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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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XV. PEDAGOGIA DIVINA CON EL PRELADO

 

  Ahora, pues, tornando a la materia que arriba dejamos, tratando de los prelados, y cómo me parece cosa muy justa que a tiempo descansen y paren de sus tareas, pues somos hombres que nos cansamos y con cualquier cosa nos distraemos, vamos añidiendo algo a esto que dejamos dicho arriba. Lo cual pienso que se escribió en a mayo del año pasado y hoy, en diez de marzo de 607, he tornado a escribir dende esta digresión que dejo hecha, preguntando la causa del callar. Yo quisiera poner cuándo scribo cadab cosa, porque, como hago algunas añadiduras, no parezca, cuando se ofrezca a tratar de los tiempos en que algunas veces voy puniendo exemplo, que me contradigo. Si fuere Dios servido y tuviere lugar, aunque sea en las márgenes, yo ofrezco el ponerlo.

 

 


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1.  Aborrecimiento y amor al mismo tiempo

 

  Está tan connaturalizado el deseo de mandar, regir y gobernar, ser subido y levantado a algo más de lo que la persona es con la naturaleza corrompida, que me parece, si Dios ha de conservar un hombre en el officio de prelado cual conviene o levantarlo a serlo sin que pensamientos de presumción le hagan mal, que pienso tiene Dios necesidad de darle nuevas bebidas y brebajos o, porc mejor decir, hechizos de despego y desasimiento del officio. Pienso es necesario d haga con él dos cosas: la primera, que de presente le dé con que lo aborrezca; la segunda, que de futuro le dé con que lo ame. Y desta manera, siendo lo bueno que en el officio exercita por venir y lo malo de presente, pienso que no habrá tanto lugar para que en él entre la presumción y vanagloria.

  Diránme que cómo se le pueden acommodar estas dos cosas. Digo que Dios, que es el que debe escoger a este tal prelado, le será fácil; y siendo muy dificultoso el juntarlas e naturalmente hablando en un hombre, porque de ordinario nuestra inclinación es al revés, que lo bueno lo quiere de contado y lo malo al fiado y de futuro, de suerte que si son prelados es ordinario pensar y considerar el officio en cuanto está lleno de bienes, gustos y entretenimientos, no quiriendo, aun siquiera por imaginación, pensar y considerar sus cargas, zozobras y pesadumbres.

  Así me parece que, si a este prelado lo hemos de conservar de suerte que no dé mal olor de sí, que le hemos de acommodar estas dos cosas: lo primero, echarlo en sal con muchas penas de presente y guisarlo y sazonarlo con bienes de futuro, pues siéndole [171r] esto, según queda dicho, contrario a su condición, es necesario, a mi parecer, si el prelado ha de ser de provecho para cosas graves, que Dios haga esto con él, pues a Su Majestad le es tan fácil, para hacer una cosa dificultosa, a este tal darle unas vislumbres o barruntos de entramas cosas. Y es cierto que es Dios tan fiel amigo que con todos lo debe hacer, porque cuanto tiene de más dificultad el mandar respecto de su propia persona, tanto más tiene Dios necesidad de darles esta ayuda de costa, que es presencia de males presentes con que mitigue el fuego y deseo desordenado de mandar y presencia de bienes futuros con que se anime a ejercitar el officio y llevar la carga por solo la honra y gloria de Dios.

 

 

2.  Iluminaciones secretas de Dios

 

  El modo que tiene Dios de dar esta luz, pienso es tan escondido que el que no vive con particular cuenta lo pasará de largo sin ella. Digo que acude Dios muy de ordinario a dar esta suficiencia a cualquier género de gente, de suerte que siempre resulta el modo de hacer esta merced en mayor f bien de los buenos y menos daño de los malos y


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de los que no se quisieren aprovechar de ella. Pues digo que es de tanta consideración el descubrir Dios cualquier cosa sobrenatural a un hombre (¡oh buen Dios, y si tú me dieses gracia para poder acertar a decir esto!) que por muchos y particulares fines les da esa luz envuelta en grandíssimas tinieblas, no de suerte que ellos pretendan ignorancia invincible del tal bien, pero de suerte que, como digo, sea en mayor bien de los unos y menos daño de los otros que no se aprovecharen de ella.

  Lo primero, digo que muchas veces y muy a deshora coge Dios a un alma de repente y, como un aire o rayo que pasa, le dio un secreto conocimiento de aquello que pretendía. Y es certíssimo que pienso en cualquier género de personas usa Dios esto, esta summa bondad, porque, si son malos, se disimula y hace el bien al secreto, porque la tal persona, en su torcida vida, no tenga seguridad viendo que Dios se anda tras ella descubriéndole su voluntad, pareciéndole que siempre ha de hacer aquello el que cuya bondad se estiende a hacer semejante regalo a quien tan poco lo merece.

  Si la persona es buena, es necesario que en esta merced que le hacen le tiren la piedra y escondan la mano, porque ya no se atendería al recado que le envían para que lo hiciese, sino a la hermosura de la mano que lo trai, y quedaría suspenso para el exercicio de lo que es voluntad de Dios haga. Más, las cosas sobrenaturales son tan sobre nuestras fuerzas que, si al hacerle Dios la merced a uno tuviese par­ticulares prevenciones (en el sentido y con las personas que voy hablando g, digo), como incapaz de tanto bien y como naturaleza flaca las rehusaríe y él propio sería impedimento para el recibo de ellas h, digo i la flaqueza de su natural.

  Y así, cuando a una cabalgadura le han de hacer pasar un mal paso en quien reconoce mayoría de sus fuerzas, el jinete que va en ella hace una de dos cosas: o la vuelve a parte contraria para que de repente, volviendo las riendas, la pase, [171v] o le tapa los ojos para que, sin mirar las dificultades, pase donde se pretende. Así digo yo que para nuestro natural es paso dificultoso lo sobrenatural. Así Dios, cuando quiere hacer esta communicación a este género de gentes, los coge de repente y como a ojos tapados los pasa por esto dificultoso, que es lo natural por lo sobrenatural, dejándoles con el bien en casa de lo que Dios pretendía darles a conocer y a entender.

  Otra cosa es si trata Dios con almas que, como dicen, ya se entienden y se conocen, que a estas tales, para las tales mercedes, las suele prevenir, disponer y fortalecer, de suerte que con las tales disposiciones ya ella conoce que su esposo quiere llamar a la puerta. Estas son unas almas en quien ya Dios tiene seguro que no le volverán el rostro al reconocimiento de lo sobrenatural y al sentimiento que en su recibo puede hacer su natural flaco. Son unas personas estas tales que viven tabique j en medio de la otra vida y que ya están dispuestas a morir y a vivir


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según la voluntad de su esposo, y así nada rehúsan; unas almas que su continuo trato y conversación en esta materia las tiene facilitadas y perdido el miedo. Y con todo eso no es posible sino que en semejantes ocasiones les venga un temor, temblor y miedo natural de la presencia de lo que es sobrenatural.

  Aun acá vemos que aunque esté un hombre harto de tratar con el rey, siempre que entra a hablarlo se demuda un poco en el rostro y hace su cierto sentimiento. ¿Qué mucho que le haga quien es polvo y ceniza con un conocimiento de cosas tan desiguales a sus fuerzas? Y para remediar esta flaqueza, hace Dios mucho en disimularse, taparse y encubrirse al dar el recado.

 

 

3.  Dios se comunica "encubierto"

 

  Como el almizcle y muchas cosas de suyo no se comen, pero mezcladas y preparadas con otras, se comen y saben bien, lo sobrenatural no es comestible a lo natural de un hombre. Así le dijo Dios a Moisés, que le deseaba ver su rostro: Non videbit me homo, et vivet 1; no se compadece vista tan soberana y alta con vuestra flaqueza, pero darse ha un remedio y es que se hará una mezcla de mi rostro y anteriores con mis posteriores, para que de esa manera lo veáis. Y así, para que mejor aquella flaqueza de Moisés lo pudiese llevar, lo mandaron enterrar; y entonces pasó una gota y vislumbre de lo que Moisés pedía mezclado k, junto y preparado con cosa que la flaqueza de Moisés lo pudiese llevar l 2. Lo propio digo yo: que, cuando Dios quiere hacer alguna merced particular a estas almas, lo primero las pone como sepultadas y como en olvido, cogiéndolas de repente, de suerte que no les cause turbación. Lo segundo, [172r] mezcla y junta esto sobrenatural, que por sí solo no es llevadero de nuestra flaqueza, con las postrimerías de Dios, lo sobrenatural con lo natural, que es lo que tiene lugar postrero, y así junto dalo Dios a comer a la tal alma.

  Yo me declararé más. Suele una persona, a quien Dios quiere dar algún aviso, estar haciendo alguna cosa o está hablando o le están hablando. ¿Qué hace Dios? En aquello que hace o le hablan se arrima Dios y mezcla sus conceptos y pensamientos, de suerte que no puede echar de la imaginación la tal alma que Dios es el que le dio a entender aquello. Otras veces estas cosas van y se le dan con menos mezcla, y salen más espiritualizadas, según las fuerzas que tiene la persona a quien se le hace aquella merced o según sus grados de perfección. Y ésta es una razón por qué Dios tiene este modo de communicarse. Lo segundo, porque el malo quede menos obligado, que es lo que Cristo dijo a sus discípulos cuando le preguntaron m y dijeron que les declarase la parábola


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del sembrador n, que respondió: Vobis datum est nosse mysteria regni Dei, caeteris in parabolis ut videntes non videant et intelligentes non intendant 3. Todavía les queda alguna escusa por la parte de las tinieblas, por la parte que no vieron y no entendieron. La cual no tuvieran si a la clara, por todas partes, tuvieran aquel conocimiento.

  A los buenos se les da este guisado así preparado para mayor bien suyo, porque mientras fuere esta manifestación de la voluntad de Dios envuelta en mayores tinieblas, más parte tendrá el justo en su asentimiento y en la execución de aquel mandato. Y Dios, que siempre es tan amigo de nuestros mayores aprovechamientos, para hacer más nuestro lo que sólo es suyo, gusta y quiere mezclar lo que sólo es suyo con lo que así es nuestro, para que siendo los medios y fines en quien tanta parte tenemos, la tengamos en los premios que por ahí nos han de venir.

  Con sola esta palabra o dejaremos esto. Y digo que, para que se eche de ver esto que se va diciendo, adviertan las tales personas que gozan este bien de Dios que de ordinario les quedan allá unas titubeaciones y dificultades o, por decir, miedos y temores, pensando si en aquello que conocieron si fue sola su imaginación, su pensamiento, su natural o el demonio. Y todo esto lo hace Dios para mayor bien nuestro y para que en la obra a que somos movidos mediante aquella luz tengamos más parte y sea más nuestra y los fructos se nos vuelvan más conformes a nuestro natural, etc.

 

 

4.  Luz para conocer los males presentes y los bienes futuros

 

  [172v] Pues digo, volviendo arriba al intento, que es muy ordinario el dar Dios luz a todos, según cada uno tiene necesidad, y en particular a los que son prelados y Su Majestad desea conservarlos p en su officio sin soberbia, presumción, elación o vanagloria, sino que, aborreciendo ellos lo que del officio les puede hacer mal, amen lo que en el officio es para mayor honra y gloria de su Dios. Pues digo que, para conseguir Su Majestad esto de los tales, hace las dos cosas que arriba dejo dichas, que son descubrirles los trabajos y cargas del officio de presente, mediante las cuales les causa un particular aborrecimiento de lo que les podía causar presumción, considerando su propia flaqueza. Porque llano es que opposita circa se posita, magis elucescunt 4. Y si Dios les descubre las cargas, mirándolas se miran las pocas fuerzas que para ellas tienen. Y si fuera al contrario, que les descubriera Dios de presente y al contado


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los bienes que tiene y trai el officio, siempre se consideraran por suficientes para mayores cosas.

  Bien se vido en la pretensión de Juan y Diego, que ellos de presente querían el bien, pues dice la madre: Fac ut sedeant hi duo filii mei, etc. Y dice Cristo: ¿Asientos queréis de contado? Personas que en los officios quieren estar sentadas q, cada día querrán asientos más altos. No ha de ser de esa manera, eso no es para de presente, sino de futuro, pues son estos asientos quibus parata sunt a Patre meo 5. De presente se os dará un cáliz de trabajos y de amargura que, cuando tengáis el officio y la dignidad, os traiga este cáliz tan desabridos y disgustados que en ese officio siempre estéis aborreciendo lo que os puede servir de zancadilla, y en él viváis y obréis por sólo hacer la voluntad de mi Padre, que es el que en lo porvenir premia y paga a los tales con bienes eternos.

  Ahora pues, veamos estas dos cosas: cuáles son estas penas y males que del officio nos desasen de presente y estos bienes que nos atan a no lo dejar, sino trabajar por acudir a cumplir los pensamientos de Dios y su voluntad. Que si parece lo ha entendido en esta luz que decimos, es ordinario darla Dios para que cada uno tenga lo suficiente para acudir a sus obligaciones. Que le son grandes estas dos de que vamos tratando, que son aborrecer en el officio lo que nos puede dañar y amar en él lo que nos puede salvar.

  Veamos qué luz es esta que da Dios a estos tales para considerar los r males presentes s [173r] y los bienes futuros. Lo que es la luz, ya creo queda dicho el modo que puede haber en darla, que ése, según en muchas partes queda dicho, es de muchas maneras, ya que sintió que por su entendimiento pasó un relámpago que, aunque en breve, mostró mucho. Como a mí me ha sucedido en noche tempestuosa no saber por dónde voy y perder el tino, y con los relámpagos, aunque en breve me pasaba, me descubrían el camino y me daban tiento por dónde había de ir después, cuando lo obscuro. Es cosa muy cierta estar un siervo de Dios metido en una noche obscura y venir un relámpago del cielo que no sólo le muestre el camino por donde va, sino le pone y da tiento t para [en] lo por venir no errar. No hay que cansarnos, que bien claro está esto y otras veces queda dicho. Otras veces le dan esta luz tan connaturalizada y tan inteligible su modo, que lo saben y no lo advierten ni consideran, sino que lo obran como si con aquella sciencia hubieran nacido. Otras veces lo enseña Dios y da esta luz en exemplos de cosas pasadas. Otras, de las cosas que de presente tiene en las manos. Finalmente, usa Dios del modo en dar esta luz que más conviene a aquella alma según su dispusición más o menos, según u el modo de unión que tiene con su esposo y según a él le parece manifestarse.

 

 


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5.  Amor y temor unidos

 

  Cuáles sean estos males que en medio de esta luz descubre Dios al prelado para que tema y aborrezca lo que en el officio lo puede levantar a presumción y vanagloria, y cuáles los bienes que le atan para perseverar en este officio y en él estar y procurar andar pegado con la voluntad de Dios, yo pienso que, aunque estas dos cosas siempre son unas, digo estos males y bienes, pero hay que considerarlos de muchas maneras. Digo que son unos porque siempre v van enderezados a un fin, que es agradar a Dios en lo bueno que se puede seguir del officio y temor de no ofenderle en las ocasiones que consigo trai. Pero estos males y bienes los podremos considerar de muchas maneras.

  En cuanto los bienes nacen del amor que aquella alma tiene a Dios; y los w males en cuanto nacen de temor de no lo ofender, podrémoslos llamar amor y temor. Y decir que, cuando Dios da aquella luz al tal prelado para conseguir estos dos fines que decimos, le da luz para que le ame y luz para que le tema. Y en cuanto este amor es descubridor de la gracia y amistad de Dios y el temor descubridor del peccado y privación deste gran Dios, diremos que, en aquella luz en que Dios descubre bienes y males para que el tal prelado ande bien ajustado, amando [173v] lo uno y aborreciendo lo otro, decimos que aquellos bienes que les descubre son los que están encerrados en estar en gracia y amistad de Dios, y los males que están encerrados en estar en peccado. Y en cuanto esa gracia es mediante la cual somos gratos a Dios y participantes de su gloria, y el peccado es mediante el cual uno es privado desta divina visión y participante de penas eternas, vendrán a ser aquellos males y bienes unas vislumbres de gloria y de los premios eternos y un conocimiento de las penas del infierno.

  Y así, cuando con veras quiere Dios conseguir estos dos efectos de un alma, descúbrele su amor, su gracia, sus bienes eternos. Con éstos le liga y ata al officio para no lo dejar, para lo abrazar y meterse por mill dificultades. Y aunque le parezca se pone a mill peligros, todo lo da por bien empleado a trueco de algo más agradar a tan buen Señor. Y de aquí nace que no se les da nada perder la vida y sujetarse x a las lenguas de los maldicientes y que su honra ande arrastrada, porque dentro de sí hace su cuenta: o amo o no amo; si amo, obligado soy a hacer este nuevo enpleo y no temer; este trabajo nadie lo perdiera si viniera a sus manos, pues ¿por qué lo tengo yo de dejar?; etc. Junto con eso se les ofrece tantas cosas de bienes presentes y por venir para ellos y para otros que le obligan y atan a ejercitar el officio, aunque sea arrastrando y sin voluntad.

  Lo segundo, descúbrele su temor, lo que es peccado y una ofensa hecha contra Dios, lo que se le sigue al mismo peccado. Con esto, como se ve subido en el officio y, dende aquello alto con ese conocimiento mirando arriba ve el cielo y los premios eternos, gusta de estar,


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aunque ande sobre caballetes de tejados. Cuando mira abajo, ve el infierno y un despeñadero y en que podría dar si no se tuviese bien y tuviese buena cabeza. Con lo uno ama, con lo otro teme; con lo uno persevera, con lo otro se desase. Y esto es de suerte que ni sabréis si tiene el officio ni si lo deja de tener. Mirándolo por un lado, os parece prelado, por otro os parece súbdito. Es un hombre que quiere y no quiere.

  Como san Pablo, a quien pienso andaba en esta propia contienda cuando decía: "Vivo yo, mas ya no yo" 6. Pues ¿cómo puede ser esto: "vivo" y "no vivo"? Digo que bien vivo para hacer la voluntad de Dios y no vivo para hacer la mía. El amor le traía atado a hacer la de Dios, el temor a no hacer la suya. La gracia lo unía con esta voluntad, el temor lo despegaba de la suya. [174r] El cielo y más cielo y considerar que hay en la casa de Dios diferentes sesiones 7, le hacía en su officio mirar arriba; y el infierno, temer abajo.

  ¡Oh Dios mío de mi alma, si por quien tú eres hicieses esta merced al alma que te busca para darle mayor seguridad: que, siempre que tú la buscases para la ocupar en algún officio, que le dieses luz de tu agrado en el tal officio de los bienes que a él y a los demás se le siguen, y también le dieses luz verdadera de los males y daños que puede acarrear el no andar siempre asido a ti y a tu voluntad y gusto! Que yo aseguro que el alma que así estuviere, que la veo de suerte que ha menester Dios contentarla y andarse tras ella, porque, como teme el peligro y los males y ocasiones de los tales officios, en cuanto teme está deseando conocer alguna causa por donde le será lícito dejarlos y decirle a Dios: ya no soy obligado a más, allá os lo habéis z.

 

 

6.  Si el temor vence al amor

 

  Pues ¿qué, si siente Dios que esta balanza del temor anda tantico más cargada? Estando Dios con cuidado del día que este tal le ha de decir que allá se la haya con su officio, estále descubriendo cada día nuevos sainetes con que más lo asga y confirme en la perseverancia, ya dándole a él gustos, ya mostrándole provechos ajenos. Y como muchas veces, si el temor está apoderado del corazón, porque cuando Dios le dio luz de las dos cosas inclinóle y llevóle su natural más a temor, todo aquello con que le ayudan cai, como digamos, por de fuera, porque, como el temor tiene ocupado el corazón, no da entrada a estotras cosas, y así, como enplastos por de fuera, que no entran a vaciar la carga del temor que estaba en el corazón, y son menos eficaces, multiplícalos Dios más. Y no le falta a esta tal alma, para que persevere en aquello que Dios quiere, sino hablarla Dios boca a boca y decirle mill


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ternuras a, diciendo: Súfrelo, Fulano, llévalo, aguárdame, espérame. Que bien entiendo yo que, si a este tal prelado así cargado de estas congojas lo dejasen unos pocos días sin el officio, en los cuales desfogase el corazón y lo descargase, que quedaría más libre y más señor para lo ejercitar.

  Pues pregúntase si se debe hacer. Yo pienso que no, porque aquella balanza del temor que así quedó cargada ayudó su parte el demonio para que, no quedando el peso en fil y cayendo aquella balanza hasta en tierra, acabara y no se consiguieran [174v] los fines que Dios pretendía. Y así, ni en burlas ni en veras, ni aun por una hora, no ha de dejar el tal officio, porque el demonio, como digo, ni aun en una hora no consiga lo que pretende, sino que se cure aquel corazón, aunque así esté enfermo por muchos años. Que cuando le parezca a Dios descargarlo del todo y vea que así conviene, lo vaciará y desembazará; y, mientras no, entreténgase con estos remedios y consideraciones que Dios le da de cuánto importa padecer por su amor, aunque sea arrastrando y muriendo.

  Lo segundo, digo que como este temor es bueno y por cualquier parte, como dicen, hay cuatro leguas de mal camino, también puede haber algún temor de que esta alma curada y desembarazado este corazónb, viéndose así libre de lo que le tenía para no volar, volase de suerte que se lo llevase el aire y diese en alguna elación. Así digo que, habiendo peligros por todas partes de la desigualdad de estas dos balanzas que se mueven por amor y temor, que se esté este tal corazón con su temor; que si, por estar así tan pesado, no puede alargar tanto el paso, Dios le proveerá de lo que más le convenga. Y también decimos que camino de Sanctiago tanto anda el cojo como el manco; y bien sabrá Dios ayudar al que así está tullido por el demasiado temor que lec trabó el corazón, como es cierto que, siendo este temor bueno, Dios hace sus negocios mientras él está imposibilitado de esta enfermedad, porque él es el que puede en muchos y en pocos. Y vemos que si un tiniente [está] enfermo, el propio corredor toma su vara d y sale a hacer sus visitas y dar sus sentencias, y esto propio hemos de entender hace Dios en las ocasiones dichas.

 

 

7.  Origen del temor y del amor

 

  Digo más, que la causa que a este prelado le dispierta por una parte temor, miedo y cansancio, y aun deseo de dejar el officio -que es lo que le puede asegurar de los daños que alguna vanagloria le puede e acarrear- y, por otra parte, amor, ánimo y osadía para llevarlo adelante, es lo que ahora diré. Y plega a Dios acierte yo a decirlo y los que lo leyeren a tomarlo, para que con el temor no desconfíen y con el ánimo y osadía no tomen presumción. Pues digo que la causa


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de esto suele ser a los tales, pongámosla en un varón justo, a quien Dios particularmente ama, [175r] que de ahí se podrá ir disminuyendo la causa para los que menos son y disminuyendo los efectos que de ahí nacen.

  Pues digo que este varón justo, con el deseo que tiene de acertar en cualquier cosa que enpieza, acude a Dios y en alguna manera, con oraciones, ansias, fatigas y suspiros obliga a Dios a que le dé a conocer su voluntad. Dios, que por una parte quiere asir y fortificar en la tal obra a esta alma -que así le inporta para darle ánimo en los trabajos que se le han de ofrecer para conseguir aquellos fines; y también mira Su Majestad que quiere dar gusto y certificar de su voluntad a quien tanto desea hacerla-, revélale y descúbrele la certidumbre de los fines en que Su Majestad tiene particular agrado. Y esta revelación es cuando, por uno de los modos en otras partes dichos, le muestra la obra f en cuyo ministerio lo pone hecha y acabada, porque el spíritu de profecía ve las cosas por venir como ya hechas y pasadas. La cual visión deja en su alma una certidumbre tan grande que por ninguna vía puede dudar.

  Por otra parte, este Dios y Señor que fue servido de descubrir aquellos fines así proporcionados y hechos, dejó de descubrir los trabajos que en los medios había de tener para conseguir aquellos fines, porque así también convenía para que no desmayase en los principios. Que aunque es verdad que Dios después, su poco a poco, los va descubriendo, pero en los principios conviene que los cubra y tape. Porque me parece en esto se ha como los que descubren minas: que, con la golosina de lo que han de sacar, no reparan en gastar quinientos ducados; después de éstos gastados, por no perderlos, gastan otros tantos y luego más, hasta que se ven inposibilitados a no dejarlo por no lo perder todo. Así hace Dios: que, para meter a un su siervo en una grande mina y tesoro, procura enpeñarlo con algunos trabajos que en los principios pone de buena gana, no descubriendo otras dificultades, y cada día unos pocos más, hasta que se ve ya tan enpeñado que no puede volver atrás.

  Ahora, pues, como a este su siervo le descubrió Dios la certidumbre y agrado de los fines de la obra, está a ella asido de tal manera que le parece por mill mundos no la dejara; por otra parte, los trabajos que cada día descubre en los medios para conseguirla, como son [175v] tantos y tan grandes, hácenle andar temblando, lleno de temor y miedo, pareciéndole a este hombre exterior que en ellos ha de acabar y desfallecer. Y estos trabajos, como son de contado, trainle tan afligido que de buena gana, como sintiera ser voluntad de Dios, lo dejara y huyera.

  Diránme: Hermano, ¿pues es posible que, habiéndole Dios descubierto los fines, que eso no basta para estar muy consolado en los trabajos? Digo que sí, que basta para estar consolado en ellos, pero temeroso y con miedos de su flaqueza en carga tan grande. Más, como


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los fines quedaron en el conocimiento y tan spiritualizados, y por venir en cuanto a la ejecución y prática de ellos, y los medios y sus dificultades están actuados y experimentados, llévanse tras sí el sentimiento que hace este hombre exterior con semejante carga. Y si con la consideración g de la certidumbre de lo por venir se anima, con los trabajos presentes teme. Y como el entendimiento y consideración no puede estar haciendo siempre su officio, olvidado de lo por venir, cargado siempre con los trabajos de los medios, está muchas veces para dar su alma a Dios, de suerte que Su Majestad tiene necesidad muchas veces de guisarle estos nuevos trabajos que cada día va experimentando con nuevas salsas y ayudas de costa, y es necesario ensartarlos todos de suerte que vayan tan enlazados que, discurriendo h por ellos, no pare la consideración hasta dar consigo en el fin deseado que pretende, que es el fin de la obra en que echó de ver estaba el gusto de Dios; y que pueda decir que, por el hilo de los trabajos, saca el ovillo de lo que Dios pretende en él.

  Y habiendo puesto exemplo en este varón justo en quien Dios así ha hecho manifestación clara de su voluntad, queda también declarado para aquellos que van por este camino y tienen i menos luz de los sucesos que pretenden alcanzar, y de los que por razón y discursos alcanzan lo que les importa y conviene alcanzar lo que una vez se determinan a pretender. Y lo que dice Aristóteles j de la causa final: que quod ultimum est in executione, primum est in intentione 8. Y así esta causa final que siempre tienen en la intención, ésta les hace obrar y trabajar y no apartarse [176r] de lo que una vez han enpezado.

  Pues como los medios están primero k en la ejecución y sienten su trabajo que ellos temen, con los fines aman. Y así es muy cierto que, cuando estas dos cosas están muy asentadas en la imaginación y presencia de un siervo de Dios, alcanzan dél los dos fines que denantes propusimos: el uno era de perseverancia en la obra, mediante la cual siempre está pegado a hacer la voluntad de Dios; la otra, de temor y miedo, mediante la cual está muy desasido de todo lo que le puede causar algún género de elación, presumción o soberbia.

 

 

8.  "De letrado en letrado, de confesor en confesor"

 

  Aquí se ha de notar y sacarse de lo dicho una doctrina bien necesaria para almas que estén tocadas desta enfermedad. Y para que más claro se entienda, digo que estas personas -de quien hemos dicho que, respecto del conocimiento que Dios les ha dado de los fines y particulares sucesos de la obra, la aman y quieren y de ella no se apartarán, antes


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se apartarán de la vida que pensar que, mientras les dura, aunque les pongan delante mill infiernos, no dejarán de llevarla adelante, y, por otra parte, con el temor que tienen de ver sobre sus hombros carga tan pesada y sentimiento a los trabajos que en los medios experimentan-, estos tales, movidos l de estas dos cosas, quedan muy resignados y muy indiferentes para que siempre y en cualquier ocasión haga Dios de ellos lo que fuere servido.

  Pero no pretendo yo decir de ellos esta virtud, sino remedio para otra flojedad que es ordinario haber en ellos. Y es que, afligidos m con estos trabajos de los medios, no obstante que tienen bien conocida la voluntad de Dios en los fines, viendo que se les sienta y los aflige este trabajo presente mediante el cual han de venir a la execución del fin, andan de letrado en letrado, de confesor en confesor, no dejando varón spiritual a quien no preguntan qué harán o qué les parece. La conciencia y el spíritu, como es fiel, dice lo que sabe. La carne y este hombre exterior dice lo que siente, pone razones por una parte y por otra. Las que el alma le dita mostrando lo que siente ser voluntad de Dios, éstas las propone meramente intelectual, quiero decir desnudas y descalzas de afecciones y encarecimientos. Este hombre exterior propone las suyas con grandes encarecimientos, [176v] ardores y deseos n, descubre sus pocas fuerzas, confiésase por peccador, por insuficiente, por inhábil; resígnase y pónese en sus manos de estos tales varones spirituales, que nadie los verá informar que no los juzgue o por humildes y hombres verdaderos resignados, porque ellos no se inclinan determinándose a la elección a una parte ni a otra, aguardando que les den la sentencia.

  Y en realidad de verdad, ni en aquello son humildes ni resignados. No son humildes porque, si de veras lo fueran, no pusieran en cuestión lo que les es tan claro. Ni es resignación la que hacen, pues están aguardando que les digan que los dejen y que no pasen adelante con ello, porque lo que pretenden en estas preguntas no es sino querer echar las cabras a otro y tener con quién descartarse con Dios y decirle: Señor, verdad es que yo sabía que ésta era vuestra voluntad, pero también sé que vos me decís que tome el consejo de vuestros siervos y que me resigne en parecer ajeno y no en el mío propio. Y así, esta pregunta va llena de amor propio y deseo de descargarse. Y si quieren ver esta verdad y la fuerza que Dios les hace por una parte y el sentimiento que su propia carne les causa, miren estos tales y denles cualquier parecer de los dos: digan que lo dejen, no lo dejarán; digan que no lo dejen, tornarán a buscar otros veite consultores.

 

 

9.  Algunos ejemplos bíblicos

 

  Admirable exemplo tenemos en Jonás. Mándale Dios que vaya a predicar a Nínive y a decirle que dentro de 40 días había de ser aquella


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ciudad asolada y distruida. El conoció los fines y supo claramente lo que Dios le mandaba, pero enpezó a dificultar los medios. Que no hay que dudar de eso, sino que el demonio y su propia carne harían grandes torbellinos y polvaredas y grandes encarecimientos: Pues ¿cómo un hombre solo para una ciudad tan grande, para tantos mill hombres? ¿Cómo te han de creer? ¿Cómo te has de poder averiguar ni abrazar medios tan dificultosos? Esto segundo le debiera de hacer tanta fuerza que él determina de irse fugitivo y enbarcarse y tomar camino bien contrario. Levántase borrasca y tempestad, echan suertes [177r] a ver por quién se ha levantado tanta tormenta. Gusta Jonás de entrar en ellas y él propio dice que le echen en la mar, que por él se ha levantado la tormenta 9. Dos cosas vamos diciendo: la una, los temores y miedos que los siervos de Dios tienen en la execución de los medios y la certidumbre de los fines. Lo primero le es al sancto profeta de tanto sentimiento y aflición que toma por partido, por quedar inposibilitado para el officio, que lo echen en la mar y acaben con él. Lo segundo, la certidumbre de los fines, para cuyo cumplimiento le podríamos decir a Jonás: Dad acá, ¿para qué echáis suertes y ponéis en cuestión lo que sabéis vos que es voluntad de Dios? Si vos sabéis que es gusto de Dios que vos vais a predicar, bien fuera que no pidiérades que os echaran en la mar. Podrá decir dos cosas. La primera, lo dicho: que teme tanto los medios que escoge la carne, que se lo trague la ballena; lo segundo, que tiene tal conocimiento de los fines que, aunque le quepa la suerte y se lo trague la mar y se lo coma una ballena, por ahí buscará Dios medios acommodados para ellos.

  Hartas ventajas lleva a todos Abrahán, que le tiene Dios revelado que ha de multiplicar su linaje como las strellas del cielo y el polvo de la mar y que de él ha de nacer el mesías deseado. Veamos qué medios tiene este fin: que sacrifique su hijo y le ofrezca en holocausto. ¡Qué medios tan trabajosos! Aquí me digan que obligaban a Abrahán para que hiciera consulta y para que pusiera en cuestión este acto de obediencia, pero no quiso 10, porque estando cierto de los fines venció su carne y flaqueza para sujetarse a los medios que tanto los podía repugnar, como era ver hacer ceniza a su propia carne. ¡Oh buen Dios, y si en todas cuantas p cosas abrazamos, estando ciertos de los fines, los cuales hallamos ser ciertas y fieles promesas de Dios, cómo nos animaríamos a hacer cualquier cosa en orden a ese bien que aguardamos q, considerando que a Dios nada le es imposible, que Dios, que da el querer según el fin, también dará el aprovechar y el obrar en orden a eso! Si acabásemos ya de vencernos en estos medios, ¡qué de preceptos habría cumplidos, qué de hombres aprovechados en la virtud y qué poquitos [177v] se quedarían desmayados en la halda del monte!

 


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Saca Dios a su pueblo para la tierra de promissión, todos quieren y creen, pero al tiempo del marchar y vencer dificultades del camino, mill veces se le quisieron volver a Moisés; y a no tener tan buen ánimo tan buen capitán, es cierto que trocaran la leche y miel que les había Dios prometido en la tierra de promissión por las cebollas y pepinos de Egipto. Y así, muchas veces los animaba, otras los regalaba, otras los atemorizaba para que vencieran aquella flaqueza y flojedad que tenían en el desierto 11. Así digo yo es de grande inportancia el maestro, a quien se sujetare el tal siervo de Dios de quien vamos tratando, que cuando le vea agonizando y que se muere, no le consienta ni dé parecer para que vuelva atrás, sino que entienda que aquello que padece son unos ahogos y fatigas que, si bien se miran, según la gravedad de la obra para que se dispone, llegan a par de muerte; y no sé si diga que pasan, pues es paso donde la carne pierde pie r.

  ¡Oh buen Dios, y cómo pudiera poner exemplo en tu persona sacrosancta! Bien sabías, Señor mío, los fructos de tu pasión y muerte, pues de ellos tan con antes habías predicado, y llegado al tiempo del abrazarte con esa cruz y luchar con la muerte, puesto en el güerto de rodillas sudas gotas de sangre y te estás resignando en la voluntad de tu eterno Padre 12, que ya, Señor, la sabías que era que padecieses y murieses para que el hombre tuviese vida. Pero es efecto de la carne en cosas tan dificultosas rendirse y sujetarse a otra cualquier voluntad, porque parece a ella le falta para abrazar cosas tan dificultosas y contra su gusto. Y así quiere regirse por el ajeno, sujetando su flaqueza a la voluntad de Dios, manifestada en el que escoge por maestro. Pero húbose el Padre eterno con la resolución que yo voy diciendo, cuando le envió el ángel con el cáliz, dándole a entender que ya era tiempo de beberse la muerte y pasión, etc. s, y poner el cuello a la camella.

  De manera, hermanos, que en estas ocasiones y preguntas siempre se procure poner los ojos en los fines y no en los medios y, aunque éstos sean tan dificultosos que se vayan por alto a la carne, Dios es tan fiel amigo que, por una parte o por otra, no consiente se pasen los fines sin que el entendimiento los campee, particularmente si, como queda dicho, son fines cuyo cumplimiento le inporta a Dios.

 




a  ms. el



b corr.



c  sigue de tach.



d sigue le pon tach.



e sigue se tach.



f sigue daño tach.



g  corr.



h sigue y tach.



i sigue sino tach.



j corr. de tapique



1 Ex 33,20.



k  sigue y tach.



l sigue p tach.



2 Cf. Ex 33,21-23.



m sigueque tach.



n  corr. de semprador



3 Mt 13,11-13.



o siguequ tach.



p sigue sin tach.



4 "Opposita (contraria) iuxta se posita magis elucescunt". Aforismo repetido por santo Tomás de Aquino, por ejemplo, en: In IV Sent., d.50, q.2 a.4; Sum.Th., I-II, q.48 a.3.



q  ms. sentados



5 Cf. Mt. 20,21-23.



r sigue p tach.



s sigue fu tach.



t corr. de tienpo



u sigue la unio tach.



v  sigue son tach.



w sigue temores tach.



x corr.



y  corr.



6 Gál 2,20.



7 Cf. Jn 14,2.



z ms. habe



a  sigue tu tach.



b sigue viniese tach.



c corr. de les



d corr.



e ms. pueden



f  sigue la tach.



g  sigue s tach.



h corr. de descubriendo



i sigue meli tach.



j sigue que tach.



8 Cf. Physica, II, 2-3. Santo Tomás aduce a menudo ese principio: Sum.Th., 1-2, q.1 a.1; q.18 a.7; 2-2, q.123 a.7; etc.



k corr.



l  ms. movido



m sigueq tach.



n sigue de tach.



o corr.



9 Cf. Jon 1-2.



10  Cf. Gén 12 y 22.



p  sigue obras tach.



q corr.



11 Cf. Ex 16 y ss.



r  corr. de paso



12  Cf. Lc 22,41-43.



s sigue y medir y sujeta tach.






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