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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
IV. MANSO, SUFRIDO Y HUMILDE
[129v] Ha de ser manso, humilde y sufrido, como dice Cristo: Aprended de mí quia mitis sum et humilis corde 1. Esta es una virtud bien necesaria
al prelado. Y si para probarla queremos usar del exemplo que denantes poníamos, se echará de ver.
1. Acomodarse a las fuerzas del súbdito
Decíamos que son hombres subidos sobre la cabeza de los súbditos.
Pues veamos cómo va un hombre sobre una cabalgadura: ha menester ir sentado y puesto de suerte que no lo derribe, que hay hombres que tienen tan mala caballería que matan aquella en que van en dos días. Han de tener sufrimiento si la cabalgadura no puede andar más, que poco sirven sus cóleras, sus palos y aguijones si no es para sacarle las tripas; y puesto caso que esta cabalgadura no puede más, no sirven los palos más de provocarla a tirar coces y que derribe al caballero o echarse con la carga, que es muy ordinario.
Esto ha de mirar el prelado que va subido y levantado sobre las cabezas de sus súbditos: que si el súbdito no puede más, que lo mire y mida sus fuerzas y no quiera sobre ellas a palos y a jinchonazos sacarle las entrañas; que eso, puesto caso que no puede más, no le ha de servir sino de tirar coces para derribar al prelado y quitarlo de encima de él o echarse con la carga arrojándose en el suelo y dejando lo uno y lo otro.
Si la cabalgadura es briosa, no quiera el jinete domarla en un día, que la caballería y el trabajo su poco a poco la vendrán a amansar. No se le dé nada de darle riendas, que el camino es largo y, antes que acabe la jornada, el trabajo y el cansancio le mitigarán el brío. Lo propio ha de hacer un prelado en nuestra sagrada Religión: que no a han de querer al súbdito en dos días manso, humilde, sufrido cuanto conviene, que la carga y el camino le amansará y quitará el brío de suerte que se vuelva la propia mansedumbre.
No porque el piloto y marinero ven alterada la mar se deben desbautizar y querer su sosiego en un momento, que el que es discreto levanta los ojos al cielo y en él conoce la mudanza de los tiempos, los sinos de la luna, que, si en la creciente causa aquellas alteraciones, en la menguante vendrá serenidad. Lo propio ha de hacer un prelado que en un convento sirve de piloto, marinero y patrón: que si alguna vez viere algún religioso en sus crecientes de cólera, brío y fortaleza con que viene a la Religión, no se espante y quiera la mar serena en un momento. Levante los ojos al cielo [130r] y en él conocerán las mudanzas de los tiempos y que tras ese creciente viene otro menguante causado de las muchas penitencias y ayunos, etc., de la Religión y vendrá mucha bonanza, mansedumbre y humildad.
Ha de advertir que la cabalgadura que alargare el paso con un ¡arre! o ¡párate!, con un ¡jo!, que no ha de usar de palo ni espuela, que en vano las cosas se multiplican que se pueden hacer por menos.
Y así, el súbdito que con una sola palabra obedece y hace lo que le mandan, no se use de rigor con él, salvo si para mayor bien suyo y mayor mortificación y mérito fuere necesario. Adviértase que diferentemente anda el jumento que la mula y que cada uno ha de llevar su paso y contentarse con que cada uno lo alargue conforme fuere su persona, que en una Religión hay viejos, mozos y niños, y para eso es la prudencia del prelado: para hacer diferencia en las cosas de trabajo de los súbditos.
2. Fortalecer al débil
Adviértase que no sea como el otro vizcaíno que, no quiriendo comer su cabalgadura porque no le habíe quitado el freno, decía: "Esas me hagas, que andes y no comas". Y que hay ocasión en que el súbdito está enfrenado, sea con enfermedad o con lo que Dios fuere servido. No quiera que con la flaqueza que adquiere de no comer que ande, que acabará con todo. Quítele el freno, la imposibilidad del no comer, y luego hágale andar. Que ya sabe que por parar y dar cebada no se pierde jornada, y no se menoscabarán nuestros intentos con dar a los pobres frailes estas pobres yerbas que la regla nos concede y con que de en cuando en cuando se haga una paradilla conforme en nuestras actas se manda: que cada mes se salgan un rato al campo y que cada tres meses un día, para que el súbdito cobre resuello.
No hay azadonero que no calce su azadón de en cuando en cuando ni barbero que no aguce su navaja para que afeite bien. No lo ha de querer apurar todo. Bueno es que en el tiempo de rezar y azotarse y los demás actos de comunidad se haga como se debe sin que queramos apurar las cosas hasta sacar cieno. Y si el prelado le diere Dios brío y fuerzas para correr la posta, haga lo que el discreto correo: que a cada tres leguas o cuatro muda cabalgadura y posta dejándose en los mesones las cansadas y tomando otras nuevas, que si él va de priesa no ha de querer que le lleve hasta el fin de la jornada compañía una cabalgadura flaca.
De esa manera, si Diosb diere fuerzas al prelado para caminar [130v] a la posta por el camino de la perfección, no quiera que en todo le acompañen sus súbditos según el extraordinario espíritu y fuerzas que Dios le ha dado, que si a él le communicó fortaleza para no comer, para estar ocho horas de rodillas y hacer otras cosas, no ha de querer que cada uno de por sí le acompañe en todo aquel camino, que acabará el súbdito. Mude postas, con unos rece, con otros ayune, con otros se azote, con otros calle, con otros llore; y vaya desta manera mudando, que si él no ha menester descansar por llevarlo Dios con aquella priesa, entienda que el súbdito que reza un rato y corre la posta en tres horas
de oración de rodillas, que ha menester parar y descansar en la posada; y el que ayuna los siete meses, que tiene necesidad de aflojar la cuerda.
Pero también quiero advertir que he visto yo unas mulas marrulleras maliciosas que las tienen los que las alquilan enseñadas a tirar coces si les ponen maleta o alforjas en las ancas y a no salir de los pueblos sin que les den cebada; y a cada legua quieren hacer jornada. A estas tales, uno que les tome el diestro y otro que les dé buen palo y buen jinchonazo. Así hay algunos hombres que los tiene enseñados el diablo que en cargándolos tantico más tiranc coces y murmuran del prelado. Y éstos cada momento quieren hacer paradas: si ayer ayunaron, ya hoy quieren recreación y bocadillos; si anoche fueron a maitines, hoy no pueden ir a la oración. A estos tales un prelado que les lleve del diestro y enseñe el camino, y otro que les dé buen bardascazo. Porque esta maña de esta cabalgadura es insufrible y si no la perdiese sería necesario deshacerse de ella y de tal religioso, que, si cada momento se ha de hacer paradas, es nunca acabar y nunca se andará nada.
3. Guiar con prudencia
A esta propia prudencia pertenece el guiar la cabalgadura por buenos pasos apartándola de los atolladeros y escusar los rodeos, apartarse de los despeñaderos; en el camino llano alargar el paso, en el fragoso algo más a espacio. Esto bien queda entendido: que en la Religión hay cosas fáciles en que un religioso puede alargar el paso y otras que se ha de contentar con que salga sin caer; y que hay atajos y rodeos y que unos se hallan bien a echar por el atajo y otros gustan de rodear y andar en dos días lo que otro en uno.
Por todo procure dar muchas gracias d [131r] a Dios, que el officio del caminar es de tanto trabajo que es bueno llegar con vida al fin de la jornada, particularmente si es larga, dificultosa, estrecha, peligrosa, sola, áspera y tiempo contrario. Que todo esto tiene esta nuestra jornada que camina un prelado con sus súbditos para el cielo: que es larga y tiene todas esas dificultades y aun muchas más sin número. Pídale a Dios lo saque con bien de esos trabajos y peligros y los lleve a fin deseado.
Acerca de esto creo tengo scritos algunos capítulos e que había hecho, particularmente uno sobre aquellas palabras de san Pablo: Argue, obsecra, increpa in omni patientia, et doctrina 2, que se podrá mirar y sacar aquí si quisieren 3.
4. Ejemplo de humildad
Dije denantes que el prelado había de ser manso y humilde.
En lo que toca a la humildad del prelado, no hay cosa que más anime, consuele y esfuerce f a los súbditos que la humildad de los prelados, el verlos abrazar con amor y con gusto las cosas bajas, las dificultosas y cosas de trabajo. ¿Quién ha de hallar dificultad o menoscabo en hacer lo que hace su prelado y cabeza? Con eso quiso facilitar Cristo el possumus de Juan y Diego cuando les dijo: Potestis bibere calicem, quem ego bibiturus sum? 4 ¿Qué súbdito hay en el mundo que se quiera pensar por hombre de mayor y mejor condición que su propio prelado para no sujetarse a lo que su cabeza se sujeta? Y ésta no ha de ser humildad de palabras -que non omnis qui dicit: Domine Domine, intrabit in regnum caelorum 5- sino de obras. Y esta humildad no ha de ser en las cosas de burlas y de juegos, sino en las cosas de trabajo y de mortificación. Aunque es verdad que es bien, cuando los súbditos se huelgan, se huelguen con ellos en las propias cosas, pero ha de ser de suerte y en ocasiones que no le pierdan el temor ni el respecto. Pero la humildad de que yo trato es en el barrer, en el fregar y en el hacer el officio humilde, en el servir a la mesa, etc.
Estas y otras millares son las propiedades que debe tener uno que ha de ser prelado y que han de ser conocidas para le haber de scoger y eligir. Pero advierto que esto de escoger prelado lo más ordinario es lo que acá decimos: "Diosg te lo depare bueno", porque ella es carga cerrada y muy oculta a los juicios de los hombres, porque en uno se tendrá confianza de que lo ha de hacer bien, y saldrá bien avieso y torcido y lejos de lo que se pretendía; otro no se aguardaría de él cosa buena, y ser al contrario. Que acerca de esto he dicho yo muchas veces que una cosa es pensar ser prelado y otra cosa es serlo; que suele uno, antes que lo sea, echar muchas guchilladas en el aire y después, en tiempo de las veras, darle Dios un altíssimo conocimiento de la paciencia, mansedumbre [131v] y benignidad de que tiene necesidad de vestirse.
5. Retrato de Cristo
Que en esto echo yo de ver cuán a su cargo toma Dios el officio del prelado: en ver cómo lo viste Dios de entrañas de piedad y cada momento se le representa quién es Dios; cómo sufre, cómo aguarda, cómo acaricia. Que es mucho lo que vale una oveja, que aunque perdida se da Dios por obligado, por quien él es, de dejar las 99 en el desierto y ir en su búsqueda con grande paciencia 6. Que, en fin, conoce Dios nuestra flaqueza: que con un estallido de una honda y un trueno del cielo, sin despedir piedra ni rayo, el hombre se atemoriza.
De aquí se ve cuán disparatado andaba el mundo cuando, preguntando Cristo a sus discípulos ¿quién dicen los hombres que es el hijo de Dios?, y dijo san Pedro: Unos dicen que Elías y otros que Jeremías. ¡Qué gentiles dioses!: uno que hace llover fuego y cierra en el agua para que las nubes no lluevan, y corta cabezas 7; otro que no entiende sino en llorar h 8. Viendo Cristo los yerros de las opiniones del mundo, dijo a san Pedro: "Y vosotros, ¿quién decís que yo soy? Respondió Pedro: Tú eres Cristo, hijo de Dios vivo" 9. El que ha de ser prelado, ha de ser un Cristo vivo, un verdadero retrato, no Elías que siembre fuego ni eche la llave al agua, que es el remedio y consuelo de los hombres, ni otro que sea lloraduelos. Entrañas de Cristo, muerto en Cristo y fortaleza de Dios vivo. Que, cuando fuere necesario, como Cristo llore los males de su ciudad 10 y, cuando fuere necesario, tome un azote y eche del templo los que compran y venden 11; que, cuando su vida sea necesario, la guarde de los que la buscan para la quitar 12; cuando sea necesario darla, se entre por las puertas de los que la han de poner en un madero 13.
Que sea como Dios templaba a Eczequiel para este ministerio: que le dijo quedaría su rostro como adimante i y pedernal 14, que son piedras fuertes, una de gran precio y valor y otra, piedra sin valor. Que es lo que yo digo: que el prelado estime su vida y su persona, cuando fuere menester, como si fuera diamante; y cuando fuera necesario ofrecerla por su ganadillo, la arroje y desestime, como si fuera el pedernal que anda debajo de los pies de los hombres.
6. Presencia en los actos comunitarios
Advierta el prelado que ha de ser cierto, verdadero y continuo compañero del súbdito, in prosperis et in adversis, no sólo en el refectorio, sino en el coro y en los demás actos de communidad; que si es la luz del súbdito y el súbdito obra sin prelado, obrará en tinieblas, y en las tinieblas es donde los hombres se desenvuelven y se atreven a hacer cosas que no hicieran en medio del día. Y ya vemos que es muy ordinario haber sucedido cuantos disparates hay en el mundo en la absencia de los prelados.
[132r] Y advierto que, si el prelado tuviere algunas ocupaciones que no le sea posible dejar de faltar de algunos actos de communidad, que siendo esto así necesario, falte a la oración o a las horas y no falte al refectorio ni la hora de recreación, porque en el coro allí están con Dios y pensando en Dios, bien acompañados los deja allí, que ellos ven
que Dios los mira y no se acuerdan de otro padre sino de Dios, para presentarle sus necesidades y pedirle mercedes; ellos estarán compuestos y medirán sus palabras; pero en el refectorio y en la recreación, que parece están solos, es necesario acompañarlos. Más: que en el coro está un religioso ocupado en cosas del alma y, en fin, el alma y el hombre interior es prudente, discreto, avisado, bien lo pueden dejar solo con Dios; pero en el refectorio y en la recreación está ocupado el hombre con entretener y aliviar la carga de este hombre esterior y del cuerpo, que es bocal, bestia, animal que con pequeño descuido hará mil disparates. Y así es bien tenga delante los ojos el modelo y medida de sus fiestas y recreaciones, que son los ojos y vista del prelado.
Acostumbramos en nuestra Orden que los prelados visiten de noche, después de los religiosos recogidos. Esto es de grandíssima consideración para que, cuando sea necesario que el súbdito vele, que lo dispierte; cuando fuere necesario que duerma, que duerma con su bendición. Miren lo que hizo Cristo con sus discípulos en la oración del güerto 15: una vez los visita y les dice que velen, otra vez les dice que duerman j. Para velar y dormir es bien que el súbdito tome la bendición del prelado.
7. Solicitud material por los súbditos
En lo que toca a la providencia o prudencia del prelado, es de grandíssima consideración que sea hombre que mire que aquellos religiosos están a su cargo y que ellos viven descuidados; por ellos cuiden y trabajen en sus menesteres.
En las religiones reformadas suele haber algunos prelados que lo quieren k dejárselo todo a Dios, y ésta es una grande tentación. Bien es que nuestros cuidados se los dejemos a Dios -así lo dicen los sanctos-, pero eso no ha de ser de suerte que queramos milagros cada rato, sino que, pues Dios me hizo prelado, que salga, busque, procure lo que tienen necesidad sus súbditos; que confíe que, haciendo él alguna moderada diligencia, pondrá Dios en el corazón del otro que le remedie su necesidad. Dios, que enviaba a Elías con un cuervo el pan, se lo quitó a su tiempo para que saliese a buscar y pedir limosna y que no quisiese siempre milagro de l cuervos negros, que ya fueran negros milagros quererlos cuando Dios quiere y no quiere 16.