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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
I. DIFICULTAD PARA ESCRIBIR
No sé qué se es, que tengo gana de scribir y ya no puedo ni se me ofrece.
1. En contraste con la facilidad del pasado
Y esto es de manera que, aunque hasta aquí decía, veía y entendía que no tenía qué scribir o que no sabía qué decir, junto con conocer esta verdad ser así, veía que en medio de aquella ignorancia derramaban en mí harto más que yo pudiera scribir. Porque el scribir o comunicar con la pluma lo que ponían o llovía dentro era como sacar agua de un pozo con un caldero o destapar una canilla de una tinaja que poco a poco derrama lo mucho que cai en ella; y por mucha a priesa que se dé la mano a scribir y el caldero a sacar y la canilla a derramar, es cosa de risa.
Veo yo, cuando cai un turbión con priesa y con ínpetu, que por seca que esté la tierra y deseosa de agua, es más el agua que se vierte y se corre por las quebradas y bajíos que la que en sí enbebe. Y pienso yo queb la causa es porque los elementos superiores son más activos y más prestosc en el obrar que no los inferiores; y así es más presta el agua y más ágil que la tierra y más el aire que el agua y más el fuego que el aire. Así, por presto que la tierra se disponga para recebir el agua, es ella más activa, y si de presto no la enpapa en sí, se corre a otra parte y no tiene sufrimiento para aguardar. Ahora, pues, si por estar el agua encima de la tierra y llevarle esta poquita de superioridad no sufre detención en la disposición del que la ha de recebir, sino que luego se derrama por otra parte, ¿qué podremos decir de los bienes del cielo y de la lluvia de los bienes celestiales, que cuando Dios los da, si no halla presta el alma y dispuestos los sentidos para los haber de recebir, luego se vierten y se corren? Y así digo yo que la pluma para scribirlos y la lengua para parlarlos son muy lerdos y no aguardan tanto.
Bien sé yo de persona estar scribiendo una razón y, como la pluma se tarda, al medio de ella irse y no hallarla, y venir de otra manera aquella razón y acabarse de scribir ordenándola a otro fin. Pienso que esto será como si yo derramase un jarro de agua en este suelo: un poco se enbebe y d lo demás se corre; torno a derramar otro jarro, tórnase a enbeber otra poca y a correrse lo demás, de suerte que el agua que aquí se enbebió fue de muchos pocos e, de cada jarro un
poco. [121v] Así dice aquella persona que, cuando hablaba o scribía, componía su plática de muchos pocos de los muchos todos que en él se derramaban. De donde a las tales personas les sucede muchas veces no querer hablar ni scribir. ¿La razón? Porque no puede correr la lengua ni la pluma tan a la posta como lo que hay que hablar; y como estas dos manos, que es pluma y lengua que comunican y derraman lo que dentro echan, son tan lerdas y espaciosas, cuando han derramado dos puñados y vuelven por otros dos, ya hallan que aquello se pasó y hay cosas nuevas; y en semejante ocasión han de poner algún trabajo para juntar lo que pasó con lo que viene para zurcirlo y coserlo, y quizá siendo de dos paños f hacer que sea uno y tener necesidad, para que todo sea de un color, [de] teñir o pinctar.
Yo creo que he puesto este exemplo otras veces. Va un hombre camino y descubre un llano grandíssimo. Los ojos en un momento lo vieron, pero mucho tiempo han menester los pies para andarlo, lo cual suele ser ocasión para el caminante para sentarse a mirarlo y remirarlo, y mientras más lo mira más enpereza para andarlo. ¿Qué tiene que hacer la presteza del conocimiento con la lengua y la pluma, que son tan tardos y pesados que en descubriéndole al conocimiento algo junto luego enbaza la lengua y la pluma y lo deja y no lo quiere scribir ni hablar?
Dije denantes, aquí al principio, que algunas veces decía yo que no tenía qué scribir y, junto con eso, a esa palabra venían otras asidas que poder scribir o hablar. De manera que esto es verdad: que me veía ignorante y pobre; avergüénzome de decir sabio y rico, pero digámoslo en aquella poquedad para que mi entendimiento estaba dispuesto; que a estarlo bien y mucho g, turbiones fueran los que de aquella benignidad de Dios se derramaban h, no sólo para mí, pero para todas las criaturas. Pero lo mucho era lo que se corría y nada lo que se quedaba. Pero este nada de esto que se communicaba quería Dios se mostrase primero mi natural desnudo y cuánto se diferenciaba esto que de fuera venía de lo que en casa estaba, pues en casa no habíe sino ignorancia, y en mirando esa ignorancia, para que no le negásemos a Dios su dádiva, no aguardaba más, sino al punto y asido con ese conocimiento venía otro: el que Dios era servido.
Que parece en esto se había Dios como lo que (creo) dicen de la introducción de las formas i: [122r] que el último no ser de la una es el primer ser de la otra 1. Y así parece aguarda Dios un último no ser nuestro, un conocimiento de nuestra nada, un ojeo de nuestra ignorancia para que enpiece el primer ser de lo que él es servido. Porque los hombres somos maliciosos y tontos para salirnos con lo que queremos; y si Dios no nos diera esta luz primero, fuera cierto que entendiéramos que aquello que viene de fuera estaba escondido en algún rincón o
cornijal de dentro de casa. Y es menester que la primera luz muestre nuestra pobreza y la segunda muestre la hacienda que es de Dios, que, por razones que él es servido, no debe de querer hacer mezcla porque lo uno no se confunda con lo otro.
De aquí es que pienso yo que, cuando Dios quiere tomar alguna persona para instrumento de alguna cosa en que él gusta ser su voluntad hacer demostración de la tal elección, gusta primero de hacer demostración de la poquedad de la tal persona, de su ignorancia, de su flaqueza, de sus peccados, para que entiendan que sólo Dios es j el que aquello hace y puede. Llana cosa es que más dificultad hay para conocer la sabiduría de sancto Thomás haber sido toda ella revelada que si la halláramos en un hombre que no hubiera entrado en escuelas, y si acaso a quien se le hace la merced entró, primero le muestran cuán poco ha aprovechado en lo humano, porque lo divino, si lo es, no lo quiera aguar y mezclar pareciéndole todo nace de una cuba y se saca de una cantera.
Pues digo que, aunque es verdad que tenía aquel conocimiento de que no tenía qué escribir, venía pegado a él lo que después scribía. Plega a mi Dios en nada yo haya sido engañado, no sea el demonio o algunas tonterías mías.
2. Experiencia reciente
Pero habrá ocho días, como arriba digo, que he deseado scribir y no puedo ni aun scribir una carta concertada ni decir una razón. Sólo he tenido unos grandes deseos de darme una hartada de callar. Y ahora, aunque digo que no tengo qué scribir y que no sé qué decir, es verdad tengo algún temor no haya procedido de dejarme llevar de la flaqueza de mi natural -que, aunque parece bobería scribir esto, bien podría aprovechar a alguien que, siendo esto en mí falta, escarmentase-, porque habrá estos ocho días he sentido el natural en mí bien rendido, de suerte que me he dejado llevar de todo lo que he querido dormir y de otras cosas de mi gusto, como es buscar fresco k, salirme a lo claro, pasearme [122v] un rato y otras cosas, en que me pudiera haber mortificado. Que, en fin, la mortificación aprieta el natural flojo y claramente lo templa, da fuerza y vigor para ocuparse en cosas sobrenaturales, las cuales nuestro natural de suyo las rehúsa. Que no hay l dudar sino que más gusta el natural del hombre de cosas de tierra, de dormir, descansar, etc., que no de lo contrario. Y así, en descuidándonos con este nuestro mal natural, luego se va agua abajo, que cuesta poco y no ha menester remar. Por eso digo yo que le inporta mucho la mortificación, que es la que le hace hacer piernas. Y habiéndome yo dejado llevar de mi natural, está este natural más entero, pero menos dispuesto y más defectuoso para las cosas sobrenaturales. Y así veo yo
que me dicen algunos que nunca he estado tan bueno como ahora. Y no me huelgo de eso, porque echo de ver de lo que proviene.
Ahora, pues, viéndome estos días así tan inposibilitado para hablar y escribir, estando en el coro, ofrecióseme con alguna claridad conocimiento de lo pasado y de la soledad con que quedaba mi natural, entramas a dos cosas juntas con algún sentimiento de lo uno y de lo otro. Y confieso que, con que fue en un instante, fue necesario que sobre mí lloviesen algunas razones de consuelo, porque si durara, aunque más razones hubiera, si aferrara la duración del conocimiento per modum formae permanentis, me parece perdiera mill vidas. Pero fue en un instante y con muchas razones de consuelo, que entonces propuse de scribirlas; pero como ya no son menester, ni me da pena de scribirlas, y no estando el interior afligido con aquel conocimiento no procura el entendimiento formar aquellas razones con aquella viveza que entonces se las dieron m.
La razón porque digo que ahora no son necesarias aquellas razones de consuelo es porque el conocimiento que entonces tuve de lo pasado y de la desnudez presente fue Dios servido se fuese, de suerte que ni sé qué es lo pasado ni qué es la desnudez y soledad presente, sino que me parece, leyendo ayer en estos papeles que dejo scritos, los leía como un muchacho del escuela: que había menester mucho espacio, atención y cuenta para leer [123r] lo que dejo scrito, no lo que es historia, sino si acaso he scrito algo del conocimiento interior del alma.
La forma en que digo que no conozco ahora nada de lo que entonces conocí junto de entramos estados y de lo que sucesivamente en otros tiempos he echado de ver en mí, es porque me parece está en mí todo muerto y adormido. O fue como sueño: que el que sueña, particularmente si es niño, si se acuerda de una palabra no es cosa de que pueda hacer caso. Y también como un niño a quien le quitaron de las manos lo que él gustaba, no repara, porque le n tornaron a poner en ellas unos dijes muy conforme a su niñez.
Y así digo que yo no he menester aquellas razones que entonces se me ofrecían para consuelo de la mudanza de vida, porque si me quitaron de las manos aquel conocimiento de que yo tanto gustaba o aquello que así con facilidad se me ofrecía, en su lugar han puesto en mis manos dijes muy conforme o al nuestro p natural, como es advertir lo de acá, dormir como los demás duermen, hablar y comer como los demás comen, atender y gozar naturalmente de todo lo que acá se goza. Y este nuestro mal natural hállase tan bien con estas cosas que del todo esotras, que así pudieron ser sobrenaturales, las deja como soñadas, adormidas o amortecidas.
¡Oh Señor, seas tú mill veces bendito! Que nunca acabo de entender a este nuestro mal natural, que jamás está ni debe estar contento cuando en su entereza no lo debe estar, porque son cosas bajas a lo que él se estiende. En lo sobrenatural parece lo tienen colgado de los cabellos.
Quién duda sino que, cuando un grande está toda una tarde delante del rey, que está con gusto pero cansado porque está en pie y deseando, en medio de aquel gusto, salirse de allí para sentarse; pues cuando está fuera de allí y sentado, todo le parece poco y debe estar con disgusto porque, estando a su placer, no está ante el rey. De esa manera, el hombre en lo sobrenatural se cansa porque allí ha de estar lo natural levantado o elevado con trabajo, con pena; naturalmente está deseando sentarse para descansar. Cuando está sentado, está y debe estar con disgusto, que, en fin, ese asiento y descanso es officio bajo en comparación del que tenía. Y así no está contento hasta que quiera Dios lleguemos a Dios, donde a entramos hombres les darán su paga q, [123v] dando descanso al interior y fortaleza a el esterior.
Pues digo que las razones que a mí se me ofrecían cuando así me vi bien necesitado de consuelo por conocer lo pasado y ver en mí la pobreza presente, si acaso fue elevación la una y bajeza la otra, etc., paréceme me veía compelido a hablar con los hermanos y a decirles: ea, hermanos, consuélenme, alégrenme y díganme: mire, hermano, que esto no se lo dieron para él, sino para hacer esta obra; no le hacen agravio a aquel a quien le levantan el depósito ajeno; esto no era hacienda suya sino ajena, que se lleven lo ajeno no hay que dar pena.
¡Oh Señor mío! Cómo quizá era ésta la causa por qué, cuando habíes de dar algo, mostrabas mi desnudez e ignorancia, como quien a mí propio me hacía testigo del depósito ajeno, porque, cuando se lo quisiesen llevar, no lo sintiese pareciéndome que era mío, sino que con desasimiento lo vuelva a su dueño, quedando contento con mi pobre vestido.
Ofrecíaseme lo que muchas veces he dicho del gusano de la seda: que labra el capullo y muere dentro, contento porque acabó su labor. Y cuando el labrador anda edificando una casa y, hecha, se contenta con un solo aposento de ella. Veíame hijo de la Religión, como el más pequeñito fraile de ella, y que no era mal partido que me cupiese un aposento de esta sagrada Religión, que menos había tenido hasta aquí pues ningún género de descanso había tenido. Ofrecíaseme que hasta aquí había labrado para otros y que ahora labraría para mí. Y que, si aquella sabia y fuerte mujer hiló y vistió a la gente de su casa, ella también comió del fructo de sus manos 2, que era decir que, si r había trabajado, también había ganado para comer ella, que se contentase con esa parte que le cabía del trabajo de sus manos. Decía muchas veces: no es esto tuyo, fray Juan, no lo merecías, conténtate con lo que te dieren, no has de ser tuyo sino sujeto a lo que de ti quisieren hacer; ahora podrás trabajar de nuevo.
Representábanme más fuerzas corporales con que poder trabajar, más prudencia humana, más discursos conforme nuestro trato ordinario, más [124r] disposición de cosas conforme al natural del hombre, la grandeza
que Dios tiene puesta en dejar obrar las causas segundas y aprovecharse de ellas para sus obras, y que todo corra conforme el ser y fuerzas que Dios tiene dadas a las cosas. Representábaseme cuántas veces yo he gruñido esta vida pasada, cuántas veces la hubiera dejado si por fuerza no me hubieran atado o necesitado a ir por este camino, de cuánto mérito sea la fee en todas las cosas y que obrando más sin ojos se dará Dios muy por contento de ver el hombre rendido a su querer.
Tras estas razones se me ofrecía qué cansado andaba, qué afligido, qué necesitado de descanso. Decía hablando conmigo: ea, hermanos, regálenme, denme bien de comer, échenme en una cama, conténtenme, miren que me han de dejar; de aquí adelante allá se lo hayan, ven ahí su Religión, no debo más, yo no soy más de un pobrecillo fraile, no tengo más que cualquiera de ellos; ya no hay que decirme que haga, háganlo ellos, que yo no soy sino un pobrecillo fraile. Enojábame también con los frailes y de enojo inadvertidamente apretaba los dientes: ¿Qué es esto? ¿Qué? ¿Esto paso yo por estos frailes? ¿Quién os me dio a conocer? Yo ¿para qué los quiero? Hagan lo que quisieren, déjenme a mí, que yo bien tengo en qué entender en componer mi natural para enpezar a caminar. Y cuando allí en la oración los veía yo sesguitos en la oración, cerrados los ojos, más ocasión me daban de enojo: ¡Que estén ellos de esa manera y yo de ésta! ¡Ellos tiniendo oración, discurriendo, meditando, pensando, y yo con tantos desabrimientos! ¡Oh buen Dios, y qué despedazada anda en estas cosas el alma! Plega a ti la juntes para que junta acierte a volver a ti.
3. Razones de mi vida larga
A esto se me ofrece ahora que era inposible, si no es por este camino así deshecho, poder vivir más s de lo que he vivido y que, si más tengo de vivir, es menester para otra vida otra vida, o para más vivir otra composición, o para otra vida otra muerte, como a ver si acierto con un exemplo.
El trigo no puede conservarse más de tantos años. Para que más dure es menester que de nuevo se torne a deshacer en la tierra. Y aquel deshacerse es hacerse para otra nueva vida. Yo siempre he dicho que me parecía inposible esta vida que así tenía ser muy larga, pero que deshaciéndola se tornaría a hacer a nueva duración y así sería vida larga y durable para nuevos trabajos. Y así tendría su efecto aquello [124v] que, tratando de la historia a la salida de Roma, scribí 3: que por este camino mi vida sería larga y llena de largos trabajos, bien llena de oscuridad; y que, si allá me quedaba t en Roma, había de ser breve y bien llena de gustos. Paréceme la razón sería porque aquella
vida así compuesta, no ofreciéndose por aquel camino quien la descompusiese -digo trabajos y cuidados-, necesariamente sería la vida corta. Llano es que menos duraría la cuerda de una ballesta que siempre estuviese armada que la que se desarmase. Y así, estando mi vida siempre armada y suspensa con la quietud que en Roma podía tener, llano sería que cada día se habían de adelgazar las dispusiciones que sirven de cuerda que atan el alma con el cuerpo; y adelgazadas, quebradas o perdidas, es llano que la vida se había de acabar. Pero como acá los trabajos que se han ofrecido desarman el spíritu y se afloja lo sobrenatural y se alarga la cuerda a lo natural para que mejor pueda alargarse a comer y apacentarse en lo que le es más natural, como es dormir, comer, beber, andar, etc., es llano que se cobra nuevo resuello y anhélito para nueva vida y carrera.
Por amor de Dios se advierta ahora otra razón de la brevedad de aquella vida y largueza de ésta. Digo, y plega a Dios sepa qué, que quedándome yo en Roma en aquella vida quieta, sosegada, pacífica que así en aquella quietud gozaba, digo que aquella vida tenía por fin aquel gozar solo y aquel tener aquella pacificación; y después de alcanzado aquel fin no habíe para qué fuese más la vida, ya podía acabarse pues aquello era todo lo que allí yo podía desear y no tenía que pasar de allí. Pero en España, aquello que en Roma era fin acá era medio para otros altíssimos fines, que eran trabajos padecidos por Cristo en la hechura de esta Religión; y estos fines no se alcanzan tan presto u y yo no sé adónde llegan. Sé, como he dicho, que vi medios largos sin alcanzar los fines. Y así es necesario pasar de estos medios con más larga vida, los cuales eran fines para Roma.
[125r] Yo quisiera se me ofreciera algún exemplo, pero declarémoslo con doctrina como supiéremos. Llano es que, demás de haber Dios criado a todos, Dios, para que fuésemos sanctos, como dice san Pablo -fecit nos Dominus ut essemus sancti 4-, para que le amemos, le sirvamos y le gocemos, que, demás de ese fin que es para todos, a cada uno lo tiene ocupado en otro fin particular: a un casado para que críe sus hijos, al hijo para que sirva a sus padres, a otro para que sea prelado, a otro para que gobierne y al otro rico para que dé limosna, etc. Según a uno le tiene Dios dilatada su tarea, me parece a mí le dilatará la vida. Así como el sol sirve de alumbrar, después del juicio, que ya no será necesario, cesarán sus movimientos. Pues así digo yo (si no acertare, borren) que, dándole Dios a uno a escoger una tarea corta cuyo fin se alcanza presto, le dará una vida corta; y que, escogiendo una tarea larga cuyos fines están lejos, que será necesario alargar la cuerda y alargar la vida; y esto me parece habrá de ser descolgándola y dejándola poner los pies en el suelo. Que, en fin, caelum caeli Domino; terram autem dedit filiis hominum5.
4. Razón de querer escribir
Ahora, pues, considerando esta vida así deshecha, digo, juntando esto con los primeros ringlones que dije al principio, que, aunque es verdad que denantes decía que no sabía qué decirme y junto con ese conocimiento veía otras cosas no mías que poder decir, pero ahora, así deshecho, digo que muchas veces en algunos días de atrás he querido scribir y no he sabido qué, ni mío ni no mío. La razón por qué quisiera scribir es porque en la vida pasada se me ofrecieron muchas cosas y necesidades acerca de muchos officios de nuestra sagrada Religión y gustara yo haberlos escrito.
Dirán: Hermano, pues si entonces se le ofrecieron, scriba ahora lo que entonces se le ofrecía. Yo no sé cómo se me ofrecía, porque ello no era v más de por aquel breve instante que se ofrecía y, pasado el punto, pasaba todo. Y si acierto, digo que esto era de dos maneras: la primera, ofreciéndoseme en mí. Y esto era de lo que yo menos memoria puedo hacer y menos acuerdo, porque es como decía del agua que llueve: que si cuando cai no se ponen vasijas en que cogerla, ya corrió y se pasó.
De otra manera se me representaban en las mismas cosas, como veníame una aflicción grande y aprieto interior de los daños o males [125v] que le podían venir a la Religión por los estudiantes. Luego en estos propios estudiantes veía yo la necesidad que tenían de ser sanctos, recogidos, callados, humildes, mortificados. Veía que de allí nacía y entraba en la Religión libertad, atrevimiento, desenvoltura y otras cosas que no quiero decir. Cuando veía estos males con aquella aprehensión, buscábales los bienes y remedios. Si no los hallaba tan eficaces como convenía, íbaseme el pensamiento a que no hubiese estudiantes y allí se me ofrecían los bienes que pudíe haber y sus inconvenientes. Pasados aquellos aprietos, no puede un hombre scribir lo que entonces, si lo scribiera, lo mirara y advirtiera con más cuenta, porque diferencia va de mirar una cosa para parlarla o scribirla o para callarla. Que si ve que en aquel tiempo que se le ofrece no es tiempo de remediarla, ni la scribe, a bulto la mira para dejarla. Lo cual no hiciera si hubiera luego de remediarla, que la mirara muy despacio y cada cosa de por sí. Y ahora sería carga cerrada y no sé si diga hablar a montón o a juicio de buen varón.
Pero para cumplir en algo mi deseo, empezaré, llegue donde llegare.