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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
XI. ACERCA DEL IR CAMINO a
Parece viene bien aquí el tratar el orden que debe guardar un religioso en el ir camino. Que como esto conviene más de ordinario a los hermanos donados (no obstante que para todos será bien necesario), parece no ponerlo por tratado distincto. No es el tiempo y la ocasión para cuando menos ha menester un religioso la doctrina y las demás
cosas de perfección que en los conventos ha adquirido, sino mucho más porque las ocasiones que a lo contrario convidan e incitan son muchas y grandes. Yo confieso que me ha sucedido salir preparado y con cuenta y hacérmela perder la grande confusión que hallo en las ventas y mesones; y dejándome llevar del demasiado cansancio del cuerpo, no he reparado en lo que ahora repararé: de avisar a mis hermanos para que como varones fuertes enmienden mis aviesos y flaqueza.
1. Estar preparados
Ahora, pues, habiendo de ir un religioso camino, particularmente si el camino es largo, procure prepararse para él con grande presencia de Dios y oración, aunque es verdad que se usa y se debe usar en nuestra sagrada Religión que el prelado no manifieste al súbdito el camino hasta el tiempo crudo en que lo ha de hacer. Ya se entiende que, con la continua oración que trai, anda preparado para cuando el prelado le mande vaya a cumplir una obediencia. Que ordinario es en la guerra a toque deb caja están todos preparados, sin que sea necesario prevenciones antemano ni que les den nuevos plazos para que se vista la cota o malla y prepare las demás cosas necesarias para la guerra. Así lo debe estar y andar el religioso para cuando la obediencia algo le mandare en que sienta alguna dificultad.
2. Ni pesares ni despedidas
Y yo pienso que conviene y es cosa que ayuda a la perfección y descalcez no prevenirlos, arriba de una hora que será necesario para componer [114v] las pocas cosas que para eso le ha de ser necesario. Porque de prevenirlosc antes se siguen algunos inconvenientes, como es el pesar las dificultades del camino, el encarecérselas el demonio por vía de tentación e inquietud para que procure evitarlas ya con la alforja, ya con buscar o desear dineros para el camino; ya el pensar sus trabajos y molestias, deseando evitarlas con el trueco de la licencia. Y otras muchas cosas, que, mientras más se piensan, más inconvenientes le hallan. Pero de lo contrario se siguen muchos bienes, como es el saber un religioso que ha de estar tan desasido y despegado y tan pobre que, a una pequeña voz del prelado, esté preparado para lo que le mandaren; y que entienda que no tiene más aquí que allí. Y siendo tal que ni adentro ni afuera tenga particulares conocimientos, no ha menester tiempo para despedirse de nadie ni para hacer sentimientos con su mudanza, señal de su flaqueza, que como blando y tierno se habíe pegado a cosas de tan poca consideración como las que había en aquel convento, pues al despedirse de ellas hace su sentimiento.
Yo confieso mi flaqueza: que ha habido tiempo en que, tiniéndolo para hacer mis despedidas, derramaba muchas lágrimas y hacía grande d demostración del amor que tenía al lugar y a las personas. Y ahora lo juzgo por una flaqueza estraña, en la cual conozco que el corazón y los deseos no eran todos de Dios y que a lo secreto tenía este nuestro corazoncillo sus pucherillos y rincones, donde tenía sus entretenimientos injustamente hurtados al mismo Dios. Y digo que me parece ahora tan mal que de buena gana diera una disciplina muy buena para ayuda al camino al que hace ese sentimiento, demás de que allí en delante lo tendré por hombre menos perfecto. Porque si el tal religioso ama a Dios con todas sus fuerzas y de todo su corazón, ¿qué sentimiento debe hacer cuando se aparta de las criaturas, a quien ni por pensamiento debe estar pegado ni unido, sino con sólo Dios?
En verdad que, si de un cimiento quitamos una piedra y al quitarla ella se desgaja y el cimiento se estremece, que tengo de entender que era fundamento y asiento de la [115r] tal pared vieja. Religioso que cuando sale de su convento hace sentimiento y se estremecen sus amigos, ¿qué tengo de decir sino que era basa y asiento de paredes viejas y de cosas perecederas y de criaturas del mundo? A ésas tales bien es que se les dé tiempo para que se despidan, porque, si de repente los cogen, podrá ser que al sacar la piedra del cimiento se desmorone y se deje en la pared vieja el alma y sólo lleve por el camino el cuerpo. Pero el religioso que de veras debe estar desasido de por sí y entero no ha menester tiempo, sino de repente notificarle el mandato de su superior, que todos sus bienes consigo los trai; y quien en sí y para Dios vive no ha menester tiempo en que se recoja y busque su hacienda, que no la tiene enprestada a las criaturas ni repartido en ellas su amor; en sí y para Dios vive, y a él le ha entregado todos sus bienes en cuya compañía debe caminar.
3. Comportamiento a la salida
Con este tal quiero hablar y con él comunicar. ¿Cómo haremos bien este camino sin que desdigamos de lo que profesamos? Pues digo que en el instante que el prelado le dice que e es la voluntad de su superior que vaya mudado o a algún camino, váyase delante del sanctíssimo Sacramento y déle gracias por todo lo que Su Majestad ordena, particularmente por aquel camino en que le enseña que aquí no tiene ciudad permaneciente 1 y que, mientras aquí viviere, todo es peregrinar; y que aquella mudanza le es de mucha consideración para su alma, que, como es criatura pegajosa, estando mucho en un lugar le es forzoso hacer asiento y así es necesario, para que la olla no se pegue, que se menee y revuelva para que el guisado salga sabroso al gusto de Dios.
Haga allí delante del sanctíssimo Sacramento propósitos de cumplir de muy buena gana lo que se le manda y, en su cumplimiento, procurar no desdecir de lo que en casa ha hecho y obrado. Pídale al ángel de su guarda lo acompañe y le quite los estorbos y dificultades que se le pueden ofrecer; ofrézcale sus pensamientos para que con él se entretenga y ocupe en aquel camino. Después de esto, almuerce o coma, tome su capa y báculo y si algo le dieren para el camino, particularmente si es largo y va depriesa, que es bien que los prelados pesen eso [115v] para que según la posibilidad de la casa los ayuden.
Luego se despidan de sus hermanos a la ligera, pidiéndoles lo encomienden a Dios y deseen verse juntos en el cielo, donde la compañía será eterna y perpetua. Tras esto tomen la bendición de su prelado, tornándose a pasar por delante del sanctíssimo Sacramento, y vayan su camino con Dios. Guárdense de entrar en alguna casa del pueblo donde salieren, guardando el acta que para eso la Religión tiene. Que si esto quebrantasen entendería, en lugar de las bendiciones que de casa sacaban, llevaban maledictionem pro benedictione 2.
Si acaso fueren muchos aquel camino f, no salgan en trulla, vayan de dos en dos y por el camino procuren guardar lo que los padres de san Francisco descalzos: que siempre me fue de grande edificación que vaya uno de otro una piedra para que así mejor puedan tener oración y ocuparse con Dios. Podrán algún rato, para aliviar el trabajo del camino, juntarse a tratar cosas sanctas. Pero, si fuese solo el religioso, particularmente si fuere donado, guárdese de juntarse con seglares, que lo sacarán a barrera y le harán hablar lo que después le pesará. Y yo tengo esto por culpa gravíssima, que, si en el convento se supiese, es bien se castigue. Que, si el donado va solo, procure acompañarse con Dios y con su ángel y rece su rosario y camine adelante, que de la conversación de los seglares nada bueno se puede seguir, salvo si el seglar fuere tal que da muestras de hombre que trata de Dios; alléguesele un rato y, hablando pocas palabras, ésas sean de grande edificación.
4. Comportamiento en ventas y mesones
En llegando a la posada o mesón -que veo que eso no se puede escusar- si fuere uno solo camino, recójase a un rincón donde descanse por un rato y luego busque algo que coma por amor de Dios. Si fueren muchos, procuren tomar un aposento y en él se recojan, sin dejar entrar en él ninguna mujer, que ellos lo pueden barrer y linpiar y repartir la ropa para dormir. Que muy por necesario juzgo que en los caminos no se echen en los suelos, porque suelen estar húmedos y los acostumbran a regar cada día para barrer, y podría hacerles mal. Salga el
religioso más antiguo o el que en ellos preside g, quedándose los demás recogidos, y pida o compre según su regla lo necesario [116r] para comer. A las mañanas tomen luz, recen sus maitines y por lo menos tengan media hora de oración en la forma que mejor su cansancio lo permitiere. Llegado el día procuren trazar su jornada de suerte que no dejen de decir missa o oírla.
En las posadas, al salir de ellas, que es ordinario el hacer cuenta, ésta sea con tanta modestia que antes se dejen engañar que porfiar con venteros o mesoneros. Pero si el engaño lo vieren manifiesto, que, como gente tan ocupada, se pudo engañar el mesonero y sin culpa suya agraviarlos, con palabras muy blandas y amorosas le digan cómo son religiosos pobres y que les haga limosna y cortesía en lo que pudiere, porque lo que les piden se les hace mucho. Y estén ciertos que, viendo estos tales esta modestia y recogimiento en los religiosos güéspedes, es muy ordinario no sólo hacerles cortesía, sino regalarlos y darles de comer de balde; que fácil le es a Dios, si el güésped religioso lo merece, ponerle en el pensamiento al ventero los precios subidos que de ordinario a la demás gente lleva y que no es mala ocasión aquélla para satisfacer algo. Y yo lo he visto muchas veces que, por la modestia y virtud de nuestros compañeros, nos han hecho la costa los venteros de balde y dádonos el regalo que quizá por dineros no lo dieran.
En lo que toca a pedir limosna, pidan la que tuvieren necesidad y en llegando lo suficiente con ello se recojan a su posada sin andar más vagueando por el pueblo. Dejen lo que no hubieren menester en su propio lugar, que en depósito se queda para cuando llegue otro pobre.
Una vez yo llegué camino a un pueblo, Lueches h, con un compañero, y salió a pedir limosna y, como vido que le iba bien, siguió el officio pidiendo; y yo en la posada muriéndome de hambre. Ya noche, he aquí donde viene con una haldada de güevos, uvas y pan que habíe para un convento. Nosotros no pudimos comer más de lo acostumbrado. Después de cenar, era tanta la pena que me daba el no saber qué hacer de aquellos güevos, que tuviera yo por bien de no haber comido los unos güevos porque no sobraran los otros; llevarlos no podía, dejarlos me parecía nos habían de tener por frailes perdidos; y así fuera mejor haber dejado lo que sobraba en casa de sus dueños, que otro llegara con necesidad y fuera socorrido.
[116v] En estas ventas y mesones hay muchas ocasiones de reprehender vicios, juramentos y deshonestidades. El que para eso no tuviere espíritu, mejor es ponerse o retirarse donde no lo oiga ni lo vea; si lo tuviere y le parece que Dios le da deseo y ansias de que allí no sea ofendido, procure llegarse a los que juran o se maldicen y con mucha suavidad i, amor y blandura, dígales: Hermanos, miren que Dios es ofendido grandemente con esas palabras. Y es menos mal que un mundo se pierda que ellos echen un juramento sin necesidad. ¡Cuánto mejor harán su hacienda con palabras justas y amorosas que con ofensas de
Dios! Y advierto que, si los viere a los tales encolerizados y demasiadamente alterados, que es mucho mejor por entonces dejarlos.
Estotro día, en una venta de Sierra Morena estaba un ventero con nueve güéspedes que a una mesa habían cenado riñendo sobre una trabacuenta o yerro de cuenta de un palmo de longaniza. Nuestro compañero fue allá y enpezó a reprehenderlos; y cierto no me espanto, porque pocos sanctos dejaron en el cielo que no los trujeron por testigos de su miserable longaniza, y menos demonios dejaron en el infierno a quien no se ofreciesen, que bastaba a hacer temblar las carnes y tener y escoger por lugar más seguro aquellos campos que casa donde tan malos güéspedes traían como eran tantos demonios como ellos nombraban. Pues nuestro compañero fuese a pedirles callasen. En verdad que se volvieron contra él de suerte que, si yo no le llamara, que quizá hubiera también para él longaniza, porque mi ventero lo enviaba a su convento a rezar a más que de paso. Y pudiera ser, si aquella reprehensión la dejara para mañana y para cuando estuviera desencolerizado, que le hiciera más provecho. Como yo he visto algún religioso que, habiendo estado en una venta con grande exemplo de los venteros, llegarse a la güéspeda y decirle: Hermana, por Cristo crucificado os pido que, atento que este lugar es ocasionado, que no admitáis ninguna mala mujer ni echéis maldición, que con esto os hará Dios muchas mercedes; y ella ofrecerlo con tanto sentimiento que se echaba de ver la gana que tenía de lo cumplir.
5. Los beneficios del viaje bien hecho
[117r] Cierto, mis hermanos, que si un camino se hace como debe, que trai consigo mill bienes para el religioso descalzo. Que, habiendo mucho tiempo que está encerrado en su celda y recogimiento, le sirve de un notable desavaho y una dilatación de corazón, que se echa muy bien de ver lo tiene mayor de cuando estaba en la celda, porque en ella sólo parece hallaba a Dios y lo topaba en la lección del libro y consideraciones ordinarias. En el camino ya parece que aquel corazoncillo se ha ensanchado y que no cabe en el cuerpo; y como vasija grande la tal alma de cualquier cosa que ve j saca a Dios y con cualquier novedad se incita a nuevos deseos y amor de Dios. En nada pone los ojos que no guste de desfrutarlo para darle nuevos manjares a su alma hambrienta. Quien tenía y se aprovechaba en su celda de un pequeño librito de fray Luis de Granada, ya todo le es libro: el cielo, la tierra, los sembrados, los prados, los eriales, nada hay que no le levante al conocimiento de su criador. Parece un pajarillo que se soltó de la jaula, que, aunque en ella tenía más segura su comida, ya parece que no se halla de contento por verse en jaula más ancha: no para, vuela, se para, se sienta en cada rama, canta aunque no tenga gana porque las
ocasiones lo convidan a ello; parece que hace agravio a la otra ramilla verde si en esta florida sigue su canto, así lo corta y se contenta con unos silbos abreviados; ya se junta con otros, ya gusta de dar el vuelo solo, ya se revuelca en la tierra, ya se sube en el arbolillo más enpinado. Todo esto le k es natural, causado de verse un poco más ancho y en lugar más estendido y dilatado.
Lo propio juzgo yo de mis hermanos que por el crucificado Cristo se han querido encarcelar y estrechar en una celda de 7 pies en ancho: que, tiniendo en ella gran contento espiritual, cuando por la obediencia salen fuera a algún camino, les es natural, viéndose ya en lugar más dilatado y ancho, holgarse y regucijarse; y aprovechándose de la ocasión imitan a nuestro discreto pajarico cantando mill alabanzas a su criador; y por gozar de todo esle muy ordinario no llevar el canto seguido y hacer la consideración prolongada, porque, si mira los cielos y en ellos se detiene, parece hace agravio a los árbores floridos que no [117v] menos están publicando la sabiduría de Dios, y así se contenta con dar unos silbidos amorosos l, cortados y como a la mitad detenidos por gozar de todo, como el que puesto a una mesa muy abundante se contenta del plato colmado tomar un solo bocadillo.
Pues nuestro spiritual pajarillo, en la ocasión entre manos, unas veces vuela alto y considera en la bondad de Dios porque a ella le levanta y convida todo lo que ve, otras veces se baja y abate y revuelca en la tierra considerando tanta bajeza para tanta grandeza criada. Unas veces se junta con sus compañeros a que le ayuden a dar gracias, otras veces gusta de dar sus vuelos a solas porque parece que le han de estorbar su contento. Ocasionado del camino, cansado y fatigado, se pone a pensar muchas veces muy a lo vivo en todos los caminos que Dios hombre por su bien y reparo hizo. Hace cuenta que, dando aquellos pasos por la obediencia, los da m en compañía del niño Jesús cuando huía a Egipto con su madre y el sancto Joseph 3; desea en esta consideración de veras huir del mundo y de sus ocasiones, que son peor que otro Herodes, que desean quitar la vida a los buenos propósitos que nacen en el alma sancta, y ponerse en seguro aunque sea desterrado de todo conocimiento y sepultado en tierras no vistas.
Díganme, mis hermanos, cuánto más serán incitados a pensar en los cansancios de Cristo, en sus cuidadosos pasos n por nuestro provecho, cuando sus charidades caminan pobres y cansados que cuando están en las celdas recogidos y sus personas acommodadas. Paréceme a mí que en la celda es pensarlo y en el camino es sentirlo. Y como la vida de Cristo fue o tan llena de trabajos, hay pensamientos y consideraciones muy al vivo para todas las ocasiones en que nos hallaremos. Y si en el camino me da Dios amarle, quererle, reverenciarle y sentir y imitar
sus trabajos, dichosos caminos, que caminos son ésos acertados para el cielo.
6. Ir desembarazados
En la explicación de algunas p cláusulas de nuestra regla tengo q dicho de la manera que ha de caminar en lo que toca al enbarazo que consigo ha de llevar 4. Que es muy bien, séase quien se fuere, que camine horro de todo género de enbarazo. En lo que toca a la comida, si fuere necesario por la cortedad de la tierra llevar un poco de pan o alguna fructa seca, vaya, pero no otras provisiones de pescado ni cosas que lo inquieten deseando llegar presto a la posada para comer y desembarazar la alforja de lo que [118r] lleva, que en eso se hace más imperfecto en los caminos que en los monasterios y poblados, donde tratando de su oración apenas se acuerda con qué o cómo se ha de remediar la necesidad del cuerpo, porque la confianza que tiene en Dios le suspende esos cuidados. Y pues Dios siempre lo hemos de tener de un color en el camino y poblado, razón será que en todas partes nos vistamos de una propia virtud. Y si les parece que, por ser camino y que habrá pocos que les den lo necesario, han menester llevar, les prometo que tengo experiencia de mí cuando he caminado pobre, y de los hermanos que siempre lo van, que, según yo sé y ellos cuentan r, sin comparación son mucho más regalados y mejor sustentados.
Y en esto echo de ver que es más obra de Dios que de hombres. Que si alguna vez he llevado lo necesario, ese día lo dejaba Dios apurar y no haber quien nos diese una jarra de agua; y el día que llegaba muerto de hambre a la posada y desproveído, ese día parece tenía Dios puesta la mesa y apercebido el sustento. Y yo sé que, si a los hermanos en particular les preguntara, que hubiera hartas cosas que decir. No digo más de que a quien s se le hiciere dificultoso lo pruebe y guste en semejantes ocasiones qué suave es el Señor para aquellos que son rectos de corazón 5, para aquellos que sus esperanzas las tienen derechas, porque ponerlas en mi solicitud y cuidado o en los hombres, son esperanzas torcidas y tuertas. Y así, como ciegas que pusieron los ojos en quien no debían, no hallan lo que buscan, sino se cansan y se vuelven vacías, pero en Dios son rectas, derechas, aciertan, hallan y train lo que buscan y un hombre ha menester.
Quiero decir una razón por qué es muy ordinario en los caminos a los pobres y necesitados hallar mejor el sustento que en el poblado: porque en el poblado los hombres unos se descuidan con otros y les parece, como hay muchos que den, que con cada uno un poco estará la casa proveída; y suele ser ordinario con esta consideración quedarse
un convento sin comer. Pero en los caminos no puede hacer esta consideración la persona que topa a un religioso pobre, antes al revés, que dice: Si yo no se lo doy, padecer tiene. Y cada uno hace esta consideración para que así quede bien remediada la necesidad del menesteroso.
En lo que toca a otros enbarazos, como es llevar algún libro consigo o algún hábito interior de sayal, digo que tengo por muy acertado lo que en nuestras actas se manda: que en el convento que un religioso fuere, le den con qué [118v] se limpie y remude su hábito de sayal. Y con esto se escusa el pobrecito religioso de ir cargado y enbarazado. En lo que toca a llevar libros, de suerte ninguna se consienta, porque de esa manera ningún convento vendría a tener los libros que ha menester, porque, cuando los tuviese, por gusto de un fraile que quiere más leer en este libro que [en] aquél, no los tendría. Y tiniendo cada convento sus libros necesarios, a ningún religioso le será necesario ir hecho librero. Podría llevarse un Contemptus t mundi o otro librito destos pequeñitos para leer a ratos por el camino y para tener oración. Y desta manera, me parece a mí, nuestros caminos serían hechos apostólicamente y muy conforme a nuestra pobreza y profesión.
Al que, por lo contrario, fuere tentado, ruégole que pruebe a ir pobre, aunque poco puedo decir por experiencia, que, ya que no he caminado rico, los largos caminos, la mucha acceleración y gran flaqueza mía me ha hecho algunas veces caminar con algunos dineros y nuestro jumentillo. No me han faltado los trabajos que Dios ha sido servido de darme en u ellos, pero por especulación, según el mayor gusto que en caminar pobre tengo puesto, podría decir que si en ese desembarazo que llevamos de veras pusiésemos la consideración, hallaríamos mill bienes, gustos, contentos y consideraciones sanctas, porque en parte ninguna el corazón no se halla tan desasido como en un camino, porque allí nada tiene que lo divierta. La celda, la casa, los compañeros, a que, como hombre de carne pegajoso, se habíe divertido o aficionado, ya le falta. Pues a un religioso tan solo que en el camino ya no tiene en qué poner los ojos, ayudarle con la pobreza que lleva privándole de cualquier género de regalo o propriedad que le pueda hacer estorbo, el corazón se hallará muy desembarazado y como desea para volar a su Dios y a su criador.
Es camino más conforme a los que Cristo v y su Madre hacían, pues ella caminaba tan pobre que su posada en tiempo de parto fue un establo 6; y el hijo, acompañado de cinco mill hombres en el desierto, no se halla sino cinco panes de cebada y dos peces para los unos y los otros 7; y cuando fatigado y cansado del camino, se ve necesitado de pedir una poca de agua a la samaritana 8. Y el caminar así con esta pobreza así le convino según su decreto y sabiduría para que,
asemejándose en todo a los hombres, los ganase w, porque esta necesidad y pobreza lo lleva por las puertas de un phariseo convidado 9 y lo entra en casa de los publicanos [119r] y peccadores a comer 10. Porque si, ya que Cristo tanto se asemejó a nosotros en el padecer necesidades que no dicen culpa 11, trujera consigo riquezas con que remediarlas, no nos viniera a nosotros tanto provecho. Pues la necesidad en Cristo x trujo y ocasión a que el peccador le pudiese servir con algo. Y así veía dos bienes: uno en el peccador dando y otro en Cristo recibiendo. Y este propio resultará del camino de nuestros hermanos pobres y menesterosos: que la propia necesidad los convidará y meterá por casa de los peccadores a que les hagan bien; y, unos dando y otros recibiendo, se hacen muchos provechos.
7. Al llegar al nuevo convento
Llegando a su convento, preséntense ante su prelado y tomen dél la bendición. Y luego, si los demás religiosos le dan lugar, que ante otras cosas se vaya delante el sanctíssimo Sacramento y, si no se lo dieren, después de los haber abrazado, que como somos tan de carne no vemos la hora de ver a nuestros compañeros y ellos de ver la gente nueva que Dios les envía; y así bien es, si se ofrece ocasión de quitar ese enbarazo y estorbo para de veras decirle a Dios dos palabras, se quite dando a sus compañeros el bien hallados. Después de esto se vaya delante el sanctíssimo Sacramento, arrójese a aquellos benigníssimos pies de Dios, déle mill gracias por los bienes que con él ha usado en haberle traído de aquel camino seguro sin que le haya sucedido ninguna desgracia de las muchas que suelen suceder a los que salen de su rincón y retrete.
Dígale: Seas tú bendito, Señor mío. ¡Qué de ellos, que son mejores y más sanctos que yo, no conocen casa ni solar, ni tienen un rincón! Y aun tú, con ser Dios eterno que en los cielos no cabes, estrechándote tanto y abreviándote como te abreviaste cuando te heciste hombre y uniste a ti la naturaleza humana, no tuviste dónde reclinar tu cabeza; y tiniendo los pájaros nidos y las vulpejas cavernas, tú, Señor, no tenías dónde te albergar 12. Y un religioso de tan poca consideración como yo soy, no sólo me diste una casa, sino muchas; una dejo, que era propia, en otra me reciben, que también lo es. Alábente los ángeles, Señor. ¡Qué bien cumples tu palabra de que darás ciento al z que por tu amor dejare uno 13! Yo, Padre de misericordias 14, dejé una casa y ahora me has dado por mías todas las que hay en esta sagrada Religión y las que se han de hacer. Dejé un padre, ya en cada convento hallo muchos que con amor [119v] más perfecto miran por mí. Dejé uno o dos
hermanos; ya veo, Señor, la verdad de tu palabra, pues a bandadas me salen a recebir no con entrañas dobladas de falsos hermanos, como los que viven en el siglo, sino con simplicidad de palomas 15, dándome las que tienen porque así tú lo mandas: que los que en tu casa vivieren tengan una fee, un spíritu y un corazón 16. Dejé unos poquillos de trastos viejos, ahora hallo por mía, para mi necesidad si la tuviere, toda la hacienda que este convento tiene. Yo no tengo con qué agradecerte, Señor mío, estos centenarios que das por el cornado vano que yo dejé, sino tornar [a] hacer otra nueva entriega de mi persona para que tú, Señor, la pongas a, cuentes y conozcas entre las demás ovejas de tu rebañob; que, pues nuevas son las mercedes que en esta casa recibo, obligado quedo, y lo haré según mis fuerzas, a hacer vida nueva en esta casa y a pretender nueva perfección.
Bien puede, si quiere, levantarse en breve con la consideración al cielo, donde serác la postrera mudanza que hará; y considere que, si tantos bienes en mundo tan pobre recibe y con tan larga mano Dios se los da, ¿qué le dará cuando le envíe este Señor una patente para que se mude al cielo? Qué diferente padre hallará y cuántos más hermanos lo saldrán a recebir, el mejoro de la casa y convento que allí tendrá. Piense que, si tanto contento recibe en la entrada de una casa pobre y con el recibimiento de unos poquitos hermanos de carne, ¡cuánto será d el que tendrá cuando entre por aquellos palacios eternos, de donde ya eternamente no hará mudanza, recibiéndole los ángeles a millares!
No sé yo quién con tal ocasión de pensamientos no queda fuera de sí y dentro de Dios para de allí en adelante hacer protestación de aceptar y admitir aquella casa, no para andar por ella vagueando, sino para tenerla por cárcel del cuerpo, para no dar un paso sin el gusto y beneplácito de Dios. Y si el caminante y güésped fuere hermano donado, por quien esto se enpezó a escribir, pídale a Dios nuevas fuerzas para [120r] de nuevo servir con cuidado y solicitud a sus hermanos. Y pues Dios los ha hecho bueyes para que lleven el peso y carga de los trabajos corporales de los hermanos, consideren que ¿dónde irá el buey que no are?, y que ni él viene a aquel convento ni lo envían por hurtar el cuerpo al trabajo, sino para que de nuevo trabaje; que bien puede, sabe y quiere aquel Dios, ante quien está de rodillas, premiar y pagar trabajos nuevos y trabajos viejos.
Bien será dejarnos a nuestro güésped delante del sanctíssimo Sacramento y decir cómo lo han de enviar los prelados de donde sale y cómo lo han de recebir los del convento donde va. Pues digo, lo primero, que aunque es verdad que de parte del religioso que camina es bien que vaya así pobre y menesteroso por los fines dichos, pero es muy bien que el prelado que lo envía pese las fuerzas del tal religioso y según su flaqueza se apiade de él, considerando todos los inconvenientes
que se le pueden ofrecer en el corto o largo camino, acudiendo a todos ellos; lo primero dándole compañero, que muy de ordinario les es fácil a los provinciales ordenar las cosas como no vaya uno solo. Y luego, si son hermanos que no pueden ir a pie, búsqueseles siquiera para entre dos un jumentillo, déseles algún dinero, que, siendo o por su enfermedad o flaqueza gente impedida, no podrán pedir limosna conforme tienen su necesidad; abrígueles y albérgueles si es invierno. Miren aquello que dice san Pablo: ¿Quién está enfermo que yo no esté enfermo 17? Que es decir: ¿Quién tiene enfermedad que yo en mi persona no la sienta como si yo la tuviese? Y desta manera, sintiendo los trabajos ajenos por propios, es muy cierto que, en medio del descuido del religioso que camina, estará bien lleno de cuidados el prelado que lo envía. Y desta manera el religioso que va mudado va contento y, por ruin que fuese, obligado a bendecir a Dios y a su altíssima providencia, que así se estiende a proveer y remediar e chicos y grandes, buenos y malos.
8. La acogida del nuevo prelado
[120v] El prelado que lo recibe en el nuevo convento donde va mudado, recíbalo los brazos abiertos y, atento que viene en alguna manera como estraño por no conocer la tierra o los frailes, muéstrele unas entrañas amorosas, blandas, encendidas y llenas de charidad. Dígale palabras amorosas, como son: Sea mill veces bienvenido, hijo mío; viene f con un prelado que, ya que yo soy malo, quiero yo mucho a los que son buenos, y así querré a su charidad por lo que será en el grande aparejo que hay en esta casa, donde se sirve a Dios con mucho gusto y suavidad.
Dígale algo de la virtud y buenos naturales de los religiosos que en su casa tiene para que se huelgue y anime, porque nadie se lo podrá decir mejor que el prelado. Después de esto, déjelo ir delante del sanctíssimo Sacramento, donde denantes lo dejamos, y mientras él se está encomendado a Dios, el prelado llame al hospedero y al refitolero; el hospedero, para le avisar que le acommode celda y le lave los pies y dé hábito interior para que se limpie; el refitolero, para que le dé de comer o cenar, de suerte que lo regale con lo mejor que en casa tuvieren. Y no se repare con lo poco que aquel día ha comido la comunidad, pues viene más cansado y necesitado; denle para aquel día y aun para otro más de lo que dan a los religiosos. El refitolero no lo deje hasta que lo deje en su celda, la que se le tiene acommodada, donde procurará ser muy sancto y encomendarme g a Dios, que a mí me dé su cielo por su infinita misericordia. Amén.