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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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XVIII. TRASFONDO AUTOBIOGRAFICO DEL TRATADO

 

  De manera que el estado que importa que tenga esta persona, de quien vamos tratando, para que ande más al gusto de Dios y con menos daños suyos, es que tenga conocimiento y presencia de los fines que Dios pretende [181v] y que en los medios con que a se ha de conseguir padezca tribulaciones y trabajos, porque el conocimiento del fin le levanta el corazón, porque ése es efecto de la speranza; y lo otro le desase de las cosas de acá, según arriba queda dicho.

 

 

1.  Dios manda diversas especies de penas

 

  Y en usar Dios destas trazas con estas tales almasb, podríamos decir que para su mejoro usa con ellas lo que con los malos, a quien dice por el propheta Jeremías que les ha de cercar el camino de spinas 1,


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para que no salgan de él, sino que vayan derechos hasta la consumación de la jornada, que es donde se les ha de dar la corona. Pues digo que esto que hace Dios con los malos, cercándoles los caminos de spinas -que es darles una vida trabajosa, llena de enfermedades, deshonra, afrentas, ignominias y persecuciones, para que se humillen y busquen en solo Dios su descanso-, eso propio hace Dios con los muy justos para su mejoro, mejorando los fines y trocando la materia de los medios. Mejorando los fines, porque en ellos pretende Dios levantar los tales a un alto y particular modo de unión y conformidad con su voluntad y querer. Trocando los medios, porque esto que en el malo es fuego y sangre y penas exteriores, como son afrentas, ignominias y enfermedades, en el justo son unos trabajos interioresc, cuyo artífice es Dios que con su mano toca y hiere a un alma para que padezca interiormente.

  Y esta obra que Dios hace en ella y estas labores destos trabajos, yo creo que son de muchas maneras. Unas veces la hiere Dios sin saber qué le duele o qué tiene, padece con grande vehemencia y está que él a sí propio no se puede sufrir. Y, como en otro lugar yo he scrito 2, estas penas d que Dios así causa, unas veces son positivas -que sienten estar el dolor, la pena y herida dentro de ella-, otras son privativas, pareciéndole que nada hay bueno para ella. Otras veces estas penas no las causa Dios inmediatamente -que por el exemplo se verá lo que quiero decir- sino la misma persona es la que, dándole Dios lugar a que ella se labre sus penas e, la trai afligida y desconsolada. Como una madre, que por lo que ella se sabe, deja a su chiquillo que trai en los brazos un rato en el suelo, sacadas sus manecillas, que no las sabe jugar ni menear, que aún no es tiempo de darles libertad. El chiquillo, así solo en el suelo, él propio se hace mal, se aflige, se cansa, se hiere, se enllena de polvo, etc. Así muchas veces deja Dios a esta persona, de quien vamos tratando, no para que peque y le ofenda ni para que caiga en males de culpa, sino para que se lastime con males [182r] de pena, dejándolo revolcar en los pensamientos y discursos que ordenan su imaginación y entendimiento f, a quien dejó sueltos y libres Dios para que obren naturalmente. Y eso basta para que un siervo de Dios ande lleno de penas, porque habiendo Dios dado lugar a que su imaginación se suelte g, dará mil golpes, que el menor de ellos lo trai harto alcanzado de cuenta.

  Y de esto no sé cómo poner exemplo si no es en un scrupuloso, el cual, sin peccar ni ofender a Dios, parece que con solas sus imaginaciones anda metido en el infierno. Con estos pensamientos y imaginaciones, él sgrime, él acomete; unas veces le parece que vence y otras que es vencido. El se alegra y él llora, ni sabréis de qué se alegra ni de qué llora, sino que todo esto lo hace Dios dejándolo por el tiempo que él es servido que piense y discurra y se revuelque en estos pensamientos


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y con ellos se hiera y lastime. Que así entiendo yo aquello que denantes decíamos de Job: Factus sum michimetipsi gravis 3.

  Y, ya digo, estas penas pueden ser de muchas maneras. Que, como Dios es el autor de ellas, pínctalas y dibújalas como a Su Majestad le parece. Que, siendo el hombre tan flaco de suyo, basta para afligirlo lo que dice David: Qui fingis laborem in praecepto 4; bástanle unos trabajos fingidos y disimulados. Y todos éstos le sirven al siervo de Dios por cerco de espinas para que camine por donde es su gusto y voluntad y tema apartarse de ella. Que si el temor es principio de la sabiduría 5, el h temor que concibe en medio de aquellas penas ese propio le enseñará y mostrará hacer la voluntad de Dios. Que es lo que con tantas veras pedía David a Dios, cuando decía: Doce me facere voluntatem tuam 6; y lo que el sancto Job dijo: Infirmitas ipsa me docebit 7, etc. (vide locum).

 

 

2.  He hablado de mi propia experiencia

 

  Lo que aquí se ha pretendido decir, en todo lo que arriba queda escrito, no es otra cosa sino mostrar de cuánta inportancia sea llevar Dios a un hombre por este camino para asegurar sus obras. Y, con todo lo dicho, sólo he pretendido hacer la cama a cierta cosa que a un religioso le pasó estando en este propio estado que dejo dicho, cargado destas penas y aflicciones en estos medios con que se habían de conseguir los fines que Dios pretendía, sin saber esta tal persona el estado en que estaba ni saber estos efectos que en orden a los fines causaban las penas que en los medios padecía i.

  Y para que mejor se entienda, digo que esta persona era prelado y, según se veía, pretendía Dios grandes bienes con llevar a esta persona por aquí, digo por este officio desta prelacía. La misma persona aborrecía el officio en tanta manera que dice algunas veces escogiera estar en el infierno, padeciendo penas por algún tiempo, porque le scusaran j del officio. En realidad de verdad, el natural lo tiene opuesto [182v] a mandar y gobernar otros. Paréceme no ha de ser posible encubrir la persona y así más vale hablar claro, que si fueren disparates en casa se quedan y, si en ellos yo descubriere soberbia o presumción, el que lo leyere, si fuere persona que me la pueda curar, hágalo k. Que sabe nuestro Señor deseo acertar y que los yerros que acerca desto puedo tener serían el haberme dejado llevar demasiadamente de penas interiores, las cuales me era ocasión de buscar y escudriñar las causas de algunas cosas que en mí y en la Religión suceden.

  Pues digo que estando yo, a mi parecer, siempre con conocimiento de los provechos que a Dios se le podían seguir de que esto fuese adelante y, por otra parte, tan cargado de penas de los trabajos que


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padecía en la execución y consecución de estas cosas -porque, aunque parezca dificultoso el creer, según lo que en mí se habrá visto, que aborrezco el officio de ser prelado y que, si hubiera de escoger aun según la carne, para descanso de ella, escogiera antes haber estado, todo este tiempo que lo he sido, captivo en Argel, sujeto a las penas más graves que en aquel estado padece un captivo, antes que haber andado en los pasos que he traído-, pues, estando así lleno de penas y metido en brete l y cadena tan contra mi m natural, y sintiendo tantos trabajos tan sobre mis fuerzas, bien se deja entender que todas mis trazas serían cómo me pudiese escapar de estos males de pena y verme libre y que, ya con la fuerza de la imaginación, ya con peticiones, tendría, como dicen, cansado a Dios para que me llevase por otro camino n.

  Y también, no sabiendo yo en aquel estado el efecto que hacían aquellas penas y a qué iban ordenadas, que es a lo que arriba queda dicho, no habríe que espantar o fuese mi tema que Dios me librase de males, porque ya se sabe que todo agente desea conformarse con lo natural, que es lo que obra sin pesadumbre ni trabajo. Y así, quisiera yo los provechos de los fines sin la costa de lo que se padecía en los medios, y estaría cada momento inportunando a Dios. El cual, por lo que a Su Majestad le parecería, o por mis pocas fuerzas, o porque, como dice David, ad p vesperum demorabitur fletus, et ad matutinum laetitia 8, o porque ya en mí no había ese peligro de perder la obra cuando dejase el officio y que, cuando por mi parte tuviese alguna duda, por la de Dios tendría mucha certidumbre, pues ya tenía en la Religión muchos religiosos [183r] mejorados, etc., le parecería a Dios aflojar la cuerda y aliviar la mano y darse por contento con lo pasado, y que mis penas acabasen o disminuyesen. Y que no habíe de ser todo llevar el natural tan de los cabellos que en lo pasado pudiese yo decir a los que me preguntasen ¿vaisos o llevan os? ¡Arrástranme! Pues tan arrastrado he andado hasta el día de hoy, ocupado en lo que mis hermanos saben q, de suerte que Dios, que de mí no se debiera de fiar un momento, me echó los grillos y cadenas que ahora acabo de decir para que no huyese y me fuese tras las cosas de mi gusto, huyendo las de Dios, porque sólo traían consigo un poco de deshonra, afrenta y peligro de vida. Que si yo fuera quien debía y tuviera aquella fee y esperanza que train consigo las promesas de Dios, había de hacer cuenta que en sus opuestos hallara yo la vida y honra que se pudiese imaginar. Pero debiera Dios r muy bien de ver cuán amigo era yo de mí mismo y que, si buscaba a Dios, lo había de buscar con mi cómmodo y provecho, a juego visto, y el día que esto me faltase lo había de dejar, como dicen, con las manos en la masa. Así determinó hacer conmigo lo que


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arriba digo de la madre, que a su hijuelo, por no tener edad para hacer lo que conviene, lo ata y envuelve los brazos para que, jugándolos, no se los desconcierte. Así ató s Dios los míos t con las penas dichas para que no jugase con el entendimiento y voluntad a mi gusto, sino al que fuese de Dios. Que eso merece el que en sus obras busca u intereses y pagas adelantadas: que lo obligue Dios, como el amo al v sclavo que, sin otras caricias ni regalos más de porque él quiere, le echa un grillo al pie y lo tiene cumpliendo sus tareas w hasta que ya le parece que puede aflojar la mano, ora sea porque ya el sclavo está conocido, asentado y deseoso de servir a su amo sin género de amor propio, o porque ya no hay tanta necesidad de tenerlo tan atareado porque las cosas corren ya con más suavidad. Así me parece debiera Dios de haber hecho conmigo y, después de todo eso, gustar de aflojar los cordeles por esto que digo o por otros secretos que Su Majestad se sabe.

  Pues antes de aflojarlos, diré aquí lo que me pasó. Podría ser imaginación mía, enfermedad o locura. [183v] No sé, yo no conozco lo que es. Mírelo quien lo leyere, que dende el primer día voy con mill miedos, haciendo mill resignaciones y subjeciones. Y bien sabe aquel Dios y Señor poderoso que todo lo ve que jamás he pretendido por malicia errar en puncto ni letra, y que si alguna vez, por mi natural encontrado, me he inclinado a alguna cosa no tan justa, mi deseo siempre ha sido hacer la voluntad de Dios y que Su Majestad sea glorificado eternamente. Una cosa me consuela: que cuando yo fuera más malo que cuantas criaturas hay en el mundo, no me había Dios de dejar poner en execución mis males en una Religión tan sancta y tan suya como ésta. Y así digo que mis yerros, los que hubiere, espero en Dios sólo han de ser de ignorancia, y no de malicia.

  Pues digo que habrá cosa de quince días que me parece, sin poner yo nada de mi casa, me trujeron ocupado en lo que diré la imaginación y el pensamiento: en algunas cosas en que se podía torcer la Religión por la diferencia del gobierno y por las elecciones y pretensiones de los officios. Y esto fue en tanta manera que me parece en estas penas yo no era señor de mí, porque me parece andaba atronado de las voces de los que pretendían y turbado de los inconvenientes que se seguían. Y como desconfiado de los fructos colmados que ahora se esperan, traía una rabia contra éstos que me parecía era poco comérmelos a bocados. De todo esto me resultaban unos vehementíssimos deseos de ser yo prelado y pasar adelante con el officio que tenía, no obstante que no se me encubrían los trabajos que en ello se me podían ofrecer, respecto de las razones que arriba digo, porque Jesucristo crucificado sabe cuán más conforme a mi natural es la celda que el mandar. Estas penas y aflicciones me debieran de durar cosa de ocho días, aunque algunos ratos descansaba, pero otros bien largos trabajaba en esa representación y los dos días juntos, sin cesar de noche ni de día. Esto fue en tanta


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manera que no sé yo, que no me acuerdo, con qué palabras pude yo significar algo de esto que interiormente yo padecía, porque dos hermanos vinieron a mí en aquel tiempo y me dijeron: "Calle, hermano, que su charidad ha de ser siempre nuestro prelado". Y cada uno de por sí [184r] decía: "Yo lo veo claro, porque es inposible otra cosa, y los puertos los tiene Dios tomados para que ello sea así". Y acerca de esto me dijeron tantas cosas que yo he vergüenza decirlas, porque o yo les di grandíssima ocasión, de la cual no me acuerdo, o ello fue obra de Dios que ellos hablasen aquello para con sus palabras matar el fuego que en mí ardía.

  En estas ocasiones, volvía yo sobre mí y, cuando me dejaban a mí ejercitar mis pensamientos, decía: este fuego es de codicia, de soberbia, ambición. ¿Quién duda esto? Estos ¿no son deseos de ser prelado? Esto el demonio lo debe de hacer. Parecíame ya estaba perdido y acabado y que, a cabo de tanto tiempo y tanto como he scrito de la humildad, ¡estaba bien aprovechado! Parecíame que todo lo que yo había dicho de la humildad, todo había sido mentira en orden a mí, pues en aquellas ocasiones todos mis pensamientos eran ser prelado x; y tanto que quien en aquellas ocasiones me dijera lo contrario, según lo que allí se me representaba, me lo comiera a bocados.

  ¡Oh Dios mío de mi vida!, hazme humilde verdadero, que eso deseo, eso quiero. Hermanos míos, háganlo sus charidades en cualquier tiempo que eso leyeren y conocieren en mí pensamientos tales y con que yo puedo dañar mi alma y pervertir la Religión, y vean los que esto leyeren en lo que me engaño: Que me parece esto que ahora digo z tiene más peligro que cuanto he escrito a, dicho y hablado, por ser en orden a ser prelado.

 Pues digo que, cuando estos aprietos tan terribles de estas representaciones con que a mí me obligaban a desear ser prelado, en el punto que me iban dejando, iba entendiendo el fin que con ellas pretendían. Veía claramente que me querían quitar los trabajos que interiormente hasta hoy he padecido, mediante los cuales, como dejo dicho, me tenían atado a no a hacer mi voluntad, sino la de Dios, no buscándome a mí en el descanso, sino a Dios en el trabajo; y que, dejándome estos trabajos y quitándome estas ataduras, me había de volver a mi natural inclinación y deseo de celda y ocupaciones más propias acerca de mi persona que acerca de la communidad. Y que era necesario, por aquellas sugestiones o apreturas, antes que me quitasen los trabajos interiores, que me dijesen lo que, después de quitados, había de hacer [184v] de grado, que era lo que hasta allí, como dicen, había hecho de fuerza. Como acá al sclavo, de quien denantes decíamos que su amo lo tiene atareado con grillos para que no pueda torcer ni hacer otra cosa: que, gustando de lo soltar y que descanse, algún día antes que lo suelte le dice lo que le inporta hacer de buena gana y en tiempo de libertad lo que le hacen hacer por justicia y rigor.

 


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Pues digo en dos palabras que poco inporta, si esto descubriese quién yo soy, que me conozcan: que me pareció me quisieron decir que, aflojándome aquellas ataduras que hasta allí he tenido en el officio, que no me deje llevar de mi propio amor ni gusto, sino que siempre y en todas ocasiones me acuerde de lo pasado y que con veras me resigne en la voluntad de Dios para seguirle en lo dificultoso y en lo que Su Majestad me mandare. Que, si hasta aquí he padecido siendo prelado, trayendo dentro de mí, como mujer preñada, los frailes andando con tanta carga y peso, que ahora que la Religión está hecha y nacida, si no la traigo dentro de mí, la he de traer sobre mí y sobre mis cuestas.

  ¡Oh mi Dios, y si yo fuera bueno y a mí me pudiera convenir este exemplo que ahora diré, y cómo quedaba bien declarado! De grande importancia le es a la madre, cuando ha parido el hijo y ya está libre del peligro que con traerlo en el vientre tenía, para no enfadarse y darle de mano después de nacido, acordarse lo que padeció cuando lo trujo en su vientreb nueve meses, con mill achaques, peligrando la vida de entramos; y que, si después del parto, la madre, que es libre y lo puede arrimar a un rincón o dárselo a una ama que lo críe o a un muchacho que lo entretenga, que se pone en peligro de perder los trabajos pasados y los peligros padecidos, y que, considerando eso pasado, la madre en lo porvenir no se enfada de coger a su niño en los brazos, envolverlo, traerlo a cuestas y sufrir los trabajos que de lo demás de su crianza aguarda.

  Lo propio digo yo que hicieron conmigo aquellas representaciones que dejo dicho: veía lo pasado y padecido por la Religión y que, estando ya hecha y como nacida y dejándome a mí más libre para arrimarla a un lado y ponerme yo a descansar, podía ofrecérsele algún peligro y venirle algún daño dejándola en cualesquier [185r] manos o soltándola, pretendiendo yo ya más mi cómmodoc que el del hijo nacido. Pareciendo en esto a la adúltera, que hace el hijo por sólo su gusto y contento pero, en naciendo, que busque otro padre y otra madre que lo sustente y trabaje en criarlo. Pues me parece, en el punto que pasó aquella polvareda por mí, sólo me quedó esto: que mirase no me buscase a mí propio en el tiempo del descanso y cuando Dios me dejase algo más de libertad y dejase lo que era trabajo de la Religión, mostrando ya enfado de acudir a llevar adelante y ayudar a criar el hijo nacido. Porque le podrían venir muchos daños de semejante descuido: andar por los suelos no tan bien tratado, porque, cuando la madre sea más pobre y menos noble que el ama, en fin es madre, que no es posible, dice Dios, olvidarse de su hijuelo 9.

 

 


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[Página blanca]

 




a  sigue con q tach.



b ms. alma



1 Cf. Prov 22,5.



c  corr.



2 Cf. La llaga de amor, 8 (I, 194-196).



d sigue más tach.



e sigue se tach.



f sigue los tach.



g ms. suerte



3 Job 7,20.



4 Sal 92,20.



5 Prov 1,7.



h  sigue le enseña tach.



6 Sal 142,10.



7 Cf. Eclo 31,2: "Et infirmitas gravis sobriam facit animam".



i ms. padecían



j corr.



k siguep tach.



l  corr.



m siguevoluntad tach.



n sigue pues tach.



o sigueyo tach.



p sigue matutinum tach.



8 Sal 29,6.



q sigue q tach.



r sigue de tach.



s  ms. a todo



t sigue q tach.



u ms. pusca



v sigue criado tach.



w corr.



x  corr. de prelados



y sigue qu tach.



z sigue q tach.



a corr.



b  sigue seis tach.



c corr.



9 Cf. Is 49,15.






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