseñar a confiar y que de veras estemos desnudos, aguardando que Dios guste mover los corazones de los que nos han de hacer la limosna. Que Elías, con ser tan su siervo, no quería tuviese la ración de mañana en casa, sino que cada día [76v] se la trujese un cuervo de fuera 3. Que es bien, por su falta temporal y necesidad de remedio, echase de ver la que tenía aquel d pueblo perdido en lo temporal y espiritual. Y si a él le tenía suspenso y necesitado a pedir cada día el remedio del cuerpo, ¡con cuánta razón le había a él de afligir la necesidad y falta de remedio spiritual y temporal de aquel pueblo, para que así clamase, pidiese e intercediese para que Dios enviase su lluvia que fertilizase la tierra 4 y el e rocío de su gracia que engordase las almas!

  Esto nos enseña nuestra regla en este párrapho. Si así nos suspende f, hermanos, la necesidad del cuerpo y que para la remediar, puesto caso que ha de venir de fuera, no tenemos otro abrigo ni bien con que matar la hambre sino esperar que Dios proveerá con que nos sustentemos. Díganme, mis hermanos, ¿cuál ha de ser la confianza que debemos tener para el remedio y sustento del alma, que es inposible venir si no es del cielo? Y si los cuerpos hambrientos se sufren, se esperan y entretienen con confianza puesta en hombres, díganme ¿qué será la confianza puesta en Dios, cuyas dádivas son ciertas, grandes y que enllenan todas nuestras necesidades, quia ipse est qui sanat omnes infirmitates tuas 5? Si después de haber aguardado yo una semana venzo mis tentaciones con aguardar la dádiva del seglar incierta, apocada, y que,


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cuando venga cumplida, sólo se estiende a matar la hambre de una hora, y speranza tan manca y de poca consideración remedia tantos defectos del cuerpo, como queda dicho, ¿qué será, enseñados de esta poquedad, aguardar de Dios los bienes del alma eternos, que enllenan y remedian nuestras necesidades y, como dicen, nos hacen sacar el pie del lodo? Si, con ser maldición la confianza en el hombre 6, trai consigo tantos provechos para el cuerpo, ¿qué será confiar en Dios, cuyas entrañas son de piedad y misericordia 7, que no sufren padezcamos más de lo que podemos sufrir 8?

  ¡Ojalá, mis hermanos, cuando vemos así el cuerpo hambriento y necesitado, que falta de cosas tan pocas son bastantes a le quitar la vida, nos acordásemos [77r] cuánta mayor es la falta y necesidad del alma, cuyo ser y vida sólo depende de la hartura del cielo! La cual en faltando, queda sicut uter in pruina 9, vel sicut terra sine aqua tibi 10, queda seca, agostada, stéril, enjuta y sin provecho; pero reverdece, revive y cobra nuevo ser con la confianza que se procura poner y tener en Dios. Esta es la que abre los senos y ensancha los corazones: el considerar que tienen un Dios que él sólo es su hartura y su remedio. Et caro mea requiescet in spe 11, que reverdece su carne con la speranza g, porque sin ella se había secado y agostado.

 

 

3.  Para esperar de Dios los bienes superiores

 

  Pues díganme, cuando acá un hombre ve los campos y prados verdes crecidos y con grandes muestras de buen año, luego el labrador adereza sus trojes, enbarra sus silos, ensancha sus cámaras, porque le parece que todo ha de ser menester. Pues díganme por charidad, si las muestras del buen año, que con tanta facilidad se puede torcer -que suele estar el trigo en la era limpio y no estar seguro, demás de los dos mill contrastes que hasta allí ha tenido-, hace estas anchuras en el corazón del hombre, ¿qué debe hacer la confianza en Dios, que no se muda ni de su parte nuestros bienes tienen contrastes, sino que, haciendo nosotros de nuestra parte lo que debemos, son ciertos, infalibles? Qué mucho que el justo en estas speranzas ensanche su corazón y lo desencoja. Pues a la carne, que le cabe la más pequeña parte y más corta, reverdece con la speranza, que fue decir que se ensanchaba y crecía, se desahogaba y desenfadaba considerando que habíe de venir tiempo en que habíe de levantar la cabeza caída por verse de una materia de tierra que se habíe de volver a tierra, y tras ese tiempo habíe de volver otro florido y lleno de bienes. Y aun este propio exemplo fue con que san Pablo enseñó a confiar a los hombres 12, venid acá: el labrador cuando siembra ¿no ve que se le muere el grano de trigo? Y,


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con todo eso, él no se muere, sino antes espera que nazca florido y tenga copiosa cosecha con darlo y entregarlo a la tierra. Díganme, pues, mis hermanos, el que entregare sus pensamientos a Dios, en quien no mueren sino viven porque se siembran en la tierra de los que viven, ¿cuál ha de ser nuestra spera, cuál nuestra confianza, cuál nuestra anchura de corazón?

  Si tiene Dios cuenta de dos pajarillos que se venden por un dinero y no perece ni pereciera un h cabello de la cabeza del justo 13, ¿cuál cuenta tendrá con las almas, que valen precio infinito pues fueron compradas con precio infinito 14 [77v] que fue la sangre de Cristo 15? Si tiene Dios cuenta con vestir a un lirio del campo con un adorno y vestidura tan preciosa que Salamón con toda su sabiduría no podía hacer tal 16, y un poquillo de heno, que hoy está verde y mañana seco y lo echan para manjar de bueyes, le da Dios y pone un verdor y hermosura sobre todo el artificio de los hombres 17, ¿qué hará para vestir a el alma, que la tiene y quiere por su esposa?

  Pues vengamos al fin y propósito de nuestra sancta regla. Si tiene Dios tanta cuenta con sustentar nuestros cuerpos y proveerles de lo necesario de las cosas dadas de los de afuera, ¿cuál será la que tendrá de las almas i, enriqueciéndolas con las cosas que él tiene en su casa y en su mesa? Si nuestros cuerpos comen y pasan y, como dice David, que "no vido el justo dejado ni desamparado ni la gente de su casa buscando pan" 18, que es el remedio necesario para la conservación de este hombre esterior j -y esto sólo porque los corazones de los hombres están en la mano de Dios y, cuando él quiere y es servido, sabe traer el agua a su molino, que no quiere que el que le sirve perezca sino que coma y viva 19 -, ¿cuánta diferencia habrá de la provisión del alma que le viene de su poderosa mano larga, repartida, dadivosa? De quien dice David que extendit manum suam in retribuendo20, que alargó su mano en el dar. Que en el castigar, como si dijera, la acortó, pero en el dar la alargó, que no sólo dio y repartió lo que tenía en casa, como fue darnos su sangre, su gracia y otros tantos innumerables beneficios, sino que alargó su mano y la metió en las entrañas del rico y del peccador y las movió a que a sus siervos les diesen lo necesario. Lo cual considerando nuestra sancta regla, no quiere que los domingos compremos carne ni para entre semana pescado, porque sabe k que Dios tiene larga mano. Y aunque allá en el cielo no encierra ni tiene carnecería para darnos carne para los domingos, ni pescadería para darnos pescado para entre semana, no inporta, que tiene larga mano y se estiende hasta entrarse en casa del tirano. Y si para sustentar a su justo fuere necesario sacarle las entrañas y el corazón, lo hará, porque las suyas no sufren justos padeciendo ni buscando pan más de lo que pueden llevar.

 


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4.  Las manos dadivosas de Dios

 

Y aun por eso la esposa debiera de llamar las manos de Dios "manos torneadas, de oro, llenas de jacintos" (Can. 5 l21. ¡Ojalá a este propósito de nuestra regla supiésemos explicar esto! Manos torneadas, tomemos lo que suena m: manos que, habiendo dado al rico las riquezas, las torna a tomar y a recebir en el justo. Una cosa redonda llamamos torneada; y aquel llamamos círculo cuando yo os doy a vos y vos me lo tornáis a mí. Pues las manos de Dios -dice la esposa- son torneadas: que dan a los hombres y quieren que estos hombres le vuelvan estas [78r] dádivas a él, remediando a los justos; que eso es volverse a las manos de Dios. Y si esto no hacen, como tiene manos torneadas, se lo torna a tomar y a quitar para darlo a quien él es servido.

  Y dice que estas manos son de oro y llenas de jacintos, que es decir que en ellas nos trai lo que hemos menester para el cuerpo y para el alma. De oro dice que son, porque con el oro remediamos las necesidades del cuerpo. Y el traer jacintos n, que, por ser de color de cielo, representan los bienes del alma, para que entendamos que en sus manos está el remedio de todas nuestras necesidades, sean del cuerpo sean del alma. Y aun por eso las llama torneadas, que se vuelven al cuerpo y al alma; que de tal manera está haciendo bien al alma que se vuelven como de tornillo a remediar y proveer las necesidades del cuerpo. Pues dice otra letra, donde nosotros leemos que las manos de la esposa [sic] son torneadas, dice otra letra: tus manos, esposo mío o, digámoslo en latín, sunt duo orbes aurei, habentes inclusum hyacinthum: son, sposo mío, tus dos manos dos mundos que dentro tienen encerrado dos jacintos. Adviertan por charidad, no hay cosa más apartada y alejada de Dios que el mundo: et mundus eum non cognovit 22, no conoce el mundo a Dios, que parece que le ha levantado la obediencia y salídose de su casa. De donde algún ignorante e insensato pudiera entender que la providencia de Dios no se estendía acá abajo, como dijeron los otros sin juicio que allá trabajaba Dios y tenía su jurisdicción en los cielos 23. Y de aquí pudieran [pensar], cuando vieran las riquezas en las manos de los peccadores que las tenían apretadas y aferradas, que ya para ellos no había un resuello ni una jarra de agua ni gente de afuera que remedie sus necesidades, y de ahí nadie confiar sino en sus rentas y tributos. Pues aguardá -dice la esposa-, que no es de esa manera, que las manos de mi esposo son dos mundos: ese mundo que tú ves en las manos de los peccadores que no me conoce, pues ése lo tengo yo en mis manos, como el ollero o el alfaharero la masa de barro, que, si se le antoja, de la pieza que habíe de hacer una olla sin ojos, hará un hombre que los tenga para que mire y vea las necesidades del justo para las remediar. Yo tengo ese mundo, que así parece que está lejos de mí, yo lo tengo


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en mi mano para lo quitar al que lo tiene y darlo a quien a mí me pareciere, porque tengo brazo largo para dar y remediar los justos.

  Dice más, que sus dos manos son dos mundos, porque, si con uno no hay harto para remediarte y darte lo necesario para tu sustento, [78v] yo haré otro mundo y entramos los venderé y enpeñaré, si fuere necesario, para enviarte p carne los domingos y pescado entre semana.

  Dice más, que estos dos mundos son de oro, porque el mundo en las manos de los pecadores es de lodo, de estiércol; no vale, para comprar con él, dos maravedís de alfileles, con que asir y coseros la vida. Finalmente, como cosa sin valor, está en las manos del hombre, pues para tan poco vale. Pero este mundo en las manos de Dios multiplicóse y parió otro y hiciéronse dos mundos, no de lodo sino de oro, para remediar los trabajos y necesidad del justo. Que eso tiene el mundo cuando Dios lo da a su siervo: que es mundo de oro. Como q acá solemos decir a una cosa preciosa y edad feliz r y bienaventurada: señor, es edad s, tiempo y mundo florido y dorado. Así lo es para el justo, pues en sus manos todo se vuelve oro y flor. Pues no creo que voy hablando contra lo que la esposa dice: que estos dos puños, que son dos mundos, tienen encerrados en sí dos jacintos, que ya hemos dicho representan el cielo. Pues decir que estos dos mundos son de oro y que t tienen dentro de sí jacintos, es decir que en las manos de Dios son mundos dorados y floridos, pues por flor llevan jacintos floridos, que no llevan menos fructo que cielo para el justo ni tienen menos valor que el oro.

  Que, resumiéndolo u en una palabra y puniéndolo en lengua y boca de nuestra sagrada Religión, parece está hablando con sus hijos los frailes y que les está diciendo: Ea, hijos míos, no compréis pescado para vuestro sustento ni carne para esos pocos v días; confiad w en Dios, mi esposo, que tiene dos manos muy largas, que, aunque seáis pobrecillos y no tales cuales os obliga vuestro hábito y religión, sus manos son largas y os alcanzarán a do estuviéredes: y para el remedio de vuestras necesidades, os dará dos x mundos si en uno no hubiere harto; y ésos no han de ser de barro, sino de oro. Daros ha a gozar un mundo dorado, un mundo lleno de charidad (que eso significa el oro), para que con ella os regalen los domingos y sustenten entre semana. Y este mundo dorado no os lo tengo yo de dar para que dél uséis como usan los del mundo, que en él hallan y tienen su infierno, sino un mundo que en sí tenga encerrados jacintos, que son cielos, porque de y él habéis de usar con la pureza z y fidelidad que si fuera cielo. Que, si en las manos [79r] del peccador tiene ese mundo poco valor, en las vuestras ha de valer cielo. Y así como para remediar el cuerpo de mis manos y puños hago dos mundos, por si no hubiere harto en uno, de esa manera, si fuere necesario, haré más cielos, si fuere necesario, para más adorno y premio tuyo.

 


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Pues concluyamos. Si las manos de Dios son tan a ricas, tan largas, tan repartidas, discreta anduvo nuestra regla en vaciar las nuestras y queb fuesen pobres, y tanto que no pudiesenc comprar un poco de pescado ni un poco de carne, porque todo eso hacen, pueden y quieren las manos de Dios.

 

 

5.  Dios nuestro mayordomo

 

  El no querer que compremos carne para los domingos ni pescado para entre semana, es honra de nuestra sagrada Religión, que no quiere Dios que andemos hechos compradores de cosas tan bajas como las que gasta el cuerpo, que gente tiene Dios en el siglo ociosa a quien cometer ese officio y que sirva de gente de sportilla. Dejemos a cada uno hacer su officio y, pues la regla ha señalado ya a los religiosos sus officios, que son acudir a los pobres, redimir captivos, vacar a Dios, a eso sólo y principalmente hemos de acudir. Que para el cuerpo y las demás cosas que tenemos d necesidad, mayordomos tiene Dios a quien podérselo encargar. Y si hombres faltaren que hagan ese officio, lo cometerá a un cuervo, que, siendo de las aves la más voraz, se quite el bocado de la boca y lo traiga al propheta de Dios que está a la mira de las grandezas de sus obras 24.

  Levantad los ojos e -dice Cristo 25- y mirad las aves del cielo con qué descuido viven ocupadas en su vuelo y canto, olvidadas de sembrarf y coger y encerrar en sus alholíes, y con todo eso, porque no les falte -dice Cristo- mi Padre se hace su mayordomo y él tiene cuidado de apascentarlas; él se hace su labrador, siembra, coge y guarda para ellas; ¡en cuánto más os estima a vosotros! ¡Mill veces seas, Dios, glorificado!, que nos diste regla tan conforme a la perfeción evangélica que, por la estima que haces de nosotros, quieres que, como aves y pájaros celestiales, nos ocupemos en volar y caminar para ti y en cantar, que es alabarte mill veces al día. Y para que esto se haga con más desembarazo, tú, Señor, tomas a tu cargo el ser nuestro comprador, solicitador y mayordomo cuidadoso.

 

 

6.  Seguridad de la asistencia de Dios

 

  De aquí nace otro bien, que, si el dicho es en honra, éste es en provecho: que, si nuestros menesteres están en las manos de Dios y él es nuestro mayordomo, y sus senos nuestras trojes y alholíes, tendrán muy buena [79v] conservación g y seguro, porque, donde Dios está y su hacienda, no suben ladrones ni le pueden escalar la casa h: ubi fures


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non effodiunt nec furantur, neque i aerugo neque tinea demolitur 26; no le cai allá gorgojo al trigo ni polilla a la ropa, siempre se conserva limpio y seguro. In dextera illius longitudo dierum j, et in k sinistra divitiae et gloria 27. Hace Dios de sus puños trojes porque no nos falte el buen año; y en ésas tiene lo necesario para el cuerpo, pues en su mano derecha tiene largueza de días, los cuales no se pueden tener sin comer, beber y comprar. Y en la izquierda dice que tiene riquezas y gloria, que es decir: Vivid descuidados, que a mano tengo lo que habéis menester; no hayáis miedo que diga que en casa se me quedó la bolsa o que las llaves no parecen para daros lo que pidiéredes o hubiéredes menester, que en la mano lo traigo.

  Siendo como una madre amorosa: que, sabiendo que sus chiquillos le han de pedir l de comer cada momento, no le falta el pan del arremango; que sabe muy bien que, si cuando lo piden no se lo dan, no tienen sufrimiento para se aguardar un rato, sino que luego lloran y se inquietan, perturban y hacen pucheros; y por eso siempre train a mano lo que los muchachos han menester. Así nuestro Dios parece que está diciendo a sus siervos, cuyos cuerpos cada momento han menester reparo y sustento: Vivid seguros, quietos y contentos, que vuestros menesteres los traigo a mano, no están lejos; no hay que llorar por esas cosas, que yo, para mayor cuenta y presteza en acudir a remediar vuestras necesidades, no me atrevo a meter en el seno m su remedio, sino en las manos lo traigo: In dextera illius longitudo dierum, et in sinistra divitiae et gloria 28. Que, en fin, lo que se trai en las manos se trai ante los ojos para no lo olvidar. Como acá, cuando queremos n encarecer el cuidado, la solicitud y presteza que tenemos o traemos de una cosa, decimos que lo traemos entre manos. Pero Dios, no entre manos, sino en manos. Todo eso se debe al que en la tierra se ocupa en los officios que Dios le ha puesto, que es bien se ocupe Dios en buscarle carne y pescado lo que hubiere menester.

  Estaba David ocupado en hacer las batallas de Dios. Faltóle un día qué comer a él y a sus soldados. Supo cómo Nabal Carmelo estaba en el desquilo [80r] de sus ovejas y envíale un recado con sus criados muy comedido, lleno de paz y misericordia, para que se sirva de remediarles aquella necesidad, trayéndole a la memoria los beneficios que de él y de su gente habían recebido sus pastores, a quien jamás les habían sido molestos, antes los habían guardado y defendido. Y a ellos propios los pone por testigos de que jamás les habían sido molestos y que en aquella ocasión se hallaban o necesitados de sustento; que le ruega él y sus soldados hallen gracia ante sus ojos. El Nabal, oídas las razones de los criados de David, responde: ¿Quién es David y quién es el hijo de Isaí, etc., que le tengo de dar yo el pan y carne que


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tengo p para mis desquiladores, y a sus soldados, que no sé quién ni de dónde son? Vuelven a David y cuéntanle todas las palabras y razones del rústico labrador. Oyendo David lo que habíe respondido a sus comedidos recados, dice a sus soldados: Accingatur unusquisque gladiis suis. Accinctusque est David ense suo, et secuti sunt eum, etc. 29. Como quien dice: Vaya a fuego y a sangre un hombre tan descomedido que a tales razones da tales respuestas. Sábelo Abigaíl lo que pasaba, la crianza de David y el descomedimiento de su marido y las buenas obras que sus pastores habían recebido en el desierto de David y de sus soldados, como ellos confiesan diciendo: Homines isti boni satis fuerant nobis, et non molesti, nec quiquam aliquando periit omni tempore, quo fuimus conversati cum eis in deserto; pro muro erant nobis tam in nocte quam in die, etc. 30. Oyendo Abigaíl q lo que sus pastores le r informaban, que eran buenos y que habían recebido de ellos obras buenas, pues dicen que les fueron muro de día y de noche, coge, oyendo esto, la buena Abigaíl docientos panes, dos pellejos de vino y cinco carneros cocidos y otras muchas cosas, y pónelas sobre sus jumentos y vase a David, con quien le pasó muchas cosas y al fin lo aplacó y amansó 31.

  Aquí tenemos dos cosas acerca de lo que vamos diciendo. La primera, ¿qué cólera es ésta, David, que, porque no os dan tan presto ni tienen tan a mano lo que pedís, vais determinado de asolarle la casa? Sí, que quien se ocupa en hacer las guerras s y batallas de Dios, servirle tiene Nabal Carmelo con pan, vino y carne, aunque lo quite a sus desquiladores. Y razón fuera que tuviera un poco de comedimiento y mirara que él y sus soldados le habíen sido [80v] guarda y muralla en el desierto t de sus pastores y ganado; y que no era razón se les dejara de dar algún refresco en tiempo de necesidad. Pero, si u fue indiscreto e inconsiderado Nabal Carmelo, proveyóle Dios de una mujer prudente que, sabiendo es bien una buena obra se pague con otra y que el hombre es hombre que quiere que luego se le acuda sin más dilación, coge pan, vino y carne y otras cosas y vase para David, y déjalo pagado y aplacado.

  Esto propio hace Dios con los religiosos: que, ocupados de noche y de día de hacer sus batallas y servir de muro y defensa de los hombres, quiere que estos hombres acudan con la paga y agradecimiento, que esté a mano el socorro, que "digno es el mercenario de su jornal y paga" 32; y que entienda que, si en esto fuere el seglar descomedido, no ha de faltar un David que venga sobre él y sobre su hacienda. Pero advirtiendo al religioso que viva consolado, que, si hay un Nabal descomedido y desconocido, hay una Abigaíl que tenga a mano todo lo que él tuviere necesidad v; y, cuando falte, el mismo Dios lo será, pues


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tiene en sus manos riquezas y gloria, considerando nuestro poco sufrimiento y cuán presto queremos que acuda.

  Esto propio, pues, quiere Dios en nuestra regla sancta: que sólo nos ocupemos en acudir a ser muro y defensa de los del siglo y a hacer los negocios de Dios; y que, con paz como David, pidamos lo que hubiéremos menester, que Dios moverá el corazón de los hombres para que, si fuere menester, quite la comida de los w desquiladores y que antes falte al que, viviendo en el mundo, tiene por officio desquilar, cercenar, juntar y amontonar riquezas sin saber para quién las junta y athesora x. Porque, no usando su officio como debe, vendrá Dios hecho otra Abigaíl y cargará con todo y, entrando por las puertas de los religiosos, dará con la comida que y estaba preparada para los hijos del siglo. Que no es bien, pues estos religiosos los tiene Dios por hijos, se les quite el sustento y el pan y se dé a los perros. Llamo perros a los que, hambrientos de cosas de acá, no se ven jamás hartos ni satisfechos.

 

 




1 Regla, art.12.



a  ms. peño



b sigue arro tach.



2 Cf. Gén 41,47-49; 42,6.



c  corr. de bien



3 Cf. 1 Re 17,6.



d ms. aque



4 Cf. 1 Re 17,1-18,1.41-45.



e corr. de su



f sigue el tach.



5 Sal 102,3.



6 Cf. Sal 117,8; 134,18; 145,2-4.



7 Cf. Lc 1,78.



8 Cf. 1 Cor 10,13.



9 Sal 118,83.



10  Sal 142,6.



11  Sal 15,9.



g  corr. de las speranzas



12  Cf. 2 Tim 2,6.



h  sigue came tach.



13 Cf. Mt 10,29-30.



14  Cf. 1 Cor 6,20; 7,23.



15  Cf. 1 Pe 1,18-19.



16  Cf. Mt 6,28-29.



17  Cf. Mt 6,30.



i sigue de tach.



18  Sal 36,25.



j sigue por qué emos tach.



19  Cf. Ez 18,23.



20  Sal 54,21.



k sigue du tach.



l  Can. 5 al marg.



21 Cant 5,14.



m sue sobre lín.



n ms. jacinctos



o sigue son tach.



22  Jn 1,10.



23  Cf. Sal 9B,3-4.



p  sobre lín., en lín. que compres tach.



q sigue as tach.



r ms. felix



s sigue y tach.



t sigue tienen tach.



u corr.



v ms. pos



w corr.



x sigue mund tach.



y sobre lín., en lín. con tach.



z sigue que si tach.



a  corr.



b sigue las nuestras tach.



c ms. pudiese



d sigue neces tach.



24 Cf. 1 Re 17,4-6.



e sigue al cielo tach.



25  Cf. Mt 6,26.



f corr.



g sigue porque tach.



h sigue el tach.



i  sigue tinea tach.



26 Mt 6,19-20.



j corr.



k sigue destera tach.



27  Prov 3,16.



l sigue pan tach.



m sigue el tach.



28  Prov 3,16.



n sigue de tach.



o ha sobre lín.



p  sigue yo tach.



29 1 Sam 25,13.



30  1 Sam 25,15.



q sigue que tach.



r corr. de les



31  Cf. 1 Sam 25,4-35.



s sigue ded tach.



t sigue de sp tach.



u sigue este tach.



32  1 Tim 5,18.



v ms. necesario



w  sigue se tach.



x sigue porq tach.



y sigue s tach.






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