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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
INTRODUCCION
1. Bajo el sobrio e indicativo título original De los hermanos estudiantes, se agrupa una veintena de folios del volumen VI manuscrito (186r-207r), sucesivos al escrito precedente consagrado a los prelados. Los numeró el mismo autor, pero saltándose uno (el 205). Una mano reciente, de mediados de este siglo, "corrigió" el despiste, agregando con pluma la nueva cifra por encima de la antigua: 206 donde se lee 205, etc. Seguimos esta última numeración. Por lo que toca al tiempo y lugar de composición, se puede afirmar 1 que estas páginas salieron de la pluma del autor en Madrid en el arco de tiempo que va de julio de 1606 a principios de 1607. Y advertimos de entrada que nosotros hemos aportado, como en otros casos, las subdivisiones y los epígrafes internos.
2. La paterna solicitud por la nueva congregación alimentó en nuestro Santo una intensa preocupación por dos sectores de religiosos, de quienes principalmente dependía, según él, el mantenimiento del genuino espíritu descalzo de sus comunidades: los ministros o prelados y los estudiantes. Como los jesuitas y carmelitas descalzos, hizo varios asentamientos en centros universitarios importantes: Alcalá, Salamanca, Baeza; luego Granada, Sevilla. Y conforme a sus previsiones, los colegios fueron semilleros de vocaciones y escuelas de sólida formación intelectual-espiritual, por más que, al igual que en otras reformas, se excluían los títulos y grados académicos. El ciclo de Artes o filosofía duraba tres años y otro tanto el de teología.
Consciente de que el progreso o retroceso de la reforma dependía en gran medida de los estudiantes, el Reformador vigilaba sobre el devenir de sus colegios. Entablados los de Alcalá y Salamanca, se puso e evaluar los "bienes e inconvenientes" implicados. Su inquietud quedó muy patente en Para los prelados: "Veníame una aflicción grande y aprieto interior de los daños o males que le podían venir a la Religión por los estudiantes. Luego en estos propios estudiantes veía yo la necesidad que tenían de ser sanctos, recogidos, callados, humildes, mortificados. Veía que de allí nacía y entraba en la Religión libertad, atrevimiento, desenvoltura y otras cosas que no quiero decir. Cuando veía estos males con aquella aprehensión, buscábales los bienes y remedios" 2. Pocas semanas después pudo por fin dar cauce al impulso impelente de impartir también para ellos unas directrices de conducta.
3. Sus advertencias atañen al futuro, ya que, según apunta, Dios ha infundido en los colegios existentes un fervor religioso tal, que pueden considerarse escuelas de perfección. "En los colegios tanto se profesa virtud como letras y todo se procura ir mezclando". Sabemos qué tipo de cimientos asentó en el primero (Alcalá), donde se
cumplía el mismo programa de oración, recogimiento y penitencias que en las demás casas.
En este escrito intenta fundamentalmente trazar la auténtica fisonomía espiritual del estudiante trinitario descalzo, una especie de patrón al que ajustarse para no desdecir de la reforma. Alerta sobre eventuales riesgos de relajación. Presupuesto que las letras en sí mismas son un bien y "para todos son menester", las relaciona con el "fin", "dones y gracias" (carisma, diríamos nosotros) que, en los planes de Dios, corresponden a la descalcez trinitaria. Es evidente que, según la identidad de cada una, "hay unas religiones que tienen necesidad de más letras que otras". Los dominicos y los jesuitas "han menester más letras" que los trinitarios descalzos; éstos, "más caridad" que aquéllos. Con tal método justifica y concluye que lo que se requiere es "una ciencia moderada", expresión que repite dos veces. Moderada, en razón del espíritu que se cultiva y la finalidad apostólica que se per sigue. "Vean todo aquello a que se va enderezando nuestra sancta regla y verán cómo con una sciencia moderada se puede pasar y conservar muy bien: redimir captivos, curar pobres, tener oración, guardar recogimiento, estrecha pobreza, summo rigor en la penitencia. No quiero decir que la sciencia no sea de inmenso valor y de gran consideración para chicos y grandes, pero quiero decir que non oportet plus sapere quam sapere ad sobrietatem (Rom 12,3); que cada uno sepa lo necesario para la conservación de su oficio". Para dedicarse a cautivos y pobres, se necesita, sobre todo, la "ciencia" de la caridad, que el Espíritu concede.
Instruido -pensamos- por sus años de calzado y por lo que conoce de otras órdenes, pone en guardia frente a los peligros que acechan al estudiante. Por sí mismas las letras tienden a mermar energías espirituales, a inflar, engreír y encastillar en la propia razón. Son perniciosas si nacen de "presunción y vanagloria" e impulsan a "hurtar el cuerpo a la oración, al recogimiento, a la mortificación y penitencia", en cuyo caso se convierten en "armas contra nosotros" y contra la Religión. Por todo lo dicho pone de relieve la necesidad imperiosa de la simbiosis "virtud y letras". Las buenas letras han de tener por base y compañía a Dios, con su cortejo de virtudes: "humildad y perfecta caridad", penitencia y mortificación, celo por aprovechar a las almas, oración y recogimiento. "Sciencia y doctrina con virtud es un summo bien inexplicable, y de esas letras ¡ojalá diese Dios muchas a nuestra sagrada Religión!".
4. De tales premisas descienden sus orientaciones prácticas, en respuesta a tres cuestiones:
a) "¿Quién es el que ha de estudiar?". Criterio de fondo: "Escoger hombres de espíritu que se vayan tras el spíritu de la letra para que a ellos les dé vida y con él vivifiquen y den vida a los demás"; religiosos en que se den juntas la virtud y la capacidad intelectual. En consecuencia, al examen previo "en gramática para artes, y en artes para theulogía, añadan examen en virtud, siendo testigos de esta información sus ministros y maestros de novicios". Las sucesivas decisiones operativas son: apartar de las letras al que no tiene virtud; "probar" con el que, teniendo capacidad para los libros y escasa virtud, ofrece "indicios" de que mejorará con el estudio; no pretender muchos estudios de los que son "santos y no tienen habilidades conocidas".
b) "¿Qué ha de hacer cuando estudia?". Criterio general: "De tal manera se han de haber en el estudio que con él no ahoguen el spíritu, y por darse al spíritu
se inposibiliten de estudiar". Se trata de "juntar las letras con el espíritu y el espíritu con las letras". Por tanto, equilibrio, armonía, integración, en virtud de la ley de interdependencia. Califica de "grandísima tentación" la demasía en el espíritu con detrimento del estudio y de "grandísima ignorancia" la desconexión entre ambos extremos. No obstante, cuando desciende al plano concreto, ve más riesgo y flaqueza en la vertiente del espíritu. Despunta su preocupación dominante por preservar a sus comunidades del mínimo asomo de relajación.
c) "¿En qué se ha de ocupar después de los estudios?". Propugna que los estudiantes pasen los veranos lejos del ambiente universitario, recogidos en un convento, donde enciendan "fuego de amor, caridad y presencia de Dios" capaz de cancelar las imperfecciones almacenadas durante el invierno. Cual segunda pauta, sugiere que, concluidos los estudios, el religioso se retire a una "casa de noviciado, donde le refresquen la memoria con las cosas de los principios" 3.
DE LOS HERMANOS ESTUDIANTES
[f.186r] Jhs. M.ª
DE LOS HERMANOS ESTUDIANTES
Introducción
Yo quisiera, para tratar de estudiantes, ser estudiante porque, si acaso me cargare algo a la parte contraria, no me digan que digo mal de lo que no como y aborrezco lo que no sé; y, si acaso los favoreciese, diríen los demás que por no entenderlo. Yo me holgara haberlo sido cual convenía, para que con esa sciencia y sabiduría del cielo que pidiera a Dios, pudiera decir lo bueno que está encerrado en ser estudiante cual Dios quiere y la Religión desea y lo malo de no corresponder a eso. Ya que Dios fue servido de hacerme ignorante, diré aquello que Dios me diere a entender y lo que pudiere haber inferido del poco tiempo que los traté.